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Introducción

Grigori Rasputín se ha convertido hoy en una marca comercial rusa, comparable a las de Literatura rusa o Revolución rusa. A Rasputín lo conocen: se han rodado películas sobre

su vida, se han escrito libros, se escuchan canciones sobre él, su nombre se utiliza para bautizar tiendas, restaurantes y bebidas alcohólicas, se discute acerca de él. De vez en cuando, los medios de comunicación rusos se afanan en buscar un candidato al apelativo de «Rasputín de nuestros tiempos» y suelen tener éxito en sus pesquisas.1

Los estudios sobre Rasputín, una virtual Rasputiniana universal, alimentan sus nóminas bibliográficas con una enorme cantidad de artículos de periódicos y revistas, así como con un extraordinario número de folletos y libros.2 No obstante, ocurre algo muy curioso y es que, a pesar de la animosidad, la proliferación textual y la duración de las discusiones acerca de Rasputín, ni el fenómeno histórico del «funesto» starets3 ni su propia personalidad han cobrado ni siquiera un ápice de claridad, si se comparan las actuales cotas con el nivel de conocimiento que se tenía de él cuando, a finales de la década de los años diez y principios de la de los veinte del siglo pasado, comenzó la acumulación original de materiales informativos y analíticos acerca de su persona.

A menudo, los creadores de «nuevas versiones» no hacen más que utilizar los viejos mitos acerca del «último favorito del último zar» que recogen todas las crónicas pueriles, o intentan construir hipótesis originales apoyadas principal y, a veces, exclusivamente en la imaginación de sus autores. La razón primordial de esta suerte de callejón sin salida historiográfico estriba en que, a pesar de su gran y evidente significación, el tema de Rasputín continúa siendo para los historiadores una especie de «aperitivo» o de «guinda», indigno de ser elevado a la categoría de primer plato historiográfico.

En los trabajos científicos de entidad real, los capítulos dedicados a G. Y. Rasputín no pasan de cumplir un papel secundario en la exposición.4 Por otra parte, las obras que tienen a Grigori Rasputín como figura principal no pueden ser consideradas trabajos científicos en el sentido estricto de la expresión, toda vez que carecen de aparato bibliográfico o crítico5 o los contienen en una cantidad a todas luces insuficiente.6 En el mejor de los casos, los libros sobre Rasputín se limitan a incluir un listado general de obras consultadas y materiales de archivo que guardan relación con el tema de la investigación. Pero aun así, no se aclara cuáles de esas fuentes fueron utilizadas por el autor durante su trabajo, ni en qué medida.

No es difícil comprender que en esas circunstancias resulta imposible cualquier discusión científica seria y plena, dicho sea en el sentido de que ayude a encauzarla hacia los márgenes de la verdad. En realidad, y aun sin pretenderlo, no se hace otra cosa que convertir el trabajo sobre Rasputín en una disputa letrada banal y casi siempre estéril.

La «investigación histórica» que publicó A. N. Bojanov en 2000 testimonia perfectamente esa situación. Bojanov describe al autor de otra monografía sobre Rasputín aparecida ese mismo año, E. S. Radzinski,7 con toda una ristra de epítetos francamente vulgares, aseverando, en concreto, que Radzinski «dista de ser el único» de entre los «autores vivos que se dedican al tema [de Rasputín]», pero que «sin ninguna duda se trata del más prolífico autor de libelos y el más exitoso de entre los vendedores de mercancía barata».8

Tampoco tiene A. N. Bojanov la menor piedad con los autores «ya fallecidos», sin molestarse en aportar ninguna prueba concreta que apoye sus dictámenes. Así, para Bojanov, las memorias del antiguo presidente de la cuarta Duma estatal, M. V. Rodzianko,9 son «el más vivo ejemplo de degradación moral»,10 el libro del sacerdote Iliodor, la obra de «un demente»11 «sencillamente abrasado por las más extravagantes alucinaciones eróticas»12 y los testimonios del líder de la Unión del 17 de octubre, A. I. Guchkov,13 un ejemplo de «ofuscamiento de la conciencia».14 Respecto de las memorias de Matriona,15 la hija de Grigori Rasputín, que publicó la editorial rusa Zajarov en 2000, Bojanov las califica de forma inapelable como apócrifas, «pequeñas perlas en un marasmo literario»,16 afirma, «urdidas» por un autor desconocido.17 Es curioso que A. N. Bojanov no discuta la autenticidad de otra edición de las memorias de Matriona Rasputina —Rasputin: The Man behind the Myth—18 aparecida en Londres en 1977, a pesar de que contiene ejemplos similares de «memorística marasmática» (el término es de Bojanov), como el relato de la primera experiencia sexual de Rasputín o la anécdota de la muerte de su hermano, que él mismo había aducido de forma contundente para evidenciar la «falsedad» de las memorias publicadas en Rusia.

Amén del encono y la incorrección exagerados en que incurren los contendientes de la polémica, la carencia de un enfoque científico hacia Rasputín inevitablemente se traduce en un inagotable flujo de errores en materia de datos y hechos, y en toda una serie de detalles claramente inventados, lo que no evita que algunos autores hagan uso de ellos conscientemente. No se trata únicamente de ciertas licencias de ficción, como en el caso de la novela de Iván Nazhivin,19 donde la fantasía del autor pretende erigirse en «verdad artística»; existe también un buen número de obras en las que Grigori Rasputín, más que como personaje histórico, aparece ya plenamente como un personaje literario.20

El exceso de información y aproximación periodísticas que pesan sobre la leyenda histórica de Grigori Rasputín ha generado en algunos investigadores la tentación de renunciar por completo a continuar trabajando en pos de la revelación de la verdadera biografía del starets y pasar a otros procedimientos, «discursivos», de creación historiográfica.

«Tras las decenas de volúmenes interesados que se han escrito acerca de Rasputín, parece ya totalmente imposible descubrir “la verdad” acerca de él», escribe A. M. Atkind, quien dedicó todo un capítulo de su libro al starets. Y continúa: «Toda crítica de las fuentes con las que se trabaja conduce a la nada. La mayor parte de todo lo que se dijo y escribió sobre Rasputín son meras invenciones. Esta situación requiere un enfoque distinto ... La historia de la producción de los discursos descubre una «verdad» más profunda en el estudio del mundo de Rasputín que la historia basada en los hechos ... En efecto, escribir la historia de Rasputín es casi tan difícil como escribir la del rey Eneas o la de Iván el tonto. Lo que sí podemos escribir es la historia de una invención, pero no la historia de unos hechos, que prácticamente no existen ... ».21

Los perjuicios que acarrea enarbolar un enfoque de ese tipo, en el que los personajes reales y los imaginarios se funden en un conglomerado «narrativo-discursivo» virtual, se ponen de manifiesto apenas unas líneas más abajo de su esbozo, donde A. M. Atkind incurre en un flagrante error factológico al afirmar que el acercamiento de Rasputín y la familia del zar se habría producido en 1907.22 Como es sabido, en realidad Nicolás II y Alexandra Fiodorovna conocieron «al Hombre de Dios, Grigori, de la prov[incia] de Tobolskoe» mucho antes, a saber, el 1 de noviembre de 1905,23 de lo que se conserva la anotación correspondiente en el diario del zar.24 Existe también una buena cantidad de datos que confirma que el acercamiento del starets a los zares se produjo poco después de ese primer encuentro. Probablemente no sea necesario entrar en detalles para ver que un error de ese tipo dista de ser una nimiedad: el momento y las condiciones en que se produjo el acercamiento de Rasputín a los zares arrojan mucha luz sobre el «cariz» que posteriormente tomaron esas relaciones y, por lo tanto, sobre el fenómeno de Rasputín en su totalidad.

Hay aún otro factor que multiplica las inexactitudes fácticas y que provoca todo un cúmulo de licencias valorativas. Se trata del excesivo componente emocional de las relaciones entre la mayoría de los autores que se han dedicado a Rasputín y la personalidad de su objeto de estudio. Algunos tratan a Rasputín en términos peyorativos, como si se tratara de una persona insignificante y de nula espiritualidad: «tenía una personalidad de todo punto mediocre»,25 «era un pervertido y un borracho», «un hábil charlatán»,26 «un santurrón»,27 «era grosero y voluptuoso»,28 «un campesino barbudo y bestial»,29 vacuo, más bien tonto, muy aficionado a las mujeres y un camorrista amigo del vino de Madeira,30 etc. Otros se entregan a una demonización del starets y lo describen como el verdadero gobernante de Rusia, «extraoficial Patriarca de la Iglesia y zar del Gran Imperio»,31 atribuyéndole, al mismo tiempo, la responsabilidad por todos los males que se abatieron sobre el país durante los últimos años de reinado de Nicolás II: «Su mujer [la de Nicolás II] era quien gobernaba el país y Rasputín la gobernaba a ella. Rasputín insinuaba, la zarina ordenaba y Nicolás obedecía».32 O «los fieles alababan ... a su zar ortodoxo, sin darse cuenta de que quien en realidad gobernaba no era el zar, sino Rasputín, que no era ortodoxo, sino un jlyst33».34

Por otra parte, los argumentos aducidos por los valedores de Rasputín no ceden en emotividad y artificialidad a los de sus detractores. Alguno de ellos se limita a ignorar cualquier elemento capaz de poner en tela de juicio el perfil moral del «humilde peregrino»,35 la fuente de cuya «fuerza excepcional» era la oración,36 poseedor de las señales de una «genuina grandeza espiritual» y que reflejaba en su rostro el «maravilloso espejo del “Renacimiento de Rusia”».37 Otros restan de antemano cualquier valor a todos los materiales que comprometen a Rasputín y, en particular, declaran falsos el feroz altercado que protagonizó un embriagado Rasputín el 26 de marzo de 1915 en el restaurante Yar o los informes que sobre él redactaron los agentes de los servicios secretos en 1915 y 1916, entre otros materiales.38

Por su parte, los autores que abordan el tema de Rasputín desde una perspectiva que podríamos denominar altivo-escéptica, intentan «pasar por alto» las evidentes cualidades intelectuales y volitivas del starets y explican el fenómeno Rasputín apelando a su «astucia de campesino» y a su «habilidad como cortesano», con lo que, en esencia, no hacen más que considerar al más influyente de los favoritos del zar como un hábil conformista. Con los años, este punto de vista, surgido en el seno de las memorias escritas por los emigrantes «blancos», se trasvasó a las obras de los historiadores soviéticos,39 para terminar ocupando un puesto de honor en los trabajos de los escritores actuales, quienes continúan afirmando que el secreto del éxito de Rasputín radicó primordialmente en la habilidad que tenía para «leer los deseos más ocultos de la zarina» y servirle de oráculo.40 No obstante, a pesar de toda la apariencia de veracidad histórica que ostenta ese enfoque, en términos psicológicos es difícil de sustentar; falta dilucidar cómo un ser dotado de una «habilidad acomodaticia» consiguió jugar un papel tan nefasto tanto en la historia de Rusia, como en su propio destino personal.

Es preciso mencionar que algunos autores sí han intentado abordar el fenómeno histórico que significó Rasputín a través del prisma del análisis psicológico en términos científicos.41 No obstante, esos trabajos adolecen de los mismos prejuicios emocionales y, además, antes que consistir en investigaciones concienzudas, no pasan de ser esbozos histórico-psicológicos. Esto último también puede aplicarse con justicia al artículo del célebre sexólogo de San Petersburgo D. D. Isaev,42 quien consiguió hacer una serie de interesantes y precisas observaciones de carácter más particular.

Todo ello nos lleva a concluir que ante los actuales investigadores de Rasputín permanecen abiertas dos cuestiones fundamentales, cuya solución definitiva resulta imprescindible para que sea posible emprender nuevas investigaciones verdaderamente fecundas y originales. En primer lugar, es necesario someter el actual caudal de descuidos conceptuales y opacidades factológicas al filtrado del más fino cedazo para encauzarlo así hacia una discusión científica libre de pasiones. En segundo lugar, el fenómeno que lleva el nombre de Grigori Rasputín requiere ser abordado no sólo desde un punto de vista exclusivamente histórico, sino también desde la perspectiva médico-psicológica.

Satisfacer esos dos retos en los confines de un sólo libro es una tarea difícilmente asequible. El volumen que ofrecemos aquí tiene como objetivo dar tan sólo el primer paso en esa dirección. Aun así, tenemos el convencimiento de que hoy ya es posible, habiéndonos librado de los estereotipos que marcan, desde los excesos emocionales, la percepción de la personalidad del starets, y embarcándonos en un análisis que combine los aspectos histórico y psicológico a la hora de discriminar de entre los datos de que disponemos acerca de Rasputín aquellos que tienen un mayor o menor índice de veracidad, llegar a toda una serie de conclusiones bastante inesperadas a la vez que perfectamente fundamentadas.

La presente obra sirve de colofón a una investigación desarrollada a lo largo de muchos años y que ha ido encontrando asiento en varias publicaciones.43 El libro está dividido en dos partes, que conforman un único sistema conceptual y factológico. La primera parte consta, a su vez, de dos apartados. El primero está dedicado a un pormenorizado estudio forense médico-psicológico de la personalidad de Grigori Rasputín, a la revelación de los principales rasgos de su carácter, su intelecto y sus dispositivos ideológicos y de comportamiento. En el segundo apartado se examina el destino de Rasputín a través del prisma de su personalidad.

La segunda parte consiste en una versión abreviada de las memorias del starets, según las dictó a su secretaria a lo largo, probablemente, de los años 1914-16. Una copia de estas memorias, con el título de «Diario de Rasputín» («Notas de Laptinskaya») se custodia en los fondos del Archivo estatal de la Federación rusa. La lectura del «Diario» no sólo brinda la posibilidad de acceder a una enorme cantidad de información extremadamente interesante sobre Rasputín, sino que también permite examinar las manifestaciones de la personalidad del starets de primera mano, y no a través del relato de terceras personas. Ello brinda al lector la posibilidad única de formarse una opinión propia e independiente del fenómeno Rasputín y comprobar la validez de los juicios y opiniones que contienen este y otros libros dedicados a él.

La cuestión acerca de la autenticidad del «Diario de Rasputín» todavía no ha sido totalmente esclarecida y aguarda un análisis exhaustivo de sus fuentes. Sin embargo, existe un buen número de elementos que atestiguan su autenticidad (el lector encontrará un comentario más detallado acerca de esta cuestión en la introducción al apartado correspondiente del libro).

Los autores, tomando en consideración estos elementos, han estimado conveniente hacer un uso parcial de ese documento para la redacción de este libro. No obstante, con el fin de evitar posibles inexactitudes factológicas, sólo se incluyen citas de los diarios en aquellos casos en que los datos consignados en ellas encuentran confirmación de manera directa o indirecta en otras fuentes disponibles. Los autores desean expresar su agradecimiento a I. V. Lukoyanov y a M. G. Rybakova, cuya amable colaboración jugó un importante papel en la preparación de este libro.

1. Gubanov, A. y Litvinov, A., «La vertical del poder. El báculo del peregrino», Novaya Gazeta, 13 de agosto de 2000.

22. Pushkarev, I., «Cuando se pierde el sentido de la medida», Literaturnaya Rossia, 27 de julio de 1979; Osotskii, V., «Educar con la historia», Pravda, 8 de octubre de 1979; Chernosvitov, E., «Un réquiem por Grishka Rasputín», Veteran (suplemento del diario Trud), 1990, nº 13-17; Chernyshov, A. V., Polivinkin, N. S., «La leyenda de un insólito starets», Tiumen Literaturnaya, nº 2 (3), 1990, pp. 8-9; Falieiev, V., «Grigori Rasputín sin maquillaje ni adornos», Chudiesa i prikliuchenia, nº 1, 1991, pp. 58-63. A todo ello corresponde añadir que en la patria de Grigori Rasputín se ha abierto un museo dedicado a su figura (véase «El museo de Grigori Rasputín», Nievskoie Vremia, 12 de agosto de 1992).

3. Literalmente «el anciano»; en la tradición de la Iglesia ortodoxa oriental, líder espiritual carismático, dedicado a la meditación y la penitencia, y principal autoridad de un monasterio. (N. del t.)

4. Avrej, A. Ya., El zarismo en vísperas de su derrocamiento, Naúka, Moscú, 1989; Kasvinov, M. K., Veintitrés escalones abajo, Mysl, Moscú, 1989; Firsov, S. L., La Iglesia ortodoxa y el estado durante los últimos decenios del zarismo en Rusia, rjgi, San Petersburgo, 1996.

5. Bojanov, A. N., Rasputín. Anatomía de un mito, ast-press, Moscú, 2000; Radzinsky, E. S., Vida y muerte de Rasputín, Vagrius, Moscú, 2000. [Hay edición española: Radzinsky, Edvard, Rasputín. Los archivos secretos, Barcelona, 2002]

6. Chernyshov, A. V., Polovinkin, N. S., «El fenómeno de Rasputín: leyenda y realidad», en Grigori Rasputín en los recuerdos de sus contemporáneos, Tvorchekoe Obiedinienie Lad, Moscú, 1990, pp. 5-12; Platonov, O. A., La vida por el zar (La verdad sobre Grigori Rasputín), Voskresenie, San Petersburgo, 1996; Shishkin, O. A., Matar a Rasputín, olma-press, Moscú, 2000.

7. Radzinsky, E. S., op. cit.

8.Bojanov, A. N., op. cit., p. 36.

9. Rodzianko, M. V., La caída del imperio, Interbuk, Jarkov, 1990.

10. Bojanov, A. N., op. cit., p. 220.

11. Ibid., 187.

12. Ibid., 192.

13. [Guchkov, A. I.] Alexandr Ivánovich Guchkov narra..., too, «Redacción de la revista Voprosy istorii», Moscú, 1993.

14. Bojanov, A. N., op. cit., p. 214

15. Rasputina, M., El porqué de Rasputín. Recuerdos de su hija, Zajarov, Moscú, 2000.

16. Bojanov, A. N., op. cit., p. 382.

17. Ibid., p. 380.

18. Rasputin: The Man behind the Myth. A personal Memoir by Maria Rasputin & Patte Barham, W. H. Allen, Londres, 1977.

19. Nazhivin, I. F., Rasputín: una novela en tres partes, rosich, Moscú, 1995.

20. [Albionov], «Leyenda del inigualable starets Grigori Rasputín», publicado en la revista Smiej dlya vsej, Petrogrado, [1917]; Safyanova, A., «Relatos contemporáneos sobre el starets Grigori», en Rasputina, M., op. cit., pp. 335-341.

21. Etkind, A. M., Los Jlysti (Sectas, literatura y revolución), Novoie Literaturnoie Obozrenie, Moscú, 1998, pp. 585-586.

22. Ibid., p. 586.

23. Todas las fechas consignadas en esta obra corresponden al calendario juliano, vigente en Rusia hasta 1918. (N. del t.)

24. Diarios del emperador Nicolás II, Orbita, Moscú, 1991, p. 287.

25. Melgunov, S. P., prólogo a la segunda edición de Iliodor [Serguei Trufanov], El diablo santo (notas sobre Rasputín), Tip. Tovarischestva Riabushinskij, Moscú, 1917, p. v.

26. Kovyl-Bobyl, I., «Toda la verdad sobre Rasputín», en La leyenda del starets díscolo Grishka Rasputín, Tovarischestvo «Vozrozhdenie», Profizdat, Moscú, 1990, p. 287.

27. Le O, «La víctima de Rasputín», Vestnik Zapadnoi Sibiri, Tiumén, 9 de mayo de 1912.

28. Melgunov, S. P., op. cit., p. v.

29. Kovalevski, P., «Grishka Rasputín», en La leyenda del starets díscolo Grishka Rasputín, Tovarischestvo «Vozrozhdenie», Profizdat, Moscú, 1990, p. 289.

30. Véanse Heymay, R., Rasputin: Roman, Leipzig, 1928; Linz, K., Rasputin. Der Dämon des letzten Zaren, Dr. Selle-Eysler, Berlín, 1931; Le Queux, W., The Minister of Evil, Cassell, Londres, 1918; Billington, J., The Icon and the Axe, Vintage Books, Nueva York, 1966 (citados en Kasvinov, M. K., op. cit., p. 160).

31. Iliodor [Serguei Trufanov], El diablo santo (notas sobre Rasputín), 2ª ed., Tip. Tovarischestva Riabushinskij, Moscú, 1917, p. 94.

32. Wrangel, N., Recuerdos: De la servidumbre al régimen bolchevique, Berlín, 1924, p. 210.

33. Jlyst (plural, jlysti): miembro de una secta surgida en el seno de la Iglesia ortodoxa rusa. Los jlysti aparentaban seguir escrupulosamente el rito ortodoxo, aunque denostaban las formalidades impuestas por la jerarquía eclesiástica y defendían doctrinas heterodoxas, como la permanente reencarnación de Dios en los hombres. Los jlysti propugnaban la «redención por el pecado», que se manifestaba en prácticas sexuales acusadas de libertinaje. (N. del t.)

34. Ievréinov, N. N., El secreto de Rasputín, Byloie, Leningrado, 1924, p. 80. Véase también: Pokrovski, M. N., Prólogo a Epistolario de Nicolás y Alexandra Romanov, vol. 3, Gosudarstvennoie izdatelstvo, Moscú/Petrogrado, 1923, p. xxvii.

35. Vyrubova, A., «Páginas» de mi vida, en Anna Vyrubova, la dama de compañía de Su Alteza, Orbita, Moscú, 1993, p. 274.

36. Kozlov, N., «Vida y pesar», en Zemschina, Russkaya Gramota, 1992, nº 89.

37. Raykov, V., «Alcancé a ver un rostro extraordinariamente iluminado», Chudiesa i prikliuchenia, nº 1, 1991, p. 66.

38. Platonov, O. A., op. cit., pp. 144-146 y 206-207.

39. Avrej, A. Ya., op. cit., pp. 26-29.

40. Radzinsky, E. S., op. cit., p. 155.

41. Ievréinov, N. N., op. cit., p. 80; Raykov, V., op. cit., pp. 63-66; Rozhnov, V., «El último favorito del último zar. Ensayo histórico-psiquiátrico», en Naúka i religuia, nº 7, 1974, pp. 49-55; Ibid., nº 8, pp. 48-53.

42. Isaev, D. D., «Comentarios al artículo de A. P. Kotsiubinski y D. A. Kotsiubinski Grigori Yefímovich Rasputín: un retrato psicológico», en Obozrenie psijiatrii i meditsinskoi psijologuii im. V. M. Bejtereva, 1995, nº 1, pp. 112-117.

43. Kotsiubinski, A. P., «El secreto del amor de Grigori Rasputín», Smiena, 1994, 2 y 8 de diciembre; Kotsiubinski, A. P. y Kotsiubinski, D. A., «El secreto del amor de Grigori Rasputín», Smiena, 1994, 16, 23, 27 y 29 de diciembre; Kotsiubinski, A. P. y Kotsiubinski, D. A., «Grigori Yefímovich Rasputín: un retrato psicológico», en Obozrenie psijiatrii i meditsinskoi psijologuii im. V. M. Bejtereva, 1995, nº 1, pp. 102-111; Kotsiubinski, A. P., Kotsiubinski, D. A., «Personalidad y poder. Grigori Yefímovich Rasputín: el destino visto a través del prisma del carácter (primer informe)», Obozrenie psijiatrii i meditsinskoi psijologuii im. V. M. Bejtereva, 1995, nº 4, pp. 317-327; Kotsiubinski, A. P., Kotsiubinski, D. A., «Personalidad y poder. Grigori Yefímovich Rasputín: el destino visto a través del prisma del carácter (segundo informe)», en Obozrenie psijiatrii i meditsinskoi psijologuii im. V. M. Bejtereva, 1996, nº 1, pp. 92-102; Kotsiubinski, D. A., «Grigori Rasputín: un hombre que se hizo y se destruyó a sí mismo», en Dielo, 24 de enero de 2000.

Rasputín

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