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Los puntos de Lagrange
ОглавлениеPublicado en Tecnología Obsoleta.
23 de mayo de 2006.
Navegando por el espacio, lo mejor que puede encontrar una sufrida nave es pasar un tiempo alejada de peligrosas corrientes gravitatorias aparcando en un punto lagrangiano. Lugares ideales para instalar estaciones espaciales o como cementerios de flotas cósmicas, seguramente estas regiones del cosmos den mucho juego en el futuro. Por el momento, escasos artilugios humanos han hecho uso de ellos, pero todo se andará.
Los puntos de Lagrange, o simplemente “puntos L”, son posiciones orbitales en las que cualquier cuerpo de masa pequeña puede permanecer indefinidamente en reposo entre los campos gravitatorios de dos cuerpos celestes de gran masa. Puede parecer algo complicado al principio, pero nada más lejos de la realidad. Podría decirse que son algo así como el equivalente a una órbita geoestacionaria pero en el espacio profundo, áreas del espacio en el que sin necesidad de consumo energético podría mantenerse un objeto fijo indefinidamente. Lo de fijo es algo teórico, ciertamente habría que hacer ligeras correcciones orbitales con el paso del tiempo para no abandonar el punto, pero básicamente son lugares tranquilos.
Si consideramos dos cuerpos de gran masa en órbitas circulares alrededor de su centro de masas común, aparecerán cinco puntos en el espacio orbital en las que cualquier objeto de pequeña masa, como un astronauta o una nave espacial, mantendrá indefinidamente su posición relativa con respecto a los dos astros sin necesidad de consumo de energía. Se trata de puntos en los que el campo gravitatorio de los dos cuerpos masivos combinados con la fuerza centrífuga permiten crear una región espacial en la que tiende a permanecer reposado, con respecto a los dos astros, todo aquello que en ellas entre.
Si se contempla el sistema Sol-Tierra, a lo largo de la órbita terrestre aparecerán áreas bastante extensas en las que se equilibran las fuerzas de gravedad de los dos cuerpos celestes y en los que se puede instalar una estación espacial estable que disfrutaría de un espacio alrededor en el que permanecer en reposo de manera natural sin recurrir a gasto energético adicional. Esas áreas, L4 y L5, son acompañadas por otros puntos de Lagrange igualmente estables pero más pequeños L1, L2 y L3. Lo mismo sucede con el sistema Tierra-Luna.
A finales del siglo xviii el matemático Joseph Louis Lagrange se encontraba bastante ocupado pensando en un problema clásico, el de los tres cuerpos. De sus pensamientos y cálculos con ese problema, surgió la idea acerca de la existencia de esas islas de reposo gravitacional en sistemas de dos cuerpos masivos. En su honor, hoy se denomina a esas regiones del espacio como puntos L o de Lagrange. El punto L1 se sitúa en la línea que une las dos grandes masas o astros, localizándose entre ellas. En el sistema Sol-Tierra se ha planteado utilizar L1 como hogar de diversos observatorios solares, puesto que se trata de un área de reposo ideal para los mismos, que disfrutarían de una visión perfecta de nuestra estrella y nunca serían eclipsados por nuestro planeta, como le sucede al observatorio SOHO. Por su parte, L2 se localiza en la misma línea pero tras la masa más pequeña. En el sistema Sol-Tierra, éste sería un lugar ideal para instalar observatorios destinados a escudriñar el espacio profundo, como ya ha comprobado el WMAP, que vive allí tan cómodo y contento. Siguiendo en la misma línea y sistema, el alejado L3 se encuentra en el lado opuesto del Sol, visto desde nuestro mundo. Esta curiosa posición, invisible desde la Tierra, ha hecho que se convierta en una región espacial muy famosa y socorrida para escritores de ciencia ficción y fabuladores de todo tipo. En ese fantasmal lugar se planteó la existencia de una anti-Tierra o la presencia de grandes flotas de naves espaciales alienígenas esperando, ocultas tras el Sol, su deseada invasión del planeta azul.
Pero las verdaderas estrellas son L4 y L5, localizados fuera de la línea que une las dos masas, en la órbita de la masa más pequeña. Se trata de los llamados puntos Troyanos, ya que en ellos, al ser áreas de reposo, se acumula basura espacial, polvo cósmico, y asteroides Troyanos, como pasa en el sistema Sol-Júpiter, siendo además el lugar ideal para estacionar naves espaciales y para la instalación de grandes estaciones espaciales. En el sistema Sol-Tierra, L4 y L5 se localizan a 60º por delante y por detrás del camino orbital terrestre. Una vieja teoría contaba que el asteroide gigante Theia, que supuestamente formó nuestra Luna tras impactar con la Tierra, nació de la acreción de escombros originales del Sistema Solar en L4 o L5.
De todas las historias que se han relatado a lo largo del tiempo sobre extraños objetos que podrían localizarse en puntos de Lagrange, me quedo con una que ha querido ser tomada como cierta, aunque más bien se trata de una mera especulación sin pretensiones, atractiva pero ni mucho menos cercana a lo real, se trata de la historia de una hipotética sonda extraterrestre situada en el espacio circunterrestres. Como especulación es algo fascinante, tal y como relató hace años en algunos escritos y conferencias el astrónomo británico Duncan Lunan.
La idea surgió a partir de un curioso fenómeno radioeléctrico, los ecos de radio de gran retraso o LDE, del inglés Long-delayed radio echoes. Se trata de ecos de señales de radio que, emitidas desde la Tierra hacia el espacio, retornan a nuestro planeta, como rebotados, entre uno y cuarenta segundos después, como si chocaran contra algo. Este fenómeno ha sido observado desde hace décadas y ha excitado la imaginación de muchos. Aparte de los ecos procedentes de satélites artificiales y la propia Luna, muchos otros han permanecido sin explicación, aunque se supone que se deben a algún tipo de fenómeno atmosférico. El misterio llevó a Duncan Lunan a imaginar una especie de repetidor de radio alienígena situado, por ejemplo en L4 o L5, que estaría esperando la aparición de una sociedad técnica capaz de emitir radio en el planeta Tierra para, a través del envío de ecos de radio a la misma, avisar de su presencia conteniendo un mensaje extraterrestre en su interior. Como especulación tiene interés, pero no se trata de algo real, a pesar de lo que muchos autores han pregonado. Puede que un día, esperemos que dentro de no mucho tiempo, una nave espacial terrestre localice en un punto L algún viejo artefacto alienígena, aparcado desde tiempo inmemorial a la espera de contactar con vida inteligente.