Читать книгу (des)atadas - Ana G. Borreguero - Страница 4
ОглавлениеConsentimiento, negociación y límites
Núcleo Duro1
Hay un imaginario común sobre el cuerpo, la sexualidad, sobre qué es el consentimiento, qué es sexo y qué no, qué es BDSM y qué no, y también, claro, sobre qué son las cuerdas, quiénes juegan y cómo se juega con ellas. Pero no hay un imaginario único sobre esto. Como en otros ámbitos, construimos otras representaciones desde nuestras propias experiencias.
Apostamos por elaborar un imaginario para las cuerdas que entienda la sexualidad de una forma amplia, y muy vinculada a su aspecto comunicativo. Muchas personas encuentran que la conexión a través de las cuerdas es fundamentalmente un acto de comunicación, un proceso comunicativo, que además puede ser la base de un intercambio de poder, sea o no erótico.
Entendiendo la sexualidad de una forma extendida, las cuerdas no siempre son sexuales o necesariamente eróticas. El cuerpo se construye a través de las experiencias y es relacional. Las cuerdas involucran al cuerpo e implican intimidad. Esa intimidad se puede construir con diferentes significados, incluyendo el sexual, pero no de forma única ni necesariamente más valiosa o exitosa.
Disfrutar y cuidarnos planeando, haciendo y recordando.
Consentimiento
El consentimiento es convencionalmente entendido como permiso, pero esa es una concepción que suele resultar sesgada. Nuestra idea de consentimiento se acerca más al consenso, a la situación de acuerdo común: para que algo sea consensuado es necesario que los límites de las personas involucradas sean explicitados y respetados, y los deseos expresados.
Que no haya dicho «no» a algo no significa que pueda ocurrir... el consentimiento es activo y por ello parte del «sí». ¡El consentimiento es explícito y nos gusta entusiasta!
Ocurre que no siempre sabemos a priori si vamos a encontrarnos cómodas en una situación, especialmente si es la primera o las primeras veces en que nos involucramos en algo así. Que no tengamos información sobre nosotras mismas en determinada situación, sobre cómo van a reaccionar nuestro cuerpo y nuestra mente, no necesariamente nos impide dar un consentimiento, sino que cambia la forma de construirlo.
Un ejemplo concreto podría ser que no me hayan hecho nunca una atadura que restrinja totalmente el movimiento y me pregunten si quiero intentarlo. El primer paso sería cuestionarme si me apetece probar esta experiencia, y si la respuesta es sí, contar a la(s) persona(s) con la(s) que voy a jugar que es algo que nunca he hecho (¡no pasa nada por no saber!), pero que me gustaría explorar.
En ese caso, puedo pensar en mis fantasías y en mis experiencias con la restricción de movimientos en situaciones que sí conozca (¿tengo claustrofobia?,
¿me produce ansiedad la inmovilidad?, ¿me agobia que me aprieten el pecho?, ¿me relaja o me excita la sensación de inmovilidad y falta de control?), podemos comentar las experiencias de la(s) otra(s) persona(s) con ataduras similares y negociar-explorar progresivamente la restricción e ir confirmando durante el juego que todo está bien y nos está gustando, partiendo siempre de la base de que podemos modificar o parar el juego cuando queramos, si finalmente descubrimos que es algo que no nos resulta agradable.