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2 Aparición

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Trenzar y tejer rosas del cielo para la vida terrestre



¿Cómo fue eso aquel día? ¿Hace dos semanas?

En la última clase del viernes tuvimos matemáticas, yo no conseguí concentrarme, el Sr. Goldstein hizo todos los esfuerzos para mostrar milagros produciendo cualquier parábola con tizas coloridas en los dos paneles laterales de la pizarra y después en el panel del medio, vi los dibujos sólo difusos pero a través del velo de los dibujos emergió repetidamente el segundo banco a mi izquierda, el medio-perfil de Gavril tomó cada vez más contornos delante de la pared de las parábolas, vi de mi perspectiva medio-derecha sus dorados largos rizos rubios, sus labios ligeramente carnosos, sus ojos de color esmeralda que siempre parecían tener un rasgo picaresco.

Estos ojos, estos ojos de repente me miraban, y pensé que me habrían grabado de arriba para abajo. Un ligero pálpito entró en mi cuerpo, pero se extendió pesado y bastante notable en mis muslos que inmediatamente comenzaron a vibrar vehementemente. Lápiz y triángulo geométrico que estaban yacidas en mi falda cayeron juntos, y cuando Gavril los recogió rápidamente, poniéndolos de nuevo lentamente y con cuidado encima de mi seno, acariciándome con sus ojos, me hubiera gustado cantar en voz alta la canción favorita de mi padre que él tocaba todos los días: When I look into your eyes I see the ocean in the shore… and everything around me dies when I look into your eyesi...

Y eso ya era, eso con las figuras matemáticas en la pizarra, y mi corazón estaba latiendo en la puerta de mis grandes sentimientos. Ya en la clase de alemán, con papeles distribuidos, Gavril me había recitado esta frase de Werther en mis mejillas enrojecidas: Yo conocí alguien que se acercó a mi corazón. ¡Un ángel! Basta, ella conquistó todos mis sentidos ... Claro que no era ella, sino él, y él es el ángel: Gavril!

Pues él era la pasión de todas las chicas, pero no sólo en mi clase del bachillerato, también las chicas más jóvenes lo rodeaban en cada recreo con cualquier pretexto, en general mediante una conexión de parentesco o círculo de amigos.

Con estas impresiones y frases oscuras de Goldstein en mi subconsciente casi ignoré el gong del fin del colegio, enredada, metí libros, cuadernos, utensilios en mi mochila de cuero sintético roja y tropecé a través de la puerta de la clase, incapaz de girarme de nuevo por el pelo rubio largo, por los ojos azules y los labios carnosos de Gavril. Tal vez me consideró boba, porque yo ni siquiera podía dejar mis cosas tranquilamente encima de las piernas sin que ellas cedieran a una presión no perceptible. Bueno, bueno, fuera de esta escena, para el fin de semana, entonces todo probablemente debería ser muy diferente.

Acabé de bajar las escaleras del colegio, aún medio confusa, todavía la clase de matemáticas en la cabeza y, por supuesto, no había entendido cómo yo jamás podría reflejar una parábola, y, claro, incluso no comprendiendo cual aparición de Gavril se escondía dentro de mí, allí vi a Elsbet sentada en el penúltimo peldaño. Ella llevó otra vez su irresistible vestido de lino azul celeste cruzando las piernas y dejando batir sus zapatillas amarillas contra los talones.

Elsbet, mi prima diez años mayor, aparentemente, ya había terminado su trabajo en el Kindergarten y los padres habían llevado a sus pequeños para el fin de semana. Yo estaba totalmente sorprendida que ella fuera a buscarme, lo que no acontecía muy a menudo. Dejó deslizar sus dedos dentro de las zapatillas, se levantó rápidamente, saltó hacia mí, me abrazó, me presionó contra sus pechos grandes, me dio un beso en las mejillas, me agarró la mano derecha y me llevó firmemente al lado opuesto de la calle.

Nos paseamos por la acera tomadas de la mano, pero ella simplemente no había cerrado mi mano, dejó deslizar lentamente sus grandes dedos finos de nuevo y de nuevo entre los dedos de mi mano izquierda, y de repente sentí una profunda sensación de proximidad, familiaridad y la solidaridad intensamente desarrollada.

Ella, muy animada, blandió la bolsa de cuero trenzada de atrás hacia delante y de izquierda a derecha, mientras yo, sin grandes movimientos, había colgado una asa de mi mochila cuidadosamente sobre el hombro como un peso, para que no pudieran escapar mis aventuras juntadas de la clase de matemáticas con este Gavril enigmático, poco común y encantador.

En el próximo semáforo ella me empujó a la esquina, me miró, levantó la cabeza y señaló con la barbilla a la heladería en frente del pequeño parque al final de la calle. Cuando intenté asentir con la cabeza, ella aceleró el paso, se fue directamente a la casa de ladrillo con la fachada de estilo bávaro y finalmente me empujó para dentro con la ayuda del pequeño pasamano.

Se acercó a la mesa vacía en la esquina, finalmente soltó mi mano izquierda y me empujó para una silla de mimbre ocre. Lentamente mi respiración se calmó y Elsbet llamó a la camarera.

Ella era una joven, parece ser una estudiante que trabajaba aquí durante el fin de semana. Ella murmuró que vendría en seguida, solamente limpiaría la mesa del lado rápidamente. Llevaba una blusa negra bien escotada, todos los cuatro botones estaban abiertas, dejando traslucir una visión profunda y un busto maravilloso. Tenía atado un delantal blanco, y la observamos mientras se acercaba a la mesa que acababa de ser abandonada.

Después que ella había guardado los vasos y tazas volvió rápidamente, se inclinó sobre la mesa-bistrô para limpiar la superficie de la mesa con un paño húmedo. La miramos medio interesadas, medio curiosas, pero de repente miré a Elsbet que se rió divertida, e involuntariamente la observamos una vez más. Cuanto más la estudiante se inclinó hacia delante, tanto más se ofreció una visión clara de sus nalgas inferiores. No conseguí ver bragas, y mi prima sintió que yo estaba loca. Elsbet me susurró, garantizo que ella tiene, si hubiera, una tanga hilo-dental. ¿Qué es esto? Pregunté otra vez en voz baja. Te lo voy a mostrar ahora mismo, contestó Elsbet también susurrando. Cuando la camarera desapareció con sus piernas largas, Elsbet alzó rápidamente su vestido de lino azul celeste, se lo levantó un poco, se volvió rápidamente y me mostró, también, las nalgas descubiertas. Mis ojos arrancados y sorprendidos miraban por un momento las bragas de color púrpura, en mi opinión ingenua, no eran bragas. Rápidamente se acomodó la ropa de nuevo hacia sus rodillas y susurró maliciosamente sonriendo: Después vamos al shopping, damos unos vistazos en el departamento de lencería y experimentamos ropa interior nueva.

Sonreí tímidamente y un tanto incierta, mientras la camarera con el delantal blanco vino a nuestra mesa.

Elsbet pidió, sin preguntarme, fresas con helado de vainilla. Alcé mis ojos hacia arriba buscando las paredes de la heladería como si quisiera pensar en otras cosas, y, de alguna manera surgió un momento de silencio no intencional, tras otro. Yo estaba feliz cuando oí el ruido de los zapatos de la camarera. La miré mientras se acercaba a nuestra mesa, y pensaba reconocer una sonrisa especial cuando ella nos deseó buen provecho empujando las dos pequeñas bandejas de lata en la mesa.

Inmediatamente me preparaba a comer la primera bola de helado de vainilla y para desviar un poco la tensión, miré a Elsbet, y por eso no se me escapó que ella compartía la fresa más grande con la cucharita y examinó la fruta en el interior con una cara soñadora. Mis mejillas se han puesto muy rojas, Elsbet se dio cuenta de eso en seguida, tomó mi mano derecha como ya en la acera, dedos con dedos se entrecruzaron con mi mano, y ella apuntó con la punta de la cucharita una y otra vez en la fruta abierta. Entonces dejó la cuchara de lado, con la punta precisamente en el lugar indicado, miró significativamente, aún sin palabras, profundamente en mis ojos cepillando mi franja de cabello de la frente y me dio un beso entre oreja y cara, una vez, dos veces, tres veces, por lo menos, olvidé de contar. Elsbet susurró en mi oído: Enfría el interior de las fresas con el helado.

Mucho tiempo nos quedamos sentadas silenciosamente en nuestras sillas de mimbre, Elsbet se había reclinado saboreando un trago de helado, yo sólo estaba sentada en el borde de la silla pensando febrilmente como pudiera esconder mi situación embarazosa. Pero todo continuó diferente de lo que pensaba o hubiera deseado. Pues Elsbet de repente me preguntó, difícil de entender, con el helado de vainilla escurriendo por toda la boca: Y en el colegio, ¿qué hay de nuevo, tan cerca antes del bachillerato? ¿Como fue hoy, por ejemplo?

Yo casi me atraganté y el pedazo de fresa congelada quedó preso en mi garganta. Una vez más me sentí avergonzada, y ¿qué debería decir? De cualquier manera podría pensar en una sola cosa, o más bien, ¡en uno, el misterioso, divino Gavril! No tiene sentido ocultar mi vivencia a mi prima. Ella me conoce muy bien. De todos modos llegaría a averiguar todo, o ver en mi punta de nariz que todo tiene un contexto porque sigo teniendo orejas rojizas.

Mariamaria

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