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PRÓLOGO

Vicenç M. Rosselló i Verger1

Es para mi un riesgo y, sin duda, un motivo de orgullo prologar un volumen de 28 contribuciones consagradas a la geografía física del País Valenciano que inciden en las transformaciones territoriales y antrópicas. La geografía integral, que siempre he defendido y practicado, no se concibe sin la presencia humana y el hombre es uno de sus principales actores, cada día más influyente, sobre todo comparado con la tecnología de los antepasados del paleolítico o de las edades media y moderna.

Por convicción y, en cierto modo, por suplencia hubo que ponderar en los años 1970 desde el Departamento, el papel universitario de la geografía física y la primera tesis doctoral española de tal disciplina fue dirigida desde Valencia y presentada en Murcia el año 1972. Cuando en 1978 se instituyó la especialidad de Geografía en la facultad de la Universitat de València, se instaló en ella un pionero Laboratorio de Geomorfología y Palinología.

Antes de la llegada a la cátedra –después, Departamento de Geografía– del profesor Antonio López Gómez (1955), el País Valenciano era una terra incognita de la que los manuales geográficos guardaban un respetuoso silencio. Más de medio siglo después, sin falsas modestias, despunta en determinadas especialidades, como puede verse en los capítulos del presente libro. Cuadernos de Geografía, revista nacida el 1964, está a punto de publicar el número 100. Generaciones de geógrafos salidos de las aulas valencianas ejercen en institutos y universidades, en administraciones locales e incluso en profesión libre.

Las transformaciones del territorio valenciano, vistas por geógrafos físicos de distintas generaciones, son presentadas en cinco grandes apartados o capítulos. El primero se refiere a los cambios recientes y ambientales. La sospecha de mutaciones climáticas que barruntaba el profesor López Gómez en los lejanos 1960’ a propósito del cultivo de caña de azúcar en La Safor o del aumento del nivel marino, son confirmados por la actividad antrópica sobre suelos cultivados o incultos, por el régimen cada vez más espasmódico de la ramblas mediterráneas, por un posible avance de la estación estival o por un cambio climático o “global” preconizado por diversos paradigmas. No olvidemos que nuestro primer geógrafo y padre de la escuela valenciana fue adelantado en la docencia e investigación de la climatología a la que dedicaba, por lo menos, un trimestre entero en la asignatura de Geografía general.

Los siguientes apartados se refieren a zonas concretas del País Valenciano, particularmente estudiadas, empezando por la Serra d’Espadà y el valle del Palancia. Aquí no puedo menos de evocar la fraterna amistad del profesor Karl W. Butzer –del que tantas cosas aprendimos– en sus reiteradas campañas desde Aín, ejerciendo de geomorfólogo, arqueólogo, antropólogo (y su esposa, de archivista y paleógrafa), tratando de interpretar el paisaje humano de los moriscos o de los combatientes de la guerra civil. Las neveras de la sierra tienen una lectura climática en la pequeña edad del hielo. Los alcornocales, que constituyen una rareza en el contexto valenciano, tienen su razón de ser en los suelos ácidos silíceos y en una explotación tradicional. El abanico fluvial del río que, para entendernos, llamamos –impropiamente, desde luego– Palancia, ha sido objeto de un concienzudo examen hidrológico y sedimentario en un cuadro geomorfológico en que la acción antrópica no ha sido ajena.

El protagonista del apartado siguiente es el Valle de Ayora y el cañón del Júcar-Xúquer (en este caso, uno de los pocos hidrónimos genuinos), nuestro gran río domesticado y aprovechado ad unguem. Su impresionante cañón, por el que eran conducidas las maderadas, fue objetivo de estudios pioneros, ahora interpretados desde el punto de vista geomorfológico. Es revisado su régimen hídrico, rico en aforos históricos. Los saltos hidráulicos donde se prodigó la técnica ingenieril –con sus éxitos y fracasos bien notorios– consiguieron rendimientos energéticos indiscutibles, llevados al extremo en el sistema de recarga de Cortes de Pallás. Por otra parte, no puede olvidarse que el río alimenta y condiciona el regadío de la Ribera del Xúquer, auténtico modelo de explotación del recurso hídrico, donde se acumulan sucesivas etapas culturales. La decantada inundación del octubre de 1982 justificó una demostración de la iniciativa de los geógrafos valencianos que consiguieron a las pocas semanas un vuelo de reconocimiento que permitió un estudio colectivo ejemplar, publicado el año siguiente y reeditado, a propósito de la rotura del embalse de Tous y la subsiguiente “pantanada”.

El capítulo cuarto se dedica, primero a la evolución pliocuaternaria y a la formación del relieve en el Maestrat. A continuación se aborda el litoral comprendido entre la Serra d’Irta y Orpesa, investigado desde diversas ópticas. Por un lado, la restinga recesiva de la albufera de Torreblanca o Prat de Cabanes es estudiada a partir de los silos ibéricos ahora combatidos por el oleaje, mientras otros autores analizan su registro geoarqueológico en relación al cambio ambiental. El Prat residual de Cabanes y Torreblanca, descrito minuciosamente el 1795 por el protogeógrafo Antoni J. Cabanilles, ha sufrido el mayor atentado ecológico de los últimos años, llamado Marina d’Or. Era un espacio húmedo, antropizado por lo menos desde la edad moderna cuya última bocana natural se desvió en el siglo XVIII.

El interdelta de los ríos Xúquer y Turia donde se encuentra l’Albufera de València constituyen el objeto del último apartado. Se empieza por la llanura costera cuaternaria construida por el Guadalaviar o Turia –como decían los viejos manuales– en una perenne dicotomía fluvial-marina. Se dedican sendos trabajos al desvío del Turia a su paso por Valencia y a la evolución y artificialización de las dunas de la restinga de la Devesa donde los afloramientos pleistocenos son escasos. L’Albufera por excelencia, lejos de ser un espacio natural intacto, como se ha reivindicado desde el ángulo proteccionista –laudable, sin duda–, es más bien un constructo antrópico, empezando por unas salinas medievales bien documentadas y la sujección a los ciclos agrícolas del regadío y el arrozal/pesquerías y sus sucesivas reglamentaciones. Los afanes para desecar l’Albufera en nombre de la salubridad o el lucro no son demasiado antiguos; mantenerla como espacio natural exige grandes esfuerzos hídricos… y la eutrofización de sus aguas ha modificado su vegetación y fauna, aparte de la contaminación de fondos por el vertido de aguas residuales de fábricas y viviendas.

Sin menoscabar otros trabajos, me permito destacar una mayoría que giran alrededor del agua fluvial y marina. La interferencia de las cuatro esferas que se da en el entorno fluvial y costero –atmósfera, litosfera, biosfera e hidrosfera– es el bocado más sabroso de la investigación geográfica. Si le añadimos la perspectiva evolutiva de los procesos, puede llegar al extremo de la exquisitez. Tal vez sea esta la razón y el marchamo de la agrupación en que confluimos –otro término acuático– muchos de los autores. Esta es una ligera panorámica de sus trabajos actuales y el anuncio de otros futuros de una sección de los geógrafos valencianos, vista por un viejo profesor.

1 Departament de Geografia, Universitat de València, vicent.rossello@uv.es.

El territorio valenciano. Transformaciones ambientales y antrópicas

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