Читать книгу Fulcro y torsión del miocardio helicoidal - Jorge C. Trainini - Страница 6

Prefacio

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Salimos de la quietud de la orilla para adentrarnos en el torbellino del río del conocimiento. Nos unimos a los intentos de quienes desde hacía cuatro siglos ansiaron ver más allá de la estructura y función establecida del corazón. Algunos habían pasado hacía muchos años por esas aguas, otros empeños eran más recientes, pero todos quedaron ciertamente en la incertidumbre. El viejo dogma del corazón que “se cierra y abre como un puño” perduró sin permitir rasgaduras. Nosotros pertenecíamos a otra época. Al llegar después, contábamos con otros pertrechos, pero sobre todo tuvimos la fe religiosa de la ciencia, la duda del escéptico, la tenacidad del necesitado y la fuerza por saber adónde iba ese torrente que se había llevado hacia la desmemoria los viejos propósitos sobre la estructura y organización del corazón.

Nos fuimos reuniendo desde diversos sitios guiados por el extraño rito que tiene la ciencia, el de ir desde el misterio a la comprensión, la que nunca es total ni infalible, pero que deja al conocimiento más claro y posible. Abierto a la certeza e imaginación. A un nuevo nivel de abstracción. Ingresamos a la hipótesis de Fulcro y torsión del miocardio helicoidal; algunos llegaron precozmente; otros, después. No fue por azar. Fue por la exigencia de completar el saber desde todos los ángulos obligados. Intentamos avanzar en comunión con los sitios de la geografía terrestre que aceptaron el reto. Nunca cesó esta ambición. El primer ingreso a sus aguas pareció temerario. Estacionados en esa corriente interminable del río de Heráclito no nos dejamos avasallar por la persistencia de sus aguas ni por la desesperanza. Nos espantaba no hacer frente al desafío de entender cómo se hallaba organizado y cuáles eran los movimientos de ese órgano que a las tres semanas de la concepción inicia su latido interminable hasta devolver al ser al misterio. Se sucedieron las investigaciones y los años. Siempre apelamos al esfuerzo; la ciencia no concibe ideas primigenias sin denuedo. Hay que someterse a pruebas de lealtad y honradez, de falsabilidad. El científico que hace trampa se suicida. Se sucedieron los impulsos, luego las comunicaciones a los centros del saber. Regresamos muchas veces a la revisión, al avance y a las dudas. Hemos llorado en demasiados momentos. La naturaleza no revela su inteligibilidad en forma espontánea. Parece compleja en lo previo, pero se vuelve sencilla por lo lógico, siempre que se le dedique el alma y el tiempo. Así se avanza.

Pasó demasiado tiempo para nuestras vidas, no para la indiferente corriente del río que nos llevaba, el que simulaba ser el mismo que nos había recogido. Fuimos mudando las primitivas ideas. Descubriéndolas como las hojas superpuestas, unas tras otras. El tiempo se sucedió inclemente. Desde el centro del río durante muchos momentos no notamos esa consunción sobre nuestras vidas. Perseverantes, apelamos a otra tanda de científicos más jóvenes para sumarse a la tarea. Nunca nos rendimos porque jamás dimos por terminada la obra. Hoy podemos ofrecer lo logrado. Siempre es hasta un momento al que se llega, pues todo fluye. La hipótesis de la estructura-función cardíaca lograda a través del ingreso a su intimidad miocárdica acaudala la pasión de cada uno de nosotros y, también, la de los que estuvieron antes en este río. En un momento asentamos: “El corazón es una ciudad majestuosa / de fronteras conocidas / con sus calles ocultas, misteriosas / e inexploradas”. Haber simplificado al corazón de su aparente complejidad nos acercó al resto de la ciencia. A entender y hacer bella su comprensión, al decir de Niels Bohr, de cómo debía ser una teoría.

No nos quedamos en el interior del arte médico y sus propios postulados. Utilizamos lo traslacional que tiene la ciencia en su evolución actual. No más disciplinas aisladas, sino todas juntas. Comprendimos que una ciencia aislada no es una ciencia. Por eso, a pesar de provenir de diferentes técnicas, permanecimos unidos en todos estos años. Avanzamos junto a la movilidad de ese río que a veces se oscurecía y que en otras oportunidades era tan claro que reflejaba nuestras imágenes. A intervalos, parecía tan reticente a revelar los misterios que nos sumergíamos en su lobreguez. Nos dolió la muerte del compañero inicial de la misión, Jesús Herreros, y la inclemencia de los acontecimientos sucedidos en otros. ¿Qué extraña motivación nos persiguió para no sucumbir? No lo sabemos. En todo hay azar y necesidad. Son instancias ocultas, inconscientes, pero guían. Es el rito de la ciencia para descubrir algún velo del misterio.

El tiempo fue el paso obligado. Nada se podría hacer con la espera. Intentamos que el conocimiento que avanzaba no se distanciara entre sus esfuerzos. La perseverancia es la madre de las victorias. Al fin de cuentas la energía es una escala de paquetes llamados cuantos. Con esta estrategia los peldaños se sucedieron con más frecuencia, pues los elementos recolectados en la investigación permitieron ir de lo inexplorado a la simplificación.

Esta investigación no ha tenido intención de ser calco de experiencias previas. Hemos avanzado sobre los rincones oscuros de la estructura-función del corazón. A medida que se iba incorporando el nuevo conocimiento adquirido se nos permitió construir un mapa en esos espacios vacíos. Fuimos comprendiendo que cada punto conceptual que se conseguía no era arbóreo, lineal, sino que el mismo hallazgo se iba interconectando en un todo, en un rizoma. Así es el corazón.

Durante el siglo XVIII el conocimiento se hallaba agrupado. Luego, con el progreso intelectual, se fue divorciando en fragmentos restringidos a las diferentes temáticas. Este proceso apartó a las ciencias de su carácter holístico, con resultados improcedentes al quedar cada dominio a merced de su propia entropía con menor capacidad de ingreso energético del resto del conocimiento. En esta investigación, las distintas disciplinas volcadas a su fin hicieron coherente el conocimiento alcanzado, pues se necesita del entrelazamiento entre ellas, al igual que lo evidencia el universo. Fuimos más lejos. Al ser el corazón un órgano termodinámico que maneja un caudal sanguíneo, el rizoma fue más allá de lo médico. Avanzó sobre la física, la hidráulica y el cálculo. Así se logró un conocimiento en implexión, con sus entradas y salidas interconectadas, cruzadas. Si bien el calco de experiencias anteriores siempre iluminó el sentido de las nuestras, el límite de la organización alcanzada sobre el centro del pulso se amplió considerablemente. La pregunta surge incandescente: ¿qué finalidades podemos hallar con las ecuaciones en el marco del funcionamiento cardíaco? La instancia fue la esperanza de cohesionar todos los conocimientos parciales en una unificación de la estructura-función, relacionar las magnitudes del modelo con las observaciones. Creemos, que en este río del conocimiento la concepción del rizoma nos llevó a un mapa del corazón, que siempre se constituye en el eterno retorno al asombro de su dádiva.

Que haya disyuntivas y errores no va en contra de esta investigación. No es factible avanzar y explicar nuevas ideas sin correr el riesgo ni aun en las ciencias más exactas, mucho más en una fáctica como es la medicina que conlleva dolor y conciencia de un ser humano en su materia de análisis. Lo hemos asumido sin olvidar que el río del conocimiento sigue corriendo, siempre para el día después. Hace mucho tiempo que estamos en medio de su cauce, lejos de la quietud que ofrecen sus orillas. Ahora, las lágrimas y aciertos que dimos son parte del río que se fueron con él. Tal vez podamos volver a la orilla mientras otros exploradores del conocimiento se adentren en las nuevas aguas que intentamos bautizar con dedicación y honra. Las que hoy empiezan a ser pasado.

Los autores

Fulcro y torsión del miocardio helicoidal

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