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Nota Preliminar

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A mediados de marzo del año 2020, me encontraba reiniciando mi ciclo anual de docencia universitaria rayana en los treinta años de ejercicio en la Universidad del Salvador. A su vez, mi actividad semanal en el Movimiento de Autores Locales de Pilar reclamaba mi atención junto a los compañeros de aventuras en estas lides. Me involucré en las ferias de venta de libros, las presentaciones de obras de los colegas y las propias, el programa de emisión radial los días sábados, los cafés literarios y las tareas intensivas en las escuelas del distrito; una serie de actividades interesantes.

Y de repente, la pandemia…

Una surgencia sin previo aviso esgrimiendo la sombra de muerte colectiva y el miedo ancestral a la extinción. Como les ha sucedido a todos, cada uno a su manera, el primer síntoma en mi mundo personal fue la respuesta hiper cinética respecto a mi actividad docente, ahora hogareña y de modalidad virtual. Como contrapartida, una parálisis evidente en el oficio literario produjo la consecuente angustia.

En medio de este caos de expectativas y cuando la anarquía en el mundo interno realizaba su erosión, las plataformas virtuales comenzaron a desarrollar los proyectos artísticos que intentaban compensar las secuelas inmediatas del problema.

Mis amigos, Adriana Valor y Carlos Fernández, importantes cultores literarios en distintos medios de comunicación, tuvieron la claridad de visión para desarrollar un ensamble cultural utilizando una plataforma digital de gran difusión.

Así revivió “Una noche inolvidable”, espacio donde la poesía y la narrativa nacional e internacional ocupan el lugar central, comenzó a instalarse con fuerza desde su propuesta diaria. Algunos poetas al principio, y en número considerable con el transcurso de las semanas, fuimos convocados en la dinámica del programa a participar desde la impronta de los “cuatro versos”.

A partir de una palabra disparadora los poetas autoconvocados tallábamos “a mano alzada” nuestras estrofas y estos recitadores experimentados las leían públicamente con la calidad que los caracteriza.

Así fui construyendo el bajorrelieve de esta obra. Navegando los ocasos paganos ha representado mi tabla de salvación artística en los duros meses del encierro producido por la pandemia. Me sumergí en el universo de la poesía corta, tan complejo en la sintaxis y la semántica emergente. Muchos de los cuatro versos presentes en este libro fueron difundidos en el programa y otros poemas complementarios se gestaron bajo la sombra de esta actividad. En tanto encontraba sosiego en el desarrollo de sus textos, comencé a tomar conciencia del significado que tenían los escritos en este momento especial de mi existencia.

El encierro y aquietamiento de la vida exterior tienen su correspondencia en el mundo interno de las personas. Y así fue como estos textos abrieron las puertas de mi corazón a esos espacios donde los senderos transitados se vuelven único camino.

Agradezco a mis amigos, Adriana y Carlos, el haber sido los gestores de esta iniciativa. El espacio comunicacional que han creado fue necesario y suficiente acicate para el nacimiento de Navegando los ocasos paganos.

Gracias.

Navegando los ocasos paganos

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