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II

Como es sabido, los orígenes de la política articulada a través del sistema democrático se remontan a la polis griega. Es verdad que en aquella democracia el pueblo o el demos estaba recortado, pues no podían votar las mujeres, los esclavos y los extranjeros[9]. A ello se añadía que los grandes capitanes de la filosofía griega se oponían a la democracia: Platón porque defendía el elitismo del gobierno de los filósofos-gobernantes y Aristóteles porque prefería el cultivo de la virtud y la deliberación frente al aspecto cuantitativo de la mayoría democrática[10]. Pero era una sociedad política que, aunque limitada por aquellas exclusiones del voto, contaba con una escasa población y eso facilitaba, entre otros factores, el ejercicio de la democracia directa[11].

Con el paso del tiempo se abre paso lo que parece inevitable: la institución de la representación política. Surge esa dicotomía entre representantes y representados. Aquel grupo cada vez más numeroso de ciudadanos se ve remplazado por otro grupo menor que se dedicará al mundo de la cosa pública. Hay muchas razones en juego: porque resulta imposible reunir en un foro a todos los ciudadanos, por una cuestión de tiempo (cada uno debe emplearse a fondo a cultivar el jardín de su vida privada), por la falta de preparación para abordar ciertos temas, por la celeridad que requiere la toma de algunas decisiones e incluso para no radicalizar la discusión entre los ciudadanos. Por todo esto, para poder coordinar las decisiones de un gran número de personas, termina por imponerse la descansada lógica de la democracia representativa que alumbra la figura del político profesional. La justificación de la representación política tiene su anclaje, por tanto, en la necesidad de la división de funciones o en el principio de especialización: es mejor que sean otros, pero en nuestro nombre, los que se dediquen de forma profesional a la tarea de la política.

A partir de aquí se abre la gran brecha entre los electores y los políticos. ¿Significa esto que los políticos han robado el fuego de la soberanía al pueblo, que es el titular del poder soberano? No. Lo que sucede es que la titularidad de la soberanía es del pueblo, pero para poder ejercerla necesita acudir a los políticos. La soberanía no pertenece a uno sólo (a un jefe, como sucede en las dictaduras), ni a los políticos (la concepción politicista de la democracia) ni siquiera a una parte de la sociedad (la visión mayoritarista de la democracia) sino a todos y cada uno de quienes componen el pueblo[12]. Pero su ejercicio necesita la mano de los políticos. Éstos no van por libre. Se adscriben a los partidos políticos, que nacen como clubes u organizadores de opinión. Son los partidos políticos los que articulan burocráticamente la representación política, ofreciendo sus candidatos en unas listas (que suelen ser cerradas o abiertas) al electorado. Los partidos políticos, con sus defectos y con sus virtudes, son hoy por hoy, en mi opinión, insustituibles en el engranaje de la máquina política.

El político, por tanto, debe contar, en primer lugar, con el apoyo de su partido para presentarse al electorado. Y, en segundo lugar, la conquista de la condición de político no depende de que pertenezca a una clase social determinada, ni de que tenga varias carreras universitarias ni de que ofrezca un portentoso aspecto físico. En democracia la condición de representante político depende del apoyo expresado a través de los votos. Nadie es político per se sino en función del apoyo popular que recibe, esa es la magia de la democracia. Para Popper la democracia no es tanto una manera de conceder el poder al pueblo como un método para cambiar los gobiernos (hoy gobiernan unos, mañana otros) sin derramamiento de sangre. Es verdad que la traducción de los votos individuales en escaños atraviesa un proceso complejo en el que intervienen muchos factores. Pero básicamente el político aparece asociado a una contingencia: la del parecer del electorado.

Es importante advertir que el representante político, de acuerdo con lo que se afirma en nuestra Constitución, no es elegido para una actividad particular o para tomar una decisión concreta (art. 67.2). Se entiende que es escogido para una actividad general. Y esto es razonable, porque así se garantiza una menor atadura o una mayor flexibilidad en sus actuaciones, para que no tenga que estar constreñido a actuar forzosamente de una manera, pues la política es el reino de la deliberación y los acuerdos.

La figura de los políticos arregla algunos problemas en la articulación institucional de la democracia, pero facilita la presencia de otros sobre los que se han llamado la atención ya desde la teoría política antigua: el alejamiento de los representantes, la gangrena de la corrupción, la excesiva burocracia, la falta de transparencia, la demagogia, la lucha de poder, etc[13]. La política, en su faz más realista, nos ofrece su vertiente más deficiente: el hombre que está en contacto directo con el poder y busca no tanto el bien común sino su enriquecimiento privado (el político se deja arrastrar por la corriente del dinero), o facilitar la vida a los de su cuerda (aparece casualmente algún cuñado o algún sobrino), o permanecer a toda costa en el cargo o … El problema de concebir la política como una esfera separada de la ética ya estaba muy bien reflejada en el Maquiavelo de El Príncipe[14].

Y es aquí, ante la insatisfacción que produce la actuación de los políticos, donde se sitúa la original propuesta política que da título a la novela de Miguel Ángel Martínez y que alienta la actuación de sus principales protagonistas: la de crear un ciberpartido político que no represente una concreta ideología, sino que haga exactamente lo que dicen sus representados, que expresan su voluntad a golpe de ratón. En la novela la experiencia arranca a partir de una consulta en una comunidad de vecinos (y no es casualidad que tenga que ver con la luz: con la iluminación navideña) y se extrapola a las elecciones locales, donde el partido usatuvoto.com entra en la lucha por el reparto del poder al conseguir finalmente dos concejales.

Con esta fórmula, que aprovecha las posibilidades de internet para el mundo de la política, se pretende potenciar la democracia directa, es decir, que sean los representados los que en definitiva partan el bacalao. Esta propuesta me suscita algunos interrogantes que aquí sólo voy a esbozar. El primero es en relación con el partido: resulta extraño que un partido pueda subsistir teniendo representantes que se vean obligados a defender tesis opuestas (lo que sostengan sus votantes), de modo que parece que este pluralismo en su seno puede llegar a tener una fuerza autodestructiva. El segundo es en relación con los representantes políticos: están excesivamente atados a los representados, de modo que su nula capacidad de maniobra puede resultar asfixiante para lograr acuerdos o alcanzar pactos, algo fundamental en el mundo de la política. La figura del representante se convierte en un muñeco de guiñol al servicio de los representados, de modo que pierde su razón de ser. Y, en tercer lugar, en relación con los representados: yo creo que hoy necesitamos electores que se involucren en el debate político y colaboren en el espacio público y no sé si eso lo consigue ese voto (sobre un qué y con un cómo que exige una determinada logística: la de presentar los términos de la consulta a los ciudadanos) desde esa soledad que se expresa cabalgando a lomos de un ratón.

Pero hay un importante grano de verdad en este esfuerzo que representa el partido Usatuvoto.com. Y es que si hoy por hoy resulta inviable la democracia directa, sin embargo las alusiones a esta democracia tienen su reflejo en algo que sí me parece factible: potenciar la participación de los ciudadanos en la toma de aquellas decisiones que les afectan. Esto es algo que se puede hacer sin dificultad sobre todo en el nivel más cercano de la política: el de la política municipal. Y en este ámbito creo que son las asociaciones de vecinos de los barrios las que deberían llevar la voz cantante o tomar cartas en el asunto para canalizar la opinión de los vecinos. Sí, se pueden hacer las cosas de otra manera y acercar la política a los ciudadanos.

En el original planteamiento de la política que Miguel Angel Martínez propone a través de este partido cibernético subyace la idea de que hay otro estilo u otra manera de hacer política. Si la política se ocupa de transformar la realidad y resolver los problemas sociales también es verdad que debemos debatir sobre el modelo de política que queremos, pues, desgraciadamente, si echamos un vistazo al día a día de la realidad política que reflejan los medios de comunicación no sólo es necesario sino urgente ofrecer alternativas, pues otra manera de hacer política es posible. En este sentido esta novela ofrece unas bases que sorprenden por su idealismo y valentía.

No te daré mi voto

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