Читать книгу Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe - Irene Laura di Palma - Страница 5

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Un signo

de los tiempos

Desde los comienzos de la Iglesia, la cercanía de la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, se ha manifestado en todo el mundo en gran cantidad de ocasiones.

Podemos decir que las manifestaciones marianas de la actualidad son un “signo de los tiempos” y los mensajes de la Virgen en sus apariciones siempre hablan de la oración y la conversión, y nos invitan a volver nuestra mirada a Dios.

Vale la pena señalar que la expresión “signo de los tiempos” aparece en el Evangelio de Mateo (16,3) y en el de Lucas (12,54-56), en donde Jesús alerta sobre el discernimiento de lo cotidiano y la atención constante a la voluntad de Dios. Por lo tanto, los acontecimientos históricos que logran crear un consenso universal y que permiten la comprensión de “tiempos” o etapas fundamentales de la historia de la humanidad, podrían considerarse “signos” por los cuales Dios les quiere transmitir “algo” a los hombres. Ahora bien, será el hombre quien decida si desea acercarse a Dios y oír al que habla desde el cielo (Cf. Neh 9,13).

En este sentido, al encarnarse en una mujer virgen de Galilea, Dios habló a la humanidad. Dice la Escritura: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 1.14). Es así como nuestra fe manifiesta que la anunciación inaugura la “plenitud de los tiempos”, es decir el cumplimiento de las promesas. María es invitada a concebir a Aquel en quien habitará “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Cf. CIC 484).

Y la Santísima Virgen aceptó ser la Madre de la Palabra de Dios que fue humanamente concebida por obra y gracia del Espíritu Santo (Cf. CIC 456.485).

María, como Madre de Dios y de los hombres, no es ajena a la vida de sus hijos en la tierra. Por eso, en las apariciones marianas también existen los mensajes que reciben los videntes. Si bien estos son revelaciones privadas, en su contenido –con su debido discernimiento– se puede percibir la preocupación de una madre por sus hijos. Es María quien intenta orientarnos hacia el Corazón de su Hijo Jesús.

“Si María habla es porque tiene que comunicar cosas importantes a la Iglesia y al mundo. Por eso hay que escucharla con un corazón sencillo, humilde y creyente. (…) La presencia de María en este tiempo histórico no es ocasional. María viene como mensajera de Dios y de su Hijo”.1

También sobre los acontecimientos marianos, Monseñor Terán Dutari, exobispo auxiliar de Quito que acompañó la manifestación de María en su país, reflexiona:2 “El puesto y la misión de María para todo el hecho cristiano en sus dimensiones históricas, y ahora particularmente para las manifestaciones de que hablamos sería que Dios ha querido salvar al mundo de todo el mal que, por culpa de nuestra misma libertad, amenaza la vida humana verdadera; ha querido recomenzar su historia con los hombres, pero entrando Él mismo en nuestra historia, asumiendo personalmente la vida humana”.

Por lo tanto, la respuesta de la Virgen al anuncio del ángel, “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según has dicho” (Lc 1,38), revela la soberanía de Dios sobre todas las criaturas, al mover el corazón de una joven de Galilea para responder positiva y confiadamente a su designio amoroso de rescatar a la humanidad de la esclavitud del pecado a través de la ofrenda de su Hijo hecho hombre.

Por último, podemos recoger lo que nos enseña el Catecismo: “La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por

las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres” (CIC 502).

1. Cf. P. Ricardo, Hoja de María Nº 2, octubre de 1997, Centro Mariano “Arca de la Nueva Alianza”.

2. Cf. P. Ricardo L. Mártensen, Al final Dios triunfará sobre todas las cosas. Estudio pastoral de los mensajes marianos de Cuenca – Ecuador. Buenos Aires, Ed. de la Palabra de Dios, 1997, p. 19.

Madre de la Palabra de Dios y Guardiana de nuestra fe

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