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LA GRAN TRANSFORMACIÓN DEL TERRITORIO VALENCIANO | |
La gran transformación del territorio valenciano
J. F. Mateu Bellés1
Hace casi cien años, Juan Dantín Cereceda (1923) escribió la primera síntesis moderna sobre Geografía de la región levantina, un texto bien informado, estructurado y dirigido a un público selecto y culto. En el apartado de Geografía física, nada se indica sobre cambios ambientales o transformaciones antrópicas porque tales cuestiones no figuraban en la agenda académica de su época. Esta constatación permite centrar el argumento de las XXXI Jornadas de Campo del Grupo de Geografía Física de la Asociación de Geógrafos Españoles (AGE).
1. EL CAMBIO EN LOS SISTEMAS COMPLEJOS
Durante muchas décadas del siglo XX, la Geografía física consideró preferentemente los rasgos permanentes y más representativos del medio natural a escala local o regional. Los trabajos ponían el énfasis en los valores medios del clima para caracterizar una región, en el régimen natural de los ríos, o en las grandes unidades de los relieves estructurales, etc. A menudo la Geografía física era un mero escenario casi inmutable en los estudios de Geografía humana. En los medios naturales se reconocían fases de modelado y formas heredadas, se establecían cronologías relativas de terrazas y de glacis, mientras se confeccionaban valiosas cartografías temáticas. Este cuadro, falto de muchos matices y de reconocimiento de valiosas aportaciones, fue trastocado por la Teoría General de Sistemas al privilegiar las interrelaciones entre elementos y subsistemas y enfatizar el cambio como parte de la dinámica de los sistemas complejos. Desde los años sesenta (algo después en España), la Geografía física identificó el cambio, la alteración, la transformación de los procesos como líneas argumentales en la interpretación del sistema natural, del que forman parte destacada las sociedades humanas. En esta trayectoria más reciente, la Geografía física no ha ido sola, aunque podían haberse aprovechado mejor todas las sinergias geográficas para la gestión de los problemas ambientales y territoriales.
Los recientes estudios del cambio y de las transformaciones ambientales y antrópicas hubieran sido más lentos sin las aportaciones de las nuevas tecnologías, la monitorización de parcelas experimentales, la difusión de imágenes de satélite, las observaciones en tiempo real, las nuevas redes de registro urbano o de alta montaña, etc. El cambio sistémico es un eje de investigación cada vez más atendido por los geógrafos físicos; también las administraciones son activas en la promoción de programas de investigación sobre el cambio global.
2. EL PROTAGONISMO HUMANO EN EL CAMBIO AMBIENTAL
La capacidad de los humanos para alterar los paisajes y medios naturales es muy antigua. El uso del fuego por los grupos de cazadores y recolectores alteró a escala local o regional sistemas naturales primigenios; los primeros agricultores difundieron especies domésticas, manejaron la ignicultura, implantaron regadíos, etc. Con posterioridad su rol en la transformación de la faz de la tierra siguió reforzándose con el número de habitantes y la diversificación de sus actividades. Por su parte, las sociedades industriales, muy dependientes de las energías fósiles, han intensificado su papel transformador de la naturaleza a causa de su rápido crecimiento demográfico, con alteraciones de las escalas espaciales, las tasas y los tiempos del cambio ambiental. Nuestra especie ha pasado de ser un elemento más de la cadena de transformaciones energéticas que va del sol a las plantas, y de éstas a los animales, a controlar muchos procesos naturales mediante el uso de energía externa o exosomática. Los humanos hemos alcanzado y ocupado la cúspide de la pirámide trófica y somos los principales agentes de la transformación de la biosfera. Con razón se habla del antropoceno para designar esta nueva etapa, sin precedentes, de la historia de la Tierra.
La posición humana en esta metamorfosis ha variado a lo largo del tiempo. Durante milenios actuaron sobre la epidermis de la Tierra, a escala local y regional (mutación de los bosques por tierras agrícolas, extensión del regadío, bonificación de humedales, sellados urbanos del suelo, etc.). Pero en el último siglo, las acciones antrópicas están alterando además flujos fundamentales que sostienen la vida en el único planeta habitado conocido. La consideración de las interferencias antrópicas en los ciclos biogeoquímicos es cada vez más necesaria para entender los tipos específicos de las transformaciones ambientales y la condición global de la biosfera (Kates et al., 1990).
Aunque el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad de las actuales exigencias humanas sobre el sistema natural contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica y supone un riesgo ante su capacidad de resiliencia. Por lo general el tiempo acelerado de la sociedad contemporánea no suele ir acompasado con el tiempo lento de la naturaleza, razón por la cual la humanidad modificadora de la naturaleza se enfrenta a problemas de contaminación y de gestión de residuos. Mientras en los primeros asentamientos, prácticamente se reciclaban todos los residuos, en las ciudades y conurbanizaciones modernas, los residuos urbanos, los gases de efecto invernadero y otros desechos no se incorporan tan fácilmente al medio y se concentran, lo cual provoca contaminación y genera necesidades de transporte para enviarlos lejos (Margalef, 2005).
3. LA DUALIDAD AMBIENTAL VALENCIANA: LITORAL VERSUS INTERIOR
De las numerosas dualidades culturales, físicas e históricas que caracterizan el País Valenciano, no es la menos notable la dicotomía llano-montaña, que se imbrica con la de litoral-interior. Sobre esta división se cruza otra entre el ámbito ibérico del norte y del centro y el sistema bético meridional (Rosselló, 1995). Esta estructura física dual también lo es ambiental, y los valencianos, lejos de atenuarla, la han exacerbado en el último medio siglo con el uso masivo de energías fósiles que posibilita el transporte y la aglomeración litoral. Aunque no es posible un diagnóstico exhaustivo, solo se enumera uno de los más importantes: la inversión de la topología del paisaje.
Margalef (2005) denomina acelerada inversión de la topología del paisaje al proceso de urbanización creciente de la biosfera, como ocurre en el territorio valenciano a lo largo del siglo XX y especialmente desde su segunda mitad. Hasta entonces la topología del espacio humanizado se componía de aldeas y ciudades, rodeadas cada una por el espacio agrícola, dispersas sobre un espacio natural casi primigenio, y unidas por unas pocas vías de comunicación poco transitadas. Ahora extensas áreas del territorio valenciano, especialmente la franja litoral y los principales corredores viarios, se hallan muy humanizados y entrelazados por vías rápidas de comunicación muy frecuentadas por vehículos motorizados. Estamos asistiendo a una inversión de la topología de la naturaleza humanizada: las áreas urbanas se hallan más conectadas entre sí, el tejido urbano predomina más compacto y continuo, mientras solo quedan retazos aislados del sistema natural que pasan a la categoría de residuales. En este escenario dual, las transformaciones ambientales son de distinto signo y también el rol de los humanos; ambas cuestiones serán consideradas en los cuatro itinerarios de las Jornadas de campo.
Figura 1. Localización de los itinerarios. Imagen Landsat 5, TM, CC345, composición 1 junio y 26 de julio de 2001. Fuente: USGS Earth Explorer. Elaboración: M. J. López García.
4. LAS XXXI JORNADAS DE CAMPO DE GEOGRAFÍA FÍSICA: LOS ITINERARIOS
Entre el 30 de mayo y el 3 de junio de 2016, se desarrollarán en Valencia las Jornadas de Campo del Grupo de Geografía Física de la AGE, organizadas por el Área de Geografía Física de la Universitat de València. Las Jornadas pretenden continuar una fructífera experiencia de aprendizaje geográfico. Como continuación del recorrido por tierras hispánicas, hemos preparado cuatro itinerarios (Serra d’Espadà y Valle del Palància, Valle de Ayora y cañón del Júcar, fosas del Maestrat y litoral entre la Serra d’Irta y Orpesa, y la Albufera de Valencia en el espacio interdeltaico de los ríos Túria y Xúquer (Fig.1) para mostrar y debatir in situ las transformaciones ambientales y antrópicas del territorio valenciano.
Este libro-guía de campo se sustenta en investigaciones desarrolladas por los integrantes del Área de Geografía Física de Valencia. En la programación no ha sido posible incluir otros itinerarios alternativos e incluso alguno monográfico. Los autores nos sentimos continuadores del libro editado con motivo de las XXI Jornadas de campo organizadas por nuestros compañeros de la Universidad hermana de Alicante (Giménez et al., 2006). Finalmente este libro-guía es un reconocimiento a la meritoria labor del profesor V.M. Rosselló en el campo de la Geografía física y su fructífera trayectoria en la Universitat de Valéncia.
5. BIBLIOGRAFíA
Dantín, J. (1923): Geografía de la región levantina. En: Tormo, E. (Ed.), Guía Levante (Provincias valencianas y murcianas), Calpe, Madrid, LXI-CIX.
Giménez, P. et al. (2006): Geografia y Medio Ambiente, Universidad de Alicante, Alicante, 237 p.
Kates, R. et al. (1990): The Great Transformation. En: Turner II, B.L. et al. (Ed.), The Earth as Transformed by Human Action. Global and Regional Change in the Biosfere over the past 300 years, Cambridge University Press, Cambridge, 1-15.
Marfalef, R. (2005): Acelerada inversión de la topología de los sistemas epicontinentales humanizados. En: Naredo, E. y Gutiérrez, L. (Ed.), La incidencia de la especie humana sobre la faz de la tierra, Universidad de Granada, Granada, 217-222.
1 Departament de Geografia, Universitat de València, juan.mateu@uv.es.
Cambios recientes en los usos del suelo y sus implicaciones ambientales
J. A. Pascual Aguilar1 y M. J. López García1
Los usos del suelo, y su materialización en distintas cubiertas superficiales, constituyen la plasmación espacial más evidente de la acción humana sobre el territorio. El desarrollo económico y el intenso proceso urbanizador experimentado en el litoral mediterráneo desde los años 60 del siglo pasado ha dado lugar a importantes transformaciones que afectan tanto a las cabeceras de las cuencas como a llanos de inundación y espacios litorales (marjales, restingas) donde se asienta en mayor grado la población actual. Los principales cambios constatados en la Comunidad Valenciana son el abandono de los cultivos de secano tradicionales (viñedo, algarrobo, olivos…), la introducción de nuevos regadíos (fundamentalmente cítricos), y el incremento de superficie impermeabilizada por la expansión urbana, el fenómeno de segunda residencia, las zonas industriales y la ampliación de las comunicaciones. El abandono de los cultivos de secano ha conducido, especialmente en las zonas abancaladas de los piedemonte, a incrementar el fenómeno denominado “matorralización” (Uríos, 2004) ya que los campos abandonados son colonizados por las especies mediterráneas típicas del sotobosque incrementándose la superficie forestal en su estadio inicial. Los incendios forestales que repetidamente afectan a extensas superficies de bosque mediterráneo contribuyen a reducir las masas forestales densas pero incrementan, cuando se inicia un proceso de regeneración, las zonas de matorral.
Desde el ámbito de la Geografía, diversos estudios han descrito las transformaciones de nuestro territorio, siendo pioneros los trabajos de López Gómez (1957) y Rosselló y Courtot (1976) sobre espacios litorales. La disponibilidad de fotografías aéreas y el desarrollo de la teledetección y los Sistemas de Información Geográfica han dado lugar a numerosos trabajos que cartografían y cuantifican la magnitud de estos cambios tanto a escala local (Domingo y López García, 2004; Pascual Aguilar, 2006; Alemany y López García, 2015, entre otros) como regional (Pascual Aguilar, 2004). La disponibilidad reciente de la cartografía 1/25.000 del Proyecto SIOSE facilita e incrementa estos análisis (Zornoza, 2012).
1. PRINCIPALES TRANSFORMACIONES
Los cambios analizados en el entorno metropolitano de Valencia desde mediados del siglo pasado se ajustan al modelo conceptual simple de sustitución y cambio de usos representado en la Figura 1A (Pascual Aguilar, 2004): los usos en crecimiento expresan los procesos de intensificación agrícola (expansión de los cítricos que han desplazado a cultivos tradicionales tanto de secano como de regadío) y el incremento de superficies urbanas (continuas y discontinuas), zonas industriales, comerciales y nuevas vías de comunicación; los usos en retroceso representan el abandono del secano tradicional y las huertas; los usos considerados estables engloban las superficies de bosque (Fig. 1B). Aunque este modelo se identifica en otros espacios pre-litorales de la Comunidad Valenciana, como es el caso de la Vall d’Uixó (Pascual Aguilar, 2006) o la plana de Castellón (Domingo y López García, 2004), el patrón adopta matices en otras zonas. Así, la dinámica de cambios de usos en las cuencas del Barranc de Carraixet (Fig. 1C) y la Rambla de Poyo (Fig. 1D) ubicadas al norte y sur del Área Metropolitana de Valencia (AMV) respectivamente, presenta variaciones relacionadas con factores topográficos y fundamentalmente con las características rurales de los espacios de cabecera.
En los últimos años, cobran protagonismo los análisis del proceso urbanizador en los entornos metropolitanos a costa de los regadíos tradicionales, así como la expansión urbana en espacios litorales y pre-litorales (Pascual Aguilar et al. 2004 y 2005; Zornoza, 2012, entre otros) ya que constituye un proceso identificado a lo largo de la franja litoral especialmente visible y de gran impacto. Los estudios indican que la tendencia hacia la artificialización del medio lejos de detenerse se ha incrementado recientemente. Un estudio de la urbanización en el AMV a partir de imágenes Landsat (1984-2014) muestra que la tasa de crecimiento en el período 2000-2014 es superior respecto a décadas anteriores. Existe un gran desequilibrio entre la evolución demográfica y el incremento de las zonas urbanizadas ya que para un incremento de la población del 20%, se registra un aumento del 60% en la superficie artificializada (Fernández y López García, 2015), solo explicable en relación con procesos especulativos ligados a la burbuja inmobiliaria.
2. IMPLICACIONES MEDIOAMBIENTALES
Las consecuencias medioambientales derivadas de los cambios de usos y cubiertas superficiales abarcan aspectos muy diversos dependiendo de la naturaleza del cambio y de la escala (local, regional e incluso global) de análisis, y han sido atendidas por profesionales más allá de la geografía.
La expansión urbana genera impactos entre los que destacan la pérdida de terrenos agrícolas tradicionales (huerta) y de vegetación natural (marjales, restingas), la degradación de la calidad del aire y del agua, la modificación del clima urbano, y el proceso denominado “sellado antropogénico” que provoca la impermeabilización del suelo y afecta a la producción de escorrentía y al riesgo de inundación. En los últimos años, han surgido estudios que atienden al impacto (directo y/o indirecto) de las cubiertas artificiales en la degradación de los suelos y en la conectividad hidrológica entre unidades ambientales (paisajes). Se entiende que la pérdida de calidad de los suelos por sellado es causa directa de degradación ambiental y la introducción de agentes nocivos (por medio del transporte de contaminantes realizado por las aguas superficiales) en unidades paisajísticas vecinas es consecuencia indirecta de la dinámica propia de las zonas urbanas sobre las agrícolas y las naturales (Pascual et al., 2015). Estos trabajos intentan comprender la relación entre los cambios de usos del suelo y las propiedades ecológicas inherentes a algunas cubiertas del suelo por medio de la aplicación de modelos explicativos (cadenas de Markov, por ejemplo) y análisis basados en la ecología del paisaje (Peña, 2007).
La urbanización intensa de los espacios litorales, ligada al turismo y al fenómeno de segunda residencia, ha conducido a la alteración de los espacios húmedos, como se puede observar en la Figura 2, un ejemplo entre muchos, localizado en la Marjaleria de la Plana de Castellón.
Figura 1. Modelos de cambio de usos del suelo: (A) Modelo teórico de sustitución y cambio, (B) Entorno metropolitano de Valencia, cuencas del Barranc de Carraixet (C) y de la Rambla del Poyo (D).
Figura 2. Detalle de la Marjaleria de la Plana de Castellón (1956-2012) . Se observa la proliferación de una urbanización dispersa sobre los antiguos campos de cultivo.
Por otra parte, la variabilidad espacial en los cambios de usos de suelo en cuencas de drenaje (Carraixet y Poyo) provoca cambios (incremento o descenso) en la producción de escorrentía dependiendo de los sectores de la cuenca, que pueden quedar compensados para su conjunto. En la cuenca de Carraixet, en el período 1956-1998, se constató una tendencia al incremento de la producción de escorrentía (el umbral de escorrentía pasa de 74 a 68 mm) relacionado por un lado con la degradación de las zonas boscosas de la cabecera de la cuenca, y por otro con el incremento del suelo urbanizado en la parte baja (Lopéz García et al., 2007).
Finalmente, otros aspectos, también relevantes, como los cambios antrópicos en la línea de costa (Sanjaume et al., 200; Pardo, 1991) y las alteraciones provocadas por los incendios forestales no se han tratado aquí. Los incendios, si bien constituyen un fenómeno de riesgo, provocan cambios significativos en las coberturas forestales con notables implicaciones mediambientales.
3. BIBLIOGRAFíA
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Peña, J. (2007): Efectos ecológicos de los cambios de coberturas y usos del suelo en la Marina Baixa (Alicante). Tesis Doctoral, Universidad de Alicante, 550 pp.
Rosselló, V. M. y Courtot, R. (1976): Evolution récente de l’Albufera de Valencia et de ses environs. Méditerranée, 4, 19-30.
Sanjaume, E., Rosselló, V.M., Pardo, J.E., Carmona, P., Segura y López García, M.J. (1996): Recent Coastal Changes in the Golf of Valenica (Spain), Z. Geomorph. N.F., 102, 95-118.
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1 Departament de Geografia, Universitat, juan.a.pascual@uv.es, maria.j.lopez@uv.es
Calentamiento reciente en el Golfo de Valencia. Hacia un adelanto de la estación estival
M. J. López García1
Existe un razonable acuerdo en la comunidad científica acerca del calentamiento del planeta durante el siglo XX, especialmente en las tres últimas décadas. Los informes del IPCC (2007) señalan tasas de incremento en las temperaturas terrestres del hemisferio norte que oscilan entre 0.072 y 0.089°C/década para el período 1901-2005. Aunque no es fácil establecer si este incremento es consecuencia de la variabilidad natural o evidencia el cambio climático, numerosos estudios confirman el calentamiento global, si bien se apuntan diferentes tasas de incremento dependiendo de la escala espacial (global, regional o local), del ámbito regional y del período de tiempo considerados. En las proyecciones sobre cambio climático, el Mediterráneo es considerado un espacio especialmente vulnerable (hot spot) (Giorgi, 2006) debido a (i) su situación de transición entre latitudes medias y zonas subtropicales, (ii) la particularidad de un mar semi-cerrado, importante fuente de humedad y reserva de calor, y (iii) la intensa ocupación humana en sus márgenes incrementada en épocas recientes por la intensificación de la urbanización litoral. Por su posición geográfica y sus características hidrológicas, el Mar Balear y Golfo de Valencia representan un espacio de transición entre la cuenca septentrional, ocupada por masas de agua atlántica modificada (más antiguas y frías), y la cuenca argelina, donde residen las masas de agua atlántica más cálidas que entran en el Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar (López García, 1991; López García et al., 1994; Millot, 1999).
En España, son numerosos los estudios publicados en los últimos años que confirman el incremento de la temperatura terrestre observado especialmente a partir de los años 70s. Algunos de estos trabajos analizan la variabilidad mensual y estacional de las tendencias, si bien no son fáciles las conclusiones puesto que dependen del período analizado y de los escenarios regionales. Así, en Castilla-León y para el periodo 1945-96, Morales et al. (2005) obtuvieron tendencias positivas significativas solamente en invierno, pero cuando analizaron una serie más corta y reciente (1972-1995) mostraron un claro incremento en primavera (0.058°C/año) y verano (0.057°C/año). Brunet et al. (2007), para el conjunto del territorio español y el período 1850-2005, señalaron una tasa positiva global de 0.1°C/década indicando que las estaciones de otoño e invierno eran las que más contribuían a este calentamiento. No obstante, una lectura detallada de su trabajo muestra que en las décadas más recientes (1973-2005) las mayores tasas se obtienen en primavera (0.77°C/década) y en verano (0.67°C/década). Del Río et al. (2011), utilizando datos de 473 estaciones repartidas por toda España para 1961-2006, obtienen tasas de 0.1-0.2°C/década y concluyen que primavera y verano son las estaciones que contribuyen en mayor grado a este incremento. También El Kenawy et al. (2012) para el noreste de la península entre 1920-2006 obtuvieron una tasa promedio de 0.1°C/década indicando además que el calentamiento observado se debe al período más reciente (a partir de los 70s). Un análisis más detallado del periodo 1960-2006, basado en 128 estaciones, les permite concluir que las mayores tasas de calentamiento se observan en primavera y verano y en los observatorios costeros, mostrando máximos de 0.22°C/década en verano para el periodo completo (1920-2006), y de 0.66°C/década en primavera para el período más reciente (1960-2006). La idea de que las altas tasas de calentamiento observadas en la cuenca Mediterránea en décadas recientes son debidas al incremento de las temperaturas en los meses de primavera y verano parece haber tomado cuerpo en la bibliografía actual.
En el caso del agua del mar, también existe acuerdo sobre el incremento de temperatura y salinidad tanto en las capas superficiales como las intermedias y profundas (Vargas-Yáñez et al., 2009, 2010; Lionello et al., 2006). No obstante, la escasez de series de registros in situ y las diferencias en la metodología de toma de datos dificultan el análisis de tendencias a medio y largo plazo. Salat y Pascual (2006) en un trabajo basado en el análisis de series climáticas de temperatura del aire y del mar en la estación catalana de L’Estartit para el período 1974-2005, señalaron tasas de incremento promedio anuales de 0.06°C/año en la temperatura del aire, y destacan una tendencia al incremento tanto en la temperatura del aire como la del mar durante la primavera (abril-junio), con valores de 0.08°C/año para la temperatura del aire. Desde los años 90s, las imágenes térmicas obtenidas por el sensor Advanced Very High Resolution Radiometer (AVHRR) del satélite NOAA constituyen una alternativa válida a los registros in situ para el análisis de la temperatura superficial del mar (SST) (López García, 1991; Santoreli et al., 1994; Marullo et al., 2007; Nykjaer, 2009; entre otros). La disponibilidad actual de series de datos de calidad y longitud suficiente (más de 20 años) han permitido plantear estudios sobre la variabilidad espacio-temporal de la temperatura superficial del mar y el cálculo de tendencias a medio plazo.
En el Mar Balear y cuencas adyacentes, trabajos previos a partir de imágenes térmicas mensuales para 1985-2007 (López García y Camarasa, 2011) han descrito las tendencias recientes del calentamiento, constatando un incremento promedio de 0.03°C/año para las cuencas Liguro-provenzal, Balear, Argelina y Alborán, con tasas mayores (0.06°C/año) en primavera. Los datos analizados indican un calentamiento significativo en todas las cuencas estudiadas durante los meses de abril, mayo y junio, cifrado en un aumento de la temperatura media de entre 0.5-1°C en las dos décadas analizadas. Las tendencias observadas en la temperatura del mar se han contrastado con los datos de temperatura del aire registrados en los observatorios litorales del contorno de la cuenca para los que se dispone de series de mayor longitud (1960-2010) (López García, 2015). La figura 1 muestra la curva de evolución de la temperatura en el mar Balear y en los observatorios litorales terrestres. Se han obtenido incrementos significativos de 0.026°C/año en el mar y 0.039°C/año en tierra. No obstante, cabe destacar que la tasa obtenida en tierra coincide prácticamente con la del mar (0.038°C/año) cuando se recalcula para el mismo período (1985-2009).
Las variaciones de la temperatura en el ciclo estacional para el período analizado se pueden observar en la figura 2 tanto para el mar como para los observatorios terrestres. En tierra (Fig. 2a) se registra un incremento de 1°C desde el P1 (1960-80) al P2 (1981-1992) principalmente durante el verano y el otoño, mientras que en la década más reciente, de P2 (1981-1992) a P3 (1993-2010), el mayor aumento se registra en la transición primavera-verano con incrementos máximos de 1.6°C en junio, 1.4°C en mayo y 1°C en abril. En conjunto, para todo el período representa un máximo incremento de 2°C en junio y agosto. En el Mar Balear (Fig. 2b) donde la serie disponible es más corta, los mayores incrementos (1°C) se registran de nuevo en la transición primavera-verano. Los datos analizados permiten concluir que desde la década de los 90 se ha producido un adelanto e intensificación de la estación estival tanto en el mar balear como en las zonas litorales de su contorno.
Figura 1. Evolución de la temperatura media mensual en tierra (Ta) (1960-2010) y en el Mar Balear (SST) (1985-2009). Se representan valores mensuales con filtro media móvil 12. P1, P2 y P3 son los períodos de tiempo utilizados en la figura 2. (López García, 2015).
Figura 2. Cambios en la curva estacional de la temperatura en los observatorios terrestres (a) y en el mar (b). Las barras indican los incremento en cada periodo.
BIBLIOGRAFíA
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1 Departament de Geografia, Universitat de València, maria.j.lopez@uv.es.
Clima y Cambio Climático en la Comunidad Valenciana
M. J. Estrela Navarro1, J. J. Miró Pérez2 y I. Gómez Doménech2
La Comunidad Valenciana es una región con un relieve muy compartimentado. Se enmarca, además, en un clima mediterráneo, en una transición geográfica entre el dominio climático templado y húmedo propio de latitudes medias, al Norte, y el dominio climático árido y desértico propio del cinturón de altas presiones subtropicales, al Sur.
Al factor climático y relieve se suma la gran complejidad geográfica de la cuenca del Mediterráneo occidental, lo que en definitiva da lugar a un mosaico de climas locales muy profuso, en el que los distintos comportamientos térmicos tienen un papel fundamental (Clavero, 1978; Font, 1983; Capel, 1983; Pérez Cueva, 1994; Estrela et al., 2002).
Nos encontramos en un ámbito donde precisamente la caracterización del cambio climático y la evaluación de tendencias a escala local adquieren gran relevancia. Si bien las tendencias térmicas generales apuntan hacia el ascenso térmico, estas se ven muy matizadas por patrones físicos y climáticos de carácter regional y local. En este sentido, estudios recientes en este ámbito (Miró et al., 2014) revelan que ya en las últimas décadas se han producido cambios en el comportamiento de las temperaturas, mostrando patrones de cambio en la escala local y regional, y diferencias según la época del año. Dichos patrones parecen relacionarse con cambios relativos en la frecuencia de vientos y advecciones, en los patrones de presión en esta región, y la tendencia a una mayor frecuencia de situaciones estables.
Estos patrones de cambio señalan primero un contraste entre el litoral y depresiones prelitorales, con tendencias más moderadas, frente a las partes altas y montañosas del interior, con tendencias al calentamiento más acentuadas (Fig. 1). También se señala la mayor tendencia al calentamiento en primavera y verano, especialmente en Junio, así como en Octubre. Por el contrario, las temperaturas mínimas muestran en conjunto menores tasas de calentamiento y, sobre todo, un comportamiento de las tendencias más contrastado e influenciado por los factores físico-geográficos de cada emplazamiento (Miró et al., 2015). Precisamente patrones similares están siendo señalados por la proyección a escenarios futuros (A-2, IPCC) por parte de los modelos de mayor resolución enfocados en la región, como son CGCM2, ECHAM4 y HadCM3 (Brunet et al., 2009), ó CCSM y EH5 (Argüeso, 2012).
Figura 1. Cambio térmico para el período 1997-2011 respecto del período 1948-1979. Temperatura media anual.
Con relación a la precipitación, la Comunidad Valenciana presenta un sistema de precipitaciones muy variable e irregular. La distribución anual que presenta la precipitación se resume en un verano muy seco y un otoño y primavera húmedos. La torrencialidad de la precipitación es una de las características más sobresalientes del clima mediterráneo de esta región. Las pérdidas económicas y los daños personales causados por este fenómeno son extensos y repetitivos, debidos sobre todo a las inundaciones en las llanuras aluviales de los principales ríos de la región, tales como el Túria, Júcar y Segura, y a las avenidas de las ramblas típicas de este clima.
Si analizamos el sistema hidrológico presente en la Comunidad Valenciana son tres las situaciones sinópticas que, en líneas generales, actúan como inputs del sistema hidrológico, aunque mostrando diferentes patrones de distribución espacial de las precipitaciones.
1. Precipitaciones procedentes de ciclogénesis mediterráneas, es decir, los conocidos temporales de levante (Millán et al., 1995). Estas situaciones se conforman como el principal input en todas las áreas, aunque tienen un carácter de máximos marcadamente litoral y prelitoral. Se trata de precipitaciones muy vinculadas en su génesis a la orografía y concretamente a las cuencas y valles abiertas al NE. Las más litorales suelen producirse a principios del otoño, cuando el contraste de temperatura puede ser muy elevado y la advección está garantizada sin necesidad de gran forzamiento en altura.
2. Precipitaciones provenientes del paso de sistemas frontales del Oeste, con distribución espacial inversa a la de las ciclogénesis mediterráneas. Su importancia aumenta a medida que nos adentramos hacia el interior del territorio valenciano, teniendo escasa presencia en las zonas costeras y en el extremo Sur.
3. Desde un punto de vista espacial, las precipitaciones convectivas están asociadas con las cadenas montañosas del interior Norte, donde el verano es la época del año más propicia para que se pueda producir este tipo de tormentas.
Esta desagregación de las precipitaciones permite también el estudio del comportamiento pasado de cada tipo de lluvias y el análisis detallado de las tendencias de la precipitación global. Así por ejemplo, una posible tendencia hacia mayor o menor presencia de lluvias torrenciales, que son las de mayor impacto o incidencia en la población (por estar asociadas con los riesgos de inundación), podría verse enmascarada dentro de una tendencia distinta, o incluso contraria del régimen global de la precipitación. Cuando se analiza la precipitación total no se observan tendencias destacables, más allá de una ligera tendencia al descenso en la cantidad de precipitación anual hacia el interior, pero que no se aprecia en puntos del litoral. Sin embargo, este análisis global no permite detectar, en cambio, diferencias notables en las lluvias registradas según la situación meteorológica que las genera.
Estudios recientes llevados a cabo por el grupo de Climatología del Departamento de Geografía de la Universitat de València en colaboración con la Fundación CEAM (Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo), ponen de relieve una tendencia a la disminución de las precipitaciones causadas por frentes atlánticos, siendo el descenso más importante allí donde tienen mayor peso en el volumen total, como es el interior Norte de la Comunidad. Por el contrario, las precipitaciones provocadas por advecciones de masas de aire con recorrido marítimo (frentes de retroceso, levantes, ciclogénesis mediterráneas), no muestran descenso sino relativo ascenso, tanto en el interior como en el litoral, aunque sólo en el litoral compensada la pérdida por los frentes atlánticos, y de una manera muy irregular y variable en el tiempo (Fig. 2). De manera que esto marca una tendencia hacia mayor torrencialidad e irregularidad de las precipitaciones, en consonancia con algunos escenarios futuros de cambio climático, a pesar del mantenimiento de los valores totales anuales.
Figura 2. Tendencia de la precipitación (1950-2011) por: A) frente atlántico en el interior y B) ciclogénesis mediterránea (Levantes) en el litoral y prelitoral.
En el caso de las precipitaciones por situaciones convectivas, aunque menos importantes en cuanto a valores acumulados anuales, el hecho más destacable es su disminución en el interior Norte de la Comunidad, dado que implica una disminución apreciable en el ciclo hídrico regional.
En conclusión, esto nos revela un contexto en el que el cambio climático en el litoral se muestra con aumentos térmicos más moderados y mantenimiento de las precipitaciones debido a un aumento del número de eventos de flujo marítimo, mientras que en el interior y zonas de montaña el cambio climático se ve acelerado por un importante aumento de las temperaturas y un marcado descenso de las precipitaciones atlánticas, con todas las implicaciones que esto conlleva para la recarga de acuíferos. Además, en estos sectores interiores están las cabeceras de los principales ríos de nuestro territorio y, en este nuevo contexto climático, con un aumento de las temperaturas, una mayor evapotranspiración y un descenso de las precipitaciones de origen atlántico, pueden abocar a una progresiva pérdida de caudales.
En suma, las áreas más vulnerables de nuestro territorio frente al cambio climático coinciden con las áreas montañosas y de recarga del sistema hidrológico (cabeceras de cuenca), donde además se localizan los bosques de gran valor natural.
BIBLIOGRAFíA
Argüeso, D., Hidalgo-Muñoz, J.M., Gámiz-Fortis, SR., Esteban-Parra, M.J. y Castro-Díez, Y. (2012): High-resolution projections of mean and extreme precipitation over Spain using the WRF model (2070-2099 vs. 1970-1999). Journal of Geophysical Research, Atmospheres, 117.
Brunet, M., Casado, M.J., De Castro, M., Galán, P., López, J.A., Martín, J.M., Pastor, A., Petisco, E., Ramos, P., Ribalaygua, J., Rodríguez, E., Sanz, I. y Torres, L. (2009): Generación de escenarios climáticos regionalizados para España. Agencia Estatal de Meteorología. Madrid, 157 p.
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Pérez Cueva, A. (coord.). (1994): Atlas Climàtic de la Comunitat Valenciana. C.O.P.U.T. Generalitat Valenciana. 205 pp.
1 Departament de Geografia, Universitat de València, maria.jose.estrela@uv.es.
2 Departament de Física de la Terra i Termodinàmica, Universitat de València, javier.miro-perez@uv.es, igor.gomez@uv.es.
La especificidad de la hidrología en ramblas mediterráneas
A. M. Camarasa-Belmonte1
1. LAS RAMBLAS MEDITERRÁNEAS
Las ramblas son sistemas fluviales de circulación intermitente que, junto con los ríos de circulación perenne, drenan gran parte del territorio mediterráneo. Suelen ser cuencas de pequeño tamaño, corto recorrido, gran pendiente y cauces de tipo braided. La cubierta vegetal es rala y los suelos están poco desarrollados. A menudo se configuran sobre litologías permeables que favorecen la transferencia de agua hacia el subálveo. Los canales están desconectados de los acuíferos, por lo que la circulación es discontinua y depende casi exclusivamente de la lluvia (Segura, 1990). En la relación cauce-acuífero, este último no sólo no aporta caudal de base, sino que supone un factor importante de pérdida de escorrentía superficial, a través de fugas en los canales (transmission losses).
De manera general estas cuencas presentan una configuración organizada en tres sectores: (i) un sector montañoso de cabecera, con fuerte control tectónico, grandes pendientes y litología permeable; (ii) un sector intermedio que conecta la cabecera con la llanura litoral, donde se desarrollan amplias formas de sedimentarias de transición (abanicos, piedemontes, glacis, etc.) y, (iii) la llanura de inundación en la parte baja de la cuenca. Desde el punto de vista hidrogeomorfológico, las cabeceras son los espacios donde se produce antes la escorrentía, pero una vez empieza a circular puede ser reabsorbida (run-on) por las formas sedimentarias del sector intermedio o por el propio cauce. Estos procesos de almacenamiento temporal suponen un aporte de agua retardado al hidrograma y un alargamiento en su limbo de recesión. Las llanuras aluviales son zonas de inundación y laminación de la crecida.
Los ambientes mediterráneos y semiáridos constituyen entornos morfoclimáticos de transición, cuyo funcionamiento hidrológico presenta características específicas, bastante diferentes a las de entornos vecinos, más húmedos o más áridos. Si bien establecer la frontera entre ambientes subhúmedos y semiáridos no es tarea fácil ya que los límites son muy difusos, Lavee et al. (1998) sitúan las condiciones mediterráneas, con lluvias medias anuales entre 450 y 700 mm, en patrones semiáridos.
En esta horquilla climática, los totales de lluvia no se producen de una manera regular a lo largo del año, sino que se concentran en unas estaciones concretas (otoño y primavera preferentemente) y en episodios muy irregulares, de fuerte intensidad, corta duración y gran variabilidad espacio-temporal (Martín-Vide, 2004, Camarasa-Belmonte y Soriano, 2014). Por ello, el estudio de la hidrología a través de comportamientos medios anuales o mensuales no tiene sentido en ramblas, donde el análisis de episodios específicos de crecida es mucho más adecuado. La significación hidrológica de estos eventos radica en los procesos de conversión lluvia-caudal y en la manera en que se produce la conectividad hidrológica a través de la cuenca entre la cabecera y la desembocadura (Bracken y Croke, 2007).
2. PROCESOS DE CONVERSIÓN LLUVIA-CAUDAL Y CONECTIVIDAD HIDROLÓGICA
Los mecanismos de conversión lluvia-caudal dependen mucho de la escala que se esté abordando, ya que los factores de control son distintos según se trate de una escala experimental, de ladera o de cuenca (Cammeraat, 2004). No obstante, según los últimos estudios, existen dos cuestiones clave, común a todas las escalas, relacionadas con la producción de escorrentía: (1) la discontinuidad del proceso de formación de flujos y (2) la importancia de una conectividad efectiva de los mismos hasta el exutorio.
La conectividad hidrológica, entendida como la capacidad del agua de circular a través de los distintos elementos de la cuenca hasta generar un flujo de respuesta en el exutorio, está muy determinada por el contexto morfoclimático. Así, mientras que en ambientes templado-húmedos depende del flujo de base y de la humedad antecedente; en los entornos semiáridos estriba fundamentalmente en la duración y la intensidad de la lluvia (Cammeraat, 2004; Bracken Y Croke, 2007). En este sentido, los trabajos de Yair y Kossovsky (2002) y Yair y Raz-Yassif (2004) ponen de manifiesto cómo, a escala de cuenca, el factor dominante de la conectividad es la lluvia, sobre todo para los casos en que la tormenta tenga una duración superior al tiempo de concentración de la cuenca o cuando las intensidades sean muy altas.
La mayor parte de los episodios que producen escorrentía en ramblas son de origen convectivo y concentran grandes cantidades de precipitación en muy poco tiempo, como el caso de la Rambla de la Gallinera en el episodio de octubre del 2000, en que se superaron los 500 mm de precipitación media areal (Camarasa-Belmonte, 2016). La lluvia es muy variable en el espacio y en el tiempo, llegándose a registrar intensidades puntuales superiores a 375 mm/h (Camarasa-Belmonte y Soriano, 2014). Estas magnitudes afectan a los procesos de conversión lluvia-caudal, ya que pueden reducir significativamente la capacidad de infiltración y los umbrales de escorrentía.
En los procesos de conversión lluvia-caudal, además de la propia intensidad de la lluvia, aparece una cuestión de crucial importancia, en relación a cuándo se producen los momentos de mayor intensidad, al principio o al final del evento (Camarasa-Belmonte, 2016). Según Camarasa y Tilford (2002) el hidrograma reproduce con bastante fidelidad la estructura del pluviograma cuando la lluvia es muy intensa y la cuenca tiene poco tiempo de “intervenir” en los procesos de conversión lluvia-caudal. Por el contrario, en lluvias de baja intensidad, mantenida en el tiempo, la cuenca interviene activamente en la conversión lluvia-caudal y el hidrograma no se parece al hietograma.
La Figura 1 muestra la influencia de la estructura de la precipitación en la forma del hidrograma, a partir de la comparación entre las curvas de acumulación de la lluvia y del caudal, para distintos episodios, en el Barranco del Carraixet. Si, como en el caso de septiembre de 1990, las máximas intensidades (103 mm/h) se producen al principio (en el 14% del tiempo había precipitado ya el 61% la lluvia), se puede superar la capacidad inicial de infiltración del suelo y la cuenca comienza a generar flujo superficial, incluso con los suelos no saturados. El hidrograma reproduce la forma del hietograma y se reduce mucho el tiempo de respuesta de la cuenca (lag time: 1,6 h). Ahora bien, si, como en diciembre 2007, las máximas intensidades (11,5 mm/h) aparecen hacia el final del suceso (cuando ya ha transcurrido el 68% del evento, habiendo acumulado hasta este momento el 60% de la precipitación), con los suelos ya saturados, la crecida se produce más tarde (Lag time: 11,5 h) y la curva de acumulación del caudal no se parece a la de la lluvia. En el primer caso, la respuesta es tan rápida que la cuenca apenas tiene tiempo de intervenir, de manera que el caudal está controlado por intensidad de la precipitación, mientras que en el segundo caso la intervención de la cuenca es mucho mayor. Estos dos tipos de sucesos tienen un comportamiento estacional muy marcado: durante el verano y principios del otoño predomina el primer tipo y en invierno-primavera, el segundo.
Figura 1. Episodios de septiembre de 1990 y diciembre de 2007 en el Barranc del Carraixet. Hidrogramas y curvas de lluvia y caudal acumulado
Camarasa-Belmonte (2016) en un estudio sobre avenidas súbitas en ramblas valencianas pone de manifiesto cómo los parámetros de intensidad condicionan el tiempo de respuesta de las cuencas, mientras que la lluvia acumulada influye sobre todo en cuestiones de volumen y pico de la crecida, así como en las de balance hídrico (umbrales de escorrentía, coeficientes de escorrentía, déficits de escorrentía). Así, cuanto más intensa, irregular y persistente es la precipitación más rápida es la respuesta de la cuenca. Por otra parte, cuanta más lluvia se acumula, mayor es el volumen de la crecida, su pico máximo y las pérdidas hacia el subálveo.
En términos generales, sólo un 6% de lo que llueve escurre y lo hace a partir de umbrales de escorrentía medios de 62 mm. A pesar de los bajos coeficientes de escorrentía e independientemente de cuándo se produzcan las mayores intensidades, los hidrogramas son muy apuntados y el caudal máximo se alcanza en muy poco tiempo. Un ejemplo de ello lo encontramos en el suceso de marzo del 2004 en Carraixet en que el tiempo al pico es de apenas 10 minutos. Esto hecho parece que está relacionado con la formación de frentes de ola móviles que se deslizan sobre cauces secos. Incluso en los casos de crecidas de varios picos las diferentes puntas se forman de manera rápida, con cortos tiempos de ascenso y limbos de descenso más duraderos, que recogen las aportaciones tardías del agua almacenada en las formas sedimentarias de transición.
En síntesis, las ramblas mediterráneas presentan unos procesos de generación de escorrentía y conectividad hidrológica que dependen sobre todo de las características de los episodios de lluvia y de la manera en que la cuenca responde. Parece que los hidrogramas de episodios extremos, cuyas mayores intensidades se concentran al inicio de la tormenta, están muy determinados por la lluvia. Por otra parte, la cuenca condiciona mucho más los hidrogramas en aquellos episodios de menor magnitud, cuyas mayores intensidades se registran hacia el final del evento. Agentes como la ausencia de flujo de base, la desconexión de los cauces con los acuíferos o la existencia de mantos coluviales y llanuras aluviales pueden provocar discontinuidades en la escorrentía, mediante procesos de pérdidas por transmisión o mecanismos de reinfiltración (run-on). No obstante, con ocasión de episodios extremos, la conectividad puede activarse en muy poco tiempo.
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1 Departament de Geografia, Universitat de València, ana.camarasa@uv.es
La hermandad entre erosión del suelo y agricultura no será para siempre
A. Cerdà1, M. Burguet2, S. Keesstra3, M.E. Lucas-Borja4, M. Prosdocimi5, A. Novara6, P. Pereira7, E. Brevik8, J. Rodrigo-Comino9, César Azorin10, M. Francos11, X. Úbeda11, E. Taguas12, A. Giménez-Morera13, L. Parras Alcántara14 y M. Pulido Fernández15
1. LA HERMANDAD EROSIÓN DEL SUELO Y AGRICULTURA
En septiembre de 1991, el profesor Rosselló inauguró la VIII Reunión Nacional sobre Cuaternario en València con una conferencia magistral que marcó el futuro profesional de una generación de geógrafos físicos. En ese discurso, se apuntaba la estrecha relación entre los procesos erosivos y la actividad agrícola. Desde aquel momento la tarea de algunos de nosotros ha sido desgranar y descifrar esa hermandad. De aquella visión presentada en un marco de eminentes cuaternaristas, nació en algunos de nosotros la necesidad de estudiar mejor el proceso, los mecanismos, los factores. Y de medir, modelizar, y desentrañar el funcionamiento de esa rudimentaria maquinaria que arranca, transporta y sedimenta los materiales lentamente formados en el perfil edáfico.
2. LOS PIONEROS. CUATERNARIO, GEOMORFOLOGÍA Y BÚSQUEDA DE IDEAS (1975-1990)
Los estudios sobre erosión de suelo en España tienen su origen en el desarrollo profesional de investigadores dedicados al estudio del Cuaternario, los cuales progresivamente fueron incorporando a sus intereses científicos la medición de procesos geomorfológicos actuales. De ahí nacerán los primeros estudios que serán en gran parte publicados por la editorial Geoforma al calor del Instituto Pirenaico de Ecología con Teodoro Lasanta y José María García Ruiz, junto a José Arnáez Vadillo de la Universidad de la Rioja, como pilares en los que se sustentó la divulgación de los trabajos realizados. Esos esfuerzos, junto a los de otros como Mateo Gutiérrez Elorza y José Luis Peña Monné permitieron la constitución de la Sociedad Española de Geomorfología al final de la década de los 80, además de la fundación de la revista Cuaternario y Geomorfología. De unos inicios titubeantes, y de escasa producción científica, se produjo un salto vertiginoso en los años 90. El contacto con investigadores extranjeros fue escaso, pero clave. Las enseñanzas de Adrian Harvey o John Thornes fueron fundamentales para la evolución posterior.
3. UNA DÉCADA DE APRENDIZAJE QUE OLVIDÓ LOS SUELOS AGRÍCOLAS (1991-2000)
La década de los 90 fue para los investigadores dedicados a los estudios de erosión un periodo de apertura al exterior, con proyectos nacionales y europeos que permitieron la llegada de nuevas ideas a través de investigadores de prestigio y que hicieron que un amplio número de grupos de investigación fuesen tutorizados en una nueva aproximación basada en la cuantificación, modelización, medidas a escala de pedón, ladera y cuenca de drenaje. Un buen ejemplo de esos contactos con grupos bien establecidos en el extranjero son las colaboraciones con Des Walling, Anton Imeson o Jean Poesen. Fueron años de intenso trabajo de campo, de estancias en otros centros de investigación para jóvenes investigadores nacionales y de formación para muchos otros ya asentados en universidades y centros de investigación. La formación geomorfológica hizo que se dedicara más tiempo a los estudios de la erosión en suelos forestales ya que era en ellos donde se pretendía estudiar el proceso erosivo y la alteración de éste por el fuego, el pastoreo, la agricultura itinerante o la gestión forestal. Todos recordamos la Tesis Doctoral de Purificación Ruiz Flaño que nos abrió los ojos a medidas experimentales, a los enlosados de piedras y a mediciones sencillas pero eficientes. Los 90s fueron años de apertura a las publicaciones internacionales, a congresos internacionales y la llegada de nuevos investigadores que cambiaron la forma de comunicarse y el estilo investigador al aparecer nueva instrumentalización, computarización, e internacionalización. Esto llevó a que algunos de esos investigadores realizaran sus trabajos en otros países y/o continentes. Ramón Batalla en Berlín, Carolina Boix en Ámsterdam, Artemi Cerdà en Tel-Aviv, Javier Casalí y José Alfonso Gómez en EEUU son algunos ejemplos. Pero esta prodigiosa década de los 90 dejó huérfanos los estudios sobre erosión en campos de cultivo.
4. LOS SUELOS AGRÍCOLAS EXISTEN E IMPORTAN (2001-2010)
Con el nuevo milenio la ciencia española se encuentra con un experto grupo de investigadores que publican asiduamente en las revistas más prestigiosas, nada que ver con la situación diez años atrás. Ese nutrido grupo de investigadores llevará la temática a una diversificación que permitirá derivar parte del esfuerzo a estudios en campos de cultivo. La reflexión fue generalizada: los estudios previos demostraban que las tasas de erosión en suelos forestales eran sostenibles, a excepción de las zonas afectadas por incendios forestales o sobrepastoreo. Esto era obvio en un territorio que había sido en gran parte abandonado y donde la recuperación forestal era evidente. Pero en las zonas agrícolas las tasas de erosión se mostraban extraordinarias. Allí donde se laboreaba el suelo se midieron tasas elevadas, muy lejos de la sostenibilidad, y donde aparecía el uso de herbicidas el problema aún era mayor. De ahí surgió el interés por desarrollar investigaciones dedicadas a desarrollar estrategias para reducir las pérdidas de suelo. Si los geógrafos físicos habíamos sido cuaternaristas en los 1980, geomorfólogos en los 1990, agrónomos en los 2000, en la década siguiente seríamos ambientalistas.
5. BUSCANDO SOLUCIONES (2011- )
En estos últimos años los estudios sobre erosión han buscado no sólo caracterizar el problema, desentrañar el proceso, conocer los mecanismos…; ahora se pretende solucionarlo. Los geógrafos físicos hemos evolucionado hacia estudios aplicados que den soluciones a los usuarios, a los agricultores, a los forestales. No nos conformamos con medir las tasas de erosión, aplicamos el conocimiento para reducir el daño, y favorecer una gestión adecuada, sostenible y favorecedora de un medio perdurable.
Figura 1. Vista de las 83 parcelas de erosión monitorizadas en la estación experimental de El Teularet-Sierra de Enguera, Valencia. Allí se han cuantificado durante más de una década las pérdidas de suelo bajo distintos manejos, y en distintas áreas (1, 2, 4, 16, 48 m2) para conocer el efecto de la escala sobre la perdida de agua y suelo.
Figura 2. Erosión del suelo en parcelas de 1, 2, 4 y 16 m2 en la estación experimental de El Teularet-Sierra de Enguera a lo largo del año 2004. Los suelos con tratamiento con herbicida son los que presentan mayores tasas de erosión, y se comprueba que la erosión se reduce con manejos alternativos.
6. EL DESARROLLO DE ESTACIONES EXPERIMENTALES COMO FUENTE DE INFORMACIÓN
La evolución de los estudios de erosión del suelo en España descrita anteriormente tienen un claro reflejo en el tipo de medidas, y su calidad y número. Se ha pasado de medidas realizadas de forma puntual como la profundidad de regueros, algunos puntos de medición con piquetas o parcelas aisladas, a una instrumentalización sofisticada en la que funcionan instrumentos precisos y transferencia instantánea de datos para generar bases de datos amplias que permiten conocer la evolución espacial y temporal del proceso de erosión y de sus factores, especialmente los climáticos.
Un buen ejemplo de la evolución antes descrita es la red de estaciones meteorológicas del Soil Erosion and Degradation Research Team de la Universitat de València en el que cuatro estaciones meteorológicas completas en el Valle del Riu Cànyoles informan cada cinco minutos de la precipitación, temperatura del suelo y el aire, dirección y velocidad del viento, radiación solar, o humedad atmosférica y del suelo. Esto junto a mediciones mensuales de la cubierta vegetal y de fragmentos de roca, rugosidad o encostramiento permite determinar los factores de las tasas de erosión.
Una de las estaciones experimentales en las que se ha trabajado durante más de una década ha permitido conocer el efecto de la gestión agrícola en la erosión del suelo. Manejos con herbicidas, laboreo, no laboreo, abonos verdes, acolchados, geotextiles, matorral, bosque, o abadono han sido monitorizados en la Estación Experimental de El Teularet-Sierra de Enguera. Allí se ha prestado especial atención a la influencia de la escala de medición en la tasa de erosión (Fig. 1).
Figura 3. Sedimentación en campo de cítricos después de 180 mm día-1 (50 Mg ha-1 dia-1) en Vallada, a la izquierda, y aplicación de acolchado de paja (75 gr m-2) para reducir la pérdida de suelo en los viñedos del Celler del Roure, Valencia, donde la erosión se reduce en un orden de magnitud gracias a la protección que ejerce el acolchado.
Pero por encima del interés geomorfológico e hidrológico, hoy tenemos el objetivo de encontrar la forma de reducir la pérdida de suelo en manejos que no dejan cubiertas vegetales: herbicidas y laboreo. Y los hemos encontrado. Los manejos con acolchados, geotextiles, abonos verdes, abandono o matorral muestran tasas de erosión muy bajas y estudios rigurosos lo confirman (Cerdà et al., 2016), y si queremos la erosión se puede ya desligar de la agricultura. El fin de la hermandad entra la erosión y la agricultura depende de las políticas y los usuarios.
7. BIBLIOGRAFíA
Cerdà, A., González-Pelayo, O., Giménez-Morera, A., Jordán, A., Pereira, P., Novara, A., Brevik, E.C., Prosdocimi, M., Mahmoodabadi, M., Keesstra, S., García Orenes, F. y Ritsema, C., (2016): The use of barley straw residues to avoid high erosion and runoff rates on persimmon plantations in Eastern Spain under low frequency-high magnitude simulated rainfall events. Soil Research, 54, 54-165. http://dx.doi.org/10.1071/SR15092.
1 Departament de Geografia, Universitat de València, artemio.cerda@uv.es.
2 Soil Physics and Land Management Group, Wageningen University, saskia.keesstra@wur.nl
3 Dept. Ciencia y Tecnología Agroforestal y Genética, Universidad Castilla-La Mancha, manuelesteban. lucas@uclm.es.
4 Dept. of Land, Environment, Agriculture and Forestry, University of Padova, massimo.prosdocimi@gmail.
5 Dipartimento di Scienze Agrarie e Forestali, University of Palermo, agata.novara@unipa.et.
6 Environment Management Laboratory, Mykolas Romeris University, paulo@mruni.eu.
7 Department of Natural Sciences, Dickinson State University, eric.brevik@dickinsonstate.edu.
8 Physical Geography, Universität Trier, s6jerodr@uni-trier.de.
9 Departamento de Geografía. Universidad de Málaga, s6jerodr@uni-trier.de.
10 Instituto Pirenaico de Ecología, cazorin@ipe.csic.es.
11 Grup de Recerca Ambiental Mediterrània, Universitat de Barcelona, xubeda@ub.edu, mfrancos@ub.edu.
12 Departamento de Ingeniería Rural, Universidad de Córdoba, ir2tarue@uco.es.
13 Dept.de Economía y Ciencias Sociales, Escuela Politécnica Superior de Alcoy, angimo1@doctor.upv.es.
14 Departamento de Química Agrícola y Edafología, Universidad de Córdoba, qe1paall@uco.es.
15 Grupo de Investigación Geoambiental, Universidad de Extremadura, mapulidof@unex.es.