Читать книгу No soy nada sin tu amor - Patricia Faur - Страница 14

EL INTENTO DE RESCATAR,
SALVAR O CAMBIAR A QUIEN SE AMA

Оглавление

No sabía vivir sin involucrarme con hombres que me necesitaran. Cuanto más desvalidos, infantiles y problemáticos eran, más atraída me sentía. Iba contra toda lógica, pero despertaban en mí una ternura y una obsesión difíciles de explicar. Quería ser su “hada madrina”, su protectora, quería darles la felicidad que nunca habían tenido. Era genuino, no lo hacía especulando con que me quisieran. Más tarde, mucho más tarde, después de haberme estrellado una y mil veces, comprendí cuál era la verdadera motivación de esa búsqueda. Hubiera querido hacer feliz a mi padre para que él pudiera cuidarme. Ni él fue feliz, ni me cuidó y yo tampoco logré hacerlo con los hombres que pasaron por mi vida.

Los familiares de personas adictas a sustancias (alcohol o drogas) fueron un buen comienzo para entender este modelo de funcionamiento.

La persona alcohólica bebía para tapar un viejo dolor y el familiar intentaba rescatarla por la misma causa. Ambos estaban unidos en la desesperación de haber tenido historias que los dejaban desgarrados, con un sentimiento de vacío en sus vidas. Para el familiar, la recuperación de su ser querido se convertía en su trabajo. Era su deber controlarlo para que no tomara, no se enojara, no se juntara con las malas compañías, no lo despidieran del trabajo, no quedara en ridículo en las reuniones sociales y no tuviera problemas hepáticos. En fin, una agenda inagotable y fracasada: sus intentos de control solo tenían un éxito efímero y luego provocaban la ira de la persona controlada.

En palabras de la persona controladora podría expresarse así: “Te controlo, me ocupo de ti todo el día, te persigo para ver si haces las cosas bien, me entero de que no las hiciste, me enojo, siento que perdí tiempo, energía y dinero inútilmente y que, además, no obtengo reconocimiento. Entonces me pongo en el lugar de víctima, de donde me rescatas pidiendo perdón y todo el ciclo recomienza”.

Este ciclo, que hace más de 40 años el doctor Stephen Karpman definió como triángulo dramático, se aplica a todas las relaciones de codependencia.


Los roles se van alternando en los distintos vértices. Cuando la persona codependiente se pone en el lugar de rescatadora intenta hacerse responsable del problema del otro. Es un lugar complejo ya que desde el punto de vista social se lo considera virtuoso. No obstante, no es el altruismo lo que la mueve a la salvación del otro, sino sus propias carencias afectivas. Su necesidad de ser imprescindible, necesaria, amada y reconocida la lleva erróneamente a creer que los demás estarán agradecidos por el rescate.

Nada más alejado de la realidad. Porque la persona rescatadora intenta salvar a quien no quiere ser salvado y a quien no ha pedido ayuda. Y, en todo caso, si ha pedido ayuda, esta no es la adecuada.

Todos sabemos que los problemas solo se resuelven cuando podemos ponernos al frente de ellos y hacernos cargo. Asumir la responsabilidad por lo que a uno le ocurre es fundamental para encarar un proceso de recuperación. Muchas personas viven poniendo fuera la responsabilidad de lo que les pasa:

Si en mi casa no compraran cosas ricas, yo podría hacer dieta.

¿Cómo voy a organizarme con los gastos, si todo el tiempo me están pidiendo dinero?

No quiere tener una relación comprometida conmigo, pero me sigue llamando. Si no me llamara más, yo podría terminar la relación.

No puedo aguantar este trabajo, los demás me hacen la vida imposible.

Lo cierto es que las cosas empiezan a funcionar cuando nadie viene al rescate. Solo cuando dejamos de quejarnos, comienzan a mejorar. Los alcohólicos lo comprenden con claridad: saben que es preciso tocar fondo para encontrarse con las consecuencias de su enfermedad y pedir ayuda por sí mismos.

Los rescates no dan resultado ni para la persona que rescata ni para la que es rescatada. Ambas se frustran, se enojan y se victimizan. Las únicas acciones sostenidas para recuperarse de un problema emocional son las que cada una lleva a cabo por sí misma.

Yo quería cambiarlo para que me quisiera, para que se quedara conmigo. Pensé que si era buena con él, si le daba lo que necesitaba y no le traía problemas, con el tiempo llegaría a amarme. No fue así. Me engañó con mi mejor amiga. Yo sabía desde un principio que era un hombre sin escrúpulos, porque lo conocía de antes y no ignoraba su historia. Sin embargo, una fuerza poderosa me llevaba a negar esas señales y a creerle cuando me pedía que “lo ayudara a quererme”. Ahora me doy cuenta de que no se puede ayudar a amar y a sostener una pareja. Esa es una convicción íntima que cada uno debe tener. Ahora estoy tratando de “ayudarme a quererme”.

Quien rescata pasa rápidamente al rol de perseguidor o controlador. Es casi una consecuencia natural. Si invierte tanto tiempo y energía en el rescate ajeno, debe comprobar que el otro está haciendo lo que corresponde. Y cuando el otro no lo hace, lo siente como una traición.

Le dediqué mi vida. Dejé todo por ella. Cuando la conocí ella no tenía dinero y era una mujer de vida promiscua. Yo le di estructura, la llené de regalos, la mimé, vivía para ella. Me levantaba pensando en cómo complacerla. Y ella parecía estar siempre insatisfecha. Me engañaba con otros hombres y yo la perdonaba porque entendía que era como una niña caprichosa. Hasta que empecé a controlarla obsesivamente. Me ponía celoso, la ahogaba, la llamaba treinta veces por día. ¿Por qué se quedaba conmigo? ¿Para hacerme sufrir? Nunca más quiero volver a amar a una mujer.

El último vértice del triángulo es el de la víctima. Es difícil salir de los lugares victimizados porque realmente queda una sensación de “estafa”. Sin embargo, cuando pensamos en la dinámica de estas relaciones, vemos que tienen que ver con un aprendizaje vincular equivocado y con creencias en relación a uno mismo y a los otros que llevan al sufrimiento.

Se supone que si alguien tiene un problema necesita ayuda. Esto no es tan obvio. La persona que tiene un problema necesita ser consciente de esa dificultad, hacerse responsable y pedir ayuda. De lo contrario, cualquier intento externo fracasa.

Yo veía que Oscar había tenido relaciones ocasionales desde su separación. No es que no lo veía. Pero pensaba que él necesitaba contención, que se escapaba porque había sufrido mucho, que era muy fóbico, que le costaba comunicarse. Quizás todo eso fuera cierto, no lo sé, pero la verdad es que la única interesada en que él cambiara era yo. Él jamás pidió ayuda, decía que estaba bien como estaba, que disfrutaba de su libertad. No quería creerle porque era yo quien, en realidad, lo necesitaba y me causaba dolor darme cuenta de que él no era la persona adecuada.

No soy nada sin tu amor

Подняться наверх