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Introducción

He tenido la oportunidad y el placer de leer muy buenos libros sobre la economía y la política económica argentina tales como, El ciclo de la ilusión y el desencanto1, La pobreza de un país rico2 o Ensayo y error3. Este libro no es comparable a ellos, porque para un argentino estoy seguro de que leerlo no será un placer.

Tal vez a algunos les guste la forma, pero no creo que les pueda agradar el fondo. Porque es un libro que habla de decadencia, de deterioro y de culpas. Describe un itinerario de caída y de pérdida de lo que se tuvo alguna vez y ahora no se tiene. De lo que se llegó a ser antes y de lo que realmente se es ahora. En muchos pasajes compara, con lo odiosas que resultan las comparaciones, sobre todo cuando no son favorables. Desde su título emana cierta negatividad.

¿Podría haber sido de otra manera? Difícilmente. En mi opinión es inevitable que este libro sea algo deprimente, porque la decadencia económica de la Argentina es un hecho innegable. Puede matizarse, esconderse, taparse con argumentos voluntaristas, reflejarse a medias en los discursos, distorsionarse enalteciendo lo bueno y minimizando lo malo, pero no desaparecerá. Es muy difícil de ocultar y cualquier acto de magia que se intente con ese objetivo podrá ser descubierto con rapidez y sin inconvenientes por un lector medianamente atento e informado.

Escribir sobre lo venturoso que será nuestro porvenir a partir de ahora, o alegar que los argentinos tenemos la fuerza, el coraje y el intelecto para revertir esto, o bien pensar que “ya peor no podemos estar”, resulta ciertamente voluntarista a la luz de los números y los acontecimientos. Eso se dijo muchas veces y aquí estamos. Corro el riesgo de que muchos lectores que han vivido la historia argentina durante años, ya cansados de escuchar esa diatriba que insiste en augurar una gloria que nunca llega, dejen de leer este libro aquí mismo. Por eso, necesaria y lamentablemente destila cierto pesimismo en su desarrollo y por eso puede volverse antipático no por lo que dice o cómo lo dice, sino simplemente por decirlo.

“Después de todas las tormentas sale el sol”, según el saber popular. Argentina parece tiene un microclima particular: diríamos que después de cada breve salida del sol viene una tormenta. Pero no es una comparación justa, el clima es algo que podemos manejar muy poco (menos aún para mejorarlo), mientras que la economía de un país puede encarrilarse en forma aceptable e incluso exitosamente. Existen en el mundo numerosos ejemplos de ello, pero los argentinos no lo hemos conseguido.

Aunque pensemos que el universo conspira en nuestra contra, si nos comparamos con otras naciones es cierto que hemos tenido desencuentros, luchas, violencia y muerte, pero estas tormentas no han sido tan graves ni devastadoras como las que han soportado otros. No hemos participado en guerras mundiales, ni hemos tenido terremotos destructores, ni plagas asesinas. Nuestras desavenencias religiosas, ideológicas y raciales son escasas si se las compara con otros países; han existido pero nunca han resultado cataclísmicas ni desestabilizadoras. No somos los más desafortunados del grupo ni nos persigue la mala suerte. Buena parte de lo que nos pasa es culpa nuestra.

Rastreando antinomias podemos adentrarnos en nuestra historia pasada y remontarnos hasta sus orígenes sin poder identificar la piedra angular del desencuentro, el origen. Cada vez que nos centramos en un período de nuestra historia vemos desacuerdos que vienen de otros anteriores, y anteriores, y anteriores… Difícilmente podemos identificar a quien tiró la primera piedra, siempre se lo justifica porque antes recibió un piedrazo de otros. Y su reacción parece entonces hasta tener sentido.

Así, este libro destila también cierta angustia y desencanto porque está hablando de nosotros mismos. Cierta pena por nuestra incapacidad de generar proyectos comunes que definan una identidad nacional, más allá de los tenues y pasajeros acuerdos que queremos encontrar en la música, la comida, la literatura o el deporte.

A pesar de todo, el último capítulo pretende sembrar alguna semilla de optimismo, por lo menos contribuyendo a la identificación de las causas del deterioro económico que se describe. Eso ya es un paso, aunque tal vez pequeño. No garantiza que se ataquen ni que se resuelvan, pero peor es desconocerlas o darles la espalda. Porque van a seguir allí, nos guste o no, las neguemos o las aceptemos, nos enemistemos o no, haya grietas o no. Tienen la impermeabilidad que les da su peso específico, su consistencia y su vigencia. Podremos obviarlas, minimizarlas o degradarlas pero van a seguir allí, impiadosas.

La diferencia entre lo que el país pudo ser y lo que verdaderamente es resulta abrumadora. Esta ya es una comparación odiosa. También la diferencia entre lo que el país ha conseguido y lo que han logrado otros países es notable. Otra comparación más odiosa aún. Si no queremos hacerlas, no las hagamos, pero no por eso las diferencias se reducirán o desaparecerán. Si queremos seguir pensando que somos mejores que otros, podemos hacerlo.

Pero si con esas expectativas, siempre exacerbadas sobre las virtudes propias y los defectos ajenos, decidimos en algún momento ponernos frente a un espejo, debemos estar preparados para lo que veamos. En este libro hay muchas expectativas pero también hay muchos espejos, por eso puede no resultar placentero. Aun así espero que resulte útil y que contribuya a hacernos pensar en la diferencia entre lo que creemos ser y lo que en realidad somos.

Y discutir sus causas. Y tal vez, pensar en sus soluciones.

1 Gerchunoff, P y Llach, L. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Emecé editores, 2da. Edición, 2010.

2 Zarazaga, R., La pobreza de un país rico. Dilemas de los proyectos de Nacion, de Mitre a Perón, Fundación OSDE, Siglo XXI Editores, 2004.

3 Mora y Araujo, M., La Argentina bipolar. Los vaivenes de la opinión pública (1983-2011), Editorial Sudamericana, 2011.

Expectativas y espejos

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