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¿Qué son los estresores?

Los acontecimientos, circunstancias o presiones que provocan estrés reciben el nombre de «estresores» y comprenden una amplia gama de situaciones que van desde la del puro peligro físico hasta los nervios por la presentación de un proyecto en el ámbito laboral o el desgaste de pasarse un curso entero estudiando una asignatura que es un hueso. En principio, cualquier cosa que implique elevadas demandas o que obligue a una adaptación puede ser estresante. Esto incluye también acontecimientos positivos como casarse, comprar una casa, asistir a clase o recibir un ascenso.

FACTORES QUE GENERAN ESTRÉS

Los factores que generan estrés pueden ser muy diversos, pero los más habituales se pueden clasificar en tres grupos:

• Estrés de supervivencia. Es lo que se denomina respuesta de lucha o huida, y ya se ha tratado en el anterior capítulo. Es una reacción habitual ante el peligro, y se da tanto en humanos como en animales. Cuando uno tiene miedo de que algo o alguien le hiera físicamente, el organismo responde de manera natural con un estallido de energía que le otorga una mayor capacidad para sobrevivir a la situación peligrosa —lucha— o escapar de ella —huida.

ESTRESORES EXTERNOS E INTERNOS

El estrés puede tener su origen en circunstancias que resultan muy diversas. Algunas son inevitables y aparecen en la vida sin que se haya hecho nada para crearlas, pero otras las genera la propia persona.

Identificar la naturaleza de lo que nos está causando estrés es el primer paso que hay que dar para saber cómo gestionarlo mejor.

Externos

Entre los estresores externos se pueden citar tanto las condiciones físicas adversas como los entornos psicológicos. A continuación se enumeran algunos:

• El frío o el calor ambiental

• Grandes cambios en la vida

• El trabajo, cuando se realiza a disgusto

• Problemas de relación con el entorno: compañeros, vecinos, etcétera

• Dificultades económicas

• Estar siempre demasiado ocupado

• La crianza de los hijos

• Enfermedad de algún miembro de la familia

Internos

¿Quién no se ha obsesionado alguna vez por cosas respecto a las que no puede hacer nada o preocuparse sin razón? Se trata del estrés interno y es uno de los más importantes a la hora de entenderlo y gestionarlo. La persona se estresa ella misma y esto sucede a menudo cuando se preocupa por cosas sobre las que no tiene ningún control o se pone en situaciones que sabe que le provocarán estrés. Hay personas que son adictas a un tipo de vida apresurado y tenso. Incluso buscan situaciones estresantes o sienten estrés ante situaciones cotidianas.

Los factores internos puede ser físicos —infecciones, inflamaciones y otras dolencias— o psicológicos —como una intensa preocupación sobre un acontecimiento perjudicial que puede llegar a acaecer o no.

Los factores psicológicos internos que generan estrés son raros o inexistentes en la mayoría de animales, pero muy frecuentes en los humanos. He aquí algunos de ellos:

• Incapacidad para aceptar la incertidumbre

• Expectativas poco realistas

• Diálogo interno negativo

• Pesimismo

• Falta de convicción

• Perfeccionismo

• Estrés ambiental. Es una respuesta a determinados elementos que rodean a la persona y que le causan estrés: va desde por ejemplo el ruido de la calle o de los vecinos, el aire acondicionado, las multitudes, etc., hasta la presión laboral o familiar. Identificar estos estresores ambientales y aprender a evitarlos o a sobrellevarlos ayudará a rebajar el nivel de estrés.

• Fatiga y sobreesfuerzo. Supone un proceso de acumulación durante mucho tiempo y puede tener un gran coste para el organismo, como se ha mostrado en el primer capítulo. Puede deberse a trabajar demasiado o con excesiva intensidad en el ámbito profesional, la escuela o el hogar, o a desconocer cómo gestionar bien el tiempo o crear momentos para el descanso y la relajación. Es uno de los tipos de estrés más difíciles de evitar porque muchas personas tienen la sensación de que escapa a su control.

PERSONAS MÁS VULNERABLES AL ESTRÉS

Hay estudios que indican que algunos grupos de población son más vulnerables que otros a los efectos del estrés. Son los que se citan a continuación:

• Ancianos. A medida que las personas envejecen es más difícil que alcancen una respuesta de relajación tras un acontecimiento estresante. El envejecimiento puede que desgaste los mecanismos que hay en el cerebro para responder al estrés, de modo que se vuelven ineficaces. Las personas mayores, además, muy a menudo están expuestas a grandes estresores como son los problemas de salud, la pérdida del cónyuge o de sus mejores amigos, cambios en la situación de su vida o preocupaciones económicas. De todos modos, nadie es inmune al estrés, e incluso puede llegar a pasar inadvertido tanto en los muy jóvenes como en los mayores.

• Niños. A menudo los niños son víctimas frecuentes del estrés debido a que son incapaces de comunicar sus sentimientos de manera precisa. También tienen problemas para verbalizar su respuesta a acontecimientos sobre los que no tienen control. Algunos síntomas físicos, en especial el dolor abdominal repetitivo de causa desconocida, pueden ser indicadores de estrés en un niño. Por otra parte, el estilo de vida actual con horarios escolares sobrecargados y sin pausa hace que los niños experimenten estrés y, algunos, incluso ansiedad.

• Madres trabajadoras. En Estados Unidos y en Europa se ha constatado que las madres que trabajan, independientemente de si tienen pareja o no, se enfrentan a mayores niveles de estrés porque suelen llevar una carga de trabajo mayor que los hombres o que las mujeres trabajadoras sin hijos.

• Personas viudas o divorciadas. La pérdida de la pareja, sea por muerte o separación, es un estresor potente que afectará más o menos en función de las circunstancias y de la personalidad de quien lo sufre.

• Personas que pasen por estrecheces económicas. En especial parados de larga duración sin cobertura social.

• Personas aisladas o solitarias. Se ha comprobado que este colectivo suelen sufrir depresión en un alto porcentaje, lo que conduce a una merma de la calidad de vida y longevidad.

• Personas que son blanco de discriminación racial o sexual. La violencia racial o de género es un importante factor estresante que condiciona la vida de las personas que la sufren.

• Personas que habitan en grandes ciudades. Viven bajo la influencia de múltiples estresores ambientales: polución, ruido, radiaciones…

• Personas sometidas a alto estrés laboral. El estrés relacionado con el trabajo es una amenaza tan grande para la salud como fumar o el sedentarismo. Este puede venir tanto de exigencias extremas en el rendimiento como de sueldos que no están a la altura de las responsabilidades, desidia por parte de los empleadores en la resolución de problemas o falta de seguridad en el entorno laboral.

• Cuidadores. Los cuidadores de familiares con una minusvalía física o mental corren el riesgo de padecer estrés crónico. Un estudio señala que la tasa de mortalidad es un 60% más alta en los cuidadores que están bajo un estrés constante, siendo las mujeres más susceptibles que los hombres.

• Perfeccionistas. A menudo se piensa que un perfeccionista es una persona que es perfecta en algo o que siempre busca hacer las cosas lo mejor posible, pero eso no siempre es así.

Los perfeccionistas se caracterizan por:

––Poner el listón muy alto tanto respecto a sí mismos como a los demás.

––No estar casi nunca satisfechos de lo que han realizado.

––Sentirse frustrados cuando no consiguen alcanzar sus objetivos.

––Culparse a sí mismos cuando las cosas van mal, incluso cuando no estén directamente implicados en ellas.

––Proponerse metas que saben que son casi imposibles de alcanzar.

––Ser poco resolutivos. Los perfeccionistas temen ser incapaces de finalizar su empeño a la perfección, de modo que intentan aplazar el final tanto como sea posible.

––Curiosamente, existe un mayor porcentaje de perfeccionistas entre las personas con estudios superiores.

• Personas que han sufrido una tragedia o una agresión. Algunas situaciones estresantes pueden ser tan extremas que exijan una atención y un tratamiento especiales. Es el caso del trastorno de estrés postraumático, una reacción muy intensa que surge en personas que han vivido un acontecimiento muy impactante como puede ser un accidente grave, una guerra, un desastre natural, un secuestro o una violación.

LA PERCEPCIÓN PERSONAL

Lo que provoca estrés depende, al menos en parte, de la percepción que uno tiene de los estresores. Algo que para una persona es estresante puede que a otra ni la inmute, incluso hasta lo disfrute. Por ejemplo, el desplazamiento matinal al trabajo puede crear ansiedad y tensión, ya que debido al denso tráfico quizá se llegue tarde. Pero hay quien encuentra el viaje relajante porque sale con tiempo de sobra y disfruta oyendo música mientras hace caravana.

Los mecanismos cognitivos y afectivos son los más importantes para que se ponga en marcha o no la respuesta al estrés. Las cogniciones son aquellas ideas o prejuicios que se tienen delante de la posibilidad de poder o no poder afrontar una situación determinada. Van asociadas a respuestas emotivas, que son aquellos sentimientos que adherimos a una situación y pueden ir desde la angustia o el miedo hasta la ilusión o la alegría. La propia interpretación de los hechos es lo que hace que estos se conviertan en estresores y, en consecuencia, produzcan la respuesta de estrés.

Por último, hay que tener también en cuenta que existen rasgos de personalidad, factores genéticos, experiencias de la infancia y ciertas enfermedades que inciden sobre los sistemas biológicos de reacción al estrés y hacen que algunas personas presenten unos sistemas de relajación menos eficientes.

Remedios naturales para el estrés y la fatiga

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