Читать книгу Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas - Amy Blankenship, Amy Blankenship - Страница 2
ОглавлениеUna Luz en el Corazón de las Tinieblas
Serie El Guardián del Corazón de Cristal. Libro 4
Author: Amy Blankenship, RK Melton
Translated by Guardian19
Copyright © 2010 Amy Blankenship
Edición en inglés Publicado por Amy Blankenship
Segunda Edición Publicado por TekTime
Todos los derechos reservados.
CapÃtulo 1
La Leyenda del Corazón del Tiempo
Los mundos pueden cambiar... pero las verdaderas leyendas nunca se desvanecen.
La obscuridad y la luz han estado constantemente en guerra desde el principio de los tiempos. Los mundos se forman y pulverizan bajo los pies de sus creadores, y sin embargo, en la actualidad, nunca ha sido cuestionada la necesidad de lo bueno y lo malo. Pero a veces se agrega un nuevo elemento a la mezcla... La única cosa que ambos lados quieren, pero que solo uno puede tener.
De naturaleza paradójica, el Guardián del Corazón de Cristal es la constante por la que ambos lados han luchado por obtener. La roca cristalina tiene el poder de crear y destruir el universo conocido, pero también puede acabar con todo el sufrimiento y los conflictos en el mismo soplo. Algunos dicen que el cristal tiene mente propia... otros dicen que los dioses están detrás de todo.
Cada vez que el Cristal ha aparecido, sus Guardianes han estado listos para defenderlo de quienes quieren usarlo con fines egoÃstas. Las identidades de los Guardianes permanecen invariables, y aman con la misma ferocidad sin importar el mundo o el tiempo.
Una chica está en medio de estos antiguos guardianes y es el objeto de su afecto. Ella tiene dentro de sà el poder mismo del Cristal, es su portadora y la fuente de su poder. Las lÃneas se difuminan con frecuencia y, al defender el Cristal, lentamente cambian para defender a la Sacerdotisa de los otros Guardianes.
Esta es la copa de la que bebe el corazón de la obscuridad. Es la oportunidad de debilitar a los Guardianes y hacerlos vulnerables para atacar. La obscuridad desea el poder del Cristal y a la chica de la misma forma que un hombre desea a una mujer.
Dentro de cada una de las dimensiones y realidades se puede encontrar un jardÃn secreto conocido como el Corazón del Tiempo. Allà se encuentra arrodillada la estatua de una joven Sacerdotisa humana rodeada de una magia milenaria que oculta y preserva muy bien su tesoro secreto. La doncella extiende sus manos como si esperara que le colocaran algo sumamente valioso en sus manos.
La leyenda dice que ella está esperando a que la poderosa piedra conocida como el Corazón de Cristal del Guardián vuelva a ella.
Solo los Guardianes conocen los verdaderos secretos detrás de la historia de la estatua y su origen. Antes de que los cinco hermanos existieran, sus ancestros, Tadamichi y su hermano gemelo, Hyakuhei, protegieron el Corazón del Tiempo durante el perÃodo más oscuro de su historia. Por siglos, los gemelos protegieron el Sello que evitaba que el reino demonÃaco se solapara con el mundo humano. Esta era una obligación sagrada, las vidas de tanto los humanos como de los demonios debÃan mantenerse a salvo y secreta unas de las otras.
Inesperadamente, durante su reinado, un pequeño grupo de humanos accidentalmente cruzó al mundo de los demonios debido al Cristal sagrado. Durante un tiempo de confusión, los poderes del Cristal causaron una fisura en el Sello que habÃa separado las dimensiones. El lÃder del grupo humano y Tadamichi rápidamente se volvieron aliados, haciendo un pacto para cerrar la fisura en el Sello y mantener ambos mundos separados por siempre.
Pero en ese tiempo, Hyakuhei y Tadamichi se habÃan enamorado de la hija del lÃder humano.
La fisura habÃa sido reparada por Tadamichi y el padre de la chica contra los deseos de Hyakuhei. La fuerza del Sello habÃa aumentado diez veces, separando el peligroso triángulo amoroso por siempre. El corazón de Hyakuhei estaba destrozado⦠incluso su hermano de sangre, Tadamichi, lo habÃa traicionado asegurándose de que él y la Sacerdotisa estuvieran separados por la eternidad.
El amor puede convertirse en la cosa más maligna una vez perdido. El corazón roto de Hyakuhei se volvió rencorosa y celosamente malicioso, causando una batalla entre los gemelos, terminando con la vida de Tadamichi y separando sus almas inmortales. Esos fragmentos de inmortalidad crearon cinco nuevos Guardianes para custodiar el Sello y protegerlo de Hyakuhei, quien se habÃa unido con los demonios en su reino.
Prisionero dentro de la obscuridad en la que se habÃa convertido, Hyakuhei desechó todo pensamiento de proteger el Corazón del Tiempo⦠en cambio, puso su energÃa en remover el Sello por completo. Sus largos encierros a medianoche, alcanzando más allá de sus rodillas y un rostro perteneciente únicamente al más seductor, ocultaba la verdadera maldad escondida en su apariencia angélica.
Mientras la guerra comienza entre las fuerzas de la luz y la obscuridad, la estatua santificada emite una intensa y cegadora luz azul como señal de que la joven Sacerdotisa ha renacido y que el Cristal ha resurgido en el otro lado.
La batalla entre el bien y el mal comienza realmente, y mientras los Guardianes son atraÃdos hacia la Sacerdotisa y se disponen a protegerla, asà como a la entrada hacia el otro mundo donde la obscuridad domina el mundo de la luz.
Ãsta es una de sus muchas aventuras épicasâ¦
*****
Por siglos la luna roja ha sido siempre sÃmbolo del portador de la muerte. Aquellos que veÃan ese sÃmbolo mortÃfero tenÃan miedo de perder sus vidas ante el arrullo del eterno sueño que prometÃa. En la distancia, un grito que congelaba las venas se escuchó a kilómetros mientras el peligroso sÃmbolo se asentaba en lo alto del cielo nocturno.
En un claro del bosque habÃan dos solitarias figuras de pie: una estaba herida, respirando con dificultad con una de sus dagas gemelas en su mano, la otra se erguÃa amenazante sobre ella, una sonrisa de suficiencia agraciaba su inhumanamente hermoso rostro. Unos depredadores ojos rubà observaban a su vÃctima bajo la luz de la luna esperando su siguiente movimiento. La piel antinaturalmente pálida de Hyakuhei parecÃa brillar en la noche, dándole la apariencia de un sicario angelical.
â ¡Nos has matado sin muerte! â gruñó Toya, enseñando sus alargados colmillos. Sus ojos de polvo de oro ardÃan en odio hacia el hombre de pie a su lado. Una vez fue su amigo⦠el hermano de su propio padre⦠ahora su enemigo mortal. â ¡Eres un bastardo!
â Dices eso ahora con convicción, pero yo te di vida eterna, te entrené y te cuidé. Te amé a ti y a tu hermano como si fueran mÃos â. Sus ojos escarlata brillaron con furia ante el insolente, era solo un niño delante de él.
â Tú llamas el convertirnos en monstruos⦠¿amor? ¡Te robaste nuestras vidas! ¡Me convertiste para intentar forzar a mi hermano a convertirse en uno de los tuyos! Nos mentiste, dijiste que podrÃas deshacer la maldición si nos unÃamos a ti â. Su aliento se acabó en un siseo furioso mientras continuaba.
â ¡Si no fuera por tu retorcida fascinación por mi hermano, serÃamos humanos normales, viviendo vidas normales como una familia, no como las criaturas de la noche, sedientas de sangre en las que nos convertiste! â de los ojos de Toya salieron lágrimas amargas de rabia y traición volviéndolas inquietantemente plateadas.
â ¡Eres un tonto por creer que alguna vez fueron normales! â la voz de Hyakuhei tenÃa el malicioso indicio de la amargura. â Tú y tu hermano lloran erróneamente por algo que nunca podrÃan obtener â. Su voz se suavizó por un momento mientras se tragaba los recuerdos de su hermano gemelo⦠de su padre. â No importa â. Sus ojos se encendieron mientras se enfocaba en Toya. â Eres como tu padre⦠egoÃsta.
â ¡La muerte de tu padre fue la que los dejó a mi cuidado! Tú y tu hermano me pertenecen y siempre tomo lo que es mÃo. Tendré su obediencia una vez que termine contigo â. La garra de Hyakuhei se flexionó en anticipación, ansiosa de sentir la sangre del joven caer por sus mortÃferas uñas. â ¡Eres tú quien ha traicionado a su propia carne y sangre!
Toya giró en cÃrculo escuchando a la odiada voz mientras Hyakuhei temblaba y desaparecÃa solo para reaparecer al otro lado de donde estaba. Ãl sabÃa que el vampiro estaba jugando con él, pero Toya ya no le tenÃa miedo. El miedo habÃa muerto con ellaâ¦
â ¿Por qué la asesinaste? â demandó Toya siseando con la voz llena de rabia y desesperación. â ¿Por qué pensaste que al matarla obtendrÃas el Cristal? ¡Nunca! Ella se negó a darte ese poder y te enfureció, ¿no, Hyakuhei? â le gritó mientras giraba, tratando de seguir a su enemigo mientras Hyakuhei lo rodeaba con intenciones mortales.
â No era un secreto de que la querÃas para ti â. La mano de Toya se apretó alrededor de su daga con furia recordando la mirada obsesiva⦠el acoso⦠la visión de su cuerpo sin vida.
â Cualquiera con ojos podÃa ver la forma en que la mirabas cuando pensabas que Kotaro o yo no prestábamos atención â. Se le acabó el aliento en un sollozo al voltearse por un momento sabiendo que Kotaro y él la habÃan amado⦠se habÃan peleado con Hyakuhei y entre ellos por ella. Nadie habÃa ganado. â Te vimos.
â ¡Kyoko era mÃa y siempre lo será! â gritó Toya, su furia al perder a quien habÃa amado más que a respirar⦠se habÃa ido. Ella habÃa sido la luz en las tinieblas en la que se habÃa convertido su mundo.
Ella era la razón por la que habÃa desafiado a Hyakuhei. Ahora su razón para resistirse se habÃa ido y Toya sintió el fuego de su alma elevarse a una temperatura alarmante. Ãl la habÃa encontrado acostada sin vida con una pequeña daga atravesando su corazón. En el fondo sabÃa⦠él y Kotaro sabÃan⦠que Hyakuhei la habÃa matado de alguna forma.
Los ojos negros de Hyakuhei se volvieron un tono más oscuros mientras miraba al hijo menor de su hermano con desprecio. â Ah, sÃ, el escurridizo Corazón de Cristal del Guardián⦠tal poder no le pertenece a un chiquillo tonto como tú. Los seres más poderosos han ido en busca del Corazón de Cristal del Guardián⦠¿pensaste que eras el único, querido muchacho? No solo los vampiros, sino también los inmortales y hechiceros, incluso los lobos comparten ese deseo de reunir tal poder.
â ¿No te das cuenta de qué sucederÃa si los Lycan la hubiesen reclamado primero? â los ojos de Hyakuhei se volvieron carmesà al pensar en Kotaro, lÃder de las tribus de los Lycan, obteniendo tal poder. Su rabia aumentó mientras recordaba el aroma de Lycans en la carne de ella esa misma noche. Ãl no esperarÃa y dejarÃa que sucediera algo tan peligroso.
â No, muchacho descuidado, ya me he hecho cargo de la Sacerdotisa que llevaba el Cristal dentro de ella â. Los ojos de Hyakuhei se endurecieron al pensamiento de la pequeña mentira.
En realidad⦠no habÃa matado a la chica. Ella se suicidó para evitar que el Cristal cayera en manos de Hyakuhei. La habÃa tenido en su poder listo para obtener el poder que llevaba dentro de ella. El poder del que hablaba la leyenda, si pudiera ser cierto⦠hubiese permitido a su obscuridad caminar en la luz⦠y alimentarse de ella.
Sus dedos aún se estremecÃan por el más breve toque de su piel. Hyakuhei se habÃa parado detrás de ella⦠sintiendo el calor de su cuerpo con su mano frÃa. Sus ojos color esmeralda se habÃan vuelto para enfrentarse a los suyos por tan solo un segundo para desafiarle. Ãl tan solo la habÃa querido probar, pero era muy tarde, él ya habÃa visto la daga en su mano mientras desaparecÃa rápidamente dentro de su pecho. Ãl hubiese podido convertirla y compartir todo con ella⦠pero ella ya habÃa rechazado su generosa oferta.
La valiente pero tonta mujer creyó que al suicidarse, custodiarÃa el poder del Cristal lejos de él por siempre. Pero por siempre era un tiempo muy largo para intentar esconderse de él.
â ¡Ella renacerá! â gritó Toya con angustia, sabiendo que habÃa fallado al protegerla de la ira de Hyakuhei. La culpa de no haber estado ahà para salvarla lo estaba comiendo desde adentro. Ella habÃa sabido que Toya era un vampiro, una criatura de la noche. Aun asÃ, ella no le habÃa dado la espalda; al contrario, se habÃa vuelto su amiga: Kyoko le habÃa confiado su propia vida.
Toya en su mente recordó el tiempo en el que la conoció⦠cayó de rodillas y agarró la tierra con sus puños mirando sus lágrimas caer. â ¡No fue suficiente tiempo! â negó gritando en silencio.
Ãl solo la habÃa conocido durante un perÃodo muy corto: seis ciclos lunares. Cuando la conoció por primera vez, él solo habÃa querido el Cristal⦠el Cristal que, al principio, ella ni siquiera era consciente de estar llevando dentro de ella. Pero él podÃa verlo brillar dentro de ella⦠llamándolo. Entonces, algo habÃa cambiado. Toya se encontró tratando de protegerla en vez de tratar de quitarle el Cristal.
Desde que ella se habÃa estrellado contra su mundo oscuro, Toya habÃa encontrado la verdad detrás de la leyenda del Corazón de Cristal del Guardián, cosas de las que ni Hyakuhei se habÃa dado cuenta. HabÃa querido decirle a su hermano los secretos, pero Hyakuhei le habÃa hecho imposible encontrar a Kyou a tiempo. Ahora era demasiado tarde.
â Nunca tendrás la luz del Cristal en la obscuridad⦠¡Encontraré a Kyoko de nuevo y mantendré el Cristal lejos de ti! â la voz de Toya era dura por su deseo de venganza. â Ella vivirá de nuevo y yo estaré esperándola â. Una inadvertida y solitaria lágrima plateada se deslizó por su mejilla mientras gritaba. â ¡Juntos! ¡Ella y yo encontraremos otra forma de liberar a Kyou de ti!
Hyakuhei caminó más cerca de Toya y una risa ahogada provenÃa de dentro de su pecho: â Oh, sÃ, mi querido Toya, ella vivirá de nuevo. El Cristal volverá a este mundo y yo seré, no solo el que reclamará su poder, sino a la chica también. En cuanto a mi precioso Kyou⦠estoy seguro de que puedo encontrar algo con lo que ocupar el tiempo de tu hermano hasta que ese dÃa llegue.
Toya gruñó gravemente en su garganta sabiendo que era una espada de doble filo. â Mantén tus intenciones enfermizas para ti mismo. Encontraré una forma de hacernos normales de nuevo. Y a ti⦠¡te daré muerte! â terminó con un grito mientras el viento comenzaba a aullar perversamente a través del claro.
La daga en su mano destelló en un arco de luz plateada apenas rozando la túnica oscura que embellecÃa a Hyakuhei. Toya no podÃa creer lo rápido que era su oponente pero tenÃa el ceño fruncido con determinación. Una segunda daga apareció en su otra mano y se abalanzó con ella, inmediatamente seguida por la primera.
Hyakuhei esquivó las hojas mortÃferas con la ayuda de los siglos de entrenamiento que habÃa soportado. Los humanos eran criaturas muy sencillas de derrotar y Toya, aunque convertido, era bastante humano en su manera de pensar⦠aún un chiquillo en los ojos de un vampiro.
Hyakuhei debÃa admitir que de alguna manera proteger a la Sacerdotisa habÃa envejecido el poder de Toya casi al nivel de un anciano. Llevar a la Sacerdotisa lejos de él habÃa servido para dos propósitos. Sin su razón para pelear, el poder de Toya se habÃa reducido enormemente.
La mano izquierda de Hyakuhei arremetió contra Toya atrapando sus muñecas en un agarre demoledor. Toya no tenÃa manera de defenderse cuando la garra derecha del vampiro cortó cruelmente su mejilla.
Los ojos plateados se estrellaron con los ojos carmesà por un momento suspendido en el tiempo, mientras Hyakuhei retraÃa sus garras. Sus labios insinuaron una sonrisa envenenada, mientras estiraba su mano para golpear gentilmente la herida que acababa de hacerle tan brutalmente. â Es una pena desperdiciar tanta perfección⦠tanta como la de tu hermano â. Lamió las gotas de sangre recién derramada de su dedo antes de añadir: â pero no puedo tener tu rebelde amor distrayendo a Kyou de mÃ.
Cuando sintió que sus muñecas se liberaban, Toya dio un paso hacia atrás y trató de bloquear el siguiente ataque que iba hacia su torso. Gruñó del dolor cuando la sangre se derramó de los tajos de su pecho. Presionando uno de sus brazos sobre sus heridas, sus ojos dorados se abrieron como platos mientras se tambaleaba hacia atrás, y esta vez, Hyakuhei lo dejó.
Toya podÃa sentir los huesos rotos de sus muñecas rechinando uno contra el otro y tenÃa que concentrarse solo para evitar que sus dagas cayeran al suelo. Mirando hacia el hombre que odiaba más que a la muerte, Toya trató de deshacerse del dolor sabiendo que no era un juego, que hasta los muertos vivientes pueden morir.
â Tú, niño tonto, ¿pensaste que podrÃas salvas a tu hermano matándome? Apenas puedes sostener tus cuchillas ahora, mucho menos podrás atentar contra mi vida â se burló Hyakuhei. Luego su rostro se volvió sereno, su enfado desapareció de repente. La brisa nocturna levantó las puntas de su largo cabello negro dando la impresión de estar vivo.
â Nunca tuviste alguna oportunidad, pequeño. Te ayudaré a descansar para que asà no vuelvas a sentir más dolor â murmuró Hyakuhei, suavizando sus ojos hacia el hombre herido como un padre regañando a un hijo caprichoso.
Los ojos plateados destellaron rojo de indignación por sus palabras. â Nunca tendrás a mi hermano, ¡tú hijo de perra! Mientras tenga vida en su cuerpo, ¡Kyou no te dejará ganar y tampoco yo! â gritó Toya atacando a la figura vestida de negro en un último intento por salvar su alma inmortal.
Hyakuhei desapareció en un parpadeo antes de que la daga de Toya pudiera penetrar en el frÃo corazón escondido dentro de su intemporal cuerpo. Penetrantes órbitas rojas relucieron, hambrientas de derramar sangre del joven que pensó en desafiarlo.
Su forma oscura levitaba muy arriba⦠se detuvo por un momento antes de descender para atacar a su presa.
Los sentidos de Toya estaban gritando peligro mientras sentÃa la amenaza inminente a su existencia, pero aún no era suficientemente habilidoso para detallar desde dónde venÃa su atacante. Buscó alrededor frenéticamente pero tenÃa sus sentidos ahora opacados por la pérdida de sangre de sus heridas⦠junto con la herida escondida dentro de su corazón, Toya sintió su miedo aumentando.
Le dolÃa el corazón por las palabras que su llamado âpadreâ le arrojó. â No puedo dejarte ganar, monstruo. La vida de mi hermano depende de ello â susurró Toya a través de su dificultosa respiración, haciendo que sus palabras tronaran en sus propios oÃdos.
Un frÃo agudo subió por su espinazo mientras miraba al cielo nocturno. Sus ojos se abrieron con mucho terror ante la visión de lo que sabÃa era el final dado⦠nunca la habÃa visto desde el receptor. âAsà que⦠asà es como es â se filtró el pensamiento por su mente atormentada.
Trató de moverse pero una fuerza desconocida lo incapacitó. Sus ojos se detuvieron en una mirada mortal. Los ojos rojos penetraron su misma alma y Toya supo que la muerte estaba cerca.
El grito atascado en su garganta fue reemplazado por un balbuceo. Sus ojos plateados se destiñeron a dorado de nuevo y se encontraron con los ojos carmesà de su asesino mientras el tiempo parecÃa detenerse. Su cuerpo comenzó a sentirse entumecido antes de mirar hacia abajo entre sus cuerpos.
Lágrimas cayeron de los ojos de Toya mientras el color dorado de sus ojos comenzaba a desvanecerse. â Te he fallado, por favor perdóname⦠Kyoko⦠Kyou â fue su último pensamiento mientras exhaló su último aliento.
PodÃa sentir el latido de su corazón alejarse lentamente llevándose el dolor consigo. Los misterios se desvelaron poco a poco con sus últimos latidos, y susurró con una pregunta inquieta: â Kyoko⦠¿cuánto tiempo has estado aquÃ?
Mirando con una enfermiza sensación de placer, la figura vestida de negro con los abrazadores ojos rojos sonrió con satisfacción. Lentamente los bajó a ambos a la dura y apisonada tierra. Su mano con garras estaba incrustada profundamente en el pecho del joven con ojos como el sol.
Hyakuhei arrancó agresivamente el corazón que habÃa dejado de latir.
Mirando a los ojos sin vida de Toya, susurró: â Siempre me pregunté cómo se verÃan los ojos de Kyou cuando lloraba⦠apuesto a que serán hermosos â. Se inclinó hacia abajo y besó a Toya en la frente antes de levantarse a voltearse para encarar al hombre que acababa de aterrizar a una corta distancia detrás de él.
Una sonrisa sádica apareció en sus labios mientras sostenÃa el corazón sangrante y esperó que Kyou cerrara la distancia entre ellos. â Para ti, mi mascota, ahora no hay nada que se interponga entre nosotros â. Se escuchó su voz en la brisa nocturna.
Sus ojos se estrecharon con disgusto mirando al corazón fresco que Hyakuhei sostenÃa hacia él. ¿Tanto tiempo habÃa pasado Hyakuhei como un muerto viviente que para él la muerte era un regalo?
Asqueado, Kyou se dio vuelta ante la perturbadora vista. HabÃa sentido la angustia de su hermano y habÃa venido a investigar. En su lugar, encontró a su llamado âpadreâ y ya no podÃa sentir el aura de su hermano.
Algo estaba terriblemente mal y Kyou podÃa sentir los nervios a flor de piel en señal de amenaza.
No podÃa ver al dueño del corazón que aún goteaba su vida de la mano del viejo vampiro desde que Hyakuhei le habÃa bloqueado la visión. Le molestaba que lo retuvieran mientras buscaba a su hermano menor. No habÃa puesto un ojo en su hermano en más de un año, excepto esa noche⦠sabÃa que Toya lo necesitaba. DebÃa ser importante para que Kyou hubiera sentido el llamado con tanta fuerza.
Percibiendo la anticipación en el hombre que estaba delante de él, los ojos dorados de Kyou se encontraron con los de Hyakuhei. â ¿El alma de quién robaste esta vez? â Preguntó con desprecio en su voz.
â ¿Por qué no vienes a ver, mi mascota? Estoy seguro de que estarás sumamente sorprendido. Es mi regalo para ti â. Una sonrisa cómplice alumbró sus rasgos ensombrecidos cuando Hyakuhei se hizo a un lado⦠dejando una clara vista de su vÃctima. Extendió su mano lentamente hacia Toya, Kyou se volteó para mirar hacia abajo al cuerpo en el suelo.
La mirada de Kyou siguió la de Hyakuhei mientras se acercaba lentamente, confundido ante la importancia de la identidad de esta vÃctima. Sus ojos dorados se abrieron como platos ante la forma desplomada en la tierra mientras una mala sensación de mal agüero subÃa por su espinazo. Su corazón comenzó a acelerarse cuando vio los reflejos plateados brillantes que resaltaban en el cabello negro como la noche que le resultaban familiares, ahora enmarañado y apelmazado con sangre y mugre que se extendÃa sobre el rostro del hombre como si intentara esconder su verdadera identidad.
Sintió todo su ser gritar con furia y negación del conocimiento de que ahora miraba a la silueta masacrada de su hermano perdido. â ¡NO! â rugió Kyou echando la cabeza hacia atrás. Lágrimas llenaron sus ojos mientras se volteaba para encarar al responsable. â ¿Qué has hecho? â gruñó y se lanzó hacia adelante deteniéndose apenas a pocos centÃmetros del asesino de su hermano. Sus ojos dorados como el sol sangraron rojo⦠él mostró largos colmillos como un perro rabioso. Flexionando su garra esperó la confesión con la ira apenas contenida.
â Solo lo que deberÃa haber hecho desde el inicio⦠quitar al que no te apreció como yo â. La expresión de Hyakuhei se suavizó por un breve momento mientras observaba a su hijo favorito.
Le habÃa dado toda su atención y afecto desde que le dio el regalo de la oscura inmortalidad⦠pero Kyou no habÃa sido feliz. Era la tristeza en la mirada de Kyou lo que lo habÃa atraÃdo asÃ⦠la soledad dentro de él era agradable e imitaba la melancolÃa de Hyakuhei. HabÃa convertido al hermano de Kyou, Toya, con esperanza de ganar la devoción de su apreciada posesión. Pero⦠eso solo habÃa molestado más a Kyou.
Hyakuhei miró las agridulces lágrimas que se formaban en los ojos de Kyou y supo que estaba en lo cierto⦠Kyou era más divino cuando lloraba.
En ese momento, algo muy dentro de Kyou se rompió como un afligido y desgarrador grito que rasgaba su cuerpo. Con una ira cegadora, atacó al asesino de su hermano, colmillos al aire y garras cortantes. â ¡Voy a arrancarte el corazón y dejar que las criaturas de la noche desgarren tu cuerpo por lo que has hecho!
El hombre malvado esquivó con habilidad el ataque y en una imagen borrosa y negra, dejó a Kyou sujeto contra el suelo. Con una calma que no se reflejaba en las profundidades de sus ojos color rubÃ, Hyakuhei se inclinó cerca de él, centró su mirada en el rostro que tanto le encantaba⦠la cara de su propio hermano.
â Hice lo que era necesario para nosotros. Toya no querÃa que tuvieras mi regalo y buscaba alejarlo de ti. Entenderás con el tiempo â. Murmuró con sus suaves labios que cepillaban brevemente los gruñidos mientras decÃa esas palabras.
Con una fuerza que no sabÃa que poseÃa, Kyou lanzó violentamente al ofensivo hombre a seis metros de distancia de su cuerpo tembloroso. Deslizó su antebrazo por su boca asqueado, gruñendo peligrosamente.
â Bien, bien, pequeño, cálmate â. Hyakuhei lo arrulló mientras se levantaba y se limpiaba el polvo. Sus ojos brillaban con una promesa, mientras su cuerpo temblaba ligeramente y se desvanecÃa en la noche. â Estaré esperando⦠esperando por ti⦠mi mascota.
El mundo de Kyou se hizo añicos a su alrededor al mirar hacia abajo al cuerpo sin vida de su hermano. â Vengaré la muerte de mi hermano y pasaré el resto de la eternidad persiguiéndote si lo tengo que hacer. Cuando te encuentre, pagarás por esto, Hyakuhei.
Temblando, se arrodilló lentamente y con gentileza levantó el cuerpo de Toya hacia su pecho, acunando su cabeza con delicadeza. El cabello de su pequeño hermano habÃa caÃdo de su rostro haciendo que la visión de Kyou se empañara mientras trataba de evitar que se desbordaran sus lágrimas, sin éxito. ParecÃa que Toya solo estaba dormido, en paz por primera vez en mucho tiempo.
Miró sus lágrimas caer a la mejilla de Toya y Kyou sintió su corazón romperse. Abrazando con fuerza a su amado hermano contra sÃ, Kyou suspiró con voz temblorosa: â Toya, por favor, perdóname por no llegar aquà a tiempo â. Su respiración temblaba dentro de él al tiempo que cerraba sus ojos fuertemente con dolor. â SabÃa que me necesitabas⦠debà haberte salvado.
La mente de Kyou regresó al dÃa en que Hyakuhei lo convirtió en lo que era ahora, al dÃa siguiente de la muerte de su padre. Kyou sabÃa que Hyakuhei solo lo querÃa a él, y Toya solo era un niño pequeño. Asà que para proteger a Toya, Kyou se fue con su tÃo aunque su hermano pequeño le llorara para que no se fuera.
Aún podÃa recordar el recelo en los dorados ojos de Toya mientras fulminaba con la mirada a Hyakuhei por atreverse a alejar de él a su hermano mayor. El recuerdo de esa mirada acechante fue la que habÃa ayudado a Kyou a alejarse de su hermano durante varios años para protegerlo.
Cuando Toya creció, Kyou se encontró anhelando verlo, visitándolo en secreto y observándolo desde la distancia, viendo cómo su hermano vivÃa la vida que él no podÃa. Ver a Toya desde las sombras habÃa sido la única felicidad durante esos dÃas oscuros. A menudo entraba a hurtadillas en la habitación de Toya para verlo dormir.
Se habÃa enterado de que Hyakuhei lo seguÃa y lo observaba observar a Toya: él nunca hubiese puesto a Toya en un peligro como ese. Su tÃo habÃa convertido a Toya porque pensó que era lo que Kyou habÃa querido. Era culpa suya que Toya hubiera muerto la primera vez.
Toya habÃa peleado contra su tÃo durante la conversión y después. Mientras sus discusiones se volvÃan más violentas, Kyou trató de mantener la atención de Hyakuhei alejada de su hermano. Entonces Toya habÃa comenzado a hablar sobre una cura para los vampiros⦠el Corazón de Cristal del Guardián. HabÃa jurado que lo encontrarÃa y curarlos a ambos.
Toya habÃa conseguido su cura en la muerte.
Haciendo lo mejor que podÃa para evitar mirar a la cavidad vacÃa donde una vez estuvo el corazón de su hermano, Kyou se levantó llevando el cuerpo de Toya lejos de la escena para darle un entierro apropiado.
Ya no podÃa sentir la presencia de Hyakuhei, pero sabÃa que estaba cerca, observándolo de alguna forma, siempre observándolo. Kyou entendió ahora que tendrÃa que irse, esconderse hasta que fuera lo suficientemente fuerte para derrotar la maldad que le habÃa arrebatado la única cosa que le era preciada: su hermano pequeño. Se deslizó más allá de la obscuridad dejando aquel claro en un silencio total.
Kamui respiró un suave suspiro de alivio cuando los hermanos se fueron y bajó su barrera de invisibilidad de alrededor de la forma magullada de Kotaro. Mirando abajo al Lycan, Kamui supo que tomarÃa un tiempo para que las heridas de Kotaro sanaran, no solo las heridas en su cuerpo, sino también las heridas que ahora yacÃan muy dentro incrustadas en su corazón.
â Vamos â. Susurró Kamui, halando uno de los brazos de Kotaro por encima de sus hombros y ayudándole a levantarse. â Hyakuhei no ha ido muy lejos y necesito sacarte del campo abierto â. Sus ojos brillaron del color del polvo de arcoÃris mientras trataba de retener sus propias lágrimas. Fue en vano porque pudo sentirlas calientes corriendo por sus mejillas.
Tanto se habÃa perdido en el periodo de un par de fatales horas, él sabÃa ahora que realmente era más oscuro que lo oscuro. No perderÃa a Kotaro también.
â No lo odiaba tanto â. Susurró Kotaro, mirando tristemente hacia el lugar donde el cuerpo de Toya estuvo tumbado momentos atrás. Ambos habÃan amado a Kyoko y ella les habÃa tenido afecto a ambos de vuelta, nunca escogió a uno por encima del otro cuando peleaban, hasta esta noche. Los destinos solo le habÃan dado unas pocas horas, y al menos Toya no tenÃa conocimiento de ello.
Su mano se curvó en un puño y lo tensó. Toya se hubiese enojado, pero estarÃa vivo. â PreferirÃa enfrentar su ira⦠esto no⦠esto no â. Su voz flaqueó.
Los dos habÃan tratado de protegerla, pero ahora Toya⦠los ojos azul hielo de Kotaro nadaron con lágrimas sin derramar. â Nunca lo odié.
â Ãl sabÃa que no â. Le dijo Kamui llevando a Kotaro en la dirección del único lugar seguro que conocÃa: al hechicero, la casa de Shinbe. Necesitaba decirle a su amigo acerca del destino de Toya⦠y el de Kyoko. Shinbe sabrÃa qué hacer, de alguna forma, siempre lo sabÃa.
â Mataré al bastardo de Hyakuhei â. Gruñó Kotaro tirando de Kamui en contra de su represión, y su naturaleza de Lycan salÃa a la superficie. â La mató, y mató a Toya por ella. Cuando lo encuentre deseará haber nacido humano.
Como si el aire hubiese sido sacado de golpe de dentro de él, el cuerpo de Kotaro se estremeció. SabÃa que Toya era mucho más fuerte de lo que habÃa reconocido, pero sin Kyoko para proteger, Toya perdió su voluntad de pelear. Hyakuhei supo eso antes de que la pelea comenzara.
La pena de Toya lo habÃa exaltado, lo habÃa vuelto impaciente. â Si tan solo hubiese esperado unos momentos más, Kyou pudo haberlo salvado â. La tristeza colgaba de cada sÃlaba mientras Kotaro limpiaba con rabia las lágrimas que silenciosamente dejaban rastro en sus mejillas.
â QuerÃa salvarlos a ambos⦠Kyoko â. El dolor de su cuerpo debilitado era demasiado mientras cerraba sus brillantes ojos azul hielo y se rindió a la nada que calmarÃa el dolor por un corto tiempo.
Kamui asintió levantando el cuerpo blando de Kotaro y lo cargó. â Has hecho suficiente. Descansa por ahora â. Susurró. â Es mi turno de hacer de salvador.
CapÃtulo 2
A la hora antes del amanecer, Kamui merodeó por encima de una tumba sin nombre. Los dos hombres parados a su lado eran lo que le quedaba. HabÃa observado a Shinbe usar sus poderes telequinéticos para remover la tierra de la tumba de Toya y expandirla lo suficiente para dos cuerpos.
Shinbe y Kotaro ahora tenÃan la misma expresión de tristeza y fuerza terca. Kamui sabÃa que intentaban mantenerse fuertes por él, pero podÃa ver a través de la melancolÃa que ambos escondÃan.
Todos clavaron sus ojos en la tumba, la dura realidad de ella hundiéndose allÃ. No se suponÃa que las cosas terminaran asÃ⦠no se supone que el lado bueno pierda, o muera. Shinbe los habÃa ayudado a decidir qué hacer. Recuperaron el cuerpo de Kyoko, la habÃan traÃdo a la tumba donde Kyou habÃa puesto el cuerpo de su hermano, y los enterraron juntos.
Toya lo hubiese querido asÃ, era lo único que se sentÃa correcto.
Kamui habÃa sido incapaz de cargar el cuerpo de Kyoko al lugar de la tumba una vez que lo encontraron. No era la sangre que la rodeaba lo que le molestaba, era simplemente desgarrador ver a alguien tan bueno y puro que alguna vez tuvo tanta luz dentro de ella, que te dolÃan los ojos de verla acostada ahà en la obscuridad con los ojos abiertos y ciegos.
Sintiendo el shock de Kamui y viendo que sus manos temblaban, Kotaro se adelantó y la levantó con cariño entre sus brazos tratando con todas sus fuerzas de ignorar la rigidez en sus extremidades como las sintió. No podÃa permitirse sentir otra cosa que no fuera rabia y tristeza en ese momento. Si él hubiese dejado entrar el resto y lo mucho que la habÃa amado, se hubiese desplomado sobre sus rodillas, la pena le pesaba mucho.
Ver la mirada en el rostro de Kamui fue suficiente para ayudarlo a controlar sus propias emociones⦠también ayudó el entumecimiento que sentÃa. Kamui no era humano, tampoco era criatura⦠lo que sea que fuera, su corazón se rompÃa. Kotaro decidió que de ahora en adelante vigilarlo serÃa su asunto, aunque el chico probablemente no lo necesitara.
Kamui limpió las lágrimas de sus ojos, tratando de ser fuerte como Kotaro y Shinbe. Su incontrolable cabello morado se ondulaba al viento mientras miraba hacia la tierra recientemente removida. Se habÃa quitado su túnica y gentilmente los envolvió en ella para aumentar el poder del hechizo que estaba por lanzar.
Cerrando sus ojos brillantes entrelazó sus dedos, entretanto unas alas igualmente iluminadas brotaron de su espalda en un ajetreo de plumas. Brillaron con unos colores muy intensos, desconocidos para el ojo humano.
Shinbe y Kotaro dieron un paso hacia atrás sorprendidos, entendiendo de repente lo que era Kamui. La palabra ángel rondaba sus labios, pero él se veÃa muy triste. Como un ángel con el corazón roto, un ángel caÃdo.
Con dedos gentiles, Kamui quitó una pluma de su ala derecha y sostuvo su palma al frente. La triste y serena expresión en su rostro no titubeó. Sus ojos brillaron con un destello de esperanza a la vez que golpeó la repentinamente afilada pluma sobre su palma provocando un corte profundo.
El lÃquido carmesà se encharcó en su palma y Kamui lentamente cerró su puño encima antes de llevarlo encima de la tumba sin marcar. Las gotas sagradas de la vida de su sangre cayeron en la tierra haciendo que brillara con un poder azul eléctrico sobrenatural.
Shinbe y Kotaro solo podÃan estar parados y mirar asombrados mientras esto sucedÃa. No se atrevÃan a moverse por miedo de interrumpir el rito que Kamui estaba llevando a cabo. Ambos entendieron que estaban presenciando algo increÃble y sin duda nunca lo volverÃan a ver.
El aire alrededor de Kamui se arremolinó en un vórtice que lo rodeaba con una luz azul fluorescente. Su voz en eco dejó sus labios aparentando ser más viejo y sabio de lo que lo habÃa sido para sus recuerdos, rebotó cruzando los cielos, un sonido aterrador llevado por kilómetros haciendo que lo que lo escuchara se reverenciara ante su poder.
â Cien años tomaráâ¦
Esta vez por tu bien permaneceremosâ¦
Cuando la sangre de un Guardián se derramaâ¦
Es hora de que la profecÃa se cumplaâ¦
Solo entonces dos almas reviviránâ¦
Trayéndolas a la luzâ¦
Destinadas a combatir la magia oscura de la nocheâ¦
Con esta promesa, nosotros los inmortales levantaremos nuestras armasâ¦
Protegiendo a aquellos renacidos de más dañoâ¦
En manos de piedra y mármol a nuestro enemigo le daremosâ¦
El único deseo que este desea⦠dentro de la luz para vivir.
Mientras el vórtice envolvÃa a Kamui, una pluma brillante de cada ala iluminada se soltó y rompió hacia dentro del ciclónâ¦cambiando como dos pequeñas dagas para dispararse directamente hacia abajo, aterrizando en la tumba. Las relucientes plumas se quedaron atascadas en la suave tierra por unos breves momentos antes de hundirse en el suelo para emerger con las almas de sus amigos.
Las rodillas de Kamui golpearon el suelo al dispersarse el hechizo, enviando un terremoto hacia todas las direcciones. â Hasta que nos encontremos de nuevo, Kyoko⦠Toya â, susurró Kamui sintiendo la soledad acercándosele. â Quizá la siguiente vida será un tiempo mejor y más brillante.
Shinbe se mantuvo en silencio a su lado, sin desear nada más que derramar lágrimas, pero no se podÃa permitir ese lujo. Hyakuhei aún estaba ahà afuera y Shinbe sabÃa que el vampiro de corazón oscuro eventualmente vendrÃa por él. El enemigo sabrÃa lo que habÃan hecho. BorrarÃa todos los rastros que pudiera por ahora.
Buscando dentro de su bolsillo, Shinbe sacó una botellita amatista llena de un polvo mágico intemporal. Rociando ligeramente la tierra, caminó en cÃrculo alrededor de la tumba para protegerla de ojos fisgones. La tierra se volvió instantáneamente sólida para esconder la ubicación de la nueva tumba.
Los ojos de Shinbe se iluminaron del mismo color amatista mientras susurraba palabras que solo él podÃa entender.
Sintió un vÃnculo antiguo entre hermanos que habÃan luchado una batalla eterna con la obscuridad abrasando su alma para convertirse en un sÃmbolo de protección sobre la tumba. Encima del lugar donde sus amigos yacÃan, crecieron flores sin necesidad de que se plantara ninguna semilla. Flores de cinco colores aparecieron en vides espinosas⦠plata⦠dorado⦠azul hielo⦠amatista⦠y un brillante polvo de arcoÃris.
â Me voy â. Dijo Shinbe después de un largo silencio. No querÃa que su presencia diera la ubicación de los otros y supo que era tiempo de continuar. Su mirada saltó hacia el arbusto de flores de extraños colores. Toya y Kyoko ahora estaban protegidos de Hyakuhei y el hechizo no serÃa perturbado.
Por ahora, era lo único que podÃa ofrecerles además de tristeza.
Kamui miró al hechicero, sorprendido ante su nuevo desempeño. â ¿Qué? Pero⦠¿Por qué? â Abrió sus ojos en un momento de pánico⦠¿Ahora todos lo dejarÃan? ¿No era suficientemente malo haber perdido a Toya y a Kyoko?
Sintiendo el miedo de Kamui elevarse, Shinbe colocó una mano firme en el hombro de su amigo e intentó explicarse. â Sabes tan bien como yo que Hyakuhei se enterará de lo sucedido aquà â. Miró a Kotaro por encima del hombro de Kamui sabiendo que el Lycan entenderÃa su deserción.
â Tú podrás escapar de sus ojos siempre vigilantes, pero yo no poseo esa clase de poder. De todas formas seré capaz de esconderme, pero no estoy seguro de por cuánto tiempo â. Shinbe soltó un largo suspiro y miró a la luna colgando baja en el cielo. â Mis dÃas tienen un número en ellos ahora â. Una suave sonrisa ladeó las comisuras de sus labios como si supiera un secreto. â Que asà sea.
â Abordaré el siguiente barco que vaya al oeste sobre el océano. Allà tendré una mejor oportunidad de mantener mi identidad a salvo de Hyakuhei y quizá incluso de encontrar una forma en que mi alma reencarne al mismo tiempo a nuestros queridos amigos â. Ãl esperaba que lo que estaba diciendo fuera cierto. Ellos lo necesitarÃan cuando llegara el momento.
Kamui echó un vistazo a la tumba debajo de él, luego a sus amigos con mayor calma de la que habÃa sentido desde que esta pesadilla de tarde habÃa comenzado. No querÃa que Shinbe fuera la siguiente vÃctima, asà que, sÃ, entendió. Gentilmente arrancó una pluma arcoÃris de su ala derecha y la presionó contra el cuello de Shinbe.
Shinbe jadeó cuando empezó a resplandecer brillantemente con fuerza antes de que su piel la absorbiera. Miró hacia abajo y vio el breve contorno de la pluma justo debajo del cuello de su túnica.
â Eso ayudará cuando llegue el momento â. Dijo Kamui con una sonrisa y le dio a Shinbe un fuerte y comprensivo abrazo. No perderÃa a Shinbe por mucho tiempo, sin importar qué.
â Nos veremos de nuevo mi amigo â, susurró Shinbe antes de alejarse del abrazo de Kamui. Ãl le asintió a Kotaro con la cabeza sabiendo que el Lycan cuidarÃa de Kamui por todos ellos. Shinbe miró atrás a la tumba, luego apartó sus ojos dejando que su flequillo cayera para esconder la tristeza. â Que asà sea â. Susurró de nuevo mientras desaparecÃa dentro de la obscuridad envolvente.
â Niño ¿estás listo? â preguntó Kotaro en voz baja mientras mantenÃa su espalda hacia la tumba. Supo que no podÃa quedarse. Shinbe tenÃa razón⦠mientras más lejos estuvieran, mejor protegido quedarÃa el hechizo.
Kamui querÃa refunfuñar ante el sobrenombre que Kotaro le acababa de dar, pero no tenÃa el corazón. Su corazón estaba enterrado en la tierra a sus pies y, si le tomara hasta el final de los tiempos, verÃa a Hyakuhei pagar por sus crÃmenes.
â SÃ, dijo Kamui, pasando el brazo por sus ojos â. Estoy listo.
Kotaro puso un brazo alrededor de sus hombros y lo guio. El Lycan descubrió que no podÃa derramar otra lágrima por la mujer que habÃa amado con todo su ser. Su alma se sentÃa como si alguien la hubiese tirado de su cuerpo, rasgado en trizas y solo le hubiese devuelto la mitad de ella.
Si el hechizo que habÃan hecho Kamui y Shinbe habÃa conseguido funcionar, verÃa a su amada Kyoko de nuevo. Ãl no podÃa evitar sonreÃr por todas las travesuras que él y la reencarnación de Toya harÃan para ganarse el afecto de Kyoko. Ãl pelearÃa por ella felizmente de nuevo si tan solo Toya volviera. Después de todo, los amaba a los dos.
Peleó contra la urgencia de mirar nuevamente hacia la tumba. â Cien años es un largo tiempo para esperar, pero estaré ahà para ti⦠Kyoko.
*****
Más de cien años en el futuro⦠hoy en dÃa.
Una figura solitaria se alzaba en el techo del edificio más alto, mirando desde arriba la ciudad llena de gente. Sus rasgos nunca traicionaron el recuerdo en su corazón destrozado de su único hermano yaciendo solo y sin vida en el frÃo y duro suelo siglos atrás. Su corazón que una vez latÃa cálido, estaba preso en las garras del sádico monstruo que los habÃa creado a ambos.
Ãl habÃa hecho todo lo que estaba en su poder para separarse de la maldad que lo habÃa rodeado silenciosamente. Asà como los humanos de este mundo, él solo se alimentaba de los animales que la naturaleza proveÃa. Aunque la obscuridad es lo único que tenÃa permitido, pues es asà la maldición de un vampiro, él nunca se convertirÃa en el demonio que su tÃo habÃa planeado.
En varios de los últimos años algo dentro de él se movÃa⦠una nostalgia que no podÃa entender y no habÃa sentido en más de cien largos años.
En la mente de Kyou se repitieron los recuerdos nunca olvidados acerca de un hombre joven que una vez fue inocente y que habÃa llenado su vida de felicidad, incluso en un mundo de obscuridad. Toya⦠habÃa estado tan lleno de vida⦠con sonrientes ojos dorados y la ignorancia de un niño. Una vez más trajo una punzada de culpa a su corazón por no haber sido capaz de proteger a su hermano pequeño.
Los ojos dorados como el sol que se habÃan endurecido por los cientos de años de soledad, sangraron de rojo al recuerdo de una promesa que aún tenÃa que cumplir. Con cada década que pasaba, Kyou se habÃa hecho mucho más fuerte. Muchas veces se habÃa acercado, pero el objeto de su odio e ira lo eludÃa en cada oportunidad.
No descansarÃa hasta que la vil creatura que habÃa buscado se retorciera en agonÃa a sus pies y su alma fuera lanzada al infierno a donde pertenece.
La mirada de Kyou fue atraÃda hacia el único lugar sereno de toda la ciudad: el parque silencioso en el centro. â Lugares asà no deberÃan estar cerca de tanta maldad â, murmuró hacia la noche. Dando un salto del edificio, Kyou continuó su búsqueda como habÃa hecho por tantos siglos. Hyakuhei pagarÃa con su propia vida el haber tomado al único que siempre le importó o que siempre le importarÃa. Su hermano se habÃa perdido para siempre y nunca más volverÃa.
â Toya⦠â susurró Kyou desapareciendo en la noche, dejando detrás la imagen de un ángel vengadorâ¦
*****
El parque estaba siempre tranquilo a esta hora del dÃa. Aún era la tarde y el sol estaba alto en el cielo. Kotaro paseaba lentamente por las calles cercanas al centro donde se encontraba un enorme bloque de mármol. No tenÃa idea de dónde venÃa⦠habÃa estado ahà por más tiempo de lo que podÃa recordar, era incluso más viejo que la ciudad en sÃ. Todo lo que sabÃa con seguridad era que sentÃa una abrumadora sensación de paz cuando estaba cerca.
â ¿Quién pensarÃa que esa roca cuadrada traerÃa pensamientos tranquilos? â murmuró Kotaro para sÃ.
Tomando otro camino entre los árboles, se dirigió hacia la piedra para poder observarla. Incluso si habÃa sido completamente feliz ese dÃa, el solo asegurarse de que seguÃa ahà lo hacÃa sentir mejor.
Kotaro se detuvo en su rastro cuando entró al centro donde estaba y frunció el ceño al individuo sentado en posición de indio encima de la roca con los codos en sus rodillas y su barbilla apoyada en sus manos. El cabello corto y morado oscilaba en la suave brisa haciendo que el hombre joven pareciera infantil.
â ¿Qué demonios estás haciendo aquÃ? â exigió Kotaro.
Kamui sonrió sin mirarlo. En su lugar, él asintió en la dirección de la universidad en la distancia. â Esperando a que empiecen las clases.
Kotaro agitó su cabeza y continuó antes de detenerse de nuevo y voltear para encarar a Kamui. â ¿De qué estás hablando? Tú ni siquiera vas a esta escuela.
Kamui guiñó el ojo antes de desvanecerse de la existencia en una ráfaga de brillante polvo de arcoÃris. â Lo sé.
Kotaro miró con furia el polvo revuelto alrededor antes de que desapareciera completamente. â A veces ese chico es un completo enigma â, informó al ahora espacio vacÃo, y luego sus ojos se movieron hacia abajo como acariciando la piedra. Escuchó el sonido de pies corriendo que golpeaban el pavimento, pero no se dio realmente cuenta hasta que alguien le tocó el hombro. Literalmente saltó y giró para ver a Hoto y Toki inclinados con sus manos descansando en sus rodillas tratando de recobrar el aliento.
â ¿Qué los ha hecho perder el aire? â preguntó Kotaro con una sonrisa de suficiencia mientras recobraba la compostura.
Hoto ondeó un pedazo de papel en frente de él. â Para ti⦠de la policÃa⦠importante.
Kotaro tomó el papel, â ¿de la policÃa, eh? Debe ser realmente importante para hacerlos correr tal maratón.
Toki asintió antes de caer sobre su costado para descansar. Hoto simplemente se hundió hasta las rodillas y descansó su cabeza en la grama.
â Ustedes dos son los más grandes flojos que he visto â, se quejó Kotaro de buena manera.
â Costado duele â, se quejó Toki. â Debo volver⦠a la⦠oficina⦠con aire acondicionado.
Kotaro suspiró en resignación y los dejó para hornearse bajo el calor del sol antes de abrir la nota. Su mano se cerró, arrugando el papel que acababa de recibir de la estación de policÃa no lejos del campus. Otra chica habÃa desaparecido sin dejar rastro. HabÃa estado gastando un largo tiempo investigando las desapariciones de muchas chicas jóvenes, lo que eventualmente lo llevó a la universidad donde ahora era el nuevo jefe de seguridad.
Sus pensamientos inmediatamente dieron vuelta hacia su amada Kyoko. Kotaro la habÃa encontrado de nuevo y justo como esperaba, Toya no estaba lejos. Una cosa que lo habÃa sorprendido era el hecho de que Toya habÃa renacido normal, humano, o eso parecÃa.
A veces podÃa sentir al verdadero Toya descansando justo debajo de la superficie⦠sin ser consciente de su propia existencia, pero hasta ahora esa parte de él ha permanecido dormida. â Gracias a Dios por los pequeños favores â. Kotaro pasó una mano agitada por su cabello despeinado por el viento.
Le iba bien que ninguno de ellos recordara el pasado, pues era un recuerdo que era mejor que estuviese olvidado. Ãl deseaba tener el mismo privilegio de olvidar⦠pero para él, la memoria permanecÃa, y lo despertaba frecuentemente en la noche sudando frÃo.
Mientras dejaba el parque se encontró de pie en el camino de piedra en frente del campus. Kotaro levantó sus ojos azules como el hielo en la dirección a donde Kyoko vivÃa. Frunció el ceño mientras la preocupación dejaba marcas en sus rasgos y tuvo la repentina urgencia de pasar por âsu mujerâ para asegurarse de que estuviera bien.
TenÃa la parte larga de su cabello negro en capas echada hacia atrás con una banda que colgaba baja. El resto de su cabello, desde su flequillo hasta la coronilla se veÃa constantemente naturalmente despeinado por el viento, dándole la apariencia de un chico malo punk pero que le quedaba muy bien. Esta apariencia le habÃa servido en más de una ocasión en años recientes.
Su cuerpo era alto con músculos delgados, pero las apariencias engañan. No tenÃa un gramo de grasa extra y era más fuerte que cincuenta hombres humanos juntos. Las únicas personas que conocÃan de su fuerza inhumana eran los que decidieron darle malos momentos o se atrevÃan a meterse en su camino. Y esos pocos estaban muy asustados para decir palabra. Nadie en el campus sabÃa del lado secreto de Kotaro y él querÃa mantenerlo de esa forma.
Kotaro era responsable de la seguridad de cada persona que caminara en el campus, fuera visitante, estudiante o miembro de la facultad. Algunas mujeres jóvenes habÃan comenzado a desaparecer a un ritmo alarmante en esta área, sobre todo cerca de la reja eléctrica que rodeaba los suelos de la universidad.
Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire habÃa sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas⦠podÃa sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.
Ãl irÃa a reportarse con Kyoko y si ella lo dejaba, sus ojos se oscurecÃan atractivamente, él no se irÃa de su lado por el resto del dÃa, o la noche. Solo esperaba que hoy Toya no estuviera esperándola de nuevo. Ãl la querÃa toda para él. Después de todo, ella era de verdad su mujer y ese âchicoâ tendrÃa que conseguirse una vida.
Sus pasos se enlentecieron por un momento ante la ironÃa de ello, estaba feliz de que Toya ahora al menos tenÃa una vida. Una sonrisa de satisfacción casi entretenida apareció mientras mentalmente amenazaba esa vida si Toya no paraba de acosar a Kyoko todo el tiempo.
Solo pensar en ella sentada a su lado en el cómodo sofá, comiendo palomitas y viendo una pelÃcula cursi sonaba como la tarde perfecta. Ellos compartÃan algo asà al menos una vez a la semana y para él, esa era su parte favorita de la semana. TenÃa su tiempo ininterrumpido con la belleza de cabello cobrizo. No importaba si estaban viendo una pelÃcula o solo se sentaban en su sofá a hablar: él solo amaba la sensación de ella acurrucada a su lado.
Kotaro sonrió para sà mismo con satisfacción mientras se preguntaba cómo serÃa estar siempre a su lado, dÃa y noche.
Su sonrisa se desvaneció ante su siguiente pensamiento⦠Kyoko no lo habÃa escogido sobre Toya aún, en realidad. Al menos no en esta vida. â Algunas cosas nunca cambian â, miró hacia arriba como enviando un silencioso y sarcástico âgracias por la ayuda en esa áreaâ a cualquiera que estuviera escuchando. Algo le dijo que los dioses tenÃan que tener el sentido del humor más perturbador.
*****
Finalmente, los exámenes finales se habÃan terminado y Kyoko habÃa estado cantando esas palabras toda la tarde. HabÃa sido una chica buena y estudió hasta que se hartó de ello, pero habÃa valido la pena. Ella sabÃa que habÃa sacado puras ases en esos malvados exámenes. Solo ese pensamiento le habÃa hecho querer bailar felizmente en todo el camino de vuelta a su departamento hoy.
De hecho, la primera cosa que habÃa hecho tan pronto entró por la puerta fue arrojar sus libros como si estuvieran infestados por una enfermedad y finalmente sucumbió a la urgencia, interpretando un âbaile felizâ espontáneo justo en la puerta de entrada, como que tenÃa un poco de friki en ella después de todo.
Esto siguió inmediatamente después de su propia ejecución de un baile de touchdown que le habÃa visto hacer a Toya una vez, sacudiendo sus nalgas todo el camino del pasillo a su baño asà ella podrÃa darse un baño caliente de burbujas. Kyoko decidió que si iba a hacer esto entonces lo harÃa bien, asà que fue a encender el estéreo y agarró unas cuantas velas.
Aún hacÃa lindos sonidos de victoria para el momento en el que la bañera se llenó e hizo un breve trabajo con su ropa quitándosela y lanzándola a donde le complaciera. âEs muy probable que encuentre mi ropa interior colgando del ventilador del techo cuando termineâ pensó para sÃ, luego se encogió de hombros y se metió en el agua.
Se deslizó más abajo en la bañera para dejar que las burbujas que flotaban acompañando la superficie acariciaran su cuello y hombros. Sus ojos verdes esmeralda, que a veces eran conocidos por volverse tormentosos en un instante, brillaban con alegrÃa.
Las ondas de su cabello cobrizo estaban apiladas de cualquier modo encima de su cabeza y su piel sedosa y suave ahora estaba escondida bajo las burbujas. Era una chica feliz⦠y todo lo que realmente querÃa hacer era relajarse por el resto del dÃa. Un poco de música suave de fondo, algunas velas de olor dulce encendidas alrededor del baño y era el escenario perfecto.
Cerró sus ojos a sabiendas de que la imagen de él pronto se enfocarÃa, como si esperara por ella. Era el secreto que ella guardaba.
Los ojos azules como el hielo la observaron desde dentro de su mente. Ella habÃa tenido sueños sobre él en las noches que ahora podÃa evocar incluso durante sus horas despierta. Mientras más profundo se enrollara en el sueño, más real se hacÃa, hasta que parecÃa que él estaba ahÃ, arrodillado al lado de la bañera.
Sus labios se ladearon en una sonrisita sensual mientras acercaba su brazo y tomaba el paño de ella, sus ojos se volvÃan tan brillantes como una flama azul.
â Los sueños son agradables â, susurró mientras rodaba su cabeza hacia un lado dejándolo hacer lo que querÃa.
âRing, Ringâ. Uno de los sonidos más irritantes del mundo hizo eco a través del apartamento. Kyoko se sacudió hacia el frente en la tina derramando el agua sobre la orilla y al suelo de azulejos. Levantando su mano hacia su mejilla, ella pudo sentir el calor ahà y se sonrojó a la vez que el teléfono sonaba de nuevo.
â ¡Chispas! â se levantó rápidamente sabiendo que el teléfono estaba al final en la sala de estar. Saliendo del agua, agarró la bata de seda de la encimera y la envolvió en ella mientras corrÃa para contestarlo.
Dándose cuenta de que dejaba un rastro de agua, hizo una nota mental para recordar llevar el teléfono inalámbrico al baño con ella la próxima vez.
En el otro extremo del repique irritante, Suki tocó con sus uñas en la encimera de la cocina deseando que Kyoko se apurara y tomara el teléfono. Ella tenÃa esta molesta sensación de que Shinbe estarÃa aquà en cualquier momento, y ella no querÃa que él se enterara de nada de lo que estaba planeando.
Escuchó el clic en el otro extremo. â ¡Finalmente!
Kyoko empujó el teléfono lejos de su oreja, lo miró con furia y lo colocó de nuevo en su oreja. â ¡Suki, estaba en el baño! â Kyoko casi se quejó mientras miraba con anhelo hacia atrás a la puerta del baño donde sabÃa que el agua estaba aún caliente y con aroma a jazmÃn. La llamaba a volver y disfrutar, y asà lo hizo en el sueño. Se mordió el labio inferior mientras arrastraba sus ojos lejos de lo que querÃa.
â ¿Estás ahà parada desnuda? â Suki se rio disimuladamente sabiendo que Kyoko se sonrojaba fácilmente.
â ¡Suki! â gritó Kyoko al auricular. Su amiga simplemente tenÃa un sentido del humor retorcido, que probablemente venÃa de pasar mucho tiempo con Shinbe. Sonrió con picardÃa mientras replicaba, â ¿necesitabas algo? Tengo un baño caliente y lleno de vapor llamando mi nombre, estás interrumpiendo mi pequeña cita.
â ¿Cita? â Suki miró al teléfono y volteó los ojos. â Definitivamente necesitas ayuda, Kyoko. ¿Quién alguna vez escuchó sobre ponerse romántico en el agua del baño sin alguien más ahà contigo? Al menos ten una chispa de imaginación y piensa en un hombre sexy que limpie tu espalda mientras estás ahà â. Suspiró con un tono exasperado sin ser consciente de que justamente acababa de impactar a Kyoko hasta la médula por lo cerca que estaba de su imagen mental.
â De todos modos, tú y yo vamos a tener una noche de chicas para celebrar que se acabaron los finales â, chirrió Suki. Ella no iba a dejar a Kyoko decir que no.
â No tomaré un no por respuesta, asà que comienza a prepararte. Y usa el atuendo que compramos el fin de semana pasado. Yo haré lo mismo â. Suki inhaló profundamente y rápidamente comenzó antes de que Kyoko tuviera oportunidad de decir alguna palabra. â Está lista a las 7:30. Te quiero. ¡Adioooós!
Kyoko parpadeó cuando el teléfono hizo clic señalando que la lÃnea estaba desconectada. Sus labios seguÃan separados porque habÃa estado lista para decir ânoâ a la primera oportunidad. Envió una mirada silenciosa a la pared lejana de la sala de estar que separaba los apartamentos de ambas chicas preguntándose si Suki habÃa llamado desde ahà o desde su celular en alguna otra parte.
Suspiró mirando al identificador de llamada. â Celular, con razón â. No hace falta golpear la pared entonces. Pero la imagen de sus manos alrededor del cuello de Suki le puso una sonrisa en el rostro. â Aunque puedo fingir.
Lanzando el teléfono inalámbrico de nuevo a la encimera, Kyoko miró hacia abajo a la bata de seda adherida a su cuerpo húmedo y gruñó. El agua tibia que aún estaba en su piel se habÃa vuelto frÃa y daba una sensación de hormigueo, haciendo que se le erizara la piel por el frÃo. Rápidamente se volteó para volver a su baño.
âRing, Ringâ. Kyoko se sacudió.
Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. â ¡Espero que sea Suki, asà podré decirle cuánto me gusta que me acosen! â Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. â ¡¡Hola!!
Toya sonrió al saludo de Kyoko. â Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?
Kyoko se sentÃa como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. â ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? â se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.
La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecÃa y visiones explÃcitas comenzaron a danzar en su mente. â Estás desnu⦠â se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. â Carajo, esa fue una bonita imagenâ¦
Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.
Toya trató de nuevo. â Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, asà que solo vÃstete.
Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era âEl DÃa de los Acosadoresâ. â Este, tengo planes esta noche â. Por supuesto que sus planes habÃan sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una pelÃcula. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para âsalirâ.
â ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! â prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él querÃa que ella hiciera⦠como si alguna vez lo hubiese hecho.
Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico â no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana â, âToc, tocâ Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando â¡Pero Sà se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!â pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residÃa.
Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. â Kotaro â susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.
Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo⦠y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella habÃa dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella⦠casi tocándose.
â ¿Cómo está mi mujer hoy? â Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allÃ.
âNo voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voyâ¦â la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado habÃa dejado de funcionar.
¿Cómo era que este hombre, quién solo podÃa ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentÃa que estaba tratando de detenerse a sà misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se habÃa abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.
Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. â ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahÃ? â ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de âsuâ Kyoko.
Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debÃa comenzar a arreglarse o Suki serÃa la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.
Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: â ¡Te veré luego! â âclicâ⦠uno menos⦠falta uno.
Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien habÃa gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podrÃa haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centÃmetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenÃa mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.
Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, asà como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué harÃa ella si recordara que solÃan vivir juntos? Ãl, ella y Toya⦠asà podÃan protegerla.
Kyoko perdió el aliento al salÃrsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podÃa sentirlo tocándola incluso cuando no era asÃ. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.
Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.
Kotaro querÃa poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella⦠atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella habÃa usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Ãl se alejó de ella, sintiendo como se endurecÃa.
Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago⦠¿por qué habÃa venido de nuevo? Era importante.
Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que habÃa recibido. â ¿PasarÃas la tarde conmigo? â la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.
Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que serÃa muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, querÃa agradecer a Suki por mangonearle.
Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente â podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una pelÃcula y quedarnos, o salir.
â Rentar una pelÃcula y quedarnos en casa⦠â repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que querÃa hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió â al menos, eso era lo que querÃa hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo pelÃculas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo â. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.
Los hombros de Kotaro cayeron unos centÃmetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella querÃa que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentÃa? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y harÃa lo que fuera para hacerla sonreÃr y mantenerla a salvo al mismo tiempo.
Después de todo, habÃa esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.
Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: â ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podrÃa sumarme a la diversión â. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podÃa recurrir a acosarla⦠las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.
Kyoko sabÃa que Suki no estarÃa de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de âchicasâ. También sabÃa que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguirÃa a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo habÃa visto hacerlo muchas veces.
Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponÃa a ambos chicos en la misma habitación parecÃan actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenÃan corazones de oro y ella lo sabÃa. En una manera los querÃa a los dos⦠tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no querÃa herir los sentimientos de ninguno.
Pero una cosa que Kyoko sabÃa a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestarÃa en seguirla. Al menos esperaba que no.
â Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro dÃa rentaremos pelÃculas o algo â. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.
Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podrÃa contar con que ella no serÃa una de las próximas chicas desaparecidas.
Además, él sabÃa que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendrÃa a salvo. Ãl querÃa ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejarÃa que nada le hiciera daño alguno.
Ãl la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentarÃa detenerla, él querÃa detenerla pero no lo harÃa. Con el tiempo ella tomarÃa su decisión.
Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un dÃa duro por sus ojos. Siempre podÃa leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo habÃa aprendido hacÃa más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.
â Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa â. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.
Kyoko sonrió. â Gracias, Kotaro â. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habÃan tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Ãl a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.
Se preguntó qué pensarÃa él si supiera que ella nunca habÃa sido besada en los labios. Nadie lo creerÃa a la edad de dieciocho, aún era tan pura⦠bueno, fÃsicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. CulparÃa a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.
Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. â Solo recuerda, aún eres mi mujer â. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.
Ãl sabÃa que no cruzarÃa la lÃnea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo preferÃa a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabÃa que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le habÃa revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Ãl solo tenÃa que esperar a que se diera cuenta de nuevo.
Kotaro inhaló suavemente saboreando su perfume. Incluso ahora podÃa oler su pureza y sabÃa que ella no era de las que tomaban algo asà a la ligera. Ella era muy inocente para el mundo real.
El pensamiento hizo que se desvaneciera la sonrisa de Kotaro. No estaba tan seguro de querer que ella supiera del lado oscuro de este mundo, no querÃa arriesgar su felicidad. Incluso él mismo no era lo que ella creÃa que era. Ãl sabÃa que ella lo aceptarÃa de todas formas, pero el recuerdo de enterrarla mantuvo sus labios sellados de hablar sobre el pasado. Algunas cosas eran mejor no ser recordadas.
Mientras Kotaro caminaba fuera del edificio y de vuelta sobre la acera, miró hacia arriba desde el patio debajo de la ventana de Kyoko preguntándose qué harÃa cuando se enterara sobre él. Y sÃ, le dirÃa la verdad, solo que aún no. ¿Cómo explicas que eres mayor que cualquier humano normal y que tienes poderes como los que ella solo ha visto en las pelÃculas?
Kotaro sacudió la cabeza mientras comenzaba a volver hacia la universidad reflexionando sobre su siguiente movimiento en relación con las chicas desaparecidas.
Ãl sabÃa qué era lo que les estaba pasando y que era muy probable que estuvieran muertas o al menos muertas vivas. Sus ojos destellaron con ira solo por un momento, revelando el lado más oscuro de su alma de Lycan. Necesitaba atrapar el aroma de esos malditos chupasangres y el que los guio antes de que encuentren a Kyoko de nuevo.
CapÃtulo 3
Kyoko volteó el armario buscando lo que Suki le habÃa dicho que compraron el fin de semana pasado. Soltó una risita recordando que Shinbe las habÃa seguido a sus compras compulsivas ofreciéndoles dejarlas modelar lo que fuera sobre lo que necesitaran una opinión. Lo que lo remató fue cuando se infiltró en el vestuario de chicas y le habló a Suki a través de la cortina.
Shinbe habÃa estado hablando en un tono de voz agudo para hacerle creer a Suki que él era la empleada del vestuario de chicas y se ofrecÃa a subirle el cierre.
Suki habÃa dicho que sà a la oferta de ayuda y se dio vuelta de espalda a la cortina. Kyoko casi se cayó cuando Shinbe pasó volando por el vestuario para aterrizar golpeando la pared del otro lado.
Le habÃa preguntado a Suki cómo se habÃa dado cuenta de que era Shinbe, y Suki habÃa respondido: â no creo que dejarÃan a una lesbiana trabajar en un vestuario de chicas, asà que cuando puso sus manos dentro de mi vestido en vez de en el cierre, fue lo que le delató.
â Pobre Shinbe â. Suspiró Kyoko mientras sacaba una blusa blanca corta con vuelos y mangas de seda que tenÃan forma de campana y sueltas desde el codo hasta la muñeca. De verdad, pensó que era muy bonita. Le recordaba un poco a la bata de un ángel, pero sexy. Era suficientemente corta para mostrar su ombligo con la mini falda negra a la cadera que se habÃa comprado.
Después de ponerse la ropa y encontrar los zapatos que querÃa, empujó el cabello detrás de sus orejas y algo de la parte de atrás hacia arriba con una banda elástica, dejando que el resto colgara atractivamente. Aplicando una pequeña cantidad de maquillaje y un collar del que colgaba una lágrima de cristal, se consideró lista para lo que fuera aquello en lo que la estaba metiendo Suki.
Secretamente deseó haberle podido decir a Kotaro a dónde iban, pero incluso ella no sabÃa qué responder a eso. Mordió su labio inferior dándose cuenta de que ya lo extrañaba, luego trató de empujar su sentimiento melancólico hacia un lado sabiendo que Suki lo detectarÃa.
Lo último que necesitaba esta noche era a su mejor amiga haciéndole un millón de preguntas que ella no querÃa responder.
*****
Shinbe pasó sus dedos por los reflejos azules que brillaban en su cabello oscuro mientras se apoyaba contra el marco de la puerta sonriendo. Se habÃa ido corriendo a donde Suki cuando recibió una llamada de ella diciendo que no iba a estar en casa esta tarde y que no viniera.
â Se está engañando si cree que se va a deshacer de mà tan fácilmente â. Shinbe levantó una ceja mientras esperaba.
Cuando ella abrió la puerta con su cabello envuelto en una toalla, las primeras palabras de Shinbe fueron: â Ohh⦠¿me perdà tu baño, Suki? â sonrió viendo la ceja de Suki crisparse. Tan pronto como habÃa conocido a Suki y a Kyoko, habÃa sentido la necesidad de quedarse cerca de ellas todo el tiempo. A menudo habÃa salido en citas dobles con Toya y las chicas.
Suki sabÃa que Shinbe se consideraba âsu novioâ solo porque era el único con el que tenÃa citas, pero Suki nunca habÃa accedido a la parte del grillete. Ella intentó esconder el rubor que amenazaba con elevarse y tomar posesión de su rostro mientras replicaba: â TomarÃa blanqueador y una bola de demolición para limpiar una mente sucia como la tuya.
Se inclinó más cerca de ella bloqueando todo lo demás mientras sus ojos amatista se oscurecÃan atractivamente. â Si me dejas⦠entrar⦠creo que podrÃamos encontrar una razón para que tomes otro baño.
Suki sintió el latido de su corazón acelerarse ante el sonido de su voz ronca, y dio un par de pasos hacia atrás mientras Shinbe daba varios pasos al frente cerrando la puerta detrás de él. Decidiendo no dejarlo tener ventaja, le dio su mejor mirada de advertencia y fue recompensada cuando él detuvo su persecución hacia ella. Si él alguna vez se enterara de cuánto dominio él ejercÃa sobre ella⦠a ella le caerÃa muy bien.
â Eh, Shinbe, mira, tengo que terminar de alistarme porque tengo planes esta noche con una amiga. Ya te habÃa dicho por teléfono, ¿te acuerdas? â Ella sabÃa que él vendrÃa de todas formas⦠por ninguna otra razón, sino para intentar averiguar a dónde iba.
Tomando la toalla de su cabeza, su largo cabello aún mojado, Suki fue al baño aun hablando suficientemente alto para que él pudiera escucharla. â Podemos hacer algo mañana a la noche, ¿okey?
Shinbe se apoyó contra el bar que separaba su cocina de la sala de estar. Estaba a punto de comenzar a expresar su opinión en voz alta, cuando su mirada cayó en un volante que descansaba sobre la encimera. Levantándolo, rápidamente escaneó la página. Ambas cejas se levantaron en señal de esclarecimiento.
EL MÃS GRANDE Y MÃS CALIENTE CLUB DE LA CIUDAD