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INTRODUCCIÓN

AL ESCUCHAR LA PREDICACIÓN de vuestros sacerdotes, os bastan ciertamente algunas semanas o algunos meses para saber los temas que regularmente se repetirán en sus homilías. Así podéis aprender a conocerles mejor. Es verdad que a la mayoría no les gusta hablar de sí mismos. Saben que son enviados para anunciar a Otro, para servir a alguien mayor que ellos. Pero por poco que un sacerdote hable con su corazón, sus homilías dicen también algo de él, de su espiritualidad, de sus convicciones, de su forma de creer, de esperar y de amar. Revelan su corazón de hombre y de sacerdote. Eso es en el fondo lo que él puede transmitiros de sí mismo: cómo el Evangelio y los sacramentos han podido modelar su alma, lo que él ha comprendido de Jesús caminando en su seguimiento, lo que le queda como convicciones de estos años de acompañamiento, de apostolado, de misión.

He querido escribir este libro planteándome esta cuestión, que se puede presentar en toda edad, y no solamente al atardecer de la vida: ¿cuáles serían las diez orientaciones que me gustaría transmitir hoy, después de haber recibido tantas otras? Los que me conocen bien reconocerán intuiciones que vuelven con frecuencia en mis homilías o en nuestras conversaciones. Pero es un ejercicio interesante para que lo hagamos todos nosotros. ¿Cuáles son las convicciones que fundamentan nuestros compromisos y nuestra forma de creer? ¿Qué es lo esencial que desearíamos transmitir a los que nos están confiados? ¿Qué es lo que nos importa de verdad, eso a lo que estamos dispuestos a comprometernos y proclamarlo, lo que mantendríamos hasta el final…? No es siempre evidente poner en palabras lo de arriba. Por eso es preciso tomarnos el tiempo necesario para hacerlo, para ofrecer a los que queremos o servimos estas orientaciones que nos han hecho crecer y les harán avanzar. Esta labor de transmisión es una misión, también para la cultura, la historia, los valores que nos han forjado, así como para la fe y la vida espiritual.

Estas líneas por tanto se han escrito con el corazón. Sin ser un gran teólogo, ni un especialista en la vida mística, ni un sabio —¡no hay aquí 36 000 citas!—, sin tener un espíritu especulativo… he escrito tal como predico, es decir, tratando de no olvidar nunca que somos la religión de la encarnación. Un libro espiritual puede también ser concreto, sencillo y encarnado. He querido encontrar a cada uno en lo que vive, y ofrecer a todos con qué iluminar el camino concreto de la fe.

Este libro no se lee necesariamente de un tirón, cada meditación es independiente. Se puede leer poco a poco, en el orden que se desee. Quiere ser accesible a todas las generaciones, incluidos los más jóvenes que estén construyendo su relación personal con Dios, con la generosidad y las preguntas de su edad. El tono es franco y quiere dar ánimos.

Este ejercicio me ha permitido profundizar en lo que debo a tantas personas que me han ayudado, a veces incluso sin saberlo. Esos a los que admiro sin saber a veces cómo decírselo. Los que me animan con su confianza y su ejemplo, sin advertirlo, mayores o jóvenes. Un sacerdote se siente impulsado a menudo a dar lo mejor de sí mismo por quienes le son confiados. Discernir y escoger lo más valioso, para transmitirlo mejor, es un modo de manifestarles mi gratitud.

Aquí van, pues, diez orientaciones para animaros, las diez convicciones que os propongo.

Esto es lo que me interesa predicar, de lo que me gustaría convenceros y que tanto me alegra compartir con vosotros.

¡Buena lectura! Y rezad por mí, por favor…

Cómo estar preparado

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