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La exclusiva del 7

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Por cuestión de meses la iniciativa pública ganó a la empresa privada la primicia de la televisión. La Unesco donó 22 mil dólares al Ministerio de Educación, cuando era ministro el historiador Jorge Basadre, para instalar un modesto canal experimental. Esta donación complementaba la que dio lugar a la fundación de la Escuela de Electrónica en abril de 1957, que operaba en el instituto José Pardo de la cuadra 6 de la avenida Grau, antes de su traslado al Ministerio de Educación. Fernando Rubio y Gonzalo de Reparaz representaban a la Unesco y el ingeniero español Esteban Benaberre Mina dirigía el curso donde se graduaron los primeros jefes técnicos del canal, Silvio Romero, Manuel Mejía e Isaac Aquise.11

Desde el piso 22 del edificio del Ministerio, el más alto de Lima en esa época, se empinaba una pequeña antena y un modesto transmisor de 100 vatios en imagen y 50 en audio que entraron en funcionamiento el viernes 17 de enero de 1958, bajo la nomenclatura Garcilaso de la Vega OAD-TV7. La inauguración del canal y del curso técnico fue un acto precipitado. Una nota de prensa anticipó que la programación de dos horas (7 a 9 de la noche) consistiría en un documental que explicaba el manejo de una marca de receptores y otro sobre antenas de televisión. Luego de las películas se daría inicio oficialmente al curso electrónico. Romero, Mejía y Aquise fueron los primeros profesores y los mejores alumnos.12

No existe ningún reporte periodístico del acto inaugural. Diarios como El Comercio se limitaron a reseñar la nota de prensa confiando en su veracidad, pero el reportero de Última Hora delató un serio impasse en su crónica “Debut privado y fule: la televisión en Lima”.13 A su llegada al ministerio un conserje impidió el paso de los periodistas. Sin testimonio que ofrecer, el diario citó fuentes anónimas que dijeron que “solo se veían borrones”. Pocos días despues, el 22 de enero, una nota de la Unesco declaró que, pese a algunas fallas humanas, las primeras transmisiones habían sido correctas.14 Aquise aclaró: “El día de la inauguración fue algo ingrato, a los reporteros no los dejaron entrar por decisión del ingeniero Benaberre, se transmitió a puerta cerrada y se dictó un curso de televisión al aire.15

Con una programación eventual, no difundida por la prensa, con buena parte de los receptores existentes desprovistos de antena y mal ubicados para captar el flujo hertziano, los meses de 1958 —en los que el canal 7 fue la onda solitaria de la televisión—, están sumidos en un profundo misterio. El ministerio, que recién el 5 de abril publicó el nombramiento de un director general de televisión, Antonio Olivas Caldas, distribuía ocasionales notas de prensa cuyo contenido casi nunca era corroborado por los periodistas. Así, se anunció que el 12 de abril, Día de las Américas, la Escuela Estación Electrónica (nomenclatura del curso técnico) pondría en escena el primer guión peruano de televisión. Se trataba del programa Balcón del hemisferio presentado por el hombre de teatro Manuel Delorio, con números musicales, recitados, interpretaciones al piano y, de plato fuerte, la folclorista Elsa Núñez del Prado danzando La pampa y la puna. Penosamente, no hubo comentarios.

Hacia junio hay testimonios y nada halagüeños. En la que sería una de las primeras críticas televisivas, si no la primera, un lector de El Comercio, el señor A. Saldarriaga,16 se queja de la pobreza de dirección y temas escogidos por una televisión que no recrea a los adultos y aleja a los niños. Pide una programación alternativa con dibujos animados, documentales de viajes y otros atractivos. Finalmente, como muchos insatisfechos poseedores de receptores pagados en onerosas cuotas mensuales,17 confía en la próxima llegada de la televisión privada.

Lo que tuvo de comercial fue lo más remarcable del 7. La furibunda campaña de las firmas que vendían receptores en la capital forzó a un evento sui géneris. La RCA Victor quería recibir la llegada de la televisión privada con la mayor cantidad de aparatos vendidos y los avisos de prensa y los concursos (el premio por antonomasia en los sorteos de la época era un televisor) no bastaban para subir las ventas. ¿Por qué no usar la pobre señal del Ministerio de Educación, escasamente difundida en hogares limeños pero, sin duda, una señal de escaparate? En efecto, la novedad de la caja chillona detenía a muchos peatones que transitaban por los jirones comerciales de la ciudad. La mayoría de teleastas que conocemos nos han contado que su primer contacto con la televisión no lo tuvieron en casa, sino ante un escaparate viendo con gran curiosidad, aunque con indiferencia por el contenido, algún aséptico documental de embajada.

Así, en fecha patriótica, el 26 de julio, gracias a un convenio de excepción, la RCA auspició el programa Gran desfile de estrellas. El perrito melómano anunciaba en grandes avisos que el programa se podría ver en todos sus concesionarios y puntos de venta en la capital. Desde las 7 de la noche, en un especial musical dirigido por el técnico argentino Óscar Richards, desfilaron Maritza Rodríguez, Nicomedes Santa Cruz, el “Carreta” Jorge Pérez, Javier González y sus Chaskis, entre otras figuras nacionales y extranjeras con bastante más cartel que el que hasta ese día se había lucido en el canal. La agencia McCann Erickson concibió el programa y la selección de atracciones la hizo el empresario de artistas Jorge Álvarez. Los radiodifusores privados protestaron gratuitamente por esta aventura del Estado con los inversionistas extranjeros.

Mientras la RCA descubría al canal 7 en esta avant-premiére de la televisión comercial, también el presidente Manuel Prado pensaba en él. Trascendió que estaba interesado en difundir televisivamente su discurso del día patrio, pero la noticia quedó en rumor. Del Estado solo se supo que el trato con la RCA había motivado un pequeño debate sobre la orientación del canal que se zanjó a posteriori, a mediados de setiembre, cuando se firmó una autorización para que la emisora hiciese tratos comerciales. Así, a fines de setiembre, la General Electric difundía filmes promocionando sus receptores e Imaco, otro comercio dedicado a la venta de electrodomésticos, auspició el pequeño espacio semanal Teleactualidades, donde Raúl Ferro Colton, comentando noticias internacionales, ensayó para dirigir luego El Panamericano en el 13.

Ante la inminente llegada de la televisión privada, de poco valió la apertura. Solo el 23 de octubre la Estación Electrónica salió de su monotonía para transmitir la primera mesa redonda de nuestra televisión: una media docena de funcionarios internacionales y representantes del gobierno se reunió para conmemorar el Día de las Naciones Unidas. Luego del 15 de diciembre de 1958, el canal 7 se sumergió en un último plano en el que solo hurgaremos ocasionalmente. La televisión comercial, con enorme ventaja de rating y de recursos de producción, capturó todas las atracciones vivas de importancia y dejó al 7 números escolares, planteles musicales de radios, grupos provincianos y artistas sin cartel que salteados con documentos científicos, clases de idiomas y un modesto audiovisual llamado Fotoshow conformaban una descolorida programación.

Baste decir que los once meses que canal 7 tuvo de exclusiva sirvieron para que muchos trabaran un primer contacto con el medio; los que vieron el canal en vitrina, los que lo sintonizaron para hacer tiempo a la llegada de la televisión comercial o aquéllos que como el célebre libretista cómico y hombre de radio Elías Ponce, más conocido como “Pedrín Chispa”, realizó en el piso 22 del Ministerio de Educación su primera incursión televisiva. Se trató de los Cuentos de doña Mariquita,18 un económico teatro de marionetas con capítulos unitarios, donde debutó como asistente de Chispa otra prominente figura de la radio y de la futura televisión privada, Carlos Oneto “Pantuflas”. La Philips auspiciaba el espacio y pagaba al cubano Pepe Solari Hermosilla, el hombre de los muñecos, los ensayos que este hacía con los textos de Chispa previamente grabados. Pantuflas solo hacía voces en off porque un contrato firmado con los Delgado Parker para el futuro canal 13 le impedía dar la cara en señal ajena.

La Escuela Estación Electrónica acabó su curso anual el 17 de enero de 1959, día del primer aniversario del canal. En el acto televisado, 20 técnicos recibieron diplomas. Pero la televisión comercial casi desconoció esta promoción y la siguiente; con excepción de algunos camarógrafos y personal de planta, sus creativos no pasaron por el canal 7. La más promisoria escuela de la televisión fue el curso que dictó el cubano Humberto Bravo, nombrado jefe de producción de Panamericana Televisión antes de la inauguración del canal 13, en octubre de 1959. Ahí se dieron cita Pepe Ludmir, Pantuflas, Guido Monteverde, Pablo de Madalengoitia y otros futuros directores de programas para aprender de la experiencia de Bravo en la célebre CMQ habanera.

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