Читать книгу Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas - Amy Blankenship, Amy Blankenship - Страница 4

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NOCHE DE CHICAS

La palabra chicas estaba en un círculo. Shinbe levantó una ceja mientras dejaba el papel de nuevo en la encimera y caminaba hacia el baño. Escondió su sonrisa en tanto entraba sin golpear y se deslizó detrás de Suki mientras tenía el cepillo preparado para deslizarlo a través de su cabello.

– Mañana entonces –, susurró Shinbe seductivamente en su oreja, después bajó sus labios para besar su hombro. Se volteó sin decir otra palabra, escondiendo su sonrisa sabionda.

Suki estuvo de pie sin moverse, mirando al espejo, sin gustarle la vibra que acababa de percibir. Era impropio de Shinbe no rogar y suplicarle. Sin querer verle el colmillo al caballo regalado, se apuró y terminó de arreglarse. Con miedo de que ahora Shinbe tuviera algo bajo la manga, Suki decidió que iba a aparecer donde Kyoko antes de lo planeado.

*****

A varios kilómetros, unos penetrantes ojos rojos miraban por la ventana de la suite desde un pent-house mirando la ciudad desde arriba. Largas ondas de cabello negro sedoso caían en cascada hacia abajo por una espalda desnuda en contraste con una piel tan pálida como la luna. Su rostro angélico era impresionante, con ángulos pronunciadamente definidos y su cuerpo era delgado y duro como el del dios místico Adonis.

Su cuerpo desnudo relucía por la luz de la luna, los músculos bailaban con cada movimiento que hacía. Él era hermoso para cualquiera que lo mirara, sin embargo su alma oscura era maliciosa y maligna. Una sonrisa agració sus labios perfectos al tiempo que sus pensamientos volvían a los eventos ocurridos la noche anterior.

Dando la espalda a la ventana comenzó a prepararse para la noche. Su mirada solitaria fue a la silla de Queen Ann al lado del fuego y sentada sin vida sobre ella estaba la joven estudiante universitaria. Hyakuhei sonrió maliciosamente ante el pensamiento de la sangre fresca que había cenado la noche anterior.

– Lástima, era una chica hermosa –, lamió sus labios recordando el placer de tomar a la chica y alimentarse de ella. No podría nunca aburrirse de las mujeres jóvenes que atraía y tomaba para sí.

Esta noche estaría visitando un club nocturno popular para cazar su presa y necesitaba estar seguro de que sus “hijos” estuviesen bien cuidados. La “Noche de chicas” estaba siempre lista para la selección y era un bufé de carne interminable para los caminantes nocturnos.

Hyakuhei era un poderoso señor vampiro y nadie se atrevería a hacerlo enojar ni a cuestionar su fuerza. El placer ha sido su único deseo por más de cien años, pero ahora quería más. Quería lo que era suyo por derecho. Un ceño fruncido arruinó su rostro mientras reflexionaba acerca de su misión, el objeto que se había vuelto su obsesión en tanto que esperaba que renaciera en el mundo de nuevo. El legendario Corazón de Cristal del Guardián.

El Cristal sagrado era una joya del que se decía que era capaz de darle a un vampiro la habilidad de caminar más allá de la noche hacia la luz del día. En la leyenda se dice que una chica con sangre inmaculada y el corazón de una niña, poseería la joya dentro de su cuerpo. Ella sería una Sacerdotisa de la más alta clasificación y poder, la protectora y guardiana del Corazón de Cristal del Guardián.

Su oscura mirada volvió al cielo nocturno donde una luna rojo sangre se avecinaba en lo alto. – Te he perdido una vez, querida Sacerdotisa, pero no cometas errores: te encontraré de nuevo. – Sus ojos se entrecerraron mientras prometía a la noche. – Esta vez los poseeré a ambos, a ti y al Cristal…

*****

Suki había llevado a Kyoko de compras el fin de semana pasado por esta misma razón, solo que no le había dicho a su amiga para qué había sido. Suki también se había comprado un atuendo. Sacándolo del closet, se contoneó dentro de él emocionada. Era un vestido completamente negro y pegado al cuerpo. Se había enamorado de él desde el momento en que había puesto los ojos sobre él.

– Qué bueno que Shinbe no está cerca –, pensó Suki para sí con una sonrisa sabionda mirando el vestido en el espejo. Era bastante corto pero no mostraba demasiado, solo lo suficiente para provocar y dejar vagar la imaginación. Halando su cabello oscuro hacia atrás con una goma elástica negra a juego, Suki aplicó algo de maquillaje y agarró sus llaves, rumbo al apartamento de Kyoko, al lado.

Kyoko salió de su habitación esperando tener tiempo de comer algo antes de salir, pero antes de que siquiera llegara a la cocina alguien golpeaba la puerta.

– Dios, espero que no sea Toya –, dijo y se preguntó si siquiera debería responder. Aún tenía 20 minutos antes de que fuera tiempo de encontrarse con Suki, así que Kyoko escogió ignorar los golpes de la puerta por el momento por el temor de la persona que estuviera al otro lado.

Es increíble cómo el miedo te hace sentir de cinco años. La ceja de Kyoko se alzó mientras aguantaba la respiración.

El golpeteo se volvió un poco más fuerte, pero esta vez seguido de una voz. – De acuerdo, Kyoko, sé que estás ahí. ¡No me hagas tirar la puerta! – esto lo dijo con una risita.

Kyoko volteó los ojos pensando que Suki sonaba como la ley. Abrió la puerta a su mejor amiga sonriente, quien inmediatamente la agarró del brazo y la sacó del apartamento.

– Vámonos. Tengo un mal presentimiento de que si no nos vamos ahora, Shinbe aparecerá o algo –. Kyoko apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta con llave antes de que Suki la empujara hacia afuera.

*****

Kyou apartó las pesadas cortinas negras de la ventana ahora que el anochecer había llegado. Su largo cabello plateado blanquecino se abanicó a su alrededor mientras abría la ventana, permitiendo al venidero viento nocturno acariciar su rostro angélico. Vestido de negro, daba la apariencia de un ángel caído.

El dinero le había traído la libertad de establecer su propio horario y el poder aseguraba que no sería perturbado. Comprar el último piso del hotel más costoso de la ciudad le dio la soledad y la vista que quería. Mirando al otro lado de la calle, él podía ver una fila que se había comenzado a formar en el Club Medianoche, el club más popular de la ciudad. Era el lugar perfecto de las creaturas de la noche para alimentarse.

La fila llena de gente estaba llena de jóvenes chicas universitarias y los jóvenes punk que las seguían. Los obsesivos ojos de Kyou brillaron con desdén mientras comenzaba a escanear la fila preguntándose cuál de ellas atraería la atención de aquel a quien él cazaba. ¿Quién sería la próxima víctima de Hyakuhei?

Kyou podía sentir a Hyakuhei dentro de la ciudad y se preguntó si Hyakuhei podía sentir la muerte acechándolo. Esta vez las cosas eran diferentes. Kyou lo había encontrado con mucha facilidad, como si Hyakuhei hubiese dejado un rastro para que él lo siguiera. Las muertes y desapariciones de estudiantes universitarias locales era una descarada tarjeta de presentación para Kyou, apuntando a una sola persona.

No le gustaba pensar que Hyakuhei lo estaba guiando hasta aquí. – Ya no estoy bajo tu control –, gruñó Kyou mientras sangre caía entre sus dedos apretados y sus ojos se tiñeron de rosa. – Tú no tienes ningún poder sobre mí… ¡no más! – calmando su creciente ira, Kyou dibujó de nuevo la máscara sin emociones en sus rasgos, ocultando su aura. Era tiempo de que el depredador se volviera presa.

Si podía sentir la fuerza vital de Hyakuhei, Kyou necesitaría prudencia para evitar que su creador lo sienta a él también.

*****

Kyoko estaba sorprendida por lo realmente grande que era el club nocturno. Sus labios se separaron cuando Suki entró al estacionamiento masivo. Suki quería llegar un poco temprano para evitar la línea, pero por lo que Kyoko pudo notar, una fila ya había comenzado así que se apresuraron a salir del auto. Kyoko podía ver rostros familiares de la universidad a la que iban, y sonrió cuando notó que su viejo amigo Tasuki era uno de ellos.

Tasuki localizó a Kyoko y a Suki desde su lugar entre la multitud. Había dejado que sus amigos lo convencieran de venir y, como no tenía nada mejor que hacer ahora que los finales habían terminado, voluntariamente había aceptado. Era bien parecido y corpulento, con cabello marrón a la altura de los hombros y ojos marrón chocolate que derretían los corazones de todas las chicas.

Tasuki también era uno de los chicos más populares en el campus, pero era más conocido por las notas altas que recibía en todas sus clases y era más amable que la mayoría de los chicos del campus. Por supuesto, como era uno de los más adinerados de la academia, aunque no actuaba como tal, eso también subía su estatus.

Zigzagueando alrededor de la horda de gente, Tasuki se acercó a Kyoko con una sonrisa genuina. La había conocido desde la secundaria y siempre tuvo un encaprichamiento con ella. Habían salido por temporadas, pero nada serio… más como mejores amigos en realidad y había pasado un tiempo desde que habían hecho eso.

Él le pediría salir más a menudo, pero ese chico Toya o el jefe de seguridad de la escuela siempre estaban cerca de ella últimamente. Podría jurar que escuchó un gruñido la última vez que se le acercó a ella cuando estaba con uno de ellos.

Con eso en mente, escaneó nerviosamente el área esperando que estuviera sola. No es que les tuviera miedo a ninguno de ellos… no… nunca…

Suki pudo ver el nerviosismo de Tasuki y se rio en voz alta. – Está bien, Tasuki. Vinimos solas.

Suki sonrió a la mirada confusa de Kyoko, luego agarró a Tasuki por el hombro halándolo a la fila con ellas. Ella y todo quien lo conociera estaba al tanto del hecho de que sentía algo por Kyoko. Bueno, es decir, todo el mundo excepto Kyoko.

Kyoko se sonrojó cuando Tasuki se volteó para encararla. No se había dado cuenta de lo alto que se había vuelto. – Hola Tasuki, ha pasado un tiempo. He escuchado que lo estás haciendo genial con tus notas de nuevo este año –, su rostro se iluminó al darse cuenta de que había pasado demasiado tiempo desde que habían salido. Ella siempre se había sentido a salvo cerca de él, justo como mejores amigos. Había extrañado a Tasuki.

Una sonrisa agració sus labios, y le gustó el hecho de haber seguido en contacto con él, incluso si era desde la distancia. Quizás aún tenía una oportunidad con ella. Él realmente quería la oportunidad para demostrarle lo mucho que aún le importaba y lo que quería ser con ella, que no estaba “fuera de su alcance” como ella siempre pareció creer.

Por alguna razón ella parecía pensar que él saldría de su camino para verla solo porque habían sido amigos desde secundaria. Tenía la intención de corregir esa idea equivocada. – Sí, Kyoko, si alguna vez necesitas alguna ayuda, estaría encantado de ser tu tutor en cualquier momento –. Secretamente quería golpear su cabeza contra la pared de ladrillo sabiendo que una vez más sonaba como un mejor amigo y no como material para novio.

Suki sacudió su cabeza silenciosamente viendo la miseria en los ojos de Tasuki mientras él le sonreía a Kyoko. “Pobre chico”, pensó para sí mientras una sonrisa traviesa se extendía en sus labios. Él solo necesitaba un empujón en la dirección correcta.

*****

Los ojos de Kyou se entrecerraron mientras la multitud de niños inocentes crecía. “Demasiados para que Hyakuhei escoja”, reflexionó. Siempre era lo mismo. Quitar la vida y salirse con la suya, justo como ese monstruo se había salido con la suya en el pasado. Sus garras agarraron la repisa de la ventana con frustración preguntándose si podría detener la masacre.

Tendría que acercarse y mezclarse con la multitud. Sonriendo ante el pensamiento de su cabello plateado y ojos extrañamente color oro, siempre mezclándose, Kyou volvió su atención a la masa reunida.

Echó un vistazo al estacionamiento una vez más, su vista se detuvo. Su mirada sorprendida se deslizaba sobre un grupo de tres apiñados más cerca del frente de la multitud. El aura que rodeaba el triángulo era sorprendentemente diferente de los otros humanos. El suave tinte de luz blanca pura que rodeaba el grupo deslumbró la visión interna de vampiro de Kyou.

Disminuyendo la intensidad de su mirada, Kyou sacudió su cabeza y ojeó al grupo de nuevo. Incluso con sus sentidos atenuados a propósito, pudo detectar un débil resplandor arremolinado alrededor de las tres figuras. Un débil brillo de polvo de arcoíris vino directamente de encima de ellos ensombreciendo la luz como para esconderla de sus ojos.

Kyou buscó en el cielo encima de ellos solo para ver la noche. Sus ojos se entrecerraron entendiendo más de lo que se suponía antes de devolver su mirada al grupo.

Nunca había visto algo así en su vida interminable. Un débil recuerdo captó su atención causando que mirara al grupo con los ojos abiertos como platos. Estaba recordando las palabras de su hermano menor antes de que Hyakuhei lo asesinara tan agresivamente. –Si tan solo pudiéramos conseguir el Corazón de Cristal del Guardián, entonces quizás podríamos ser libres de la obscuridad, hermano.

Kyou se había burlado al decirle a Toya que la joya era solo un mito e imposible de hallar, incluso en las leyendas. Toya había ignorado esa réplica, – el aura de aquella que protege a la joya brillará con luz santa. ¿No quieres ser libre?

Un sentimiento de melancolía se instaló en Kyou con el recuerdo de la pregunta de su hermano. Él hubiera dado lo que fuera para liberar a su hermano de la vida a la que Hyakuhei lo había metido. La brisa entró por la ventana soplando su largo cabello lejos de su rostro como diciéndole que se fuera, como si Toya en persona le estuviera diciendo que se fuera.


Reuniendo la obscuridad que rodeaba su letal cuerpo, Kyou emergió desapercibido entre la multitud de juventud ignorante, y su mirada intensa nunca dejó el lugar donde la más pura y suave luz brillaba.

*****

Kyoko soltó una risita cuando vio a Suki moviendo sus cejas detrás de la espalda de Tasuki. Suki había estado saliendo demasiado con Shinbe últimamente. Cruzó los ojos y sacó su lengua casi haciendo a Suki doble en un ataque de risa, luego la mirada despareció instantáneamente cuando Tasuki se volteaba para ver de qué se reía Suki.

Esto hizo que Suki se agarrara de la pared para evitar que sus rodillas se desplomaran mientras Kyoko solo se encogía de hombros diciendo: – ¿quién sabrá qué mosquito le picó? Ella nunca ha sido normal –. Levantó una ceja añadiendo: – tengo que sacarla de su locura al menos una vez a la semana o se pone incluso peor, y trata de morder los árboles en frente del dormitorio.

Tasuki se sonrió acercándose a la oreja de Kyoko como si fuera a susurrarle pero luego dijo, en una voz suficientemente alta para que Suki escuchara: – quizás a nuestro regreso a casa esta noche deberías llevarla de vuelta.

Kyoko asintió felizmente, luego sintió el vello de la nuca erizarse como si alguien la estuviera observando. Esperando que no fuera Toya siguiéndolas, trató de ignorarlo manteniendo su atención en Suki y Tasuki.

Suki finalmente agarró suficiente aliento para recordarle a Kyoko que iban a tener una fiesta de pijamas en la habitación acolchada más tarde en la noche, luego le preguntó a Tasuki si le gustaría unírseles. – Incluso tenemos una camisa de fuerza para la ocasión –. Sacó su lengua hacia ambos.

– Guarda esa cosa antes de que lastimes a alguien –, le replicó Kyoko y fue rápidamente recompensada cuando la mandíbula de Suki se cayó.

Mientras la fila comenzaba a avanzar, Kyoko miró sobre su hombro preguntándose quién la estaba observando. Solo vio las luces del estacionamiento y una horda de gente esperando para entrar, luego frunció el ceño a su propia paranoia. El sentimiento de intranquilidad de que alguien la estaba observando se rehusaba a dejarla y la preocupaba. Recordaba a Kotaro advirtiéndola sobre un acosador alrededor del campus y de repente deseó haberle dado una pista de a dónde iban a estar.

Suki tomó su mano y la jaló consigo, puesto que comenzó a retrasar la fila. Kyoko ignoró el sentimiento escalofriante mientras entraban al edificio y su atención era atraída hacia el interior del inmenso club.

Kyou la había visto voltearse como si lo sintiera y se preguntara por ello. Los ojos de Kyoko se habían dejado llevar muy lentamente hasta el mismo lugar en que él estaba de pie, pero él sabía que ella no podía verlo en las sombras. Bajo el manto de obscuridad, él la mantenía dentro de su visión mientras entraba en el establecimiento.

Su mirada dorada se movió por la habitación sabiendo que había más que humanos en el espacio tenuemente iluminado, pero eran amenazas de bajo potencial y no merecían su atención.

Suki los guio a un área cerca del bar para que no tuvieran que ir muy lejos por las bebidas y aún tener una buena vista de la pista de baile. La música ya había comenzado pero no muy alto como para gritar para ser escuchado.

Kyoko estaba estupefacta de lo agradable que era el lugar adentro. Comenzaba a sentirse contenta de dejar que Suki la acosara para venir. Después de todo, tenía que haber más para vivir que estudiar, que era todo lo que había hecho por más de una semana. Toda la energía en el lugar era adictiva y sonrió con entusiasmo. Era uno de esos raros momentos en que Kyoko había sentido que podía pasar cualquier cosa.

En vez de mesas y sillas reales, el establecimiento tenía sofás demasiado rellenos aquí y allá con pequeñas mesas de vidrio para colocar las bebidas. El club mostraba principalmente los colores morados, azules y negros, los cuales le daban un toque de misterio y magia con todas las luces cambiando constantemente, y que a su vez creaba la sensación de una pandemia sensual. La atmósfera del club era casi embriagante.

Las sombras profundas le daban privacidad a quienes la buscaban, y Kyoko se sonrojó pensando en las cosas que a veces sucedían en las sombras, cosas que ella aún debía experimentar. Su mente volvió a preguntarse qué hacía Kotaro antes de que ella devolviera rápidamente su atención a sus amigos con un aire de culpabilidad.

Kyou tomó asiento en la esquina más oscura, cerca del aura intensamente pura. Observando al grupo que ahora podía ver que el brillo provenía solo de una de ellos. Sus ojos se suavizaron por primera vez en innumerables años, por solo un instante al verla sonreír capturando la majestuosidad del club. Era como ver al sol y eso era algo que no había hecho en un largo tiempo.

Ella era hermosa, con cabello caoba suelto y largo compensado por la sedosa camisa blanca que usaba.

La mirada de Kyou escaneó su cuerpo perfecto, capturando la piel expuesta en su cintura y la corta mini falda seguida de unas piernas bien formadas antes de levantar de nuevo a su cuello, que estaba expuesto. Siguió el arco arriba hacia su rostro con un gruñido de desaprobación. Estaba volteada a un ángulo y se encontró a si mismo necesitando ver sus ojos, los ojos eran el espejo del alma.

Sus instintos estaban reaccionando de formas en que no había experimentado antes. Este sentimiento que no podía describir lo agitaba y de alguna forma le recordaba a su hermano. No le gustaba lo desconocido.

Oscureció las sombras a su alrededor al ella voltearse, haciendo un barrido con su mirada por encima de él pero él los había visto. La vista casi le había quitado la respiración de su cuerpo. Tenía los ojos de esmeralda cubierta de inocencia, pero también pudo ver la travesura y el poder escondido ahí.

Kyou apretó su puño tan fuertemente que pudo sentir gotas de sangre formarse donde sus uñas afiladas habían perforado su piel. ¿Por qué había ese tipo de inocencia aquí, en un lugar como este? No debería estar permitido. Sintió un gruñido comenzar en el fondo de su pecho y trató de suprimirlo.

Si esta corazonada era correcta y Hyakuhei hiciera una aparición, entonces las cosas se podrían poner muy peligrosas muy rápido. ¿Era ella la que tenía el Corazón de Cristal del Guardián en su interior? Las palabras de su hermano vinieron una segunda vez para atormentarlo.

“… hermano, si lo encontramos entonces podemos ser libres de él…”

Bloqueando los demás sonidos dentro del club, Kyou dirigió todos sus sentidos a ella, así podía saber más y prepararse. Sus encantados ojos color oro casi brillaron mientras se metía en los pensamientos del grupo sentado en la mesa de ella. Escuchar los pensamientos de mortales era un vicio que no había usado en un largo tiempo.

Tasuki se ofreció a buscar la primera ronda de bebidas ya que el barman era su primo. No iba a desperdiciar su única oportunidad de impresionar a Kyoko. Él sabía que ella pensaba en él como un amigo, pero él quería mucho más, si tan solo ella pudiera abrir sus ojos y ver la devoción que él le ofrecía. Nunca habría un hombre que pudiera amarla más que él. Era simplemente imposible.

Suki sonrió al escuchar que él conocía al barman y le pidió a Tasuki que les trajera a todos unos tés Long Island bien fríos. Tasuki le dedicó un guiño sonrojado a Kyoko, asintiendo y diciéndoles que volvería pronto. Se fue a buscar las bebidas de las chicas lo más rápido posible.

Los ojos de Kyoko se redondearon mientras clavaba los ojos en Suki. – ¿Té Long Island? Pero si somos… – Suki movió una mano desdeñosa para callarla.

– Vamos Kyoko. ¡Vive un poco! Los finales se acabaron y además… hemos bebido antes –, Suki trató de calmar a Kyoko al sonreír y voltear sus ojos. Esperando cambiar de tema, agregó: – debo admitir Kyoko que en ese atuendo y tus curvas… no te ves menor de edad –. Se rio en voz alta ante la mirada sorprendida en el rostro de Kyoko.

Kyoko miró a Suki escépticamente. – Dos veces, Suki. He bebido dos veces y apenas recuerdo cada vez… y no necesito vestirme así para probar qué edad tengo –. Kyoko se ruborizó al poder recordar lo que se presentó la última vez en su cumpleaños. Por Suki, ella no recordaba mucho sobre su propia fiesta de cumpleaños.

Recordaba el enorme bol de fruta que Suki le había dado con una sonrisa tan inocente. Sabía de la debilidad de Kyoko por la fruta y había jugado con eso. Kyoko se había comido casi todo el bol sin darse cuenta de que había sido impregnado de alcohol.

“Ella me va a meter en problemas de nuevo… ¡eso lo sé!” Lloriqueó Kyoko silenciosamente para sí y mentalmente se desplomó derrotada. Los otros solo habían bromeado sobre esa noche, algo sobre cómo Kyoko había olvidado caminar… ¡o hablar!

Suki sonrió, encogiéndose de hombros. – Así que esta es la tercera vez –. Le sonrió contenta a Tasuki mientras traía las bebidas agarrando uno para ella ansiosamente.

Kyoko mordió sus labios, luego balbuceó algo sobre “tres strikes y estás fuera”, pero se volteó y sonrió a Tasuki de todas formas. Había algo como presión de grupo después de todo, y siendo lo inocente que era, se rindió.

– Tres tés Long Island como se solicitó –. Tasuki se sentó entre las chicas y dio un sorbo a su bebida. Sintió el calor alzarse de repente dentro de la habitación porque la bebida estaba muy fuerte. Mirando de reojo detrás de Kyoko vio a su primo detrás de la barra. La sonrisa traviesa en el rostro de su primo le hizo saber que las bebidas estaban más fuertes de lo normal.

Tasuki sacudió la cabeza y miró de vuelta a las chicas. – Por los finales, para que los pasemos todos brillantemente –, brindó Tasuki. Luego mirando a Kyoko a los ojos agregó: – Y porque no perdamos contacto con el otro de nuevo, sin importar qué.

Kyoko se sonrojó y sonrió tímidamente mientras tomaba su bebida de su mano extendida. Tomando un sorbo apresurada, sus ojos se abrieron cuando decidió que en realidad le gustaba el sabor. – Si no puedes vencerlos, úneteles –, guiñó el ojo a Suki con cordialidad.

Metió de golpe una pajilla en la bebida y a los diez minutos siguientes de risas y payasadas, el té helado Long Island desapareció. A Kyoko se le ruborizaban las mejillas en tanto que los efectos del alcohol lentamente fluían por su cuerpo.

Y Tasuki, habiendo tomado el suyo a la misma velocidad que Kyoko, ahora se sentía más cómodo y con un poco más de valor al preguntar a las chicas si querían bailar. Sus ojos se oscurecieron atractivamente mientras tomaba la mano de Kyoko y la guiaba a la pista de baile con Suki sosteniendo la otra mano de Kyoko.

Él solo supo que esta noche sería la mejor de sus noches en la universidad y nunca olvidaría un solo momento de ella.

A tan solo unos metros de distancia, Kyou observó al joven llamado Tasuki estirar el brazo y tomar la mano de la chica de ojos verdes y sintió la necesidad de romper los dedos ofensivos del joven atreviéndose a tocarla. Los sentimientos inocentes por la chica se podían leer claramente en sus ojos y pensamientos, pero aún no confiaba en él.

Kyou lo había visto suceder muchas veces observando la vida nocturna. Un joven les da bebidas a las chicas y luego toma ventaja de su inocencia. Sus ojos se tiñeron de carmesí mirando al chico guiar a las chicas a la pista de baile. Kyou sintió la necesidad de tomar a la chica de cabello caoba y esconderla de cualquiera que quisiera herirla o poseerla.

Se preguntó ligeramente por su propia posesividad hacia la chica. Si ella era la que retenía el Corazón de Cristal del Guardián, entonces, ¿qué debería él hacer? Una cosa que Kyou sabía era que, antes de dejar que Hyakuhei la tuviera, la mataría con sus propias manos.

Si la leyenda era cierta y Hyakuhei ponía sus manos en el poder del Corazón de Cristal del Guardián, no habría forma de detenerlo.

*****

Kamui se sentó invisible, encima de uno de los altavoces enormes en frente del DJ viendo la pista de baile donde Kyoko y Suki estaban bailando con un joven. Levantó una ceja cuando se dio cuenta de quién era este chico. Una sonrisa muy secreta ladeó sus labios viendo la tonalidad amatista que se adhería al chico.

Su atención volvió al otro hombre que estaba acosando a la Sacerdotisa. Ya había tratado de detener la atracción una vez cuando Kyoko aún estaba en la fila, pero el viejo guardián era terco como siempre. Las vibras que Kyou daba eran pesadas y algo contaminadas.

– Kyou, ¿en qué estás pensando? – se preguntó Kamui en voz alta sabiendo que nadie podía escucharlo o verlo. Observando a Kyou observar a Kyoko, reconoció el destino cuando lo vio. El destino siempre había atraído a los Guardianes hacia la Sacerdotisa… sin importar el mundo o la vida.

Secretamente deseó poder organizar un lugar donde Toya y Kyou se vieran pero aprendió a no tratar de usar sus poderes en Kyou. Sintió escalofríos subir por su brazo al pensar en molestar al peligroso Guardián dorado.

Su mirada escaneó la multitud de nuevo sabiendo que Kyou no era por quien debería estar preocupado. Había otros dentro del club que no eran humanos, pero podía sentir la verdadera obscuridad acercarse por momentos. Se preguntaba si Kyou podía sentirlo también.

Kamui asintió para sí. Lo mejor que podía hacer por ahora era ayudar a esconder los poderes de Kyoko de ojos entrometidos. Con ese pensamiento, saltó de los altavoces pero sus pies nunca golpearon el suelo del club de baile.

Capítulo 4

Mientras el trío entraba en la abarrotada pista de baile, Suki y Kyoko inmediatamente comenzaron a mover sus cuerpos al ritmo de la música dejando a Tasuki mirar con fascinación. Los cuerpos calurosos a su alrededor hicieron que su piel se ruborizara mientras el alcohol fluía por sus venas.

El cuerpo de Suki se movió más cerca del de Kyoko poniendo sus brazos alrededor del cuello de la otra y comenzaron a bailar. Riéndose de las payasadas de la otra, bailaron como amantes perdiéndose en el ritmo de la música. Se habían enseñado a bailar así en la escuela elemental hacía mucho tiempo.

Atrapadas en el momento de pura diversión sin adulterar, las chicas se habían olvidado momentáneamente de su tercer acompañante.

Tasuki miró a ambas amigas bailando apasionadamente juntas y sintió calor en sus mejillas. “¡Guao!” Su cuerpo reaccionaba a la escena que se interpretaba en frente de él. Se sentía como si su respiración fuera golpeada fuera de sus pulmones. Mirando el cuerpo de Kyoko frotándose contra el de Suki mientras sus manos vagaban por el cuerpo de la otra casi era más de lo que podía soportar.

Tasuki decidió que quería sumarse a la diversión, y obligó a sus pies moverse antes de que perdiera el valor.

Deteniéndose justo en frente de Kyoko, pudo ver que sus ojos estaban cerrados mientras se movía contra Suki. Su mirada enzarzada con la de Suki en tanto ella sonreía y bajaba detrás de Kyoko lentamente volviendo a subir, acariciando con sus dedos las caderas de su amiga. Esperaba que Tasuki tuviera suficiente valor para bailar con Kyoko así.

– ¿Por qué no te nos unes? ¡Esto es demasiado divertido! – se rio agarrando a Tasuki por la hebilla del cinturón, tirando de él sonrojándose contra Kyoko.

Los ojos de Kyoko se abrieron como platos de la sorpresa sintiendo un cuerpo duro, definitivamente masculino golpearla de una manera muy íntima. Un rubor encendió sus mejillas cuando se dio cuenta de que Tasuki la sostenía cerca. – ¡Ey! – sonrió tímidamente, y decidió que le gustaba la forma en que se sentía su cuerpo contra el de ella. Sabía que podía confiar en que él no pasaría los límites. Él siempre era un caballero.

Sintiéndose osada, Kyoko continuó bailando con Suki moviéndose detrás de ella poniendo una mano en el hombro de Tasuki… alentándolo silenciosamente.

Tasuki no necesitaba nada más que ese simple movimiento para agarrar las caderas de Kyoko y comenzar a moverse con su cuerpo. Sentía que estaba en el cielo con la chica de sus sueños bailando seductoramente contra él. Sintiendo cada curva de su cuerpo frotarse contra él era una dulce tortura que nunca había experimentado.

Sus ojos marrones se suavizaron seductoramente en tanto todo su cuerpo se sentía como si estuviera quemándose y quería sentir tanto de ella como fuera posible. Presionándose más cerca de Kyoko, comenzó a bailar contra ella, moviendo su cuerpo caliente con el suyo como un amante perdido hace mucho tiempo.

Kyoko miró hacia arriba a los ojos de Tasuki y se dio cuenta por primera vez de que eran bonitos copos amatista rociados de orbes chocolate. “Hermoso…” era la única palabra que le vino a la mente. Mientras más profundo mirara… más le recordaba a Shinbe.

*****

El humor de Toya no había mejorado desde que fue al dojo de la universidad esperando quemar un poco de vapor. Había decidido que mejor se iba rápidamente cuando estropeó el saco de boxeo de quinientos dólares. No era su culpa que estuviera imaginando el rostro de Kotaro cuando lo golpeaba.

– ¡Chica estúpida! – gruñó. “¿Por qué siempre era tan difícil de manejar?” Miró hacia nada en particular pensando en el molesto guardia de seguridad con el que Kyoko había salido.

Aún se sentía lívido de cuando escuchó la voz de Kotaro en el apartamento de Kyoko más temprano. Nada le hubiese gustado más que arrancar la cabeza del hombre y meterla donde el sol no le alcanzaría. Toya siempre tuvo un sexto sentido sobre cosas y sus sentidos le decían que Kotaro no era lo que aparentaba ser.

– Un lobo con ropa de oveja va más como él –. Sonrió, luego se sintió ligeramente culpable porque también le escondía cosas a Kyoko. Cosas que él no podía explicar.

Había aprendido desde pequeño a esconder sus habilidades inusuales de otros, habilidades como fuerza inhumana y velocidad, así como sus intensificados sentidos del olfato y la vista. El único problema era que venían y se iban cuando querían. No podía evocarlos en un momento y quizás era algo bueno.

Perdido en sus pensamientos, la piel de Toya se erizó al notar al guardia apoyado contra la puerta del edificio de seguridad. “Hablando del rey de Roma”. Toya miró a Kotaro, casi caminando más allá de él y luego se detuvo sobre sus pasos. – ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – gruñó.

Sin prisa, Kotaro se levantó a su máxima altura y caminó hacia donde la supuesta cita de Kyoko estaba de pie gruñéndole. Mirando alrededor y sin verla por ninguna parte, su comportamiento relajado se tensó y Kotaro perforó a Toya con una mirada furiosa. – ¿Dónde está Kyoko? Pensé que estaría contigo esta noche.

Si había algo que Toya odiaba era ser confundido y ahorita no estaba de humor para eso. – Tú estúpido malparido… pensé que tenía una cita contigo –, le espetó sin pensarlo.

La jaula de Kotaro ahora estaba seriamente agitada. Kyoko le había dicho que iba a salir con Toya y había sido una mentira. – ¡Maldición!

Sin darle una segunda mirada, se fue en dirección al lugar donde vivía Kyoko esforzándose contra la necesidad de usar su velocidad antinatural. ¿Por qué le había mentido? Si él hubiese sabido que no estaría con el imbécil, la hubiese seguido.

Toya sintió pánico por un momento cuando vio que la preocupación se filtraba a los ojos de su rival y la forma en que se fue a una velocidad vertiginosa no lo hacía sentirse mejor. Algo dentro de él confiaba en Kotaro completamente, pero nunca le diría eso.

Sin siquiera pensar lo que estaba haciendo, se fue detrás de Kotaro a ver a dónde iba. Fácilmente alcanzándolo pero dándose cuenta de la velocidad a la que ambos iban, algunas de las sospechas de Toya se confirmaban. Kotaro era más de lo que parecía… ¿tenían el mismo ADN o algo? Apretó sus dientes sin gustarle ese pensamiento.

En un minuto, Kotaro estaba golpeando la puerta del apartamento de Kyoko esperando contra todo pronóstico de que realmente estuviera allí. Golpeando ambas palmas contra la inocente puerta gritó: – ¡Demonios, Kyoko! ¿Dónde estás? – temor y preocupación se filtraron por cada poro de su ser. – Esto no es bueno –, gruñó.

– ¿Qué no es bueno? – reclamó Toya de pie detrás de Kotaro.

Las vibras que transmitía Kotaro hacían que el pecho de Toya doliera con su intensidad. Si hubiese sabido que Kyoko no estaba con Kotaro, hubiese venido para estar cerca de ella. Debió haber seguido sus instintos y venir de todas formas. Tendría que ponerle una correa a esa chica tarde o temprano.

Kotaro se balanceó habiéndose olvidado de Toya completamente en su prisa de llegar con Kyoko. Ahora teniendo a alguien con quien descargar su ira, se descargó. – ¡Pensé que estaba contigo! – Kotaro tensó su puño y atrajo su rabia dentro de sí antes de ir demasiado lejos. – ¿Y cómo demonios fuiste capaz de mantener el paso? No importa, no respondas eso.

Toya lo miró fijamente, sorprendido de que el guardia de seguridad se diera cuenta, pero que se encogiera de hombros a ello. – Simplemente soy así de rápido imbécil.

Calmando su lado dominante, Kotaro abrió sus perforadores ojos azul hielo, entrelazándolos con la persona que lo iba a ayudar a encontrar a “su Kyoko”. Era suficientemente malo que Toya no hubiese renacido como vampiro para que pudieran simplemente resolverlo a puñetazos, pero ahora Toya estaba recuperando sus habilidades del pasado y no tenía idea de por qué. Para colmo, el mejor amigo de Toya era Shinbe y Shinbe no tenía idea de su pasado tampoco.

Kotaro golpeó la palma de su mano contra su sien preguntándose por qué carajo confiaría en Toya para cuidarla… por segunda vez, cuando había fallado la primera. El hecho de que Toya no recordara nada, hacía imposible para Kotaro vociferarle. Inhaló profundamente ante la verdad, ambos le habían fallado. Sus labios se estrecharon mientras miraba silenciosamente.

Toya lanzó una sonrisa poco entusiasta. – Así que te mintió y te botó diciendo que iba a salir CONMIGO. ¡Ja! – aunque sabía que eso era más o menos lo que ella había hecho con él, no dejaría que Kotaro lo supiera.

Kotaro tomó otra respiración profunda tratando de mantener su temperamento bajo control. Era como hablar con un maldito chiquillo. – Esto no es un juego, punk. Chicas han desaparecido de derecha a izquierda del campus y de la ciudad por más de un mes. Ahora, ninguno de los dos sabe dónde está Kyoko –. Kotaro podía escuchar el pánico en su propia voz, pero lo ignoró. – ¿Tienes alguna idea de a dónde pudo haberse escapado?

Toya podía sentir su pecho destrozarse de preocupación pensando que Kyoko estuviese en peligro. – ¡Maldita sea! – Se volteó hacia la puerta de Suki y comenzó a golpear hasta que escuchó la puerta agrietarse haciendo que aflojara el golpeteo. Sin respuesta.

– ¡Mierda! – Cerca de un estado de pánico, Toya buscó a tientas su celular esperando que Shinbe supiera dónde estaban las chicas. – ¡Sátiro libidinoso, atiende! – gritó al teléfono que aún llamaba. Después del cuatro timbrazo Shinbe finalmente respondió.

– ¡Shinbe! ¿Sabes dónde están Suki y Kyoko? – miró a Kotaro cuando se le acercó como esperando escuchar la respuesta.

En el otro extremo del teléfono, Shinbe sonrió una sonrisa reveladora. – Quizás…

*****

Kyou siguió escondido dentro de la obscuridad mirando a la chica bailar con sus amigos. Había descubierto que su nombre era Kyoko al escuchar su conversación. Hasta ahora, el chico llamado Tasuki había mantenido sus manos para sí mismo, lo que era algo bueno considerando que Kyou había decidido dejarlo vivir mientras no se acercara demasiado a ella. Parecía suficientemente inofensivo; si no, al menos un poco obsesionado con ella.

Se habían abierto espacio hacia la pista de baile, la chica y su amiga habían comenzado a bailar juntas. La forma en que estaban bailando era indecente. “Debe ser el alcohol que consumió tan rápidamente”, se le dificultó pensar de otra forma.

Un gruñido grave vibraba en su pecho mientras su visión era obstruida por un grupo de humanos punk. Escuchado su advertencia, luego viendo la mirada dorada escalofriante que les dio, rápidamente se retiraron al otro lado del club. Las esquinas de los labios de Kyou dieron el indicio de una sonrisa divertida sobre la forma en que se dispersaron inmediatamente.

Devolvió su atención a la pista de baile enfocándose en la chica joven que lo dejó perplejo. La visión que lo saludó hizo que su sangre hirviera de ira. Un gruñido violento vino de un lugar desconocido mientras los ojos dorados destellaron rojo con sangre.

El inofensivo Tasuki estaba bailando con Kyoko como si tratara de seducirla.

*****

Kyoko estaba perdida en la sensación de las manos de Tasuki en sus caderas, acariciando la piel desnuda de su cintura mientras él tomaba control de su danza. En realidad se veía alucinante con su cabello desordenado y bailando sensualmente con ella. Una risita escapó de sus labios al cambio de sus pensamientos.

Mientras lo sentía acariciar su piel expuesta en la parte baja de su espalda, ella se dio cuenta de que sus ojos casi se volvían puro amatista.

Suki, decidió que podría probar algo frío y mojado, y le dio una nalgada a Kyoko. – ¡Vamos, ustedes dos! ¡Requiero alimento! – Se rio por su tonta frase arrastrando a la pareja de vuelta a la mesa que habían ocupado antes en la espera de otra bebida.

*****

Kyou se levantó tratando desesperadamente de calmar su sangre rabiosa. Su usual control vestido de hierro y frío comportamiento se había desvanecido completamente al ser testigo del chico Tasuki que estaba bailando con Kyoko como si fuera su amante.

En el descanso de su mente, sabía que debía calmarse rápidamente, de otra forma, Hyakuhei sentiría su presencia si no lo había hecho ya. Tomando un respiro firme y profundo, mentalmente se reprendió por su estupidez.

Durante siglos había sido un frío demonio de la noche sin emociones. Su resolución era como una montaña que nunca se movía y no podía forzarse a ser sumisa. Sus emociones eran bien conservadas dentro de su frío exterior, irrompible por una razón: para que pudiera esconder su aura del verdadero enemigo.

En una noche, la presencia de una chica joven, más allá de inocente y pura, había causado que flaqueara por primera vez en su vida de muerto viviente.

Ajenos al enfurecido vampiro de cabello plata, el trío se abrió paso de vuelta a sus asientos previos. La risa inocente de Kyoko flotó hasta él, casi calmando su rabia. Un poco de su tensión aminoró y se preguntó por qué había actuado tan posesivamente hacia la chica.

Entrecerró los ojos, lanzando dagas al chico con ella prometiendo una muerte agonizante si siquiera caminaba de puntillas fuera de la línea una vez más. Ella necesitaba un Guardián.

Kyou no podía entender la atracción tan fuerte que sentía hacia ella, pero observarla se había vuelto adictivo. Su belleza e inocencia lo habían fascinado mientras comenzaba a preguntarse si su piel era tan suave como parecía. Ver otro vaso del líquido contaminado deslizarse frente a ella le enfurecía.

Con cada sorbo que tomaba, el resplandor de luz pura que la rodeaba parecía titubear y debilitarse. Ya era mucho más difícil de detectar. Si seguía bebiendo del agua del demonio que estaba puesto frente a ella, pronto caería en la obscuridad.

Como si lo desafiara, miró a la chica quitar la pajilla de la copa y presionarla contra sus labios, drenando el resto del líquido contaminado.

Kyou hizo algo que no había hecho en siglos… sonrió, sabiendo que ahora su secreto estaría a salvo del mal que acababa de entrar al club nocturno. Quizás ocultar el aura de ese tipo de inocencia inimaginable de la hermosa chica no era tan malo después de todo.

Kyou retrocedió a la obscuridad mientras su enemigo salía de ella.

*****

Hyakuhei caminó a través de la puerta sin darse por advertido de los secuaces que lo seguían en su sombra. Podían buscar su propio entretenimiento para la noche. Ellos solo entorpecerían sus planes para la tarde, en caso de que les permitiera unírsele. Sus ojos carmesí escanearon la exhibición de carne caliente delante de él con interés.

Había sentido vida aquí, escondida en alguna parte entre los humanos. Lo había llamado como a un amante ansiaba su caricia, pero ahora la sensación de caricias casi se había desvanecido, como si se hubiese apagado.

Se había alimentado bien la noche anterior y no sentía la necesidad de alimentarse de nuevo tan pronto. No… esta noche tenía algo más en mente.

Esta ciudad guardaba el poder del legendario Corazón de Cristal del Guardián, estaba seguro de eso. Todos los caminos que había tomado, buscando la luz escondida, lo habían llevado a este lugar. Incluso ahora, podía sentir la escurridiza luz escondida bajo la obscuridad mientras se apoyaba contra la pared, mirando a los humanos.

Varios de los mortales ignorantes ya lo habían notado y supo que vendrían por él, erróneamente ofreciendo sus almas.

La simple atracción de alto, oscuro y bien parecido siempre le había facilitado capturar a su presa. Su largo y oscuro cabello fluía a su alrededor en ondas como el fondo por su buena y sin igual apariencia. Podía sentir la lujuria emanando de los humanos, pero esta noche no le prestó atención.

Esta noche, buscaría a quién podría poner bajo su control. A veces convertía un alma ignorante simplemente para matarle la noche siguiente. Solo otorgaba el regalo de la vida eterna cuando le era apropiado y eso era menos de una vez cada siglo. Pero esta noche, buscaría a alguien que lo asistiría en su misión de determinar quién resguardaba el Corazón de Cristal del Guardián.

Los ojos de Hyakuhei se oscurecieron con sus pensamientos. La última vez había estado muy cerca del misterioso Cristal de la leyenda, la chica que llevaba el poderoso Cristal había percibido su intención. Antes de que pudiera detenerla, se había suicidado… llevando el Cristal con ella y más allá del alcance de Hyakuhei una vez más.

Su mente se dejó llevar por la nostalgia. Había sido tal desperdicio… por ser la chica incomparable en belleza y de pureza incontaminada. Su cuerpo delgado no hacía movimiento mientras buscaba sin prisa entre la multitud con ojos de medianoche.

El Cristal únicamente resurgía cada cien años de acuerdo con los pergaminos antiguos que había tomado del brujo Shinbe antes de quitarle la vida. Sus labios dieron un indicio de sonrisa cruel recordando ese asesinato en particular, ciertamente bastante delicioso.

Contando los años desde ese momento, la doncella elegida que ahora llevaba el Cristal cerca de su corazón ahora tendría veinte años, posiblemente un poco más joven. Hyakuhei lo había sentido entre las inmediaciones de la universidad y ahora aquí entre la multitud de estudiantes universitarios en el club.

El hecho de que esta ciudad estaba construida en el mismo suelo donde el Cristal se había desvanecido solo confirmaba que sería el mismo lugar para su reencarnación.

Si él no podía encontrar a la portadora del Corazón de Cristal del Guardián, entonces reclutaría a uno que fuera aceptado entre ellos y pudiera ayudar con su búsqueda. Un no humano, una creatura de la noche, por encima de todos podría detectar el poder que él quería y deseaba para sí.

Una sonrisa maliciosa agració sus labios perfectos con anticipación de la emoción de la caza. Habiendo llamado a sus hijos preferidos para unírsele, esta vez tendría lo que deseaba. Había estado en la obscuridad por demasiado tiempo e incluso las cosas más placenteras comenzaron a aburrirle.

Hyakuhei quería algo nuevo y un reto era justo lo que necesitaba para despertarlo de su larga vida de sueño. Vagamente, pudo sentir un alboroto en el aire y sonrió intencionadamente. No había prisa… porque qué era el tiempo… para un vampiro.

*****

Tasuki miraba asombrado mientras Kyoko se bajaba lo último de su té helado Long Island. Sus ojos ahora suaves miraron de vuelta al suyo que seguía lleno, una mirada preocupada en su rostro. – Eh, Kyoko, si tienes sed podría buscar té de verdad del bar, si quisieras –. Sonrió viendo a Kyoko sonrojarse al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

Suki levantó una ceja notando el vaso vacío de Kyoko e internamente se encogió sabiendo que Kyoko la mataría felizmente mañana por la resaca. Se encogió de hombros mentalmente convenciéndose de que esta noche estaban celebrando y que Kyoko la perdonaría… eventualmente.

Mirando a Tasuki con su mejor expresión de “por favor ayúdame, estoy en problemas”, Suki accedió. – Pienso que esa puede ser una buena idea –. Le guiñó el ojo en apoyo y con picardía traviesa por debajo.

Siempre le había gustado Tasuki y frecuentemente deseaba que Kyoko saliera con él más a menudo, en vez de Toya, quien le gustaba, pero no siempre trataba a Kyoko tan bien como debería. Estaba contenta de que Kyoko pudiera dar tan bien como recibiera y no dejara que Toya le pasara por encima.

Luego estaba Kotaro, quien se llevaría a Kyoko y se casaría con ella si tuviera la oportunidad. Él era agradable y la trataba como a una diosa, pero Suki tampoco estaba cómoda con la idea de perder a su mejor amiga.

Los ojos de Suki se iluminaron al pensar en presionar a Tasuki y Kyoko para que estén juntos, especialmente después de la forma en que bailaron justo ahora. Ella había aprendido a que no la atraparan haciéndolo, porque Kyoko podía ser aterradora cuando estaba furiosa. Una chica tendría que tener valor para salir con los dos impulsivos con los que ella estaba saliendo. La sonrisa de Suki se suavizó pensando en su propio novio, aunque nunca admitiría tal título.

Shinbe estaba tan loco como cualquiera de los dos con los que salía Kyoko, si no más.

Volviendo sus pensamientos al presente, Suki se levantó con una sonrisa traviesa. – Trataré de convencer al DJ de que ponga mi canción favorita, ¡ya vuelvo! – Con eso dejó a los dos solos a expensas de sus propios recursos. Secretamente, esperó que el tiempo juntos a solas iniciara una pequeña llama ardiente entre esos dos.

Kyoko miró de vuelta a Tasuki sintiéndose aturdida y sonrió de manera culpable. – Me encantaría algo de té… o quizás café sería incluso mejor. Aunque a veces el mareo de la cafeína es casi tan malo –. Se rio de su propia broma, – si no te molesta buscarlo mientras voy al baño de damas –. Tomó la mano extendida de Tasuki y le dejó ayudarla a levantarse.

Kyoko parpadeó rápidamente en cuanto las cosas comenzaron a verse borrosas y luego rio. – ¡Ya vuelvo! – Escaneó las paredes buscando la dirección del baño de damas. Viéndolo cerca de la puerta principal, se fue esperando que no se viera tan tambaleante como se sentía. Quizás si salpicara algo de agua fría en su rostro y no tomara más alcohol esta noche, estaría bien.

El cuerpo de Kyou se tensó mirando a la chica caminar directamente hacia el último lugar al que quería que fuera, la entrada… y al enemigo. Sus acechantes ojos dorados se tiñeron de rosado y con un gruñido irritado, su silueta se desvaneció como si nunca hubiese estado ahí.

La mente abrumada de Kyoko se preguntó por qué habían puesto los baños tan cerca del frente de la puerta mientras miraba una horda de gente que aún llegaba al club. Algunos de los recién llegados parecían ya estar bien en el ambiente fiestero y el ruido dentro del salón de baile se amplificó.

Yohji, uno de los chicos del campus, vino tambaleándose, sin ver por dónde iba. Su hermano ya lo había convencido de ir a un par de bares por el camino más temprano y acababan de irse del último para probar este. Volviéndose para llamar a su hermano, Hitomi, chocó contra un cuerpo suave y caliente.

Escuchando un grito femenino, Yohji instantáneamente extendió los brazos y la atrapó con ambos brazos. Mientras sus ojos se iluminaban ante la cara de la que sostenía, una sonrisa salvaje se extendió por sus labios. – ¿Kyoko?

Una vez que la habitación decidió dejar de dar vueltas y estuvo derecha de nuevo, Kyoko miró hacia arriba al chico que le había cortado el paso, luego jugando al héroe todo en una caída. – Yohji… hola… – Kyoko se sonrojó cuando la sostuvo más cerca de él e inmediatamente empezó a sacudir su salida.

“¡No es bueno! No es bueno.” Cantó alguna parte dentro de su cabeza… podía escuchar la advertencia fuerte y clara.

Se había encontrado varias veces con Yohji en la escuela y aunque fuera un gran jugador con las chicas, extremadamente bien parecido y uno de los tipos populares deportistas, ella siempre trató de evadirlo. Era demasiado agresivo para su gusto y escogió estar lejos de él y del grupo con el que salía.

– Estoy bien ahora Yohji, ahora me puedes soltar –, sonrió, escondiendo su ansiedad, tratando de mantenerse serena y no empezar una escena.

Yohji no aflojó su agarre en ella y le dio una sonrisa perversa ante su inquietud. – ¿Por qué te dejaría ir ahora que finalmente te tengo en mis brazos, Kyoko?

Sus ojos ya estaban llenos de lujuria cuando su rostro tomó la apariencia de un depredador. Había estado detrás de ella por un largo tiempo y ella nunca le daba la hora. Bueno, ahora que ninguno de sus guardaespaldas estaba cerca para detenerlo, ella no se iba a escapar tan fácilmente.

Hyakuhei miraba la escena sucediendo a pocos pasos de él con interés. Podía ver al chico perfectamente, pero solo podía ver la espalda de la mujer. “Esa chica…” sus ojos tomaron un brillo espeluznante mirándola. Podía oler su nerviosismo y pureza tanto que estaba abrumando sus sentidos.

En cuando al chico que la sostenía, su lujuria llenaba tanto el aire que se podía saborear. Los ojos de Hyakuhei se entrecerraron mientras la necesidad de matar al punk comenzó a arder dentro de sus venas. Caminó hacia el frente solo para encontrar un escudo de polvo de arcoíris bloqueando su camino. El brillo reconfortante se instaló en tanto se apoyaba contra la pared una vez más entrecerrando los ojos con recelo. ¿Era protegida por el inmortal?

Extendió el brazo para tocar lo que quedaba de la barrera y dejó que el sentimiento relajante lo bañara. Un efecto tan tranquilizante no suprimiría sus malas intenciones por mucho. – Niños pequeños y sus juegos –, sonrió mientras sus ojos de medianoche volvían a la chica.

Su aura lo había agarrado con la guardia baja. Su mirada vagó por su encantador cuerpo y su piel brillaba como el rocío en una flor antes de la primera luz del amanecer. La necesidad de tocarla abrumaba sus sentidos tomando otro paso desconocido hacia ella… esta vez ignorando el molesto escudo inmortal de brillo protector.

Justo cuando estuvo a punto de tomar a la chica entre sus brazos, otra ola de egoísmo lo golpeó como un puñetazo físico. El aura familiar acarició sus sentidos, una que no había sentido en décadas. Dando una última mirada a la chica que había mentalmente asegurado, sus ojos oscuros se suavizaron brevemente mientras tomaba su decisión. Él la tendría… pronto.

Una sonrisa inclinó sus labios maliciosos a la nueva aura retrocediendo hacia la obscuridad fuera de la vista. – Así que mi obstinado Kyou ha decidido unirse al juego… vamos a ver cuáles son sus verdaderas intenciones.

******

Toya estalló dentro del apartamento que compartía con Shinbe, pero cuando no vio a su amigo comenzó instantáneamente a gritar. – ¿Shinbe, dónde diablos estás? – Tenía mucha rabia y por obvias razones tenía un mal presentimiento sobre la seguridad de Kyoko, especialmente después de que Kotaro le informara sobre las otras chicas perdidas… eran muchas.

Ya sus nervios se dispararon y si no posaba sus ojos en Kyoko pronto, iba a romper algo. De nuevo, cuando pusiera sus ojos en ella tendría suerte si dejaba que se le perdiera de vista de nuevo… nunca. Si se salía con la suya, la esposaría permanentemente a él para custodiarla.

Shinbe salió del baño abotonando su camisa azul hielo y viéndose como si fuera a salir por la ciudad. – Estoy aquí, ¿dónde está el fuego? – Se sentó en el sofá y comenzó a ponerse los zapatos como si nada le importara en el mundo.

Kotaro estaba de pie detrás de Toya esperando a ver si Shinbe tenía alguna información sobre el paradero de Kyoko. Apoyándose contra la encimera de la cocina, miró a Toya alzarse por encima de Shinbe.

Si Toya recordara lo que Shinbe había hecho en el pasado por él, posiblemente le mostraría más respeto al chico. Kotaro inclinó su cabeza en un ángulo divertido repensando eso. “No, no lo haría”, se corrigió. Mirando el temperamento del chico alzarse hubiese sido divertido si Kyoko no estuviese desaparecida.

– ¡Perdí a Kyoko y ahora no puedo encontrar a Suki tampoco! – Toya se retorció cuando Shinbe ni lo miró.

La sonrisa petulante de Shinbe estaba poniendo a Toya sobre su límite. Si Shinbe no estuviera ya con el cerebro medio muerto porque Suki siempre le estaba pegando en la cabeza, Toya le hubiese agregado también al daño cerebral. Pero ahora quería a su amigo consciente y contestando sus preguntas.

Shinbe terminó de atarse los zapatos sabiendo que Suki lo odiaría por esto pero no le importaba. Se lo recompensaría. Siempre se divertían cuando se reconciliaban de una pelea… sus ojos se pusieron vidriosos ante el agradable pensamiento. Reconciliarse sería divertido…

Escuchando un gruñido peligroso Shinbe rápidamente puso su atención de nuevo en su amigo levantando una ceja con calma. – ¿Qué?

– Shinbe, ¡maldita sea! ¡No te estoy jodiendo! ¿Dónde diablos están Suki y Kyoko? – gritó Toya, sus ojos dorados atravesando a su amigo como un cuchillo. Si Shinbe no le respondía pronto, sabía que iba a explotar.

Shinbe frunció el ceño con confusión cuando notó que Kotaro se apoyó en el bar. Toya y el guardia de seguridad ni siquiera se gustaban, mucho menos salían juntos. Su pecho se ajustó. – No lo sé seguro, pero Suki me plantó esta noche diciendo que iba a salir con una amiga aunque no dijo quién.

Cuando Toya comenzó a despotricar de nuevo, Shinbe se levantó. – Espera, no he terminado, así que mantén los pantalones puestos. Cuando estuve en su apartamento más temprano, vi un volante en su encimera sobre el Club Medianoche y la fecha de hoy tenía un círculo –. Sonrió lascivamente. – Estaba alistándome para ir y ver si me la encontraba.

Kotaro suspiró cuando Toya comenzó a volverse loco por las chicas estúpidas. Sin querer malgastar su tiempo se volvió a la puerta. – Gracias, Shinbe –, lanzó por encima de su hombro mientras se iba ahora más preocupado que nunca. Solo esperaba que Kamui estuviera con ella… protegiéndola de alguna forma.

Shinbe movió la cabeza hacia un lado mirando sobre el hombro de Toya mientras Kotaro se iba y luego enderezó su espalda para fruncirle el ceño a Toya. – ¿Qué está sucediendo y qué hacía Kotaro aquí? – Le brilló la preocupación en sus ojos amatista. Siempre le cayó bien Kotaro, pero no podía confesárselo a Toya sin ser etiquetado de traidor.

Toya agarró las llaves del bar respondiendo. – Te diré en el camino.

Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, sin molestarse si quiera en asegurarse de que Shinbe estaba detrás de él. Odiaba estar sin Kyoko. Siempre lo hacía sentir que vagaba confundido. Ya era tiempo de encontrarla y ponerla en su lugar… a su lado.

Capítulo 5

A Kyoko no le gustaba la forma en que Yohji la sostenía sonrojada contra él y sintió que su resentimiento comenzaba a colapsarse. Empujándolo lo más fuerte que pudo colocando sus manos en su pecho, sus ojos dispararon chispas de ira tratando de hacerlo que la soltara. – Mira, ¡necesito que me dejes ir en este momento Yohji! Estoy aquí con alguien –. Sus ojos se abrieron cuando él simplemente le dio una mirada petulante y la presionó de vuelta a su antigua posición. – ¡Carajo! – Kyoko echó humo pisando fuerte tratando de que cayera en el dedo de Yohji.

Al otro lado del sitio, Tasuki había traído té regular de vuelta a la mesa y lo colocó ahí. Mirando hacia la puerta a ver si podía encontrar a Kyoko, sus ojos se oscurecieron cuando notó a Yohji acosándola. La mayoría de las personas que lo conocían creían que Tasuki era el dulce chico Americano de al lado y el más popular en la escuela… pero sí tenía un temperamento escondido.

Yohji estaba al borde de presenciarlo desatado si no quitaba sus manos de encima de Kyoko.

La ira de Tasuki se reflejaba en su rostro mientras cruzaba la habitación para rescatar a su dulce Kyoko. Sabía por escuchar a otros hablando en los pasillos de la universidad que Yohji y su hermano eran agresivos con las chicas, e incluso habían sido acusados de violación más de una vez.

Al acercárseles, vio al hermano de Yohji, Hitomi, de pie a su lado, pero no dejó que eso lo detuviera. Esos dos chicos eran veneno y lo sabía. Los ojos de Tasuki tomaron un matiz amatista iluminado al moverse hacia adelante. Su adrenalina estaba alta y apretó sus dientes viendo a Kyoko luchando para liberarse.

A la ceja de Kyoko le dio un tic mientras la mano de Yohji viajaba hacia debajo de su espalda y la ahuecaba agarrando sus nalgas firmemente, forzándola a arquearse hacia él. Ella podía sentir su lujuria mientras sonreía con suficiencia malvada hacia ella.

– ¡Ya está! – Levantó su mano tan rápidamente que Yohji no la había visto venir hasta que escuchó el chasquido haciendo eco en su oído.

El hermano de Yohji, Hitomi, escuchó el sonido y se volvió para mirar la mejilla roja de su hermano. Sonrió a sabiendas, pero luego mirando más allá de él, observó al chico llamado Tasuki caminando directamente hacia su hermano con una expresión lívida en su rostro.

Sabiendo que su hermano podría ocuparse de la chica reacia él mismo, Hitomi caminó alrededor de ellos y directamente por el camino de Tasuki. – ¿Justamente hacia dónde pensabas que estabas yendo, niño?

Tasuki miró más allá de Hitomi, sus ojos chocaron instantáneamente con los de Yohji. Podía ver la mano de Yohji acariciando la de Kyoko… sin pensarlo, lanzó todo su peso en el puño aterrizando justo en el estómago de Hitomi. Para su gran sorpresa, el otro chico apenas se movió.

Siendo mucho más grande que el chico de colegio, con un puño, Hitomi lanzó a Tasuki tumbándolo hacia la lejana pared del pasillo. Se encogió de hombros, asumiendo que el chico no se volvería a levantar y se volvió para mirar a su hermano jugar con su nuevo juguete.

Ver a la chica pelear para liberarse trajo una sonrisa a los labios de Hyakuhei. “Así que esta chica no será manejada tan fácilmente. Tendré placer al quebrarla.” Mirando al joven que había venido a defender el honor de la chica, Hyakuhei decidió a quién quería como su más nuevo recluta.

Rápidamente atrapó al chico llamado Tasuki antes de que se estrellara contra la pared.

Sus sentidos le dijeron que el chico aún era puro… virgen… qué extraño. Cubriéndolos rápidamente en obscuridad para evitar que otros los vieran, Hyakuhei bajó la mirada hacia él. Lo había visto interactuar con esta chica y varios otros. Sería una buena elección.

– Bienvenido a la obscuridad hijo mío… – Susurró clavando sus colmillos en la vena de Tasuki. Los ojos de Hyakuhei se abrieron al sabor de la sangre del chico. ¿Poder escondido? Sabía a amatista. Agarró al chico con más fuerza deseando más.

Tasuki se había tomado el golpe en la cara de un trancazo ya que le corría mucha adrenalina por sus venas. Planeaba levantarse de inmediato, pero con brazos envolviéndolo por detrás todo se volvió negro y se sintió paralizado con un miedo instantáneo. Una suave y casi seductora voz le dio la bienvenida a la obscuridad.

Jadeó sintiendo dientes afilados hundirse en la piel de su cuello. Mientras la vida le era drenada, sus pensamientos fueron sobre Kyoko y lo mucho que necesitaba llegar a ella. Estaba extendiendo su mano en un último intento de llegar a ella cuando el olvido llegó reclamando su último aliento.

*****

La mano de Kyoko aún ardía del impacto contra la mejilla de Yohji. Se quería encoger ahora que podía sentir muchos ojos interesados en ella. No había ayudado el que la bofetada hubiese sonado como un disparo.

– ¡Maldita sea todo! – Esto era lo que ella estaba tratando de evitar, pero no, Yohji tenía que ir y ser un imbécil. Hablando de imbéciles, él aún tenía que quitar sus manos de encima de ella. Lentamente subió su mirada a él. Por la mirada iracunda en sus ojos, ella no pensó que él planeara dejarla ir en lo absoluto.

Devolvió la mirada furiosa y fulminante, esperando a ver si él se la cobraría o la dejaría ir. Si ella fuera del tipo de apostar… apostaría por la primera opción.

Kyou podía decir que la brizna de chica no era oponente para la lujuria que venía del chico que la sostenía con tanta fuerza. Mentalmente hizo trizas al lujurioso por atreverse a tocar lo que pretendía reclamar como su posesión. Repentinamente no le importaba si Hyakuhei lo detectaba o no mientras tomaba su decisión. Justo cuando Kyou se movía para salir de las sombras, intentando llevársela lejos del acosador, escuchó un gruñido profundo.

Aturdido momentáneamente, Kyou supo que ese tipo de gruñido solo era conocido de provenir de un Lycan. Sus ojos dorados siguieron el sonido a su fuente mientras continuaba vibrando desde la entrada a solo unos metros de la chica. La furia del lobo inundó el pasillo lleno de gente.

Los ojos de Kyou se entrecerraron ante la escena, preguntándose si podía confiar en que semejante fuerza intemporal llegara tan cerca de la chica. No había visto un Lycan desde que lo habían convertido y, luego, solo había observado en la distancia. Recordaba una vez haberle dicho a Toya que los vampiros y los hombres lobo no se mezclaban. Toya le había preguntado por qué y no le había respondido, porque solo estaba repitiendo las palabras que le había dicho Hyakuhei sin saber la razón de ello.

Kotaro dio una mirada a Yohji toqueteando a “su mujer” y perdió la cabeza. En un abrir y cerrar de ojos, Yohji se estrelló contra la pared con la mano de Kotaro alrededor de su garganta, levantándolo varios centímetros del suelo. Había lidiado con los lujuriosos hermanos anteriormente, y donde estaba uno… el otro seguramente le seguía.

Sus sentidos estaban en extremo alerta oliendo el hedor de Hitomi y supo que venía desde atrás. Con una patada bien situada, Kotaro envió a Hitomi volando a través del aire, aterrizando en una pila en el suelo pasillo abajo. Las personas se dispersaron y el pasillo rápidamente se despejó.

Kyoko se sentó donde había caído en el suelo con los ojos abiertos… casi perdiéndose lo que acababa de suceder, ya que había sucedido muy rápido. Su mirada fue de la silueta desplomada de Hitomi hasta la furiosa silueta de Kotaro, quien sostenía el cuello de un Yohji que lentamente se volvía azul.

A sabiendas de que debía detener a Kotaro antes de que realmente hiriera a alguien, Kyoko jadeó y comenzó a levantarse. Presionando sus manos contra el suelo, se tropezó detrás de Kotaro poniendo una mano en su hombro tratando de calmarlo.

– Gracias Kotaro, pero ya estoy bien, puedes dejar ir a Yohji. ¿Sí? – Su voz era suave, pero su pánico incrementó cuando los dedos de Kotaro se apretaron alrededor de la garganta de Yohji. Kotaro volteó su rosto a Kyoko y ella dio un sorprendido paso hacia atrás viendo el tinte rojo alrededor de sus ojos azul hielo.

– ¡Vi dónde estaba su mano Kyoko y creo que es hora de sacar la basura! – gruñó Kotaro volteando hacia Yohji y escuchó con mórbida fascinación al chico, mientras hacía sonidos de gorgoteo y tomaba un tono de azul escalofriante.

El temperamento de Kotaro quedó complacido por el color más oscuro dándole suficiente control para darse cuenta de que Kyoko lo miraba conmocionada. Necesitando borrar su miedo, agarró a Yohji por el cuello de su camisa y caminó hacia la puerta para enseñarle modales al bastardo. Ella no necesitaba ver el resto.

Kyoko parpadeó mientras la puerta se cerraba de golpe detrás de Kotaro. Perpleja, aún estaba sorprendida y aturdida. Guau, Kotaro podía ser realmente aterrador cuando se enojaba. Incluso sintió pena por Yohji en ese momento.

Mirando por encima de su hombro, vio a Hitomi, el hermano de Yohji aún en el suelo donde lo había dejado Kotaro. Por primera vez, no le molestaba que Kotaro fuera tan protector con ella. Tembló y trató de no pensar en qué podría haber pasado si Kotaro no hubiese aparecido cuando lo hizo.

Kyou la vio mordisquear su labio inferior como si no estuviera segura de qué hacer. La mirada de Kyoko viajó de nuevo hacia la puerta y él reflexionó. Así que ella tiene la protección del Lycan. Se preguntó qué otros misterios rodeaban a la chica. Este no era un lobo normal, el que ella había llamado Kotaro, podía sentir que era tan viejo como él mismo.

Kyoko caminó más cerca de las puertas de vidrio mirando hacia afuera al oscuro estacionamiento, preguntándose a dónde se había ido Kotaro. Poniendo su mano en el picaporte, comenzó a abrir la puerta, pero un chico joven caminó en frente de ella, bloqueando su camino. Ella se detuvo inmóvil por un momento mientras el chico pequeño trababa sus ojos en ella. Era el sentimiento más escalofriante que haya experimentado.

El chico tenía cabello blanco sólido y un tono de piel que casi le hacía juego. Pero esa no era la peor parte: sus ojos eran tan negros que parecían no terminar nunca, y le daban a Kyoko la sensación de que caía dentro de ellos. El chico sonrió suavemente, apenas mostrando sus colmillos inhumanos y por un momento, Kyoko realmente creyó que los había visto.

Una mano llegó de la nada y agarró el hombro de Kyoko haciendo que un grito aterrado se atascara en su garganta volviéndose para ver a quién le pertenecía la mano.

*****

Kyou caminó fuera de la obscuridad cuando vio al secuaz de Hyakuhei al otro lado del vidrio. Sabía del chico engañoso, el más joven que parecía tan inocente, era a menudo el más mortífero.

Deslizándose detrás de Kyoko, sus ojos sangraron y sus colmillos se alargaron haciendo saber al chico fantasma que no mordería a esta chica sin perder su propia vida inmortal.

La mano de Kyoko se quedó quieta en la puerta sin estar completamente segura de si quería abrirla. Algo sobre el chico la estaba asustando. Justo cuando comenzaba a dar un paso hacia atrás, una mano pesada vino de la nada y agarró su hombro. Un grito de terror se atascó en su garganta al volverse a ver quién era.

Kyoko olvidó respirar al mirar arriba a los ojos devastadoramente dorados. Largo cabello blanco enmarcaba su rostro y hombros. Él era un par de años mayor y su cabello se perdía en la obscuridad detrás de los reflejos plata, pero casi se veía como…

– ¿Toya? – susurró con vacilación, sabiendo que estaba equivocada, pero más importante… ¿por qué la habitación daba vueltas?

Tan pronto como sus ojos se encontraron, Kyou se sintió atraído a ellos. Ella lo miraba como si lo conociera. Pero eso no era ni de cerca tan perturbador como cuando susurró el nombre de su difunto hermano. Sus brazos se deslizaron alrededor de ella, viéndola balancearse por el líquido contaminado que había consumido antes.

Mientras sus manos se deslizaban a través de su piel descubierta donde su camisa era muy corta para cubrirla, sintió una excitación en su sangre de vampiro que le susurraba que se quedara con ella.

La visión de Kyoko decidió que ella no era suficientemente buena para eso por el momento. Parecía desafiar su voluntad a la vez que el hombre se volvía borroso mientras lo miraba con curiosidad. Aunque no podía ver bien, aún podía sentir el cuerpo que la sostenía.

Levantando sus dedos para tocar su mejilla preguntó: – Tú no eres Toya… ¿Quién eres? – Antes de que pudiera obtener una respuesta, Buda o cualquier dios que siguiera jugando con ella, apagó las luces al ella caer inconsciente.

Kyou la sujetó contra él con fuerza cuando su cuerpo se desplomó en sus brazos. Se había desmayado, pero al menos no se había desmayado en los brazos de un enemigo. Su cabeza cayó hacia atrás exponiendo la suave pálida columna de su garganta y Kyou peleó contra sus instintos. Silenciosamente se preguntó si ella no estaba en los brazos del enemigo después de todo. Sus colmillos comenzaron a alargarse y él gobernó la sensación en su interior… esta era muy pura para tal obscuridad.

Sintió su furia desatarse contra la chica ingenua. Si él no hubiese estado ahí para protegerla, ¿qué le hubiese pasado? Convenientemente olvidó sus propias urgencias momentos atrás. Si el lobo hubiese sido un protector adecuado, no la hubiese dejado. Miró a su alrededor dándose cuenta de que los amigos que la habían acompañado antes también la habían abandonado.

Al amoldar sus sentidos, Kyou aún podía sentir a su némesis, Hyakuhei, dentro de los confines del edificio. Sintiendo la maldad viniendo de arriba de él, supo que Hyakuhei estaba en algún lugar arriba en las habitaciones del segundo piso.

*****

Shinbe saltó fuera del auto antes de que siquiera dejara de moverse. Una cosa lo incentivó hacia adelante y lo tuvo caminando derecho hacia la entrada principal del club en una carrera mortal. No podía sacarse de su cabeza el pensamiento de Suki y Kyoko volviéndose una de esas chicas perdidas y eso lo estaba aterrorizando.

Toya lo había puesto al corriente con lo que Kotaro le había dicho y una vez que pusiera las manos sobre Suki, él bien que las mantendría ahí. En qué parte de su cuerpo no lo podía decir, pero tenía que encontrarla primero.

Shinbe se detuvo de golpe cuando entró por las puertas frontales del Club Medianoche.

Justo en medio del pasillo había un hombre sosteniendo a Kyoko y ella no se veía muy bien. No se movía y estaba demasiado pálida. Y si vamos al caso, el hombre no se veía nada normal tampoco. Pálido sería un eufemismo para él, lo que hizo que Shinbe se detuviera nervioso cuando se dio cuenta de que el hombre le recordaba a su mejor amigo.

El cabello plateado y los ojos dorados… el cabello de Toya era oscuro como la noche, pero en él tenía las mismas mechas que el hombre frente a él. Esas eran características poco comunes y solo sabía de Toya que tuviera ese tipo de combinaciones inusuales.

Dándose cuenta de que el hombre se movía para irse con ella, Shinbe hizo a un lado el molesto sentimiento. Toya lo mataría si no detenía el secuestro de Kyoko.

– ¿Qué demonios estás haciendo con Kyoko? – Los ojos amatista brillaron al grito de Shinbe, sintiendo sus pies moverse de nuevo sin pensarlo. Ella podía no ser su novia, pero era muy preciada para él… más preciada de lo que admitiría y, además, era la mejor amiga de Suki. De ninguna manera este chico se iría con Kyoko en sus garras.

Kyou deslizó su brazo debajo de las rodillas de Kyoko y la levantó sin esfuerzo. La acunó como a un bebé, descansando su cabeza contra su hombro con cuidado de no molestarla. El momento en que su cabeza tocó su hombro, se acurrucó en su abrazo suspirando suavemente.


Podía sentir la confianza y alegría emitida de su aura mientras se asentaba en sus brazos. La mujer-niña le afectaba enormemente y mientras más la observaba dormir, más la quería esconder de todo el mundo. Él sabía que podía… si realmente quería y la tentación era verdaderamente grande. Nunca había convertido a nadie en lo que era… pero si quisiera… podría hacerlo.

Su protección hacia la chica, así como la necesidad posesiva de quedársela lo sorprendía y Kyou gruñó suavemente a sus acciones. ¿Cómo podía esta chica afectarle de esta forma? Arrancando su mirada de su rostro angélico, miró hacia arriba al tiempo que un joven le gritaba. Parecía que el hombre que la quería seguía metido en el camino.

Los ojos dorados se entrelazaron con los ojos color amatista y sintió una extraña familiaridad. – Esto no es decisión tuya mago –, le advirtió Kyou con un tono grave y mortífero.

En ese momento supo que Hyakuhei en persona no se la podría llevar de su lado, ella era suya. Sus brazos se ciñeron a su alrededor sin gustarle el amor que podía sentir elevándose del poderoso aura que se irradiaba del otro hombre por la chica.

Armándose de valor contra sus pensamientos descarriados, Kyou gruñó de nuevo suavemente. No dejaría que la chica llegara a él, pero… no estaba listo para dejarla ir aún. Tenía muchas preguntas y ella las respondería, le gustara o no.

Una vez que se tuvo a sí mismo de nuevo bajo control, Kyou decidió que era hora de partir.

Shinbe estaba de camino hacia Kyoko cuando el hombre se movió. ¿Movió? Esa posiblemente no era la palabra correcta. Más bien, brilló y desapareció, luego reapareció de la nada en frente de él.

– Pero qué… – Shinbe derrapó hasta detenerse mirando al rostro que tenía muerte escrito por todas partes.

Sus ojos se abrieron como platos con sorpresa, se sintió como si su corazón acabara de detenerse. Tan cerca de él… podía ver claramente que el hombre tenía piel prácticamente blanca como porcelana y se veía demasiado similar a Toya para que fuera una broma. Pestañeando, podría jurar que veía colmillos sobresalir de la boca del hombre y un gruñido de advertencia retumbando a su alrededor.

Shinbe se plantó de pie ante el hombre que extendía un dedo y lo empujó contra su pecho. Lo siguiente que supo Shinbe, era que estaba sentado sobre sus nalgas en medio del suelo. Pestañeando de nuevo, se sentó confundido mientras el hombre de cabello plata vestido de negro simplemente caminó por encima de él, luego desapareció de repente.

Suki llegó al pasillo justo a tiempo para ver a Shinbe golpearse contra el suelo nada gentilmente y un hombre alto de cabello plata desapareciendo con Kyoko. Parpadeó una vez y se habían ido… allí un segundo e idos al siguiente.

Shinbe, quien parecía que estaba en la dimensión desconocida, se sentó ahí por otro momento parpadeando confuso. – ¿Qué demonios?

Corriendo hacia Shinbe, las manos de Suki temblaban al intentar ayudarlo a levantarse. – ¿Quién era ese hombre que desapareció con Kyoko? – Miró a Shinbe preocupada mientras ambos se volvían y corrían por la puerta para buscarlos. “¿Realmente acababa de desaparecer?”

Salieron del edificio y miraron alrededor frenéticamente solo para no encontrar rastro del hombre ni de Kyoko por ninguna parte.

Volteando hacia Shinbe, los ojos de Suki brillaron. Sentía que estaba al borde de las lágrimas. – ¿A dónde se fueron? ¡Ese hombre secuestró a Kyoko! – Estaba temblando de miedo. Lo que había comenzado como una divertida noche de chicas se había convertido en una pesadilla.

– Cálmate Suki. La encontraremos. Toya también está aquí –. Shinbe miró alrededor ansiosamente buscando a su amigo perdido. – ¡Pensé que estaba detrás de mí!

La preocupación rápidamente se volvió ira ahora que se había sumergido en que Suki estaba a salvo y a su lado. Una sombra de pena cruzó sus obsesivos ojos mientras pensaba en el pasado. – ¿Y en qué demonios estabas pensando? ¡Algo pudo haberte pasado y pude no saber dónde estabas! – La agarró con fuerza por los brazos mientras sus ojos amatista se oscurecían posesivamente.

Los labios de Suki se estrecharon ante su ira. ¿Cuál era su problema? No era como si nunca hubiese salido con sus amigas. Su mirada entrelazada con la suya mientras su ira comenzaba a alzarse. – Quién crees que mmm – sus palabras fueron detenidas al Shinbe chocar sus labios con los de Suki en un vertiginoso y ardiente beso.

Shinbe había estado tan preocupado por ella que no podía detener los sentimientos que se habían precipitado. Quería asegurarse de que ella sintiera cada emoción que pasaba por sus venas justo en ese momento y en ese lugar. La abrazó con fuerza, jurándose que ella no volvería a salir de su vista.

Suki gimió suavemente ante la intensidad del beso de Shinbe. Era como si estuviera mostrando cada cruda emoción dentro de su alma. Ella prácticamente podía sentirlas con sus dedos mientras agarraba sus hombros. A sabiendas de que si se soltaba no podría mantenerse de pie, notando que sus piernas se habían vuelto de gelatina se aferró a la preciada vida.

Su mente se puso en blanco por un momento y se olvidó de que estaba molesta con él o que Kyoko se acababa de desvanecer. Todo lo que podía sentir era a Shinbe y un amor que sin duda duraría más que ellos.

Gentilmente, Shinbe relajó su agarre terminando su beso rozando su nariz con la de ella. Sus ojos se llenaron de alivio, pero aún estaban oscuros de deseo. Sacudiendo su cabeza un poco, trató de enfocarse en la situación en sus manos y, por una vez, su lujuriosa mente no vagabundeó ante la sensación del cuerpo de Suki en sus brazos… después de todo, ella había estado ahí durante muchas vidas.

– Han sucedido algunas cosas y necesitas saber. No era seguro para ti o Kyoko que salieran solas esta noche. Te explicaré mientras buscamos a Toya. Creo que Kotaro también está por aquí –. Shinbe envolvió un brazo protector alrededor de Suki al dirigirse en dirección al estacionamiento para encontrar a Toya.

Suki estaba muy aturdida por el momento para hacer algo más que asentir.

*****

Toya corrió por el estacionamiento maldiciendo a Shinbe por adelantársele. Tenía que salir de su auto en el asiento del pasajero una vez que se dio cuenta de que no podía salir de su lado. En su apuro de llegar a Kyoko, se había estacionado muy cerca de una pared de ladrillo. Desafortunadamente, también se había dado cuenta cuando intentó abrir su puerta y se golpeó contra la pared abollando el lado de su bebé.

Sin embargo, eso no era lo que realmente lo había retrasado. Cuando salió corriendo por el estacionamiento a una velocidad vertiginosa, un chico había salido de la nada y chocó contra él. El impacto había sido tan repentino que lo había arrojado por los aires. Cuando se había enderezado lo suficiente para levantarse de nuevo, rápidamente le ofreció al chico su mano para ayudarle a levantarse.

– Eh, chico… ¿estás bien? – Toya jaló su mano con brusquedad cuando el chico le siseó y se fue en la dirección opuesta como si Satán en persona lo persiguiera.

Toya se sacudió la sensación inquietante que le había dejado el chico al mirar al club de las dos historias. La sensación escalofriante regresó multiplicada por diez cuando se dio cuenta de la sombra de un hombre llevando a alguien a través de una de las ventanas del último piso. Había tantas cosas que estaban mal con esa pequeña escena.

Sus ojos brillaron plata… sus sentidos sabían cosas que él aún no comprendía. Le había dejado con la sensación de que alguien acababa de caminar sobre su tumba.

Acercándose al club, Toya gruñó con molestia cuando se dio cuenta de que habían dos entradas. Una parecía ser la entrada principal y la otra estaba igual de abarrotada de gente.

“Más le vale estar bien… cuando la consiga, la voy a esposar a mi le guste o no…” manchas de plateado comenzaron a fortalecerse dentro del oro de sus ojos mientras buscaba a Kyoko.

*****

Kyou se fue calle abajo con Kyoko fuertemente abrazada en sus brazos. Su mente estaba lista y llevaría a la chica a su hogar temporal para que se recuperara. Miró hacia arriba al pent-house justo al otro lado de la calle principal del club. Ella estaría a salvo con él… pero tendría que ser cuidadoso. Podía sentir al secuaz de Hyakuhei dentro de la obscuridad que rodeaba al club.

Apretó su mandíbula al escuchar un grito distante y supo que había encontrado otra víctima. Mirando hacia la chica dormida, sus ojos dorados se suavizaron. Por ahora… ella era su secreto. Se sentía tan ligera como una pluma y parecía tan frágil.

No podía comprender cómo esta pequeña chica tenía un espíritu tan intenso, y aun así tenía un alma tan pura. Y “Toya”, ella había dicho el nombre de su difunto hermano como si lo conociera. ¿Cómo podía ser eso posible?

Sus pensamientos se detuvieron al sentir una poderosa creatura de la noche adelante al mismo tiempo que un olor a sangre golpeaba su nariz. Tensándose, reconoció el aura del Lycan que había protegido antes a Kyoko del punk que la acosaba solo para luego abandonarla… dejándola en peligro.

Sin querer que la chica saliera lastimada en caso de que él debiera pelear, Kyou la puso en el suelo del callejón gentilmente y siguió el olor a sangre que estaba justo a la vuelta de la esquina. Si el lobo había masacrado a un humano, la chica podría no estar segura cerca de él. Se sabía que algunos hombres lobo se perdieran a sí mismos una vez que la ira entraba en su sangre, y no permitiría que la chica fuera protegida por una creatura tan peligrosa.

Al voltear en la esquina con pisadas silenciosas, sus ojos contemplaron una escena que no había presenciado en siglos. El lobo, aún en forma humana, estaba de pie gruñendo, sus colmillos al aire. Sus duros ojos azules se colocaron mientras gruñía agresivamente a lo que parecía ser un cuerpo entre sus manos.

*****

Toya se detuvo al acercarse a la puerta. Olfateando, se volvió rápidamente y caminó en la dirección opuesta de la entrada. Podía olerla… aunque en el fondo de su mente no podía entender cómo o por qué podía. Salió corriendo con rapidez hacia el callejón a la izquierda del edificio, su corazón golpeaba violentamente en su pecho mientras pensamientos mórbidos cruzaban su mente.

Chicas desaparecidas y lugares oscuros… más le valía a Kyoko no tener ni un solo cabello fuera de lugar u otra cosa…

Al entrar en las sombras, Toya derrapó hasta detenerse al tiempo que el miedo ahogaba su respiración en sus pulmones. Ahí, yaciendo desplomada contra la sucia pared de ladrillo… estaba Kyoko. El mismo terror que lo había enraizado en su lugar, lo incentivó a moverse. Con su siguiente aliento, estaba a su lado.

Arrodillándose, la tocó, comprobando la vida que le permitiría a su corazón comenzar a latir de nuevo.

Tan pronto como su dedo tocó su cuello, su propio corazón pateó al tiempo del de ella y respiró. Gracias a Dios… ella estaba viva. Un momento de déjà vu se reflejó en un recuerdo indeseado y lo alejó rápidamente, asustado de repente. Sintiendo a otros cerca, no desperdició tiempo en levantarla y llevarla a un lugar seguro. Sosteniéndola cerca de él, Toya usó su velocidad antinatural para llevarlos fuera de la obscuridad.

*****

Kotaro sostuvo a Yohji contra la pared de ladrillo al tiempo que dispuso la lujuria de su sangre a enfriarse. Ya no tenía sentido continuar castigándolo considerando que el chico se había desmayado de nuevo. Lo soltó sin mucho cuidado al suelo y sintió un disturbio en la energía a su alrededor.

Movió de golpe su cabeza hacia un lado, sus ojos azul hielo se entrecerraron.

Kyou miró al lobo dejar caer al chico de nuevo al suelo sin matarlo. Inmediatamente reconoció al humano que había acosado a Kyoko. Cambiando su opinión de momentos atrás, sus labios se curvaron en un ligero gruñido. Si hubiese sido él sosteniendo al chico del cuello, el chico no seguiría en una pieza.

Como si lo percibiera, el Lycan volteó su cabeza y trabó su mirada mortífera en él. Kyou podía sentir el inmenso poder emanando del lobo. Lo estaba mostrando en advertencia.

En el pasado, lobos y vampiros siempre se habían evitado. Ninguno se preocupaba por el otro, escogieron dejarse en paz. Ambos estaban muy cerca de emparejar fuerza y a ninguno le importaba dominar sobre el otro. Ellos solo existían juntos en el mismo mundo, manteniendo la mayor parte para sí y vivían sus propias interminables vidas.

Todos los instintos de Kotaro cobraron vida viendo al vampiro de pie en las sombras… mirándolo. No podía verlo con suficiente claridad para notar algún rasgo característico, pero su instinto le dijo que el chupasangre era una amenaza. Aún necesitaba soltar la lujuria de su sangre y se sonó los nudillos pensando que podía ser uno de los subordinados de Hyakuhei.

Justo cuando decidió volverse y atacar, la imagen se volvió fuerte, luego titubeó y desapareció. – ¿Ojos dorados? – Kotaro se incorporó por completo de y se dio cuenta de que casi había atacado a Kyou. – ¿Qué está haciendo aquí?

– ¡Carajo! – siseó Kotaro y salió corriendo temiendo que Kyoko no estaría donde él la había dejado. Tenía que llegar a ella rápido… había chupasangres afuera esta noche y ella no sería una de sus víctimas. Y con Kyou cerca… no había forma de decir qué tan peligrosas se podían volver las cosas.

Kyou reapareció de frente a la misma pared de ladrillo donde había dejado a la chica. Viendo que ya no estaba ahí, sus ojos sangraron carmesí y un gruñido enfurecido y desgarrador se escuchó por el callejón vacío, haciendo eco en las calles de alrededor.

*****

Suki y Shinbe se encontraron con Kotaro en la puerta del club. Sujetando a Shinbe por el hombro, Kotaro preguntó con urgencia: – ¿Kyoko aún está adentro? – Sus sentidos inhumanos se pusieron en su máxima potencia y sus instintos le decían que ella no estaba en ningún lugar cercano.

Suki se adelantó hacia Kotaro tomándolo de su camisa y confirmó sus sospechas. – ¡Un hombre se la llevó hace unos diez minutos, tienes que encontrarla! – Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras le hablaba. – ¡No podemos encontrarla por ninguna parte!

Aún sin estar listo para devolverle a Suki su libertad, Shinbe la jaló de su mano estrellándola contra su pecho. Envolvió sus brazos alrededor de ella como si fuera un tambor metálico de Trinidad y Tobago. Mirando a Kotaro añadió: – Alguna “cosa” se la llevó de aquí.

Shinbe miró a la silueta temblorosa de Suki y trató de tranquilizarla. Ella nunca le dejaría hacer lo que él quería hacer sin discutir. – Te prometo que la encontraremos –, con su promesa hecha, miró hacia arriba de nuevo para hablar con Kotaro una vez más, pero el guardia de seguridad ya se había ido.

– ¿A… a dónde se fue? – tartamudeó Shinbe mirando alrededor sin encontrar rastro del guardia de seguridad. Sacudió su cabeza y suspiró. Había visto suficiente mierda extraña por una noche.

Saliendo de su perdido estado de desesperanza, Suki resopló molesta. – Más le vale encontrar a Kyoko… o tendré pinchos de Kotaro para la cena… – Arrastrando a Shinbe detrás de ella como si de repente hubiesen intercambiado roles añadió: – Mi auto, ahora, ¡vamos!

Shinbe miró alrededor del estacionamiento como si recordara algo importante de repente. – Hablando de autos… falta el de Toya.

Capítulo 6

Hyakuhei recostó al joven que había escogido para que se convirtiera en uno de sus hijos en una habitación oscura encima de los sonidos del club. Quitando el suave cabello marrón de sus ojos cerrados, aún podía oler el aroma de la chica que permanecía en la piel del chico. “Tasuki”, había escuchado a los otros llamarle.

– Bueno, Tasuki, cuando despiertes, tendrás un regalo más valioso de mi parte… el regalo de la vida eterna –. Dio una sonrisa comprensiva como si le hablara a un niño. – Pero entenderás que… esa vida es mía.

Los ojos de Hyakuhei titilaron rojos al sentir que uno de sus hijos lo llamaba. No le gustaba ser perturbado durante la espera de un despertar, pero uno de sus favoritos lo había solicitado. A sabiendas de que el subordinado nunca lo llamaría a menos que fuera importante, respondió a su solicitud.

Mirando una vez más al chico que había convertido, el cuerpo de Hyakuhei brilló y desapareció, dejando a Tasuki solo dentro de los confines de la habitación cerrada.

*****

Yohji podía sentir los pinchazos de dolor forzándolo a la consciencia. Dios, todo le dolía. Lentamente recordó lo que había pasado y por qué ahora se sentía tan mal. Se había topado con Kyoko y había decidido jugar con ella cuando el estúpido guardia de seguridad había aparecido.

¿Cómo alguien puede ser tan fuerte? Cuando había intentado pelear de vuelta, no había tenido oportunidad alguna. Era como si hubiese intentado ir contra una manada de lobos y ahora estaba sufriendo severamente por sus esfuerzos.


Finalmente atreviéndose a abrir los ojos, se sorprendió de ver a un chico de pie ahí… mirándolo. Parecía tener más o menos 12 años y hubiese sido etiquetado como albino si sus ojos no hubiesen sido tan negros y vacíos.

Atraído por el olor de sangre fresca, Yuuhi apareció junto al chico herido. Mirándolo de cerca, estuvo de pie tan quieto como una estatua, tocándolo brevemente con su aura antes de asentir una vez. El chico tenía la corrupción de la maldad dentro de él, pero había un aroma de pureza que colgaba de su energía negativa.

Los remanentes de energía pura parecían estar vivos con un poder que no moriría. “Inesperado…”

Mientras los ojos del muchacho herido se abrían, Yuuhi susurró suavemente. – Padre, ha tocado a la pura… su energía aún está allí, atacando su… – los colmillos del niño resplandecieron en una sonrisa de burla. – ¿Nos lo quedamos?

Los ojos de Yohji se entrecerraron ante las palabras extrañas del chico, luego miró alrededor buscando a quien quiera que fuera con quien el niño hablaba, solo para ver un hombre siniestro cubierto de negro salir de las sombras a la luz borrosa del callejón. Era alto y emitía poder de su silueta como si fuera una deidad vengadora.

Los ojos llenos de miedo de Yohji se abrieron como platos, entrelazando con ojos que eran rojo sangre y esta vez definitivamente vio colmillos. Presionó su cuerpo abusado contra la pared. Nunca tendría oportunidad si trataba de correr en el estado en el que estaba.

Hyakuhei miró abajo al joven que había acosado a la chica y que ahora consideraba suyo. Este chico se atrevió a tocarla y ahora pagaría por su insolencia. Inhaló… oliendo restos del lobo que ya lo había golpeado severamente y sus ojos de medianoche se entrecerraron en rajas. ¡Kotaro había estado aquí!

¡Cómo se atrevía Kotaro a interferir en esto! ¿Era él la razón por la cual la chica había desaparecido de repente sin dejar rastro? Hyakuhei gruñó al solo pensar en que el Lycan estuviera tan cerca del Corazón de Cristal del Guardián y la chica una vez más. Solo porque la chica lo había escogido no la hacía realmente suya. Nunca había sido decisión de la chica… ¿es que no había aprendido su lección en el pasado?

Había pensado que había matado a la vil creatura junto con Toya años atrás por atreverse a hacerle frente y tratar de proteger a la chica de su posesión. “No importa”, los pensamientos de Hyakuhei se volvieron melancólicos por un momento, “una vez pusiste en mi contra a Toya y a la Sacerdotisa, Kotaro… y mira lo que me haces hacer”.

Una sombra de pena cruzó su expresión al pensar en el pasado. Si Toya no hubiera intentado volverse un Guardián para la Sacerdotisa y alejar a Kyou de él… Toya no estaría en el inframundo ahora sino aquí, a su lado, junto con el hermoso Kyou. El culpable de alimentar a Toya con mentiras erróneas era Kotaro.

Kotaro también era quien había advertido a la Sacerdotisa de su verdadera intención. Era extraño cómo el tiempo podía deformar las mentiras que se habían dicho.

– Así que, Kotaro… – susurró –…la has encontrado de nuevo.

Fue traído al presente por el gimoteo que provino del chico agachado contra la pared. Necesitaría más de un nuevo recluta para encontrar a su Sacerdotisa perdida si Kotaro también estaba con ella. Hyakuhei la quería y la tendría.

Planeaba reclamarla con la ayuda del imbécil que había pensado contaminarla. La corrupción de tal creatura era destinada solo para él. Tenía muchos planes para su Sacerdotisa, después de todo… mil años era un largo tiempo para preparar nuevas formas de torturar a alguien.

Volviendo a las sombras, sus ojos destellaron al suavemente asentirle a Yuuhi. – Hazlo doloroso. Tortura su carne, pero no lo mates –. Él quería que el chico sufriera un poco más por sus acciones así entendería nunca desafiar a su nuevo maestro y nunca volver a tocar a la chica.

Yohji volteó la cabeza de golpe de nuevo hacia el niño y sus ojos se abrieron como platos con verdadero miedo. El chiquillo le estaba sonriendo, pero no era una buena sonrisa, era mortífera. En los bordes de sus labios pálidos, el chico tenía colmillos largos y afilados y sus ojos ya no eran negros, sino de un rojo oscuro.

Esos ojos vacíos hacían un inquietante contraste con su cabello y piel de alabastro. Se veía como un niño, pero era un demonio roba almas disfrazado y Yohji estaba realmente asustado.

Miró con horror mientras sus pies dejaban el suelo, y el chico saltó hacia él, arrastrando un grito aterrado de su ya reseca garganta. Nunca supo qué le golpeó en tanto dientes y garras destrozaban su carne, causándole un dolor que nunca había imaginado.

*****

Toya miró a la chica desplomada en el asiento del pasajero a su lado. – ¡Carajo, Kyoko, nunca más me asustes de esa manera de nuevo! – Él sabía que ella no podía escucharlo, pero eso no detenía su aliviada vociferación. – ¡Tú, pequeña idiota, podrían haberte matado o peor! – Cruzó hacia el edificio donde se encontraba su apartamento.

Aunque el ceño fruncido permanecía en su lugar, la levantó como si ella fuera la gema más preciosa sobre la tierra y la llevó escaleras arriba. Encontrando su puerta cerrada, maldijo, empujando el picaporte, esperando no hacer mucho daño en tanto crujía y luego abría.

– Bueno, ella necesitaba una mejor cerradura de todas formas con un asesino suelto –. Toya usó esa excusa, guardándola para cuando despertara y le gritara por romper su puerta. – Al menos aún está sobre sus bisagras –, se quejó entrando al apartamento tenuemente iluminado.

De pie, quieto en medio de su sala de estar, miró a Kyoko y levantó una ceja al oler alcohol mezclado con su aroma natural.

– Ah, ya veo cómo eres. – Susurró. – No es justo… ni siquiera me llevaste a tomar contigo. ¿En qué estabas pensando?

*****

Kyou luchó para mantenerse sereno, lo que parecía que sucedía mucho esta noche. Incapaz de mantenerlo contenido, su mano empuñada se elevó hacia adelante y golpeó la pared de ladrillo con tal fuerza que las piezas de mampostería se fueron volando en todas direcciones. Gruñó con rabia y sus ojos se tiñeron de rosado en tanto olía el aire.

Nadie tomaría lo que le pertenecía sin pagar por su interferencia.

Inmediatamente tomó el aroma de Kyoko mezclado con otro que se sentía raramente familiar y masculino. Kyou dejó salir un rugido, haciendo el sentimiento a un lado mientras levitaba del callejón y siguió el aroma que se había incrustado en su ser.

Su silueta solitaria desapareció dentro de las sombras mientras salía a cazar a su presa. La encontraría y la tomaría de vuelta del ladrón que la había robado. Los músculos de la mandíbula de Kyou se flexionaron con furia. ¿Cómo se atrevía ella decir el nombre de su hermano como si intentara confundirlo… como si lo hubiese conocido?

De alguna forma, la mujer-niña le había lanzado un hechizo, estaba seguro de ello. Podía sentir su presencia que permanecía en la punta de sus dedos y sintió el deseo de volver a tocar su piel. Necesitaba saber cómo es que es tan pura y qué era la luz que su cuerpo emitía.

¿Era lo que Toya había estado buscando? Si era así, entonces, ¿la culpa por la muerte de Toya era de esta chica? ¿Qué significaba todo esto? Deseaba respuestas. Esa luz lo había atraído como una polilla a una llama, y ahora descubrió que no podía simplemente dejarla ir. Era como si ella, sin saberlo, lo hubiese llamado y no tuviera más opción que responder.

Kyou gruñó en la parte baja de su garganta mientras sus ojos brillaron rojos con sangre. Esta chica era peligrosa. Él no era alguien que necesitara o quisiera solo tener venganza por siglos. Ella tenía que ser tratada con cuidado. No confiaba en sí mismo alrededor de ella. Ella lo había capturado de alguna forma y le enfurecía inmensamente que esta chica, de alguna forma, lo hiciera débil.

*****

Balbuceando algo sobre reuniones de Alcohólicos Anónimos, Toya llevó a Kyoko a su habitación y gentilmente la extendió en su cama. Moviéndose de vuelta rápidamente a través del apartamento a la puerta principal, la cerró usando el cerrojo de seguridad ya que había roto la cerradura regular.

– Qué bueno que ella solo había cerrado el picaporte –, se encogió de hombros y miró alrededor a la soledad del apartamento. Era muy diferente del rugido ensordecedor que estaba en el club. Era casi demasiado silencioso. Quitándose los zapatos, suspiró. – ¡Qué nochecita! –, dejó a sus hombros relajarse por primera vez en todo el día mientras se acolchaba de vuelta donde su Kyoko estaba extendida.

La luz de la luna se derramaba en la ventana lanzando un brillo etéreo sobre su cuerpo. El rostro de Toya se suavizó al detener su vista en el rostro de ella. Su cuerpo flexible se extendía en la cama con sus manos medio relajadas en cada lado de su cabeza. Se veía como un ángel, tan en paz y tan ajena al peligro en el que podría estar, su mano se volvió un puño al corregir su pensamiento: casi lo estuvo. Tenía en mente sacudirla hasta despertarla y provocarle algo de lógica… pero no lo haría.

El ceño fruncido se grabó en su rostro tratando de pensar cómo ella había terminado en el callejón, sola, desmayada pero ilesa. Sin alguien para mirarle el colmillo al caballo regalado, decidió agradecer a los guardianes que cuidaban de ella… quienes fueran.

Por el resto de la noche, Kyoko estaría con él y a salvo. Eso era todo lo que importaba.

Un destello travieso brilló en sus ojos mientras le quitaba los zapatos y haló las sábanas sobre la duermevela silueta. Ella posiblemente lo mataría mañana pero… Toya se montó en la cama y tiró del cuerpo ruborizado de ella contra el suyo.

Generalmente, ligeros pensamientos sucios llenarían su mente como lo había hecho tantas veces cuando estaba en casa solo. Sin embargo, por alguna razón esos pensamientos se sentían mal en el momento. Había algo sobre estar acostado aquí con ella que parecía… ¿inocente? Sacudió su cabeza suavemente y se ubicó cómodamente contra ella.

Sosteniéndola con fuerza, agradeció a cualquier dios afuera porque ella estaba sana y salva donde pertenecía. Se sentía tan bien tenerla en sus brazos y lo disfrutaría por ahora. En la mañana podría probar atentar contra su vida, pero si él iba a morir, al menos moriría feliz.

Kyoko suspiró con alegría, acurrucándose al calor protector que rodeaba su cuerpo.

Una sonrisa agració los suaves labios de Toya mientras besaba su sien y la siguió en una dichosa alegría en un sueño ligero.

*****

El cuerpo de Kyou levitó hacia la ventana en la que se dio cuenta de que el aroma era más fuerte. Unas esferas de oro fundido se abrieron sorpresivamente ante la escena frente a sus ojos. Ahí… en la habitación donde Kyoko yacía, un joven con ojos dorados y largo cabello medianoche plagado de mechas plata que hacían juego con las suyas entró.

Sintió como si el aire hubiese sido sacado de golpe de sus pulmones al tiempo que veía el reflejo de la imagen del asesino de su hermano de pie en la cabecera de la cama, mirando hacia la chica adormilada que había secuestrado.

Su máscara helada se desvaneció completamente ante la visión de este chico que se parecía a su querido hermano de hace tanto tiempo. “¿Cómo es esto posible?” Al recordar la primera palabra que ella le había dicho, hizo que su pecho le doliera. Lo había llamado Toya por error, y ahora… ¿aquí en su habitación estaba la imagen de Toya?

Kyou vacilantemente buscó con el olfato un aroma, tratando de comprobar lo que le decían sus ojos, pero su mente no podía comprender. El aroma de su hermano estaba ligeramente mezclado con el aroma de este chico; sin embargo, antes de que pudiera contemplarlo más, el chico trepó en la cama y envolvió sus brazos posesivamente alrededor de ella.

Celos iracundos se dispararon por el cuerpo de Kyou mientras la chica confiadamente se acurrucaba en el abrazo del joven. Un gruñido grave de advertencia vibró dentro de su pecho al tiempo que sus ojos brillaban rojos brevemente. Hermano o no… no lo permitiría.

Alargó su brazo hacia la ventana justo cuando una cascada de brillo ondeó a través de ella haciéndolo quitar de golpe su mano. Viendo el polvo arcoíris asentarse en el alféizar de la ventana como si la protegiera, gruñó de nuevo. La chica parecía estar rodeada de todo lo sobrenatural, y el inmortal estaba enrejado en su ira.

Sus ojos se entrecerraron preguntándose si solo era el hechizo de un mago lo que le permitía ver a su hermano. ¿Ella había lanzado el hechizo cuando le había susurrado el nombre de su difunto hermano?

Su atención se apartó de golpe de la ventana para mirar hacia el suelo debajo… el lobo estaba llegando. Envió otra mirada asesina dentro de la habitación antes de levitar rápidamente al techo.

Toya se acababa de dormir cuando escuchó un gruñido animal que parecía provenir de la ventana de Kyoko. “Eso no está bien… ella está en el segundo piso”. Los ojos de Toya se abrieron de golpe cuando escuchó el sonido de nuevo.

Levantando su cabeza levemente para no molestar a Kyoko, miró hacia la ventana de donde venía el sonido. Cada instinto de su cuerpo le dijo que alguien o algo estaba ahí… vigilándolos.

Su mirada se enlazó con la sombra de lo que parecía ser un hombre. Parecía que estaba mirando fijamente a su ventana… ¿en el segundo piso? El contorno plateado se inflaba a su alrededor y casi lo hacía ver fantasmal. Toya había visto esta aparición antes… en pesadillas.

Unos ojos dorados como el sol estaban enfocados en el suelo, pero Toya pudo verlos brillar rojo por solo un momento y podría jurar que vio un centelleo de colmillos también. La imagen brilló como si copos metálicos de polvo multicolor llovieran contra la ventana bloqueando su visión.

Toya sacudió su cabeza y parpadeó rápidamente antes de mirar hacia la ventana una vez más, solo para ahora encontrarla vacía. – ¿Qué demonios fue eso?

Sintiéndose un poco más que perturbado, salió de la cama y reptó hacia la ventana. Mirando hacia afuera, lo recibió nada más que sombras y obscuridad. Inhalando profundamente, frunció el ceño notando un aroma inusual rondando cerca de la cornisa que no reconoció.

Un grave gruñido irritado se escapó de sus labios tratando de identificarlo. Decidiendo que quizá era solo su imaginación reaccionando excesivamente por los eventos de esa tarde, revisó de nuevo para asegurarse de que no era nada.

Temporalmente satisfecho de que al menos se estaba debilitando, trepó de nuevo en la cama con Kyoko, manteniendo un ojo abierto por un rato… por si acaso.

*****

Kotaro estuvo de pie junto a la ventana de Kyoko sintiendo la presencia del vampiro que se había encontrado en el callejón junto al club. Aunque nunca había obtenido una buena vista del caminante nocturno, estaba seguro de que era Kyou. Podía sentir el poder frío y silencioso de Kyou y eso era algo que no quería en ningún lugar cerca de Kyoko. Kyou era un enigma y no era de confianza.

Con un rugido, su velocidad sin rival lo tuvo en el segundo piso afuera de la puerta de Kyoko en un pestañeo.

Olfateando, se calmó cuando sintió el aroma de Kyoko, fuerte y reciente. Confirmó que “no hay chupasangres dentro de sus paredes”, pero un gruñido de enfado se escapó de sus labios cuando olió el aroma de Toya, tan fresco como el de Kyoko. Toya había entrado al apartamento también, pero no había salido. Poniendo su mano en la perilla, Kotaro la volteó para descubrir que estaba rota.

Rota pero completamente cerrada. – ¿Pero qué…? – gruñó furioso a la entrada forzada que ahora era obvia.

Kotaro sostuvo su mano frente a él, mirando cómo sus garras se extendían y se afilaban en las puntas. Nunca hubo una cerradura que no pudiera forzar y la cerradura de Kyoko era menos que adecuada. Kotaro sonrió arrogante mientras ponía su garra en la cerradura. Moviéndola ligeramente, escuchó un clic satisfactorio.

Con el sigilo de una sombra, entró al apartamento… cerrando la puerta suavemente detrás de él.

Escuchando nada más que silencio, siguió el camino que le había dejado el aroma de Kyoko. Un momento después, se encontró a si mismo de pie en la puerta de su habitación. Sus abrasadores ojos azules afilados como una espada se enfocaron en el sentimiento incómodo que se disparó a través de su cuerpo.

Sin saber lo que se iba a encontrar al otro lado, abrió lentamente la puerta.

*****

Kamui decidió mantenerse invisible mirando a Kotaro entrar en el apartamento de Kyoko. No era como si se estuviera escondiendo de su amigo… no, no era eso para nada. Pero sabiendo quién estaba en la cama de Kyoko en el momento, bueno… pensó que era mejor mantenerse invisible en vez de convertirse en un objetivo una vez que se armara el peo.

Había hecho lo posible para mantener a salvo a Kyoko toda la tarde, pero tan pronto como Toya fue… en esta oportunidad, el Guardián de plata estaba por su cuenta. Kamui silenciosamente se agachó mientras Kotaro abría la puerta de la habitación.

La visión que recibió a Kotaro era casi más de lo que podía comprender. ¡A su lado en la cama estaba ese perro sucio, Toya! Sosteniéndola como si le perteneciera a él y solo a él… sus brazos estaban fuertemente alrededor de su cuerpo inconsciente y una inclinación satisfactoria estaba en sus labios.

Un gruñido se le escapó a Kotaro mientras avanzaba sobre la pareja perdida dentro de sus propios sueños.

“Tú, ladrón sinvergüenza,” los pensamientos de Kotaro rugieron en su mente mientras sus ojos comenzaban a sangrar con furia. Su control apenas existía cuando agarró y tiró a su rival fuera de la puerta de la habitación sin despertar a Kyoko.

Toya no sabía qué pensar cuando lo levantaron de la cama por el cuello de su camisa y, literalmente, lo echaron fuera de la puerta de la habitación para aterrizar bien en la sala de estar. Antes de que tuviera tiempo de recuperar sus sentidos adormilados, levantaron a Toya una vez más por el cuello.

Esta vez, sabía a quién se enfrentaba. Los ojos dorados furiosos se entrelazaron con unos azules como el hielo cuando arrastraron su cuerpo casi sin esfuerzo de nuevo por el aire.

Aún invisible, Kamui se había dispersado del sofá al ver a Toya dispararse sobre él. Ahora se acomodó en la encimera de la cocina para mirar la diversión. Mirando la puerta de Kyoko, movió una mano en esa dirección… poniendo un escudo ahí para evitar que el sonido la despertara.

Volvió su atención a sus dos amigos quienes estaban casi listos para arrancarse las cabezas mutuamente. “Como en los viejos tiempos”, Kamui sonrió en secreto deseando haber traído algunas palomitas para el espectáculo. “Todo lo que ahora necesito es una máquina de apuestas y dinero”. Silenciosamente levantó una ceja preguntándose por quién apostaría.

Kotaro gruñó gravemente en su garganta, tratando de evitar que la lujuria de su sangre se filtrara en sus ojos azul cobalto. – ¿Pero qué demonios creías que estabas haciendo en la cama de Kyoko? – Su voz sostuvo un indicio de muerte como si la respuesta de Toya decidiera si luego se le encontraría vivo o no. La forma de Kotaro prometía retribución si la respuesta probaba ser una que no pensara que fuera aceptable.

– ¡Carajo, idiota! ¡Déjame ir! – Toya engarzó los dedos fuertemente apretados alrededor de su cuello con una mano y con la otra, atacó con un golpe que debió estremecer el cráneo de Kotaro.

Aunque Kotaro apenas se movió del puñetazo, Toya ganó su liberación y rápidamente se cuadró en caso de que el patán no hubiese terminado.

Toya podía sentir la furia intensa que venía de la forma silenciosa frente a él. Su propia furia aumentó cuando se dio cuenta de que Kotaro lo había podido atacar. – ¿Pero qué carajo pensabas que hacías en el cuarto de Kyoko, maldito sátiro? – respondió con una pregunta propia.

Kotaro se dio cuenta que se iba a poner ruidoso cuando la voz de Toya comenzó a elevarse. Dio una ojeada hacia la habitación de Kyoko y viendo que la puerta aún estaba entreabierta, movió con brusquedad su cabeza hacia la puerta principal gruñendo las palabras: – Llevemos esto afuera antes de despertarla.

Cuando parecía que Toya se iba a oponer a la idea, Kotaro lo tentó sabiendo que funcionaría. – A menos que tengas miedo de enfrentarme –. Sonrió con suficiencia y lo miró con furia a la vez, pues sabía que Toya mordería el anzuelo.

– Seguro, los idiotas primero –. Toya esperó a que Kotaro hiciera el primer movimiento e incluso deseaba que lo hiciera. Ya su ánimo estaba bastante caldeado como para acabar con un vecindario completo. Necesitaba a alguien con quien desahogar toda su frustración, y además había buscado una razón para intercambiar golpes con Kotaro desde hacía ya un largo tiempo.

Ambos parecían difuminarse y en un par de rápidos latidos ambos estaban en el patio vacío en frente de los departamentos donde vivía Kyoko. Justo cuando Kotaro se volteaba para encararlo, Toya le dio un golpe que estaba seguro dejaría al idiota fuera de combate.

Gruñó con rabia cuando Kotaro derrapó hacia atrás en la grama pero no cayó. No era realmente que no le cayera bien Kotaro… le caía bien en varios aspectos. Pero al mismo tiempo, Toya siempre sentía la necesidad de golpearle con fuerza. Era como tener a un enemigo como amigo.

Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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