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I.III. Mi antigua religión

No recuerdo cuándo fue la primera vez que me hablaron de Jesús; mi familia se hacía llamar católica pero éramos del tipo de católicos que dice que lo son sólo por decir que pertenecíamos a alguna religión; puesto que éramos de los que nunca iban a misas, nunca leían la Biblia, no iban a encuentros para aprender de Dios, es decir, no hacían algo necesariamente “cristiano” o “religioso” en sus vidas, más que saber que Dios existía y hablar con Él esporádicamente por las noches.

Por experiencia sé que muchos podemos escatimar la oración de una niña de siete años bajo la excusa de “¿Qué pecado podría tener un niño de esa edad?” e ignoramos que nacemos con actitudes pecaminosas y egoístas que deben de ser corregidas por nuestros padres, pero Él no escatimó mis oraciones, Él sabía mis porqués desde antes de que yo dijera palabra alguna (Salmos 139:4)

Parte de la enseñanza que me dio mi madre con respecto de Dios, era que debíamos de hablar con Él como si fuera un amigo (orar) y eso normalmente lo hacíamos por las noches. Yo obedecí en cuanto a hablar con Él, aunque no procuré saber qué estaba escrito en la Biblia, ni sabía que esta había sido inspirada por Él; yo simplemente hablaba con Papá Dios.

No pensaba que Él me fuera a responder, siempre pensé que era más bien como un buen oidor o un ser lleno de amor que escuchaba cuando le decías “gracias” por las noches o le hablabas acerca de algo de tus amigos, y sabía que me escuchaba, por alguna razón lo sabía, pero no estaba consciente de su respuesta.

En algunas ocasiones, por causa de mi maldad, supongo que el creer que Él no me respondería me facilitó el haberme masturbado por las noches. Era extraño porque si lo hacía, esa noche no hablaba con Él. Era como si me sentía lo suficientemente sucia como para no dirigirle la palabra porque creía (sin haber leído la Biblia) que a Él no le gustaba. De alguna forma lo sentía, así que me ocultaba tras una sábana y hacía aquello. No recuerdo si le pedía perdón por hacerlo, en verdad no lo recuerdo, sólo sé que ciertamente no le pedí ayuda para salir de ahí; me enfocaba en lo placentero y no pensaba en las consecuencias, aunque sentía que estaba mal nunca pensé en qué esperaba Él de mí. No supe tener una verdadera relación con Él y creo que eso nos pasa muy a menudo.

¿Te ha pasado a ti? ¿Que no sabes para qué estás en esta tierra y a decir verdad tampoco te preocupas por saber para qué estás aquí? Que sólo “existes” o pasas el día a día sin aspirar a cosas mayores. Al ser de esa forma, todo el potencial que tienes de cambiar el mundo para bien o de ser aquello para lo que fuiste creado se desvanece y vienes a ser parte del problema, en vez de la solución. El mal triunfa: hay menos amor por el prójimo y más egoísmo sumergido en la vanidad.

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