Читать книгу La España precaria - Alejandra de la Fuente - Страница 6

Оглавление

Prólogo

Descubrí a Alejandra de la Fuente a través de una cuenta de Twitter en la que denunciaba abusos en el mercado de trabajo bajo la marca de Mierda Jobs. Publicaba en ella ofertas laborales que eran verdaderas ofensas laborales: trabajos gratis, jornadas interminables a cambio de miseria, explotación sexual disfrazada de explotación laboral y un amargo etcétera. Pero tras ella, había mucho más que los 140 caracteres que entonces permitía la red social. Este libro es una muestra de ello y de la defensa de una dignidad profesional que se encuentra seriamente amenazada y que obras como esta pueden ayudar a proteger.

La España precaria es, realmente, una enciclopedia de la degradación del mercado de trabajo que es imprescindible conocer para poder combatir. El libro recoge un vergonzoso catálogo de fenómenos que forman nuestro paisaje diario, pero en el que sólo reparamos cuando nosotros o alguno de nuestros familiares caemos en el paro. Fenómenos como la «pobreza laboral» (seguir en la pobreza pese a tener un empleo), la «romantización de la precariedad» (disfrazando de modernidad las más antiguas formas de explotación laboral) o la «gratisfacción» (el demandar trabajo a cambio de nada) son fórmulas que algunos empresarios y muchos medios de comunicación están popularizando como formas de «emprendimiento».

Ese emprendimiento siempre se quiere para los ajenos y nunca para los nuestros. Porque cuando esos fenómenos se viven en carne propia, las llagas sociales afloran: «sobrecualificación» de jóvenes que pasan años de formación para desempeñar –en uno de cada tres casos– trabajos por debajo de su preparación, despidos en plena pandemia por contraer la covid-19 de grandes multinacionales cuyos márgenes de beneficio permitirían otro tipo de trato a sus plantillas y tantas muestras de abusos que, tristemente, nuestra legislación laboral consiente. Alejandra describe con metódico detalle cada uno de esos fenómenos.

Creo firmemente en que la mayoría de los empresarios son profesionales honestos, cuya batalla diaria no es sólo la mejora de sus negocios, sino también de la sus plantillas. He conocido a lo largo de los años a muchos de esos emprendedores que tienen en sus empleados una extensión de sus familias. Por eso resultan especialmente pertinentes trabajos como este. La labor de Alejandra de la Fuente, señalando a quienes abusan de sus asalariados, me parece necesaria, porque no podemos tomar como «referentes» a quienes construyen sus modelos de negocio en el abuso, de la misma manera que no tomamos como modelo de la política a los corruptos. La publicación de esas prácticas es la única forma que el público y la prensa tienen de combatir los abusos y creo que el lector encontrará en La España precaria un buen puñado de nombres de los que sospechar de ahora en adelante y, quizá, en los que reconocerse como víctima.

La voz de una «generación precaria»

Pero en las páginas de La España precaria no sólo corre tinta académica y la descripción de un paisaje desolador para los trabajadores más jóvenes (y también para los más maduros). Alejandra pone voz a la indignación de una generación, de un Peter forzado a ser Pan. Con apenas veintisiete años, la ha vivido en primera persona, ha padecido cómo se eternizan esas «becas» que realmente son empleos sin paga o con salarios de escarnio. Y en su carrera, ya no tan corta, ha escuchado como periodista a cientos de personas describir sus situaciones y a decenas de autoridades declarar oficialmente su frustración –las mismas que no actúan para cambiar el marco económico, legal y social que permite estas situaciones–. En la rabia que expresan algunas de estas páginas se escucha una protesta que va más allá de lo personal y que es un grito generacional que el libro describe, en algunos casos, como de «esclavos del siglo xxi».

Esa parte es la más preocupante de los capítulos que el lector está a punto de abrir. Porque la denuncia de Alejandra no es personal, sino generacional. La generación de la autora vive su segunda gran crisis económica en poco más de una década. O se corrigen ciertas situaciones con urgencia, o condenaremos a los más jóvenes a vivir problemas hoy (con salarios de miseria y edades de emancipación que rondan ya los treinta años) y problemas mañana (incapaces de sostener con esos bajos salarios las pensiones de los mayores que les condenaron a repagar la deuda que la covid-19 les dejó). Es imprescindible escuchar la voz de la generación de Alejandra, porque es esa generación la que va a pagar todas las facturas económicas eventualmente.

Con apenas treinta años, los que fueron llamados millenials han sido ya rebautizados por The Wall Street Journal como recessionals. Son la única generación que ha sufrido dos recesiones tan profundas en tan poco tiempo. Leer las preocupaciones de la auto­ra es leer las perturbaciones que sufre una generación.

El otro extremo: los más mayores

No sólo los más jóvenes están viviendo la precariedad laboral. El libro describe esa misma situación para los trabajadores más maduros que sienten la amenaza del despido y del no poder cotizar en sus últimos años de vida laboral, siendo condenados a pensiones de supervivencia. Ese miedo da lugar a estrés laboral, a problemas de ansiedad, a trastornos del sueño e insomnio en una generación a la que se le ha descrito la «dualidad del mercado» para referirse, realmente, a la «anormalidad del mercado»: la de que un grupo de trabajadores goce de derechos más o menos plenos, como el de una mínima estabilidad laboral o el de la indemnización por despido, mientras que los que caen ahora quedan atrapados en un escalón inferior, sin poder reclamar derechos básicos.

Esa dualidad describe a trabajadores ordinarios como «privilegiados» y a empleados sometidos a la explotación como el mínimo común por el que todos, según algunos, debiéramos regirnos para ganar «competitividad».

Lo cierto es que la carrera hacia el fondo es imposible de ganar. Siempre habrá trabajadores dispuestos a fabricar o prestar servicios por menos. La única forma de ganar esa batalla de la competitividad no es rebajando costes, sino aumentando la calidad del servicio o el producto que cada país vende. Pero esa batalla requiere inversión y tiempo. En una economía caliente de ganancias rápidas, se opta por la otra vía y se disfraza la ganancia rápida de una supuesta ideología liberal que haría a la escuela austriaca entera llevarse las manos a la cabeza.

La España precaria también recorre la situación de una generación mayor que está respondiendo con esfuerzos a las demandas de ese nuevo modelo. Alejandra describe casos de «microdosificación» –consumo de drogas para poder trabajar– o el de una «generación Lexatin» que empieza a requerir fármacos para poder mantener su empleo.

Un cambio urgente

Las denuncias que Alejandra de la Fuente comenzó recopilando en Mierda Jobs y que trajo a la antena de la Cadena SER dan lugar ahora a esta enciclopedia del abuso de la que La España precaria puede ser sólo el primer tomo. Que no haya nuevos fascículos requiere de nosotros y de un cambio del marco legal.

El diagnóstico del nuevo modelo laboral se ha hecho y compartido demasiadas veces. Sin embargo, no se ha emprendido todavía. Son necesarios cambios antes, durante y después de la incorporación al mercado de trabajo. Es necesario adaptar la formación a las demandas de las empresas, antes de llegar a la búsqueda de empleo; es imprescindible aumentar las plantillas de Inspección para frenar ciertos abusos durante la vida laboral, y es urgente modificar el sistema público de formación –las llamadas políticas activas de empleo–, para evitar que quienes caen en el paro se vean atrapados en un pozo sin salida después de perder el puesto de trabajo.

Creo que las próximas páginas van a ser un espejo para muchos lectores que van a reconocerse en algunos de los fenómenos que Alejandra de la Fuente describe. Y debieran ser un motivo de reflexión para todos los demás. No hay fuerzas oscuras que dicten que la vida deba ser así. No caen meteoritos económicos sobre nosotros. Lo que nos pasa –y que Alejandra describe de forma sangrante– es fruto de decisiones políticas, ante las que sólo caben dos alternativas: sufrir o revertir. Pasen y lean.

Javier Ruiz

La España precaria

Подняться наверх