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Capítulo 3 · ¿Desdichado o extático?

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UNA VEZ NOS CONTASTE DE UN ANCIANO QUE TENÍA MÁS DE CIEN AÑOS DE EDAD. UN DÍA, EN SU CUMPLEAÑOS, LE PREGUNTARON POR QUÉ SIEMPRE ESTABA CONTENTO. Y ÉL RESPONDIÓ: “CADA MAÑANA, AL DESPERTAR, PUEDO ELEGIR ENTRE ESTAR CONTENTO O AFLIGIDO, Y YO ELIJO ESTAR CONTENTO”. ¿CÓMO ES QUE, POR LO GENERAL, ELEGIMOS ESTAR AFLIGIDOS? ¿CÓMO ES QUE NO ESTAMOS CONSCIENTES DE LA ELECCIÓN?

Este es uno de los problemas más complejos de la humanidad. Debe ser analizado con gran profundidad —y no es algo teórico pues te concierne—. Así es como todos se están comportando: siempre eligiendo lo malo, siempre eligiendo lo triste, lo deprimente, lo lastimero. Debe de haber profundas razones para ello, y las hay.

La primera: la manera en que los seres humanos son educados juega un papel definitivo. Si eres desdichado, obtienes algún provecho de esa desdicha, siempre ganas. Si eres feliz, siempre pierdes. Desde que nace, un niño que está alerta comienza a percibir la diferencia. Siempre que se siente desdichado, todos lo compadecen; gana compasión. Todos intentan ser amorosos con él; gana amor. Y aún más que eso, siempre que se siente desdichado, todos se muestran atentos con él, gana atención.

La atención funciona como alimento para el ego, como un estímulo etílico. Te da energía, sientes que eres alguien. De ahí la gran necesidad, el enorme deseo de obtener la atención. Si todos te observan, te vuelves importante. Si nadie te observa, sientes como si no estuvieras ahí, ya no existes, eres un ser inexistente. La gente que te observa, la gente que está pendiente de ti es la que te da energía.

El ego existe dentro de una relación. Mientras más personas te prestan atención, más ego ganas. Si nadie te observa, el ego se desvanece. Si todos se han olvidado de ti por completo, ¿cómo es que puede existir el ego? ¿Cómo puedes sentir que existes? De ahí la necesidad de formar sociedades, asociaciones, clubes. Los clubes existen en todo el mundo —Rotario, Leones, Logias Masónicas— millones de clubes y sociedades. Estas sociedades y clubes existen sólo para prestar atención a aquéllos que no pueden conseguir atención de otras maneras.

Es difícil convertirse en presidente de un país, es difícil convertirse en jefe de una corporación. Es más fácil convertirse en el presidente de un Club de Leones pues, entonces, un grupo en particular te prestará atención. ¡Eres muy importante haciendo nada! Los Clubes de Leones, los Clubes Rotarios... no hacen nada y aun así sienten que son importantes. Y el presidente cambia constantemente: uno este año y otro al siguiente. Todos consiguen atención. Es un acuerdo mutuo y todo el mundo se siente importante.

Desde que nace, el niño aprende las políticas. Las políticas son: muéstrate desdichado y recibirás compasión, entonces todos serán atentos contigo. Muéstrate enfermo y te volverás importante. Un niño enfermo se vuelve tiránico; toda la familia tiene que seguirlo, cualquier cosa que diga es la norma. Si está contento, nadie lo escucha. Si está saludable, nadie se ocupa de él. Si es perfecto, nadie se muestra atento. Desde que nacemos, comenzamos a elegir la desdicha, la tristeza, el pesimismo, el lado más oscuro de la vida. Eso es una cosa.

Lo segundo que se relaciona con esto es: siempre que estás contento, siempre que estás alegre, siempre que te sientes extático y dichoso, todo el mundo siente celos de ti. La envidia quiere decir que todo el mundo es antagónico, nadie es amistoso; en ese momento, todo el mundo es un enemigo. Así entonces has aprendido a no ser tan extático que todo el mundo se vuelva hostil hacia ti, a no mostrar tu dicha, a no reírte.

Observa a las personas cuando ríen. Se ríen de una manera calculadora. No es una risa que provenga del estómago o de lo más profundo de su ser. Primero te observan, después juzgan... y, entonces, se ríen. Y se ríen hasta cierto punto, hasta el punto que tú tolerarás, hasta el punto en que no será tomado a mal, hasta el punto en que nadie sentirá envidia. Incluso nuestras sonrisas son políticas. La risa ha desaparecido, la felicidad se ha vuelto totalmente desconocida y el ser extático es casi imposible porque es algo que no está permitido. Si eres desdichado, nadie pensará que estás loco. Si estás extático y bailando, todo el mundo pensará que estás loco. El baile es rechazado, el canto no es aceptado. Cuando un hombre es dichoso creemos que algo está mal.

¿Qué tipo de sociedad es ésta? Si alguien se siente desdichado, entonces todo está bien; se ajusta porque toda la sociedad es más o menos desdichada. Él es un miembro, nos pertenece. Si alguien se vuelve extático, pensamos que se ha trastornado, que se ha vuelto loco. No nos pertenece y sentimos envidia y, por esta envidia, lo condenamos. Por la envidia trataremos de hacer que regrese, de cualquier manera, a su estado original. A ese estado original le llamamos normalidad. Los psicoanalistas y los psiquiatras ayudarán a que ese hombre vuelva a la desdicha normal.

En Occidente toda la sociedad se está volviendo contra los psicotrópicos. La ley, el estado, el gobierno, los expertos en leyes, las altas cortes, los legisladores, los sacerdotes, los papas —todo el mundo se está volviendo en contra—. No están realmente en contra de los psicotrópicos, están en contra de que las personas sean extáticas. No están en contra del alcohol, no están en contra de otras cosas como las drogas sino en contra de los psicotrópicos porque los psicotrópicos pueden crear un cambio químico en ti. Y la vieja corteza que la sociedad ha creado a tu alrededor, la reclusión en la desdicha, se puede romper, puede haber una salida. Puedes salir de eso, aunque sea por un momento, y ser extático.

La sociedad no puede permitir el éxtasis. El éxtasis es la más grande revolución.

Lo repito: el éxtasis es la más grande revolución.

Si las personas se vuelven extáticas, toda la sociedad deberá cambiar porque su sociedad está basada en la desdicha. Si las personas son dichosas, no puedes conducirlas hacia la guerra —a Vietnam o a Egipto o a Israel—. No. Alguien que es dichoso sólo reirá y dirá: “¡Esto es una tontería!”

Si las personas son dichosas, no puedes hacer que se obsesionen con el dinero. Ellas no desperdiciarán sus vidas tan sólo acumulando dinero. Les parecerá una locura el hecho de que una persona destruya toda su vida, intercambiando su vida por dinero muerto, muriendo y acumulando dinero —y el dinero estará ahí cuando él muera—. ¡Esto es una absoluta locura! Sin embargo, esta locura no puede ser vista a menos que tú te sientas extático.

Si las personas se sienten extáticas, todo el patrón de esta sociedad tendrá que cambiar. Esta sociedad existe en la desdicha. La desdicha es una excelente inversión para esta sociedad. Entonces educamos a los niños... desde que nacemos nos inclinamos por la desdicha. Por eso es que siempre eligen la desdicha.

Por la mañana hay una opción para todo el mundo. Y no sólo por la mañana, a cada momento se puede elegir entre ser desdichado y ser feliz. Tú siempre eliges ser desdichado porque hay una inversión. Siempre eliges ser desdichado porque se ha convertido en un hábito, en un patrón, porque siempre has hecho eso. Te has vuelto hábil en hacerlo, se ha vuelto una trayectoria. En el momento en que tu mente tiene que elegir, ésta de inmediato viaja hacia la desdicha.

La desdicha parece ir en descenso, el éxtasis parece ir en ascenso. El éxtasis parece difícil de alcanzar, pero no es así. La verdad es todo lo contrario: el éxtasis va en descenso y la desdicha va en ascenso. La desdicha es algo muy difícil de lograr, sin embargo, lo has logrado, has logrado lo imposible porque la desdicha es antinatural. Nadie quiere ser desdichado y todo el mundo es desdichado.

La sociedad ha hecho un excelente trabajo. La educación, la cultura, y las agencias culturales, los padres, los maestros han hecho un excelente trabajo. Han formado criaturas desdichadas a partir de creadores extáticos. Cada niño nace con éxtasis. Cada niño que nace es un dios y todo hombre muere enloquecido.

A menos que os recuperéis, a menos que reclaméis vuestra niñez, no podréis convertiros en las nubes blancas a las que me estoy refiriendo.

Esta será toda su labor, todo el sadhana, cómo recuperar la niñez, cómo reclamarla. Si podéis convertiros en niños nuevamente, entonces no hay desdicha. No quiero decir con esto que para un niño no existan momentos de desdicha pues los hay, pero aun así no hay desdicha. Tratad de comprender esto. Un niño puede volverse desdichado, puede estar triste, inmensamente triste en determinado momento, pero es tan pleno en esa desdicha, está tan unido a esa desdicha, que no existe división alguna. El niño que se separa de la desdicha, no existe. El niño no toma su desdicha como algo aparte, como algo dividido. El niño es la desdicha y la desdicha no es desdicha. Si os volvéis uno con ella, incluso tendrá una belleza propia.

Entonces, observad a un niño —me refiero a un niño no corrompido—. Si está furioso, entonces toda su energía se vuelve furia; nada se ha dejado atrás, no hay nada que lo retenga. Se ha puesto en movimiento y se ha convertido en furia; no hay nadie que manipule y controle esa furia. No existe mente alguna. El niño se ha convertido en la furia, no está enojado, se ha convertido en el enojo. Después, observad la belleza, el florecimiento de la furia. El niño nunca se ve feo, incluso cuando está furioso se ve hermoso. Simplemente aparece más intenso, más vital, más vivo —un volcán próximo a hacer erupción—. Un niño tan pequeño, una energía tan grande, un ser tan atómico con todo el universo por explorar. Y después de esta furia, el niño permanecerá en silencio. Después de esta furia, el niño estará muy tranquilo. Después de esta furia, el niño se relajará. Quizás pensemos que es triste tener esa furia, pero el niño no es desdichado, la ha disfrutado.

Si te vuelves uno con cualquier cosa, te volverás alegre. Si te separas de cualquier cosa, aunque sea de la felicidad, te volverás desdichado.

Así que esta es la clave. El estar separado, como un ego, es la base de toda desdicha; el ser uno, el fluir con cualquier cosa que la vida te ofrezca, el estar en ella tan intensa, tan plenamente que ya no eres, estás perdido, entonces todo es maravilloso. La elección está ahí pero incluso te has vuelto inconsciente de la elección. Has estado eligiendo lo malo tan continuamente, se ha vuelto un hábito tan gastado, que simplemente lo eliges automáticamente. No queda otra opción.

Ponte alerta. Cada momento que elijas ser desdichado, recuerda: esta es tu elección. Incluso esta conciencia servirá de ayuda: el discernimiento de que esta es mi elección y que soy responsable; esto es lo que me estoy haciendo a mí mismo, esta es mi acción. Sentirás de inmediato una diferencia. La calidad de la mente habrá cambiado. Será más fácil que te muevas hacia la felicidad.

Y una vez que sepas que esta es tu elección, entonces todo se habrá convertido en un juego. Entonces, si te gusta ser desdichado, sé desdichado, pero recuerda que esa es tu elección y no te lamentes. Nadie más es responsable de eso. Este es tu drama. Si así te gusta, si te gusta la desdicha, si deseas pasar por la vida siendo desdichado, entonces esta es tu elección, tu juego. Tú lo estás jugando, ¡juégalo bien! Después no vayas y les preguntes a las personas cómo dejar de ser desdichado. Eso es absurdo. No vayas y les preguntes a los maestros y a los líderes cómo ser feliz. Los llamados líderes existen porque eres insensato. Tú mismo creas la desdicha y luego vas y preguntas a otros cómo deshacerla. Y seguirás creando la desdicha porque no estás alerta a lo que haces.

A partir de este preciso momento intenta ser feliz y dichoso.

Te mencionaré una de las leyes más profundas de la vida. Quizás nunca has pensado en ella. La has escuchado —toda la ciencia depende de ella— que la causa y el efecto son la base. Tú creas la causa, y el efecto le sigue. La vida es un vínculo casual. Tú colocas la semilla en la tierra, y ésta germinará. Si la causa está ahí, entonces el árbol le seguirá. El fuego está ahí, colocas tu mano sobre éste y se quemará. La causa está ahí y el efecto le seguirá. Si tomas veneno, morirás. Tú señalas la causa y entonces el efecto le sigue. Esta es una de las leyes científicas más fundamentales: que la causa y el efecto son el vínculo más profundo en todos los procesos de la vida.

La religiosidad conoce una segunda ley que es todavía más profunda que ésta. Sin embargo, la segunda ley que es más pro funda que ésta será absurda si no la conoces y experimentas con ella. La religiosidad dice: provoca el efecto y la causa le seguirá. En términos científicos, esto es totalmente absurdo. La ciencia dice: si la causa está ahí, el efecto le seguirá. La religión dice que lo contrario también es verdad: provocas el efecto y, observarás cómo la causa le sigue.

Surge una circunstancia con la cual te sientes feliz. Un amigo ha venido, un ser amado ha llamado; la causa es una circunstancia: te sientes feliz. El efecto es la felicidad, la llegada del ser amado es la causa. La religiosidad dice: sé feliz y el ser amado vendrá. Provoca el efecto y la causa le seguirá. Y por propia experiencia, la segunda ley es más fundamental que la primera. Lo he estado haciendo y ha estado sucediendo. Sólo sé feliz y el ser amado vendrá. Sólo sé feliz y los amigos estarán ahí. Sólo sé feliz y todo le seguirá.

Jesús dice lo mismo con otras palabras: “Buscad primeramente el reino de Dios y todas estas cosas os serán añadidas”. Sin embargo, el reino de Dios es el final, el efecto. Buscad primeramente el final —el final significa el efecto, el resultado— y la causa le seguirá. Así es como debería ser.

No es sólo que coloquéis una semilla en la tierra y el árbol crezca; más bien dejad que ahí crezca un árbol y habrá millones de semillas. Si a la causa le sigue el efecto, el efecto le seguirá nuevamente la causa. Esta es la cadena. Entonces se convertirá en un círculo, comenzad a partir de cualquier punto, provocad la causa o el efecto. Y os digo que es más fácil provocar el efecto porque el efecto depende totalmente de vosotros; quizás la causa no dependa tanto de vosotros. Si yo digo que sólo puedo ser feliz cuando cierto amigo está presente, entonces la felicidad dependerá de cierto amigo, ya sea que esté o no presente. Si yo digo que no puedo ser feliz hasta que adquiera esta enorme riqueza, entonces la felicidad dependerá de todo el mundo, de la situación económica y de todo. Quizás no suceda y, por lo tanto, no puedo ser feliz.

La causa está fuera de mí, el efecto está dentro de mí. La causa se encuentra en lo que está alrededor, en las circunstancias —la causa está en el exterior—. Yo soy el efecto. Si puedo provocar el efecto, la causa le seguirá. Elegid la felicidad —eso significa que estaréis eligiendo el efecto—, y entonces observad lo que sucede. Elegid el éxtasis, y observad lo que sucede. Elegid ser dichosos y observad lo que sucede. De inmediato toda vuestra vida cambiará y veréis milagros sucediendo a vuestro alrededor, porque ahora vosotros habéis provocado el efecto y las causas tendrán que seguir.

Esto parecerá algo mágico; incluso puedes llamarlo la ley de la magia. La primera es la ley de la ciencia y la segunda es la ley de la magia. La religión es magia y tú puedes ser el mago. Eso es lo que te estoy enseñando: a ser el mago, a conocer el secreto de la magia. Inténtalo. Has estado intentando lo otro toda tu vida —no sólo en esta sino también en muchas otras vidas—. Ahora escúchame. Prueba esta fórmula mágica, este mantra que te doy. Provoca el efecto y observa lo que sucede. De inmediato las causas te rodearán, seguirán. No esperes a las causas; ya has esperado suficiente. Elige la felicidad y serás feliz.

¿Cuál es el problema? ¿Por qué no puedes elegir? ¿Por qué no puedes trabajar en esta ley? Porque tu mente, toda la mente que ha sido aleccionada por el pensamiento científico dice que si no eres feliz e intentas serlo, sólo será una actuación, no será real. Esto es lo que dice el pensamiento científico: que eso no será real, sólo estarás actuando. Sin embargo, no lo sabes. La energía vital tiene sus propias maneras de trabajar. Si puedes actuar totalmente, esto se convertirá en la realidad. Lo único es que el actor no debe estar ahí. Muévete plenamente en ella y entonces no habrá diferencia. Si estás actuando sin entusiasmo, entonces seguirá siendo artificial.

Si te digo: “Baila, canta y sé dichoso”, y tú lo intentas sin entusiasmo tan sólo para ver qué sucede y permaneces fuera y sigues pensando: “Esto es sólo artificial. Lo estoy intentando pero no llega, no es espontáneo”; entonces seguirá siendo una actuación, una pérdida de tiempo.

Si lo intentas, entonces inténtalo con entusiasmo. No ocultes nada, muévete hacia ella, conviértete en la actuación, funde al actor con la actuación y entonces observa lo que sucede. Se convertirá en lo real y, entonces, sentirás que es espontáneo. Tú no has hecho nada; entonces sabrás que ha sucedido. Pero a menos que seas total, esto no podrá suceder. Provoca el efecto, entra en él por completo, ve y observa los resultados.

Puedo haceros reyes sin reino, sólo debéis actuar como reyes y actuar de manera tan total, que ante vosotros aparecerá un verdadero rey como si sólo estuviera actuando. Y cuando toda la energía se haya introducido en la actuación, ¡se habrá convertido en la realidad! La energía hace real cualquier cosa. Si vosotros esperáis por los reinos, éstos nunca vendrán. Aun para un Napoleón, para un Alejandro, que tenían grandes reinos, éstos nunca llegaron. Siguieron siendo desdichados porque nunca lograron comprender la segunda y más fundamental ley de la vida. Alejandro estaba tratando de crear un reino más grande y, entonces, no le quedó tiempo para ser rey. Murió antes de que el reino se completara.

Esto le ha sucedido a muchos. El reino nunca podrá ser completado. El mundo es infinito, tu reino seguramente seguirá siendo parcial. Con un reino parcial, ¿cómo puedes ser un rey absoluto? Tu reino seguramente estará limitado, y con un reino limitado, ¿cómo puedes ser el emperador? Es imposible. Sin embargo, tú puedes ser el emperador. Tan solo provoca el efecto.

Swami Ram, uno de los místicos del siglo XX, viajó a América. Se llamaba a sí mismo Badshah Ram —Emperador Ram— ¡y era un pordiosero! Alguien le dijo: “Eres sólo un pordiosero, sin embargo, sigues llamándote a ti mismo el emperador”.

Entonces Ram dijo: “No mires mis pertenencias, mírame a mí”.

Y tenía razón, porque si miras las pertenencias, entonces todo el mundo es un pordiosero, incluso un emperador. Puede ser un pordiosero mayor, eso es todo. Cuando Ram dijo, “¡Mírame!”, en ese momento Ram era el emperador. Si observabas bien, el emperador estaba ahí.

Provoca el efecto, conviértete en el emperador, sé un mago a partir de este preciso momento porque no hay necesidad de esperar. Uno debe esperar en caso de que el reino llegue primero. Si la causa ha de ser provocada primero, entonces uno debe esperar, esperar, esperar y posponer. No hay necesidad de esperar a provocar el efecto. Puedes ser el emperador a partir de este preciso momento.

Cuando digo: “¡Sé! Sólo sé el emperador y observa”, el reino le sigue. Yo lo he sabido por experiencia propia. No te estoy hablando de una teoría o de una doctrina. Sé feliz y en la cúspide de la felicidad, verás que el mundo está feliz contigo.

Hay un viejo proverbio que dice: “Solloza y sollozarás solo; ríe y el mundo reirá contigo”. Incluso los árboles, las rocas, la arena, las nubes... si puedes provocar el efecto y ser extático, todos bailarán contigo. Entonces toda la existencia se convertirá en un baile, en una celebración. Pero depende de ti, si puedes provocar el efecto. Y te digo que tú puedes provocarlo. Es la cosa más fácil posible. Parece algo difícil porque aún no lo has intentado. ¡Inténtalo!

ESCUCHAMOS LO QUE DICES, PERO NOSOTROS EN OCCIDENTE CONSERVAMOS LA INFORMACIÓN EN NUESTRA CABEZA. ¿CÓMO PODEMOS SALIR DE NUESTRA CABEZA? ¿QUÉ MÉTODOS PODEMOS USAR Y ACASO LA FUERZA DE VOLUNTAD PUEDE AYUDARNOS?

No, la fuerza de voluntad no te ayudará. La fuerza de voluntad no es ningún poder porque la voluntad depende del ego —un diminuto fenómeno que no puede crear poder—. Si no tienes voluntad, entonces eres poderoso porque entonces eres uno con el todo.

En el fondo, la fuerza de voluntad es una especie de impotencia. Al ocultar el hecho de que somos impotentes, creamos la voluntad. Creamos lo opuesto para engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Las personas que se sienten estúpidas, intentan mostrar que son sabias. Constantemente están conscientes de que son estúpidas, así que hacen todo lo posible por parecer sabias. Las personas que son feas o que se sienten feas, siempre tratan de embellecerse, incluso una belleza pintada, sólo un rostro, una máscara. Las personas que son débiles siempre tratan de parecer fuertes. Se crea lo opuesto; esa es la única manera de ocultar la realidad interior. Un Hitler es una criatura débil, por eso es que crea tanta fuerza de voluntad a su alrededor, sólo para ocultar el hecho. Una persona que es realmente fuerte, no será consciente de que lo es. La fortaleza fluirá, estará ahí, pero ni siquiera estará consciente de ella.

Lao Tsé dice: “Un hombre de verdadera virtud nunca sabe que es virtuoso. Un hombre que es realmente íntegro nunca está consciente de que es íntegro. Pero un hombre que está consciente de que es íntegro, tiene la inmoralidad escondida en lo más profundo”. Un hombre que piensa que es bondadoso, santo y sabio, es un pecador, ¡y lo sabe! Y sólo para ocultar el hecho, crea lo opuesto.

La fuerza de voluntad no es en realidad un poder sino una debilidad. Un hombre realmente poderoso, carece de voluntad propia, el todo es su voluntad. Flota como una nube blanca, es uno con la existencia y está a tono con ella. Tu fuerza de voluntad siempre creará conflicto. Te apartará, te convertirá en una isla y, entonces, la batalla comenzará.

Una persona que carece de voluntad será degollada de manera natural. Y recuerda que no puedes salir de tu cabeza. Puedes cortarla —y eso es más fácil—. Salir de ella es casi imposible porque, incluso este concepto de salir forma parte de ella. La cabeza es un lío, es un caos. Piensas y también piensas en estar en contra del pensamiento. El pensamiento que está en contra del pensar también es pensar. No te mueves fuera de él. Puedes condenar tus pensamientos pero, de nuevo, esta condenación es un pensamiento. Nada se ha logrado, te estás moviendo en un círculo vicioso. Puedes seguir en movimiento pero no saldrás del círculo.

¿Qué se debe hacer entonces? ¿Cómo salir de la cabeza? Sólo una cosa es posible: no provoques ninguna batalla en tu interior y no hagas el esfuerzo por salir porque, con cada esfuerzo, te derrotarás a ti mismo. ¿Qué se puede hacer entonces? Simplemente observa. Mantente dentro y observa. No intentes salir, mantente dentro y observa.

Si eres capaz de observar, en esos momentos de vigilia no habrá una cabeza. De pronto, estarás más allá de ella. No fuera, más allá. De pronto, estarás suspendido más allá de ti mismo.

Existe una historia Zen, muy absurda, como lo son todas las historias Zen. Pero deben ser absurdas porque la vida es así; retratan la vida como es.

Un maestro Zen solía preguntarles a sus discípulos: “Hace tiempo coloqué un ganso dentro de una botella. Ahora el ganso ha crecido y el cuello de la botella es demasiado pequeño para que pueda salir de ella. La botella es muy preciada y no quiero romperla, así que ahora hay un problema. Si el ganso no puede salir, morirá. Puedo romper la botella y el ganso saldrá, pero no quiero romper la botella —la botella es muy preciada—. Tampoco quiero matar al ganso. ¿Qué haríais vosotros?”

¡Este es el problema! El ganso está en la cabeza y el cuello es demasiado angosto. Puedes romper la cabeza, pero es muy preciada. O puedes dejar morir al ganso, sin embargo eso tampoco se puede permitir, porque tú eres el ganso.

El viejo maestro Zen siguió preguntando, golpeando y diciendo a sus discípulos: “¡Encontrad una manera... porque ya no hay tiempo!”

Sólo una vez permitió una respuesta, cuando uno de los discípulos dijo: “¡El ganso está fuera!”

Se intentó dar muchas respuestas, pero él siempre golpeaba a la persona y decía que no. Alguien sugirió hacer algo con la botella, pero nuevamente el maestro decía: “La botella se romperá o algo saldrá mal y eso no se puede permitir”.

O alguien decía: “Si la botella es tan preciada, entonces dejemos morir al ganso”.

Esas eran las únicas dos maneras; no había otra. Y el maestro no les daría otra pista.

Pero ante este discípulo, hizo una reverencia tocando sus pies y dijo: “Él tiene razón, ¡el ganso está afuera! Nunca ha estado adentro”.

¡Estáis afuera! Nunca habéis estado adentro. La sensación de estar dentro es sólo un falso concepto.

Así que no existe un verdadero problema sobre cómo sacaros de vuestra cabeza. Simplemente observad. Cuando observas, ¿qué sucede? Tan sólo cerrad vuestros ojos y observas los pensamientos. ¿Qué sucede? Los pensamientos están ahí, adentro, pero vosotros no estáis adentro. El observador siempre está más allá. El observador siempre se encuentra de pie en la colina. Todo gira y gira y el observador está más allá.

El observador nunca puede estar dentro, nunca puede ser el que está dentro, siempre está afuera. Observar quiere decir estar afuera. Podéis llamarlo testimonio, conciencia, atención o cualquier otra cosa, pero el secreto es ¡observar! Siempre que penséis que la cabeza es demasiado, simplemente sentaos bajo un árbol y observad, mas no intentéis salir. ¿Quién saldrá? Nadie ha estado adentro. Todo el esfuerzo es inútil porque si nunca habéis estado adentro, entonces ¿cómo podéis salir? Podéis seguirlo intentando y estar involucrados, podéis enfureceros pero nunca estaréis afuera.

Una vez que sepáis que, en un momento de vigilia, os encontráis más allá, trascendiendo, entonces estaréis afuera. Y a partir de ese momento, no tendréis cabeza. La cabeza pertenece al cuerpo, no a vosotros. La cabeza es parte del cuerpo, le pertenece al cuerpo, tiene una función en el cuerpo; es hermosa, es buena. La botella es algo valioso y, si conocéis su manera, sus secretos, ésta se puede utilizar.

Al hablaros, ¿qué estoy haciendo? Utilizar la botella. Cuando Buda predica, ¿qué está haciendo? Utilizar la botella. La botella es realmente algo valioso, algo que vale la pena conservar. Sin embargo, esta no es la manera de conservarla, entrar y verse atrapado en su interior y después esforzarse por salir. Toda la vida se convierte en un caos.

Una vez que sabéis que al observar estáis afuera, os quedaréis sin cabeza. Entonces os movéis en esta tierra sin cabeza alguna. ¡Qué hermoso fenómeno, un hombre que se mueve sin cabeza! A eso me refiero cuando digo que os convirtáis en una nube blanca —en un fenómeno acéfalo—. Ni siquiera podéis imaginaros el silencio que puede descender sobre vosotros cuando la cabeza no está ahí. Vuestra cabeza física estará ahí pero la intrincación, la obsesión, no lo estará. La cabeza no es un problema. Es hermosa, es un elemento maravilloso, el ordenador más extraordinario que jamás se haya inventado, es un mecanismo muy complejo y eficiente. Es hermosa. Puede ser utilizada y podéis disfrutar de ello. ¿Pero de dónde habéis sacado la idea de que estáis dentro de ella? Eso parece ser sólo una falsa enseñanza.

Quizás no sepáis que en el Japón antiguo o que incluso si preguntáis a los ancianos del Japón: “¿Desde dónde pensáis?”, ellos señalarán a su estómago porque en el Japón se ha enseñado que el estómago es el centro del pensamiento. Así que cuando los primeros europeos llegaron al Japón, no podían creer que todo un país pensara que la cabeza se encuentra en el estómago y no en la cabeza. El decir que estás en la cabeza es una actitud occidental. Antiguamente, en el Japón realmente funcionaba el pensar con el estómago pero ahora están cambiando desde el estómago a la cabeza. Lao Tsé dice que se piensa con las plantas de los pies. Por lo tanto, existen algunas técnicas en el yoga taoísta para salir de la planta de vuestros pies, porque ahí el pensamiento prosigue. ¿Cuál es la realidad? La realidad es que vosotros estáis más allá. Sin embargo, podéis aferraros a cualquier parte del cuerpo: la cabeza es una obsesión occidental, el estómago era una obsesión oriental.

Debéis haber escuchado algo sobre D.H. Lawrence. Él decía que uno piensa desde la base del sexo, que ese es el verdadero centro del pensamiento, ningún otro lugar. Y que todos son iguales —igualmente equivocados o igualmente en lo cierto—. No hay nada qué elegir porque el testigo está más allá. Todo se encuentra alrededor del cuerpo y más allá del cuerpo. Podéis sujetaros a cualquier parte del cuerpo y comenzar a pensar que ésta es la parte. No existe la necesidad de salir porque nunca habéis estado adentro. El ganso está afuera, ¡ya está afuera!

Observa... y al observar recuerda que, no debes emitir juicios. Si juzgas, habrás perdido la observación. Al observar, no hagas una evaluación. Si haces una evaluación, habrás perdido la observación. Al observar, no hagas comentarios. Si haces comentarios, no habrás comprendido. Al observar, simplemente observa... un río que corre, la corriente de conciencia que fluye, los pensamientos atómicos flotando como burbujas y tú, sentado en la orilla, observando. La corriente fluye constantemente. No dices que esto sea bueno o que sea malo y tampoco dices que esto no debía haber sucedido, pero tampoco dices que debía haber sucedido. No dices una sola palabra, simplemente observas. No se te pide hacer comentarios. No eres un juez, eres sólo un observador.

Entonces observad lo que sucede. Al observar el río, de pronto os encontraréis más allá... y el ganso estará afuera. Una vez que estéis conscientes de que estáis afuera, podréis permanecer afuera. Y entonces, podréis moverte sobre esta tierra sin una cabeza.

Esta es entonces la manera de cortar la cabeza. Todo el mundo está interesado en cortar las cabezas de los demás, eso no servirá de ayuda. Ya habéis hecho eso demasiadas veces. Cortad vuestras propias cabezas. No tener cabeza es estar en profunda meditación.

Suficiente por hoy.

Mi camino: El camino de las nubes blancas

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