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FLUIR
ОглавлениеEl ser humano es como un río que fluye.
Entre orillas que lo contienen y le dan su cauce y su nombre.
Cuando el tiempo está calmo sigue su curso hacia su desembocadura: es quien es fluyendo.
Cuando no hay calma, transita momentos tumultuosos, después de grandes lluvias, tormentas y grandes vientos, sube y se desborda, y en ocasiones cae al vacío en forma de cataratas, así como, luego de grandes sequías, se queda con poca agua y surgen los bajones.
Mientras avanza, circula entre meandros, dobla, sigue derecho, se abre, se cierra, se agranda, se achica.
Muchas veces se encuentra con trabas que le dificultan su recorrer, a veces por el azar de árboles caídos, o de diques naturales, otras de diques construidos por otros, o por sí mismo.
Diques que, a veces, tienen el sentido de hacerlo parar para que reflexione cómo seguir, y otras que se interponen para impedirle ser quien es y quiere ser.
Estos últimos son lo que debe superar; a veces puede solo; otras, necesita ayuda; para esto último estamos nosotros.
Nosotros, para poder hacerlo bien, primero tenemos que superar nuestros propios diques, y luego, como profesionales de las relaciones de la ayuda, formarnos seriamente para poder ayudar.
Este río que somos, fluyendo, desde un origen donde comenzamos a ser, necesitamos cruzarnos con otros ríos, para sumar y enriquecer nuestra agua con otras que agreguen sus cualidades y hacer un río “nosotros”, desde el cual desemboquemos en un mar. Instante quiasmático, donde se unen las dulces con las saladas, instante en el que los opuestos se integran y hacen uno/todo. Mensaje que nos brinda la naturaleza: es posible el nosotros y también el cada uno.
Instante que deviene en otro instante, el del mar/nosotros, que también tienen sus costas, sus mareas bajas y altas, sus tempestades, sus aguas cálidas y congeladas con témpanos.
Instante donde el río sigue siendo río y ese mar se integra a otros mares, en otros quiasmas, donde nuestro mundo se hace uno.
Y sigue su rumbo, su sentido total, que deviene de cada uno de esos ríos, que se animaron a seguir fluyendo, superando sus dificultades, dando de sí mismos lo que cada uno pudo dar.
Cuando uno de esos ríos nos pide ayuda, no solo pensemos que tenemos que ayudarlo a superar sus trabas, sus diques o los diques de otros, sino también y más aún, que pueda unirse a ese río “nosotros”, para que esos mares, donde desembocan, puedan incorporar ese modelo y unirse con los otros mares que componen nuestra casa, la Tierra.