Читать книгу (des)atadas - Ana G. Borreguero - Страница 3
ОглавлениеIntroducción: cuerdas, comunicación, placer y BDSM
Existen multitud de imágenes, contextos y prácticas que nos erotizan, probablemente te hayas decidido a ojear este libro porque te pica la curiosidad o porque ya te ha picado y necesitas un poco de información sobre bondage y ataduras eróticas.
Breve introducción a los orígenes del bondage
Podemos encontrar antecedentes de las ataduras eróticas en las artes marciales que, como el hojojutsu (desarrollado en Japón en el siglo XVI), fue una práctica que consistía en inmovilizar al oponente atándole, haciéndole prisionero. Asimismo, el arte de inmovilizar a un oponente usando una cuerda fue una de las 18 habilidades aprendidas por los guerreros japoneses, usada en el periodo Edo (siglos XVII-XIX). Algunas ataduras, por presionar sobre puntos vitales y restringir la respiración, fueron empleadas como castigo y tortura. Dependiendo de a qué clase social pertenecía el prisionero o el delito que hubiera cometido era presentado para ser juzgado con una atadura diferente cargada de simbolismo.
La transformación de lo que fue un arma de guerra en un instrumento erótico ha sido un proceso no exento de derivas y diferentes corrientes que se mezclan en este largo camino.
En el siglo XIX, Ito Seiyu, considerado el «padre del kinbaku», la acción de «atar fuerte», partió de estas ataduras que se efectuaban sobre el cuerpo de los prisioneros y las adaptó a sus prácticas eróticas, transformándolas en un elemento de placer. Influido también por el género artístico pictórico japonés denominado shunga, en el que la temática principal es la representación sexual, tomaba fotografías de su esposa atada que le servían de referencia e inspiración para sus grabados.
Kinbaku y shibari son dos términos que se emplean para designar la práctica japonesa de la atadura. Shibari literalmente se puede traducir como atadura o atado, kinbaku hace referencia al arte de atar, a la acción misma.
En occidente, estas y otras prácticas se tomaron como referentes para dar lugar a lo que se conoce como bondage (realización de ataduras), que está basado en la restricción corporal de la persona. Esta práctica puede realizarse a través de distintos materiales (cintas adhesivas, grilletes, telas, etc.). No obstante, en este libro vamos a ocuparnos exclusivamente de las cuerdas.
Cuerdas, comunicación y placer
Existen tantas maneras y formas de excitación como personas en el mundo, independientemente de qué prácticas sexuales llevemos o no a cabo y con quién o con quiénes las practiquemos. Cada persona, desde nuestro contexto específico, desarrollamos nuestro propio mapa de deseos, nuestro propio imaginario erótico y de placer que irá cambiando, matizándose, reestructurándose, repensándose, decreciendo, incorporando, dado que no es estático.
La comunicación y el placer son la base. En la comunicación, compartimos información construyendo significados creativos, todo comunica, es un intercambio en el que experimentamos un flujo de transmisión y recepción. ¿Qué sensaciones tenemos? ¿Qué emociones atraviesan nuestros cuerpos? Sentimos placer cuando nos permitimos satisfacer nuestras necesidades plenamente: al comunicarnos, al entrar en contacto con algo o alguien que elegimos, al estirarnos, cuando comemos, compartimos, cuando fantaseamos, imaginamos y recordamos… y cuando transgredimos. Ese es el placer que obtenemos fuera del constructo normativo. Nos erotizamos de forma diversa y, en ese sentido, caben multitud de modelos en cuanto a forma de expresión, géneros, belleza, prácticas, ya sean habituales, insólitas, manidas, disidentes…
Formamos parte y manejamos un sistema simbólico de extrema complejidad. La sociedad también construye la definición de los cuerpos para que cumplan determinados objetivos, y si no eres el cuerpo que la sociedad necesita simplemente estás fuera. ¿Y si nos atamos?
Este libro trata sobre cuerdas, sobre atarse los cuerpos. Las cuerdas son para todos los cuerpos, para poder comunicarnos en el placer provenga de donde provenga, usando cuerda, actitud y cuerpo como hilos conductores y elaborando un código propio construido con nuestros gustos y límites. Pretende ser una herramienta para empoderarte y que flirtees contigo misma descubriendo lo que te pone del asunto: atar o ser atada o ambas cosas, ¿por qué no?
BDSM: poder y control
¿Qué es el BDSM? Quizás nos vengan a la cabeza imágenes de una dominatrix vestida de cuero azotando a un ejecutivo en ropa interior. Sí, eso es BDSM, pero esta etiqueta no refiere únicamente aeste tipo de prácticas, no tiene que ver con la ropa que usemos o con que empleemos látigos o cuerdas para atarnos. Las prácticas BDSM son consensuadas y en ellas se juega con el poder, se cede y/o se toma el poder de otra persona.
El intercambio de poder que se produce en este tipo de prácticas (que, como veremos, no se reducen solo al sexo genital) genera una gran cantidad de energía que a muchas personas les resulta excitante. Se juega eróticamente con nuestra parte personal que desea escenificar y excitarse con la humillación, por ejemplo, consensuando la práctica del deseo.
¿Si me gusta que me aten o jugar a que me secuestren es que quiero que me hagan daño en la realidad? No, en absoluto, hay una frontera clara, que debe permanecer así, nítida y definida, entre nuestras fantasías, que nos erotizan, y lo que queremos que ocurra o queramos hacer, podemos fantasear con la indefensión y no ser abusadoras en potencia ni querer sufrir ninguna clase de abuso.
En el BDSM, adultas conscientes que han negociado sus roles de manera libre juegan con todo tipo de fantasías para excitarse, para conocerse, para experimentar, para vivir emociones intensas. En ausencia de pactos consensuados no existe el BDSM. No debemos sentirnos culpables por desear práctica alguna mientras nos respetemos y respetemos a nuestra(s) compañera(s) de juego. Simplemente significa que nos sentimos atraídas y nos erotizan imágenes y situaciones que se salen de la norma. Atar a alguien o sentirnos atadas, por ejemplo, disfrutar de las distintas sensaciones que nos produce la tensión de la cuerda en diferentes zonas de nuestro cuerpo.
En nuestra cotidianidad podemos percibir cómo hay personas que ejercen poder sobre otras y las controlan. El BDSM hace evidente esta interacción y de forma consciente se acuerda practicarla llevándola al terreno del erotismo, de esta manera segura podemos jugar con el poder y el control, dado que ya lo hemos transformado en una decisión.
En este libro exploraremos cómo dentro de los juegos de cuerdas podemos materializar prácticas en las que cedemos o tomamos el control, con las cuerdas como vehículo, de forma segura, tanto física como psicológicamente, veremos cómo llegar a acuerdos, establecer nuestros propios límites y respetar los de las otras personas. El conocimiento sobre bondage que vamos a tratar de transmitir es una propuesta de interacción, una propuesta de un nuevo estado corporal que abre puertas a multitud de sensaciones y emociones, que catapulta un espectro amplio de respuestas: recogimiento, agitación, rebeldía…
Algunos puntos a revisar y tener en cuenta:
Diferencia entre abandono y entrega
Desde el punto de vista de la bottom, la persona que cede el poder, podemos distinguir entre entregarse y abandonarse: en la entrega se mantiene la voluntad activa y se decide en cada instante (se decide el darse a la otra persona), en el abandono hay un acto de entrega único y sin retorno, en el que la atada se abandona simplemente a lo que le hacen, y la atadora (top) a la seguridad ciega de su técnica. Se abandonan así a su propio placer o al de la otra pero sin escucha consciente. Quizás es más importante mantenerse a la escucha, establecer realmente un diálogo. En el abandono se establecen monólogos y aunque puede ser que lleguen a oírse no dejan de ser soliloquios. Apostamos por la escucha activa del diálogo de nuestra mutua entrega. Y en esa escucha de nosotras mismas y nuestro propio diálogo, generamos y surge también el espacio para establecer una comunicación si alguien participa como observadora.
Es importante cuestionarnos y revisarnos, saber que física y emocionalmente seguimos dentro del consenso. Saber que no estamos usando como subterfugio un contexto determinado para dar rienda a emociones que deberíamos gestionar de otro modo.
¿Fronteras o límites?
Debemos saber diferenciarlos. Con respecto a las fronteras, quizás se pueden cruzar consensuadamente tras una negociación, pero los límites tenemos que aceptarlos. A lo mejor más adelante, según vayamos avanzando en nuestro proceso de experimentación, lo que en un principio era un límite pase a estar en una zona fronteriza (por ejemplo, que nos pongan cuerdas en determinadas partes del cuerpo como la cabeza, los genitales…). Pero es adecuado que sigamos llamando límite a aquello donde ponemos nuestro freno, ahí donde no queremos cruzar y donde sin sentirnos culpables sabemos parar.
Reflexionando sobre ambos roles
¿Complacemos el deseo propio y/o el deseo de la persona con quien estamos jugando?
«Trató de continuar, pero ya no podía, no sabía hacerlo. Tenía ganas de revelarse, de huir del juego, pero dentro de la confusión obedeció la pulsión de permanecer» (M. Kundera).
¿Activas o pasivas?
Consideramos que decidir entre ser activa o pasiva restringe nuestras opciones de juego y placer. Preferimos invitar: voy a por ti, te ato y te estoy proponiendo un nuevo estado. Yo reacciono con mi cuerpo, con mi actitud y te estoy proponiendo por donde seguir, o por donde volver a empezar. Y así las propuestas no solo no dejan de surgir sino que lo hacen a una velocidad vertiginosa, independientemente del ritmo, a veces lento y a veces galopante, sintiendo que fluye, que funciona.
Atrévete a experimentar, revisa qué es lo que te apetece y cómo te sientes, hazte con unas cuerdas y ve descubriendo y elaborando mientras te ríes, husmeas, te relajas, te excitas, y te dejas envolver en una burbuja fluida y placentera que experimenta tanto la persona atada como la que ata.
¿Somos libres o estamos supeditadas a determinadas exigencias?
Estar sexualmente liberadas hasta hace no mucho era algo amenazante, se nos podía reprochar y coaccionar con estigmas y con letras escarlata reinventadas, pero el capitalismo ha decidido sacarle provecho y si es rentable la moral se redefine (aunque la doble moral siempre se mantiene). Desde hace bastante tiempo se nos impone que es necesario ser activa y liberal sexualmente pero, ¿a qué hace referencia esta libertad? Hasta el moño o la coronilla estamos de poner la «x», al creernos muy satisfechas porque hemos experimentado cuantas más cosas mejor, y de intentar sentirnos bien porque sabemos hacer posturas insólitas y porque hemos interiorizado una especie de «manual de técnicas» con el que podemos convencer de que sabemos llegar a resultados.
Este tipo de mandatos implica una visión del campo de la sexualidad plana y lineal, pone apresuradamente un inicio y un punto y final. Es maravilloso si es lo que buscamos pero, si no lo es, no queremos cuestionarnos si nos pasa algo, si quizás estamos rotas, refiriéndonos a una posible patología con respecto a nuestra manera de sentir y entender la sexualidad.
La manipulación del deseo está a la orden del día, tu deseo sexual tiene precio y una dirección determinada. Quizás podemos transgredir en lo que a sexualidad se refiere al dejarnos sentir verdaderamente y otorgarnos el espacio de escucha de nuestros placeres, atrevernos a afrontar nuestros propios procesos de exploración a solas, en compañía, fantaseando, realizando o dejando de realizar lo que nos apetezca. El punto de partida lo pones tú y solo tú. Y el límite también.