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A manera de introducción

Este libro es el tercero de la trilogía “Historias cortas...”, editados por la Editorial Servicop, a quienes agradezco la responsabilidad profesional, la preocupación y el constante asesoramiento para llegar a buen puerto con la edición de estas obras.

*El primero de ellos es: “Historias cortas, de poder, de amor y de tragedia”.

Allí aparecen como simples mortales, alejados del bronce, muchos “próceres” inmaculados, pero que como personas de carne y hueso, llevan sus virtudes y miserias a cuestas, conviven con sus amoríos, fugaces o eternos, sus desengaños, sus infidelidades, sus pasiones negadas, sus esplendorosas o pírricas victorias y sus estruendosos fracasos. Allí desfilan personajes de la talla de Marcelo T. de Alvear;de Hipólito Yrigoyen; de Fidel Castro; del campeón Juan Manuel Fangio; de Pepe Mujica; del General Artigas; de Jorge Luis Borges; del Mariscal López; de Agustín Tosco; de Héctor y Elsa Oesterheld. Y por supuesto Juan Domingo Perón.

*En el segundo: “Historias cortas, de magnicidios y de sangre”, nos sumergimos en el relato verídico de asesinatos o magnicidios que terminaron con la vida de distintos referentes de la historia de América del Sur, como en el caso de seis gobernadores de la provincia argentina de San Juan; otro gobernador de la provincia de Salta; un vicepresidente paraguayo emboscado por los sicarios de un general rebelde; un líder colombiano que cae a balazos y desata un levantamiento popular; un supuesto suicidio de un joven presidente boliviano progresista; otro mandatario de origen peruano que es muerto con una “pistola loca” como en el caso de Kennedy; un mandatario boliviano que es linchado como Mussolini; un ingeniero-presidente venezolano que muere en un secuestro; el martirio de sacerdotes y de un obispo argentino; la lucha de la hija de un ex-presidente chileno que descubre que su padre fue envenenado; otro ex- presidente brasileño que muere en el exilio por el mismo veneno; un ex-presidente argentino que de fusilador se convierte en fusilado y un mandatario nicaragüense asilado en Paraguay que es masacrado por motivos pasionales que involucran a lo más alto del gobierno y del poder.

Los atentados “buenos” y los otros

Como comprobarán mis lectores, a lo largo de la historia existieron muchos traidores, y esos son los que Dante Alighieri ubica en el último círculo del infierno, por ser la traición el peor de todos los pecados. Son los matadores de Julio César (año 48 a.C) ejecutado por los senadores Cayo Casio Longino, Marco Junio Bruto y Décimo Junio, entre otros; o de Salvador Allende, que fuera traicionado vilmente por el general Augusto Pinochet (11/09/73).

Otros tuvieron éxito en sus conspiraciones aún sin haber tenido cercanía con sus víctimas. Son los casos del presidente de los EEUU Abraham Lincoln, que fue ejecutado por el actor sureño John Wilkes Booth (15/04/1865), o del primer ministro israelí Issac Rabín, que partió de este mundo en 1995, un año después de recibir el Premio Nóbel, por obra del ultraderechista Yigal Amir. En todos esos casos la trama sangrienta se cumplió según los deseos de los matarifes.

Cuando el coronel alemán Claus Von Stauffenberg hizo detonar la bomba en la “guarida del lobo”, a un metro de Adolf Hitler a las 12.42 hs. del 20 de julio de 1944, de haber tenido éxito se hubiera convertido en un héroe nacional, pero al fracasar fue fusilado y hoy apenas se lo recuerda. De igual modo, Jean-Marie Bastien-Thiry que roció de balazos al Citroën DS sin blindaje del general Charles De Gaulle, que salió indemne, el 22 de agosto de 1962, tampoco pudo terminar con la vida del presidente de Francia, y tuvo el mismo fin que el coronel alemán, acribillado contra un paredón. Y con estos dos ejemplos demostramos que si bien la vida es sagrada (Mand. V “No matarás”), para el común de los mortales hay atentados “buenos” y otros “malos”, como el “tiranicidio” en el pensamiento político de Tomás de Aquino y Francisco de Vitoria.

Como veremos más adelante, el pensamiento de Tomás de Aquino (1225-1274), inspirado en Aristóteles y San Agustín, reconoce la legitimidad de la resistencia activa y admite incluso el “tiranicidio”. Esa postura de la máxima figura de la enseñanza escolástica y de la teología sistemática sintoniza con la de Francisco de Vitoria, (fraile dominico y catedrático de Salamanca y uno de los máximos maestros del derecho internacional (1483-1546) cuando afirmaba “...que era lícito rechazar la fuerza con la fuerza, por el derecho que le asiste a cualquier persona de resistir las injusticias (...) estando todos obligados a defenderse ejerciendo el mismo daño, en cuanto puedan, de quien ataca”.

*En este libro, “Historias cortas, de atentados fracasados”, el tercero de la trilogía, ponemos la lupa en aquellas conjuras, las buenas y las malas que por distintas razones, a veces casi milagrosas, notorios patriotas, conocidos mandatarios y execrables genocidas de esta América del Sur, pudieron “zafar” de la muerte, simplemente por el azar, por obra del Espíritu Santo, en el caso de los primeros, o del diablo, en el caso de los últimos. Además, para sazonar los relatos también abordamos aspectos de la vida y del destino de cada uno de los protagonistas, recordando, al estilo de Ortega y Gasset, “todo lo que los rodea, no sólo en lo inmediato, sino también en lo remoto; no sólo lo físico, sino también lo histórico, lo espiritual”.

Siempre apelo a fuentes confiables, a documentación, notas y artículos fehacientes, de autores y medios periodísticos conocidos y prestigiosos que aparecen en la bibliografía de cada uno de los capítulos. Ello, claro, no implica que el lector pudiera tener otra impresión o información contradictoria. Siempre en la consideración de eventos que ocurrieron hace tiempo pueden existir distintas interpretaciones. Yo prefiero respetar aquello de que “los hechos son sagrados y las interpretaciones libres”.

Historias cortas, de atentados fracasados

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