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INTRODUCCIÓN

Se conoce como Guerra Fría el conjunto de relaciones internacionales entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS, también denominada habitualmente Unión Soviética), marcado por la tensión ideológica, política y militar, que tuvo lugar desde la inmediata posguerra de la Segunda Guerra Mundial hasta el final de la década de los ochenta y el principio de los años noventa del siglo XX.

En lo que respecta al comienzo de la Guerra Fría se han barajado diversas fechas. Algunos historiadores retrasan su origen a 1917, momento en el que triunfa la revolución de Octubre en Rusia, con lo que se iniciaron los enfrentamientos entre el bloque comunista y el capitalista. Otros pensadores hacen coincidir el inicio de la Guerra Fría con el mismo término de la Segunda Guerra Mundial, 1945, año en el que ya se han celebrado todas las reuniones entre las grandes potencias y se ha determinado cómo será el mundo de posguerra. Por último, la fecha más admitida para el inicio de este periodo es 1947; es la que ha contado con mayor aceptación entre los historiadores, ya que en ese momento se estableció la ocupación de Alemania y la división de Berlín, que eran perfectos símbolos de la escisión del mundo en dos bloques.

El término Guerra Fría lo acuñó por vez primera el periodista estadounidense Herbert Bayard Swope, ocasional escritor de los discursos de Bernard Mannes Baruch, el asesor del entonces presidente estadounidense Harry S. Truman. Baruch utilizó dicha expresión en un discurso escrito por Swope el 16 de abril de 1947, para describir las relaciones entre Estados Unidos y la URSS, como contraste con la guerra “caliente” que había finalizado dos años antes. La expresión, no obstante, fue popularizada por el columnista Walter Lippmann en una serie de artículos titulados “Guerra Fría” (Cold War), que fueron publicados posteriormente en un libro con el mismo título en 1947. Sin embargo, la primera referencia a la contraposición a la llamada guerra “caliente”, la encontramos muchos años antes, siglos atrás, en un texto del infante castellano Don Juan Manuel, el Libro de los estados, escrito entre 1327 y 1332. En él establece una clara diferenciación entre la guerra caliente, que es la que “se acaba aína, o por muerte o por paz”, y la guerra tibia, que “ni trae paz ni da honra a quien la hace”; con esta distinción Don Juan Manuel describía los tipos de enfrentamiento que se daban por aquel entonces en la frontera entre el islam y los reinos cristianos de la península Ibérica.

Algunos estudiosos han querido parangonar la Guerra Fría del siglo XX con algunos periodos anteriores de la Historia. Unos han querido ver un paralelismo entre el enfrentamiento de la Unión Soviética y Estados Unidos con la lucha entre Roma y Cartago; otros lo han comparado con la Guerra Anglo-española en tiempos de Felipe II e Isabel I; incluso se ha llegado a equipar a la propia reconquista del territorio de Al-Andalus, es decir, la larguísima y nunca continua contienda entre los reinos cristianos y los musulmanes. Sin embargo, las propias características de la Guerra Fría diferencian estos enfrentamientos del pasado con el periodo de oposición entre las dos superpotencias del siglo XX. La distinción capital entre estas etapas históricas radica en que mientras que las rivalidades entre las potencias anteriores al siglo XX mencionadas anteriormente terminaron en todos los casos con el conflicto bélico directo entre ambas, en la Guerra Fría, las dos superpotencias nunca llegaron a la guerra entre ellas. Esto se debió a que, al estar tanto la URSS como Estados Unidos equipados con armas nucleares, se desarrolló el denominado equilibrio del terror de la destrucción mutua asegurada.

La Guerra Fría se caracterizó por el establecimiento de un nuevo equilibrio de poder, distinto al de los años previos a la Segunda Guerra Mundial, estructurado en un sistema internacional bipolar liderado por las dos superpotencias surgidas tras el conflicto mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Entre los rasgos más relevantes de este periodo destaca, como acabamos de ver, la reducción de los principales actores de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, a dos, debido al desgaste británico, a los problemas que le ocasionó su proceso de descolonización, lo que le condujo a delegar en cierta manera sus responsabilidades internacionales en la nueva potencia estadounidense. Este rígido sistema bipolar no permitía posiciones intermedias, sino que los países debían alinearse en un bloque u otro, dividiendo así a las restantes naciones entre aliados y enemigos forzosos, sin la posibilidad de declaración de neutralidad al margen del beneplácito de ambos colosos.

Esta tensión permanente entre los dos polos condujo a una política de riesgos calculados. A pesar de que en ningún momento hubo un enfrentamiento bélico directo y declarado entre ambas naciones, la Guerra Fría se caracterizó por que las guerras y conflictos se desplazaron a la periferia de Estados Unidos y de Europa. Cuatro son los conflictos-tipo que se dieron en este periodo de la historia: la guerra de Corea (25 de junio de 1950-27 de julio de 1954), la crisis de los misiles de Cuba (14 de octubre-28 de octubre de 1962), la guerra de Vietnam (1 de noviembre de 1965-30 de abril de 1975) y la guerra de Afganistán (24 de diciembre de 1979-15 de febrero de 1989).

Otro de los rasgos fundamentales de la Guerra Fría fue la escalada del armamento nuclear por parte de las dos superpotencias, lo que sumió al mundo en un terror global ante la posibilidad de un Apocalipsis atómico al que llevaría sin remedio una Tercera Guerra Mundial.

Asimismo, la Organización de Naciones Unidas a menudo fue un organismo ninguneado por la actitud de las superpotencias En más de una ocasión se manifestó como un árbitro incapaz y débil ante la defensa de la paz y de los derechos humanos en el mundo Sin embargo, fue el más importante foro de discusión entre los bloques, puesto que era el último recurso ante las crisis a las que estaban abocados las potencias mundiales.

La Guerra Fría sirvió como una verdadera legitimación de ambos bloques, ya que de una manera totalmente maniquea cada una de las potencias veía a su contraria como la encarnación de todos los males que aquejaban al mundo. Mientras Estados Unidos consideraba a la Unión Soviética como un país que defendía el totalitarismo y la falta de libertades individuales, la Unión Soviética veía a Estados Unidos como un país de tendencia imperialista y antidemocrática, que no permitía a los países que no comulgan con su ideología seguir libremente su camino lejos de la égida estadounidense.

Una de los rasgos que caracterizó el periodo de la Guerra Fría fue la utilización por parte de ambas potencias de la desinformación y la propaganda. En realidad, se produjo una guerra cultural entre ambos polos que intentaba influir ideológicamente en la población que vivía bajo el dominio del bloque contrario.

Pero si hubo una verdadera “guerra caliente” entre los dos bloques antagónicos, fue la guerra del espionaje. La utilización de agentes encubiertos para disponer de la información necesaria sobre el enemigo fue una constante durante todo el periodo de la Guerra Fría, desde sus inicios, nada más terminar la Segunda Guerra Mundial. La lucha de los espías llegó a ser una verdadera obsesión en ambos polos ideológicos que llevó a una verdadera paranoia donde parecía que todos espiaban a todos.

En fin, entender la Guerra Fría no solo es necesario para poder comprender la política mundial de la segunda mitad del siglo XX, sino que es fundamental para entender los acontecimientos políticos que acaecen y que sucederán a lo largo del siglo XXI.

El mundo escindido

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