Читать книгу Afuerados - María Eugenia Chagra - Страница 8

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En casa de mi madre, en su fondo medio salvaje y florido, trabajaron en dos etapas don Casimiro y don Elio, cuando el primero no pudo continuar su tarea, lo remplazó el segundo que, a decir verdad, no me inspiraba la misma simpatía; de todos modos, ambos me conmovieron con su amor a las plantas, su paciencia, su sabiduría simple, y sobre todo, con las largas conversaciones que sostenían con mi madre sobre plantaciones y podas, la mayoría de las veces cuestionadas por nosotros. Don Casimiro ya no está, don Elio, me dicen, sigue a pesar de sus años cargando con sus herramientas por allí.

Mientras, he sabido de tantos otros, que en parte me reflejan, lo que no me resulta nada grato, que no soportan la vida si no es desde un supuesto prometido, privilegiado lugar.

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