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Una Luz en el Corazón de las Tinieblas

Serie El Guardián del Corazón de Cristal. Libro 4

Author: Amy Blankenship, RK Melton

Translated by Guardian19

Copyright © 2010 Amy Blankenship

Edición en inglés Publicado por Amy Blankenship

Segunda Edición Publicado por TekTime

Todos los derechos reservados.


Capítulo 1

La Leyenda del Corazón del Tiempo

Los mundos pueden cambiar... pero las verdaderas leyendas nunca se desvanecen.

La obscuridad y la luz han estado constantemente en guerra desde el principio de los tiempos. Los mundos se forman y pulverizan bajo los pies de sus creadores, y sin embargo, en la actualidad, nunca ha sido cuestionada la necesidad de lo bueno y lo malo. Pero a veces se agrega un nuevo elemento a la mezcla... La única cosa que ambos lados quieren, pero que solo uno puede tener.

De naturaleza paradójica, el Guardián del Corazón de Cristal es la constante por la que ambos lados han luchado por obtener. La roca cristalina tiene el poder de crear y destruir el universo conocido, pero también puede acabar con todo el sufrimiento y los conflictos en el mismo soplo. Algunos dicen que el cristal tiene mente propia... otros dicen que los dioses están detrás de todo.

Cada vez que el Cristal ha aparecido, sus Guardianes han estado listos para defenderlo de quienes quieren usarlo con fines egoístas. Las identidades de los Guardianes permanecen invariables, y aman con la misma ferocidad sin importar el mundo o el tiempo.

Una chica está en medio de estos antiguos guardianes y es el objeto de su afecto. Ella tiene dentro de sí el poder mismo del Cristal, es su portadora y la fuente de su poder. Las líneas se difuminan con frecuencia y, al defender el Cristal, lentamente cambian para defender a la Sacerdotisa de los otros Guardianes.

Esta es la copa de la que bebe el corazón de la obscuridad. Es la oportunidad de debilitar a los Guardianes y hacerlos vulnerables para atacar. La obscuridad desea el poder del Cristal y a la chica de la misma forma que un hombre desea a una mujer.

Dentro de cada una de las dimensiones y realidades se puede encontrar un jardín secreto conocido como el Corazón del Tiempo. Allí se encuentra arrodillada la estatua de una joven Sacerdotisa humana rodeada de una magia milenaria que oculta y preserva muy bien su tesoro secreto. La doncella extiende sus manos como si esperara que le colocaran algo sumamente valioso en sus manos.

La leyenda dice que ella está esperando a que la poderosa piedra conocida como el Corazón de Cristal del Guardián vuelva a ella.

Solo los Guardianes conocen los verdaderos secretos detrás de la historia de la estatua y su origen. Antes de que los cinco hermanos existieran, sus ancestros, Tadamichi y su hermano gemelo, Hyakuhei, protegieron el Corazón del Tiempo durante el período más oscuro de su historia. Por siglos, los gemelos protegieron el Sello que evitaba que el reino demoníaco se solapara con el mundo humano. Esta era una obligación sagrada, las vidas de tanto los humanos como de los demonios debían mantenerse a salvo y secreta unas de las otras.

Inesperadamente, durante su reinado, un pequeño grupo de humanos accidentalmente cruzó al mundo de los demonios debido al Cristal sagrado. Durante un tiempo de confusión, los poderes del Cristal causaron una fisura en el Sello que había separado las dimensiones. El líder del grupo humano y Tadamichi rápidamente se volvieron aliados, haciendo un pacto para cerrar la fisura en el Sello y mantener ambos mundos separados por siempre.

Pero en ese tiempo, Hyakuhei y Tadamichi se habían enamorado de la hija del líder humano.

La fisura había sido reparada por Tadamichi y el padre de la chica contra los deseos de Hyakuhei. La fuerza del Sello había aumentado diez veces, separando el peligroso triángulo amoroso por siempre. El corazón de Hyakuhei estaba destrozado… incluso su hermano de sangre, Tadamichi, lo había traicionado asegurándose de que él y la Sacerdotisa estuvieran separados por la eternidad.

El amor puede convertirse en la cosa más maligna una vez perdido. El corazón roto de Hyakuhei se volvió rencorosa y celosamente malicioso, causando una batalla entre los gemelos, terminando con la vida de Tadamichi y separando sus almas inmortales. Esos fragmentos de inmortalidad crearon cinco nuevos Guardianes para custodiar el Sello y protegerlo de Hyakuhei, quien se había unido con los demonios en su reino.

Prisionero dentro de la obscuridad en la que se había convertido, Hyakuhei desechó todo pensamiento de proteger el Corazón del Tiempo… en cambio, puso su energía en remover el Sello por completo. Sus largos encierros a medianoche, alcanzando más allá de sus rodillas y un rostro perteneciente únicamente al más seductor, ocultaba la verdadera maldad escondida en su apariencia angélica.

Mientras la guerra comienza entre las fuerzas de la luz y la obscuridad, la estatua santificada emite una intensa y cegadora luz azul como señal de que la joven Sacerdotisa ha renacido y que el Cristal ha resurgido en el otro lado.

La batalla entre el bien y el mal comienza realmente, y mientras los Guardianes son atraídos hacia la Sacerdotisa y se disponen a protegerla, así como a la entrada hacia el otro mundo donde la obscuridad domina el mundo de la luz.

Ésta es una de sus muchas aventuras épicas…

*****

Por siglos la luna roja ha sido siempre símbolo del portador de la muerte. Aquellos que veían ese símbolo mortífero tenían miedo de perder sus vidas ante el arrullo del eterno sueño que prometía. En la distancia, un grito que congelaba las venas se escuchó a kilómetros mientras el peligroso símbolo se asentaba en lo alto del cielo nocturno.

En un claro del bosque habían dos solitarias figuras de pie: una estaba herida, respirando con dificultad con una de sus dagas gemelas en su mano, la otra se erguía amenazante sobre ella, una sonrisa de suficiencia agraciaba su inhumanamente hermoso rostro. Unos depredadores ojos rubí observaban a su víctima bajo la luz de la luna esperando su siguiente movimiento. La piel antinaturalmente pálida de Hyakuhei parecía brillar en la noche, dándole la apariencia de un sicario angelical.

– ¡Nos has matado sin muerte! – gruñó Toya, enseñando sus alargados colmillos. Sus ojos de polvo de oro ardían en odio hacia el hombre de pie a su lado. Una vez fue su amigo… el hermano de su propio padre… ahora su enemigo mortal. – ¡Eres un bastardo!

– Dices eso ahora con convicción, pero yo te di vida eterna, te entrené y te cuidé. Te amé a ti y a tu hermano como si fueran míos –. Sus ojos escarlata brillaron con furia ante el insolente, era solo un niño delante de él.

– Tú llamas el convertirnos en monstruos… ¿amor? ¡Te robaste nuestras vidas! ¡Me convertiste para intentar forzar a mi hermano a convertirse en uno de los tuyos! Nos mentiste, dijiste que podrías deshacer la maldición si nos uníamos a ti –. Su aliento se acabó en un siseo furioso mientras continuaba.

– ¡Si no fuera por tu retorcida fascinación por mi hermano, seríamos humanos normales, viviendo vidas normales como una familia, no como las criaturas de la noche, sedientas de sangre en las que nos convertiste! – de los ojos de Toya salieron lágrimas amargas de rabia y traición volviéndolas inquietantemente plateadas.

– ¡Eres un tonto por creer que alguna vez fueron normales! – la voz de Hyakuhei tenía el malicioso indicio de la amargura. – Tú y tu hermano lloran erróneamente por algo que nunca podrían obtener –. Su voz se suavizó por un momento mientras se tragaba los recuerdos de su hermano gemelo… de su padre. – No importa –. Sus ojos se encendieron mientras se enfocaba en Toya. – Eres como tu padre… egoísta.

– ¡La muerte de tu padre fue la que los dejó a mi cuidado! Tú y tu hermano me pertenecen y siempre tomo lo que es mío. Tendré su obediencia una vez que termine contigo –. La garra de Hyakuhei se flexionó en anticipación, ansiosa de sentir la sangre del joven caer por sus mortíferas uñas. – ¡Eres tú quien ha traicionado a su propia carne y sangre!

Toya giró en círculo escuchando a la odiada voz mientras Hyakuhei temblaba y desaparecía solo para reaparecer al otro lado de donde estaba. Él sabía que el vampiro estaba jugando con él, pero Toya ya no le tenía miedo. El miedo había muerto con ella…

– ¿Por qué la asesinaste? – demandó Toya siseando con la voz llena de rabia y desesperación. – ¿Por qué pensaste que al matarla obtendrías el Cristal? ¡Nunca! Ella se negó a darte ese poder y te enfureció, ¿no, Hyakuhei? – le gritó mientras giraba, tratando de seguir a su enemigo mientras Hyakuhei lo rodeaba con intenciones mortales.

– No era un secreto de que la querías para ti –. La mano de Toya se apretó alrededor de su daga con furia recordando la mirada obsesiva… el acoso… la visión de su cuerpo sin vida.

– Cualquiera con ojos podía ver la forma en que la mirabas cuando pensabas que Kotaro o yo no prestábamos atención –. Se le acabó el aliento en un sollozo al voltearse por un momento sabiendo que Kotaro y él la habían amado… se habían peleado con Hyakuhei y entre ellos por ella. Nadie había ganado. – Te vimos.

– ¡Kyoko era mía y siempre lo será! – gritó Toya, su furia al perder a quien había amado más que a respirar… se había ido. Ella había sido la luz en las tinieblas en la que se había convertido su mundo.

Ella era la razón por la que había desafiado a Hyakuhei. Ahora su razón para resistirse se había ido y Toya sintió el fuego de su alma elevarse a una temperatura alarmante. Él la había encontrado acostada sin vida con una pequeña daga atravesando su corazón. En el fondo sabía… él y Kotaro sabían… que Hyakuhei la había matado de alguna forma.

Los ojos negros de Hyakuhei se volvieron un tono más oscuros mientras miraba al hijo menor de su hermano con desprecio. – Ah, sí, el escurridizo Corazón de Cristal del Guardián… tal poder no le pertenece a un chiquillo tonto como tú. Los seres más poderosos han ido en busca del Corazón de Cristal del Guardián… ¿pensaste que eras el único, querido muchacho? No solo los vampiros, sino también los inmortales y hechiceros, incluso los lobos comparten ese deseo de reunir tal poder.

– ¿No te das cuenta de qué sucedería si los Lycan la hubiesen reclamado primero? – los ojos de Hyakuhei se volvieron carmesí al pensar en Kotaro, líder de las tribus de los Lycan, obteniendo tal poder. Su rabia aumentó mientras recordaba el aroma de Lycans en la carne de ella esa misma noche. Él no esperaría y dejaría que sucediera algo tan peligroso.

– No, muchacho descuidado, ya me he hecho cargo de la Sacerdotisa que llevaba el Cristal dentro de ella –. Los ojos de Hyakuhei se endurecieron al pensamiento de la pequeña mentira.

En realidad… no había matado a la chica. Ella se suicidó para evitar que el Cristal cayera en manos de Hyakuhei. La había tenido en su poder listo para obtener el poder que llevaba dentro de ella. El poder del que hablaba la leyenda, si pudiera ser cierto… hubiese permitido a su obscuridad caminar en la luz… y alimentarse de ella.

Sus dedos aún se estremecían por el más breve toque de su piel. Hyakuhei se había parado detrás de ella… sintiendo el calor de su cuerpo con su mano fría. Sus ojos color esmeralda se habían vuelto para enfrentarse a los suyos por tan solo un segundo para desafiarle. Él tan solo la había querido probar, pero era muy tarde, él ya había visto la daga en su mano mientras desaparecía rápidamente dentro de su pecho. Él hubiese podido convertirla y compartir todo con ella… pero ella ya había rechazado su generosa oferta.

La valiente pero tonta mujer creyó que al suicidarse, custodiaría el poder del Cristal lejos de él por siempre. Pero por siempre era un tiempo muy largo para intentar esconderse de él.

– ¡Ella renacerá! – gritó Toya con angustia, sabiendo que había fallado al protegerla de la ira de Hyakuhei. La culpa de no haber estado ahí para salvarla lo estaba comiendo desde adentro. Ella había sabido que Toya era un vampiro, una criatura de la noche. Aun así, ella no le había dado la espalda; al contrario, se había vuelto su amiga: Kyoko le había confiado su propia vida.

Toya en su mente recordó el tiempo en el que la conoció… cayó de rodillas y agarró la tierra con sus puños mirando sus lágrimas caer. – ¡No fue suficiente tiempo! – negó gritando en silencio.

Él solo la había conocido durante un período muy corto: seis ciclos lunares. Cuando la conoció por primera vez, él solo había querido el Cristal… el Cristal que, al principio, ella ni siquiera era consciente de estar llevando dentro de ella. Pero él podía verlo brillar dentro de ella… llamándolo. Entonces, algo había cambiado. Toya se encontró tratando de protegerla en vez de tratar de quitarle el Cristal.

Desde que ella se había estrellado contra su mundo oscuro, Toya había encontrado la verdad detrás de la leyenda del Corazón de Cristal del Guardián, cosas de las que ni Hyakuhei se había dado cuenta. Había querido decirle a su hermano los secretos, pero Hyakuhei le había hecho imposible encontrar a Kyou a tiempo. Ahora era demasiado tarde.

– Nunca tendrás la luz del Cristal en la obscuridad… ¡Encontraré a Kyoko de nuevo y mantendré el Cristal lejos de ti! – la voz de Toya era dura por su deseo de venganza. – Ella vivirá de nuevo y yo estaré esperándola –. Una inadvertida y solitaria lágrima plateada se deslizó por su mejilla mientras gritaba. – ¡Juntos! ¡Ella y yo encontraremos otra forma de liberar a Kyou de ti!

Hyakuhei caminó más cerca de Toya y una risa ahogada provenía de dentro de su pecho: – Oh, sí, mi querido Toya, ella vivirá de nuevo. El Cristal volverá a este mundo y yo seré, no solo el que reclamará su poder, sino a la chica también. En cuanto a mi precioso Kyou… estoy seguro de que puedo encontrar algo con lo que ocupar el tiempo de tu hermano hasta que ese día llegue.

Toya gruñó gravemente en su garganta sabiendo que era una espada de doble filo. – Mantén tus intenciones enfermizas para ti mismo. Encontraré una forma de hacernos normales de nuevo. Y a ti… ¡te daré muerte! – terminó con un grito mientras el viento comenzaba a aullar perversamente a través del claro.

La daga en su mano destelló en un arco de luz plateada apenas rozando la túnica oscura que embellecía a Hyakuhei. Toya no podía creer lo rápido que era su oponente pero tenía el ceño fruncido con determinación. Una segunda daga apareció en su otra mano y se abalanzó con ella, inmediatamente seguida por la primera.

Hyakuhei esquivó las hojas mortíferas con la ayuda de los siglos de entrenamiento que había soportado. Los humanos eran criaturas muy sencillas de derrotar y Toya, aunque convertido, era bastante humano en su manera de pensar… aún un chiquillo en los ojos de un vampiro.

Hyakuhei debía admitir que de alguna manera proteger a la Sacerdotisa había envejecido el poder de Toya casi al nivel de un anciano. Llevar a la Sacerdotisa lejos de él había servido para dos propósitos. Sin su razón para pelear, el poder de Toya se había reducido enormemente.

La mano izquierda de Hyakuhei arremetió contra Toya atrapando sus muñecas en un agarre demoledor. Toya no tenía manera de defenderse cuando la garra derecha del vampiro cortó cruelmente su mejilla.

Los ojos plateados se estrellaron con los ojos carmesí por un momento suspendido en el tiempo, mientras Hyakuhei retraía sus garras. Sus labios insinuaron una sonrisa envenenada, mientras estiraba su mano para golpear gentilmente la herida que acababa de hacerle tan brutalmente. – Es una pena desperdiciar tanta perfección… tanta como la de tu hermano –. Lamió las gotas de sangre recién derramada de su dedo antes de añadir: – pero no puedo tener tu rebelde amor distrayendo a Kyou de mí.

Cuando sintió que sus muñecas se liberaban, Toya dio un paso hacia atrás y trató de bloquear el siguiente ataque que iba hacia su torso. Gruñó del dolor cuando la sangre se derramó de los tajos de su pecho. Presionando uno de sus brazos sobre sus heridas, sus ojos dorados se abrieron como platos mientras se tambaleaba hacia atrás, y esta vez, Hyakuhei lo dejó.

Toya podía sentir los huesos rotos de sus muñecas rechinando uno contra el otro y tenía que concentrarse solo para evitar que sus dagas cayeran al suelo. Mirando hacia el hombre que odiaba más que a la muerte, Toya trató de deshacerse del dolor sabiendo que no era un juego, que hasta los muertos vivientes pueden morir.

– Tú, niño tonto, ¿pensaste que podrías salvas a tu hermano matándome? Apenas puedes sostener tus cuchillas ahora, mucho menos podrás atentar contra mi vida – se burló Hyakuhei. Luego su rostro se volvió sereno, su enfado desapareció de repente. La brisa nocturna levantó las puntas de su largo cabello negro dando la impresión de estar vivo.

– Nunca tuviste alguna oportunidad, pequeño. Te ayudaré a descansar para que así no vuelvas a sentir más dolor – murmuró Hyakuhei, suavizando sus ojos hacia el hombre herido como un padre regañando a un hijo caprichoso.

Los ojos plateados destellaron rojo de indignación por sus palabras. – Nunca tendrás a mi hermano, ¡tú hijo de perra! Mientras tenga vida en su cuerpo, ¡Kyou no te dejará ganar y tampoco yo! – gritó Toya atacando a la figura vestida de negro en un último intento por salvar su alma inmortal.

Hyakuhei desapareció en un parpadeo antes de que la daga de Toya pudiera penetrar en el frío corazón escondido dentro de su intemporal cuerpo. Penetrantes órbitas rojas relucieron, hambrientas de derramar sangre del joven que pensó en desafiarlo.

Su forma oscura levitaba muy arriba… se detuvo por un momento antes de descender para atacar a su presa.

Los sentidos de Toya estaban gritando peligro mientras sentía la amenaza inminente a su existencia, pero aún no era suficientemente habilidoso para detallar desde dónde venía su atacante. Buscó alrededor frenéticamente pero tenía sus sentidos ahora opacados por la pérdida de sangre de sus heridas… junto con la herida escondida dentro de su corazón, Toya sintió su miedo aumentando.

Le dolía el corazón por las palabras que su llamado “padre” le arrojó. – No puedo dejarte ganar, monstruo. La vida de mi hermano depende de ello – susurró Toya a través de su dificultosa respiración, haciendo que sus palabras tronaran en sus propios oídos.

Un frío agudo subió por su espinazo mientras miraba al cielo nocturno. Sus ojos se abrieron con mucho terror ante la visión de lo que sabía era el final dado… nunca la había visto desde el receptor. –Así que… así es como es – se filtró el pensamiento por su mente atormentada.

Trató de moverse pero una fuerza desconocida lo incapacitó. Sus ojos se detuvieron en una mirada mortal. Los ojos rojos penetraron su misma alma y Toya supo que la muerte estaba cerca.

El grito atascado en su garganta fue reemplazado por un balbuceo. Sus ojos plateados se destiñeron a dorado de nuevo y se encontraron con los ojos carmesí de su asesino mientras el tiempo parecía detenerse. Su cuerpo comenzó a sentirse entumecido antes de mirar hacia abajo entre sus cuerpos.

Lágrimas cayeron de los ojos de Toya mientras el color dorado de sus ojos comenzaba a desvanecerse. – Te he fallado, por favor perdóname… Kyoko… Kyou – fue su último pensamiento mientras exhaló su último aliento.

Podía sentir el latido de su corazón alejarse lentamente llevándose el dolor consigo. Los misterios se desvelaron poco a poco con sus últimos latidos, y susurró con una pregunta inquieta: – Kyoko… ¿cuánto tiempo has estado aquí?


Mirando con una enfermiza sensación de placer, la figura vestida de negro con los abrazadores ojos rojos sonrió con satisfacción. Lentamente los bajó a ambos a la dura y apisonada tierra. Su mano con garras estaba incrustada profundamente en el pecho del joven con ojos como el sol.

Hyakuhei arrancó agresivamente el corazón que había dejado de latir.

Mirando a los ojos sin vida de Toya, susurró: – Siempre me pregunté cómo se verían los ojos de Kyou cuando lloraba… apuesto a que serán hermosos –. Se inclinó hacia abajo y besó a Toya en la frente antes de levantarse a voltearse para encarar al hombre que acababa de aterrizar a una corta distancia detrás de él.

Una sonrisa sádica apareció en sus labios mientras sostenía el corazón sangrante y esperó que Kyou cerrara la distancia entre ellos. – Para ti, mi mascota, ahora no hay nada que se interponga entre nosotros –. Se escuchó su voz en la brisa nocturna.

Sus ojos se estrecharon con disgusto mirando al corazón fresco que Hyakuhei sostenía hacia él. ¿Tanto tiempo había pasado Hyakuhei como un muerto viviente que para él la muerte era un regalo?

Asqueado, Kyou se dio vuelta ante la perturbadora vista. Había sentido la angustia de su hermano y había venido a investigar. En su lugar, encontró a su llamado “padre” y ya no podía sentir el aura de su hermano.

Algo estaba terriblemente mal y Kyou podía sentir los nervios a flor de piel en señal de amenaza.

No podía ver al dueño del corazón que aún goteaba su vida de la mano del viejo vampiro desde que Hyakuhei le había bloqueado la visión. Le molestaba que lo retuvieran mientras buscaba a su hermano menor. No había puesto un ojo en su hermano en más de un año, excepto esa noche… sabía que Toya lo necesitaba. Debía ser importante para que Kyou hubiera sentido el llamado con tanta fuerza.

Percibiendo la anticipación en el hombre que estaba delante de él, los ojos dorados de Kyou se encontraron con los de Hyakuhei. – ¿El alma de quién robaste esta vez? – Preguntó con desprecio en su voz.

– ¿Por qué no vienes a ver, mi mascota? Estoy seguro de que estarás sumamente sorprendido. Es mi regalo para ti –. Una sonrisa cómplice alumbró sus rasgos ensombrecidos cuando Hyakuhei se hizo a un lado… dejando una clara vista de su víctima. Extendió su mano lentamente hacia Toya, Kyou se volteó para mirar hacia abajo al cuerpo en el suelo.

La mirada de Kyou siguió la de Hyakuhei mientras se acercaba lentamente, confundido ante la importancia de la identidad de esta víctima. Sus ojos dorados se abrieron como platos ante la forma desplomada en la tierra mientras una mala sensación de mal agüero subía por su espinazo. Su corazón comenzó a acelerarse cuando vio los reflejos plateados brillantes que resaltaban en el cabello negro como la noche que le resultaban familiares, ahora enmarañado y apelmazado con sangre y mugre que se extendía sobre el rostro del hombre como si intentara esconder su verdadera identidad.

Sintió todo su ser gritar con furia y negación del conocimiento de que ahora miraba a la silueta masacrada de su hermano perdido. – ¡NO! – rugió Kyou echando la cabeza hacia atrás. Lágrimas llenaron sus ojos mientras se volteaba para encarar al responsable. – ¿Qué has hecho? – gruñó y se lanzó hacia adelante deteniéndose apenas a pocos centímetros del asesino de su hermano. Sus ojos dorados como el sol sangraron rojo… él mostró largos colmillos como un perro rabioso. Flexionando su garra esperó la confesión con la ira apenas contenida.

– Solo lo que debería haber hecho desde el inicio… quitar al que no te apreció como yo –. La expresión de Hyakuhei se suavizó por un breve momento mientras observaba a su hijo favorito.

Le había dado toda su atención y afecto desde que le dio el regalo de la oscura inmortalidad… pero Kyou no había sido feliz. Era la tristeza en la mirada de Kyou lo que lo había atraído así… la soledad dentro de él era agradable e imitaba la melancolía de Hyakuhei. Había convertido al hermano de Kyou, Toya, con esperanza de ganar la devoción de su apreciada posesión. Pero… eso solo había molestado más a Kyou.

Hyakuhei miró las agridulces lágrimas que se formaban en los ojos de Kyou y supo que estaba en lo cierto… Kyou era más divino cuando lloraba.

En ese momento, algo muy dentro de Kyou se rompió como un afligido y desgarrador grito que rasgaba su cuerpo. Con una ira cegadora, atacó al asesino de su hermano, colmillos al aire y garras cortantes. – ¡Voy a arrancarte el corazón y dejar que las criaturas de la noche desgarren tu cuerpo por lo que has hecho!

El hombre malvado esquivó con habilidad el ataque y en una imagen borrosa y negra, dejó a Kyou sujeto contra el suelo. Con una calma que no se reflejaba en las profundidades de sus ojos color rubí, Hyakuhei se inclinó cerca de él, centró su mirada en el rostro que tanto le encantaba… la cara de su propio hermano.

– Hice lo que era necesario para nosotros. Toya no quería que tuvieras mi regalo y buscaba alejarlo de ti. Entenderás con el tiempo –. Murmuró con sus suaves labios que cepillaban brevemente los gruñidos mientras decía esas palabras.

Con una fuerza que no sabía que poseía, Kyou lanzó violentamente al ofensivo hombre a seis metros de distancia de su cuerpo tembloroso. Deslizó su antebrazo por su boca asqueado, gruñendo peligrosamente.

– Bien, bien, pequeño, cálmate –. Hyakuhei lo arrulló mientras se levantaba y se limpiaba el polvo. Sus ojos brillaban con una promesa, mientras su cuerpo temblaba ligeramente y se desvanecía en la noche. – Estaré esperando… esperando por ti… mi mascota.

El mundo de Kyou se hizo añicos a su alrededor al mirar hacia abajo al cuerpo sin vida de su hermano. – Vengaré la muerte de mi hermano y pasaré el resto de la eternidad persiguiéndote si lo tengo que hacer. Cuando te encuentre, pagarás por esto, Hyakuhei.

Temblando, se arrodilló lentamente y con gentileza levantó el cuerpo de Toya hacia su pecho, acunando su cabeza con delicadeza. El cabello de su pequeño hermano había caído de su rostro haciendo que la visión de Kyou se empañara mientras trataba de evitar que se desbordaran sus lágrimas, sin éxito. Parecía que Toya solo estaba dormido, en paz por primera vez en mucho tiempo.

Miró sus lágrimas caer a la mejilla de Toya y Kyou sintió su corazón romperse. Abrazando con fuerza a su amado hermano contra sí, Kyou suspiró con voz temblorosa: – Toya, por favor, perdóname por no llegar aquí a tiempo –. Su respiración temblaba dentro de él al tiempo que cerraba sus ojos fuertemente con dolor. – Sabía que me necesitabas… debí haberte salvado.

La mente de Kyou regresó al día en que Hyakuhei lo convirtió en lo que era ahora, al día siguiente de la muerte de su padre. Kyou sabía que Hyakuhei solo lo quería a él, y Toya solo era un niño pequeño. Así que para proteger a Toya, Kyou se fue con su tío aunque su hermano pequeño le llorara para que no se fuera.

Aún podía recordar el recelo en los dorados ojos de Toya mientras fulminaba con la mirada a Hyakuhei por atreverse a alejar de él a su hermano mayor. El recuerdo de esa mirada acechante fue la que había ayudado a Kyou a alejarse de su hermano durante varios años para protegerlo.

Cuando Toya creció, Kyou se encontró anhelando verlo, visitándolo en secreto y observándolo desde la distancia, viendo cómo su hermano vivía la vida que él no podía. Ver a Toya desde las sombras había sido la única felicidad durante esos días oscuros. A menudo entraba a hurtadillas en la habitación de Toya para verlo dormir.

Se había enterado de que Hyakuhei lo seguía y lo observaba observar a Toya: él nunca hubiese puesto a Toya en un peligro como ese. Su tío había convertido a Toya porque pensó que era lo que Kyou había querido. Era culpa suya que Toya hubiera muerto la primera vez.

Toya había peleado contra su tío durante la conversión y después. Mientras sus discusiones se volvían más violentas, Kyou trató de mantener la atención de Hyakuhei alejada de su hermano. Entonces Toya había comenzado a hablar sobre una cura para los vampiros… el Corazón de Cristal del Guardián. Había jurado que lo encontraría y curarlos a ambos.

Toya había conseguido su cura en la muerte.

Haciendo lo mejor que podía para evitar mirar a la cavidad vacía donde una vez estuvo el corazón de su hermano, Kyou se levantó llevando el cuerpo de Toya lejos de la escena para darle un entierro apropiado.

Ya no podía sentir la presencia de Hyakuhei, pero sabía que estaba cerca, observándolo de alguna forma, siempre observándolo. Kyou entendió ahora que tendría que irse, esconderse hasta que fuera lo suficientemente fuerte para derrotar la maldad que le había arrebatado la única cosa que le era preciada: su hermano pequeño. Se deslizó más allá de la obscuridad dejando aquel claro en un silencio total.

Kamui respiró un suave suspiro de alivio cuando los hermanos se fueron y bajó su barrera de invisibilidad de alrededor de la forma magullada de Kotaro. Mirando abajo al Lycan, Kamui supo que tomaría un tiempo para que las heridas de Kotaro sanaran, no solo las heridas en su cuerpo, sino también las heridas que ahora yacían muy dentro incrustadas en su corazón.

– Vamos –. Susurró Kamui, halando uno de los brazos de Kotaro por encima de sus hombros y ayudándole a levantarse. – Hyakuhei no ha ido muy lejos y necesito sacarte del campo abierto –. Sus ojos brillaron del color del polvo de arcoíris mientras trataba de retener sus propias lágrimas. Fue en vano porque pudo sentirlas calientes corriendo por sus mejillas.

Tanto se había perdido en el periodo de un par de fatales horas, él sabía ahora que realmente era más oscuro que lo oscuro. No perdería a Kotaro también.

– No lo odiaba tanto –. Susurró Kotaro, mirando tristemente hacia el lugar donde el cuerpo de Toya estuvo tumbado momentos atrás. Ambos habían amado a Kyoko y ella les había tenido afecto a ambos de vuelta, nunca escogió a uno por encima del otro cuando peleaban, hasta esta noche. Los destinos solo le habían dado unas pocas horas, y al menos Toya no tenía conocimiento de ello.

Su mano se curvó en un puño y lo tensó. Toya se hubiese enojado, pero estaría vivo. – Preferiría enfrentar su ira… esto no… esto no –. Su voz flaqueó.

Los dos habían tratado de protegerla, pero ahora Toya… los ojos azul hielo de Kotaro nadaron con lágrimas sin derramar. – Nunca lo odié.

– Él sabía que no –. Le dijo Kamui llevando a Kotaro en la dirección del único lugar seguro que conocía: al hechicero, la casa de Shinbe. Necesitaba decirle a su amigo acerca del destino de Toya… y el de Kyoko. Shinbe sabría qué hacer, de alguna forma, siempre lo sabía.

– Mataré al bastardo de Hyakuhei –. Gruñó Kotaro tirando de Kamui en contra de su represión, y su naturaleza de Lycan salía a la superficie. – La mató, y mató a Toya por ella. Cuando lo encuentre deseará haber nacido humano.

Como si el aire hubiese sido sacado de golpe de dentro de él, el cuerpo de Kotaro se estremeció. Sabía que Toya era mucho más fuerte de lo que había reconocido, pero sin Kyoko para proteger, Toya perdió su voluntad de pelear. Hyakuhei supo eso antes de que la pelea comenzara.

La pena de Toya lo había exaltado, lo había vuelto impaciente. – Si tan solo hubiese esperado unos momentos más, Kyou pudo haberlo salvado –. La tristeza colgaba de cada sílaba mientras Kotaro limpiaba con rabia las lágrimas que silenciosamente dejaban rastro en sus mejillas.

– Quería salvarlos a ambos… Kyoko –. El dolor de su cuerpo debilitado era demasiado mientras cerraba sus brillantes ojos azul hielo y se rindió a la nada que calmaría el dolor por un corto tiempo.

Kamui asintió levantando el cuerpo blando de Kotaro y lo cargó. – Has hecho suficiente. Descansa por ahora –. Susurró. – Es mi turno de hacer de salvador.

Capítulo 2

A la hora antes del amanecer, Kamui merodeó por encima de una tumba sin nombre. Los dos hombres parados a su lado eran lo que le quedaba. Había observado a Shinbe usar sus poderes telequinéticos para remover la tierra de la tumba de Toya y expandirla lo suficiente para dos cuerpos.

Shinbe y Kotaro ahora tenían la misma expresión de tristeza y fuerza terca. Kamui sabía que intentaban mantenerse fuertes por él, pero podía ver a través de la melancolía que ambos escondían.

Todos clavaron sus ojos en la tumba, la dura realidad de ella hundiéndose allí. No se suponía que las cosas terminaran así… no se supone que el lado bueno pierda, o muera. Shinbe los había ayudado a decidir qué hacer. Recuperaron el cuerpo de Kyoko, la habían traído a la tumba donde Kyou había puesto el cuerpo de su hermano, y los enterraron juntos.

Toya lo hubiese querido así, era lo único que se sentía correcto.

Kamui había sido incapaz de cargar el cuerpo de Kyoko al lugar de la tumba una vez que lo encontraron. No era la sangre que la rodeaba lo que le molestaba, era simplemente desgarrador ver a alguien tan bueno y puro que alguna vez tuvo tanta luz dentro de ella, que te dolían los ojos de verla acostada ahí en la obscuridad con los ojos abiertos y ciegos.

Sintiendo el shock de Kamui y viendo que sus manos temblaban, Kotaro se adelantó y la levantó con cariño entre sus brazos tratando con todas sus fuerzas de ignorar la rigidez en sus extremidades como las sintió. No podía permitirse sentir otra cosa que no fuera rabia y tristeza en ese momento. Si él hubiese dejado entrar el resto y lo mucho que la había amado, se hubiese desplomado sobre sus rodillas, la pena le pesaba mucho.

Ver la mirada en el rostro de Kamui fue suficiente para ayudarlo a controlar sus propias emociones… también ayudó el entumecimiento que sentía. Kamui no era humano, tampoco era criatura… lo que sea que fuera, su corazón se rompía. Kotaro decidió que de ahora en adelante vigilarlo sería su asunto, aunque el chico probablemente no lo necesitara.

Kamui limpió las lágrimas de sus ojos, tratando de ser fuerte como Kotaro y Shinbe. Su incontrolable cabello morado se ondulaba al viento mientras miraba hacia la tierra recientemente removida. Se había quitado su túnica y gentilmente los envolvió en ella para aumentar el poder del hechizo que estaba por lanzar.

Cerrando sus ojos brillantes entrelazó sus dedos, entretanto unas alas igualmente iluminadas brotaron de su espalda en un ajetreo de plumas. Brillaron con unos colores muy intensos, desconocidos para el ojo humano.

Shinbe y Kotaro dieron un paso hacia atrás sorprendidos, entendiendo de repente lo que era Kamui. La palabra ángel rondaba sus labios, pero él se veía muy triste. Como un ángel con el corazón roto, un ángel caído.

Con dedos gentiles, Kamui quitó una pluma de su ala derecha y sostuvo su palma al frente. La triste y serena expresión en su rostro no titubeó. Sus ojos brillaron con un destello de esperanza a la vez que golpeó la repentinamente afilada pluma sobre su palma provocando un corte profundo.

El líquido carmesí se encharcó en su palma y Kamui lentamente cerró su puño encima antes de llevarlo encima de la tumba sin marcar. Las gotas sagradas de la vida de su sangre cayeron en la tierra haciendo que brillara con un poder azul eléctrico sobrenatural.

Shinbe y Kotaro solo podían estar parados y mirar asombrados mientras esto sucedía. No se atrevían a moverse por miedo de interrumpir el rito que Kamui estaba llevando a cabo. Ambos entendieron que estaban presenciando algo increíble y sin duda nunca lo volverían a ver.

El aire alrededor de Kamui se arremolinó en un vórtice que lo rodeaba con una luz azul fluorescente. Su voz en eco dejó sus labios aparentando ser más viejo y sabio de lo que lo había sido para sus recuerdos, rebotó cruzando los cielos, un sonido aterrador llevado por kilómetros haciendo que lo que lo escuchara se reverenciara ante su poder.

– Cien años tomará…

Esta vez por tu bien permaneceremos…

Cuando la sangre de un Guardián se derrama…

Es hora de que la profecía se cumpla…

Solo entonces dos almas revivirán…

Trayéndolas a la luz…

Destinadas a combatir la magia oscura de la noche…

Con esta promesa, nosotros los inmortales levantaremos nuestras armas…

Protegiendo a aquellos renacidos de más daño…

En manos de piedra y mármol a nuestro enemigo le daremos…

El único deseo que este desea… dentro de la luz para vivir.

Mientras el vórtice envolvía a Kamui, una pluma brillante de cada ala iluminada se soltó y rompió hacia dentro del ciclón…cambiando como dos pequeñas dagas para dispararse directamente hacia abajo, aterrizando en la tumba. Las relucientes plumas se quedaron atascadas en la suave tierra por unos breves momentos antes de hundirse en el suelo para emerger con las almas de sus amigos.

Las rodillas de Kamui golpearon el suelo al dispersarse el hechizo, enviando un terremoto hacia todas las direcciones. – Hasta que nos encontremos de nuevo, Kyoko… Toya –, susurró Kamui sintiendo la soledad acercándosele. – Quizá la siguiente vida será un tiempo mejor y más brillante.

Shinbe se mantuvo en silencio a su lado, sin desear nada más que derramar lágrimas, pero no se podía permitir ese lujo. Hyakuhei aún estaba ahí afuera y Shinbe sabía que el vampiro de corazón oscuro eventualmente vendría por él. El enemigo sabría lo que habían hecho. Borraría todos los rastros que pudiera por ahora.

Buscando dentro de su bolsillo, Shinbe sacó una botellita amatista llena de un polvo mágico intemporal. Rociando ligeramente la tierra, caminó en círculo alrededor de la tumba para protegerla de ojos fisgones. La tierra se volvió instantáneamente sólida para esconder la ubicación de la nueva tumba.

Los ojos de Shinbe se iluminaron del mismo color amatista mientras susurraba palabras que solo él podía entender.

Sintió un vínculo antiguo entre hermanos que habían luchado una batalla eterna con la obscuridad abrasando su alma para convertirse en un símbolo de protección sobre la tumba. Encima del lugar donde sus amigos yacían, crecieron flores sin necesidad de que se plantara ninguna semilla. Flores de cinco colores aparecieron en vides espinosas… plata… dorado… azul hielo… amatista… y un brillante polvo de arcoíris.

– Me voy –. Dijo Shinbe después de un largo silencio. No quería que su presencia diera la ubicación de los otros y supo que era tiempo de continuar. Su mirada saltó hacia el arbusto de flores de extraños colores. Toya y Kyoko ahora estaban protegidos de Hyakuhei y el hechizo no sería perturbado.

Por ahora, era lo único que podía ofrecerles además de tristeza.

Kamui miró al hechicero, sorprendido ante su nuevo desempeño. – ¿Qué? Pero… ¿Por qué? – Abrió sus ojos en un momento de pánico… ¿Ahora todos lo dejarían? ¿No era suficientemente malo haber perdido a Toya y a Kyoko?

Sintiendo el miedo de Kamui elevarse, Shinbe colocó una mano firme en el hombro de su amigo e intentó explicarse. – Sabes tan bien como yo que Hyakuhei se enterará de lo sucedido aquí –. Miró a Kotaro por encima del hombro de Kamui sabiendo que el Lycan entendería su deserción.

– Tú podrás escapar de sus ojos siempre vigilantes, pero yo no poseo esa clase de poder. De todas formas seré capaz de esconderme, pero no estoy seguro de por cuánto tiempo –. Shinbe soltó un largo suspiro y miró a la luna colgando baja en el cielo. – Mis días tienen un número en ellos ahora –. Una suave sonrisa ladeó las comisuras de sus labios como si supiera un secreto. – Que así sea.

– Abordaré el siguiente barco que vaya al oeste sobre el océano. Allí tendré una mejor oportunidad de mantener mi identidad a salvo de Hyakuhei y quizá incluso de encontrar una forma en que mi alma reencarne al mismo tiempo a nuestros queridos amigos –. Él esperaba que lo que estaba diciendo fuera cierto. Ellos lo necesitarían cuando llegara el momento.

Kamui echó un vistazo a la tumba debajo de él, luego a sus amigos con mayor calma de la que había sentido desde que esta pesadilla de tarde había comenzado. No quería que Shinbe fuera la siguiente víctima, así que, sí, entendió. Gentilmente arrancó una pluma arcoíris de su ala derecha y la presionó contra el cuello de Shinbe.

Shinbe jadeó cuando empezó a resplandecer brillantemente con fuerza antes de que su piel la absorbiera. Miró hacia abajo y vio el breve contorno de la pluma justo debajo del cuello de su túnica.

– Eso ayudará cuando llegue el momento –. Dijo Kamui con una sonrisa y le dio a Shinbe un fuerte y comprensivo abrazo. No perdería a Shinbe por mucho tiempo, sin importar qué.

– Nos veremos de nuevo mi amigo –, susurró Shinbe antes de alejarse del abrazo de Kamui. Él le asintió a Kotaro con la cabeza sabiendo que el Lycan cuidaría de Kamui por todos ellos. Shinbe miró atrás a la tumba, luego apartó sus ojos dejando que su flequillo cayera para esconder la tristeza. – Que así sea –. Susurró de nuevo mientras desaparecía dentro de la obscuridad envolvente.

– Niño ¿estás listo? – preguntó Kotaro en voz baja mientras mantenía su espalda hacia la tumba. Supo que no podía quedarse. Shinbe tenía razón… mientras más lejos estuvieran, mejor protegido quedaría el hechizo.

Kamui quería refunfuñar ante el sobrenombre que Kotaro le acababa de dar, pero no tenía el corazón. Su corazón estaba enterrado en la tierra a sus pies y, si le tomara hasta el final de los tiempos, vería a Hyakuhei pagar por sus crímenes.

– Sí, dijo Kamui, pasando el brazo por sus ojos –. Estoy listo.

Kotaro puso un brazo alrededor de sus hombros y lo guio. El Lycan descubrió que no podía derramar otra lágrima por la mujer que había amado con todo su ser. Su alma se sentía como si alguien la hubiese tirado de su cuerpo, rasgado en trizas y solo le hubiese devuelto la mitad de ella.

Si el hechizo que habían hecho Kamui y Shinbe había conseguido funcionar, vería a su amada Kyoko de nuevo. Él no podía evitar sonreír por todas las travesuras que él y la reencarnación de Toya harían para ganarse el afecto de Kyoko. Él pelearía por ella felizmente de nuevo si tan solo Toya volviera. Después de todo, los amaba a los dos.

Peleó contra la urgencia de mirar nuevamente hacia la tumba. – Cien años es un largo tiempo para esperar, pero estaré ahí para ti… Kyoko.

*****

Más de cien años en el futuro… hoy en día.

Una figura solitaria se alzaba en el techo del edificio más alto, mirando desde arriba la ciudad llena de gente. Sus rasgos nunca traicionaron el recuerdo en su corazón destrozado de su único hermano yaciendo solo y sin vida en el frío y duro suelo siglos atrás. Su corazón que una vez latía cálido, estaba preso en las garras del sádico monstruo que los había creado a ambos.

Él había hecho todo lo que estaba en su poder para separarse de la maldad que lo había rodeado silenciosamente. Así como los humanos de este mundo, él solo se alimentaba de los animales que la naturaleza proveía. Aunque la obscuridad es lo único que tenía permitido, pues es así la maldición de un vampiro, él nunca se convertiría en el demonio que su tío había planeado.

En varios de los últimos años algo dentro de él se movía… una nostalgia que no podía entender y no había sentido en más de cien largos años.

En la mente de Kyou se repitieron los recuerdos nunca olvidados acerca de un hombre joven que una vez fue inocente y que había llenado su vida de felicidad, incluso en un mundo de obscuridad. Toya… había estado tan lleno de vida… con sonrientes ojos dorados y la ignorancia de un niño. Una vez más trajo una punzada de culpa a su corazón por no haber sido capaz de proteger a su hermano pequeño.

Los ojos dorados como el sol que se habían endurecido por los cientos de años de soledad, sangraron de rojo al recuerdo de una promesa que aún tenía que cumplir. Con cada década que pasaba, Kyou se había hecho mucho más fuerte. Muchas veces se había acercado, pero el objeto de su odio e ira lo eludía en cada oportunidad.

No descansaría hasta que la vil creatura que había buscado se retorciera en agonía a sus pies y su alma fuera lanzada al infierno a donde pertenece.

La mirada de Kyou fue atraída hacia el único lugar sereno de toda la ciudad: el parque silencioso en el centro. – Lugares así no deberían estar cerca de tanta maldad –, murmuró hacia la noche. Dando un salto del edificio, Kyou continuó su búsqueda como había hecho por tantos siglos. Hyakuhei pagaría con su propia vida el haber tomado al único que siempre le importó o que siempre le importaría. Su hermano se había perdido para siempre y nunca más volvería.

– Toya… – susurró Kyou desapareciendo en la noche, dejando detrás la imagen de un ángel vengador…

*****

El parque estaba siempre tranquilo a esta hora del día. Aún era la tarde y el sol estaba alto en el cielo. Kotaro paseaba lentamente por las calles cercanas al centro donde se encontraba un enorme bloque de mármol. No tenía idea de dónde venía… había estado ahí por más tiempo de lo que podía recordar, era incluso más viejo que la ciudad en sí. Todo lo que sabía con seguridad era que sentía una abrumadora sensación de paz cuando estaba cerca.

– ¿Quién pensaría que esa roca cuadrada traería pensamientos tranquilos? – murmuró Kotaro para sí.

Tomando otro camino entre los árboles, se dirigió hacia la piedra para poder observarla. Incluso si había sido completamente feliz ese día, el solo asegurarse de que seguía ahí lo hacía sentir mejor.

Kotaro se detuvo en su rastro cuando entró al centro donde estaba y frunció el ceño al individuo sentado en posición de indio encima de la roca con los codos en sus rodillas y su barbilla apoyada en sus manos. El cabello corto y morado oscilaba en la suave brisa haciendo que el hombre joven pareciera infantil.

– ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – exigió Kotaro.

Kamui sonrió sin mirarlo. En su lugar, él asintió en la dirección de la universidad en la distancia. – Esperando a que empiecen las clases.

Kotaro agitó su cabeza y continuó antes de detenerse de nuevo y voltear para encarar a Kamui. – ¿De qué estás hablando? Tú ni siquiera vas a esta escuela.

Kamui guiñó el ojo antes de desvanecerse de la existencia en una ráfaga de brillante polvo de arcoíris. – Lo sé.

Kotaro miró con furia el polvo revuelto alrededor antes de que desapareciera completamente. – A veces ese chico es un completo enigma –, informó al ahora espacio vacío, y luego sus ojos se movieron hacia abajo como acariciando la piedra. Escuchó el sonido de pies corriendo que golpeaban el pavimento, pero no se dio realmente cuenta hasta que alguien le tocó el hombro. Literalmente saltó y giró para ver a Hoto y Toki inclinados con sus manos descansando en sus rodillas tratando de recobrar el aliento.

– ¿Qué los ha hecho perder el aire? – preguntó Kotaro con una sonrisa de suficiencia mientras recobraba la compostura.

Hoto ondeó un pedazo de papel en frente de él. – Para ti… de la policía… importante.

Kotaro tomó el papel, – ¿de la policía, eh? Debe ser realmente importante para hacerlos correr tal maratón.

Toki asintió antes de caer sobre su costado para descansar. Hoto simplemente se hundió hasta las rodillas y descansó su cabeza en la grama.

– Ustedes dos son los más grandes flojos que he visto –, se quejó Kotaro de buena manera.

– Costado duele –, se quejó Toki. – Debo volver… a la… oficina… con aire acondicionado.

Kotaro suspiró en resignación y los dejó para hornearse bajo el calor del sol antes de abrir la nota. Su mano se cerró, arrugando el papel que acababa de recibir de la estación de policía no lejos del campus. Otra chica había desaparecido sin dejar rastro. Había estado gastando un largo tiempo investigando las desapariciones de muchas chicas jóvenes, lo que eventualmente lo llevó a la universidad donde ahora era el nuevo jefe de seguridad.

Sus pensamientos inmediatamente dieron vuelta hacia su amada Kyoko. Kotaro la había encontrado de nuevo y justo como esperaba, Toya no estaba lejos. Una cosa que lo había sorprendido era el hecho de que Toya había renacido normal, humano, o eso parecía.

A veces podía sentir al verdadero Toya descansando justo debajo de la superficie… sin ser consciente de su propia existencia, pero hasta ahora esa parte de él ha permanecido dormida. – Gracias a Dios por los pequeños favores –. Kotaro pasó una mano agitada por su cabello despeinado por el viento.

Le iba bien que ninguno de ellos recordara el pasado, pues era un recuerdo que era mejor que estuviese olvidado. Él deseaba tener el mismo privilegio de olvidar… pero para él, la memoria permanecía, y lo despertaba frecuentemente en la noche sudando frío.

Mientras dejaba el parque se encontró de pie en el camino de piedra en frente del campus. Kotaro levantó sus ojos azules como el hielo en la dirección a donde Kyoko vivía. Frunció el ceño mientras la preocupación dejaba marcas en sus rasgos y tuvo la repentina urgencia de pasar por “su mujer” para asegurarse de que estuviera bien.

Tenía la parte larga de su cabello negro en capas echada hacia atrás con una banda que colgaba baja. El resto de su cabello, desde su flequillo hasta la coronilla se veía constantemente naturalmente despeinado por el viento, dándole la apariencia de un chico malo punk pero que le quedaba muy bien. Esta apariencia le había servido en más de una ocasión en años recientes.

Su cuerpo era alto con músculos delgados, pero las apariencias engañan. No tenía un gramo de grasa extra y era más fuerte que cincuenta hombres humanos juntos. Las únicas personas que conocían de su fuerza inhumana eran los que decidieron darle malos momentos o se atrevían a meterse en su camino. Y esos pocos estaban muy asustados para decir palabra. Nadie en el campus sabía del lado secreto de Kotaro y él quería mantenerlo de esa forma.

Kotaro era responsable de la seguridad de cada persona que caminara en el campus, fuera visitante, estudiante o miembro de la facultad. Algunas mujeres jóvenes habían comenzado a desaparecer a un ritmo alarmante en esta área, sobre todo cerca de la reja eléctrica que rodeaba los suelos de la universidad.

Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire había sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas… podía sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.

Él iría a reportarse con Kyoko y si ella lo dejaba, sus ojos se oscurecían atractivamente, él no se iría de su lado por el resto del día, o la noche. Solo esperaba que hoy Toya no estuviera esperándola de nuevo. Él la quería toda para él. Después de todo, ella era de verdad su mujer y ese “chico” tendría que conseguirse una vida.

Sus pasos se enlentecieron por un momento ante la ironía de ello, estaba feliz de que Toya ahora al menos tenía una vida. Una sonrisa de satisfacción casi entretenida apareció mientras mentalmente amenazaba esa vida si Toya no paraba de acosar a Kyoko todo el tiempo.

Solo pensar en ella sentada a su lado en el cómodo sofá, comiendo palomitas y viendo una película cursi sonaba como la tarde perfecta. Ellos compartían algo así al menos una vez a la semana y para él, esa era su parte favorita de la semana. Tenía su tiempo ininterrumpido con la belleza de cabello cobrizo. No importaba si estaban viendo una película o solo se sentaban en su sofá a hablar: él solo amaba la sensación de ella acurrucada a su lado.

Kotaro sonrió para sí mismo con satisfacción mientras se preguntaba cómo sería estar siempre a su lado, día y noche.

Su sonrisa se desvaneció ante su siguiente pensamiento… Kyoko no lo había escogido sobre Toya aún, en realidad. Al menos no en esta vida. – Algunas cosas nunca cambian –, miró hacia arriba como enviando un silencioso y sarcástico “gracias por la ayuda en esa área” a cualquiera que estuviera escuchando. Algo le dijo que los dioses tenían que tener el sentido del humor más perturbador.

*****

Finalmente, los exámenes finales se habían terminado y Kyoko había estado cantando esas palabras toda la tarde. Había sido una chica buena y estudió hasta que se hartó de ello, pero había valido la pena. Ella sabía que había sacado puras ases en esos malvados exámenes. Solo ese pensamiento le había hecho querer bailar felizmente en todo el camino de vuelta a su departamento hoy.

De hecho, la primera cosa que había hecho tan pronto entró por la puerta fue arrojar sus libros como si estuvieran infestados por una enfermedad y finalmente sucumbió a la urgencia, interpretando un “baile feliz” espontáneo justo en la puerta de entrada, como que tenía un poco de friki en ella después de todo.

Esto siguió inmediatamente después de su propia ejecución de un baile de touchdown que le había visto hacer a Toya una vez, sacudiendo sus nalgas todo el camino del pasillo a su baño así ella podría darse un baño caliente de burbujas. Kyoko decidió que si iba a hacer esto entonces lo haría bien, así que fue a encender el estéreo y agarró unas cuantas velas.

Aún hacía lindos sonidos de victoria para el momento en el que la bañera se llenó e hizo un breve trabajo con su ropa quitándosela y lanzándola a donde le complaciera. “Es muy probable que encuentre mi ropa interior colgando del ventilador del techo cuando termine” pensó para sí, luego se encogió de hombros y se metió en el agua.

Se deslizó más abajo en la bañera para dejar que las burbujas que flotaban acompañando la superficie acariciaran su cuello y hombros. Sus ojos verdes esmeralda, que a veces eran conocidos por volverse tormentosos en un instante, brillaban con alegría.

Las ondas de su cabello cobrizo estaban apiladas de cualquier modo encima de su cabeza y su piel sedosa y suave ahora estaba escondida bajo las burbujas. Era una chica feliz… y todo lo que realmente quería hacer era relajarse por el resto del día. Un poco de música suave de fondo, algunas velas de olor dulce encendidas alrededor del baño y era el escenario perfecto.

Cerró sus ojos a sabiendas de que la imagen de él pronto se enfocaría, como si esperara por ella. Era el secreto que ella guardaba.

Los ojos azules como el hielo la observaron desde dentro de su mente. Ella había tenido sueños sobre él en las noches que ahora podía evocar incluso durante sus horas despierta. Mientras más profundo se enrollara en el sueño, más real se hacía, hasta que parecía que él estaba ahí, arrodillado al lado de la bañera.

Sus labios se ladearon en una sonrisita sensual mientras acercaba su brazo y tomaba el paño de ella, sus ojos se volvían tan brillantes como una flama azul.

– Los sueños son agradables –, susurró mientras rodaba su cabeza hacia un lado dejándolo hacer lo que quería.

“Ring, Ring”. Uno de los sonidos más irritantes del mundo hizo eco a través del apartamento. Kyoko se sacudió hacia el frente en la tina derramando el agua sobre la orilla y al suelo de azulejos. Levantando su mano hacia su mejilla, ella pudo sentir el calor ahí y se sonrojó a la vez que el teléfono sonaba de nuevo.

– ¡Chispas! – se levantó rápidamente sabiendo que el teléfono estaba al final en la sala de estar. Saliendo del agua, agarró la bata de seda de la encimera y la envolvió en ella mientras corría para contestarlo.

Dándose cuenta de que dejaba un rastro de agua, hizo una nota mental para recordar llevar el teléfono inalámbrico al baño con ella la próxima vez.

En el otro extremo del repique irritante, Suki tocó con sus uñas en la encimera de la cocina deseando que Kyoko se apurara y tomara el teléfono. Ella tenía esta molesta sensación de que Shinbe estaría aquí en cualquier momento, y ella no quería que él se enterara de nada de lo que estaba planeando.

Escuchó el clic en el otro extremo. – ¡Finalmente!

Kyoko empujó el teléfono lejos de su oreja, lo miró con furia y lo colocó de nuevo en su oreja. – ¡Suki, estaba en el baño! – Kyoko casi se quejó mientras miraba con anhelo hacia atrás a la puerta del baño donde sabía que el agua estaba aún caliente y con aroma a jazmín. La llamaba a volver y disfrutar, y así lo hizo en el sueño. Se mordió el labio inferior mientras arrastraba sus ojos lejos de lo que quería.

– ¿Estás ahí parada desnuda? – Suki se rio disimuladamente sabiendo que Kyoko se sonrojaba fácilmente.

– ¡Suki! – gritó Kyoko al auricular. Su amiga simplemente tenía un sentido del humor retorcido, que probablemente venía de pasar mucho tiempo con Shinbe. Sonrió con picardía mientras replicaba, – ¿necesitabas algo? Tengo un baño caliente y lleno de vapor llamando mi nombre, estás interrumpiendo mi pequeña cita.

– ¿Cita? – Suki miró al teléfono y volteó los ojos. – Definitivamente necesitas ayuda, Kyoko. ¿Quién alguna vez escuchó sobre ponerse romántico en el agua del baño sin alguien más ahí contigo? Al menos ten una chispa de imaginación y piensa en un hombre sexy que limpie tu espalda mientras estás ahí –. Suspiró con un tono exasperado sin ser consciente de que justamente acababa de impactar a Kyoko hasta la médula por lo cerca que estaba de su imagen mental.

– De todos modos, tú y yo vamos a tener una noche de chicas para celebrar que se acabaron los finales –, chirrió Suki. Ella no iba a dejar a Kyoko decir que no.

– No tomaré un no por respuesta, así que comienza a prepararte. Y usa el atuendo que compramos el fin de semana pasado. Yo haré lo mismo –. Suki inhaló profundamente y rápidamente comenzó antes de que Kyoko tuviera oportunidad de decir alguna palabra. – Está lista a las 7:30. Te quiero. ¡Adioooós!

Kyoko parpadeó cuando el teléfono hizo clic señalando que la línea estaba desconectada. Sus labios seguían separados porque había estado lista para decir “no” a la primera oportunidad. Envió una mirada silenciosa a la pared lejana de la sala de estar que separaba los apartamentos de ambas chicas preguntándose si Suki había llamado desde ahí o desde su celular en alguna otra parte.

Suspiró mirando al identificador de llamada. – Celular, con razón –. No hace falta golpear la pared entonces. Pero la imagen de sus manos alrededor del cuello de Suki le puso una sonrisa en el rostro. – Aunque puedo fingir.

Lanzando el teléfono inalámbrico de nuevo a la encimera, Kyoko miró hacia abajo a la bata de seda adherida a su cuerpo húmedo y gruñó. El agua tibia que aún estaba en su piel se había vuelto fría y daba una sensación de hormigueo, haciendo que se le erizara la piel por el frío. Rápidamente se volteó para volver a su baño.

“Ring, Ring”. Kyoko se sacudió.

Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. – ¡Espero que sea Suki, así podré decirle cuánto me gusta que me acosen! – Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. – ¡¡Hola!!

Toya sonrió al saludo de Kyoko. – Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?

Kyoko se sentía como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. – ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? – se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.

La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecía y visiones explícitas comenzaron a danzar en su mente. – Estás desnu… – se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. – Carajo, esa fue una bonita imagen…

Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.

Toya trató de nuevo. – Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, así que solo vístete.

Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era “El Día de los Acosadores”. – Este, tengo planes esta noche –. Por supuesto que sus planes habían sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una película. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para “salir”.

– ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! – prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él quería que ella hiciera… como si alguna vez lo hubiese hecho.

Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico – no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana –, “Toc, toc” Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando “¡Pero SÍ se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!” pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residía.

Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. – Kotaro – susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.

Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo… y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella había dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella… casi tocándose.

– ¿Cómo está mi mujer hoy? – Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allí.

“No voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voy…” la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado había dejado de funcionar.

¿Cómo era que este hombre, quién solo podía ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentía que estaba tratando de detenerse a sí misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se había abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.

Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. – ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahí? – ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de “su” Kyoko.

Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debía comenzar a arreglarse o Suki sería la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.

Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: – ¡Te veré luego! – “clic”… uno menos… falta uno.

Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien había gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podría haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centímetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenía mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.

Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, así como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué haría ella si recordara que solían vivir juntos? Él, ella y Toya… así podían protegerla.

Kyoko perdió el aliento al salírsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podía sentirlo tocándola incluso cuando no era así. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.

Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.

Kotaro quería poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella… atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella había usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Él se alejó de ella, sintiendo como se endurecía.

Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago… ¿por qué había venido de nuevo? Era importante.

Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que había recibido. – ¿Pasarías la tarde conmigo? – la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.

Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que sería muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, quería agradecer a Suki por mangonearle.

Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente – podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una película y quedarnos, o salir.

– Rentar una película y quedarnos en casa… – repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que quería hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió – al menos, eso era lo que quería hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo películas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo –. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.

Los hombros de Kotaro cayeron unos centímetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella quería que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentía? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y haría lo que fuera para hacerla sonreír y mantenerla a salvo al mismo tiempo.

Después de todo, había esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.

Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: – ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podría sumarme a la diversión –. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podía recurrir a acosarla… las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.

Kyoko sabía que Suki no estaría de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de “chicas”. También sabía que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguiría a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo había visto hacerlo muchas veces.

Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponía a ambos chicos en la misma habitación parecían actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenían corazones de oro y ella lo sabía. En una manera los quería a los dos… tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no quería herir los sentimientos de ninguno.

Pero una cosa que Kyoko sabía a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestaría en seguirla. Al menos esperaba que no.

– Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro día rentaremos películas o algo –. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.

Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podría contar con que ella no sería una de las próximas chicas desaparecidas.

Además, él sabía que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendría a salvo. Él quería ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejaría que nada le hiciera daño alguno.

Él la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentaría detenerla, él quería detenerla pero no lo haría. Con el tiempo ella tomaría su decisión.

Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un día duro por sus ojos. Siempre podía leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo había aprendido hacía más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.

– Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa –. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.


Kyoko sonrió. – Gracias, Kotaro –. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habían tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Él a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.

Se preguntó qué pensaría él si supiera que ella nunca había sido besada en los labios. Nadie lo creería a la edad de dieciocho, aún era tan pura… bueno, físicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. Culparía a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.

Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. – Solo recuerda, aún eres mi mujer –. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.

Él sabía que no cruzaría la línea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo prefería a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabía que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le había revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Él solo tenía que esperar a que se diera cuenta de nuevo.

Kotaro inhaló suavemente saboreando su perfume. Incluso ahora podía oler su pureza y sabía que ella no era de las que tomaban algo así a la ligera. Ella era muy inocente para el mundo real.

El pensamiento hizo que se desvaneciera la sonrisa de Kotaro. No estaba tan seguro de querer que ella supiera del lado oscuro de este mundo, no quería arriesgar su felicidad. Incluso él mismo no era lo que ella creía que era. Él sabía que ella lo aceptaría de todas formas, pero el recuerdo de enterrarla mantuvo sus labios sellados de hablar sobre el pasado. Algunas cosas eran mejor no ser recordadas.

Mientras Kotaro caminaba fuera del edificio y de vuelta sobre la acera, miró hacia arriba desde el patio debajo de la ventana de Kyoko preguntándose qué haría cuando se enterara sobre él. Y sí, le diría la verdad, solo que aún no. ¿Cómo explicas que eres mayor que cualquier humano normal y que tienes poderes como los que ella solo ha visto en las películas?

Kotaro sacudió la cabeza mientras comenzaba a volver hacia la universidad reflexionando sobre su siguiente movimiento en relación con las chicas desaparecidas.

Él sabía qué era lo que les estaba pasando y que era muy probable que estuvieran muertas o al menos muertas vivas. Sus ojos destellaron con ira solo por un momento, revelando el lado más oscuro de su alma de Lycan. Necesitaba atrapar el aroma de esos malditos chupasangres y el que los guio antes de que encuentren a Kyoko de nuevo.

Capítulo 3

Kyoko volteó el armario buscando lo que Suki le había dicho que compraron el fin de semana pasado. Soltó una risita recordando que Shinbe las había seguido a sus compras compulsivas ofreciéndoles dejarlas modelar lo que fuera sobre lo que necesitaran una opinión. Lo que lo remató fue cuando se infiltró en el vestuario de chicas y le habló a Suki a través de la cortina.

Shinbe había estado hablando en un tono de voz agudo para hacerle creer a Suki que él era la empleada del vestuario de chicas y se ofrecía a subirle el cierre.

Suki había dicho que sí a la oferta de ayuda y se dio vuelta de espalda a la cortina. Kyoko casi se cayó cuando Shinbe pasó volando por el vestuario para aterrizar golpeando la pared del otro lado.

Le había preguntado a Suki cómo se había dado cuenta de que era Shinbe, y Suki había respondido: – no creo que dejarían a una lesbiana trabajar en un vestuario de chicas, así que cuando puso sus manos dentro de mi vestido en vez de en el cierre, fue lo que le delató.

– Pobre Shinbe –. Suspiró Kyoko mientras sacaba una blusa blanca corta con vuelos y mangas de seda que tenían forma de campana y sueltas desde el codo hasta la muñeca. De verdad, pensó que era muy bonita. Le recordaba un poco a la bata de un ángel, pero sexy. Era suficientemente corta para mostrar su ombligo con la mini falda negra a la cadera que se había comprado.

Después de ponerse la ropa y encontrar los zapatos que quería, empujó el cabello detrás de sus orejas y algo de la parte de atrás hacia arriba con una banda elástica, dejando que el resto colgara atractivamente. Aplicando una pequeña cantidad de maquillaje y un collar del que colgaba una lágrima de cristal, se consideró lista para lo que fuera aquello en lo que la estaba metiendo Suki.

Secretamente deseó haberle podido decir a Kotaro a dónde iban, pero incluso ella no sabía qué responder a eso. Mordió su labio inferior dándose cuenta de que ya lo extrañaba, luego trató de empujar su sentimiento melancólico hacia un lado sabiendo que Suki lo detectaría.

Lo último que necesitaba esta noche era a su mejor amiga haciéndole un millón de preguntas que ella no quería responder.

*****

Shinbe pasó sus dedos por los reflejos azules que brillaban en su cabello oscuro mientras se apoyaba contra el marco de la puerta sonriendo. Se había ido corriendo a donde Suki cuando recibió una llamada de ella diciendo que no iba a estar en casa esta tarde y que no viniera.

– Se está engañando si cree que se va a deshacer de mí tan fácilmente –. Shinbe levantó una ceja mientras esperaba.

Cuando ella abrió la puerta con su cabello envuelto en una toalla, las primeras palabras de Shinbe fueron: – Ohh… ¿me perdí tu baño, Suki? – sonrió viendo la ceja de Suki crisparse. Tan pronto como había conocido a Suki y a Kyoko, había sentido la necesidad de quedarse cerca de ellas todo el tiempo. A menudo había salido en citas dobles con Toya y las chicas.

Suki sabía que Shinbe se consideraba “su novio” solo porque era el único con el que tenía citas, pero Suki nunca había accedido a la parte del grillete. Ella intentó esconder el rubor que amenazaba con elevarse y tomar posesión de su rostro mientras replicaba: – Tomaría blanqueador y una bola de demolición para limpiar una mente sucia como la tuya.

Se inclinó más cerca de ella bloqueando todo lo demás mientras sus ojos amatista se oscurecían atractivamente. – Si me dejas… entrar… creo que podríamos encontrar una razón para que tomes otro baño.

Suki sintió el latido de su corazón acelerarse ante el sonido de su voz ronca, y dio un par de pasos hacia atrás mientras Shinbe daba varios pasos al frente cerrando la puerta detrás de él. Decidiendo no dejarlo tener ventaja, le dio su mejor mirada de advertencia y fue recompensada cuando él detuvo su persecución hacia ella. Si él alguna vez se enterara de cuánto dominio él ejercía sobre ella… a ella le caería muy bien.

– Eh, Shinbe, mira, tengo que terminar de alistarme porque tengo planes esta noche con una amiga. Ya te había dicho por teléfono, ¿te acuerdas? – Ella sabía que él vendría de todas formas… por ninguna otra razón, sino para intentar averiguar a dónde iba.

Tomando la toalla de su cabeza, su largo cabello aún mojado, Suki fue al baño aun hablando suficientemente alto para que él pudiera escucharla. – Podemos hacer algo mañana a la noche, ¿okey?

Shinbe se apoyó contra el bar que separaba su cocina de la sala de estar. Estaba a punto de comenzar a expresar su opinión en voz alta, cuando su mirada cayó en un volante que descansaba sobre la encimera. Levantándolo, rápidamente escaneó la página. Ambas cejas se levantaron en señal de esclarecimiento.

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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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