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2.5 Etapas psicológicas del embarazo

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El pensamiento de Winnicott coincide con las ideas desarrolladas por Brazelton y Cramer (1990, p. 41), quienes plantean que las etapas físicas del embarazo estarían ligadas a la preparación psicológica de ambos padres. De tal manera que a los 9 meses, tanto la madre como el padre, tienen la sensación de estar completos y listos para recibir a su hijo. Por el contrario, si el nacimiento ocurriera antes de lo previsto, dicen estos autores, encontraría a ambos padres no preparados para el mismo, y esta situación se daría con mayor intensidad en los partos prematuros y en aquellos embarazos que presentaran complicaciones físicas que alterarían, a su vez, la preparación psicológica adecuada para los padres. Plantean, además, tres etapas preparatorias, cada una de las cuales estarían ligadas al desarrollo físico del feto y pueden contemplarse fenomenológicamente como tres tareas separadas y diferentes.

Las etapas son:

1. Aceptación de la noticia

La falta del período menstrual determina desde lo corporal para la mujer y para el hombre futuro padre la entrada a una nueva fase de sus vidas que moviliza ciertos aspectos psicológicos ligados a sus historias. La tarea más inmediata que tiene la mujer es la de integrar “ese cuerpo extraño” dentro de sí, iniciando un período de repliegue sobre sí misma, de sentimientos ambivalentes y de dependencia.

Por otra parte, el futuro padre vive esta nueva situación como una retrospección hacia su propia infancia e ideales. Si bien las dimensiones de la maternidad y paternidad son diferentes, las experiencias recibidas pasivamente por ambos (madre y padre) de sus propios padres o sustitutos, permiten, en este caso al hombre, obtener un modelo de aprendizaje de la función, identificandose con los cuidados maternos recibidos. Frente al niño por venir, opera la reorganización de lugares y de roles en la dinámica intergeneracional e intrafamiliar.

2. Los primeros indicios de un ser separado

Después de la confirmación del embarazo, el momento de percepción de los primeros movimientos fetales es el siguiente acontecimiento decisivo para los futuros padres. Desde un punto de vista psicológico, el bebé ha empezado a adquirir autonomía. Se puede decir que aquí es donde comienza el vínculo más temprano, puesto que ahora hay un ser separado y, por lo tanto, una posibilidad de relación. La percepción de los movimientos fetales es la primera aportación del futuro hijo a la relación.

El nuevo carácter concreto del bebé, complementado por las ecografías y los cambios corporales visibles para ambos, sobre todo para la madre, aportan una nueva realidad como fantasías en relación al futuro hijo. Surge un estado de identificación con el bebé en gestación que hará sentirse a la madre más dependiente, más regresiva, más simbiótica en este retorno al “útero fantaseado” (Brazelton y Cramer, 1990: 48). Esto le permite una elaboración de sus propias necesidades de dependencia y de deseos de simbiosis insatisfechos. El bebé en gestación permite a la madre reparar de alguna forma su primitiva historia. El reconocer el rol del padre ayuda a la futura madre en la tarea de separase del futuro bebé y diferenciarlo de sus fantasías

3. El aprendizaje sobre el futuro bebé

Los padres comienzan a personificar al bebé en gestación. Durante este período, el bebé intraútero da señales de presencia a través de la adopción de ciclos y patrones de movimiento y actividad que pueden ser reconocidos y previstos. Su respuesta puede considerarse cómo una forma de interacción temprana. Los padres personifican al bebé en gestación a través de la búsqueda de nombres, lugar dentro del hogar, ropa, etc., en un intento para que éste no sea un desconocido en el momento de nacer; es habitual encontrar en los relatos de los padres, anécdotas acerca de las preferencias del bebé no sólo sobre posturas de la madre, sino también con relación a la música que prefiere. La actitud del padre se vuelve activa y manifiesta, expresando deseos de una fuerte comunicación con su hijo en gestación. Cuando llega el momento del parto, éste provoca una crisis organizadora, porque se estuvo preparando para el acontecimiento. Según Cramer y Brazelton (1990), al nacer el niño la madre gana afuera lo que ha perdido adentro, cambia su gravidez por su hijo.

El bebé prematuro y sus padres

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