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Capítulo XVI

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De su comunicación sacarás el fruto que quisieres, sin que por ellos quede el que consigas más cuanto más sacares. ¡Qué felicidad y qué honrada vejez espera al que se puso debajo de la protección de ésta! Tendrá con quien deliberar de las materias grandes y pequeñas, a quien consultar cada día en sus negocios, y de quien oír verdades sin injurias, y alabanzas sin adulación, y una idea cuya semejanza imite. Solemos decir que no estuvo en nuestra potestad elegir padres, habiéndonoslos dado la fortuna; con todo eso, habiendo tantas familias de nobilísimos ingenios, nos viene a ser lícito nacer a nuestro albedrío. Escoge a cuál de ellas quieres agregarte, que no sólo serás adoptado en el apellido, sino para gozar aquellos bienes que no se dan para guardarlos con malignidad y bajeza, siendo de calidad que se aumentan más cuando se reparten en más. Estas cosas te abrirán el camino para la eternidad, colocándote en aquella altura de la cual nadie será derribado. Sólo este medio hay con que extender la mortalidad, o para decirlo mejor, para convertirla en inmortalidad. Las honras y las memorias, y todo lo demás, que o por sus decretos dispuso la ambición, o levantó con fábricas, con mucha brevedad se deshace; no hay cosa que no destruya la vejez larga, consumiendo con más prisa lo que ella misma consagró. Sólo a la sabiduría es a quien no se puede hacer injuria; no la podrá borrar la edad presente, ni la disminuirá la futura, antes la que viene añadirá alguna parte de veneración; porque la envidia siempre hace su morada en lo cercano, y con más sinceridad nos admiramos de lo más remoto. Tiene, pues, la vida del sabio grande latitud, no la estrechan los términos que a la de los demás; él sólo es libre de las leyes humanas; sírvenle todas las edades como a Dios; comprende con la recordación el tiempo pasado, aprovechándose del presente, y dispone el futuro; con lo cual, la unión de todos los tiempos hace que sea larga su vida; siendo muy corta y llena de congojas la de aquellos que se olvidan de lo pasado, no cuidan de lo presente y temen lo futuro, y cuando llegan a sus postrimerías, conocen tarde los desdichados que estuvieron ocupados mucho tiempo en hacer lo que en sí es nada.

Séneca - Obras Selectas

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