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II

La medicina debe estar basada en una filosofía iniciática

Mis queridos hermanos y hermanas, estoy cargado de buenas cosas para vosotros de parte de todos los que se han quedado en el Bonfin. Una multitud os saluda… ¡una decena de personas! Por otra parte, algunos van a venir. Así que, ¿para qué saludaros por adelantado? Porque da gusto oírlo, ¿no? Había en Bulgaria una persona que había vuelto de Estambul, en donde había asistido a una reunión de popes y obispos. “Entonces, ¿qué noticias traes? le preguntó un religioso que pertenecía a la Iglesia ortodoxa. – ¡Ah!, dijo, oí que hablaban de ti, querían escogerte como obispo o archimandrita. – ¡Oh!, no es posible, exclamó el religioso, te burlas de mí, ¡cállate!” Pero unos días después, cuando volvió a ver a esta persona, le preguntó: “Cuéntame, ¿qué decían allí sobre mí?” ¿Veis?, el hombre está hecho así; quería parecer modesto, pero le gustaba, de todos modos, oír decir que se ocupaban de él en sitios importantes.

Si pudiésemos echar un vistazo en el interior de cada uno de nosotros, ¡qué cosas descubriríamos! Aunque por otro lado, no vale la pena ir a verlo, conocemos la naturaleza humana y sabemos de antemano lo que nos encontraríamos. Diréis: “¡Dios mío!, ¡Qué negativo es!” No, lo que quería decir es que descubriríamos cosas magníficas, divinas. No me dejáis terminar, y entonces, claro, me comprendéis mal. ¡Dejadme terminar al menos! ¿Veis? Son cosas buenas las que descubrimos en los hombres, siempre que atravesemos rápidamente ciertas regiones inferiores, espesas y tenebrosas, para subir mucho más arriba. Entonces, es verdad lo que os digo: estamos deslumbrados. Tomad cualquier hombre, incluso el más criminal: si os detenéis en lo que es ahora, es decir, en la superficie o en su subconsciente, seguro que descubriréis, cosas espantosas. Pero si vais más arriba, encontraréis otra naturaleza que quizá dormite, pero que está ahí, de todas formas, y que espera su hora. Si logramos despertarla y retardar un poco ciertas manifestaciones negativas, este hombre espantoso se convierte en algo extraordinario. Porque todo ser lleva en él las dos naturalezas.

Pero no penséis que quería hablaros de eso. Además, como de costumbre, no sé lo que os diré. En general, cuando vengo, sólo tengo que transmitiros buenos saludos y nada más; después pienso en escabullirme. Pero estando con vosotros, no es tan fácil escabullirse. Sí, he notado que cuando estoy con vosotros ya no puedo irme. Siento que todos pensáis: “¡Díganos algo!”… Pero sinceramente, hoy no sé qué deciros. Así que, vamos a separarnos y esperar la Navidad, a menos que prefiráis que sigamos…

Decidme sinceramente si estáis cansados, si tenéis sueño… Pero miro vuestras caras y no veo a nadie que esté cansado, ¡esto es magnífico! ¡Caras rebosantes de energía!… ¿No encontráis que es maravilloso hablar así para no decir nada?… Lo hago a menudo, ¿ verdad? Pero cuando se me hinchan las narices, como se dice, salen de mi boca palabras sensatas, sensatas para mí, desde luego, aunque quizá no para los demás… Pero cuando estoy tranquilo, no me viene nada a la cabeza. Había una hermana, de la que os he hablado a menudo (ahora está ya en el otro mundo, ¡que Dios le dé la luz y la paz!) que me hizo grandes favores, porque era la única que murmuraba, que criticaba y

perturbaba a la Fraternidad. Verdaderamente me dio mucha guerra, pero gracias a ella hice las mejores conferencias… Lo que no quiere decir que ahora deba reemplazarla alguien con el pretexto de darme materiales; no, ahora es la armonía la que me inspira los mejores temas. A menudo, durante una meditación, en la armonía, cuando todos los hermanos y hermanas están conectados con la luz, se diría que brotan chispas de sus cabezas y eso produce en mí unos estados extraordinarios.

Por otra parte, es ahora cuando empiezan a darse cuenta de que la armonía cura y de que muchas enfermedades provienen, justamente, de la desarmonía que se instala cada vez más en el mundo: la desarmonía en los pensamientos, en los sentimientos, etc… Los médicos tienen para estas enfermedades toda clase de términos científicos, mientras que yo continúo teniendo un vocabulario sencillo pero que explica muchas cosas, y a todo eso lo llamo desarmonía. Si observamos cómo actúan la armonía y la desarmonía en todos los dominios, en todas las actividades, en todas las esferas sociales, podemos traducir todo eso en toda clase de palabras rimbombantes, pero en el fondo, volveremos siempre a estos dos términos: armonía y desarmonía, o bien orden y desorden.

Sí, aunque la medicina ha llegado a encontrar el medio de vencer la peste, el cólera, el tifus, etc… todavía no ha conseguido salvar a la humanidad de los trastornos del sistema nervioso: la ansiedad, la angustia, el nerviosismo, las depresiones; cada vez son más numerosos los que quieren suicidarse, sobre todo entre los jóvenes. Por otra parte, como sabéis, las enfermedades se desplazan; y si en el pasado era tal o cual región del cuerpo la más especialmente afectada, hoy es el sistema nervioso o el corazón, por ejemplo. Claro que hay otras también. No siempre son enfermedades incurables, pero están muy extendidas y algunas son muy difíciles de curar, como la poliomielitis o el cáncer.

Pero estoy muy contento de enterarme de que hay un cierto cambio en los círculos médicos y que cada vez más aparecen tendencias completamente nuevas que se acercan a nuestra Enseñanza. Y como las teorías y los puntos de vista que os he dado están inspirados por la Ciencia iniciática y existen desde tiempos inmemoriales, esto prueba que la ciencia oficial vuelve a las verdades del pasado. Ha habido últimamente tantas reacciones contra los antibióticos y contra la quimioterapia, que a menudo dan resultados negativos, que los médicos están un poco desconcertados. Algunos retornan a la homeopatía porque se han dado cuenta de que los alópatas sólo se ocupan de la enfermedad y se olvidan del hombre con sus cualidades específicas. También se han dado cuenta de que, matando los microbios o los virus que son la causa de la enfermedad, aniquilan también a otros microbios útiles para el organismo. Los médicos empiezan a darse cuenta de que el hombre es algo muy diferente de todo lo que existe. Han observado que los mismos remedios no actúan de la misma forma en todos los enfermos y que, por tanto, no hay que administrar obligatoriamente el mismo remedio a todos los que tienen la misma enfermedad. Los buenos homeópatas estudian al hombre en detalle: sus pensamientos, sus deseos, sus anomalías, y le administran el remedio que le conviene a él y que quizá no le convenga a otro. Han constatado también que, para cada enfermo, hay que tener en cuenta un conjunto de elementos a los que llaman el “terreno”, mientras que, hasta ahora, la medicina había ignorado el medio en el que se propaga la enfermedad y sólo estudiaba la enfermedad misma.

Ahora, se vuelve a los principios enseñados por Hipócrates. Hipócrates era un médico griego que había estudiado la ciencia de Egipto y de la India. Enseñaba que hay que darle al organismo la posibilidad de defenderse, porque el organismo, es decir la naturaleza, sabe cómo defenderse preparando él mismo los elementos químicos capaces de neutralizar los agentes de la enfermedad, pero si lo debilitamos con toda clase de drogas, ya no puede reaccionar. Con medios naturales, como baños, hierbas, el sol, reposo, purificación, ayuno, etc… Hipócrates lograba reforzar el organismo. Mientras que hoy, haciéndole engullir al enfermo cantidad de remedios que le debilitan, los médicos impiden que el organismo se defienda; si contamos siempre con los remedios externos, el hombre no desarrolla las fuerzas que hay en él. Tomáis cualquier cosa y, después de algún tiempo, vuestro organismo no consigue afrontar todos los ataques a los que está expuesto. ¡Y cuántas veces os he prevenido! ¿Pero acaso no me escucháis?

En mi opinión, muchas enfermedades han aparecido debido al abuso de productos farmacéuticos: antibióticos, etc… ¡E incluso la aspirina es nociva! Hay gente que, día y noche, se atiborra de aspirinas, y a la larga esto actúa muy mal. Hay que tomar pocas, sólo ocasionalmente; pero los hermanos y hermanas las toman para cualquier cosa, cuando tienen una Enseñanza que les indica cómo reforzarse y restablecer el equilibrio para poder eliminar todos los venenos y combatir todos los microbios. E incluso la esterilización de forma sistemática tampoco es buena, porque conduce también al debilitamiento del organismo. Y las vacunas… No os diré si estoy a favor o en contra de las vacunas, pero os hablo del principio que consiste en introducir elementos nocivos (el virus de tal o cual enfermedad) en el organismo para excitarle y obligarle así a crear anticuerpos que le inmunicen y preserven de los ataques del tétanos, de la viruela, etc… La vacuna está basada en la ley de los semejantes, ya mencionada por Hipócrates. Pero Hipócrates había precisado que, si bien se pueden curar ciertas enfermedades con lo semejante, otras se curan con lo contrario. Así que, sin siempre saberlo, los homeópatas y los alópatas utilizan procedimientos enseñados por Hipócrates.

Sí, ahora la medicina empieza a volver a Hipócrates, a la naturaleza. Por ejemplo, redescubre el agua de mar, y cada vez se construyen más centros de talasoterapia cerca del mar. El agua del mar contiene todos los elementos necesarios para el organismo porque tiene la misma composición que la sangre humana. Ya los Egipcios habían curado a Platón con agua de mar; y los Babilonios, los Chinos, los Japoneses conocían también esta terapia. Estoy absolutamente de acuerdo con ella porque se corresponde con nuestra Enseñanza, que quiere restablecer el equilibrio del hombre extrayendo de ese depósito inagotable que es la naturaleza, todo aquello que su organismo necesita. Según los últimos descubrimientos de la ciencia se sabe ahora que, como todas las criaturas, el hombre viene del mar, cuyos elementos volvemos a encontrar en él. Por eso, cuando se sumerge en agua de mar, su equilibrio se restablece porque esta agua era su elemento primordial.

También es muy bueno beber agua de mar: es como si bebiésemos sangre, y también podemos hacerlo comiendo ostras. Pero, diréis: “¿Acaso no podemos tomar estos elementos bajo forma de píldoras fabricadas en los laboratorios?” No, no es lo mismo, porque en el mar estos elementos están vivos y el organismo los absorbe y los asimila, de otra manera. Todo lo que ha sido fabricado por los hombres no es muy aconsejable. Algunos afirman que los minerales contenidos en el agua de mar le son aportados por las lluvias, los ríos y todas las aguas que han atravesado las capas de la tierra, pero las últimas investigaciones han demostrado que el yodo, el boro, y otros elementos muy raros que se han descubierto en el mar no se encuentran en la tierra; todavía se ignora su origen.

Tengo proyectos para utilizar, un día, el agua del mar en el Bonfin; la traeremos en camiones cisterna y la calentaremos para poder tomar baños calientes, porque así el agua de mar penetra en la sangre como han demostrado los últimos descubrimientos de la ciencia. A esta agua le añadiremos algunas algas porque éstas también tienen un gran poder curativo. Así curaba mi abuela, y por tanto sé, desde hace unos sesenta años, que es posible restablecer la armonía del organismo tomando baños de agua caliente con hierbas.

También es bueno comer algas. Los Japoneses comen muchas y eso es lo que les da una resistencia extraordinaria. Cuando estaba en el Pacífico, en las islas Hawai, vi tiendas en las se vendían toda clase de cangrejos, de pescados y también de algas, pero unas algas de una forma, de una consistencia y de un sabor tales que nunca he comido nada semejante. Y la gente compraba porque había en abundancia. ¡Ah!, ¡si pudiésemos procurarnos algas! Contienen todos los elementos nutritivos. Desde luego que en las farmacias o en las tiendas para régimen podéis encontrar polvo de algas, pero tened cuidado, no se sabe si son frescas, ni en qué condiciones han sido preparadas. Tendríamos que poder ir a recogerlas nosotros mismos en los lugares escogidos para saciarnos de ellas.

Pero ¿veis cómo es la gente? Los que preconizan la talasoterapia están maravillados de los resultados que proporciona el agua de mar y las algas, pero su lado materialista no se pregunta nunca de dónde provienen estas fuerzas y estas energías que el mar transmite. Se olvidan siempre de lo esencial, ¡y lo esencial es el sol! Él es el que da al agua del mar y a las algas esta vitalidad que extraen después los enfermos, él es el factor esencial, y el agua del mar y las plantas son sólo transmisoras. Si el agua del mar no estuviese vivificada por el sol, podríamos beber de ella durante mucho tiempo sin ningún resultado. Siempre hay algo que falta en la cabeza de los humanos porque no tienen el verdadero saber; no piensan nunca que todo lo que se encuentra abajo, en la tierra, lo ha dado el sol.

Y un árbol, ¿qué es un árbol? No es otra cosa que un depósito de rayos de sol condensados.9 Cuando quemamos un árbol, toda esta luz se vuelve al sol dejando un poco de gas, un poco menos de vapor de agua, y todavía menos de tierra, cenizas. El mar, como el árbol, no es otra cosa que un depósito de energías solares. El sol mira el mar, lo llena de vida, y cuando bebéis de esta agua, o tomáis baños, recibís la vida que el sol ha depositado.

La fitoterapia y la aromaterapia utilizan las plantas e incluso, antaño, los árboles. Ésta es una terapia que también recomiendo porque creo más en el poder de las plantas que en el de los productos químicos. ¿Por qué? Porque las plantas no son otra cosa que las depositarias de influencias naturales. Todas las plantas (digital, quinina, belladona, datura, etc…) tienen la propiedad de captar y de conservar tal o cual elemento que proviene del sol o de las estrellas. Tengo una confianza absoluta en sus virtudes, y si sabemos cómo dosificarlas y combinarlas, no causan ningún perjuicio. Os recomiendo pues la curación con plantas, y además tengo la intención de reservar, en el Bonfin, un terreno para cultivar las mejores plantas aromáticas (las hay de varias especies). Yo me encargo de indicaros las propiedades de cada una. Pero no os atiborréis de productos químicos, que os debilitan en vez de curaros.

La quiropráctica fue redescubierta por un americano y se ha difundido poco a poco por todos los países; pero era una ciencia muy antigua. Ésta es otra terapia que os aconsejo. Por otra parte, os he hablado a menudo de la importancia de la columna vertebral, diciéndoos que muchas enfermedades vienen de ahí: o está desviada, o hay un nervio inmovilizado, etc... Como los nervios alimentan a los órganos, no hay que tratar los órganos sin tratar también los nervios de los que dependen, y estos nervios pasan por la columna vertebral. De esto ya hablé hace treinta años. Los órganos están indirectamente conectados con el cerebro a través de la columna vertebral; ésta es pues como un puente entre el cerebro y el resto del cuerpo y si no funciona correctamente, se producen todo tipo de anomalías. Hay pues que restablecer la corriente ocupándose de los nervios que pasan por la columna vertebral. Los que han estudiado esta ciencia, han curado muchas enfermedades; incluso han logrado curar la sordera que, en ciertos casos, es debida a una anomalía de la columna vertebral.

Otros trabajan con el magnetismo, que es, junto a la fitoterapia, la terapia más antigua. Los Iniciados curaban con el magnetismo. Mirad lo que se dice en el Evangelio: Jesús tocaba a un enfermo y le curaba. ¿Cómo? Introduciendo en él una fuerza, su fuerza, un fluido armonioso, perfecto.10 Era como si introdujese la vida. ¿Y qué hace la vida? Exactamente lo que hace el aire puro cuando respiráis, o bien lo que hace una transfusión de sangre: restablece el equilibrio del organismo. Cuando el Iniciado toca a un enfermo, hace pues una verdadera transfusión de vitalidad porque vive una vida armoniosa, una vida de plenitud, una vida divina. Es como si le diese su sangre, y el enfermo se restablece inmediatamente. El magnetismo es la medicina más antigua, la de los Iniciados que curaban con el contacto, o simplemente con una mirada, con unas palabras, sin tocar al enfermo. En realidad, es el principio de la inyección, porque consiste en hacer penetrar algo en el cuerpo. Pero os hablaré de las inyecciones en otra ocasión, porque también tengo mi punto de vista sobre este tema.

Hay muchas otras terapias. Algunos, ya antes de la guerra, se interesaron por la celuloterapia. Curan, prolongan la vida o retardan la vejez inyectando en el cuerpo humano células trituradas provenientes del bazo, del hígado, de los ganglios, de los riñones, etc... de ciertos animales. La celuloterapia era ya conocida desde hace siglos y Paracelso también la conocía. Sabemos que todavía hay, en África, tribus que comen ciertos órganos de animales para tener sus cualidades. Creen, por ejemplo, que para tener la fuerza y la audacia del león hay que comer su corazón, mientras que el que come el corazón de un conejo se vuelve miedoso. Evidentemente, la celuloterapia da resultados, pero se trata de magia negra puesto que implica el sacrificio de criaturas vivas. Es pues una terapia que yo no preconizo. Cura, es verdad, pero hay que encontrar otros medios. Voronoff, por ejemplo, hacía trasplantes de glándulas de monos para devolverle al hombre su actividad sexual, pero este método fue abandonado porque se dieron cuenta de que, recobrando la actividad sexual por este método, el hombre volvía también a la animalidad. Pero, de todas maneras, tomar células de animales para introducirlas en el hombre es magia negra y yo no lo aconsejo. Todo lo que no corresponde a esta ciencia que he estudiado, lo rechazo.

Según nuestra Enseñanza, hay que considerar al hombre entero y no solamente una parte de su ser, su hígado, su bazo o su corazón. Hipócrates decía ya que, cuando hay desorden en una parte del cuerpo, esto significa que el organismo entero está perturbado. Hay pues que restablecer la armonía general y la parte enferma será curada por el organismo mismo. De todas maneras, las píldoras, las pomadas, los antibióticos, etc… no producirán efectos mientras el ser humano continúe manteniendo el desorden en él con sus pensamientos y sus sentimientos.

Tampoco estoy de acuerdo con los métodos que, para estudiar a los seres y las cosas, los separan de ese todo que es el universo, porque los matan, y no se llega a nociones justas de esta manera. Analizar, disecar, es un método muy malo. He dicho a menudo que, para estudiar las cosas, no había que separarlas del Árbol de la Vida. Si las desprendemos, destruimos su belleza, su luz, su irradiación, su vitalidad, las reducimos al estado de cadáver. ¡Y lo que la ciencia estudia son cadáveres! Todavía no sabe estudiar la vida. Yo también, a veces, hago análisis, pero para conduciros mejor a la síntesis; no me quedo en el análisis, porque mata.11

Desmontando un reloj podéis conocer todas las piezas que lo forman, pero ya no funciona. También los sabios saben muy bien cuáles son los elementos que constituyen el hombre, ahora han descubierto 104 elementos, porque la clasificación de Mendeleiev se ha enriquecido mucho desde hace sesenta años pero, a partir de estos elementos, son incapaces de crear un ser humano, un ser que piense, que viva, que camine, que actúe. Los elementos están ahí, pero falta lo esencial: la vida que conoce las dosis, las combinaciones, y todas las condiciones necesarias para un buen funcionamiento del organismo. Hay pues que recurrir a la vida, porque sólo ella sabe cómo restablecer el equilibrio en el estómago, en el cerebro, en los pulmones, en todas partes. Como los sabios solamente se ocupan de la materia y no de la vida, no tienen éxito, y mientras no se liberen de su filosofía materialista y mecanicista que separa las cosas de la unidad cósmica, no lograrán salvar a la humanidad de la enfermedad. Su ideal es muy noble, desde luego, hacen grandes sacrificios, tienen una inteligencia y unas capacidades formidables, pero su filosofía es errónea y se equivocan en muchos dominios. Sin embargo, yo sé que un día reconocerán la veracidad de nuestra Enseñanza.

Todo lo que os revelo está de acuerdo con esta filosofía grandiosa que me ha sido transmitida y que el mundo entero adoptará un día. Por otra parte, ahora se vuelve cada vez más a las verdades del pasado. Por ejemplo, durante mucho tiempo los sabios se burlaban de la alquimia, y en particular de la teoría relativa a la transmutación del plomo en oro, y después han descubierto que, puesto que el átomo de plomo tiene 82 electrones y el del oro 79, si le quitamos al plomo 3 electrones, 3 protones y algunos neutrones, obtenemos oro. Desgraciadamente no se puede fabricar este oro en gran cantidad, porque todavía es inestable y los procedimientos de fabricación son extremadamente costosos. La ciencia oficial comienza pues a moverse; se interesa por la frenología, por la telepatía, por la radiestesia, y pronto reconocerá también la astrología. Todas estas verdades que nosotros hemos enunciado desde hace mucho tiempo, un día las veréis, las oiréis y las leeréis por todas partes. Cada vez más se darán cuenta de que los Antiguos, que no tenían telescopios, ni microscopios, hicieron grandes descubrimientos, y los sabios se pondrán a estudiar seriamente todo lo que ha enseñado la Ciencia iniciática, y se producirá una gran revolución. Entonces, todo cambiará: se enseñará la ciencia de la vida, la síntesis, y entonces el Reino de Dios será posible. Pero mientras que esta fortaleza de la ciencia oficial y materialista no sea derribada y reemplazada por la Ciencia de los Iniciados, el desorden continuará.

Sin embargo, desde que vi en la televisión al jefe del Estado francés hablar por primera vez en el mundo de fraternidad universal, estoy seguro de que esta idea se va a propagar. Vosotros también lo habéis oído, ¿verdad? ¡Ah! Fue formidable. En aquel momento, se mostró grande, luminoso… Eso nunca se podrá olvidar. Claro que esta idea todavía está un poco reprimida y no puede dar grandes resultados inmediatamente, pero el mundo entero la ha oído y hará su camino. ¡Tiene un futuro increíble! Un día, volverá a salir a través de otros, y parecerá tan normal que todos estarán convencidos.

En todos los terrenos nuestras ideas se propagan. Los astrónomos han descubierto ahora que existe un sol negro, y ya hace años que yo os hablé de él. Os dije también, hace veinticinco años, que la migración de las anguilas hacia el mar de los Sargazos, prueba la existencia de la Atlántida, y ahora un investigador acaba de retomar esta idea. Lo que no ha mencionado es quién fue el primero en hacer este descubrimiento.

Os mostraré ahora que la terapia preconizada por la Enseñanza supera todo lo que ha existido hasta el momento. Como los médicos han estudiado generalmente en las Facultades que dan preponderancia a lo material, en sus diagnósticos y sus tratamientos descuidan los pensamientos, los sentimientos, el comportamiento, la manera de vivir, cuando es esto, precisamente lo que debería prevalecer. La verdadera terapia, es la manera de vivir, y todas las demás sólo vienen en segundo, tercero o cuarto lugar…12

El ser humano está hecho de un cuerpo y de lo que se llama “psique”, como reconoce ahora la medicina psicosomática que estudia la conexión entre el psiquismo y el cuerpo físico, y la forma en que actúan el uno sobre el otro. La medicina psicosomática gana terreno, ¡y eso es magnífico! Pero todavía no está a punto, porque sus teorías no están basadas en una filosofía, en un punto de vista verídico que yo voy a daros. Un día todos reconocerán este punto de vista. No me creéis, pero no importa… No me creéis porque yo soy desconocido y estoy solo en contra de todas las eminencias; pero yo tendré la última palabra, el tiempo me dará la razón.

Esta filosofía tiene como fundamento el conocimiento del ser humano, porque todos los problemas pueden resolverse fácilmente cuando sabemos lo que es el ser humano, cuando conocemos su estructura, las fuerzas que hay en él y sus relaciones con el universo, tal como la Ciencia esotérica las ha estudiado desde hace miles de años. Muchos sabios consideran al hombre como una máquina. Durante mucho tiempo lo han comparado con una mecánica, sin sospechar que se encuentran en él fuerzas, entidades, inteligencias todavía desconocidas que son capaces de fabricar en su organismo elementos que no existían. Ignoran que el hombre tiene otros cuerpos: etérico, astral, mental, causal… No saben lo que es el pensamiento, ni la voluntad… ¡y menos aún el alma y el espíritu!13 ¿Y se imaginan que así podrán curar al ser humano? ¡Es imposible! La medicina nunca logrará curar porque lo hace mal. Sólo se ocupa del plano físico, no sabe llegar más arriba, allí donde se encuentran otras existencias, otras entidades. Lo que aquí os digo está basado en un conocimiento verdadero y la humanidad se verá obligada, un día, a pasar por ahí. El ser humano es algo más que lo que tocamos y lo que vemos; no se conoce, y la medicina no le conoce tampoco. Sí, la medicina trabaja con seres que no conoce; ¿cómo podría así obtener grandes resultados?

Hay que estudiar primero al hombre, porque el hombre es la llave del universo. Pero los sabios se ocupan de química, de física, de electrónica, de astronomía, es decir de todo, salvo del hombre. Así se encuentran constantemente ante unos problemas insolubles, porque descuidan lo esencial. Ahora deben dar al hombre el primer lugar y descubrirán todo su lado sutil: su aura, sus emanaciones, los intercambios que hace con las demás entidades del universo, los poderes que tiene de desplazarse por el espacio, de captar ondas, de ver y actuar a distancia… Y entonces, todo cambiará. Cuando nos ocupamos del hombre, estamos en el corazón de las cosas.

Y ahora, ¿qué terapia poner en primer lugar? Todas las que acabo de enumeraros: la quimioterapia, la fitoterapia, la talasoterapia, la quiropráctica, no son las más importantes. La mejor terapia es pensar, sentir y actuar en armonía con las fuerzas y las existencias luminosas de la naturaleza. El hombre debe pues conocer estas fuerzas y estas existencias y armonizarse con ellas. Esta es la primera medicina. Yo no rechazo las demás, hay que servirse de ellas, pero sólo deben venir después de la manera de vivir, es decir, la manera de pensar, de sentir, de creer, de amar, de alimentarse, etc… Y si los médicos creen que todo eso no tiene importancia, es porque no saben lo que es el hombre. Se imaginan que basta con dar píldoras, con añadir esto, con suprimir aquello… ¡Qué ignorancia, Dios mío! Pero os profetizo que llegará el día en que la humanidad será instruida y la ciencia comprenderá que ha perdido siglos al estudiar al hombre separado del universo. Descuida la importancia de la vida interior, de la vida psíquica, y se ve obligada a gastar miles de millones para construir laboratorios y hospitales, y esto continuará hasta que haya descubierto que lo más importante es la manera de vivir.

Evidentemente, todos estos descubrimientos de los sabios, todos sus sacrificios, ¡son maravillosos! Pero un día se darán cuenta de que eran inútiles porque hubieran debido ir a buscar en otra parte en vez de trabajar siempre abajo, en la materia. Cuando un niño pequeño está enfermo, examinan sus deposiciones para descubrir la causa de su enfermedad. Eso es importante, claro, sólo que ¿por qué ir siempre a buscar ahí las causas de una enfermedad? Diréis: “¡Vaya objeción formidable! Usted ha dicho que la salud depende de la manera de pensar y de sentir, pero ¿qué ha podido hacer un niño pequeño para estar enfermo? ¡No ha tenido tiempo aún de pensar mal o de sentir mal!” En apariencia, es verdad, pero solamente para aquéllos que ignoran que el hombre no viene una sola vez a la tierra; este niño, debido a la manera en que vivió en otra existencia, ha vuelto a encarnarse con unos padres que le han transmitido taras. Pero como los humanos no saben nada de esta Ciencia iniciática, sacan siempre conclusiones erróneas.

Poned en primer lugar la manera de vivir, la manera de pensar, de sentir y de actuar. Mientras no me hayáis comprendido, no restableceréis nada, no mejoraréis nada. Debéis creerme cuando os revelo estas verdades enseñadas por los grandes Iniciados. Decíos: “Puesto que hay cosas que se me escapan, confiaré en la Ciencia divina y pondré la manera de vivir en primer lugar...” Después podréis añadir todas las terapias que queráis. Pero, en primer lugar, la manera de vivir.

Hay una terapia que he mencionado indirectamente hace un rato: el sol. Un día, la humanidad entera se volverá hacia el sol que es una fuente inagotable, y será el sol el que hará las curaciones más completas14 (pero después de la manera de vivir, que seguirá siendo siempre la primera terapia).

Cuando la humanidad viva de acuerdo con las leyes divinas, ya no tendrá necesidad de clínicas ni de hospitales. Actualmente sólo se habla de construir nuevos hospitales porque cada vez hay más enfermedades y enfermos. Es porque los hombres viven cada vez peor, piensan cada vez peor; están cada vez más instruidos, son cada vez más sabios, pero también están cada vez más enfermos. ¡Es inquietante! Así pues por un lado hay una evolución, pero por otro… ¿cómo llamar a eso? ¿un hundimiento? Esta situación no podrá remediarse con medios naturales, porque Dios no ha dado una eficacia absoluta a lo que está abajo. Abajo sólo hay paliativos.

Al cuerpo físico se le da el alimento y las bebidas que necesita. Pero el hombre no sólo tiene un cuerpo: tiene un alma, tiene un espíritu que no podéis alimentar con vitaminas y hormonas. Pero como la ciencia no ha previsto nada para el alma ni para el espíritu, éstos están hambrientos, sedientos, sufren. Siempre se ocupan solamente del cuerpo. Por eso hay anomalías. El hombre come, bebe, tiene una casa, un coche, viaja, pero en el fondo de sí mismo está descontento, insatisfecho, se siente vacío. Esto prueba que ha olvidado su alma. En cuanto a su espíritu, ¡ni hablemos! La medicina futura se verá obligada a tomar en consideración todas las necesidades del ser humano para poder aportarle todos los elementos que le faltan. Aquí, en la Enseñanza, no se os dará ni casas, ni coches, ni vestidos, pero encontraréis todo lo que vuestra alma y vuestro espíritu necesitan. Y cuando el alma y el espíritu están colmados, actúan sobre el cuerpo físico y desencadenan en él nuevos procesos. Entonces, aunque no esté muy bien vestido, aunque no haya comido muy bien, el cuerpo camina orgullosamente, con la cabeza alta.

Sí, nuestra Enseñanza da los elementos más valiosos e indispensables que todavía no se encuentran en la medicina. Hay enfermos que se podrían curar con unas buenas palabras del médico; pero como éste tiene prisa, se contenta con darle la receta y se va. Para los médicos, el amor, la esperanza, los ánimos, no cuentan; e incluso matan a los enfermos diciéndoles resueltamente que no les quedan más que unos meses de vida. De todos modos, algunos médicos ya se dan cuenta de que no sólo los remedios curan, y que deben tener con los enfermos intercambios amistosos. Antaño, los médicos eran apóstoles, por eso curaban. Hoy, a menudo, no son sino mercenarios. Incluso ocurre, en Estados Unidos, que el enfermo no ve al médico. Las máquinas electrónicas son las que hacen el diagnóstico y, según los resultados, el enfermo ve o no al médico, que le envía su receta por correo. Ya no hay contacto humano, todo se mecaniza y el amor se va. Y lo que cura precisamente es el amor.

Pero un día todo cambiará. Los hombres se darán cuenta por sí mismos que lo que les falta es el amor, la confianza, la esperanza, y que son, justamente las dudas, las sospechas y la desarmonía lo que les hace enfermar. Por eso insisto: la medicina más eficaz, es la manera de vivir. Claro que no puedo deciros que actúa tan rápidamente como un medicamento. Cuando os tomáis una pastilla, casi inmediatamente sentís los efectos. Pero ¿serán duraderos estos resultados?… ¿Y tolerará siempre bien el organismo estos medicamentos? La medicina que os preconizo es lenta, pero es la más segura y, a la larga, la más eficaz. Por eso todos los Iniciados aconsejaban vivir razonablemente, cambiar de actitud y de comportamiento.

En realidad, eso sólo es posible si el hombre posee una filosofía verídica. Por eso, cuando hablo de filosofía, estoy hablando de la única filosofía de los grandes Iniciados que no ha sido inventada por el razonamiento del intelecto sino que ha sido descubierta por las facultades de clarividencia y de desdoblamiento. Y os lo puedo decir, me han escogido para ser un heredero de esta divina filosofía. Sin ella no se puede conocer el camino, y, hagamos lo que hagamos, nos extraviaremos. Por eso, incluso en la base de la medicina yo pongo la filosofía, pero la verdadera, la que explica que el hombre debe vivir en armonía con todas las fuerzas y todos los mundos para que no haya en él ni luchas ni contradicciones; una filosofía que nos revela también cómo está construido el hombre y que su alma y su espíritu tienen necesidad de hacer intercambios con las fuerzas de la naturaleza. Como la respiración: la respiración es un intercambio, y si el hombre no hace este intercambio, muere. De la misma manera morirá si su alma y su espíritu no respiran, es decir, no hacen intercambios con el cosmos.

Mis queridos hermanos y hermanas, ahora debéis retomar todas las reglas y las fórmulas que os he dado para enseñaros a conectaros con las fuerzas de la naturaleza, y la luz que se hará entonces en vosotros, os mostrará el universo como una construcción, como un edificio formidable en el que todo está conectado, desde la cima hasta la base; y entonces, podréis restablecer muchas cosas en vosotros mismos. Pero no apreciáis el valor de las verdades que os doy y escucháis otros consejos. ¿Por qué? ¿Por qué no soy célebre? Esto no impide que conozca lo esencial… ¿Y quién sabe si un día yo no seré también una celebridad? No es más que una cuestión de tiempo. Lo que siempre me ha interesado no interesa a los demás, que sólo piensan en ganar dinero y en hacerse célebres. A mí, lo que me interesa, es descubrir la verdad. He puesto en ello toda mi vida. Lo demás: la celebridad, la gloria, no me interesan mucho. Por otra parte, vendrán sin que yo lo quiera, porque cuando estáis en la verdad, tarde o temprano os reconocen. Mientras que si estáis en el error, acabarán por darse cuenta y, aunque os hayan ovacionado, os olvidarán. No, no, yo trabajo para algo que nunca será olvidado ni reemplazado.

Lo más importante es pues saber cómo vivir, cómo pensar, sentir y actuar. En varias conferencias, cuando os he explicado el proceso de formación de las plantas, de los peces, o incluso del niño en el seno de su madre, os he hablado de la ley de afinidad, y os he mostrado cómo el hombre, con sus pensamientos y sus sentimientos, se conecta con las regiones, con las entidades, con las fuerzas y los elementos del espacio que le corresponden, y cómo acaba atrayéndolos. Sí, el hombre atrae aquello con lo que está conectado, esto es algo absoluto, y así se explican la salud y la enfermedad, la fuerza y la debilidad, la inteligencia y la tontería, la belleza y la fealdad, etc… Son elementos que hemos atraído.15

Así pues, si os encontráis con dificultades porque en el pasado, habéis perturbado por vuestra ignorancia el orden de las cosas, ahora, gracias a esta filosofía iniciática que os enseña cómo pensar, cómo desear y cómo trabajar, podéis conectaros con las entidades y con las regiones más maravillosas y construiros un nuevo cuerpo con todas las cualidades que deseéis: la salud, la belleza, la fuerza, la inteligencia… Éste es el secreto de la resurrección. Pero si no tenéis esta filosofía, nunca lograréis reconstruir vuestra existencia. ¿Veis?, si sabéis cómo vivir, tendréis el poder de curaros, y no sólo de curaros, sino de reconstruir vuestro cuerpo como queráis. Puede ser, claro, que ahora esté tan deteriorado que se resista a todos vuestros esfuerzos; pero es porque, desde hace siglos, habéis trabajado inconscientemente para destruirlo, y ahora hará falta mucho tiempo para restablecerlo. Pero lo que os digo es absoluto.

Así pues, lo repito: hay que poner la manera de vivir en primer lugar pero la ciencia de la vida no se aprende en unos días. Ser médico es fácil: seis o siete años de estudios y un poco de memoria… Pero para la ciencia de la vida hacen falta miles de años, porque es muy vasta. Y cuando hemos comprendido las necesidades del alma y del espíritu, debemos comprender también que hay que despertarlos para un trabajo. Todo lo demás depende de esta actividad del alma y del espíritu, porque en el alma y en el espíritu residen las causas; lo demás sólo son consecuencias. Cuando sabemos que estamos en las causas, ahí donde se encuentran las fuerzas, vivimos en la paz, en la certeza, porque conocemos las consecuencias que seguirán.

Así es como se logran expulsar las enfermedades psíquicas: dándole al hombre el conocimiento, la certeza. El hombre está inseguro, angustiado, desequilibrado porque no se conecta conscientemente con su alma y su espíritu, con las fuerzas luminosas de la naturaleza. Pero cuando llegue la luz, ésta le mostrará que es un ser formidable, que está conectado con la inmensidad, con la eternidad, que puede comulgar con las fuerzas cósmicas, que puede transformar su vida, y la certeza y el gozo le acompañarán. ¡Ya no habrá hospitales ni clínicas!… Pero, mientras no se instruya a los hombres, es inútil tratar de curarles, incluso con electrochoques. Hay que instruirles, y durante mucho tiempo, desde su infancia. Los humanos sólo se curarán cuando se les muestre su verdadera naturaleza, cómo están conectados al Árbol de la Vida y cómo pueden extraer de él fuerzas para trabajar.16

No lo olvidéis nunca: lo esencial es la filosofía y la manera de vivir; pero en el plano físico, debemos dar al sol el primer lugar. Un día, la ciencia estudiará cómo podemos curarnos a través del sol: en qué momento, durante cuánto tiempo y con qué aparatos hay que tomar el sol, cómo hay que exponer agua al sol en botellas de diferentes colores y a qué hora hay que beberla, cómo hay que trabajar con la luz del sol bajo todas sus formas y tomar del sol todos los productos farmacéuticos. ¡Será extraordinario! Actualmente la ciencia no toma en demasiada consideración al sol porque sólo busca lo que está muy abajo, en el plano físico, los elementos químicos. Pero, más tarde, habrá toda una industria con aparatos que captarán las energías solares. El agua de mar, las algas, las hierbas, los árboles, y hasta las piedras y los cristales curan porque toman su fuerza curativa del sol; sin embargo lo dejan de lado y será el último en ser apreciado. Pero, cuando lo descubran, se verán obligados a ponerlo en primer lugar.

Los hombres descubrieron primero la tierra con los minerales y los vegetales y, al final, descubrirán al sol, que se apresurarán también a explotar, porque en cuanto descubren algo nuevo en la naturaleza, los hombres se lanzan inmediatamente sobre ello para hacer comercio. Habrá pues toda una industria formidable: la luz del sol será puesta en píldoras y en bebidas, se alimentarán con el sol, respirarán el sol, y hasta le escucharán porque tendrán aparatos que captarán la música que viene del sol. Sí, la música más bella viene del sol, y los mejores mensajes también. Habrá pues una radio del sol: se escucharán sus conciertos y los profesores explicarán cosas fantásticas. ¿Os preguntáis si hablo en serio? Sí, totalmente en serio.

Cuando estuve en los Pirineos, en los meses de octubre y noviembre, el aire era puro y el sol brillaba como en primavera. Constaté entonces que no tenía mucha necesidad de comer: me sentía alimentado por el aire, por el sol. Comía, de todos modos, una vez al día, para no poner en peligro el organismo, pero no sentía mucha necesidad de hacerlo. Entonces pensé que podía volver a hacer una experiencia que ya había hecho en el pasado: ayunar durante varios días. ¡Hice unos descubrimientos increíbles! Incluso ayunando, leía, meditaba, escribía, pero también trabajaba durante horas cavando y podando para arreglar el terreno. Durante estos dos meses seguí mirando la salida del sol. Sí, hasta el mes de diciembre. Pero era, sobre todo, antes de la salida del sol, cuando el cielo tenía unos colores extraordinarios: dorado, anaranjado, rosa… Los filmé. Y una mañana, incluso, todo el cielo tenía color rosado hasta el oeste; es una cosa que nunca había visto. Pero el aire puro, el cielo sin nubes, la vista de las montañas, la paz, el silencio, la soledad, los pensamientos de amor que enviaba por todas partes, todo eso me alimentaba. ¿Veis? Esto demuestra lo poco conocido que es aún el ser humano.

Creedme, si aceptáis mi filosofía, tendréis grandes resultados. Muchos hermanos y hermanas me dicen: “Maestro, cuando estamos con usted, pensamos, sentimos, actuamos de otra manera, no hay problemas y todo marcha bien. Pero en cuanto nos alejamos unos días, o unas semanas, ya no es lo mismo: nos volvemos a encontrar con la realidad prosaica y no queda casi nada de lo que hemos oído, ya no creemos en lo que usted nos ha dicho...” Y yo respondo que estas experiencias yo también las he hecho: pero si estoy con vosotros es para llevaros a aceptar ciertas verdades… y no sólo para aceptarlas mientras estáis conmigo, sino para esforzaros en mantenerlas durante el mayor tiempo posible.

La vida es muy dura… ¿A quién se lo decís? Siempre hay que luchar, siempre hay que plantar cara, y nos cansamos. Lo sé, la vida es muy difícil. De momento no os explicaré por qué es así, pero yo estoy con vosotros para haceros comprender que, si aceptáis estas ideas nuevas y la luz de esta Enseñanza, os volveréis más fuertes, más animosos, y la paz y la esperanza se instalarán en vosotros. Haced pues esfuerzos para mantener este estado, y decid: “Ya sé que no podré escapar nunca a la realidad, pero debo aferrarme para estar vigilante el día en que vengan las horas bajas, los desánimos y los malos pensamientos. Ocurra lo que ocurra no cederé, no descenderé, no perderé mi llama, mi entusiasmo y mi esperanza...” Aferraos a las verdades que os he dado, tomad algunas bocanadas de oxígeno, y después, afrontad la realidad. Entonces os volveréis fuertes y poderosos, os volveréis una fuente de vida. ¿Acaso no es esto mejor?

Sí, pero por el momento todavía no se ha llegado hasta ahí. Decís: “¡Ah! ¡he comprendido! Ahora seré fuerte… ¡Vais a ver lo que es bueno!” Pero llegan los acontecimientos y capituláis, estáis por los suelos, y decís: “¡Amén!” Después volvéis aquí y tenéis vergüenza, claro, de haber sido tan débiles, y os erguís diciendo de nuevo: “¡Vais a ver lo que es bueno!” Sí, hasta la próxima vez... Lo más sensato, pues, es intentarlo de nuevo hasta que os volváis inquebrantables. Claro que no mataréis todos los microbios, ni sanearéis todas las ciénagas, ni cambiaréis a la gente, pero ya no os ahogaréis, ¡nadaréis! Eso es la Enseñanza: saber nadar. Y suceda lo que suceda, acordaos de que sois inmortales y de que Dios lo ha depositado todo en vosotros. Si lo olvidáis, se acabó.

Mis queridos hermanos y hermanas, ¡comprendedme bien!… Pero diréis: “Le comprendemos… Le comprendemos…” No, todavía no tenéis esta comprensión que yo quiero. Comprenderme quiere decir ser inquebrantable. Algunos lo son, sí, pero los demás… En cuanto están con la masa, o ante los almacenes bien surtidos – sobre todo en la época de Navidad – se acabó su filosofía. No hacen más que pensar: ¡Ah! Si pudiese tener eso... y eso... y eso... E, inmediatamente, es como si ya no tuvieran fe, ni religión, ni divinidad. ¿Creéis acaso que yo no he visto tiendas? ¡Si supieseis!... Pero cuando las veo, digo: “¡Es magnífico! ¡Es maravilloso! Pero es para los demás... no es para mí. Para mí hay otras cosas, en otra parte...”

Lo único que me interesa es esta filosofía que os transmito pacientemente y que os da todas las posibilidades de desarrollaros hasta el infinito. Por otra parte, todas las filosofías que no reconocen al hombre esta posibilidad de evolucionar hasta el infinito no pueden aportarle más que depresiones y enfermedades, o le hacen perder, en todo caso, el sentido de la vida, con lo que ya no le queda otra cosa que desaparecer. Éste es el resultado de la ciencia y de la filosofía materialista, para las que el hombre no es más que una máquina, polvo. Pero nuestra Enseñanza, que es la Enseñanza divina, os aporta los elementos espirituales y estudia su acción sobre el sistema nervioso, sobre la circulación, sobre el aura, etc. Más tarde, los sabios estudiarán también estos elementos, pero los Iniciados empezaron por ellos.

Para resumir, digamos que, excepto la quimioterapia y la celuloterapia, podéis utilizar todas las terapias, pero poner en primer lugar la terapia del sol (¡llamadla helioterapia, si queréis!): mirar la salida del sol, conectarse con él y recibir todas las partículas que envía. La ciencia no ha descubierto todavía los elementos etéricos con los que están cargados los rayos de sol. Sin embargo, aunque no haya llegado aún a los elementos más sutiles, la medicina ha comprendido ya que las partículas imponderables son las más importantes para el organismo. Tras haber tratado de curar remediando los trastornos digestivos, circulatorios, respiratorios, eliminatorios, etc… es decir, ocupándose de los órganos, ha acabado descubriendo las glándulas endocrinas, cuyas secreciones imperceptibles excitan o bloquean las demás funciones.

Pero la cosa no ha acabado. El sistema endocrino no es el último descubrimiento, porque las glándulas endocrinas dependen, ellas mismas de órganos más sutiles… hasta llegar al pensamiento. Es pues como si en el pensamiento hubiese unas glándulas que gobernasen el conjunto del organismo. Desde el pensamiento hasta los órganos hay todo un sistema jerarquizado que la ciencia descubrirá un día. Sí, pienso que las glándulas endocrinas no son lo más importante puesto que dependen también de otras funciones. A través de sus pensamientos y sus sentimientos el hombre actúa sobre su sistema glandular, y el organismo sufre o, al contrario, se restablece; y tampoco son las glándulas endocrinas las únicas responsables de que crezca o deje de crecer, de que adelgace o engorde.

Pero es interesante, de todos modos, ver que la ciencia trabaja ahora con elementos cada vez más sutiles. También en medicina, la homeopatía utiliza remedios hasta la 31 dilución centesimal; parecería que ya no debería haber nada, pero sí, todavía hay algo. Los físicos también descubren aspectos cada vez más sutiles de la materia: tras los protones y los neutrones, los mesones y los neutrinos. Cuando hayan llegado a los elementos etéricos, descubrirán las energías y las partículas aún desconocidas que vienen del sol, y toda una ciencia se desarrollará en torno a los rayos del sol. E incluso en lugar de comprar las vitaminas en las farmacias, se tomarán cerca del sol. Las vitaminas que encontramos en las farmacias no pueden ser perfectamente asimiladas por el organismo y es mejor por tanto tomarlas de las frutas y las verduras en las que el sol las ha depositado. Todavía no se saben todas las propiedades que poseen las legumbres más corrientes como las cebollas, los puerros, los rábanos, etc… Incluso hay que comer las hojas de los rábanos porque son sabrosas y más nutritivas que los rábanos mismos. Y los nabos también son excelentes. Para decir que alguien es tonto se dice: “Es un nabo...” Eso no está bien, vejamos al nabo, porque eso prueba que lo consideramos como muy inferior. ¿Veis?, ¡voy a hacerme ahora abogado del nabo!...

Pero, seamos serios. Para terminar, os diré que si sabéis respirar, beber, comer, tomaréis las vitaminas en todas partes en donde el sol las ha depositado, porque lo más importante es el estado en el que recibís las cosas. Si no estáis en un buen estado, podréis tomar vitaminas todo el día sin lograr reforzar vuestro organismo. Y hasta quizá provoquéis trastornos en alguna parte, en la digestión o la circulación. La medicina no ha insistido nunca en la importancia del estado de conciencia, de la actitud interior que hay que tener con las cosas; por eso, lo que da no es eficaz. Lo esencial es esto: la actitud con la que recibimos las cosas. Yo nunca tomo vitaminas, ni nunca me peso para saber cuánto he engordado o adelgazado. Hay gente que se pesa continuamente… No quiero criticarles, pero es una lástima que no tengan una balanza para pesar también su mental, para ver si es un poco más pesado o más ligero… ligero… ¿Veis?, nuestras balanzas son completamente diferentes. Un día os hablaré de la balanza y veréis que toda la Cábala está basada en esta imagen de la balanza.17

Sí, mis queridos hermanos y hermanas, se acerca la Navidad. Lo que os he dicho sobre la luz del sol es muy poco todavía, pero tomadlo y reflexionad. Muchas cosas desaparecerán sin dejar huellas, pero lo que yo os digo permanecerá eternamente.

Sevres, 23 de diciembre de 1967

9 Las revelaciones del fuego y del agua, Col. Izvor nº 232, cap. XVII: “El árbol de luz”.

10 El amor, más grande que la fe, Col. Izvor nº 239, cap. IV: “Tu fe te ha salvado”.

11 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte VII, cap. 4: “El armazón del universo - Análisis y síntesis”.

12 La ciencia de la vida, Folleto nº 315.

13 La vida psíquica: elementos y estructuras, Col. Izvor nº 222.

14 Hacia una civilización solar, Col. Izvor nº 201, cap. IV: “El sol que nos nutre”.

15 “Sois dioses”, Parte IV, cap. I - IV: “La ley de afinidad”.

16 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte XI: “Malkut, receptáculo de las quintaesencias de Kether”.

17 La Balanza cósmica – El número 2, Col. Izvor nº 237, cap. I.

La armonía

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