Читать книгу La saga del viajero del tiempo - Alberto Chimal - Страница 15

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el Viajero del Tiempo

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Si usted tuvo hoy una decepción, el Viajero del Tiempo puede darle una lista de todas las que aún le faltan.

—A veces ayuda —dice.

El Viajero del Tiempo va a la infancia del funcionario que, en un futuro distópico y no tan remoto, prohibirá los viajes en el tiempo. Lo observa jugar con su pelota. Suspira.

El Viajero del Tiempo miró (en cierta época de pobreza) el trozo de queso, duro y seco. Viajó hacia atrás una semana y el queso no solo estaba fresco sino entero. Se lo comió todo. Entonces comprendió su error.

El Viajero del Tiempo muestra a Georges Méliès que allá lejos, en la vastedad sin límites del cosmos, todo se ve exactamente como en sus películas.

El Viajero del Tiempo supo de un par de malos políticos de hoy cuando estaba en el futuro: allá, la historia de ambos, hermoseada, se enseña y aprende con fervor.

El rey de Britania, allá por el siglo v, cuando el Viajero del Tiempo le contó las numerosas aventuras que se le atribuían, dijo:

—¿Qué clase de nombre es Arturo?

El Viajero del Tiempo dice a Ray Bradbury:

—Cuando pisas a un dinosaurio, más bien muerde. ¿No sería mejor si el personaje de tu cuento pisa un insecto?

El Viajero del Tiempo ha conocido varias culturas cuyos idiomas solo permitían decir cosas importantes.

—Todas se acaban rapidísimo —explica.

—Ya sé —dijo Rimbaud al Viajero del Tiempo—, a los cuarenta años seré una piltrafa.

—No serás una piltrafa a los cuarenta —dijo el Viajero, y el chico (felizmente) no pidió más explicaciones.

El Viajero del Tiempo cuenta la leyenda del Prisionero del Segundo, atorado en un instante oscuro de una madrugada de 1903 por desobedecer a sus padres.

El Viajero del Tiempo bebe agua que lloverá dentro de unas horas. Se estremece: siente en la boca la altura y el vértigo y la caída.

Cada tanto, alguien pide al Viajero del Tiempo que le ahorre trámites y lo lleve directo al instante de entrar con su chica (o chico) en el hotel.

El Viajero del Tiempo pasó muchos días de desazón tras ir a visitar a Juana de Arco y verla gritar, ponerse de rodillas, alabarlo.

El Viajero del Tiempo mira las bombas caer en Dresde y no piensa en la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, que trata del tiempo y de Dresde. Piensa en los muertos.

El Viajero del Tiempo va a su momento favorito del concierto masivo: ese beso en un extremo del estadio, de espaldas a la banda estrella.

Me quedé dormido. Cuando abrí los ojos el coche en que iba ya estaba en otro sitio. Brevísimamente fui el Viajero del Tiempo.

El Viajero del Tiempo ve caer los muros de Troya desde adentro y afuera a la vez. El fulgor de la guerra lo deslumbra: casi se mata a sí mismo a flechazos.

En el escenario, el actor que interpreta a Hamlet da la función de su vida: sostiene su propio cráneo, traído por el Viajero del Tiempo de no quiere decir qué fecha.

“Deténme”, pedía la carta del suicida al Viajero del Tiempo.

El Viajero del Tiempo regresa a ayudarse a sí mismo a descifrar, años antes, el manual con el que llegó la máquina del tiempo.

Según el Viajero del Tiempo, en el siglo 17 332 podremos solicitar un remake de nuestras vidas cada año. Pero los derechos seguirán siendo todos de la Disney.

En la estación de trenes, el Viajero del Tiempo pasó dos horas dando indicaciones equivocadas a Juan José Arreola, quien tenía tanta prisa.

El latinista se quejó con el Viajero del Tiempo: ¿para qué lo había traído a la Roma Imperial, donde todos hablan latín y él, en vez de un académico prestigioso, no era más que un cualquiera?

El Viajero del Tiempo colecciona demostraciones de imposibilidad. Por ejemplo, las del vuelo de los abejorros, la felicidad o el viaje por el tiempo.

En la pesadilla, el Viajero del Tiempo solo podía trasladarse a las mismas dos horas de aquel examen de sexto de primaria.

—Ni la entiendo ni me gusta —dice Giuseppe Garibaldi de la música de mariachi en la plaza Garibaldi. (Errores del Viajero del Tiempo.)

El Viajero del Tiempo no entendió bien (por haberlo leído en español) y fue a ver si Descartes realmente pensaba primero y existía después.

El Viajero del Tiempo compra en el siglo 99 una retrotele, para ver cualquier momento de su pasado. La prende y ve su partida del siglo 100.

El Viajero del Tiempo puso su máquina en punto muerto y Duchamp miró, desde el interior, cómo su modelo bajaba las escaleras.

Un siglo antes, al Viajero del Tiempo lo barrió otra ola, que lo saludó con su voz de agua.

—Ya habías estado aquí dentro de un siglo —le dijo.

El Viajero del Tiempo va al Paleolítico a ver a mi más remoto antepasado, al que llaman profeta por contar historias del Viajero del Tiempo.

La saga del viajero del tiempo

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