Читать книгу Siguiendo el camino de Jesús - Michael B. Curry - Страница 6

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Los que estaban reunidos con Jesús [los discípulos], le preguntaron:

—Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?

Jesús les contestó:

—No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.

(Hechos 1:6–8)

En última instancia, el Movimiento de Jesús es una metáfora. Las imágenes, las metáforas y las formas de discurso simbólico son una manera de ayudarlo a uno a captar cosas más profundas y complejas de manera accesible y memorable. Este Movimiento de Jesús no es un invento del siglo XXI o un retroceso a los “Freaks de Jesús” de la década de 1960 o una mezcla retórica de mi creación. Estamos hablando de avanzar como Iglesia volviendo a nuestras raíces más profundas como discípulos de Jesucristo.

El Movimiento de Jesús: estamos siguiendo a Jesús y desarrollando una relación amorosa, liberadora y vivificante con Dios, entre nosotros mismos y con la creación.

Los eruditos del Nuevo Testamento y otros especialistas en los orígenes del cristianismo a menudo se refieren al movimiento cristiano en sus inicios como el “Movimiento de Jesús”. Rodney Stark, un sociólogo de la religión que estudió los orígenes cristianos primitivos, la expansión y el crecimiento del cristianismo, ha escogido el sugerente título a continuación para su obra: El triunfo del cristianismo: cómo el movimiento de Jesús se convirtió en la religión más grande del mundo. No es una adaptación del triunfalismo cristiano, sino una descripción de la evolución del movimiento que Jesús inauguró en la Iglesia.

Stark es específico y prolífico en este tema. Él explica cómo el cristianismo creció como un movimiento para dar nueva vida al judaísmo y a las personas quebrantadas:

El cristianismo sirvió como un movimiento de revitalización que surgió en respuesta a la miseria, el caos, el miedo y la brutalidad de la vida en el mundo urbano grecorromano ... Para las ciudades llenas de personas sin hogar y empobrecidas, el cristianismo ofrecía caridad y esperanza. Para las ciudades llenas de recién llegados y extraños, el cristianismo ofreció una base inmediata para los vínculos y apegos. Para las ciudades llenas de huérfanos y viudas, el cristianismo proporcionó un nuevo y expandido sentido de familia. Para las ciudades desgarradas por violentas luchas étnicas, el cristianismo ofreció una nueva base para la solidaridad social.1

Entonces, cuando usamos la frase “Movimiento de Jesús”, en realidad estamos apuntando hacia los primeros días de las enseñanzas de Jesús y sus seguidores movilizados en el poder del Espíritu tras sus pisadas revolucionarias. Junto con ellos, estamos siguiendo a Jesús y desarrollando una relación amorosa, liberadora y vivificante con Dios, entre nosotros mismos y con la creación.

La recordada Verna Dozier comparte esta idea. Una brillante teóloga y educadora negra, cuyo último libro publicado se tituló, El sueño de Dios: un llamado al regreso.2 Ella habría reconocido el Movimiento de Jesús como un llamado a regresar a nuestros orígenes más profundos como cristianos, a regresar a las raíces de nuestra vida, como personas del Camino, como discípulos del Señor Jesús. Es un llamado a regresar para que realmente podamos marchar hacia adelante, siguiendo el camino de Jesús.

Dios en movimiento

No se puede negar: Jesús comenzó un movimiento, por eso sus invitaciones a la gente que se unió a él están llenas de tantos verbos activos. En Juan 1:39 Jesús llama a los discípulos con las palabras: “Ven y mira”. En Mateo, Marcos y Lucas, les pide a otros “Síganme”. Y al final de los evangelios, envió a sus primeros discípulos con la palabra: “Vayan...”. Como en “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos.” (Mateo 28:19). Como en “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia.” (Marcos 16:15).

En Hechos 1, él usa el lenguaje de movimiento con mayor frecuencia: “pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.” (v. 8). Si miran la Biblia, escúchenla y observen cómo se desarrolla el Espíritu de Dios en la historia sagrada, creo que notarán un patrón. No puedes evitar notar que realmente hay un movimiento de Dios en el mundo.

Si no me creen, pregúntenle a Abraham y a Sarah. Estaban listos para disfrutar de su pensión y sus últimos años. Entonces Dios llamó y dijo: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación” (Génesis 12:1–2).

Más allá de sus propios deseos, Abraham y Sara se encontraron a sí mismos siendo parte del movimiento de Dios. En su viaje, se unieron con una mujer llamada Agar, y Abraham, Sarah y Agar llegaron a ser una familia. (Era una familia disfuncional, pero una familia, no obstante). Abraham, Sarah y Agar son los antepasados del judaísmo, el cristianismo y el islam. Son prueba de que Dios tiene un movimiento.

Si aún no me creen, pregúntenle a Moisés. Según el libro bíblico del Éxodo, Moisés nació de esclavos hebreos en Egipto. Pero debido a circunstancias misteriosas, fue adoptado por una amorosa princesa egipcia y cuidado por su madre hebrea. En su edad adulta, esta naturaleza dual le causó una gran crisis de identidad. Tenía que preguntarse; “¿Soy esclavo o amo de esclavos?”

En medio de esta crisis, se vio obligado a huir de Egipto. Finalmente se casó con una mujer llamada Séfora cuyo padre Jetro era un hombre de negocios acomodado. Moisés dirigió el negocio y todo estuvo bien hasta que se topó con un arbusto en llamas. Por supuesto que era Dios. En lugar de pedirle a Moisés que disfrutara cómodamente de su vida, Dios lo retó a unirse al movimiento, a dejar la comodidad de los negocios de Jetro y regresar a Egipto, a la tierra de su pueblo, a los esclavos hebreos y a los dueños de esclavos, los egipcios. Pero ahora regresaría como un liberador para defender a los cautivos, tal como dice el viejo espiritual negro…

El pueblo gime de dolor:

Ven y sálvanos.

A Dios levanta su clamor:

Ven y sálvanos.

Oye, Padre, el grito de tu pueblo.

Oye, Cristo, ven y sálvanos.

Y Moisés fue, porque él era parte del movimiento de Dios.

También podrían preguntarle a Isaías, quien estuvo en el templo cuando escuchó el llamado de Dios. Isaías estaba cómodo, le gustaba mucho vivir en la ciudad capital de Jerusalén y residir en el templo, donde siempre hubo una liturgia de “alta iglesia” muy bien ejecutada. Pero Dios llamó, “¿Quién irá por nosotros?” E Isaías dijo: “Aquí estoy; envíame” (Isaías 6:8).

Podrían preguntarle a la reina Esther, desafiada por Mardoqueo a arriesgar sus privilegios reales e ir al rey para salvar a su pueblo. “¿Quién sabe?”, le preguntó Mardoqueo, “a lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación”. Su respuesta: “iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten.” (Ester 4:14–16).

Pregúntenle a cualquiera de los discípulos que dejaron sus redes para seguir a Jesús. Escucharon al Jesús que dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia.” (Marcos 16:15). Ellos escucharon su llamado: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. Y oyeron su garantía: “yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Y así fueron, y nosotros también.

La forma del movimiento de Jesús

A mediados de la década de 1990, la erudita bíblica Elisabeth Schüssler Fiorenza estudió los primeros días del cristianismo, un período que llamó el “Movimiento de Jesús”. En su estudio del Nuevo Testamento, notó varias cosas importantes en la consideración del tema del ministerio para el movimiento.

Primero, el movimiento estaba centrado en Cristo, completamente enfocado en Jesús y su camino. De hecho, si nos fijamos en los Hechos de los Apóstoles en el Nuevo Testamento, mucho antes de que el cristianismo se llamara Iglesia, o incluso Cristianismo como tal, se llamaba “el Camino”. El camino de Jesús era el camino. El Espíritu de Jesús, el Espíritu de Dios, ese dulce, dulce Espíritu, infundió sus espíritus y se hizo cargo.

Según la erudita bíblica Elisabeth Schlüssler Fiorenza, el Movimiento de Jesús: 1) centrado en Jesús, 2) eliminó la pobreza y el hambre e 3) integró a las personas en todos los niveles de la sociedad.

William Temple, uno de los grandes arzobispos de Canterbury del siglo pasado, una vez dijo que de nada serviría pedirle ser como Jesús. Es imposible hacerlo ... excepto con el Espíritu de Cristo.

No es buena idea darme una obra como Hamlet o El rey Lear y pedirme que escriba una igual. Shakespeare podía hacerlo. Yo no puedo. Y no es buena idea mostrarme una vida como la vida de Jesús y decirme que viva una vida así. Jesús pudo hacerlo; yo no. Pero si el genio de Shakespeare pudiera venir y vivir en mí, entonces podría escribir obras como la suya. Y si el Espíritu de Jesús pudiera venir y vivir en mí, entonces podría vivir una vida como la suya.3

Desde que el Espíritu que vivió tan plenamente en Jesús nos habita, tenemos entonces la oportunidad de vivir como él. Eso es precisamente lo que les sucedió a los primeros seguidores de su camino. Comenzaron a parecerse a Jesús. La gente en Antioquía los vio y los apodó “pequeños cristos”.

La segunda marca del movimiento es esta: siguiendo el camino de Jesús, abolieron la pobreza y el hambre en su comunidad. Algunos podrían incluso decir que lograron hacer historia la pobreza. Los Hechos de los Apóstoles llaman a esta abolición de la pobreza una de las “señales y maravillas” que se convirtió en una invitación irresistible a seguir a Jesús y cambiar el mundo.

Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno. (Hechos 4:32–35).

No fue necesario un milagro. La Biblia dice que simplemente compartieron todo lo que tenían. El movimiento los condujo de esa particular manera. Tercero, aprendieron a convertirse en algo más que una colección de intereses individuales. Se encontraron convirtiéndose en una comunidad contracultural, donde los judíos y gentiles, circuncidados e incircuncisos, tenían la misma posición, e incluso las esclavas podían hablar y profetizar, llenas del Espíritu (Hechos 15:1–21; 16:16).

Cuando era niño, recuerdo que mi padre me llevó a las reuniones de la Unión de Episcopales Negros, que se organizó para erradicar el racismo de la Iglesia Episcopal. En ese momento, se conocía como la Unión de Clero y Laicos Negros.

Recuerdo algunos de esos gigantes, ahora de venerada memoria: Mattie Hopkins, Austin Cooper, Quinton Primo, John Burgess. Fred Williams, Jimmy Woodruff. La Unión fue fundada para erradicar el racismo, pero entendimos que ese no era el objetivo final. Ese fue un paso hacia la meta. El objetivo final siempre ha sido más grande que eso.

Al final del boicot a los autobuses de Montgomery en 1956, alguien le preguntó a Martin Luther King Jr. cuál era realmente el fin o el objetivo del boicot. Y él respondió, casi puede oírsele pensar en voz alta: “El objetivo es el fin de la segregación”. Pero espera, es más que eso: “El fin es la reconciliación”. No, finalmente concluyó, el verdadero fin “es la creación de la comunidad amada”.4

Fue entonces cuando formaron parte claramente del Movimiento de Jesús, porque estaban poniendo al mundo de cabeza, tal como él lo hizo, tal como lo hicieron sus seguidores desde el principio. Y no lo hacían para su propio beneficio, sino para unirse a Jesús en la creación de una comunidad donde todos son amados, nadie tiene hambre, nadie queda fuera, todos son igualmente hijos de Dios.

Socios en el movimiento de Dios

Necesitamos personas bautizadas que estén comprometidas a vivir y dar testimonio del camino de Jesús. Todavía recuerdo el día en que esto se volvió cristalino para mí.

Era de mañana, estaba en la corte con alguien de mi congregación cuando todo se detuvo. El juez detuvo el proceso y anunció que dos aviones acababan de estrellarse contra el Centro Mundial de Comercio.

Todo realmente se detuvo. Yo tenía programada una Eucaristía con bautismo y confirmaciones esa noche. De repente nos enfrentamos con una pregunta muy real: ¿deberíamos continuar con el servicio? ¿O tal vez tener un servicio conmemorativo y hacer bautismos y confirmaciones más tarde?

Conversamos, oramos y nos dimos cuenta de que no era correcto, que precisamente estos son los momentos cuando la Iglesia debe ser la Iglesia. Así que incluimos oraciones por los que murieron, por los que sufrieron por nuestros enemigos, por nosotros mismos y por el mundo. Y bautizamos a nuevos seguidores de Jesús. Confirmamos discípulos de Jesús que estaban reafirmando y reorientándose para seguir el camino de Jesús.

En uno de esos momentos cuando todas las distracciones y accesorios desaparecen, fuimos llamados a la esencia de quiénes somos y para qué estamos aquí como la Iglesia, el cuerpo de Cristo, el Movimiento de Jesús en el mundo. Estoy más convencido de esa necesidad cada día. Necesitamos personas que proclamen con palabras y ejemplos las Buenas Nuevas de Dios en Cristo, que amen la justicia, vivan misericordia y caminen humildemente con Dios, tal como Jesús.

El pastor y erudito bíblico Clarence Jordan fue una de esas personas. En 1942, trabajó con un equipo para fundar Koinonia Farm en Georgia, dando la bienvenida a personas de diferentes razas para vivir y trabajar juntas, cuidarse mutuamente y cuidar la tierra. Lo llamaron un “complot de demostración” para el Movimiento de Dios.

Su elección de palabras no fue accidental. En la década de 1960, escribió una versión del Nuevo Testamento del pueblo sureño, con mentalidad liberadora, llamada el Evangelio del campo de algodón. Cuando tradujo el Nuevo Testamento griego y llegó a la palabra basileia, generalmente leída como “reino”, decidió que era más como un movimiento o “algo que se pone en marcha espontáneamente”.5 Hablaba de él como el Movimiento de Dios.

Jordan fue uno de los primeros líderes blancos en asumir la causa de los derechos civiles, pero incluso entonces su objetivo final estuvo claro. “Debe haber un movimiento mayor y más profundo que el Movimiento de los Derechos Civiles”. Jordan mantuvo su mirada en “el Movimiento de Dios, la agitación de su poderoso Espíritu de amor, paz, humildad, perdón, alegría y reconciliación en los corazones de todos de nosotros.”6

Una vez Jordan ofreció un sabio consejo, a un joven pacifista llamado Craig Peters, que vale la pena repetir hoy:

Cada vez estoy más convencido de que Jesús pensó que sus mensajes no eran un callejón sin salida en una institución estática, sino un poderoso flujo de espíritu que penetraría en todos los rincones de la vida personal y social del ser humano ... Realmente no creo que podemos renovar la iglesia hasta que dejemos de pensar en ella como una institución y comencemos a pensar en ella como un movimiento.7

Él estaba en lo correcto. El ministerio en este momento, el ministerio episcopal o el ministerio en cualquier denominación

o tradición, tiene que servir más que a una institución. Tiene que servir al movimiento.

PREGUNTAS PARA EL CAMINO. . .

1. El Movimiento de Jesús se define de esta forma: “Seguir a Jesús en una relación amorosa, liberadora y vivificante con Dios, entre nosotros mismos y con la creación”. ¿Qué piensas y sientes acerca de esta definición? ¿Qué partes resuenan y qué partes te dan curiosidad?

2. Curry y otros ven al cristianismo principalmente como un movimiento, uno que se expresa en una institución, pero que siempre debe estar en movimiento. ¿Cuáles son los beneficios de esta forma de entender a la iglesia? ¿Cuáles son las limitaciones?

3. ¿Alguna vez has visto a un cristiano participando claramente en el Movimiento de Jesús? ¿Qué estaba haciendo y diciendo esta persona? ¿Cómo respondieron los demás?


1. Rodney Stark. The Triumph of Christianity: How the Jesus Movement Became the world’s Largest Religion (New York: HarperCollins. 2011), 161.

2. Verna Dozier, The Dream of God: A Call to Return (New York: Church Publishing, 2006).

3. William Temple, citado en John Stott’s Radical Disciple: Same Neglected Aspects of Our Calling (Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 2010), 37.

4. Martin Luther King Jr., “Speech at Conclusion of Montgomery Bus Boycott,” 1956, http://www.thekingcenter.org/king-philosophy.

5. Charles Marsh, The Beloved Community: How Faith Shapes Social justice, from the Civil Rights Movement to Today (New York: Basic Books, 2005), 81.

6. Marsh, 81.

7. Marsh, 81.

Siguiendo el camino de Jesús

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