Читать книгу Crononautas - Alejandro Polanco - Страница 13
Los cronovisores
ОглавлениеPublicado en Tecnología Obsoleta.
28 de mayo de 2005, edición revisada el 3 de mayo de 2007.
El principio sobre el que se asentaba aquella máquina es muy sencillo y cualquiera podría reproducirlo con intenciones perversas. Sin embargo le diré que demostramos que las ondas visibles y sonoras del pasado no se destruyen. Y no lo hacen porque son energía. La grandeza de aquel invento fue que podía recuperar esa energía y recomponer escenas perdidas hace siglos.
Pellegrino Ernetti5
La máquina del Padre Ernetti
Sin duda, la máquina de cronovisión más famosa es la del benedictino italiano, ya fallecido, Pellegrino Ernetti. Para quien no esté advertido voy a definir de qué se trata,. Un cronovisor sería una máquina para ver el tiempo o, mejor dicho, un mecanismo por medio del cual acceder al pasado en forma de imagen y sonido. Hasta el momento, no conozco ninguna referencia a cronovisores capaces de sintonizar el futuro, exceptuando el de DeLaWarr, que comentaré más adelante6. Así, por medio de técnicas poco esclarecidas, por no decir directamente irreales, al igual que un vídeo doméstico sintoniza un canal de televisión y graba en cinta magnética o disco óptico nuestro programa favorito, los cronovisores sintonizarían con el tiempo pasado a voluntad del experimentador y guardarían los resultados en los mismos soportes que los vídeos o las grabadoras de audio. ¡Una máquina del tiempo excepcional! La manera perfecta de conocer nuestro pasado y desvelar los enigmas de la historia. ¿Realmente puede existir algo así? He de advertir que, a pesar de lo que se diga, jamás se ha probado su existencia real y que, de lleno, entran estas máquinas dentro del campo de la mitología tecnológica tan propia del pasado siglo XX, además de ser un tema muy relacionado con variados relatos de ciencia ficción, como el cronoscopio mencionado por Isaac Asimov7. Imaginativas historias que pudieron servir de semilla desde los años cuarenta para crear la leyenda del cronovisor.
Sobre la aventura de Ernetti existen muchas informaciones dispersas pero, básicamente, todas coinciden en los detalles más importantes. El caso del cronovisor fue dado a conocer por el padre Ernetti en 1972, al conceder una entrevista a la publicación italiana La Domenica del Corriere8, donde afirmó haber participado en el proceso de gestación y uso de una máquina capaz de grabar imágenes y sonidos del pasado. Aquella noticia hizo que muchos se sobresaltaran de entusiasmo, ¿se habría descubierto la máquina del tiempo? La importancia del medio en el que se publicó, hizo que se extendiera el rumor por medio mundo. Sin embargo, anteriormente, Ernetti ya había desvelado algunos detalles en otros medios impresos. En julio de 1965 L´Heure d´Étre, una revista religiosa de Francia, aludió a este cronovisor y, en enero de 1966, la publicación italiana Civiltà delle Macchine, hizo lo mismo en un artículo titulado L´oscillografo elettronico. La poca importancia de esos dos medios hizo que la noticia no fuera tomada en cuenta hasta que salió a la luz la entrevista de 1972, a partir de entonces los rumores sobre el cronovisor del padre Ernetti no han cesado de aumentar. El benedictino afirmó que su máquina funcionaba a la perfección, no entró en detalles técnicos pero sí ahondó en alguno de los éxitos conseguidos. A través de este cronovisor pudo reconstruir, según él, porciones de algunas obras musicales perdidas desde hacía siglos, como el Thyestes, de Quinto Ennio, representado en Roma en el 169 a.C. Otras de sus afirmaciones resultan ser incluso más fantasiosas, puesto que dijo haber contemplado la destrucción de Sodoma y Gomorra, localizado el texto correcto de las Tablas de la Ley o haber presenciado la crucifixión de Jesucristo, siendo capaz de determinar cuáles fueron sus últimas palabras.
Para conocer cuándo surgió el proyecto hay que remontarse a 1952. Durante una sesión de grabación de música gregoriana, en el laboratorio del padre Agostino Gemelli, sucedió algo no previsto. El 15 de septiembre de ese año, vigilando los aparatos electrónicos para llevar a buen término el registro del sonido en cinta magnética, Gemelli y Ernetti se sobresaltaron al descubrir que se había incluido en la cinta una voz que nadie escuchó durante el proceso de grabación. La voz fue reconocida de inmediato por Gemelli como la de su padre ya fallecido9, impresionando a los dos sacerdotes. La súbita aparición de aquella psicofonía sirvió de acicate para que se dedicaran a investigar el extraño asunto, contactando con todos los expertos europeos en sonido que pudieron encontrar y llegando a una novedosa teoría: las voces e imágenes del pasado quedarían grabadas en una suerte de éter desconocido, siendo posible su recuperación a voluntad por medio de las técnicas adecuadas. Acababa de nacer la idea del cronovisor. Se dice que, desde sus comienzos, este proyecto estuvo controlado por Pío XII, quien lo clasificó como secreto. Lo que distingue el caso Ernetti de todas las demás tecnoleyendas es el propio personaje central, pues el padre benedictino rehuía del tema, aunque nunca negó sus afirmaciones sobre el cronovisor. Parecía un asunto clavado a modo de espina en su alma. Los últimos años de su vida los dedicó a la atención de supuestas víctimas de posesión diabólica, siendo la mayoría de éstas, en su opinión, personas que padecían diferentes trastornos mentales. Pellegrino Ernetti abandonó este mundo en abril de 1994, llevándose todos los secretos del cronovisor consigo, si es que en realidad hubo secreto alguno, algo más que dudoso. Desde entonces, muchos son los fragmentos informativos que ha generado este asunto, a la vez de varios libros que arrojan más dudas que certezas acerca de la hipotética máquina. Uniendo todos los fragmentos, puede hacerse uno la idea de cómo era, supuestamente, el cronovisor. Hay quien piensa, en el colmo de la especulación imaginativa que, aunque el proyecto fue supuestamente cancelado por el Vaticano dada su peligrosidad al atentar contra el libre albedrío, como se ha afirmado muchas veces, la máquina jamás fue destruida y continuaría guardada en un lugar seguro esperando días mejores10. Ernetti, además de sacerdote, era profesor e investigador en un campo poco cultivado de la música, la prepolifonía, estando adscrito al Conservatorio Benedetto Marcello de Venecia y había llegado a ser docente en la Academia Santa Cecilia de Roma.
Galería de rumores
Sobre el cronovisor de Ernetti se ha dicho de todo, y nada de ello es verificable. Para empezar con la galería de rumores, cualquiera que investigue un poco este asunto se topará tarde o temprano con una impactante imagen de Cristo poco antes de morir que, según se dijo hace años, correspondería a una instantánea de ese momento histórico, grabada con el cronovisor. El propio Ernetti salió al paso de tales afirmaciones para negarlo rotundamente, porque aquella imagen no era más que una fotografía de un crucifijo conservado en el Santuario del Amor Misericordioso, de Collevalenza, en la italiana provincia de Perugia. Más rumores: se cuenta que en la investigación inicial para crear el cronovisor, intervinieron doce físicos de primera fila. El año 1956 sería la fecha hipotética en la que se pusieron en marcha las investigaciones de forma seria, siendo al año siguiente cuando se unió al grupo el portugués Profesor Matos11, quien ya se había interesado por el tema de la cronovisión mucho antes.
La siguiente parada en la ruta de los rumores hace referencia a la técnica utilizada en la máquina. La teoría de Ernetti se basaría en el concepto aristotélico de la desintegración del sonido, aunque en este punto hay opiniones para todos los gustos, desde las que implican un gran conocimiento por parte de aquellos científicos de la filosofía pitagórica a los que invocan a la cábala. Según la idea de Aristóteles, o de Pitágoras según la versión que elijamos, la luz y el sonido no desaparecen del todo después de su aparente extinción, sino que se transforman de una forma desconocida y se mantienen en el lugar donde se originaron, siendo posible su recuperación de manera indefinida en el tiempo. Ernetti comentó, en una de sus pocas conversaciones públicas sobre el tema, que las ondas sonoras se subdividen en armónicos que se graban en los materiales inertes, o en algo tan ficticio como el éter, pudiendo ser recuperadas si se dispone de los mecanismos adecuados. El escritor Robert Charroux se refiere a la aventura de Ernetti con estas palabras12:
…el padre benedictino Pellegrino Ernetti ha logrado un milagro científico. Él no es un brujo ni un visionario medieval, es considerado un científico genuino. (…) Llevó a cabo su investigación en colaboración con doce científicos de los que no se conoce la identidad. Desde 1956 este equipo viene investigando en la posibilidad de resucitar el pasado para que sea visto a través de un aparato similar a una televisión. En 1957, Ernetti contactó con el Profesor Matos quien, dada su experiencia en el tema, marcó la pauta a seguir por todo el grupo. Matos estaba interesado en reproducir el pasado por medio de algún proceso análogo a la televisión y basó sus teorías en las escrituras de Aristóteles sobre la desintegración del sonido y algunas antiguas ideas de los pitagóricos.
Un texto de lo más esquivo porque no ofrece datos ni notas que puedan comprobarse. En este fragmento se resumen la mayoría de los tópicos sobre el tema de la técnica de cronovisión, desde la aparición del misterioso Matos hasta el recurso a olvidadas filosóficas de la antigua Grecia. Ernetti, por su parte, no parecía confiar demasiado en las ideas aristotélicas o pitagóricas. Según sus propias declaraciones, la base de su tecnología se centraba en la ciencia básica, más concretamente la física de vanguardia. Pero su idea de la transmisión de las ondas iba mucho más allá de lo que la ciencia muestra pues, en su teoría básica, Ernetti necesitaba de un ente aborrecido por la física desde principios del siglo XX, el éter. Para que las imágenes y sonidos se mantengan en estado latente en el ambiente, necesitan estar grabados en algo, por efímero que sea, no es posible que esto suceda en el vacío. Durante siglos la ciencia sufrió de horror vacui, la negación de la existencia del vacío. Para que la luz viajara por el espacio era lógico pensar que necesitara un medio material, un vehículo por el cual transmitirse y que llenara el espacio. El medio que servía de soporte para la luz era el éter, que todo lo impregnaba. Experimentos de comienzos del siglo XX demostraron que el vacío lo inunda todo, que la luz es una onda electromagnética que no necesita del éter y que, por tanto, éste no existe. El éter fue desterrado de la física y los pocos que se atrevieron a mantenerlo en sus ideas fueron declarados heterodoxos.
Uno de los que volvió a invocar la presencia del fantasmal éter fue Ernetti. La idea de recuperar el éter rondó la cabeza del benedictino desde el “descubrimiento” de las ya mencionadas grabaciones efectuadas por el padre Gemelli, en el laboratorio de física de la Universidad del Sagrado Corazón de Milán. Las misteriosas voces grabadas en aquella sesión fueron enviadas para su estudio a Ernst Senkowski13. A partir de ahí, Ernetti investigó el tema de forma similar a como harían después los estudiosos de las psicofonías y de las psicoimágenes, pero pensando más en que se trataba de inclusiones residuales procedentes del pasado que de “voces de los muertos”. Investigando en este campo de la desintegración del sonido, el voluntarioso benedictino llegó a una conclusión, según la cual, las ondas, sean del tipo que sean, se pueden descomponer en armónicos (sic.) cada vez más pequeños hasta alcanzar el nivel atómico e incluso el subatómico. Con la ayuda del cronovisor, que según muchos de estos rumores constaría de un oscilógrafo catódico y un circuito adecuado para encauzar los electrones siguiendo frecuencias muy precisas, sería posible invertir el proceso de desintegración de las ondas y recomponer, aproximándose a su estado original, un sonido e imagen del pasado. Cada una de estas hipotéticas transformaciones estaría marcada por una huella característica, en relación con el tiempo que haya transcurrido desde que se grabó en el éter, siendo esta huella necesaria para poder sintonizar con precisión el tiempo pasado que se desea explorar. Suena extraño y completamente pseudocientífico, sin embargo el padre Ernetti siempre repitió con vehemencia una idea cuando se le cuestionaba por la veracidad de esta “teoría”:
…esto no tiene nada que ver con la parapsicología o la metafísica, ¡es ciencia pura!…cada ser humano, desde el momento de su nacimiento hasta el de su muerte crea una grabación en el ambiente formada por un doble surco de luz y sonido. Esto constituye su marca individual de identidad. Este mismo principio se aplica a la música y al movimiento. Por medio de las antenas que utilizamos en nuestro laboratorio, podemos sintonizar con esos surcos y recuperar la luz y el sonido del pasado.
Muy interesante, ¡si fuera mínimamente cierto! Estas palabras del protagonista en la trama del cronovisor no dejan lugar a dudas sobre su imaginaria base teórica, pero en ningún caso aportan material necesario para reconstruir o, por lo menos, hacerse una idea mínima de cómo debiera ser el montaje de la supuesta máquina. Los últimos rumores a este respecto hablaban de un sistema semiorgánico, en el que las ondas cerebrales de un voluntario servirían de catalizador para recuperar los surcos del pasado. Ernetti nunca habló de eso, lo que sí repitió hasta la saciedad fue un aviso, una seria advertencia sobre una tecnología, sencilla de replicar según su punto de vista, pero muy peligrosa, que sólo debiera ser revelada al conjunto de la humanidad cuando ésta hubiera aprendido a actuar únicamente para el bien. Otro de los esquivos puntos en los que los rumores convergen es la utilización de cristales de cuarzo cuidadosamente tallados como núcleo de la máquina. Los cristales de este tipo muestran capacidades asombrosas en la transmisión de señales eléctricas o el almacenamiento de información. Todos llevamos uno cerca sin saberlo, en los relojes. Hoy día casi ningún reloj de pulsera funciona con la energía almacenada en muelles, eso que conocemos como cuerda. Los relojes actuales, incluso los de agujas, son digitales, no en el sentido de mostrar la información en una pantalla, sino por medir el tiempo a través de un circuito electrónico alimentado por una pila. El alma de los relojes no está en la batería, sino en un pequeñísimo corazón de cristal de cuarzo que, al paso de la corriente eléctrica del circuito, palpita emitiendo rítmicas oleadas que controlan el paso del tiempo. Al cuarzo se le han atribuido muchas otras capacidades casi mágicas, pero irreales, por eso no es de extrañar que el cronovisor pudiera contener uno como motor, la imaginación es libre. La teoría de Ernetti guarda cierto parecido con las tradiciones ocultistas que hablaban del plano de Akhasia, una hipotética región inmaterial situada en una dimensión paralela, donde estaría grabada la memoria del universo.
Continuando con la galería de rumores, llegan ahora varios espías de la CIA para liarlo todo definitivamente. Naturalmente, si el invento de Ernetti era tan poderoso, las agencias de inteligencia de medio mundo se lo disputarían. Hay quien sugiere que el cronovisor era capaz incluso de sintonizar con el pensamiento de las personas, algo muy útil para los servicios de espionaje. El proyecto militar norteamericano de testigos lejanos, enmarcado dentro del infausto programa MK Ultra, podía guardar cierta relación de parecido con el cronovisor, sobre todo por su objetivo y por lo pseudocientífico de todo ello. En plena Guerra Fría, tanto estadounidenses como soviéticos intentaron desarrollar sistemas que, utilizando voluntarios, fueran capaces de proyectarse astralmente y penetrar en territorio enemigo para espiar. Todo esto, demencial, anticientífico y estúpido, se llevó bastantes millones de dólares de presupuesto. Se conocen hoy muchos detalles de primera mano gracias a los documentos oficiales del gobierno estadounidense, desclasificados gracias al Acta de Libertad de Información. ¿Qué relación podía guardar Ernetti en todo esto? En realidad, nada, aunque la CIA gastó bastante dinero intentando conseguir algo con lo que espiar a distancia por medio de telepatía.
Los pioneros de la cronovisión
El deseo de fotografiar el pasado ha acompañado al hombre desde antes de inventarse la propia fotografía. Marconi, uno de los inventores de la radio y Edison, el polifacético inventor, intentaron comunicarse con el más allá por medio de máquinas de grabación, no lo consiguieron, pero esa idea revivió décadas más tarde. Desde tiempo inmemorial se cuentan historias sobre lugares donde, por medio del agua o de espejos, era posible contemplar el futuro. Pausanias narró la historia de un arroyo sagrado14, frente al santuario de Démeter en Patras, que se utilizaba para realizar adivinación infalible utilizando un espejo (sic). Esta antigua referencia a la magia de los espejos como máquinas del tiempo tuvo luego una larga tradición. En épocas anteriores al desarrollo de la tecnología electrónica, la idea de ver a distancia se dejó en manos de los instrumentos más parecidos a los modernos medios de comunicación, los cristales. Nació así la cristalomancia, definida como el medio para atraer a la consciencia del observador, generalmente un vidente, por medio de un cristal y a través de uno o más de sus sentidos, el contenido del subconsciente15. El cristal, ya fuera en forma de espejo, bola de cristal o similar, podía tener gran número de formas y tamaños. El uso de cristales para la adivinación se encuentra documentado en multitud de estudios antropológicos. Los adivinos solían ser elegidos entre los niños, porque eran los más propensos a ver imágenes extrañas en los cristales o espejos, sobre los que se colocaban manchas de tinta, como en la India, o gotas de sangre, como entre los maoríes de Nueva Zelanda. Cuando no había cristales a mano, las culturas ancestrales utilizaban la luz reflejada en el fondo de cuencos con agua o simples charcos.
El más famoso adepto de la cristalomancia fue sin duda el aventurero y astrólogo John Dee quien, al servicio de Isabel I de Inglaterra, utilizaba esferas de cristal como cámaras para realizar tareas de espionaje. Un caso curioso de anécdota donde se cita la cristalomancia aparece en las memorias de Saint-Simon16. En 1706 el duque de Orleans, a punto de viajar a Italia, narró a Saint-Simon una extraña experiencia sucedida en casa de una amante. Un personaje muy extraño apareció prometiendo contestar a todas las preguntas que formulara el duque, a condición de contar como intermediaria con una inocente niña observando un vaso lleno de agua. En un momento de la velada se pidió a la niña que narrara la futura muerte del rey Luis XIV. Para asombro de los presentes, la niña contó detalles minuciosos de Versalles, lugar donde nunca había estado. Describió a las personas que rodeaban el lecho del difunto monarca, todos los presentes reconocieron en las descripciones de la niña a las personas que ocuparían la situación futura. Sin embargo, cuatro cortesanos muy conocidos, que tendrían que hallarse en la escena, no aparecían. Saint-Simon cuenta que nadie pudo explicar aquello, pues los cuatro gozaban de buena salud y eran jóvenes. Ocho años más tarde Saint-Simon comprendería lo sucedido, pues fue entonces cuando Luis XIV murió, y los cuatro ausentes en la imagen vista por la niña no se encontraron en los funerales ya que habían fallecido tiempo atrás. Quede aquí tan curiosa historia, con seguridad mero recurso literario, como ejemplo de la atracción que a lo largo del tiempo ha ejercido la adivinación a través de cristales o agua en todo tipo de personas.
El primer cronovisor, como máquina imaginada para tal fin, del que tengo noticias, data de 1897. Sir Oliver Lodge, científico de la británica ciudad de Liverpool, afirmó en ese año haber logrado transmitir señales de radio a grandes distancias, de haberse confirmado aquella experiencia hoy sería considerado uno de los padres de la radio. La antena desde la que emitía durante sus pruebas estaba situada en la torre del reloj del edificio de la Universidad de Liverpool, en Brownlow Hill. La mayor parte de sus colegas científicos consideraron aquella idea de la radio como una locura impracticable, a fin de cuentas, el mismísimo Heinrich Hertz, descubridor de la existencia de las radiaciones electromagnéticas, afirmó que jamás se las encontraría una aplicación práctica. ¿Qué pensaría de nuestros medios de comunicación más modernos? Lodge creía en la aplicación de las ondas de Hertz como medio de comunicación así que, aunque se mofaran de él, continuó con sus experimentos. Fue durante aquellas tentativas de construir un comunicador por radio cuando aparecieron en la ciudad dos extravagantes personajes que dijeron haber logrado algo más asombroso todavía, una máquina para fotografiar el pasado. William Maplebeck, un inventor de 67 años, junto con el fotógrafo aficionado Robert Stookes, presentaron su Cronoscopio ante una nutrida representación de la ciencia y la cultura de Liverpool. El evento tuvo lugar en las oficinas de Esme Collings Photographers, en el número 43 de Rodney Street. Según los dos protagonistas, el Cronoscopio era capaz de fotografiar imágenes de sucesos acaecidos muchos siglos atrás. Maplebeck comentó entusiasmado cómo había descubierto una forma de alinear lentes de cuarzo de tal forma que fueran capaces de desviar la luz reflejada entre dos espejos a una cámara fotográfica. Así, el bucle infinito de imágenes dentro de imágenes que se genera al poner un espejo frente a otro podía, por medio de aquellas lentes, servir para sintonizar con el pasado. La audiencia no se impresionó demasiado, pedían pruebas y no tardaron en tenerlas. Los dos inventores mostraron fotografías realizadas presuntamente con aquel cronovisor. En ellas se podían ver antiguos legionarios romanos o mujeres vestidas con trajes pasados de moda. Los espectadores no creyeron nada del asunto y se mofaron de los dos fotógrafos, acusándolos de fraude. Ellos, ante la tensa situación, decidieron desaparecer por la puerta trasera. Aquel día Sir Oliver Lodge respiró aliviado al ver que, por lo menos por un rato, las burlas de sus colegas no se dirigían contra él. De los presuntos inventores de aquel Cronoscopio, nunca más se supo.
El conocido científico Charles Steinmetz17 desarrolló otra cámara del tiempo capaz, según él, de fotografiar el pasado. Este mecanismo fue construido siguiendo las indicaciones del británico Baird T. Spalding, utilizando lentes de cuarzo. Baird, nació en 1857, durante su niñez y juventud recorrió medio mundo, desde la India a Alemania, llegando a estudiar en prestigiosas universidades y logrando trabajar en Berkeley y Stanford en el campo de la arqueología. A finales del siglo XIX Spalding se dedicó a escribir sobre todo lo que había experimentado durante sus viajes a la India. Aquella obra, titulada Vida y enseñanzas de los maestros del lejano Oriente, tuvo tanto éxito que fue necesario ampliarla paulatinamente hasta alcanzar los seis volúmenes de extensión, siendo el último póstumo, con una recopilación de algunos artículos de los años treinta. Las obras de Spalding son de carácter filosófico, casi metafísico, mezclando una personal visión de la vida con la mística oriental. Se relacionó con banqueros e industriales británicos y norteamericanos, además de científicos. Este aventurero conocedor, según sus propias palabras, de muchos secretos del pasado oriental, confió a sus allegados durante sus últimos años de vida que era el depositario de un gran misterio, la forma de construir una máquina con la que poder contemplar el pasado18. En sus propias palabras:
…todo lo que se dice, la voz, las palabras, queda atrapado para siempre en una banda de frecuencias vibratorias muy concretas…
Pero no sólo se limitó a informar sobre aquel secreto, afirmó que lo llevó a la práctica, llegando a fotografiar personajes históricos como George Washington. Naturalmente, no hay constancia de que nadie haya visto esas fotografías nunca. Steinmetz recogió la idea y decidió llevarla también a la práctica, sin embargo, guardó los resultados de la experiencia para sí mismo, seguramente porque, como es de esperar, no logró absolutamente nada. Curiosamente, Spalding fue contratado por el famoso director y productor de cine Cecil B. DeMille, quien estaba preparando su película bíblica Rey de Reyes19. El magnate del cine conocía la historia de la cámara para ver el pasado y los rumores afirman que buscó a Spalding y a Steinmetz porque éstos afirmaron haber viajado a tierra santa para fotografiar el rostro de Cristo. ¿No se parece demasiado esta declaración a las que Ernetti hizo mucho después? En las pocas entrevistas que Spalding concedió a los medios en aquellos días también afirmó que, cuando el secreto se desvelara, la policía obtendría mucho provecho del invento, pues revolucionaría la investigación de los crímenes. Como puede suponerse, el supuesto secreto sigue sin desvelarse.
En 1912 el barón Ernst von Lubek dijo haber logrado lo mismo, una máquina fotográfica capaz de traspasar las barreras del tiempo y recuperar imágenes del pasado. Se puede llamar cámara, pero en realidad poco se parecía aquel engendro mecánico a una cámara fotográfica como las que conocemos. El equipamiento de Lubek incluía un tubo de rayos catódicos embutido en plomo, similar a un primitivo televisor y un circuito extraño con electrodos de disprosio20, un elemento raro. La energía procedía de una bobina de Tesla modificada. Décadas más tarde, en 1934, William D. Pelley, aventurero, inventor y escritor norteamericano, anunció haber colaborado con Steinmetz y Edison en una cámara para ver el pasado a la que llamaron UltraVision. Nunca ofreció ninguna prueba real de la existencia del aparato pues, según su melodramática narración, las autoridades confiscaron todo el material por considerarlo peligroso para la seguridad nacional. ¡Vaya oportunos!
Sin duda, la cámara temporal más famosa después del cronovisor de Ernetti fue la cámara radiónica de George DeLaWarr. Desarrollada durante los años 50, se dice que era capaz de proyectar imágenes del pasado. Pero hay una novedad con respecto al resto de cronocámaras, ¡ésta podía captar el futuro! DeLaWarr publicó varias fotografías con las que pretendió demostrar la veracidad de sus afirmaciones. Para este inventor…
…el tiempo es un vector que forma parte del espectro electromagnético, grabándose todos los acontecimientos en un espacio de ese espectro. Existe un mundo prefísico al cual puedo acceder a través de mi cámara…
Unas palabras que se parecen mucho a las de Spalding, escritas casi medio siglo antes. DeLaWarr logró durante varios años recopilar más de 13.000 fotografías obtenidas con su aparato, al que también se le atribuían capacidades en el diagnóstico de enfermedades o la percepción remota. George DeLaWarr afirmó que el futuro podría ser también captado con su cámara radiónica, se cuenta que realizó un polémico experimento en el que radiografió el abdomen de una mujer embarazada y en la película resultante se pudo ver la algo borrosa imagen de un niño ¡ya crecido! Hay que reconocer que, al menos, imaginación no le faltaba.
Cronovisores actuales
En febrero de 2003 salió a la luz la noticia sobre un nuevo cronovisor. El periódico ruso Pravda informó sobre un inventor local que dice haber construido cámaras temporales para fotografiar el pasado utilizando como componente crítico lentes de cuarzo. Otra vez aparece este viejo amigo del mundo mineral. Según el inventor21:
…las lentes de cuarzo puro hacen que la luz ultravioleta pase a través de ellas casi sin pérdidas. Este tipo de radiación es la que transmite las imágenes del pasado. Con esta máquina he logrado fotografiar escenas de la Segunda Guerra Mundial en un bosque…
Curiosas declaraciones que se acompañaban de otras descripciones sobre instantáneas en las que aparecerían guerreros de la estepa o mamuts prehistóricos junto con árboles gigantescos. El protagonista de esta historia, Henry Silanov, residente en la ciudad de Voronezh, tiene una forma curiosa para explicar su cronovisor que difiere de todas las demás. Durante sus “investigaciones” del fenómeno OVNI ha llegado a la conclusión de que esos objetos utilizan portales para abastecerse de energía, puntos sobre la superficie terrestre especialmente cargados de energía. Rastreando con magnetómetros en esos puntos, emparentados con los lugares sagrados y lo que se ha dado en llamar “malla energética de la Tierra”, encontró que allí se concentraban grandes cantidades de energía desconocida hasta entonces. Esta energía se captaría en el dominio ultravioleta del espectro, siendo posible su transformación en fotografías a través de una cámara preparada como la que afirma haber construido Silanov. A partir de aquí, la colección de frases de este investigador se empieza a parecer a las demás, pues afirma que todo lo que sucede en la naturaleza se graba en esas zonas o puntos de energía, siendo posible su recuperación por medio de sistemas tan simples como el suyo, una cámara réflex modificada con un objetivo con lentes de cuarzo especiales. Sin embargo, de nuevo, tanta palabrería no aporta pruebas de ningún tipo.
Ernetti y Gemelli no han sido los únicos sacerdotes italianos apasionados con la idea de recuperar la memoria del pasado. Luigi Borello, menos conocido que los anteriores, siguió por el mismo camino. Durante más de treinta años el padre Borello se dedicó con pasión al estudio de las ideas más vanguardistas de la física. Según su teoría neutrínica22, sería posible desde el punto de vista técnico construir una máquina para revivir el pasado (sic.). Además de sacerdote, muy querido por su labor pastoral, el padre Borello era físico y matemático, miembro de la Academia Tiberina de Roma, muy inquieto y con un ardiente deseo por conocer, espíritu que le llevó a desarrollar de forma privada su cronovisor. Nacido en el italiano valle de Pezzolo Uzzone en la Navidad de 1924, en el seno de una familia muy religiosa y humilde, Luigi pasó su niñez asombrado por las bellezas de la naturaleza, deseando conocer los más íntimos secretos del universo, decide estudiar ciencias. Ordenado sacerdote católico en 1950, fue profesor de física, matemáticas y ciencias naturales en diferentes centros de formación religiosa. Su peculiar forma de entender las teorías avanzadas de la física le llevó a desarrollar la mencionada teoría neutrínica, por supuesto al margen de la ciencia establecida, ideada anteriormente por Cesare Colangeli, dando este esfuerzo como resultado su máquina de cronovisión. Dividiendo sus esfuerzos entre la labor pastoral y la pasión por la física, su invento fue mejorando poco a poco. Según Luigi Borello, al igual que la luz incide en nuestros ojos y los sonidos activan los nervios de la audición en nuestros oídos, así toda la radiación existente en la naturaleza queda marcada en las rocas y en el ambiente de una forma inaccesible a nuestros sentidos, pero recuperable por medio de procedimientos adecuados. La forma que tenía Borello de entender su cronovisor no se aleja de las ideas de Ernetti, Spalding o DeLaWar:
…tras más de tres décadas dedicadas al estudio de la captación de sonidos e imágenes del pasado, he llegado a la conclusión según la cual el espacio es un continuo en el que no cabe el vacío absoluto. Cada vez que los sonidos o las imágenes de un acontecimiento golpean la materia, se crea una nueva forma de energía hasta ahora desconocida. El principio de esta máquina es muy sencillo, no solo los seres vivos tienen memoria, las huellas de la luz y los sonidos crean una memoria en la materia inanimada. De esta forma, las piedras son capaces de grabar recuerdos en su interior continuamente, solo que ellas no son capaces de comunicarlo…23
Luigi Borello falleció el 22 de febrero de 2001 sin haber presentado pruebas replicables que pudieran apoyar mínimamente sus extrañas teorías.
Sonidos del pasado
La idea que sugiere que los sonidos del pasado quedan impregnados de alguna forma en el ambiente y la posibilidad de rescatarlos por medio de algún tipo de tecnología, ha intrigado a muchas personas. Uno de los experimentos más difundidos sobre intentos por comprobar tal cuestión fue llevada a cabo en 1982. La hospedería del Príncipe de Gales en Kenfig de Mid Glamorgan, Gales, fue el lugar elegido para la prueba ya que el dueño aseguró haber escuchado insistentemente voces fantasmales. ¿Serían sonidos del pasado intentando emerger al presente? Manos a la obra, el ingeniero electrónico John Marke y el químico Allan Jenkins viajaron al lugar con aparatos de registro y armados también con una teoría muy personal. De noche, con el local vacío y sellado, con las grabadoras funcionando en el interior, conectaron a los muros de piedra de la hospedería a un circuito alimentado con 20.000 voltios. A la mañana siguiente, escuchando las cintas, se habían registrado toda una variedad de sonidos inusuales que, a decir de los protagonistas, sonaban como voces y música. La teoría de Marke se basa en la piedra que forma las paredes de la hospedería. Esas piedras contienen substancias similares a los compuestos que forman las cintas magnéticas, de alguna forma el sonido quedaría registrado en esas moléculas, pudiendo ser recuperado utilizando como excitador un gran voltaje eléctrico. Durante muchos años el experimento de Kenfig supuso una “prueba” de la teoría sobre la memoria de las rocas. En realidad, en las cintas grabadas durante esa noche, ciertamente se pueden escuchar sonidos extraños, pero son de muy difícil interpretación. Algunos analistas han señalado que podrían haber sido producidos por las interferencias originadas en el transformador de alta tensión. Cuando uno desea “recuperar” sonidos del pasado con tanta pasión, seguramente termina escuchando cualquier cosa, aunque lo único que se grabe sean ruidos sin sentido alguno.
Ahora bien, no todo iba a ser pura especulación fantasiosa. Según un artículo publicado en Physical Review Letters24, un grupo de científicos ha descubierto que ciertas materias cristalinas pueden “recordar” sonidos previamente incorporados en ellas. El material utilizado en los experimentos referidos en el artículo, se compone de niobio y litio, mostrando una novedosa memoria acústica nunca antes observada con claridad. Al aplicar corriente eléctrica pulsante, portando sonido codificado, la estructura molecular de los cristales fue capaz de memorizar el código que, posteriormente, fue recuperado volviendo a someter al cristal a la electricidad. Los experimentadores piensan que materiales similares podrán ser útiles en sistemas de comunicación avanzada. El sonido es teóricamente almacenado en el cristal como energía mecánica, recuperable con el estímulo adecuado.