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ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Armando Alberola Romá
Universidad de Alicante
Los estudios que integran el presente volumen forman parte de los resultados del proyecto de investigación HAR2009-11928 financiado por el Gobierno de España a través del MICIIN, en su comienzo, y del MINECO, en su fase final. Responden a investigaciones de primera mano desarrolladas por los componentes del Grupo de Investigación en Historia y Clima de la Universidad de Alicante a las que se incorporan contribuciones de expertos invitados a participar en los seminarios que, sobre esta temática y cada mes de mayo, se vienen celebrando de manera ininterrumpida en el campus alicantino desde hace ya una decena de años.
Meteorología extrema, naturaleza desatada, desastre, crisis de subsistencias y religiosidad popular constituyen elementos, junto con otros de diversa índole, con los que se construyen las diferentes aportaciones. En algunas de ellas se ofrecen propuestas metodológicas para afrontar el análisis que, en última instancia, queremos que nos conduzca a conocer –cuanto más y mejor sea posible– el modo en que las sociedades de Antiguo Régimen y sus precarias economías soportaron estos problemas y también, en qué medida, intentaron hacerles frente y suavizar sus efectos.
La contribución de Cayetano Mas muestra las posibilidades que puede deparar el estudio concienzudo de los epistolarios para obtener información meteorológica durante una secuencia temporal amplia. En un ensayo previo tuvimos ocasión de exponer los resultados logrados tras el análisis de varios cientos de cartas cruzadas entre personalidades relevantes de la España ilustrada.1 En el caso que nos ocupa se trata de la relación epistolar mantenida, entre los años 1759 y 1765, por Carlos III de España con su hermano Felipe de Parma y con Bernardo Tanucci, su ministro en Nápoles. Si de la correspondiente a este último se halla publicada una porción de misivas, la relativa a los dos hermanos permanecía inédita hasta el momento en el Archivio di Stato di Parma. Podemos decir que la explotación de la correspondencia como fuente de datos climáticos (proxy-data) apenas acaba de iniciarse, y el estudio de Cayetano Mas ofrece, aparte de una reflexión de tenor metodológico, los resultados de índole climática que su concienzuda pesquisa ha conseguido alumbrar y que vienen a enriquecer los conocimientos que sobre la percepción del «tiempo» nos legaron quienes vivieron en España a comienzos del último tercio de la centuria ilustrada. En este caso se trata de personajes de enorme relevancia que, con una frecuencia semanal, proporcionan sistemática información meteorológica componiendo una serie que, por su extensión y regularidad, resulta de un interés excepcional.
Eduardo Bueno ofrece, asimismo, una excelente aproximación metodológica a la explotación de una fuente no empleada hasta la fecha para estudiar el comportamiento del clima en el Alicante del siglo XVIII. Partiendo de la base de que la producción vinatera constituyó durante la centuria ilustrada parte esencial de los intercambios comerciales que contribuyeron al enriquecimiento de la ciudad en este período, el trabajo de Bueno estudia las fluctuaciones de las cosechas de vid y los datos pormenorizados de lo declarado por los diferentes propietarios cada año. Al no disponer, como sucede en otros lugares, de la fecha exacta en que tenían lugar las vendimias ha sido necesario trabajar de manera sistemática los denominados Manifiestos del vino, documentación de complejo y minucioso vaciado que, al cabo, le ha permitido elaborar una propuesta de interpretación de sus contenidos e información así como caracterizar, con las cautelas correspondientes, el comportamiento del clima en Alicante entre 1709 y 1799.
Los trabajos de Armando Alberola, Francisco Sanz de la Higuera y de Pablo Giménez Font y Enrique Giménez López analizan las fluctuaciones climáticas y sus desastrosas consecuencias en diferentes espacios de la geografía española durante el siglo XVIII. Alberola efectúa una aproximación a los destructivos efectos que las anomalías hidrometeorológicas ocasionaron en la vertiente mediterránea peninsular a lo largo de la centuria, los medios de prevención arbitrados y el modo de gestionar la calamidad una vez producida. Para ello destaca las principales fuentes de información, tanto documentales como impresas, de las que el historiador se puede servir; reflexiona acerca de las condiciones medioambientales que gravitaban sobre la agricultura y el trabajo de los campesinos e incide en los dos grandes problemas para éstos: la sequía y los excesos hídricos que, en última instancia, eran causantes directos de la pérdida de cosechas que desencadenaban las crisis. Por su parte, Sanz de la Higuera, utilizando múltiples e interesantes variables –precios de trigo, préstamos de semillas, consumo de leña y carbón, etc.–, desarrolla su estudio en las postrimerías del siglo XVIII y analiza dos episodios de extremismo hidrometeorológico especialmente significativos en tierras burgalesas, comparables a los igualmente padecidos en otros lugares de España por las mismas fechas. Se trata de las intensísimas precipitaciones acompañadas de granizo que descargaron sobre muchas poblaciones de la actual provincia de Burgos en los primeros días de junio de los años 1794 y 1796, destruyendo buena parte de la cosecha de cereal y ocasionando trastornos muy serios a sus vecinos. El estudio, prolijamente documentado, con abundante y preciso aparato estadístico y gráfico y perfectamente contextualizado, constituye un magnífico ejemplo de cómo afrontar el análisis de este tipo de acontecimientos atmosféricos de rango extraordinario acaecidos en época pre-instrumental.
Desde la desaparición en 1707 del Consejo de Aragón sus competencias consultivas pasaron al de Castilla. No fueron infrecuentes las intervenciones del alto Tribunal en cuestiones relacionadas con el río Ebro y su cuenca, en particular para paliar la destrucción de infraestructuras ocasionada por diversas riadas. Giménez Font y Giménez López analizan la intervención del Consejo de Castilla, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en la gestión y supervisión de las reparaciones de los puentes dañados o destruidos por las avenidas del río Ebro y sus afluentes. Es el caso del puente de piedra de Zaragoza, muy necesitado de trabajos de consolidación tras la tremenda riada del 23 de junio de 1775 al ser enclave fundamental en el camino real que unía Barcelona con Madrid y cuyo complejo proceso de financiación de las obras se desvela. Es objeto de atención, asimismo, la reconstrucción de los de Bubierca, destruido por la avenida del río Reatillo en las mismas fechas, y de similar trascendencia para garantizar el tránsito por la misma ruta, y el de Villafeliche, de gran valor estratégico para el transporte de pólvora desde sus fábricas a la Corte y arruinado por el ímpetu de las aguas del río Jiloca a primeros de junio de 1794. Junto con el tratamiento otorgado por el Consejo de Castilla a otros puentes de importancia comarcal, como los de Jaca, Oliete y María de Huerva, los autores refieren la construcción del de Barbuñales como ejemplo de obra de utilidad pública promovida por un particular, Francisco Antonio de Azara. La contribución concluye analizando dos interesantes proyectos de modificación de cauces; el del Ebro en Pina de Ebro, y el del río Jiloca en Daroca, con el acondicionamiento de la mina construida en el siglo XVI y el plan de Domingo Mariano Traggia para profundizar el lecho y limitar la acumulación de derrubios en las zonas cultivadas.
Adrián García Torres estudia los episodios extremos vinculados al clima y al medio desde la impotencia con que la sociedad de la época contemplaba sus desastrosas consecuencias y el recurso inmediato a los mecanismos que ofrecía la religiosidad popular. Como ello siempre suponía establecer una relación directa entre castigo divino y pecado, García Torres ofrece diversos ejemplos observables en tierras meridionales alicantinas durante el siglo XVIII en los que se busca hallar «culpables» entre los enemigos políticos, en las representaciones teatrales por su –se decía– desprecio hacia «lo moral» o en la reiterada inasistencia de la población a las celebraciones religiosas. También ahonda en los procedimientos establecidos para elegir a los intercesores que debieran contribuir a poner fin a la sequía y refiere lo complicada que podía resultar la celebración de una rogativa a poco que hubiera roces entre los poderes civil –municipal, en este caso– y eclesiástico. Por último enumera los rituales ejecutados para obtener el perdón divino y así poder hacer frente con garantías a desgracias tales como una poderosa avenida del río Vinalopó –mediante una rogativa pro serenitate–, a la persistente sequedad –con la celebración de una rogativa de penitencia– y, finalmente, a la terrible plaga de langosta que, a mediados del Setecientos, azotó los campos de la geografía española y para cuya aniquilación se emplearon conjuros y exorcismos; amén de contar con la presencia fugaz de la reliquia de san Gregorio Ostiense, en tránsito por esas fechas por buena parte del territorio peninsular.
María Eugenia Petit-Breuilh, una de las grandes expertas en sismología y volcanismo históricos para los territorios hispanoamericanos durante la edad moderna, reflexiona ampliamente en su estudio sobre la necesidad de conocer la historia eruptiva de los volcanes del continente sudamericano, especialmente entre los siglos XVI y XVIII, por tratarse de una etapa casi desconocida para la mayoría de los investigadores. Señala que un elevado número de comunidades ignoran la verdadera magnitud que tendría la catástrofe si, a día de hoy, se repitieran algunas de las erupciones volcánicas que sucedieron en el pasado. También destaca el papel que el historiador puede desempeñar en este tipo de trabajos que, en última instancia, ofrecen a la sociedad no sólo los resultados de acontecimientos extraordinarios en un momento determinado de la Historia sino la posibilidad de que, convenientemente analizados y aplicados, sirvan a quienes tienen la responsabilidad de gobernar y administrar la «cosa pública» para, además de salvar vidas, contribuir a la planificación sostenible de áreas potencialmente indefensas. Asimismo hace notar Petit-Breuilh la especial relevancia que, en la actualidad, cobran los estudios de volcanismo histórico. Si antiguamente este tipo de procesos naturales perjudicaban sólo a los lugares más cercanos al centro de emisión, ahora los mercados globales, las telecomunicaciones y, en particular, los vuelos comerciales se han visto afectados por las consecuencias de erupciones explosivas que incluso han llegado a paralizar la circulación aérea y cerrado aeropuertos en varios lugares del mundo.
Las nubes son, seguramente, el hidrometeoro que mayor interés despertado en el ser humano desde siempre. A lo largo de la historia, diferentes autores han incluido referencias a las nubes en sus trabajos destacando la originalidad de sus formas o su vinculación con otros fenómenos que ocurren en el aire. La fascinación por ellas se ha plasmado, asimismo, en la obra de los grandes artistas desde la Edad Media hasta el siglo XX. Jorge Olcina establece en su estudio que fue a comienzos del siglo XIX cuando tuvo lugar el desarrollo de una serie de propuestas de clasificación de los tipos de nubes, erigiéndose en principales protagonistas de estas primeras clasificaciones el naturalista francés Jean-Baptiste de Monet de Lamarck y el farmacéutico inglés Luke Howard. El sistema de clasificación de nubes de éste último, basado en el empleo de denominaciones expresivas en latín, sería, a la postre, la base del actual sistema de clasificación de nubes seguido por la Organización Meteorológica Mundial en su Atlas Internacional de Nubes (1896). Desde los años setenta del pasado siglo, los satélites meteorológicos han mejorado el conocimiento de la estructura interna de las nubes y son la base de nuevos intentos de clasificación.
Cierra el volumen la amena y documentada contribución de José Miguel Viñas referida a la evolución del clima de la Tierra a lo largo de los tiempos, elaborada a partir de la conferencia que impartió en el IX Seminario de Historia y Clima celebrado en la Universidad de Alicante en mayo de 2012.2 Viñas llama la atención acerca de lo determinante que ha sido para la historia de la humanidad la evolución del clima terrestre. Precisamente por ello, y a pesar de las dificultades, el conocimiento sobre el clima del pasado remoto no ha cesado de crecer; hasta el punto de que podemos estar razonablemente seguros de algunos hitos que ocurrieron en esa historia del clima. Tras efectuar un recorrido por los diferentes períodos de la Historia, José Miguel Viñas advierte que desde mediados del siglo XX ha aumentado la variabilidad climática; esto es, que el clima ha ido agudizando su carácter extremo e influyendo sobremanera en las sociedades humanas las cuales, pese al grado de desarrollo actual, son cada vez más conscientes de su vulnerabilidad ante las fluctuaciones climáticas. Y concluye advirtiendo de que hemos entrado en un nuevo ciclo climático, nunca antes conocido por los seres humanos aunque sí por la Tierra, al que debemos de adaptarnos de la mejor manera posible para evitar lo peor.
En la elaboración de este libro han participado de manera destacada, con sus contribuciones, los integrantes del Grupo de Investigación en Historia y Clima de la Universidad de Alicante. Pero sin el concurso de otras personas e instituciones el trabajo no habría llegado a buen fin. Por ello, al margen de recordar que las tareas de investigación desarrolladas a lo largo de los tres últimos años han sido posibles gracias a la concesión por parte del antiguo Ministerio de Ciencia e Innovación de un proyecto dentro del Plan Nacional de Investigación de I+D+I, quiero agradecer la ayuda que desde los vicerrectorados de Investigación y de Extensión Universitaria de la Universidad de Alicante hemos recibido para poder completar nuestras actividades y darles una adecuada difusión. En última instancia, quiero dejar constancia expresa de nuestro reconocimiento a Publicacions de la Universitat de València, personificado en su editora Maite Simón, pues desde el primer momento acogieron con entusiasmo e interés este libro y, con su reconocida profesionalidad, lo han hecho realidad. En estos tiempos difíciles que corren, sin la complicidad y ayuda de editoriales universitarias como PUV, resultaría harto difícil hacer llegar a los círculos académicos interesados y a la sociedad en su conjunto algunos de los resultados de años de investigación.
Alicante, diciembre de 2012
Notes
1. A. Alberola Romá: «No puedo sujetar la pluma de puro frío, porque son extremados los yelos: el clima en la España de los reinados de Felipe V y Fernando VI a través de la correspondencia de algunos ilustrados», Investigaciones Geográficas, 49 (2009), pp. 65-88.
2. IX Seminario Historia y Clima: Clima, Naturaleza, riesgo y desastre. Contribuciones recientes y propuestas de estudio para la España de los siglos XVI al XIX, Universidad de Alicante, 7-9 de mayo de 2012.