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II. BREVE HISTORIA DE LA EMPRESA HASTA SU ADQUISICIÓN POR AHV SA

1. PRECEDENTES EN LA OBTENCIÓN DEL HIERRO Y PRIMEROS AVANCES TECNOLÓGICOS PREVIOS AL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN

El mineral de hierro se encuentra de forma abundante en la corteza terrestre, pero combinado con otros elementos. Lo cierto es que las dificultades de orden técnico que presenta su extracción, fusión y trabajo fueron la causa de que pasara tanto tiempo antes de su utilización a gran escala.

Parece que la primera vez que el hombre entró en contacto con el hierro como tal fue a través de meteoritos, es decir, fragmentos de astros caídos a la tierra. Quizá por ello, la etimología del término siderurgia hace referencia al latín sidus, que significa ‘estrella’ o ‘astro’. Y tal vez debido a ello se explique, en parte, el hecho de que durante mucho tiempo este metal tuviera un carácter mágico y simbólico. Como señala Ramiro Reig:

Desde el neolítico, el dominio del hierro fue, hasta fechas recientes, el símbolo de la conquista de la naturaleza por la inteligencia y la técnica. Los hombres de hierro, como los de La fragua de Vulcano velazqueña, aparecen rodeados de una aureola mítica.1

Respecto a la primera industria del hierro, su datación histórica se refiere a la primera mitad del segundo milenio a. C., coincidiendo de lleno con el florecimiento de los hititas, al sur del Cáucaso, en las regiones de la costa sur del mar Negro y en las montañas de Armenia. Parece que los hititas, conscientes de las ventajas que les aportaban las armas de hierro sobre sus enemigos, restringieron las exportaciones. Es a la caída del imperio hitita cuando el trabajo del hierro se extiende a zonas más amplias: Siria, Palestina, Anatolia y Persia, donde se extiende su aplicación a actividades económicas, en especial para la agricultura y usos militares. Desde allí, esta industria da muestras de su desarrollo en Egipto, Grecia, Italia, Europa central, Francia, Suiza, España…, siempre varios siglos a. C. Esta industria encontraba su mayor aplicación en la elaboración de material bélico, por lo que su producción llevaba implícita una connotación de fuerza, si bien también se empleó para la agricultura y oficios diversos.

Los procesos de obtención y transformación del hierro desde su estado natural fueron mejorando con el transcurrir del tiempo. Hasta el siglo XIV (1340) no se conseguirá obtener el hierro en estado líquido, también llamado arrabio o hierro fundido. Esto será posible gracias a que el horno, al tomar más altura, alcance mayores temperaturas. El combustible básico empleado durante mucho tiempo para este fin fue el carbón vegetal, lo que obligaba a talar muchos árboles. Los elementos auxiliares de la industria del hierro (fuelles, martillos, cilindros para laminar, etc.) requerían de la energía hidráulica, por lo cual se hará necesario que la localización prioritaria de esta industria se dé en lugares con abundante agua y bosques para el carbón. Los países nórdicos responden a estos requisitos, y durante mucho tiempo serán más competentes en el mercado del hierro, al tiempo que también les permitirá avanzar en desarrollo tecnológico.

Cuando los bosques se fueron agotando se hará necesario la utilización de la hulla como combustible. A principios del siglo XVIII (1709), el inglés Abraham Darby obtuvo hierro fundido empleando coque, lo que supone un paso más en la progresión tecnológica; y en esta misma línea, la máquina de vapor ideada por Watt (1770) fue desplazando a la rueda hidráulica en las tareas de transformación del hierro.

A mediados del siglo XIX (1856), el inglés Bessemer obtiene el acero, una vez que se ha eliminado al mínimo el contenido de carbono, manganeso y silicio en el hierro fundido. Esto lo consigue a través de una corriente de aire que atravesaba, por el fondo de un convertidor, el baño de hierro fundido que previamente se había obtenido en el horno alto. Estos elementos se oxidan por efecto del aire y de la elevada temperatura, con lo que pasan a formar parte de la escoria, y ese hierro con bajo contenido de estos es lo que llamamos acero. El convertidor Bessemer permitirá a la siderurgia europea producir nuevas calidades de acero a gran escala. La incorporación de esta tecnología por la siderurgia vizcaína fue uno de los factores que le llevaron a la primacía siderúrgica en España.

Los hermanos Siemens, para poder elevar la temperatura de llama, desarrollaron la idea de calentar previamente el aire de combustión por medio de regeneradores o apilados de material refractario calentados por los gases de combustión antes de salir por la chimenea. Con el aire caliente y utilizando gas de carbón, se pudieron alcanzar temperaturas superiores a 1.525 grados centígrados, necesarios para fundir el acero.

Los hermanos Martin consiguieron mejorar el sistema fundiendo una mezcla de arrabio y chatarra, por lo que a este proceso se le conoce como Siemens-Martin. Con la aparición del «horno abierto» Martin-Siemens se mejora el método Bessemer. Vizcaya incorpora este sistema y mantiene su hegemonía en España.

En las ciudades austriacas de Linz y Dusenverforen en 1952 y 1953 se utilizó la aplicación directa del oxígeno puro en los convertidores, por lo que a este procedimiento se le conoce por las siglas L.D., iniciales respectivas de las dos ciudades mencionadas.

2. ORÍGENES DE LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA EN ESPAÑA

La industria siderúrgica en España tiene una antigua tradición debido a la abundancia y calidad de sus menas, de fama reconocida desde la época más remota.

Los inicios de la industria del hierro se remontan a la denominada Edad del Hierro, entre los siglos VIII y II a. C., con los celtas e íberos fundamentalmente. Pero desde los tiempos primitivos hasta la aparición del horno alto habrá que esperar bastantes siglos, en el transcurso de los cuales se practica una técnica rudimentaria, limitada a reducir minerales muy ricos por medio de carbones vegetales.

En el siglo XII aparecen las Ferrerías del Norte y las Forjas catalanas, y España llega a adquirir una posición destacada por la alta calidad de sus aceros, entre los que sobresalen los de Toledo, Vizcaya y Mondragón, que compiten ventajosamente con otros extranjeros.

En su decurso, la industria española pierde su prestigio por razones de tipo político y económico, derivadas de sus empresas guerreras y el mantenimiento de sus extensos dominios. Sin embargo, el primer horno alto construido en España del que se tiene noticia corresponde a la época de las manufacturas reales, en 1726, en el pueblo de Júzcar, correspondiente a la serranía de Ronda (Málaga), en la denominada «Real Fábrica de Hoja de Lata de San Miguel». Este horno consumía carbón vegetal y producía 2,5 Tm/día en barras o lingotes que luego pasaban por un rudimentario tren de laminación. Estas instalaciones funcionaron hasta finales del siglo XVIII.

Posteriormente, en la última década del siglo XVIII se instalaron otros hornos altos como en La Cavada (Santander), Sargadelos (Lugo) en 1791 y Trubia (Asturias), a orillas del Nalón, en 1794, donde se empezó a utilizar el carbón de coque, con el que se obtuvieron resultados satisfactorios hacia mediados del siglo XIX. También son de esta época las fábricas de Heredia, en Marbella (Málaga); la de Pedroso, en Cazalla de la Sierra (Sevilla); la de Guriezo, en Santander, y las de Villayana, Mieres y Sama, en Asturias. En 1848 se fundó la empresa Santa Ana de Bolueta (Vizcaya), que será la que ponga en funcionamiento el primer alto horno en la provincia.

En 1855 se instaló en Baracaldo la fábrica de hierro de Nuestra Señora de la Merced. En ella se instalaron tres hornos altos, de los que uno de ellos funcionaba con carbón vegetal y los otros dos con coque. El hierro obtenido se transformaba en acero por medio de hornos «Pudler».

Pero es a partir del inicio de la implantación de los métodos Bessemer, Siemens y Thomas, para la fabricación de aceros, cuando surgen las industrias de mayor importancia, como son Altos Hornos y Fábricas de Aceros de Bilbao SA Echevarría. Esta empresa se había creado en 1882 a partir de la fusión de la de Santa Ana de Bolueta y la Fábrica Nuestra Señora del Carmen, creada por la familia Ibarra en Baracaldo; junto a ella se encuentran también: la SA Metalúrgica y Construcciones La Vizcaya; las fábricas de San Francisco del Desierto; la Compañía Anónima Basconia; San Pedro de Elgóibar; Industrial Asturiana; Sociedad Metalúrgica Duro Felguera; Fábrica de Mieres; La Unión Cerrajera; Nueva Montaña del Hierro y del Acero; José María Quijano; Forjas de Buelma. A su vez, en 1902 se funden Altos Hornos y Fábricas de Acero de Bilbao con La Vizcaya e Iberia, constituyéndose la sociedad anónima Altos Hornos de Vizcaya, durante mucho tiempo emblema de la industria bilbaína; y, por último, la Siderúrgica del Mediterráneo, ya bien entrado el siglo XX.

De este modo, aunque Cataluña continuó siendo el complejo industrial más grande de España, en la década de 1870 se estaba desarrollando un segundo centro en las provincias vascas en torno a la industria del hierro, por lo que la prosperidad vasca se basó en las minas de hierro de Vizcaya.

Fueron las leyes liberales sobre la minería de la Revolución de Septiembre de 1868, unidas a las demandas del proceso Bessemer para las «menas rojas» vizcaínas de bajo contenido en fósforo, las que animaron la inversión extranjera, en particular la británica, en las minas de Vizcaya. Las minas de hierro abiertas se encontraban próximas al mar y había una importante oferta de trabajo barato. En 1889 se exportaron al sur de Gales cinco millones de toneladas de mineral.

Estas inversiones se contemplaban como una «explotación colonial». Pero fueron las rentas que se pagaban a los propietarios de las minas y los fletes de regreso con coque barato los que proporcionaron el dinero y el combustible barato para modernizar la industria del hierro vasca, técnicamente atrasada. El primer horno de coque –horno alto– empezó a funcionar en 1865, tal como se ha apuntado arriba. El primer convertidor Bessemer para la producción de acero dio su primera colada en 1885 en la Fábrica Altos Hornos de Bilbao creada en 1882. En esta misma instalación, en 1900 había instaladas tres baterías de coque y tres hornos altos de 100 Tm de capacidad cada uno.

También apareció, a finales de siglo, una industria astillera y de metalurgia pesada. La primera locomotora se fabricó en 1884. Las distintas factorías siderúrgicas de AHV SA en Baracaldo, Sestao y Sagunto producirán este tipo de productos. Muchas embarcaciones propiedad de AHV aparecen relacionadas con nombres de personas que son accionistas importantes de la susodicha empresa.2 Conviene recordar que el transporte marítimo de mineral constituirá siendo uno de los elementos de la acumulación originaria de capital para la industria siderúrgica y, además, posterior sostén para un desarrollo sostenido. También resulta oportuno señalar que los principales propietarios de AHV lo son también de empresas relacionadas con el sector: astilleros, minería, transporte marítimo y entidades de crédito, formando, así, un grupo empresarial muy potente.

Durante estos años se establecieron los grandes bancos mixtos vizcaínos, que junto con las compañías ferroviarias, no solo fueron las primeras corporaciones modernas de España, sino que en el caso concreto de Vizcaya iban a desempeñar un papel importante al inyectar ahorros para el crecimiento industrial. El Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya, luego fusionados en BBV, ocuparon un papel importante en la financiación de esta industria. Se puede observar una coincidencia de apellidos en los consejos de administración del Banco de Bilbao, AHV y la Sociedad Española de Construcción Naval,3 donde se localizan las familias Ibarra, Chavarri, Urquijo y Gandarias, todas ellas pertenecientes al grupo oligárquico empresarial referenciado arriba.

Los hornos altos marcharon hacia donde se encontraban las minas de hierro y la posibilidad de conseguir coque galés barato. De ahí que en 1844 Málaga producía el 72% del hierro español, mientras que en 1868 solo suponía un 5%.

Aun así, la mayor parte del mineral de hierro español salía de España. Solo una décima parte de este iba a parar a los altos hornos locales. A pesar de ello, en 1900 había registrados en el censo más obreros que artesanos, y en este contexto, la industria vasca era una industria moderna que contaba con un auténtico proletariado industrial.

La empresa propietaria de la instalación siderúrgica saguntina durante el periodo que abarca este trabajo, Altos Hornos de Vizcaya, se constituyó en 1902 para explotar las fábricas de hierro, acero y hojalata de Baracaldo y Sestao, para lo cual se fusionaron tres sociedades: Altos Hornos de Bilbao, Sociedad de Metalurgia y Construcción de Vizcaya y la Compañía Anónima Iberia. Es en 1908 cuando Tomás Zubiría Ibarra, conde de Zubiría, creó la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN) con elementos de Altos Hornos de Vizcaya y junto a otras que constituirían un emporio industrial en la ría de Bilbao.

La industria siderúrgica saguntina se instalará ya dentro del siglo XX, pero vinculada a las circunstancias apuntadas sobre el desarrollo industrial vasco a partir de la explotación del hierro, comercialización y posterior producción de acero. De hecho, los propietarios que la ponen en marcha son vascos, y también lo era el propietario de las minas de Ojos Negros y Setiles (Echevarría), y que previamente habían constituido la sociedad Sierra Menera para la explotación de minas de hierro y su posterior comercialización, la cual va a actuar durante mucho tiempo como «empresa madre» de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo.

A partir de la Primera Guerra Mundial se instalan en España varias fábricas de relaminación y acerías al horno eléctrico. Es precisamente hacia los años veinte cuando la siderurgia saguntina se convierte en la principal competidora de la de Vizcaya. Pero el verdadero auge de estas no llega hasta después de la Guerra Civil española y a medida que la demanda de acero laminado crece con la industrialización del país. Es así como en 1950, por decreto de la Presidencia del Gobierno del 15 de junio, se creó la Empresa Nacional Siderúrgica SA (ENSIDESA), filial del Instituto Nacional de Industria, con la que se pretendía cubrir el déficit existente en el mercado interior, e incluso llegar a realizar, si las circunstancias lo aconsejaban, exportaciones de coque, lingote y laminados. Más tarde, ENSIDESA se convierte en ACERALIA que, al integrarse a la francesa USINOR y la luxemburguesa ARBED, dieron lugar a la actual ARCELOR, actual propietaria de la siderurgia saguntina a la finalización de este estudio. Por otro lado, la antigua AHV SA, se convirtió en Acería Compacta de Bizkaia (ACB), situada en Sestao, en las antiguas instalaciones de AHV SA.

3. ORIGEN DE LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA DE SAGUNTO. SÍNTESIS HISTÓRICA

Durante el periodo que ocupa este trabajo, la empresa siderúrgica saguntina pertenecía a la Sociedad Altos Hornos de Vizcaya SA, con el nombre Altos Hornos de Vizcaya SA, Fábrica de Sagunto. Así lo fue desde 1941 a 1974, y, a partir de entonces, pasaría a ser Altos Hornos del Mediterráneo hasta que en 1979, AHM (Sagunto) pasó a formar parte de la empresa pública ENSIDESA, que desmanteló los hornos altos y mantuvo la planta de laminación en frío del Puerto de Sagunto. Más tarde, esta fábrica se vendería a una empresa de Luxemburgo, constituyéndose SIDMED, y posteriormente, al integrarse la compañía luxemburguesa ARBED con la francesa USINOR, dieron lugar a ARCELOR, actual propietaria de la siderurgia saguntina.

Pero el origen de esta industria en Sagunto hay que situarlo en 1917, cuando se crea la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo por parte de la Sociedad Sota y Aznar, y en relación con la actividad de extracción del mineral de hierro y su salida por el Mediterráneo a través de Sagunto, una actividad que ya habían iniciado estos empresarios vascos desde principios del siglo XX.

La CSM aparece desde su constitución como sociedad vinculada al grupo de empresas Sota y Aznar, pero, sobre todo, a la Compañía Minera de Sierra Menera. Esta le asegurará el suministro necesario de hierro a través del ferrocarril que unía las minas de Ojos Negros y Setiles con Sagunto, y le proporcionará todas las instalaciones y servicios de los que disponía esta empresa en Sagunto, incluidos los talleres de briquetas y nódulos, almacenes y el puerto, si bien para este último, la CSM aportaría el capital necesario para las obras de acondicionamiento y ampliación que requiriera.

El principal propietario, Ramón de la Sota y Llano, había iniciado sus negocios en el campo de la minería del hierro y el transporte marítimo cuando los ingleses establecieron numerosas empresas mineras en Asturias y el País Vasco. Otros países europeos siguieron a los ingleses en su búsqueda del hierro necesario para la siderurgia europea. El mineral de hierro español era muy deseado por su alta calidad y por su bajo precio, con lo cual la exportación y producción del mineral fueron muy importantes a finales del siglo XIX. La Sociedad Sota y Aznar comenzó sus actividades en este ambiente y centraron sus negocios en la explotación minera y el transporte marítimo del mineral. En esta segunda actividad se aprovechaba para traer los barcos de vuelta (de Inglaterra principalmente) cargados de carbón para la siderurgia vasca, con lo que la actividad naviera se convertía en altamente rentable. En esta misma línea hay que señalar que los titulares de la Sociedad Sota y Aznar también eran propietarios de la mayor empresa de astilleros localizada en Vizcaya, se trataba de Euskalduna.

Los grandes beneficios obtenidos de estas actividades originaron una acumulación de capital que llevó a Sota y Aznar a extender su inversión a otras áreas relacionadas con las primeras, tratando, a su vez, de hacer entre ellas un círculo de colaboración, apoyo o compensación. Es así como se creó Euskalduna, para la construcción y reparación de buques; una empresa de seguros: Seguros Polar, y su propio banco: el Banco de Comercio, que más tarde sería el principal accionista del Banco de Bilbao.

Cuando se crea la CMSM, con ella sus propietarios trasladan la zona tradicional de explotación minera y su salida al exterior desde Asturias o Vizcaya a la zona de Sierra Menera (en las provincias de Teruel y Guadalajara) en cuanto a la explotación del hierro, y desde el Cantábrico al Mediterráneo en cuanto a la salida para la exportación. Solo quedaba completar el ciclo de producción con la puesta en marcha de una siderurgia en Sagunto, en la zona más cercana al mar, punto de salida del producto acabado para la exportación, y de entrada de carbón a través de buques de gran calado.

Según apunta Girona,4 la idea de crear una acería ya está en la mente de Ramón de la Sota cuando se crea la CMSM, pero no será hasta que se produzcan las circunstancias especiales que conllevó la Primera Guerra Mundial cuando se decida a utilizar parte de los beneficios obtenidos en los fletes durante el periodo de guerra por la compañía naviera que formaba parte del grupo de empresas Sota y Aznar, en la construcción de una acería.

Las expectativas en que se fundaba el proyecto consistían en proporcionar productos acabados a los países mediterráneos que no poseían siderurgias, y teniendo en cuenta que durante el conflicto bélico se reclamaban más productos acabados que materia prima. Además, se contaba con el incremento de los beneficios que supone vender el mineral de hierro ya transformado en laminados. Por otro lado, se había llegado a conseguir unos índices de extracción de mineral en Ojos Negros y Setiles más que suficientes para su empleo en una acería; el ferrocarril que transportaba el mineral de hierro a Sagunto había demostrado sus posibilidades; y el problema del mineral polvoriento había sido resuelto con la instalación de talleres de briquetas y nódulos en Sagunto, y por tanto, dispuestos para ser utilizados en los hornos.

La Compañía Siderúrgica del Mediterráneo fue constituida formalmente el 28 de agosto de 1917, con un capital social de cien millones de pesetas, con domicilio social en Bilbao y cuyos directores gerentes deberían serlo durante el tiempo que durara esta: D. Ramón de la Sota y D. Luis M.ª de Aznar. Su objeto es la fabricación y elaboración de hierros y aceros, y de todas las operaciones necesarias para el desarrollo de dicho objetivo.

La CSM se establecerá sobre 66 Ha de terreno en el municipio de Sagunto, en la zona del Puerto, al sur del embarcadero y el ferrocarril de la CMSM con el que lindaba.

La fábrica se realizará según el proyecto del ingeniero americano Frank C. Roberts, quien, a su vez, sería el director de la construcción de la nueva siderurgia. El proyecto original contemplaba una producción anual de 300.000 toneladas de aceros laminados a obtener a partir de cuatro hornos altos (que al final se quedaron en tres), diez hornos de acero Martin Siemens, laminadores y servicios auxiliares. Para esa producción era necesario disponer de una planta de coque de 125 hornos. En la práctica, el proyecto quedó limitado a una batería de setenta hornos más un adicional de quince hornos en la década de los cuarenta. Aquella planta de coque tenía incorporadas las instalaciones para la recuperación y tratamiento de subproductos: gas, sulfato amónico, alquitrán, creosotas, breas, fenol, benzoles, etc.

La participación valenciana en el proceso de creación de la siderurgia saguntina fue muy escasa; se limitó a aportar los terrenos y mano de obra no especializada.

El capital con el que se puso en marcha la empresa fue exclusivamente vasco. Fue muy importante en este sentido la aportación de la CMSM, no solo aportando instalaciones de las que esta ya disponía, sino que incluso acometió las obras de ampliación del puerto, las plantas de coque, hornos altos y de acero, planta de laminación y central de fuerza. Incluso se hizo una fábrica en Sagunto solo para producir el material refractario (ladrillos) para los hornos. En muchas de las actividades de construcciones metálicas también colaboraron los talleres de Euskalduna. Por otro lado, la mayoría de los materiales necesarios para la construcción de la siderurgia se compraron a la industria vizcaína.

El proceso de integración horizontal de las actividades del grupo empresarial vasco Sota y Aznar funcionaba en este caso aportando medios endógenos para culminar el cierre del círculo empresarial, en torno a las actividades relacionadas con el mineral del hierro, con la construcción de la siderurgia.

El proceso productivo de la CSM se inicia el 7 de enero de 1923 con la primera colada de lingote en su horno alto n.º 1, y cuando la plantilla de la empresa se cifraba en 1.841 trabajadores. Parecía entonces que los cien millones invertidos empezaban a dar sus frutos. Pero no hay que olvidar que el objetivo principal de la CSM era producir laminados, que tenían un mercado menos cubierto y un margen mayor de beneficio. De esta manera, las inversiones siguen y el 31 de agosto de 1924 sale el primer acero del horno Martin Siemens y se pone en marcha la laminación, con los trenes blooming, estructural y comercial. El 16 de junio de 1926 dio su primera colada el horno alto n.º 2 y ya funcionan tres hornos de acero, una batería de coque, un tren de chapas y un tren comercial. De este modo, quedaba culminada la primera etapa de construcción que permitía una producción de 125.000 Tm de laminados y 245.000 Tm de lingote. Más tarde, en 1928, queda terminado el 4.º horno de acero, con lo que podían obtenerse 190.000 Tm de acero. Por su parte, los departamentos de laminación están dispuestos para transformar en perfiles de todas clases hasta 300.000 Tm/anuales.

Con el final de la Primera Guerra Mundial las potencias europeas beligerantes iniciarán la reconstrucción de sus respectivas siderurgias. La recuperación de esos países inicia una etapa de prosperidad que repercute en un reavivamiento del tráfico en el puerto de Sagunto, adonde los buques que transportaban mineral de hierro vuelven cargados de hulla para alimentar la siderurgia.

También, el inicio de la explotación contó con otro elemento favorable debido a la fuerte expansión de las obras públicas impulsadas por la Dictadura de Primo de Rivera; incluso el rey Alfonso XIII visita en 1927 la fábrica de Sagunto como prueba del interés que esta inspiraba a los entonces gobernantes del país. De hecho, era reconocida en esos momentos como una de las mejores y más modernas de Europa.

Sin embargo, esa coyuntura favorable duró poco y la empresa tuvo que afrontar el problema de que la fábrica estaba pensada para producir el doble de lo que el mercado estaba absorbiendo. El mercado nacional le proporcionaba pedidos que apenas cubrían el 50% de su capacidad de producción. Las pretensiones de sus fundadores, al estar la fábrica situada a orillas del Mediterráneo, eran vender productos laminados en el mercado mediterráneo, especialmente a los mercados francés e italiano, que en esa época carecían de siderurgia propia. Pero al final de la guerra europea se dio un empuje siderúrgico en Italia y esto acabó con las ilusiones de inundar ese mercado con laminados fabricados en Sagunto.

La planta siderúrgica de Sagunto alcanzaba en 1929 su máximo nivel productivo (181.392 Tm de acero) con solo dos hornos altos de los cuatro proyectados y una plantilla de 2.900 obreros. A partir de entonces la producción inicia su caída en picado. El horno alto n.º 2 se apaga el 31 de julio de 1930 y no volverá a encenderse hasta el 27 de febrero de 1941. El horno alto n.º 1 se para el 24 de abril de 1932 y no volverá a encenderse hasta el 5 de marzo de 1948.

Sin embargo, el Catálogo General que la CSM presentó a la Exposición Internacional de 1929 celebrada en Barcelona muestra la gran capacidad de producción de esta fábrica, que utiliza una tecnología y medios muy modernos, aunque no acordes con sus posibilidades de mercado. También da cuenta de la gran variedad de productos acabados y ofertados al mercado, y todos los servicios que eran complemento preciso de los departamentos de producción, desde su conexión con el ferrocarril de Ojos Negros y el ferrocarril que tenía la Compañía de Ferrocarriles del Norte y Central de Aragón, hasta la libre disposición de un puerto particular, una batería de 16 calderas, central eléctrica, taller de mantenimiento mecánico y eléctrico, fabricación de ladrillos refractarios y laboratorios para el control de fabricación. La plantilla era en 1929 de 4.000 hombres (entre empleados y obreros).

Del lado de lo social, en esta fecha ya existen una sociedad de auxilios mutuos, con secciones de enfermedad y defunción; un hospital de 30 camas; una cooperativa de consumo; una escuela graduada y otra de artes y oficios; la iglesia; un barrio de chalets para ingenieros y altos empleados, y otro muy importante de casas de obreros.

Sin embargo, a partir de 1929, como ya se ha avanzado anteriormente, se inicia un proceso de crisis que se hace notar en julio de 1930 con el cierre del Alto Horno n.º 2 y con el desarrollo de importantes huelgas por parte de quienes veían peligrar su puesto de trabajo. En la huelga de febrero de 1930 se llegó a crear un movimiento de solidaridad impulsado por el diario El Pueblo, el partido Unión Republicana y el Sindicato Metalúrgico, que llevó incluso a que centenares de niños, hijos de trabajadores en huelga o despedidos, fuesen acogidos por familias de Valencia.

Cuando se apaga el horno alto n.º 1 en abril de 1932 la situación se agrava, pues se cierran otras instalaciones como la fábrica de ladrillos refractarios, talleres, horno de nódulos, etc., con el consiguiente despido de obreros, reducción de salarios o de tiempos de trabajo. Durante este año, el goteo de cierres y despidos continúa y se recrudecen los movimientos huelguísticos, en unos casos con el objetivo de evitar el cierre total de las instalaciones, y en otros, los que conservaban sus puestos de trabajo, en defensa de sus jornales y condiciones de trabajo.

Un sector de trabajadores abandonó Sagunto con sus familias y volvieron a sus lugares de origen, en algunos casos con billetes pagados por el Ayuntamiento de Sagunto.

Al final, en julio de 1932, la empresa decide cerrar totalmente ante la carencia de perspectivas de encargos por parte del Estado, cuya política económica ahora priorizaba otros sectores más directamente sociales, y, excepto 600 obreros que se mantienen en el taller de calderería, se despide a 1.100 trabajadores.

La situación para todos estos trabajadores se hace tan desesperada que se conseguirá por mediación del Ayuntamiento, Diputación y la ciudad de Valencia, a través de su prensa, la suficiente resonancia para que el asunto fuese tratado por el Consejo de Ministros, que el 13 de octubre de 1933 decide «someter a conocimiento y acuerdo de la Diputación Permanente de las Cortes la aprobación de un crédito extraordinario para la adquisición de material ferroviario a la CSM». Así, se aprobó una ayuda de 10 millones de pesetas para que Sagunto fabricase 25.000 Tm de carriles para el ferrocarril, lo cual supuso la reanudación del trabajo en la acería y laminación durante unos meses. Después de cumplido el encargo del Estado, los intentos por relanzar la actividad no tuvieron ningún éxito.

En esta situación de crisis y de baja actividad comienza la Guerra Civil (1936), dividiendo al país en dos zonas enfrentadas y levantadas en armas.

En el Puerto de Sagunto se organiza una manifestación multitudinaria de apoyo a la República, y el mismo 18 de julio una multitud de obreros acudieron a la factoría y se hicieron cargo de ella para ponerla al servicio de la República. Mientras tanto, el Gobierno comienza a publicar decretos económicos encaminados a defender la legalidad constitucional. A través de su ministro de Industria, Juan Peiró, se pone de manifiesto la necesidad de incautar e intervenir toda la maquinaria industrial y económica del país, convirtiendo así la acería de Sagunto en industria de guerra. Durante los años que van de 1936 a 1939, la fábrica de Sagunto será incautada por el Gobierno republicano y funcionará como la Fábrica n.º 15 de la Subsecretaría de Armamento, hecho que le hará ser objeto de numerosos bombardeos por parte del ejército rebelde.

A pesar de todo, los hornos altos no llegaron a encenderse y, por otra parte, las instalaciones serían objeto de numerosos bombardeos a fin de paralizar la fabricación de material de guerra, que fundamentalmente se resumía en vasos para proyectiles, piquetas para alambradas, bombas de medio y grueso calibre para la aviación e incluso se llegaron a construir cuatro trenes blindados. Se calcula en alrededor de 3.000 obreros los que trabajan en esta época en la fábrica.

La eficacia y rentabilidad de la siderurgia saguntina quedó en entredicho por dos hechos que determinaron esencialmente su papel durante la confrontación bélica. Por un lado, la instauración del control obrero bajo la dirección de CNT y UGT propició un enfrentamiento entre los trabajadores y los que defendían los intereses de la CSM, y se produjo una considerable disminución (tanto física como profesional) de los técnicos y personal especializado, que provocó importantes errores en los proyectos de producción de la acería, y al mismo tiempo mermó el rendimiento y las aportaciones que unas instalaciones como las del Puerto de Sagunto pudieron haber hecho al ejército republicano. Como botón de muestra de esta apreciación se puede dar cuenta de la construcción de un tren blindado que no pudo entrar en combate en el frente de Teruel porque sus dimensiones –mal calculadas– impidieron que el referido tren pudiera pasar por debajo de los puentes.

El final de la guerra y el cambio de titularidad

Finalizada la guerra, todos los bienes muebles e inmuebles de D. Ramón de la Sota son incautados debido, fundamentalmente, a su vinculación con el Partido Nacionalista Vasco. La CSM, como el resto de sus empresas en las que era el socio mayoritario, sufrirá las consecuencias de esta decisión. La empresa quedaba bajo la dirección del otro gran propietario, D. José Luis Aznar (hijo del anterior cofundador de la empresa), quien se declaraba fiel al nuevo régimen y que pronto traspasará la empresa siderúrgica saguntina a la que hasta entonces había sido su principal competidora, Altos Hornos de Vizcaya SA,5 asegurándose, por otra parte, un puesto en el Consejo de Administración.

Después de numerosos contactos y negociaciones para fijar las condiciones de absorción de CSM por AHV, se llega a un acuerdo a mediados de 1940 por el que se entrega todo el activo de la CSM a AHV, y, en compensación, se entrega a los accionistas de la CSM 27.444 acciones de AHV. De este modo, AHV consiguió hacerse con la empresa competidora solo con la emisión de 50.000 nuevas acciones y ningún desembolso en efectivo. El 31 de diciembre de 1940 la CSM será adquirida formalmente por AHV, registrándose como Altos Hornos de Vizcaya SA, Fábrica de Sagunto.

A partir de este momento, la Fábrica de Sagunto será una más, junto a la de Baracaldo y Sestao, de AHV, y en ella se aplicará una política de complementariedad de la de Vizcaya. Toda la maquinaria moderna será instalada en Vizcaya, y en Sagunto se instalará aquello que ha sido usado en Bilbao. Las ventas y la política general serán centralizadas por Bilbao.

1 Ramiro Reig: «Recuérdalo tú y cuéntaselo a otros. Las relaciones laborales en Altos Hornos de Sagunto», en Revolución y reconversión. Industrialización y patrimonio en el Puerto de Sagunto, Valencia, Universitat de València, 1999, p. 47.

2 Véase anexo de fotografías relacionadas con la industria naviera y astilleros.

3 Véase anexo de M. Tuñón de Lara (dir.): Historia de España, tomo X. pp. 570, 572.

4 M. Girona Rubio: Minería y siderurgia en Sagunto (1900-1936), Valencia, IVEI, 1989.

5 En estos momentos AHV se encuentra en fase de absorción de empresas del mismo sector para asegurarse un mayor control de este.

La siderurgia de Sagunto durante el primer Franquismo (1940-1958)

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