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Capítulo 1 · El Camino de las Nubes Blancas

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¿POR QUÉ TU CAMINO ES LLAMADO EL CAMINO DE LAS NUBES BLANCAS?

Justo antes de que Buda muriera, alguien le preguntó: “Cuando un Buda muere, ¿hacia dónde se dirige? ¿Sobrevive o simplemente desaparece en la nada?”

Esta no es una pregunta nueva sino una de las más antiguas y de las que más se han repetido y se han hecho. Se dice que Buda respondió: “Sólo es como una nube blanca que desaparece...”

Esta misma mañana había nubes blancas en el cielo. Ahora ya no están ahí. ¿Adónde se han ido? ¿De dónde vienen? ¿Cómo evolucionan y cómo se disuelven nuevamente? Una nube blanca es un misterio; su ir y venir, su esencia misma. Esa es la primera razón por la que a mi camino le llamo El Camino de las Nubes Blancas.

Sin embargo, existen muchas razones y es bueno reflexionar, meditar acerca de ellas. Una nube blanca existe sin que tenga raíces. Es un fenómeno desarraigado, establecido o varado en ninguna parte. Y aun así, existe. Toda la existencia es como una nube blanca: existe sin raíz alguna, sin causalidad alguna, sin finalidad alguna. Existe como un misterio.

En realidad, una nube blanca no posee un camino propio. Se ve arrastrada por el viento. No tiene adónde llegar, ninguna trayectoria, ningún destino que cumplir, ninguna causa final. No puedes hacer fracasar a una nube blanca, pues su meta es cualquier lugar. Si tienes una meta, seguramente fracasarás. Mientras más se oriente la mente hacia una meta, más angustia, ansiedad y frustración habrá pues una vez que tienes una meta, te mueves hacia un destino determinado. Y el todo existe sin destino alguno. El todo no se mueve hacia ninguna parte, no tiene una meta, ningún propósito. Una vez que tienes un propósito, estás en contra del todo —recuerda esto—, y entonces fracasarás. No puedes ganarle al todo. Tu existencia es tan diminuta que no puedes luchar, no puedes vencer. Resulta imposible imaginar que una sola cosa pueda conquistar al todo. Y si el todo no tiene un propósito y tú sí lo tienes, serás vencido.

Una nube blanca es arrastrada hacia donde el viento la lleve, no opone resistencia, no lucha. Una nube blanca no es un conquistador y, aun así, se cierne sobre todo. No puedes conquistarla, no puedes vencerla. No posee una mente por conquistar, por eso es que no puedes vencerla. Una vez que te fijas una meta, un propósito, un destino, un objetivo, una vez que has adquirido la malicia de llegar a algún lugar, entonces los problemas surgen. Y serás derrotado, eso es seguro. Tu derrota se encuentra en la esencia misma de la existencia.

Una nube blanca no tiene adónde ir. Se mueve, se mueve a todas partes. Todas las dimensiones, todas las trayectorias le pertenecen. Nada es rechazado. Todo es, todo existe en una total aceptación. De ahí que a mi camino le llame El Camino de las Nubes Blancas.

Las nubes blancas no tienen un camino propio, son arrastradas por el viento. Un camino significa llegar a algún lugar. El camino de las nubes blancas significa seguir un sendero sin sendero, un camino sin camino. Moverse, pero no con una mente fija: moverse sin una mente. Esto debe ser entendido porque propósito es sinónimo de mente. Por eso es que no puedes imaginar cómo vivir sin un propósito... porque la mente no puede existir sin un propósito.

Y la gente es tan absurda, incluso viene a mí y me pregunta: “¿Cuál es el propósito de la meditación?” La meditación no puede tener algún propósito porque básicamente denota un estado de la no mente. Ahí es donde tú estás, sin ir a ningún lugar; en donde la meta es sólo ser, sólo estar.

La meta está aquí y ahora. Una vez que la meta se encuentra en otra parte, la mente comienza su viaje. Entonces la mente comienza a pensar, comienza un proceso. Si el futuro está ahí, entonces la mente puede fluir, entonces la mente puede tener su rumbo, entonces la mente tiene un espacio para moverse.

Con el propósito llega el futuro, con el futuro llega el tiempo. Una nube blanca flota en el cielo, eterna, porque ahí no existe un futuro ni una mente. Está aquí y ahora. Cada momento es una eternidad total. Sin embargo, la mente no puede existir sin un propósito, por lo tanto sigue creando propósitos. Si los llamados propósitos mundanos se pierden, entonces la mente crea propósitos religiosos, propósitos alejados del mundo. Si el dinero se ha vuelto inútil, entonces la meditación se vuelve inútil. Si el llamado mundo de competencia, de política, se ha vuelto inútil, entonces otro mundo de nueva competencia, de religión, de logro, se vuelve significativo. Sin embargo, la mente siempre añora algún significado, algún propósito. Y sólo para mí esa mente es religiosa, lo cual resulta inútil. Pero eso significa que la mente ya no es más una mente. Imagínate a ti mismo como una nube blanca, sin mente.

En el Tíbet tienen una forma de meditar: los monjes se sientan en las colinas, solos, absolutamente en soledad, meditando únicamente sobre las nubes blancas que se desplazan en el cielo, contemplando continuamente y, luego, siendo absorbidos. Entonces, se convierten en nubes blancas posándose solamente sobre una colina como una nube blanca. Sin mente, sólo estando ahí. Sin resistencia, sin lucha, sin nada que ganar, sin nada qué perder. Disfrutando solamente de la existencia misma, celebrando el momento, la alegría, el éxtasis de éste.

De ahí que a mi camino le llame El Camino de las Nubes Blancas. Y también me gustaría que vosotros os convirtieseis en nubes blancas desplazándose en el cielo. Dije desplazándose, no moviéndose —no moviéndose hacia un punto—, sólo desplazándose dondequiera que los vientos os lleven. Dondequiera que os encontréis por casualidad, esa es la meta. Así que la meta no es algo que termine en algún lugar, no es “el final de la línea”. La meta es cada momento.

Aquí, vosotros sois siddhas para mí, iluminados. Aquí, habéis ganado. Aquí, vosotros sois tan perfectos como podéis ser, igual que un Buda, un Mahavira o un Krishna. No hay nada más qué ganar. Justo en este preciso momento, todo está ahí, sólo que no estáis alerta. Y no estáis alerta porque vuestra mente está en el futuro. Vosotros no estáis aquí. No estáis conscientes de lo que os está pasando en este preciso momento. Y esto ha estado sucediendo siempre y siempre. Esto ha estado sucediendo en muchos, muchos millones de vidas. Cada momento vosotros habéis sido un Buda. Esto no se ha pasado por alto ni por un solo momento. No se puede pasar por alto; así es como la naturaleza misma es, como las cosas son. ¡No lo podéis pasar por alto!

Sin embargo, vosotros no estáis alerta y no podéis estar alerta por causa de una meta en alguna parte, a algo que debe lograrse. Debido a eso, se crea una barrera y eso que vosotros ya sois, se pasa por alto. Una vez que esto ha sido revelado, una vez que ha sido comprendido, una vez que os volvéis conscientes de esto, el más grande misterio del ser se ve revelado: que todos sois perfectos. A eso nos referimos cuando decimos que todos sois brahman, todos sois el alma, el alma final, lo divino. A eso nos referimos cuando decimos tattwamasi, vosotros sois eso. No quiere decir que os tengáis que convertir en eso porque si tenéis que convertiros en eso, entonces no sois eso. Y si ya no sois eso, ¿cómo podéis convertiros? La semilla se convierte en el árbol porque la semilla ya es eso. Una piedra no puede convertirse en un árbol. ¡La semilla se convierte en el árbol porque la semilla ya es eso!

Así que la cuestión no es la conversión, la cuestión es solamente la revelación. En este momento, la semilla es revelada como una semilla; al siguiente, como un árbol. Así que esto es sólo una cuestión de revelación. Y si podéis comprender profundamente, en este preciso momento la semilla es el árbol.

Los místicos tibetanos o los maestros Zen o los derviches Sufi, todos ellos han hablado de las nubes blancas. Las nubes blancas han estado atrapando el ser interior de mucha gente. Parece ser que se logra una armonía con las nubes blancas. Haz de eso una meditación y, entonces, muchas cosas vendrán a ti.

La vida no debería tomarse como un problema. Una vez que comiences de esa manera, estarás perdido. Una vez que pienses que la vida es un problema, éste nunca podrá ser resuelto. Así es como la filosofía se mueve, y así es como la filosofía siempre se mueve equivocadamente. No existen filosofías correctas: no las puede haber. Todas las filosofías están equivocadas. Filosofar está mal porque la filosofía da el primer paso equivocado al pensar en la vida como un problema. Una vez que la vida es un problema, no tiene solución. La vida no es un problema sino un misterio y así es como la religión la considera.

Una nube blanca es la cosa más misteriosa, apareciendo de repente, desapareciendo de repente. ¿En algún momento has pensado que las nubes no tienen nam-roop, ningún nombre, ninguna forma? Ni por un solo instante la forma es la misma. Está cambiando, se está transformando, es como la corriente de un río. Puedes darle una forma a la nube, pero esa es tu proyección. Una nube no tiene forma; es informe o continuamente está siendo formada, es un flujo. Y así es la vida. Todas las formas son proyectadas.

En esta vida te llamas a ti mismo hombre y hace sólo una vida podrías haber sido una mujer. En esta vida eres blanco y, en la siguiente, puedes ser negro. En este momento eres inteligente y, al siguiente, te comportas de una manera estúpida. En este momento estás callado y, al siguiente, te vuelves colérico, furioso, agresivo. ¿Has adquirido una forma? ¿O estás cambiando continuamente? Eres un flujo, una nube. ¿Has adquirido un nombre, alguna identidad? ¿Puedes llamarte a ti mismo esto o aquello? En el momento en que dices que eres esto, en ese preciso momento te vuelves consciente de que también eres lo contrario.

Le dices a alguien ‘Te amo’, y en ese preciso momento el odio está presente. Le dices a alguien que eres amigo y, en ese preciso momento, el enemigo está riendo dentro de ti, esperando su turno. En algún momento dices que estás contento y, de inmediato, la felicidad se pierde y te has vuelto infeliz. No tienes identidad. Si comprendes esto, te conviertes en una nube sin forma, sin nombre. Y, entonces, el desplazamiento comienza.

Para mí, la vida de una nube blanca es la vida de un sannyasin, de alguien que ha renunciado. La vida de un casero es una rutina fija. Es una cosa muerta, un patrón. Tiene un nombre, tiene una forma. Se mueve sobre una vía en particular, como los rieles de un tren. Sobre la vía los trenes avanzan; tienen una meta, deben alcanzar algún lugar. Pero un sannyasin es como una nube desplazándose en el cielo: no hay rieles de acero para él, no hay rutas, no hay identidades. No es nadie y vive la vida de un ser inexistente, vive como si no existiera. Si puedes vivir una vida como si no existieras, entonces estás en mi camino. Y mientras más existas, más enfermedad habrá; mientras menos existas, más sano serás. Mientras menos existas, más ligero serás. Mientras menos existas, más divino y bienaventurado serás.

Cuando digo que la vida no es un problema sino un misterio, me refiero a que no puedes resolverlo, te puedes convertir en él. Un problema es algo que debe resolverse intelectualmente, pero aunque lo resuelvas, nada se logrará. Habrás reunido un poco más de conocimiento, pero ningún éxtasis obtendrás de él. Un misterio es algo en lo que te puedes convertir. Puedes ser uno con él, fusionado. Entonces surge el éxtasis, después la bienaventuranza, luego, lo más grande que puede sucederle a un ser, la más grande alegría.

Busca lo misterioso en la vida. A dondequiera que veas —en las nubes blancas, en las estrellas de la noche, en las flores, en un fluyente río— a dondequiera que veas, busca el misterio. Y siempre que descubras que ahí hay un misterio, medita sobre él.

La religiosidad toma la vida como un misterio. ¿Qué puedes hacer con un misterio? No puedes hacer nada con el misterio, pero puedes hacer algo por ti. Puedes volverte más misterioso. Y entonces lo parecido puede encontrarse con lo parecido, lo mismo puede encontrarse con lo mismo.

La meditación quiere decir: Desvanécete tú mismo ante ese misterio, aniquílate tú mismo ante ese misterio, dispérsate tú mismo ante ese misterio. No seas nada más y permite que el misterio sea tan pleno, que seas absorbido por él. Y de pronto, una nueva puerta se abre, una nueva percepción se alcanza. De pronto, el mundo terrenal de la división, de la separación, ha desaparecido y ante ti se presenta un mundo diferente, un mundo totalmente diferente de unidad. Todo pierde su frontera, todo está con otros, no está dividido sino que es uno.

Esto puede hacerse sólo si tú haces algo contigo. Si debes resolver un problema, debes hacer algo con el problema. Debes encontrar una llave, una pista. Debes trabajar en el problema; debes moverte dentro de un laboratorio, debes hacer algo. Si debes encontrar un misterio, debes hacer algo contigo; con el misterio nada se puede hacer. Somos impotentes ante el misterio. Es por eso que seguimos transformando los misterios en problemas, porque con los problemas, somos potentes, con los problemas sentimos que tenemos el control. Con los misterios somos impotentes, no podemos hacer nada. Con los misterios enfrentamos la muerte y no podemos manipularla.

Es por eso que mientras más matemático y lógico se vuelva el intelecto humano, cada vez será menor la posibilidad de que se abra el éxtasis ante la mente humana; cada vez se hará menos posible la poesía. El romance se ha perdido; la vida se vuelve objetiva y no simbólica.

Así que cuando digo que mi camino es El Camino de las Nubes Blancas, sólo hablo de un símbolo. La nube blanca no está siendo utilizada como un hecho sino como un símbolo, como un símbolo poético, como la señal de una profunda fusión con los misterioso y lo milagroso.

¿PODRÍAS DECIRNOS QUÉ RELACIÓN TIENES CON LAS NUBES BLANCAS?

Yo soy una nube blanca. No existe ninguna relación y no puede haber una. La relación existe si sois dos, divididos. Por lo tanto, la relación no es en realidad una relación. Dondequiera que existe una relación, hay una separación. Yo soy una nube blanca. No te puedes relacionar con una nube blanca. Puedes volverte uno con ella y permitir que la nube blanca se vuelva una contigo, pero la relación no es posible. En la relación permaneces separado y, en la relación, continúas manipulando. Este es uno de los misterios de la vida humana, que hasta en el amor creamos una relación. Entonces el amor se pasa por alto. El amor no debería ser una relación. Deberías convertirte en el amante o en el amado. Deberías convertirte en el otro y permitir que el otro se convierta en ti. Debería haber una fusión, sólo entonces cesará el conflicto; de lo contrario, el amor se convierte en un conflicto, en una lucha. Si lo eres, entonces tratarás de manipular, luego te gustaría poseer, luego te gustaría ser el amo, entonces surge la explotación. Entonces, el otro será utilizado como un medio y no como un fin.

Con las nubes blancas no puedes hacer eso, no puedes hacerlas esposas y esposos. No puedes encadenarlas ni persuadirlas para que formen una relación. No lo permitirán, no te escucharán. Ya han tenido suficiente de eso y por esa razón ahora se han convertido en nubes blancas. Puedes ser uno con ellas y, entonces, sus corazones se abrirán.

Sin embargo, la mente humana no puede pensar más allá de la relación porque no podemos pensar en nosotros mismos como si no existiéramos. Existimos. Por mucho que lo ocultemos, estamos ahí. En lo más profundo se encuentra el ego, y desde lo más profundo el ego continúa manipulando.

Con una nube blanca esto no es posible. Con tu ego puedes ver la nube blanca, puedes pensar en ella pero los misterios no estarán abiertos. Las puertas permanecerán cerradas. Permanecerás en una noche oscura. Si tu ego desaparece, te habrás convertido en la nube blanca.

El Zen posee una de las más antiguas tradiciones de la pintura. Un maestro Zen tenía un discípulo que estaba aprendiendo a pintar y a través de la pintura, por supuesto, aprendía a meditar. El discípulo estaba obsesionado por los bambúes; continuamente dibujaba y pintaba bambúes. Se dice que el maestro le dijo a su discípulo: “A menos que te conviertas en un bambú, nada sucederá”.

Durante diez años, el discípulo estuvo dibujando bambúes. Se había vuelto tan eficiente, que hasta con los ojos cerrados en una noche oscura y sin luz, podía dibujar bambúes. Y sus bambúes eran perfectos y muy vivos.

Sin embargo, el maestro no estaba de acuerdo. Y dijo: “No, a menos que te conviertas en un bambú, ¿cómo puedes dibujarlo? Sigues estando separado, sigues siendo un espectador, sigues siendo un concurrente. Por lo tanto, podrás haber conocido al bambú desde afuera, pero eso es la periferia y no el alma del bambú. A menos que te conviertas en uno, a menos que te conviertas en un bambú, ¿cómo puedes conocerlo desde adentro?”

El discípulo lidió durante diez años, pero el maestro no estaba de acuerdo. Así que el discípulo desapareció en el bosque, en un bosque de bambú. Durante tres años no se supo nada de él. Entonces comenzó a esparcirse la noticia de que se había convertido en un bambú: “Ahora ya no dibuja. Vive con los bambúes, permanece de pie con los bambúes. Los vientos soplan, los bambúes bailan, él también baila”.

El maestro fue a averiguar. Y realmente el discípulo se había convertido en un bambú. El maestro dijo: “Ahora olvida todo acerca del bambú”. Entonces el discípulo dijo: “Pero tú me dijiste que me convirtiera en el bambú y me he convertido en él”. El maestro respondió: “Ahora olvida también esto porque ahora esta es la única barrera. En algún lugar en lo más profundo aún sigues estando separado y recordando que te has convertido en el bambú. Así que todavía no eres un bambú perfecto porque un bambú no recordaría esto. Así que olvídalo”.

Durante diez años no se habló de los bambúes. Entonces un día, el maestro llamó al discípulo y le dijo: “Ahora puedes dibujar. Primero conviértete en los bambúes, luego olvida a los bambúes de modo que te conviertas en un bambú tan perfecto que el dibujo no sea un dibujo sino un bulto”.

Yo no tengo ninguna relación con las nubes blancas. Yo soy una nube blanca. Me gustaría también que vosotros fueseis nubes blancas, que no estén relacionados. Basta de tal relación, ya has sufrido suficiente. Durante muchas, muchas vidas te has relacionado con esto o con aquello y ya has sufrido suficiente, más que suficiente. Has sufrido más de lo que mereces. El sufrimiento se ha centrado en el equívoco concepto de la relación. El equívoco concepto es: debes ser tú mismo y luego relacionarte. Entonces ahí está la tensión, el conflicto, la violencia, la agresión y le sigue todo el infierno.

Sartre dice que el otro es el infierno. Pero en realidad, el otro no es el infierno: el otro es “el otro” porque tú eres el ego. Si no eres nada más, el otro ha desaparecido. Siempre que esto sucede —entre un hombre y un árbol, entre un hombre y una nube, entre un hombre y una mujer o entre un hombre y una roca— siempre que tú no seas, el infierno desaparecerá. De pronto te has transfigurado, has entrado al paraíso.

La Antigua historia bíblica es hermosa: Adán y Eva fueron arrojados del Jardín del Edén por haberse comido un fruto prohibido, el fruto del árbol del conocimiento. Esta es una de las parábolas más maravillosas que se hayan concebido. ¿Por qué estaba prohibido el fruto del árbol del conocimiento?, porque desde el momento en que el conocimiento se presenta, el ego está ahí. Desde el momento en que sabes que existes, has caído. Este es el pecado original.

Nadie arrojó a Adán y a Eva del paraíso. Desde el momento en que se hicieron conscientes de que existían, el Jardín del Edén desapareció. Para esos ojos que están llenos de ego, el Jardín no puede existir. No es que hayan sido arrojados del Jardín: el Jardín está aquí y ahora, sólo que está a tu lado. Siempre te ha estado siguiendo adondequiera que vayas, pero no puedes verlo. Si el ego no está ahí, vuelves a entrar y el Jardín es revelado. Nunca has salido de él.

Intenta esto: sentado bajo un árbol, olvídate de ti mismo. Permite que sólo el árbol esté ahí. Esto le sucedió a Buda bajo el árbol bodhi. El no existía y, en ese momento, todo sucedió. Sólo el árbol bodhi estaba ahí.

Quizás no te habías percatado de que durante quinientos años después de Buda, su estatua no fue erigida ni su imagen fue pintada. Durante quinientos años seguidos, siempre que se erigía un templo budista, sólo la imagen del árbol bodhi estaba ahí. Era algo hermoso, porque en ese momento cuando Gautam Siddhartha se convirtió en Buda, él no estaba ahí, sólo el árbol. Había desaparecido por un momento, sólo el árbol estaba ahí.

Busca los momentos en que no existas y esos serán los momentos en que por primera vez existirás realmente.

Así que yo soy la nube blanca y todo el esfuerzo es hacerlos también nubes blancas desplazándose en el cielo. Sin un lugar adónde ir, sin venir de ningún lugar, sólo estando aquí en este preciso momento, perfectos. Yo no les formo ningún ideal, no les enseño ningún deber. No les digo que sean esto o que se conviertan en aquello. Toda mi enseñanza es simplemente esto: cualquier cosa que seas, acéptala tan completamente que no quede nada por lograr y te convertirás en una nube blanca.

¿ES VERDAD QUE PARA ABRIRSE PASO REALMENTE, PARA VOLVERSE TOTALMENTE PRESENTES, PARA CONVERTIRNOS EN UNA NUBE BLANCA, DEBEMOS VIVIR A TRAVÉS DE TODOS NUESTROS SUEÑOS, TODAS NUESTRA FANTASÍAS? ¿Y CÓMO PUEDE ESA REALIDAD SER TAN REAL EN RESPUESTA A LAS CALLES DE LA CIUDAD COMO LO SERÍA EN EL JARDÍN DEL EDÉN, EN EL CORAZÓN DE LA NATURALEZA?

La cuestión no es si uno tiene que vivir o no a través de todos los sueños y las fantasías. Estás viviendo en ellos. Ya estás en ellos. Y no es una cuestión de elección —no puedes elegir—. ¿Puedes elegir? ¿Puedes dejar caer tus sueños? ¿Puedes dejar caer tus fantasías? Si intentas dejar caer tus sueños, tendrás que reemplazarlos por otros sueños. Si intentas cambiar tus fantasías, éstas se transformarán en otro tipo de fantasía, pero seguirán siendo sueños y fantasías.

¿Entonces qué se debe hacer? Aceptarlos. ¿Por qué estar en contra de ellos? Este árbol tiene flores rojas, ese árbol tiene flores amarillas. Entonces está bien. Tienes ciertos sueños: sueños amarillos. Alguien más tiene otros sueños: sueños azules, sueños rojos. Entonces está bien. ¿Por qué luchar en contra de los sueños, por qué tratar de cambiarlos? Si tratas de cambiarlos, crees en ellos demasiado. Tú no crees que son sueños, crees que son reales y que cambiarlos sería importante. Si los sueños son sueños, ¿por qué no aceptarlos?

Desde el momento en que los aceptes, desaparecerán. Este es el secreto. Desde el momento en que los aceptes, desaparecerán, porque la mente soñadora existe a través del rechazo. El fenómeno mismo de una mente soñadora es el rechazo.

Has estado rechazando muchas cosas, por eso es que aparecen en tus sueños. Caminas por una calle, observas a una hermosa mujer o a un hombre. El deseo surge. De repente, lo dejas caer: ¡eso está mal! Lo rechazas. ¡La tradición, la cultura, la sociedad y la moralidad dicen que esto no es bueno!

Puedes ver una hermosa flor y no hay nada malo en eso. Pero cuando ves un hermoso rostro, de inmediato algo sale mal, lo rechazas. Ahora este rostro se convertirá en sueño. Lo rechazado se transforma en sueño. Ahora este rostro te perseguirá. Ahora, por la noche, este rostro se acercará a ti, ahora este cuerpo estará flotando a tu alrededor.

El deseo que has rechazado se convertirá en un sueño. Los deseos que has reprimido se convertirán en sueños y fantasías. Entonces, ¿cómo crear un sueño? El secreto es rechazar. Mientras más rechaces, más sueños estarán ahí. Aquellos que se van a las colinas, aquellos que rechazan la vida, están llenos de tantos sueños. Sus sueños se vuelven tan reales, tan alucinantes, que no pueden distinguir entre si eso es un sueño o una realidad.

No rechaces, de lo contrario, crearás más sueños. Acepta. Cualquier cosa que te suceda, acéptala como parte de tu ser. No la condenes. Desde el momento en que te vuelvas más tolerante, los sueños se disolverán. Una persona que acepta su vida totalmente no tiene sueños, porque la esencia misma del soñar ha sido eliminada. Eso es lo primero.

En segundo lugar, la naturaleza es el todo —digo el todo— . No sólo los árboles, no sólo las nubes, el todo. Cualquier cosa que ha sucedido, ha sucedido por causa de la naturaleza. No hay nada antinatural —no puede haberlo—; de otro modo ¿cómo pudo haber sucedido? Todo es natural. Así que no construyas una división: esto es natural y esto es antinatural. Cualquier cosa que existe es natural. Sin embargo, la mente vive por las distinciones, por las divisiones. No permitas las divisiones; acepta cualquier cosa que exista y acepta sin hacer ningún análisis.

Ya sea que te encuentres en el mercado o en las colinas, estás en la misma naturaleza. En algún lugar, la naturaleza se ha convertido en colinas y árboles y, en algún lugar, se ha convertido en tiendas en el mercado. Una vez que conozcas el secreto de la aceptación, aun el mercado se volverá hermoso. El mercado posee una belleza: la vida que ahí hay, la actividad, la hermosa locura que existe alrededor. ¡Posee su propia belleza! Y las colinas son tan hermosas y tan silenciosas porque el mercado existe. El mercado le brinda silencio a las colinas.

Así que, en cualquier lugar —ya sea que te encuentres en el mercado, o cantando y bailando, o sentado silenciosamente bajo un árbol— tómalo como una extensión, no lo dividas. ¡Y cuando estés cantando y bailando, disfrútalo! Es tu manera de florecer en este preciso momento. Tu canto y tu baile pueden convertirse en un florecimiento en ti; se ha convertido en un florecimiento para muchos. Cuando Mahaprabhu Chaitanya estaba bailando en los pueblos de Bengala y estaba ejecutando su canto devoto “Hare Krishna, Hare Rama”, era un florecimiento. Fue una de las cosas más hermosas que hayan sucedido jamás. No sólo es hermoso Buda sentado bajo un árbol bodhi, un Chaitanya Mahaprabhu bailando por las calles y cantando el “Hare Krishna, Hare Rama” también es hermoso, lo mismo, sólo que del otro extremo.

Puedes sentarte bajo un árbol y puedes olvidarte de ti, tan completamente, que habrás desaparecido. Puedes bailar en una calle y ser absorbido tan completamente por tu canto y por tu baile, que habrás desaparecido. El secreto es la total absorción, dondequiera que ésta suceda.

Le sucede a diferentes personas y de distintas maneras. No podemos concebir a Buda bailando; no era de ese tipo, no era del tipo de bailar. Tú puedes ser del tipo de bailar así que no te obligues a sentarte bajo un árbol bodhi o estarás en problemas. El sólo obligarte, el silenciarte a ti mismo será algo violento. Entonces tu rostro no se convertirá en un Buda; será torturado, será una tortura de sí mismo. Puedes ser como Chaitanya, puedes ser como Meera...

Descubre la manera en que tu nube se mueve, hacia dónde se desplaza y otórgale completa libertad para moverse y desplazarse. Dondequiera que vaya, alcanzará la divinidad. Simplemente no luches, fluye. No nades contra el río, fluye con él. Un baile es hermoso, pero debes entregarte totalmente a él, ese es el punto. No rechaces nada, el rechazo es irreligioso. Acepta totalmente, la aceptación es oración.

Suficiente por hoy.

Mi camino: El camino de las nubes blancas

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