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Оглавление1. EL ANÁLISIS DEL DISCURSO BASADO EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO
Reiner Keller
El análisis del discurso basado en la sociología del conocimiento (ADSC) es un enfoque que comencé a desarrollar a partir de finales de los años noventa, como una perspectiva de la investigación de los discursos desde la sociología del conocimiento, y que expuse ampliamente en 2005 como programa de investigación para el análisis de relaciones y políticas sociales del conocimiento (Keller, 2010a [2005], 2010b, 2011, 2012a, 2013).1 En la actualidad, este enfoque se ha establecido ampliamente en el espacio germanohablante y, de forma creciente, también en el ámbito internacional. Se utiliza asimismo en múltiples estudios de disciplinas vecinas (ciencias políticas, pedagogía, criminología, sinología, filología japonesa y muchos más). Además, existen publicaciones propias respecto a desarrollos y preguntas más específicas (Keller y Truschkat, 2012; Bosancic y Keller, 2016; Keller, Hornidge y Schünemann, 2018).2
El ADSC surgió en torno a la reflexión sobre una investigación de análisis del discurso que realicé acerca de los debates públicos, y más concretamente acerca de la pregunta sobre el trato adecuado de residuos domésticos y de los recursos en Alemania y Francia, centrado entre los años 1970 y 1995 (Keller, 2009 [1998]). La denominación del enfoque es al mismo tiempo el programa. Propone una doble acentuación: primero destaca la relación con la noción (foucaultiana) del discurso, la cual resulta central para el ADSC; y en segundo lugar enfatiza que la investigación sociológica de los discursos o de las ciencias sociales debería conceptualizarse –de nuevo en referencia a Foucault– como análisis (crítico) de regímenes de poder/conocimiento, y que por ello puede recurrir especialmente a fundamentos teóricos, metodológicos y técnicos de la tradición de la sociología del conocimiento.
Esta orientación hacia la sociología del conocimiento en la investigación de discursos surgió de un cierto malestar entre las perspectivas corrientes de los análisis del discurso de la lingüística o de ciencias políticas. Así, enfoques de la lingüística del corpus y enfoques pragmático-lingüísticos siguieron planteamientos lingüísticos que en Foucault se querían superar. El Kritische Diskuranalyse y el Critical Discourse Analysis, que son justificados de forma diferente en el ámbito de habla alemana e inglesa, se centran, a pesar de algunas conexiones con teorías sociológicas (en el caso de Norman Fairclough), en un conjunto relativamente recurrente de crítica reveladora de ideología y del uso del lenguaje. Hasta su giro actual hacia la teoría de la argumentación ciertamente puede fomentar sensibilizaciones correspondientes, pero en su totalidad queda bastante lejos de la noción foucaultiana de crítica y de sus intereses de investigación. Además, existe una discrepancia importante entre fundamentación teórica y realización empírica.
La investigación de discursos en la tradición de la teoría de la hegemonía, según Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (véase también el capítulo de Palonen y Sundell en este libro), queda vinculada en sus herramientas de análisis a su contexto de surgimiento, el de la investigación de movimientos populistas. Utiliza un enfoque analítico relativamente estrecho hacia construcciones semánticas de la diferencia entre nosotros y los otros que se describe mediante la formación de cadenas de equivalencia y diferencia, con un concepto nuclear problemático (el significante vacío), así como con elementos psicoanalíticos e incluso metafísicos (por ejemplo, el exterior constituyente). Con ello fomenta descripciones de discursos que siguen solo parcialmente a una multitud de procesos discursivos, pero que en todo caso sirven para planteamientos muy limitados en la investigación de movilizaciones políticas. Aunque se evocaron una y otra vez los contornos de un análisis foucaultiano del discurso, que a mi entender no existe como tal, casi no produjeron desarrollos metodológicos.
Finalmente, los Cultural Studies y sobre todo Stuart Hall plantearon preguntas importantes en la investigación de los discursos y de la relación de conocimiento, poder y cultura, pero sin desarrollar una perspectiva propia del análisis del discurso. La propuesta de Hall de relacionar la sociología weberiana del significado con el programa de Foucault resultó determinante para el desarrollo del ADSC. Propone leer a Michel Foucault como sociólogo histórico del conocimiento y como pensador pragmático. Muchos puntos vacíos de su obra se corrigen así mediante la inclusión o recontextualización en la tradición sociológica interpretativopragmática y en la de la sociología del conocimiento.
La sociología del conocimiento, como disciplina específica de la sociología, se dedica al papel, las formas, las funciones, las distribuciones y las estructuraciones del conocimiento en las relaciones sociales. El concepto de conocimiento se considera de forma muy amplia y muy heterogénea dependiendo de los diferentes paradigmas teóricos; solo raras veces se refiere a la pregunta por la verdad del conocimiento, en el sentido de un conjunto de enunciaciones sobre el mundo, realizado de forma positiva o demostrado, confirmado o falsado por la experiencia. Una máxima del paradigma interpretativista de la sociología (Keller, 2012a), el llamado teorema de Thomas, dice que cuando los seres humanos definen una situación como real esta definición tiene consecuencias reales –independientemente de si desde nuestra perspectiva exterior parece adecuada o no–. Tal definición de situación es un proceso de adscripción de significado en el marco de un universo discursivo, entendido como horizonte de relaciones de significado colectivamente producido.
El ADSC investiga relaciones y políticas de conocimiento. Los discursos son entendidos como prácticas relacionadas de enunciación y procesamientos de órdenes colectivos de conocimiento. Las referencias a las tradiciones interpretativistas y constructivistas sociales ofrecen una fundamentación teórica básica: la posibilidad de la existencia de un uso de signos en el que se basa la producción de los discursos, un uso que a su vez recibe instrucciones de los discursos. Además, estas referencias permiten enfocar el papel de los actores sociales, de forma más diferenciada. Y, finalmente, se conecta con los procedimientos metódicos de la investigación social empírica interpretativa, en forma de una analítica interpretativa: desde la perspectiva del ADSC, la investigación de los discursos es necesariamente trabajo interpretativo (reflexivo) en forma de una hermenéutica (re-)constructiva.
1. FUNDAMENTOS TEÓRICOS DEL ADSC
En su Arqueología del saber, Foucault (1988) esbozó contornos y terminologías heurísticas de un análisis de formaciones discursivas en el que los discursos eran definidos como prácticas materiales y controladas del uso del lenguaje. La introducción de la noción de discurso apuntó al análisis de la constitución discursiva del conocimiento, e incluso a regímenes de poder/conocimiento, a pesar de que ello no quedó explicitado en aquel momento. Foucault concibe el saber como:
conjunto de elementos formados de manera regular por una práctica discursiva y que son indispensables para la constitución de una ciencia [...]. Un saber es aquello de lo que se puede hablar en una práctica discursiva que así se encuentra especificada: [...] toda práctica discursiva puede definirse por el saber que forma (Foucault, 1988: 259 y ss.).
La Arqueología del saber formuló una posición general teórico-metodológica. Los discursos consisten sobre todo en enunciados. Así se denomina el nivel de lo típico, que puede aparecer de forma concreta en una multitud de enunciaciones situadas histórica y socialmente. Los enunciados y las prácticas de enunciación correspondientes conforman un discurso si están formados según el mismo principio de formación. Con la perspectiva genealógica, esto es, con su dedicación explícita al análisis de los transcursos y sucesiones de configuraciones de conocimiento/poder como luchas o juegos de verdad, introdujo en el enfoque conflictos dentro y entre discursos, así como dentro y entre configuraciones sociales de actores. También estudió los procesos vinculados con la implementación de verdades, tales como la exclusión y el no-saber, o la concurrencia de exigencias de conocimiento (Foucault, 2002).
Mediante tal acentuación el concepto de discurso cobró atractivo para la sociología. Esto se muestra todavía más claramente en los análisis materiales de Foucault, como por ejemplo en la colección de documentos editados por él respecto al caso del asesinato histórico y espectacular de Pierre Rivière. Aquí su interés ya no se dirige a la génesis general de campos históricos del conocimiento. Más bien se dirige, con un enfoque microscópico, a la lucha por la definición entre discursos con diferentes posicionamientos históricos y sociales respecto a un acontecimiento que requiere interpretación, en este caso por razones de determinación del castigo.
... el [discurso] del juez de paz, el del procurador, el del presidente de los tribunales, el del ministro de justicia; el del médico rural y el del Esquirol; el de los aldeanos con su alcalde y su cura; y al fin, el del criminal. Todos hablan, o parecen hablar, de lo mismo: todos se refieren, sin lugar a dudas, al acontecimiento del 3 de junio. Pero todos ellos, y dentro de su heterogeneidad, no forman ni una obra ni un texto, sino una singular querella, un enfrentamiento, una relación de poder, una batalla de discursos y a través de los discursos. Y decir una batalla no es suficiente; muchos combates tuvieron lugar al mismo tiempo y se entrecruzaron (Foucault, 1975: 9 y ss.).
Y Foucault continúa:
b) Documentos como los del asunto Rivière permiten analizar la formación y el juego de un saber (como el de la medicina, la psiquiatría, la psicopatología) en su relación con las instituciones y los papeles que de antemano deberán desempeñar (como la institución judicial, el experto, el acusado, el loco-criminal, etc.).
c) Permiten descifrar las relaciones de poder, de dominio y de lucha en cuyo seno se establecen y funcionan los razonamientos; de modo que permiten un análisis del discurso (incluso de los discursos científicos) de orden político, y de los hechos, es decir de orden estratégico.
d) Y finalmente puede apreciarse el poder de trastorno, propio de un razonamiento como el de Rivière, y el conjunto de tácticas mediante las que se intenta recubrirlo, insertarlo y conferirle una valoración según sea discurso de un loco o de un criminal (ibíd.).
Estas citas ilustran el objetivo científico central que Foucault relaciona con el concepto de discurso y también con el de dispositivo. No obstante, quedan abiertas algunas preguntas respecto al fundamento teórico: ¿cuál sería una teoría adecuada para el uso (humano) de signos, puesto que este uso es la condición de cada práctica discursiva?; ¿qué lugar ocupan los actores que hablan en nombre de los discursos?; ¿qué significa comprender a los propios/as investigadores/as del discurso como actores que interpretan y que están integrados discursivamente?; ¿cómo se puede describir una metodología de investigación de discursos que no se dirige a datos muy históricos, sino a su contexto contemporáneo y por ello puede utilizar datos de formatos muy diversos, incluso procedimientos de etnografía del discurso? (2010 [2005], véase también el texto de Macgilchrist y van Hout en este libro). El ADSC se basa en la tradición de la sociología del conocimiento y en la interpretativopragmática para responder a estas cuestiones.
En primera instancia resultan importantes las teorías de signos de Peirce surgidas a principios del siglo XX y la psicología social de Mead, que cuenta como fundador teórico del interaccionismo simbólico. Peirce acentuó, a diferencia de Saussure, el uso concreto de signos, es decir, la componente pragmática del lenguaje. Mead elabora una teoría general del surgimiento del uso humano de símbolos, siguiendo la pregunta de cómo los símbolos adquieren un carácter socialmente significativo, esto es, cómo pueden ser estabilizados socialmente, de tal forma que cobren un significado suficientemente congruente para la persona que utiliza los signos y para su interlocutor/a. En su teoría social indagó sobre la pregunta de cómo los/as lactantes desarrollan competencias correspondientes al uso de símbolos significativos, sobre todo el uso del lenguaje, en el proceso de socialización. Con ello quedan descritas también las condiciones elementales de la ejecución de las prácticas discursivas. Tanto Peirce como Mead, entre otros pragmatistas, ya hablaron de universos discursivos (Mead, 1963) creados colectivamente (por ejemplo, Mead, 1963). En ellos resuenan diferentes significados contemporáneos, tanto la estabilización de significados como la posibilidad de entablar discusiones sobre ellos. También Charles Morris escribió a finales de los años treinta sobre especializaciones del lenguaje, o tipos de discursos científicos, religiosos, poéticos (Morris, 1981).
De forma paralela a esta introducción del concepto de discurso, junto a la teoría de signos y lenguaje en la sociología interaccionista, también el fenomenólogo social vienés Alfred Schütz desarrolló, primero en el ámbito germano hablante y posteriormente en el contexto de EE. UU., una teoría de signos sociológicamente relevante. Schütz no se interesó por el desarrollo histórico-evolutivo de los sistemas humanos de símbolos y tampoco por la mediación sociohistórica del uso de símbolos. Su atención se dirigió más bien a la fundamentación sociofenomenológica de la sociología comprensiva weberiana. Se interesó por la respuesta a las cuestiones sobre qué puede significar comprender, desde un punto de vista sociológico, y en qué procesos se basa esta comprensión. Comienza en los años cuarenta con una reflexión intensa en torno a la teoría de signos de Saussure y las teorías pragmatistas (Schütz, 1973, 1974). En referencia a la teoría fenomenológica de la constitución de la experiencia, que analiza de forma muy concisa la relación entre acceso a la conciencia y el objeto de experiencia, Schütz subraya que una vivencia corporal de impresiones sensibles solo se convierte en experiencia mediante la dedicación reflexiva, pasando por síntesis pasivas, no conscientes, pero que nunca puede llegar a la complejidad de la vivencia. Para ello la conciencia recurre a esquemas de interpretación (tipos) socialmente constituidos que escoge del acervo social del conocimiento. De esta forma puede diferenciar, por ejemplo, humano y mesa, y se puede constituir tanto a sí mismo como a estas materialidades mundanas como existencias históricas específicas. Este acervo o bagaje de conocimientos creado socialmente se mantiene disponible mediante sistemas de signos (Schütz y Luckmann, 1979) en los que se basa la comprensión del comportamiento propio y ajeno. A partir de los años cuarenta, Schütz también habla de universos de discursos que guían, posibilitan y limitan las interpretaciones individuales, por ejemplo, en su análisis de los contextos de sentido en los que se mueven los científicos:
Por supuesto, el/la pensador/a teórico puede elegir a su arbitrio, determinado únicamente por una inclinación arraigada en su personalidad íntima, el terreno científico en el que desea intervenir y quizá también el nivel (en general) en el cual desea efectuar sus investigaciones. Pero tan pronto como se ha decidido a este respecto, el/la científico/a entra en un mundo preconstituido de contemplación científica que le trasmite la tradición histórica de su ciencia. En adelante, participará de un universo del discurso que abarca los resultados obtenidos por otros/as, problemas enunciados por otros/as, soluciones sugeridas por otros/as y métodos elaborados por otros/as. [...] todo problema que surge dentro del campo científico debe participar del estilo universal de este campo y ser compatible con los problemas preconstituidos y su solución aceptándolos o refutándolos (Schütz, 1973 [1945]: 250).
El entrelazamiento de la teoría de signos, comunicación y conocimiento en Schütz se puede resumir de la siguiente manera: los colectivos sociales son comunidades de comunicación que tipifican y objetivizan sus órdenes simbólicos y prácticos del mundo (es decir, su conocimiento) en sistemas de signos. Crean un universo discursivo común o universos especializados (provincias de sentido). Estas tipificaciones se guardan como acervo colectivo de conocimiento (por ejemplo, en institucionalizaciones de disciplinas científicas, en trayectorias de formación, en archivos reales, en instituciones, normas, etc.) y son adquiridas de forma subjetiva en los procesos de socialización. Respecto a la vivencia individual funcionan como esquemas de la experiencia activa o la percepción y al mismo tiempo como esquemas de interpretación que van más allá del signo concreto. Por ejemplo, perro evoca de forma interpretativa la referencia empírica de un animal, de sus características, etcétera, pero Schütz señala que los actos de apresentación correspondientes no se refieren solo a un signo u objeto aislado, sino a una red discursiva de referencias en la que están integrados.
En su teoría realista de la sociología del conocimiento, Berger y Luckmann (1980) siguen tanto a Schütz como al pragmatismo y a varios sociólogos clásicos. Para estos autores, el conocimiento es todo lo que es reconocido en la sociedad como tal. La construcción social de la realidad es descrita como un proceso permanente de la objetivación interactiva y de la estabilización performativa (institucional), y como la adquisición mediante la socialización de órdenes de conocimiento. La categoría general de conocimiento incluye patrones de acción y de interpretación, normas, reglas, lenguaje, clasificaciones, instituciones, profesiones, sensaciones y sentimientos percibidos, conocimiento de expertos y de profesionales, conocimiento rutinizado y de referencia y mucho más. El acervo social de conocimiento es complejo. En modo alguno es homogéneo y consistente. Hay jerarquías y diferenciaciones en la distribución del conocimiento y también posibilidades desiguales de producir conocimiento, de imponerlo socialmente o de adquirirlo individualmente. Según los lugares sociales y las pertenencias a grupos, las diferentes partes de este acervo de conocimiento son adquiridas subjetivamente y cobran relevancia. Los procesos de objetivación social del sentido desplegado histórica e interactivamente –por ejemplo, mediante sistemas de signos, instituciones, lenguaje u objetos materiales– son determinantes en la percepción social de la realidad: «Conocimiento sobre la sociedad es realización en el doble sentido de la palabra: la captación de la realidad social objetivada y la producción permanente de justamente esta realidad al mismo tiempo» (Berger y Luckmann, 1980: 71).
Este stock social de conocimiento forma un repertorio de sentido que se presenta al individuo como un a priori sociohistórico, es decir, como dado históricamente e impuesto socialmente. Los procesos básicos en la construcción del conocimiento se desarrollan como pasos para la externalización situacional de ofertas de sentido, para la solidificación interactiva de acciones e interpretaciones en los procesos de la tipificación mutua por diferentes actores, de la repetición ritualizada y de la objetivación mediante la formación de instituciones –por ejemplo, en forma de roles– y de su transmisión a terceros en forma de apropiaciones mediadas por la socialización. Este proceso de apropiación forma la base general para la acción humana en sociedades históricas, concretas. Desde su nacimiento los seres humanos tienen una disposición hacia la sociedad e interiorizan, especialmente en procesos de la socialización primaria, las estructuras básicas de conocimiento de la realidad social (Berger y Luckmann, 1980). El mantenimiento de las referencias respectivas de sentido en la conciencia individual requiere un intercambio comunicativo constante:
El vehículo más necesario para el mantenimiento de la realidad es la conversación. La vida cotidiana de las personas es como el traqueteo de una máquina de conversación, que le garantiza constantemente su realidad subjetiva, la modifica y reconstruye. [...] El intercambio de algunas palabras como: «Ahora es hora de irme a la estación de tren» y «Tienes razón, cariño. ¡Que te vaya bien en la oficina!» presupone todo un mundo dentro del cual estas afirmaciones, aparentemente tan sencillas, tienen sentido. Por esta característica, tal intercambio confirma la realidad subjetiva del mundo (ibíd.: 163).
Siguiendo a Peirce, Mead y Schütz hasta Berger y Luckmann, la conciencia individual se considera siempre como estructura social. Al mismo tiempo, los actores que se posicionan como enunciadores, en el marco de las modalidades de enunciaciones disponibles tanto discursiva como institucionalmente, son remitidos a los procesos de socialización que los convierten en actores del discurso competentes (por ejemplo, socializaciones académicas). Con ello, disponemos de las piezas restantes para una teoría del discurso en la que solo falta el enfoque de Foucault. Estas piezas tienen una relevancia fundamental porque, desde su perspectiva, «la constitución y el tratamiento discursivo del conocimiento solo son un caso específico dentro de otras formas de prácticas y de realización del conocimiento». Al mismo tiempo remiten a metodologías de la investigación en las que se tienen en cuenta los datos de investigación organizados por secuencias de sentido, y por ello tienen que ser interpretados y analizados de forma reconstructiva. El programa foucaultiano, por su parte, proporciona a estos enfoques la especificación del campo de los objetos (discursos, formaciones discursivas y luchas).
2. PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN Y CONCEPTOS BÁSICOS
El ADSC no es un método, sino un conjunto integrado que incluye teoría, metodología y método; es una agenda y una perspectiva de investigación para examinar la construcción discursiva de las realidades que tienen lugar en forma de relaciones sociales de conocimiento en conflicto y de políticas de conocimiento. Las relaciones sociales de conocimiento son constelaciones sociohistóricas y complejas de producción, estabilización, estructuración y transformación del conocimiento dentro de una variedad de esferas sociales. Dentro de estas se encuentran las doctrinas religiosas, las ideologías políticas, el conocimiento científico positivo, las cosmovisiones, las teorías sociológicas, el conocimiento interpretativo sobre situaciones sociales y las concepciones más amplias de globalización, libertad, sostenibilidad, etcétera.
El ADSC examina los discursos como prácticas performativas de enunciación que constituyen órdenes de realidades, y también efectos de poder, en una red en la que abundan los conflictos entre los actores sociales, dispositivos institucionales y sistemas de conocimiento. Sostiene que el discurso es concreto y material; no se trata de una idea abstracta o de una línea de argumentos flotando libremente. Esto significa que el discurso aparece como habla, texto, debate, imagen visual y uso de símbolos que tienen que ser actualizados por los actores siguiendo instrucciones sociales; por ello los discursos son prácticas sociales reales. El ADSC trata de reconstruir los procesos de construcciones sociales, objetivaciones, comunicaciones y la legitimización de estructuras de significado o, en otras palabras, de estructuras de interpretación y actuación en el nivel institucional, organizacional o de los actores sociales. Ello incluye varias dimensiones de reconstrucción: creación de sentido y también formación de sujetos, maneras de actuar, contextos institucionales/estructurales y consecuencias sociales. Por ejemplo, la manera en la que se manifiestan en forma de dispositivos, esto es, una infraestructura establecida para resolver problemas, que puede adoptar la forma de leyes, regulaciones administrativas, recursos humanos e incluso objetos como coches, ordenadores, etcétera. O también en la adopción o el rechazo de determinadas prácticas por parte de los actores sociales en su vida cotidiana, como por ejemplo actores negándose a comportarse de forma respetuosa con el medio ambiente.
El ADSC utiliza elementos de deconstrucción, esto es, de partición y recombinación de datos y de cuestionamiento de lo asumido, de lo dado por hecho. No obstante, también considera los límites de la interpretación (Umberto Eco), frente al tipo de deconstrucción defendido por Derrida. Dichos límites vienen establecidos tanto por reglas sociales (discursivas) como por la resistencia de la realidad material de los datos y del mundo. Finalmente apunta a las materialidades del discurso, independientemente de si aparecen como dispositivos que realizan la producción de los discursos o en las objetivaciones y consecuencias de las demandas discursivas que se manifiestan como artefactos, prácticas sociales, procesos de comunicación y posiciones de sujetos.
El ADSC concibe los discursos como prácticas reguladas y estructuradas del uso de signos que se manifiestan en prácticas, estructuras institucionales, objetos y documentos textuales. Por ejemplo, un discurso científico se manifiesta en textos, conferencias, artículos, conversaciones, asociaciones, etcétera, todo lo cual puede ser estudiado como dato. El propio término discurso apunta a un contexto de estructuración más o menos institucionalizado, resultado o efecto de un proceso histórico de la combinación de interacciones humanas y que funciona como base de diversos eventos discursivos en el presente y el futuro. Los órdenes discursivos son el resultado de una producción comunicativa continua que, no obstante, no se entiende como espontánea o caótica, sino que más bien tiene lugar dentro de prácticas entrelazadas y estructuradas que se refieren las unas a las otras. Los discursos se realizan por las acciones comunicativas de los actores sociales. Un panfleto, un artículo de periódico o una charla en el contexto de una manifestación actualizan, por ejemplo, un discurso de política medioambiental de forma diferente, y con diferente alcance empírico. La materialidad de los discursos simplemente significa que la manera en la que los discursos existen en las sociedades se convierte en real, de forma que pueden ser utilizados como posibles datos empíricos.
En el ámbito micro, los eventos discursivos (eventos de enunciado) crean la forma material de enunciaciones en las que aparece un discurso. Una enunciación (Äußerung/utterance) es el evento discursivo concreto, en todo caso individual, singular y no repetible. Por otro lado, un enunciado (Aussage/statement) es el núcleo típico de la enunciación y puede ser identificado como tal en esta; el mismo enunciado puede contenerse en diferentes enunciaciones y formas situadas, y puede existir como texto, imagen, gráfico o dato audiovisual. La relación entre discurso y eventos discursivos se corresponde con la relación entre estructura o acción estructurante y acción individual, esto es, con la dualidad de estructura (Giddens, 1986). Los eventos comunicativos no son un efecto directo de reglas estructurales, sino más bien el resultado de cómo los actores sociales articulan, interpretan y tratan activamente una formación discursiva dada. Las estructuras discursivas son estructuras de poder y los conflictos discursivos son luchas de poder sobre la capacidad de interpretación y acción.
Para articular interpretaciones, los actores sociales utilizan las reglas y los recursos que están a su disposición como discursos, a saber, no como determinaciones sino como instrucciones, o reaccionan a ellos como destinatarios. Solo si la investigación de los discursos tiene en cuenta esta capacidad de agencia de los actores se puede entender cómo ocurren las implementaciones más o menos creativas y las trasformaciones históricas de tales prácticas. Los actores sociales son encarnaciones configuradas socialmente de acción, según las condiciones sociohistóricas y situacionales. Cuando realizan enunciados discursivos participan en el fuego cruzado de discursos múltiples, heterogéneos e incluso contradictorios, e intentan manejar las situaciones y los problemas del mundo real con los que se encuentran. El vocabulario sociológico de instituciones, organizaciones, roles y estrategias de los individuos o colectivos –pero siempre de actores sociales– puede ser utilizado para el análisis correspondiente de la estructuración de las posiciones de los/as hablantes en los discursos. Mediante sus interpretaciones reflexivas y prácticas de las condiciones estructurales también pueden causar su transformación. Los dispositivos juegan un papel central aquí como infraestructuras institucionales y organizacionales que ofrecen arreglos concretos situacionales, por los esfuerzos correspondientes de programación en forma de edificios, entrenadores/as, seminarios, tecnologías del Yo, normas de prácticas, leyes, participantes, etcétera. En resumen, el ADSC describe una relación triple entre discursos y actores:
• Posiciones de hablantes, que describen las posiciones de actos legítimos de habla dentro de los discursos que pueden ser asumidas e interpretadas por los actores sociales bajo condiciones específicas como portador de roles, por ejemplo, después de la adquisición de cualificaciones específicas.
• Posiciones de sujetos/ofertas de identidad, que describen los procesos de posicionamiento, modelos de roles, categorías de personas expresadas y patrones de subjetivación que son generados en discursos y que a menudo se refieren a (campos de) destinatarios. Las tecnologías del Yo, por ejemplo, se entienden así como instrucciones elaboradas, aplicables y disponibles, ejemplares y como planes de subjetivación.
• Actores sociales, individuos o colectivos que ocupan la posición del hablante o modelos de rol para los sujetos mencionados antes. Siguiendo sus interpretaciones (de rol) y competencias más o menos propias, aceptan, efectúan, traducen, adaptan, utilizan o se oponen a estas posiciones de hablante, y por ello las realizan de una manera versátil y que puede ser investigada empíricamente.
Desde una postura foucaultiana no hay grandes diferencias entre discursos y prácticas: realizar discursos es una práctica particular. El término práctica(s) describe, de forma muy general, unos patrones de acción convencionales, disponibles en acervos colectivos de conocimiento como un repertorio para la acción; en otras palabras, como una receta o un guión de conocimiento más o menos popular, a menudo incorporado, sobre la forma correcta de actuar. Las prácticas discursivas son eventos de comunicación realizados dentro del contexto del discurso. Pueden ser descritas como maneras típicas de desempeñar la producción de enunciados, cuya implementación requiere competencia interpretativa y una modelación activa por parte de los actores. El procesamiento social de los discursos también tiene lugar mediante maneras de actuar que no utilizan signos en una primera instancia, pero que son esenciales para los enunciados de un discurso: por ejemplo, la construcción o el ensamblaje de instrumentos de medición para demostrar enunciados específicos sobre la polución del medio ambiente. El ADSC diferencia entre estas prácticas y prácticas modélicas generadas en los discursos. Las prácticas modélicas serían aquellas generadas por patrones o plantillas ejemplares para la acción que son constituidos en discursos para sus destinatarios. Por ejemplo, en discursos medioambientales, estos pueden incluir recomendaciones para el comportamiento ecológico: «cerrar el grifo mientras enjabonas tu pelo», «utilizar tu bicicleta», «preparar slow food».
Los actores sociales que son movilizados por un discurso establecen la infraestructura correspondiente de producción de los discursos y de resolución de problemas, que puede ser identificada como un dispositivo. Por dispositivo aquí se entiende una infraestructura establecida por actores sociales o colectividades para resolver una particular situación con sus inherentes problemas de acción. Consideremos, por ejemplo, la necesidad del Estado de recibir algo de dinero propio: legislación financiera, regulaciones administrativas, autoridades fiscales, asesoramiento fiscal, investigadores fiscales... Todo ello, unido a textos, objetos, acciones y personas, constituye el dispositivo en cuestión, un conjunto estratégico de elementos heterogéneos, recopilados y organizados para gestionar una situación, para responder a un tipo de urgencia (Michel Foucault).
El ADSC distingue entre dispositivos de producción del discurso y dispositivos o infraestructura de intervención e implementación que surgen de uno o varios discursos, con el objetivo de responder a fenómenos planteados por el propio discurso. Consideremos por ejemplo el campo temático de la crisis de refugiados. Como dispositivos de producción y reproducción del discurso podemos considerar la intervención discursiva de los diferentes comités de gerencia, portavoces, ONG y prensa, y también los centros de investigación que producen, difunden y legitiman enunciaciones de problemas, folletos, etcétera. Respecto a la implementación se pueden incluir por ejemplo la regulación legal de responsabilidades, los procedimientos formalizados, objetos específicos, tecnologías, sanciones, programas de estudios, recursos humanos y otros fenómenos producidos para intervenir en este caso de urgencia, como los barcos de Sea Watch en el Mediterráneo. Los dispositivos son aquí los medios para la realización de los efectos de poder externos de un discurso, esto es, los cambios que introduce o que provoca en la situación y el campo de acción en cuestión, independientemente de si estos cambios son intencionados o no. Por ello, el ADSC no solo es el análisis del uso de signos, la investigación de la comunicación, textos o imágenes. Al mismo tiempo es el estudio del caso, la observación e incluso una descripción etnográfica densa que considera la relación entre eventos de enunciados, prácticas, actores, arreglos organizacionales y objetos como procesos históricos, socioespaciales, de largo alcance.
Para enfocar el análisis de los discursos a la producción en serie de enunciados, el ADSC amplía las dimensiones de las formaciones discursivas formuladas por Foucault, esto es, los conceptos, las estrategias, las modalidades de enunciación, los objetos... A ellos se añaden varios conceptos del análisis del conocimiento que serán presentados a continuación. Como formas de enunciados procesados de forma específica en discursos, conforman el repertorio de interpretación típico de los discursos.
Patrones de interpretación
El ASDC adopta el concepto patrón de interpretación, bien conocido en la tradición cualitativa-interpretativa germanohablante, para denominar las ofertas o posibilidades de interpretaciones en el fenómeno de referencia. Estas ofertas suelen ser socialmente generadas y pueden ser tipificadas de forma modélica en el análisis, y por regla general están relacionadas con patrones de acción típicamente sugeridos. A diferencia del concepto de marco, más bien cognitivista, aquí se percibe la construcción estratégica solo como un posible caso límite de los patrones de interpretación en circulación. Por otro lado, estos patrones también se diferencian del marco en que pueden tener configuraciones concretas muy diferentes y, en consecuencia, no pueden ser identificados por sus características retóricas, sino que se requiere un análisis secuencial detallado. Un ejemplo para ello sería el patrón de interpretación riesgo tecnológico, que puede ser utilizado en referencia a tecnologías más bien diversas y que alude a subrayar la incertidumbre y la imperfección general que pueden estar vinculadas con la tecnología. Otro ejemplo es la representación de la buena madre o del amor de madre, que apunta a las relaciones y modos de actuar específicos entre madre e hijo/a (y a veces también el Estado, etcétera).
Yvonne Schütze (1992) analizó por ejemplo el desarrollo del patrón o los patrones de interpretación amor de madre desde mediados del siglo XVIII hasta la actualidad, de manera que
desenmascara el instinto maternal como una construcción cultural que se formó en el marco de los procesos sociales de modernización con el inicio de la sociedad burguesa. [...] En la interpretación del amor de madre como condición natural de la mujer, se fusionan varios aspectos: exigencias normativas, posicionamiento social, legitimación del sistema de género y esbozo de identidad. En la medida en la que las madres perciben su situación en el marco de este patrón de interpretación y actúan según el contenido normativo de este, crean exactamente aquella realidad que confirma la vigencia del patrón (Lüders y Meuser, 1997: 65 y ss.).
Los patrones de interpretación pueden manifestarse en múltiples configuraciones lingüístico-materiales, así como en visualizaciones, gráficos, fotografías, etcétera. En los discursos se entretejen, de forma específica, diferentes patrones de interpretación para los fenómenos mundanos de referencia. Al mismo tiempo se trata de un concepto puente hacia el análisis de subjetivaciones, que surgen de la apelación discursiva.
Clasificaciones
Las clasificaciones son procesos de tipificación social más o menos elaboradas, formalizadas y estabilizadas institucionalmente. No solo ordenan la realidad encontrada en categorías adecuadas, en el sentido de una perspectiva de representación, sino que además crean la experiencia de esta realidad. En este contexto resulta importante no solo la contingencia y el trabajo de estructuración de las clasificaciones, sino también su efecto performativo. Por ejemplo, cuando las categorías administrativas étnicas se convierten en la base de las autodescripciones y las políticas de identidad de grupos étnicos, o cuando tales grupos son creados mediante el proceso de clasificación, tal como se describe, entre otras, en las investigaciones sobre la política de identidad (Keller, 2010; Bowker y Star, 2000). Los discursos mediante las clasificaciones establecen calificaciones de los fenómenos, los hechos o los objetos de los que tratan.
Estructura del fenómeno
Junto a los patrones de interpretación y las clasificaciones, el concepto de estructura del fenómeno facilita un tercer acceso complementario al contenido de los discursos. Ya en los inicios de la sociología del conocimiento, Mannheim introdujo la noción de estructura del aspecto para denominar la manera en la que se construyen las circunstancias, es decir, aquello que se comprende con relación a un fenómeno. Los fenómenos constituidos mediante estructuras de fenómenos no tienen que aparecer como problemas: aunque en términos generales siempre se trata de problemas de interpretación y actuación, no se refiere necesariamente a problemas sociales. Así, por ejemplo, las posiciones de un sujeto que constituye un discurso y que pueden ser diferenciadas de múltiples maneras son de una importancia central, de manera que los discursos efectúan los posicionamientos de los actores sociales, tales como nosotros/as frente a los otros/as, como héroes/heroínas, salvadores/as y villanos/as... El concepto de la estructura del fenómeno retoma tales reflexiones y las aplica al hecho de que los discursos denominan, en la constitución de su relación referencial o tema, los diferentes elementos o dimensiones de un objeto y las vincula con una configuración específica, una constelación del fenómeno. Con ello no se denominan las cualidades esenciales del objeto del discurso, sino las adscripciones discursivas correspondientes. La reconstrucción analítica de la estructura del fenómeno se dirige a dos aspectos: el alumbramiento dimensional, que se refiere a la composición general de la configuración del fenómeno y que a lo largo del tiempo aparece más o menos fijo o cambiante; y la ejecución de su contenido, en forma de patrones de interpretación, clasificaciones, argumentos, etcétera. Por lo tanto, los componentes reales de la estructura del fenómeno de un discurso tienen que ser inferidos desde los datos, es decir, desde los fragmentos discursivos particulares, que normalmente solo contienen elementos parciales (véase como ejemplo Keller, 2009).
Estructuras narrativas
Estructuras narrativas son aquellos momentos estructurantes de los enunciados y los discursos que se ponen en relación específica mediante los diferentes patrones de interpretación, clasificaciones y dimensiones de la estructura del fenómeno, como por ejemplo actores, definiciones de problemas... No son solo técnicas de relación de los elementos lingüísticos, sino un modo básico del ordenamiento humano de la experiencia del mundo en forma de mise en intrigué (Ricoeur, 1983), como acto configurativo de entretejer signos diferentes y enunciados en forma de relatos. Los componentes del conocimiento constituidos en discursos son reunidos en la práctica enunciativa específica de un discurso en una narrativa particular y son integrados mediante un hilo conductor, una story line. En las disputas sobre las definiciones públicas de los problemas, los actores colectivos de contextos diferentes, por ejemplo de la ciencia, de la política o de la economía, entran en coaliciones mediante el uso de un relato básico común. En él se formulan representaciones específicas de responsabilidades causales y políticas, urgencia y solución de problemas, víctimas y culpables. Los problemas se pueden dramatizar o desdramatizar, racionalizar, moralizar, politizar o estetizar; los actores son revalorizados, ignorados o denunciados.
Argumentativos
Otro componente del análisis del conocimiento de los enunciados en los discursos son los argumentativos. Schünemann (2014) denomina así a los vínculos si-entonces o inferencias repetidas y jerarquizadas en textos. A diferencia de una concepción del discurso basada en Habermas o de la versión más reciente del análisis crítico del discurso, la investigación del ADSC no trata de la prueba relativamente sencilla de inconsistencias, contradicciones y espacios vacíos de la argumentación. Más bien investiga el funcionamiento discursivo de las argumentaciones, a pesar de los omnipresentes errores de la argumentación o quizá precisamente por ellos.
3. PROCEDIMIENTOS
La investigación en el marco de un ADSC no trata simplemente uno o varios discursos en forma de recetas y en referencia a los conceptos de análisis presentados, entre otros. Más bien requiere, en un primer momento, la formulación de un planteamiento o de un interés de conocimiento –similar a la pregunta básica de Foucault por las constituciones del sujeto moderno, aunque en un nivel más modesto– que deje claro el porqué, para qué y en referencia a qué se debe analizar una relación discursiva, un proceso o una problematización o no-problematiza-ción. Esto implica dedicación con y referencia a la literatura existente sobre un tema, un compromiso o una motivación sobre el objeto de estudio. El análisis real de datos discursivos y de dispositivos constituye entonces un segundo paso de la investigación. Este paso requiere al final una nueva reflexión e interpretación de los resultados en referencia al planteamiento, nuevos conocimientos, etcétera. Los conceptos de análisis propuestos son por tanto un medio para alcanzar el fin de la investigación; como mucho son un objetivo intermedio importante para los resultados. Con la reconstrucción de un patrón de interpretación o de una estructura del fenómeno, por tanto, no se llega al final del proceso de investigación, ya que se tiene que aclarar, de forma teórico-diagnóstica, lo que hay que hacer con ello. También aquí se trata de experiencias, en el sentido de la experimentalidad foucaultiana: «Una experiencia es algo de lo que se sale transformado, [...] En este sentido, me considero un experimentador [...]. Cuando escribo, lo hago sobre todo para cambiarme a mí mismo y no pensar lo mismo que antes» (Foucault, 1996 [1980/1978]: 24).
Después de una determinación aproximada, provisional, que puede ser revisada y ampliada, del objeto y de las preguntas de investigación, se recomienda utilizar acontecimientos discursivos mayores, como por ejemplo catástrofes, ratificaciones de leyes, escándalos, etcétera, como puntos de partida en la recogida de datos. El ADSC utiliza sobre todo datos naturales, es decir, textos e imágenes del campo de investigación, ampliados mediante entrevistas y observaciones participantes, en el marco de la investigación etnográfica de dispositivos. Los corpus de datos pueden ser desarrollados y ampliados entonces en el marco de un muestreo teórico, según criterios de contraste mínimos y máximos. En estas estrategias de búsqueda se concentran, cuando se trata de sondear la amplitud del campo discursivo, datos muy diversos respecto por ejemplo al tiempo de la enunciación, al contenido o a los hablantes; o por el contrario se enfoca hacia datos muy similares, cuando se trata de determinaciones finas.
Los datos incluidos así, de forma sucesiva, pueden ser utilizados como fuentes de información para generar conocimiento sobre actores, instituciones, campos de conocimientos, puntos esenciales temáticos, involucrados e invocados, y su diferencia a lo largo del tiempo, en diferentes niveles de expansión, en comparaciones internacionales, etcétera. Esto se puede relacionar directamente con estrategias del mapeo o cartográficas que captan constelaciones de actores, posicionamientos, relaciones de interacción... (véase Keller, 2009 [1998], 2012); o también en el sentido del análisis de la situación de Adele Clarke (2005). Por otro lado, los datos o documentos particulares también son objeto de un análisis secuencial fino, con el objetivo de formar categorías. Estos análisis pueden utilizar, además, el conocimiento de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, así como también de la etnometodología temprana (véase Prior, 2003). Las interpretaciones secuenciales siguen a la preparación configurativa y en forma de embudo del significado que se puede encontrar en documentos discursivos (véase, respecto a este procedimiento, Keller y Truschkat, 2015).
Con este punto también se quiere hacer un alegato a favor de la interpretación o la inevitabilidad de la hermenéutica en las ciencias sociales (véase también el texto de Ruiz y Alonso en este libro). A diferencia de las formas de hermenéutica de corte marxista o psicoanalítico, así como de la hermenéutica arbitraria de la deconstrucción, se trata aquí de una revelación metodológicamente reflexionada sobre los pasos de la interpretación, es decir, de estrategias de interpretación de datos que apuntan a la comprensibilidad y la objetivación social de los pasos seguidos para la interpretación del objeto de investigación, y que problematizan una comprensión ingenua. Ronald Hitzler y Anne Honer formularon concisamente esta posición:
Los enfoques de la hermenéutica en las ciencias sociales incluyen decididamente dudas en el proceso de comprensión: dudas frente a los pre-juicios de la persona que interpreta, dudas frente a la certeza subjuntiva en la vida cotidiana y la ciencia, y dudas finalmente también respecto a explicaciones reduccionistas. [...] Su exigencia consiste [...] en eliminar la ingenuidad epistemológica en las operaciones básicas de la investigación y formación de teoría en ciencias sociales, en reconstruirlas y alumbrarlas (Hitzler y Honer, 1997: 23 y ss.).
El análisis interpretativo y hermenéuticamente reflexionado de los datos empíricos obtenidos en forma de texto, o que pueden ser traducidos a textos, presenta un proceso reconstructivo y al mismo tiempo constructivo. Se puede llamar reconstructiva a esta interpretación porque quiere atestiguar algo sobre la relación y las particularidades (como esquemas de interpretación, estructuraciones de sentido...) contenidas en los datos a los que se refiere. Cada análisis del discurso procede necesariamente de forma reconstructiva en este sentido general. Pero procede también de forma constructiva porque se genera a partir de los datos interpretados, esquemas categoriales, etcétera, y con ello de formas de enunciados que así no eran, y que podían no estar contenidos en los datos. El proceso de construcción se rige en primera línea por las relevancias –es decir, las preguntas, conceptos y estrategias analíticas– del análisis social, incluso cuando estas apuntan a dar una oportunidad a la relevancia propia o insubordinación del campo; o, tal como lo expresa a menudo la nueva prosa de las ciencias sociales, incluso cuando se contempla la participación del objeto de investigación. Las interpretaciones del mundo, procesadas en discursos, solo se pueden alumbrar interpretando. Hablo de analítica interpretativa para subrayar que la investigación de los discursos pone en relación diferentes formatos de datos y pasos en el análisis; por ejemplo, estrategias sociológicas más bien clásicas del análisis de casos, combinado con un análisis detallado de datos textuales. También hablo de analítica interpretativa porque el ADSC, a diferencia de otros enfoques de la investigación social cualitativa, no se interesa en sí mismo por la unidad de significado de un documento particular (por ejemplo, de un texto), sino que supone que tal dato solo articula fragmentos (Jäger, 1999) de uno o varios discursos. Por ello se rompe la unidad material de los textos y se atribuyen los resultados de la división analítica y del análisis interpretativo fino, a veces, a distintos discursos. De ahí surge, paso a paso, el mosaico del discurso o de los discursos investigados –seguramente una modificación importante de la investigación social cualitativa convencional.
Mientras que el análisis del discurso puro hace referencia al conjunto de datos disponibles en forma de signos, enfoques de la etnografía del discurso se prestan especialmente para alumbrar a dispositivos, es decir, a las infraestructuras de producción de los discursos o las infraestructuras de intervención discursiva en el mundo (Keller, 2011 [2005]; Lippelt, 2014). Las etnografías del discurso son etnografías enfocadas temáticamente que se dirigen, en el marco de la multiplicidad del story telling etnográfico, a preguntas acerca de la producción de enunciados o de intervención en el mundo, es decir, a preguntas que enfocan hacia secciones específicas de una práctica discursiva o dispositiva (véase también el texto de Macgilchrist y Van Hout en este libro).
4. EJEMPLOS DE ANÁLISIS
Hoy en día disponemos de múltiples aplicaciones del ADSC que se relacionan también de manera diversa con otras tradiciones teóricas (por ejemplo, Keller y Truschkat, 2014; Bosančić y Keller, 2016). En conjunto predominan los procedimientos interpretativo-cualitativos. En el contexto de Augsburgo hemos realizado investigaciones sobre culturas de conocimiento de la investigación social cualitativa en Alemania y Francia desde los años sesenta (Keller y Poferl, 2016). Otros análisis se han enfocado hacia la subjetivación de los/as trabajadores/as no cualificados/as (Bosancic, 2014), la construcción de evidencias en procedimientos de asilo (vom Hofe y Oschwald, 2015), los discursos populistas de derechas de Pegida (Paukstat y Ellwanger, 2016) o el trato actual del racismo en la denominación de las calles (Hoevelman, 2015) o en la publicidad (Schwarz, 2016). Actualmente se está realizando un estudio comparativo internacional sobre órdenes de justificaciones ecológicas en referencia al fracking (Keller, 2015) y un proyecto de investigación sobre políticas de conocimiento en la prostitución (Keller, 2016).
Aquí se presenta como ejemplo un análisis propio, en el marco de una investigación comparativa de los debates públicos sobre el problema de la eliminación o el reciclaje de residuos urbanos, en Francia y en Alemania, a lo largo de veinticinco años, en concreto entre 1970 y 1995 (Keller, 2009 [1998]). En un primer plano se hallaron preguntas acerca de los conceptos de naturaleza, la comprensión de la sociedad y la técnica, así como ideas sobre consumo y valores. Ante el trasfondo del debate sociológico sobre la sociedad del riesgo y la modernidad reflexiva, también se debía resolver, de forma empírica, si se pueden comprender adecuadamente los transcursos observables de los debates y de las políticas, y en qué forma concreta aparecen.
Varios formatos de datos compusieron la base del estudio. En el núcleo se situó una recopilación de textos procedentes de los medios de comunicación impresos a lo largo del periodo de investigación. Con ello se creó un corpus de datos siguiendo una cadena de acontecimientos seleccionados, por regla general consultas y ratificaciones de leyes y directrices nacionales, los escándalos de residuos más importantes, etcétera, y haciendo uso del servicio de archivos. Este corpus se componía de aproximadamente 1.500 textos de diarios y semanarios, así como de publicaciones especiales. A ello se añadieron documentos de los procesos políticos de toma de decisiones (peritajes, protocolos de audiciones, etc.) y documentos de acciones de movilización política y de titulares de instalaciones. La muestra se complementó mediante 38 entrevistas con expertos/as del campo de estudio: representantes de la administración y de la política, de asociaciones económicas y ONG, de partidos políticos, así como científicos/as. También se asistió a eventos muy diversos sobre política de residuos, tales como congresos, ferias o exposiciones. No obstante, el análisis se concentró en la muestra de los medios impresos, mientras que los demás formatos de datos se utilizaron sobre todo para fines orientativos. En el marco del trabajo sucesivo de lectura, el corpus total se redujo a aproximadamente ochenta artículos. Estos formaron la base de una explotación detallada de un análisis secuencial según procedimientos de contraste y codificación de la investigación social interpretativa. Con ello se reconstruyeron los patrones de interpretación, las estructuras del fenómeno y las estructuras narrativas de los discursos, que conjuntamente formaron el repertorio de interpretación.
Se pueden resumir los resultados del trabajo en cuatro puntos: primero, se reconstruyeron, de forma objetiva, los datos obtenidos en el transcurso de los respectivos debates y de las regulaciones políticas de residuos; segundo, se analizaron los patrones de interpretación, las estructuras de los fenómenos y story lines centrales, que, en forma de mapas, se pusieron en relación con los actores involucrados en los discursos y el espacio público mediático; tercero, se relacionaron los procesos nucleares de la transformación en discursos, con referencias al debate en las ciencias sociales sobre la modernidad reflexiva y su significado; y en cuarto lugar se debatió la aportación de la investigación del discurso para el análisis de las estructuras institucionales en ambos países. A continuación se explican brevemente el segundo y el tercero de estos pasos.
La investigación diagnosticó la competencia pública de dos posiciones del discurso en el ámbito germanohablante. Estas pueden ser descritas como discurso estructuralmente conservador, por un lado, y discurso crítico con la cultura, por otro. En el discurso estructuralmente conservador, la autonomía de los procesos económicos se estableció como variable central indispensable. Con este patrón de interpretación se relacionaron aquellos de la casi-naturalización del problema de los residuos, de la expectativa de continuidad en referencia al progreso social, una confianza en el control tecnológico, el carácter inagotable de la naturaleza como recurso y la autopercepción de esta posición ética de la responsabilidad en contra de la ética de la convicción. En el discurso opuesto, el de la crítica a la cultura, la escasez de la naturaleza representa el patrón nuclear de las interpretaciones; a ello se añade la insistencia en el riesgo general de los procesos técnicos, en la socialización o la inmanencia del surgimiento de problemas, en la politización de lo económico, en la salida del modelo actual de desarrollo y en el autoposicionamiento como ética de la responsabilidad contra intereses económicos.
En el caso francés solo se encontró un discurso hegemónico en los medios de comunicación de masas, cuyo protagonista es el Gobierno central francés. También aquí existe un discurso contrario, pero este se queda fuera o en los márgenes del espacio político. En el discurso francés dominante sobre la modernización social y técnica, el Estado aparece como defensor del interés general nacional. Desde esta interpretación nuclear, el problema del surgimiento de residuos se naturaliza. El Estado promueve un desarrollo civilizador. Además, queda fuera de duda la posibilidad de un control social, técnico y administrativo de los residuos. Mientras que las instituciones estatales representan a la razón pragmática, la ausencia de razón de Estado por parte de la ciudadanía, la economía y los municipios les impide aportar una solución real a los problemas.
Respecto al tercer paso, se debatieron por ejemplo los procesos de la individualización de la responsabilidad por los residuos, es decir, de la obligación moral de los/as consumidores/as, o el papel del riesgo general frente a las promesas de seguridad tecnológica. Con ello, también se mostró que los procesos discursivos cambian significativamente a lo largo de las décadas, por ejemplo mediante la pujanza de la argumentación del riesgo, que aumentó fuertemente el potencial conflictivo y las disputas en el ámbito germanohablante. Asimismo, se muestra la diferencia existente entre ambos países: mientras que los medios impresos sirven en el caso francés como órgano de difusión de la posición hegemónica defendida por el Gobierno nacional, en el caso alemán se utilizaron como arena o escenario de debates. Quedó patente que los actores políticos intervinieron como interlocutores en momentos muy diferentes en tales discursos y que podían aparecer también en posiciones discursivas diferentes e incluso opuestas. Como diagnóstico se entendió, finalmente, el caso francés como un ejemplo de modernización lineal y el caso alemán como ejemplo de modernización reflexiva.
El ADSC se ha utilizado en muchos otros estudios. Bechmann (2007) analizó el debate público y político sobre la reforma del seguro sanitario; Biermann (2014) trató el conflicto sobre la construcción de una mezquita en colonia; Elliker (2013) analizó el debate suizo sobre la integración; Klinkhammer (2014) observó las representaciones de la infancia en la política de educación y de cuidados. Schünemann (2014) comparó los procesos de argumentación política con motivo de las votaciones sobre la constitución europea en varios países. Las investigaciones que utilizan el marco del ADSC también se han ocupado de la producción simbólica del espacio y de paisajes urbanos (Christmann, 2004), el reconocimiento de las competencias en estrategias de empleo (Truschkat, 2008), los discursos públicos sobre satanismo (Schmied-Knittel, 2008), la creación de identidades en movimientos de izquierda en Alemania y Gran Bretaña (Ullrich, 2008), las comunidades de migrantes chinos en Rumania (Wundrak, 2010), controversias televisivas sobre los matrimonios del mismo sexo en EE. UU. (Zimmerman, 2010), el mapeo del terrorismo suicida en ciencias políticas (Brunner, 2010), los ambientes creativos (Renout, 2014), las intervenciones educativas como consecuencia del informe PISA (Sitter, 2015), los discursos sobre abuso sexual (Hoffmann, 2012), la relación entre sistema sanitario y reproducción de desigualdad (Kessler, 2016), los desarrollos de diagnósticos médicos (Schübel, 2015) y estrategias de prevención sanitaria étnicoclasificatorios (von Unger et al., 2016). En el ámbito castellanohablante se ha investigado, por ejemplo, la exclusión discursiva de la población inmigrante (Herzog, 2009) o la reproducción de estructuras coloniales mediante el trabajo asistencial en Colombia (Heiss, 2016).
5. LÍMITES Y PERSPECTIVAS
La heurística conceptual del ADSC desatiende intencionalmente planteamientos lingüísticos en el sentido más estricto. Hasta ahora se han desarrollado, solo de forma muy rudimentaria, estrategias de análisis de visualizaciones, al igual que estrategias cuantificadoras para el análisis de grandes cantidades de datos que, al mismo tiempo, tienen en consideración las suposiciones básicas de la sociología del conocimiento y de la hermenéutica sobre la construcción secuencial de figuras de sentido. Y el enfoque aquí presentado tampoco sirve para desarrollar explicaciones causales, tal como a menudo se busca en las ciencias políticas: más bien se orienta hacia la concepción de Max Weber del enlace entre comprender y explicar. Finalmente, el enfoque defiende la utilidad crítica de una analítica y heurística interpretativas, que tienen en cuenta las diferentes preguntas y procesos discursivos y que por lo tanto se sitúan en una posición media entre la indeterminación total del análisis y su sobredeterminación por el enfoque de la investigación. Los análisis que apuntan a una toma de posición política anticipada o crítica para desenmascarar malos documentos y malas intenciones difícilmente se pueden realizar con este enfoque, ya que tampoco es su pretensión. El ADSC se orienta, por el contrario, tal como se ha señalado, hacia la comprensión foucaultiana de un análisis y de una ilustración flexible y crítica que renueva permanentemente su tarea a causa de la transformación constante de los regímenes de poder/conocimiento.
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VON UNGER, H., D. ODUKOYA y P. SCOTT (2016): «Kategorisierung als diskursive Praktik: Die Erfindung der ‘Ausländer-Tuberkulose’», en S. Bosancic y R. Keller (eds.): Perspektiven Wissenssoziologischer Diskursforschung, Wiesbaden, Springer VS, pp. 157-176.
WUNDRAK, R. (2010): Die chinesische Community in Bukarest. Eine rekonstruktive diskursanalytische Fallstudie über Immigration und Transnationalismus, Wiesbaden, VS-Verlag für Sozialwissenschaften.
ZIMMERMANN, C. (2010): Familie als Konfliktfeld im amerikanischen Kulturkampf. Eine Diskursanalyse. Wiesbaden, VS-Verlag für Sozialwissenschaften.
1. En ingles, The Sociology of Knowledge Approach to Discourse, SKAD. Respecto a publicaciones y eventos en inglés, véase en línea: <http://kellersskad.blogspot.de>; y para el espacio germanohablante, también en línea: <www.diskurswissenschaft.de>.
2. Véanse también Keller et al. (2005, 2010, 2011, 2012, 2015) y Viehöver et al. (2013).