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Indispensabilidad de la televisión pública en el universo convergente

EMILI PRADO I PICÓ

UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA

1. La televisión: una mala salud de hierro

La confluencia de dos revoluciones en curso, la de las redes y la digitalización, está cambiado radicalmente el panorama de los medios. El proceso de convergencia que vive la industria audiovisual, propiciado por esas revoluciones, está transformando la propia noción de medios. La oferta de contenidos fluye por diferentes plataformas, adoptando formas ecológicas en función del contexto tecnológico y de la apropiación de esas tecnologías por los públicos en cada latitud. Esto marca una tendencia crossmedia que empieza a dar sus frutos en la industria audiovisual pero cuya plasmación generalizada dependerá de la evolución del sistema audiovisual.

Los cambios en el panorama mediático han estimulado una nueva ola de pronósticos sobre la muerte de la televisión, algo que se produce cíclicamente con cada innovación tecnológica aparecida desde el nacimiento de la televisión. Unos pronósticos alimentados por poderosos intereses de diversos actores entre los que destacan las corporaciones tecnológicas y sus estrategias de marketing para legitimar las ventajas de sus respectivos dispositivos. Estos pronósticos repetidos con insistencia acaban creando un estado de opinión sobre la muerte de la televisión que se acaba filtrando en la producción académica con algunas contribuciones que se suman al cortejo funerario, aunque la mayoría de las aportaciones, bajo el reclamo de la etiqueta muerte, presentan diagnósticos respecto a las acomodaciones de la televisión a las nuevas condiciones de producción, distribución y consumo más que certificados de defunción (Gilder, 1991; Missika, 2006; Pérez Silva, 2000; Piscitelli, 1998).

Sea como sea, los datos son tozudos, la audiencia de la televisión aumenta cada año en todo el mundo. Aumenta también el tiempo que la gente dedica a consumir televisión y eso teniendo en cuenta solo el consumo tradicional. Según datos de Nielsen (2014) para el mercado televisivo más completo del planeta, en el primer trimestre de 2014, los norteamericanos mayores de 18 años dedicaban 37,40 horas semanales a ver la televisión simultáneamente a su emisión, a lo que hay que añadir 3,41 horas de consumo de televisión asincrónicamente a su emisión o 1,16 viendo vídeo en internet.

2. El universo convergente

Pese a la contundencia de las evidencias que certifican su fortaleza, la televisión está sometida a un proceso de cambio radical innegable que debe ser analizado a la luz de las prácticas que encontramos en el universo televisivo convergente. La comprensión de sus rasgos dominantes nos permitirá, por un lado, determinar el estado de salud de la televisión y, por otro, aquilatar el lugar que puede ocupar el servicio público en ese universo y cómo debe orientar sus actividades para seguir cumpliendo con las funciones que se le han encomendado históricamente en las sociedades democráticas.

El análisis debe tener en mente que la televisión ha pasado desde su nacimiento por diferentes etapas y en cada una de ellas dominan unos dispositivos de producción, distribución y recepción que van introduciendo cambios en la generación de contenidos y en las formas de la oferta y el consumo, de lo que se derivan también cambios de sus funciones sociales.

A efectos analíticos, hemos dividido la historia de la televisión en cuatro grandes etapas cuyas fechas son puramente orientativas para describir la realidad televisiva de los países más desarrollados, pero la horquilla temporal puede variar en cada país. Las identificaremos sumariamente.1 La primera, que denominamos Hertziana analógica, se extiende entre el nacimiento de la televisión y 1980, y es la etapa constitutiva de la televisión como gran medio de comunicación de masas, durante la que se configuran sus características esenciales. La segunda, que hemos llamado Analógica multicanal, se extiende entre 1981 y 1995, y supone una primera multiplicación de canales y la incorporación de nuevos soportes para la distribución televisiva con la incorporación del cable coaxial y del satélite de distribución directa. La tercera la denominamos Multicanal digital, y se extiende entre 1996 y 2008, comprendiendo todo el proceso de digitalización de los soportes precedentes, lo que lleva aparejada la multiplicación exponencial de canales. A la cuarta la hemos llamado Todo digital y en red, y situamos su inicio en 2009, dado que es la fecha en la que se produce el primer apagado analógico, en concreto en Estados Unidos y, en consecuencia, toda la televisión disponible es de base digital. Mientras tanto, la red de internet se ha convertido también en un soporte de contenidos videográficos y, de hecho, estos ya suponen el principal elemento de tráfico en la red.

Así pues, en la etapa Todo digital y en red, el universo televisivo está configurado, como refleja el esquema, por la televisión, que utiliza como vía de difusión los soportes tradicionales que fue acumulando en las etapas precedentes (hertziano terrestre, cable y satélite) convenientemente actualizados para la televisión digital, y por las nuevas redes de distribución de señales de vídeo, utilizando el protocolo de internet, también llamado IPTV. El hecho de que las grandes compañías de telecomunicaciones se hayan apropiado de esta sigla para designar sus plataformas de televisión multicanal de abono en red cerrada propietaria nos aconseja utilizar el concepto video over internet protocol para cualquier forma de distribución de vídeo, diferenciando, por un lado, la distribución en redes propietarias cerradas de plataformas de canales televisivos al estilo de las plataformas de cable, designadas IPTV, y, por otro lado, las manifestaciones de video over IP over the top, que simplificando denominaremos OTT.

FIGURA 1

Universo televisivo convergente


Fuente: Elaboración propia.

Las plataformas IPTV se sirven de redes cerradas en las que se pueden aplicar mecanismos de control de la Quality of Service (QoS) para garantizar una calidad de distribución de la señal equiparable a los canales digitales. Por el contrario, las iniciativas OTT se sirven de la red abierta de internet, son accesibles globalmente y pueden establecerse restricciones al acceso o no, en función de cualquier criterio: protección de derechos o pago por acceso a contenidos. Las iniciativas OTT no cuentan con mecanismos de QoS que garanticen la calidad de la difusión.

Inicialmente, los contenidos OTT eran únicamente accesibles a través del ordenador mientras que a las plataformas de IPTV se accedía directamente desde el televisor, procurando al usuario una lean back experience, una experiencia de consumo equivalente a la procurada por la TDT, el cable o el satélite. En contraste, el acceso OTT se hacía desde el ordenador, procurando al usuario una lean forward experience. La difusión de dispositivos móviles, habilitados para la conexión a la red, teléfonos y tabletas, dará lugar al alumbramiento de nuevas experiencias de consumo que denominaremos on the move u on the go, típica de los teléfonos móviles, y curled up, típica de las tabletas.

La familiarización de los usuarios con el consumo de contenidos OTT impulsa una demanda explícita de la posibilidad de acceder a estos en el televisor, a lo que responde la industria con el desarrollo de dispositivos que permiten ver los contenidos OTT en el televisor primero (boxee, roku, etc.) y con el desarrollo de televisores conectados directamente a internet después (smart TV, connected TV). Este movimiento permite al espectador gozar de una lean back experience también en el consumo de contenidos OTT.

Así, la oferta de canales disponibles en el universo televisivo convergente se ha multiplicado hasta el infinito y está poblada por un conjunto de contenidos organizados típicamente por cadenas generalistas, canales temáticos y una amplia tipología de contenidos OTT que se incluyen en la tipología recogida en la tabla 1.

TABLA 1

Tipificación de los servicios de vídeo over the top (OTT)


Fuente: Elaboración propia.

Servicios videográficos OTT

Canales de televisión IP: son canales de televisión creados para su difusión en internet y no utilizan ninguno de los soportes clásicos de difusión televisiva, ni hercianos, ni por cable, ni satélite.

Webs de los canales de televisión: ofrecen acceso a los contenidos difundidos en su soporte tradicional, ya sea en streaming simultáneamente a su emisión, ya sea en catch up, accesibles durante un breve periodo de tiempo tras su emisión, normalmente una semana, o a la carta dando acceso a todo su archivo digital para aquellos productos de los que ostentan derechos.

Repositorios de TV: dan acceso en catch up durante un breve periodo de tiempo tras su emisión a los programas de diferentes cadenas para los que adquieren los derechos y, según los casos, a temporadas completas de programas, normalmente en este caso restringidas a los usuarios subscriptores.

Repositorios de cine: dan acceso a una librería de películas sobre las que tienen derechos, constituyendo auténticas filmotecas virtuales en las que se puede acceder a películas de los más diversos géneros y épocas.

Repositorios de UGC (User Generated Content): acumulan amplias librerías de vídeos generados por los usuarios. Con el tiempo han ido dando cabida también a contenidos generados industrialmente.

Repositorios mixtos: la evolución de los usos y las exigencias de monetización han dado lugar a prácticas mixtas en los repositorios, de modo que los de televisión incorporan a sus librerías películas, los de cine incluyen programas de televisión y los de contenidos generados por los usuarios incorporan contenidos procedentes de la industria. Además, algunos de estos repositorios debutan con éxito en la generación de contenidos originales que tienen su primera ventana en los propios repositorios.

Videoblogs: son blogs que utilizan el lenguaje videográfico como herramienta esencial de expresión.

Redes sociales de vídeo: son redes sociales que agrupan a videocreadores y que tienen en el vídeo su leitmotiv. De hecho, se está produciendo una cierta convergencia entre estas y los repositorios de contenidos generados por los usuarios que cada vez incorporan más mecanismos propios de las redes sociales.

P2P (Peer to Peer): permiten el acceso a librerías de contenidos distribuidos en los ordenadores de los usuarios y descargables por sus pares.

Servicios OTT con el vídeo como complemento

Vídeo en las webs de los medios de comunicación: las webs de la prensa y de la radio incorporan cada vez una mayor proporción de vídeos en sus sitios en línea, estableciendo progresivamente secciones fijas y hasta canales que no dudan en etiquetar con el nombre de su cabecera TV.

Vídeo en las webs: pese a que, típicamente, una web tiene un contenido textual y gráfico, el vídeo está incrementando su presencia, cada vez con mayor intensidad en todo tipo de sitios tanto corporativos como institucionales.

Vídeo en los blogs: aunque el blog es una herramienta dominantemente textual y gráfica, también se halla en proceso de incorporación del vídeo como un componente complementario.

El vídeo en las redes sociales: las redes sociales en origen tenían exclusivamente como herramientas de expresión los recursos textuales y gráficos, pero incluyen cada vez con más intensidad el vídeo como recurso.

Facilitadores de acceso a los contenidos OTT

Indexadores de contenidos: son servicios de intermediación que seleccionan y catalogan una serie de contenidos videográficos entre todos los disponibles en la red, proponiéndolos con un criterio editorial para satisfacer las demandas de targets específicos o por afinidad temática. Dada la ingente cantidad de contenidos disponibles, estos servicios tienen cada vez mayor aceptación y se convierten en una especie de guías de programación jugando un rol de modernos gatekeepers.

Motores de búsqueda de vídeo OTT: son motores de búsqueda especializados en la búsqueda de vídeo. Los más avanzados permiten incluso búsquedas sobre el contenido del vídeo y no se limitan a la búsqueda en los repertorios de títulos indexados.

Prácticas furtivas OTT

Repositorios furtivos: acumulan librerías de contenidos audiovisuales producidos profesionalmente sobre los que no tienen derechos y los ponen a disposición de los usuarios de forma gratuita.

Indexadores de contenidos furtivos: tienen una función similar a los indexadores legales pero abren las puertas a todos los contenidos disponibles en la red con derechos satisfechos o sin satisfacer. Es la práctica más pirata, ya que monetizan sus audiencias y evaden sus responsabilidades escudándose en el hecho de que ellos no tienen librerías propias.

Pillaje de directos: es también una práctica furtiva que consiste en captar la emisión directa de un evento por una televisión abierta o de pago y replicarla en la red en streaming simultáneo para su acceso gratuito.

En resumen, visto desde la perspectiva actual, todos los servicios de contenidos OTT se suman a los soportes tradicionales de provisión de contenidos televisivos y las plataformas de IPTV de las compañías de telecomunicaciones, y todo es televisión, lo que requiere un análisis de las características del audiovisual en el entorno convergente.

3. Trazos distintivos del audiovisual convergente

Vamos a sintetizar los rasgos principales de la etapa actual de la televisión, la que hemos denominado Todo digital y en red. Para comprender el alcance de los cambios en curso es necesario interpretarlos en el contexto de las diferentes etapas de su evolución histórica. Una observación detallada de la etapa actual permite detectar las trazas de las etapas anteriores y constatar que siguen en activo muchas de las cualidades que adornaban a la televisión en las etapas precedentes.

En el campo de los soportes, hemos pasado de la tecnología analógica a la digital y del soporte único de la primera etapa al uso de múltiples soportes simultáneamente en la actualidad: hertziano terrestre, cable, satélite, redes IP dedicadas, internet, 3G y 4G. Cada una de estas tecnologías cubre la misma función básica, dar acceso a señales videográficas, y añade algunas cualidades peculiares. Pero lo más relevante no es de qué tecnología se trata, sino el hecho de que nos da acceso a unos contenidos. Y lo más relevante es que hemos pasado de un sistema de coberturas fronterizables a la posibilidad de establecer coberturas universales. Que hemos pasado de una difusión broadcast como única forma de difusión a la superposición de diferentes modalidades que conviven en la etapa actual: broadcast, narrowcast, slivercast, microcast o egocast. De su mano, hemos pasado de un alcance nacional a la convivencia de servicios de alcance nacional con otros de alcance local, transnacional y global.

En cuanto al contenido disponible, hemos pasado de una primera fase de escasez a la etapa actual en la que calificamos la oferta de contenidos como innumerable, lo que no debe encubrir un elevado grado de repetición. Un contenido al que se accedía de forma programada en la primera época y que a estas alturas es accesible de muchas otras formas que conviven con la programada, como la elección entre diferentes opciones programadas, elección entre un repertorio de productos, autoprogramación asistida, autoprogramación sugerida, navegación asistida y navegación autónoma. Y este acceso lo podemos hacer asistidos por un amplio repertorio de dispositivos auxiliares de interfaz, que van del control remoto y nuevos dispositivos de interfaz vocal a los DVR (digital video recorder), los STB (set top box) y aplicaciones como las EPG (electronic programmes guide), los motores de búsqueda en red y los indexadores. Todo ello nos describe la convivencia de dos formas básicas: la televisión de flujo y la televisión de stock.

En el terreno de los dispositivos de recepción hemos pasado del televisor como terminal único, sinónimo del medio, a todo tipo de pantallas habilitadas para la recepción de la señal televisiva, los televisores de pantalla plana y extraplana, de todas las dimensiones, con un ratio de apariencia 16:9, en alta definición y 3D, videowalls, proyectores, PC, laptops, notebooks, tabletas, dispositivos de mano, teléfonos móviles y otros dispositivos personales con pantalla. Un repertorio que desliga el consumo de un lugar concreto, la sala de estar de la primera época, para habilitar literalmente cualquier lugar para el consumo televisivo y el consumo en movimiento. Unos y otros han favorecido el paso de un tipo dominante de consumo en vivo a este, compartiendo protagonismo con el consumo en tiempo diferido, bajo demanda y en cualquier momento.

En cuanto a la experiencia de consumo, hemos pasado del modo embelesado típico de la primera época a una audiencia en la que conviven diferentes formas. Las caracterizadas por lean back experience, propias del consumo en televisores, van acompañadas de una actitud de exploración como el zapping, más compulsivo o relajado. La manifestación extrema de esta categoría sería la llamada couch potato. La lean forward experience caracteriza la posición adoptada por el consumo frente al ordenador inclinada hacia delante, en actitud proactiva y a escasa distancia de la pantalla. La habilitación de pequeños dispositivos de mano y especialmente de los teléfonos móviles, como pantallas de acceso a contenidos televisivos, da lugar a la emergencia a una modalidad de consumo que se denomina on the move u on the go. La aparición de la tabletas ha generado también la opción de consumir televisión en estas pantallas, lo que ha dado lugar a una experiencia de consumo acurrucado que denominamos curled up.

Con lo relativo al tipo de audiencia generada por la televisión, la audiencia masiva, característica del medio desde su inicio, convive con la fragmentada, la segmentada, la micro, la individual y la conectada. Esta última categoría, la audiencia conectada, introduce un nuevo factor de agregación no basado en la contigüidad física, sino en la conexión con otros espectadores simultáneamente al consumo. Es una nueva forma de experiencia compartida que, en la etapa inicial, caracteriza el consumo de la televisión en familia y en los espacios públicos. Este tipo de audiencia da lugar a diferentes manifestaciones, que van de la social TV a la recomendación a los pares, que influye en la generación de menús compartidos que después tendrán repercusión en el establecimiento de la agenda de la comunicación personal, presencial en los grupos de agregación social sobre el territorio y mediada tecnológicamente en los grupos de agregación social en el ciberespacio.

Este entramado de formas televisivas, consumibles en todo tipo de dispositivos y accesibles mediante distintos soportes en cualquier lugar, genera una dificultad añadida para medir las audiencias. La audiometría acompaña a la televisión desde la primera época. Los estudios se han caracterizado por recurrir a muestras para determinar algunas cualidades de las audiencias, pero sobre todo la cantidad. En el contexto de complejidad de la fase actual, la medida eficiente es muy difícil de asegurar con las metodologías fundamentadas en muestras, por lo que hay una tendencia a tratar de recoger datos sobre los universos. La comunicación digital y en red lo permite técnicamente, pero esta eventualidad presenta unos problemas que hay que afrontar relativos a la privacidad.

4. Redefinición de la televisión

Los cambios que acabamos de referir sumariamente son de tal magnitud que han generado una cierta desorientación que afecta, incluso, a lo que debe considerarse televisión.

En la primera etapa, la designación de la televisión fue tecno-determinada y hacía referencia a la transmisión de imágenes en movimiento y sonido utilizando las ondas hertzianas sobre una red terrestre, presentando un flujo organizado de programas que se visionan en un televisor sincrónicamente a su emisión. Después, con la aparición de otros soportes de transporte de las señales, fue suficiente con añadirle un apellido para designar las nuevas modalidades: televisión por cable o televisión por satélite. Otros apelativos ya nos daban otros matices sobre las condiciones de acceso: televisión por abono, televisión de pago por visión, televisión a la carta, etc. Otros, por la capacidad de intervención del usuario sobre la señal: televisión interactiva o vídeo bajo demanda. Hasta aquí seguían implícitos los principios básicos acumulados en las nuevas fórmulas, aunque ya se delimitan dos grandes formas de acceso, lineal o interactivo, y se determinan dos grandes modalidades, la televisión de flujo y la televisión de stock. El elemento que unificaba todo ello bajo el concepto inequívoco de televisión era que se trataba de contenidos profesionalmente producidos con el fin de ser difundidos en alguno de los soportes o modalidades mencionadas.

Ya con la popularización del uso de internet para la distribución de señales videográficas la confusión aumenta, tanto porque el visionado se efectúa en un terminal que no es el televisor, como porque una parte sustantiva de los contenidos accesibles en la red no son producidos profesionalmente y, sobre todo inicialmente, no están organizados en flujos lineales. Esto hacía que las manifestaciones audiovisuales de la red se consideraran como un universo separado del universo televisivo.

En medio de esta confusión no tardaron en reaparecer los diagnósticos que predecían el fin de la televisión y su muerte a manos de internet, pero los datos, como hemos señalado, certifican la vitalidad de la televisión. El tiempo de audiencia no se ha visto afectado negativamente, a pesar de la competencia de nuevas fuentes de entretenimiento. Los datos nos muestran incrementos sostenidos del tiempo destinado a ver televisión en todas las regiones del planeta; no se trata pues de un fenómeno coyuntural. Se sostiene, sin embargo, con mucha frecuencia, que estos datos al por mayor esconden el hecho de que las prácticas de los jóvenes son diferentes y que internet, un territorio propicio para el consumo de las jóvenes generaciones, afecta al visionado de televisión. Pero un análisis detallado de los datos muestra que no es consistente esta teoría, que atribuye una relación directa entre el uso de internet y el declive del consumo de televisión.

TV watching is more frequent among older and lower educated people who typically do not use the internet. However, when comparing internet users and non-users of similar social background, there is no difference in the frequency of TV watching (European Commission, 2009: 37).

Por otra parte, hemos observado cómo una parte creciente del tráfico de internet es ocupada por servicios videográficos y que el tiempo destinado al consumo videográfico en línea coloca en los primeros puestos los servicios televisivos, lo que debe ser interpretado en el sentido de que aumenta el tiempo efectivo destinado por los ciudadanos al consumo televisivo. Un tiempo, por cierto, que se debería añadir a las estadísticas de audiencia.

Hemos podido observar, asimismo, que de las diferentes formas de contenidos OTT, muchas son directamente contenidos televisivos, es decir, contenidos que han sido producidos profesionalmente para los operadores televisivos de todos los tipos de soportes. Otros son contenidos producidos siguiendo los mismos esquemas, aunque tengan como único sistema de difusión la red. Y, además, toda una multitud de contenidos producidos por los usuarios adoptan, cada vez más, estrategias de presentación TV-amigables, como sería el caso de la iniciativa del principal repositorio de UGC con su iniciativa YouTube Leanback, consistente en ofrecer al usuario la posibilidad de consumir sus contenidos en un flujo organizado editorialmente o compuesto por las preferencias de cada usuario y disfrutable en un flujo que emula la programación televisiva.

Por otro lado, hemos observado que existe una demanda de los usuarios para poder disfrutar de los contenidos OTT en sus televisores y que la industria electrónica responde con dispositivos intermediarios para hacerlo posible y, especialmente, con la puesta en el mercado de televisores que se conectan directamente con la red y abren la posibilidad de acceder a todos estos contenidos desde el televisor. También hemos constatado la existencia de widgets asociados a estos televisores conectados, que automatizan el acceso a determinadas regiones del universo OTT, y el anuncio del principal buscador de internet del lanzamiento de Google TV, una iniciativa que persigue llevar todo el universo OTT a los televisores.

Como resultado de todos estos movimientos combinados podemos decir que hay que extender la cobertura del concepto televisión. La evolución del uso de la red para la difusión de contenidos videográficos y las prácticas de consumo generadas han ido poniendo de manifiesto la conveniencia de hacerlo. El concepto de televisión, en un sentido laxo, incluirá ahora, aparte de lo que incluía hasta la eclosión de internet, la IPTV y todos los contenidos accesibles en la red que hemos denominado OTT. El uso creciente de la red para acceder a los contenidos videográficos profesionalmente producidos y la tendencia a la asimilación en las prácticas de consumo de los productos profesionalmente y no profesionalmente producidos así lo aconsejan. Quedarían excluidas del concepto televisión solo las comunicaciones videográficas privadas, personales y corporativas.

¡Y sí! Todas estas formas de distribución y acceso son televisión, porque la televisión es agnóstica de plataforma y pantalla. No importa si se distribuye por vía aérea o terrestre, por cable o por satélite, por redes dedicadas cerradas o por internet abierta. No importa tampoco si se consume en una pantalla de televisión o en un ordenador, una tableta, un smartphone o cualquier otra pantalla de dispositivo móvil. ¡Es televisión!

5. Consideraciones sobre la mutación televisiva

La innegable complejidad que designa el nuevo concepto de televisión requiere la formulación de una serie de consideraciones.

5.1 Sobre la fragmentación de audiencias

Uno de los factores destacados en la etapa del Todo digital y en red es la extraordinaria fragmentación de audiencias y el problema que esto supone para seguir contando con los servicios audiovisuales para prestar las funciones sociales, democráticas y culturales que ha prestado a lo largo de la historia la televisión. La progresiva fragmentación de las audiencias registrada en la segunda y tercera etapa era ya objetivamente un factor que disminuía la capacidad de la televisión para cumplir aquellas funciones, pero sus efectos se veían contrarrestados por diferentes factores. En el campo informativo, por las rutinas productivas que homogeneízan los valores noticia, comparten fuentes y, a pesar de cambiar la óptica, generan agendas compartidas. En el campo programático, la repetición de productos provocada por la falta de correlación entre el crecimiento de canales de difusión y la capacidad de producción de contenidos originales hace que las audiencias agregadas en las diferentes ventanas de distribución de un producto sean equiparables a las conseguidas en la época de escasez de canales, eso sí, sin los efectos de agenda derivados del consumo simultáneo por toda la audiencia de un territorio. Asimismo, la homogeneización de contenidos derivados del recurso a formatos similares contrarresta, en parte, la fragmentación. Estas consideraciones serían extensibles a las audiencias segmentadas que ya empiezan a tener importancia en la última fase de la tercera etapa.

En la actualidad conviven las audiencias de muchos tipos, como las masivas, que todavía consiguen una porción de los programas de los grandes broadcaster y especialmente los grandes eventos, con las fragmentadas, segmentadas, las micro, las personalizadas, las individuales y las conectadas. Ante este panorama, el desempeño de las funciones sociales, democráticas y culturales a las que nos estamos refiriendo entra en crisis en mayor medida y los paliativos mencionados en las otras etapas operan más limitadamente.

De hecho, la exposición a visiones plurales es más difícil en un contexto de audiencias micro, personalizadas o individualizadas, que coinciden con servicios muy orientados. Por tanto, las funciones de refuerzo democrático desempeñadas históricamente por la televisión podrían entrar en crisis si los ciudadanos solo se nutrieran de información y opinión en servicios que coinciden estrictamente con sus afinidades. Cabe decir que no hay que atribuir por defecto esta calidad a los servicios televisivos, donde cada vez se registra una mayor sectarización.

En lo referente a los principios básicos, los servicios audiovisuales tradicionales están regulados y, por tanto, sometidos a control, lo que limita el grado de arbitrariedad, aunque los procesos de desregulación han dejado también estos controles bajo mínimos. En todo caso, hasta hoy la comunicación en la red, y con ella una buena parte de los servicios catalogados en la categoría OTT, se mantiene en un territorio descontrolado, en el que desaparece el principio de responsabilidad editorial, por lo que es factible la sectarización aún en mayor medida que en los servicios televisivos. En este sentido, el mantenimiento de servicios públicos potentes y competitivos, desgubernamentalizados y controlados por autoridades independientes, que mantengan su oferta en todas las plataformas disponibles y en todos los formatos, pasa a ser una prioridad de las políticas de comunicación en defensa de la salud democrática.

En definitiva, habrá que idear formas de contrarrestar los efectos de la fragmentación de las audiencias sobre la capacidad de los servicios audiovisuales de seguir cooperando en la creación de un espacio público en el que la agregación social, las prácticas de participación democrática y la reproducción cultural sean factibles. En este sentido, el uso simultáneo de la segunda pantalla para desarrollar acciones, en relación con el contenido de la televisión que se está viendo en la pantalla del televisor, tanto en relación con el emisor como con otros espectadores, permite desencadenar procesos de agregación social que no deberían despreciarse.

5.2 Sobre la universalización de las coberturas

La fronterización de las coberturas de la televisión se podía hacer de forma muy eficiente en la primera etapa de desarrollo de la televisión (Hertziana analógica terrestre); en la segunda etapa (Analógica multicanal), los desbordamientos inevitables de las huellas de los satélites respecto de las fronteras nacionales ponían las primeras señales de alarma sobre la precariedad del blindaje de las fronteras nacionales a la circulación de los servicios televisivos, y la tercera etapa (Digital multicanal), donde el desbordamiento activo y vocacional de los satélites digitales certifica la emergencia de las iniciativas televisivas transfronterizas y la progresiva habilitación de internet para difundir señales videográficas, muestra la potencialidad de la globalización. Ya en la etapa actual (Todo digital y en red) la extensión de internet y, especialmente, de las conexiones de banda ancha muestra la potencialidad de la universalización de la cobertura y nos pone ante la evidencia de las iniciativas de televisión transnacional y aún más de televisión global. Obviamente, nos encontramos ante una universalización imperfecta, porque la implantación de la red que la permite es universal, en tanto que abarca todo el planeta, pero no lo es en cuanto a su adopción por la población. Es más imperfecta aún debido a que su implantación tiene densidades diferentes para distintas áreas del planeta, creando una extraordinaria diferencia entre regiones ricas y pobres en conexiones y grandes diferencias en el ancho de banda per cápita. Esta imperfección no niega el hecho de que la universalización sea ya un hecho para una creciente proporción de la población del planeta y que sea ya una realidad para la mayoría de la población en los países más desarrollados.

En la práctica, la universalización de las coberturas, aunque sea en su estadio de imperfección, nos confronta a una serie de consecuencias que merecen unas consideraciones.

5.2.1 Permeabilidad de las fronteras

No es posible blindar con efectividad las fronteras nacionales a la circulación de los contenidos digitales. Como consecuencia, hay que repensar todas las reglas de las políticas de comunicación, que se fundamentaban en el hecho de que aplicando principios de soberanía nacional se podían introducir condiciones sobre los contenidos.

Recordemos que las normas básicas de organización del sistema audiovisual, tanto en la Unión Europea como en sus Estados miembro, se contemplan medidas que van desde la consideración de la proporción de obras europeas al respeto de los principios de libertad de expresión, pasando por la protección de públicos sensibles o las normas sobre la publicidad. Obviamente, la efectividad de estas medidas está en relación directa con la capacidad de condicionar la circulación de contenidos en el espacio de soberanía, y eso era posible en la medida en que existía la capacidad de fronterizar la cobertura en el ámbito nacional o de mancomunar principios para la circulación en espacios de soberanía compartida supranacional, como es el caso de las disposiciones contenidas en la directiva europea de Audiovisual Media Services (AVMS). Pero es igualmente obvio que esta efectividad se ve comprometida cuando la cobertura es universal.

Es cierto que aún hoy la forma mayoritaria de aprovisionamiento de contenidos audiovisuales se hace sobre soportes que operan con delimitaciones fronterizas: digital terrestre, cable, plataformas de IPTV, el satélite –en menor medida–, y que a menudo se organizan sus servicios con paquetes caracterizados por satisfacer los gustos de un mercado nacional. Pero también es cierto que, cada vez más, los ciudadanos incorporan en su menú contenidos audiovisuales accesibles en abierto en la red. El hecho de que esta forma de aprovisionamiento sea minoritaria actualmente no debe justificar el aplazamiento de la reflexión sobre sus consecuencias, porque es una forma creciente de acceso a los contenidos audiovisuales y su desarrollo no se puede detener.

5.2.2 Universalización para todos

Ciertamente se abre una serie de oportunidades para las industrias nacionales de producción de contenidos para encontrar vías de difusión más allá de sus mercados. Esto ha de servir de contrapartida para que las políticas de protección de la industria nacional basadas en las cuotas de pantalla, ya sea respecto al origen de la producción, ya sea sobre la presencia de la producción independiente, que aún hoy forman parte de las regulaciones europeas, dejen de tener efectividad en el escenario de cobertura universal. Cobra importancia, pues, desplazar la acción política para la promoción de la industria y la intervención sobre las condiciones de difusión interna a la intervención sobre las condiciones de producción y sobre las condiciones de difusión externa.

La intervención sobre las condiciones de producción requiere el establecimiento de políticas activas de desarrollo de las infraestructuras de producción y las políticas de formación de la competencia creativa. La competencia creativa de excelencia debería influir en la competitividad de la industria nacional de producción de contenidos audiovisuales y, en el nuevo escenario, la competitividad de sus productos será más eficiente en la defensa de la industria que la protección de las cuotas. La competitividad incrementada permitiría hacer crecer la escala de mercado y, en consecuencia, mejorar progresivamente la calidad de la producción. Este factor le permitiría ganar en atractivo para el público nacional, aumentando la oportunidad de pasar a formar parte del menú de consumo confeccionado por el ciudadano.

La intervención sobre las condiciones de difusión externa requiere políticas que intervengan sobre la visibilidad de la producción nacional. La cobertura universal garantiza la oportunidad efectiva de entrar en contacto con públicos de otros mercados además del nacional, pero en un contexto de alta competitividad y de saturación de contenidos, distinguirse en medio de un universo de contenidos innumerables pasa a ser una prioridad.

Las vías de intervención apuntan a diferentes mecanismos. El primero de los mecanismos tiene que ver con la defensa efectiva de la net neutrality, de forma que los productos de los proveedores de contenidos nacionales no se vean discriminados negativamente en su camino por la red hasta el usuario. El tema de la net neutrality es un campo en el que la vigilancia de los reguladores debe ser garantía para evitar la progresiva discriminación de unos servicios sobre otros y, por tanto, de unos contenidos sobre otros.

Podríamos decir que de la violación del principio de net neutrality se derivan dos campos de discriminación. El primero afecta al usuario que ve restringida la calidad del servicio en función de que sus intereses coincidan o no con los servicios priorizados en la velocidad por su Internet Service Provider (ISP). El segundo afecta a los proveedores de contenidos, que ven cómo sus servicios son discriminados aplicándoles una calidad de acceso que los hace menos competitivos. Por las dos vías, los ISP estarían convirtiéndose en los nuevos gatekeeper, que determinan poderosamente el repertorio de contenidos consumidos por la comunidad de usuarios a los que provee de acceso a internet, unos usuarios que no le han delegado la función de gatekeeper, ya que lo que le han contratado es un acceso a determinada velocidad y partiendo de la idea de que este servicio se suministra bajo el principio de net neutrality.

El segundo de los mecanismos es relativo a la garantía de neutralidad también de las guía de programación o EPG y, con más importancia aún en el escenario de la cobertura universal, de los motores búsqueda de vídeo, que cada vez intervendrán en mayor medida en la intermediación del acceso del usuario a los contenidos OTT.

El tercero de los mecanismos apunta a la intervención en el campo de los indexadores de contenidos, que tendrán una importancia vital como mediadores de la abundancia. Estos servicios serán mayoritariamente servicios creados por iniciativas privadas, con sesgos específicos marcados por su política editorial o el target al que quieren servir y, por lo tanto, la selección de productos nacionales para integrar sus catálogos no está garantizada. Encontrar la forma de puesta en valor de los productos nacionales para estos nuevos gatekeeper pasa a ser una prioridad, tanto de los actores industriales como de las políticas nacionales de apoyo a la industria. Paralelamente hay que promover la creación de estos indexadores y tratar de establecerlos como punto de referencia para los usuarios internacionales, y además deben convertirse en punto de referencia obligada, por su completitud y eficiencia para el usuario nacional.

Finalmente, en este repertorio de mecanismos la creación de una imagen de marca fuerte para los contenidos generados por la industria nacional es vital para conseguir ser visible en el bosque de la oferta. Este es otro frente en el que las políticas de comunicación de apoyo a la industria nacional pueden encontrar puntos de intervención muy rentables.

5.2.3 Acceso global

La universalización de la cobertura afecta a la capacidad del usuario nacional para acceder a un repertorio de contenidos más amplio que el que tiene a su alcance en la oferta territorializada que le llega por las plataformas fronterizables. Se puede decir que la probabilidad de que los contenidos de la industria nacional, portadores de los valores culturales e identitarios propios, pasen a formar parte del menú de cada ciudadano disminuye exponencialmente.

Los datos corroboran la preferencia de los ciudadanos para encontrar servicios en internet en su propia lengua, pero no hay que fiar a esa ventaja competitiva la defensa de posiciones de los contenidos audiovisuales nacionales. Primero, porque conforme se generalice el acceso universal el número de competidores aumenta y el usuario podrá nutrirse en un creciente número de proveedores de servicios y contenidos equiparables y tenderá a seleccionar siguiendo un principio de gratificación. Segundo, porque el abanico de lenguas francas para el usuario de los países desarrollados tiende a crecer con el nivel de educación. Por ello, el atractivo de los productos nacionales pasa a ser un factor estratégico. Las iniciativas encaminadas a incrementar la calidad y visibilidad de los productos nacionales, mencionadas en el punto precedente, deben ser un factor vital.

La proximidad de los contenidos juega como factor de enganche, en tanto que se refiere al medio del usuario, a su entorno de relaciones personales y sociales, a su universo de cultura compartida. La industria nacional puede jugar con esta ventaja y de paso mantener las funciones de reproducción cultural, defensa de las identidades, generación de la cohesión social y establecimiento del consenso, todas ellas funciones cubiertas por el audiovisual en las etapas precedentes y en el estadio de coberturas fronterizables de forma más destacada.

Un repositorio que reúna el conjunto de la producción nacional, con espacio también para la producción local, sería un mecanismo facilitador del mantenimiento de las oportunidades de contacto del ciudadano con productos portadores de estas funciones y sería también un mecanismo sobre el que trabajar para construir la imagen de marca del audiovisual nacional. Cabe decir que en un país con una larga tradición de producción local no se debería despreciar el impacto que tendría incorporar esa producción a un repositorio de estas características, tanto en cuanto a aumentar el repertorio de productos en la propia lengua, como en cuanto a la transmisión de valores culturales y rasgos identitarios.

Los productos generados por los ciudadanos también incorporan rasgos identitarios y sociales que pueden cooperar en el cumplimiento de aquellas funciones que antes garantizaba solo la televisión de masas; así, la creación de un indexador de contenidos generados por los ciudadanos tendría consecuencias sobre la visibilidad de estos contenidos, que se encuentran dispersos en diferentes repositorios, servicios de vídeo y servidores, aumentando la probabilidad de que los ciudadanos los incorporen a su menú. Esta opción cobra aún más importancia en la perspectiva de crecimiento del consumo de estos contenidos en el televisor conectado.

6. Mantras de los enemigos de la televisión pública

Las transformaciones registradas en el universo televisivo convergente nos muestran que la televisión no ha perdido centralidad, captura más atención de los ciudadanos que nunca y la ampliación del concepto de televisión a los contenidos OTT todavía aumenta la cuota de atención que atrae. En este punto, podemos asegurar que la televisión no está muerta. Está más viva que nunca. Es más accesible que nunca. La televisión ocupa más espacio que nunca en la vida de los ciudadanos. Y los ciudadanos pasan más tiempo que nunca interactuando con los contenidos televisivos. ¿Por qué, entonces, los medios de comunicación públicos iban a ser prescindibles, innecesarios? Solo razones espurias vienen a la mente si analizamos los pretextos repetidos como un mantra por los enemigos de la televisión pública.

Primer mantra. El gran número de canales disponibles ya garantiza la diversidad

Pero multiplicidad no significa necesariamente diversidad, por dos razones. En primer lugar, la industria audiovisual es incapaz de proporcionar contenido original para llenar todos estos canales disponibles, y por lo tanto existe un alto grado de repetición y redundancia a nivel mundial. En segundo lugar, incluso si los canales generalistas incluyen una alta proporción de contenido original, su índice de diversidad genérica es muy bajo. Según datos de EUROMONITOR2 para el proyecto CSO2012-39232, el contenido de las cadenas generalistas de los cinco principales mercados europeos se concentra en un 75% en tres macrogéneros (ficción, información e info-show), mientras que en EE. UU. la proporción es aún mayor, alcanzando el 85% para los tres macrogéneros.

Segundo mantra. El acceso global y abierto a muchos canales garantiza el pluralismo

Lo que garantiza es la fragmentación de las audiencias, pero no que cada oyente se nutra de contenidos en diferentes fuentes, por lo que es muy fácil que un ciudadano consuma solamente productos, informaciones y opiniones proporcionados por medios de comunicación de su misma orientación ideológica.

En la práctica, la multiplicación de canales ha llevado aparejada una extraordinaria sectarización de los contenidos, por lo que aceptando que la multiplicación de canales pueda influir en la diversidad de visiones, esa diversidad llega con dificultades al espectador, que se nutre con frecuencia de las mismas fuentes. En la etapa Todo digital y en red, la posibilidad de que un ciudadano se nutra solo de ofertas audiovisuales que coincidan con su punto de vista es mayor que nunca, lo que tiene efectos segregadores que dificultan la cohesión social. Por ello, se necesita un servicio público con capacidad de atraer a audiencias masivas y que garantice la diversidad interna, la que permite al ciudadano entrar en contacto con distintas ideas de fuentes y de contenidos, en lugar de estar prisioneros de conductas de consumo sectario. En este contexto cobra una importancia capital garantizar la existencia de servicios públicos potentes, competitivos y libres, tanto del control partidista y como de los condicionantes del mercado. Estos servicios públicos deberían mantener una oferta en todas las plataformas, redes y formatos para multiplicar sus oportunidades de contacto con los ciudadanos. Son una necesidad en defensa de la salud democrática.

Tercer mantra. Con internet y las redes sociales los ciudadanos pueden crear y distribuir libremente su propio contenido y no necesitan la mediación del servicio público para ejercer su libre expresión

Es verdad que las redes han puesto al alcance de los ciudadanos comunes una capacidad de expresión sin precedentes. Pero también es cierto que la eficiencia de esa comunicación topa contra muchas barreras. La primera es la alfabetización digital y audiovisual de los ciudadanos; la segunda, el desigual acceso a los recursos de red, y la tercera, la imposibilidad de garantizar la visibilidad de esos contenidos en el bosque de la oferta televisiva y, por tanto, de conseguir una influencia social equiparable a la que ejercen las instituciones y las corporaciones privadas.

Cuarto mantra. Las televisiones públicas ofrecen lo mismo que los canales privados, por tanto no son necesarias

Aunque la televisión pública competitiva no puede abstraerse de la influencia del mercado, los datos muestran que la oferta pública es más diversa y claramente distinta de la oferta privada. Los datos de EUROMONITOR para el proyecto CSO2012-39232 sobre la oferta de las televisiones públicas y privadas de los cinco grandes mercados televisivos de la Unión Europea (UE-5) hablan por sí solos.

GRÁFICO 1

Estructura general de la oferta según géneros de las televisiones públicas y privadas (en porcentaje). Temporada 2011-2012


Fuente: EUROMONITOR y Proyecto CSO2012-39232.

En su conjunto, las televisiones públicas en Europa mantienen un perfil de la oferta dominado por el macrogénero información (45,9%), mientras que las privadas están dominadas por la oferta del macrogénero ficción (35,2%). Además, las televisiones privadas dedican al macrogénero info-show (telerrealidad) un 21,2%, más del doble de tiempo de antena que sus competidoras privadas. El resto de macrogéneros, que se encuentran presentes en proporciones mucho más modestas, muestra cómo las televisiones públicas dedican mayor atención que las privadas al público infantil, y otorgan más espacio a la educación y al deporte.

Quinto mantra. La televisión pública solo debe hacer los tipos de programas que las cadenas privadas no hacen

El argumento tiene la finalidad de mantener a la televisión pública alejada de todos los géneros que resultan más rentables en términos de captura de audiencias. Los operadores privados apelan, para marcar el territorio, a una hipotética naturaleza de los géneros televisivos que permitiría identificarlos con la etiqueta de públicos o con la de comerciales, lo que situaría la discusión en el plano de una peculiar teoría de los géneros que no resiste la prueba de una aplicación empírica.

En su argumentación por legitimar aspiraciones de mayor rentabilidad, los operadores privados introducen un factor de desorientación entre los responsables de las políticas de comunicación, en los reguladores e incluso en la colectividad científica. Una muestra de ello es el requerimiento de la Comisión Europea a las televisiones públicas para que aclaren la naturaleza pública de sus actividades.

La indefinición del requerimiento de la Dirección General IV al hablar de «las actividades comerciales» y de «las actividades de servicio público» no resulta clara y abona una operación interesada, que consiste en separar estructuralmente los contenidos «culturales e informativos» de los contenidos «de entretenimiento». Este planteamiento no tiene en suficiente consideración las actuales condiciones de producción y de programación audiovisual, que más bien tienden a convertir en un artificio esta diferenciación.

La programación es, primordialmente, un sistema y, por lo tanto, sus partes solo gozan de una autonomía relativa. Aislar alguna de las piezas con voluntad totalizadora supone ignorar aquel carácter sistémico y perder de vista que el propio sistema no adopta una forma rígida y estable. En primer lugar, porque de su funcionamiento se derivan nuevas experiencias que, debidamente pulidas, pasan a incorporarse al conjunto de leyes que lo organizan. En segundo lugar, porque es un sistema ecológico que interpreta el entorno en que se ha establecido y organiza su funcionamiento a partir de las interacciones que efectúa con los otros sistemas con los que convive.

La programación es un objeto extraordinariamente complejo ya que, pese a regirse por un conjunto de leyes conocidas y parcialmente controlables, en su plasmación intervienen factores que reclaman del programador la aplicación de conocimientos intuitivos y no totalmente formalizables. Por eso, el programador cuenta con diferentes técnicas y métodos que, debidamente aplicados, le permiten reducir el índice de aleatoriedad característico de las estrategias de programación, pero sin eliminarlo completamente. Necesita, pues, un margen de maniobra dinámico que le permita efectuar las correcciones necesarias para alcanzar los objetivos preestablecidos.

Si se acepta que la televisión pública, para cumplir su misión, debe conseguir altos índices de penetración en la audiencia, los programadores deben disponer de todas las herramientas que están a su alcance. El ecosistema audiovisual en el que se desarrollan las actividades de televisión pública es cada vez más competitivo y, considerando las demandas de cumplimiento de funciones que le son encargadas, no se pueden añadir más limitaciones a la tarea de los responsables de la oferta que las relativas a la calidad, la responsabilidad social, el desarrollo cultural o la información independiente. Los programadores de la televisión pública tienen que poder contar con todos los géneros disponibles para utilizarlos en sus estrategias de programación.

Todo lo que precede sería suficiente para desacreditar los intentos de discriminar tópicamente, en función de su género, las piezas de una programación consideradas de servicio público (géneros informativos, educativos o culturales) de las que no lo serían (géneros de ficción, deporte, concursos o shows). Esta separación acaba considerando el entretenimiento escindido de la cultura. Opción que únicamente puede explicarse atendiendo a los criterios economicistas de quien la plantea. No podemos eliminar el entretenimiento del repertorio de la producción cultural y menos aún del consumo cultural.

No es posible aplicar una distinción entre programas de servicio público y otros que no lo son, en cuanto se integran en una estructura de programación y han sido ideados o adquiridos para cumplir con unos objetivos marcados en un contrato programa. No es adecuado, pues, tratar de diferenciar entre programas de servicio público y programas comerciales ya que, por definición, una vez establecida con claridad la misión de la televisión pública todas sus emisiones responderán a la consecución de los objetivos marcados, es decir, al criterio de servicio público.

Todo lo anterior no supone la inexistencia de elementos de cualificación de la televisión pública. No. Pero las diferencias recaen en aspectos cualitativos que se manifiestan en los contenidos, los tratamientos y las funciones.

Sexto mantra. Las televisiones públicas hacen competencia desleal al tener acceso a dos fuentes de financiación

Independientemente de que las televisiones públicas en Europa tienen diferentes porcentajes de acceso a la publicidad, desde ninguno a diferentes limitaciones de volumen y periodos de emisión, el argumento trata de deslegitimar a la televisión pública, ya que en los mercados en los que no tienen acceso a la publicidad o lo tienen muy limitado siguen reclamando las limitaciones para que las televisiones públicas no puedan acceder a los programas más competitivos en términos de captura de audiencias. Cuando en un mercado, como el español, consiguen que se suprima la publicidad como forma de financiación de la televisión pública, la inversión publicitaria que se canalizaba a través de la televisión pública no va automáticamente a las arcas de las televisiones privadas. Si la televisión pública consigue retener su audiencia o incrementarla al suprimir la publicidad, los anunciantes tratan de impactar en ese segmento de audiencia por otras vías, que no son las televisiones privadas, y por tanto la inversión publicitaria en televisión decrece. Entonces reclaman que los canales públicos no puedan acceder a contenidos de éxito en el mercado y que las subvenciones públicas desciendan con la esperanza de que pierdan audiencia en beneficio de las privadas que, entonces sí, se beneficiarán de la inversión publicitaria que antes tenía la televisión pública.

Séptimo mantra. El mercado televisivo no necesita regulación, sus propias leyes son suficientes para garantizar la presencia de diferentes opciones

La historia nos demuestra que en ausencia de barreras legales la concentración es la resultante natural de la ley del mercado. Siempre que desaparecen esas barreras se producen procesos acelerados de concentración. El caso español resulta paradigmático. Estamos plenamente inmersos en un mercado con dos operadores dominantes que concentran la mayoría de las audiencias. Desde el punto de vista de la diversidad ideológica esta concentración es una amenaza.

7. A modo de conclusión: decálogo sobre la indispensabilidad de la televisión pública

Después de analizada la debilidad de los argumentos de los enemigos de los medios de comunicación de servicio público, vamos a tomar un momento para identificar algunas de las razones de su indispensabilidad. Tomando en consideración, como hemos mostrado, que la televisión posconvergencia conserva un carácter central en la dieta mediática de los ciudadanos, y teniendo en cuenta también que las características del universo de televisión convergente permiten a los ciudadanos el acceso a una gran cantidad de contenidos de terceros y que los contenidos coherentes con su identidad cultural son enterrados por la abundancia de una oferta que se caracteriza por una baja diversidad y por promover la homogeneización cultural, la televisión pública sigue siendo indispensable para:

1.Poner a disposición de los ciudadanos de cada país un amplio repertorio de contenidos que lleve los rasgos de su identidad cultural.

2.Proporcionar información de todas las áreas, desarrollada con criterios profesionales independientes, lo que permitirá a los ciudadanos interpretar la realidad compleja y actuar en su entorno.

3.Propiciar la diversidad programática en un contexto de abundante oferta regida por la ley del mercado que provoca la homogeneización de la oferta, tanto a nivel nacional como a nivel mundial.

4.Permitir la experimentación e innovación en el uso de los géneros, del lenguaje y de la televisión, dando tiempo al espectador para familiarizarse con las innovaciones y contribuir a la educación social del gusto.

5.Desempeñar el papel de motor de la industria audiovisual nacional y local.

6.Fomentar la participación de todos los ciudadanos y grupos sociales, dando visibilidad a sus ideas y creaciones, utilizando todos los nuevos recursos disponibles.

7.Asegurar la visibilidad al talento creativo nacional.

8.Poner en valor la memoria audiovisual y organizar los repositorios de la producción nacional, más allá de sus propias producciones, y facilitar el acceso de todos los ciudadanos a ese patrimonio.

9.Liderar la producción multiplataforma.

10.Garantizar el pluralismo ideológico y la independencia editorial. Un pluralismo interno, que permite a los ciudadanos entrar en contacto con las diferentes ideas y los diferentes puntos de vista que existen en la sociedad, para contrarrestar el sectarismo que se puede derivar del pluralismo externo, que es el único que podría garantizar hipotéticamente la multiplicación de canales.

Para conseguir todos estos objetivos la televisión pública necesita:

1.Contar con un presupuesto estable, proporcional a la dimensión de sus objetivos.

2.Ser juzgada con criterios de rentabilidad social.

3.Medir el éxito de sus programas en términos de cumplimiento de los objetivos. No por la cuota de pantalla indiscriminada.

4.Disponer de un sistema de gestión que garantice su independencia y la aplicación de criterios profesionales en la toma de decisiones.

Por lo tanto, una televisión pública fuerte y competitiva es esencial, ahora como en el pasado, para cumplir las funciones de refuerzo de las identidades, la defensa de las lenguas, la promoción de la cohesión social, el fomento de la participación democrática y la creación de consenso.

*Este texto se nutre de las aportaciones de diferentes investigaciones dirigidas por el autor en el seno del GRISS-UAB, grupo de investigación consolidado, reconocido y financiado por la Generalitat de Catalunya, 2014SGR1013, que actualmente trabaja en «La regulació de l’audiovisual en l’escenari de la convergència tecnológica», investigación financiada por el Consell de l’Audiovisual de Catalunya y el proyecto de I+D+i, CSO2012-39232, financiado por el MINECO.

1.Una caracterización más detallada de estas etapas se puede encontrar en E. Prado: «Del Flujo al Stock. Desafíos de la digitalización para las políticas de comunicación», en IEC (ed.): Pensar los medios en la era digital, Buenos Aires, La Crujía Ediciones, 2010.

2.EUROMONITOR es un observatorio permanente de la televisión en Europa creado por un grupo de investigadores europeos (Paolo Baldi, Ian Connell, Claus Dieter Rath y Emili Prado), con el apoyo del servicio VQPT de la RAI y operativo desde 1989. Hasta 1995 tuvo su base de coordinación en Ginebra y a partir de esa fecha se trasladó a la Universitat Autònoma de Barcelona, donde opera bajo la dirección de Emili Prado, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad. El equipo de la sede central también incluye como coordinadoras de informes nacionales a las profesoras titulares Matilde Delgado, Núria García-Muñoz y Gemma Larrègola. El observatorio realiza informes regulares para los principales operadores televisivos de Europa y Norteamérica, así como publicaciones científicas y seminarios académicos, talleres de programación con la industria y asesoramiento a instituciones y autoridades reguladoras. EUROMONITOR clasifica los contenidos televisivos con una tipología de tres niveles que contempla Macrogéneros, Géneros y Microgéneros. Se puede encontrar una actualización de esta tipología en E. Prado y M. Delgado: «La televisión generalista en la era digital. Tendencias internacionales de programación», Telos, 84, Madrid, Fundación Telefónica, 2010.

La crisis de la televisión pública

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