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INTRODUCCIÓN
ОглавлениеEste texto surgió de una inquietud inicial sobre la posibilidad de integrar a una relación de ayuda, tal como la concebimos, un cuarto “elemento” a la clásica tríada que manifiesta la mayoría de las corrientes o movimientos terapéuticos existentes. Dicha terna hace referencia a la intervención en cada vínculo terapéutico, de una/s persona/s que consulta/n, un profesional que atiende, y una relación que se establece. Cada teórico investigó desde su encuadre epistemológico y sacó sus conclusiones, que podrían resumirse en dos maneras de nominarlo: transferencia y encuentro, con sus distintos modos de desarrollarlo y de promover/sugerir distintas formas de intervención. Desde una primera comunicación, vía email, que tuvo su respuesta, se originó un intercambio, que paso a paso fue ampliándose, y desde ese inicio, llegamos juntos a 48 conversaciones, que abren el juego hacia una nueva forma de estar presentes y atentos a esa cuarta cualidad.
Esa instancia contenedora, que denominamos “cuaternidad”, partía de la intuición experimentada en la práctica profesional de muchos años que comenzamos llamando “proceso”.
En síntesis, se presentan los siguientes componentes: consultante/s, consultado, vínculo y el proceso que engloba a los tres anteriores.
Coincidimos en que es el proceso en sí mismo lo que conforma, contiene, influye y significa; tiene “un lugar”, que está más allá y está siempre; y nos preguntamos cómo incluirlo, cómo definirlo, qué nombre ponerle.
Desde ese inicial emergente, transitamos un ir y venir, cada uno de nosotros aportando desde su peculiar modo de mirar, de pensarlo, y de explorar la propia experiencia y la de pensadores prestigiosos de ámbitos diversos, tales como las filosofías de Occidente y Oriente, de psicologías de ambas vertientes, antropologías filosóficas, neurociencias, poetas, músicos, novelistas; de hecho, cada uno de nosotros buscó en sí mismo y en aquellas personas inspiradoras que nos orientaron, lo que sucede cuando intentamos facilitar aquello que quienes nos consultan requieren para aliviar algún tipo de sufrimiento, psíquico, emocional, sentimental o relacional.
El titulo fue surgiendo poco a poco, hasta que uno de nosotros recordó que, al ser desterrado, el gran filósofo Baruch Spinoza se dedicó hasta el fin de sus días a pulir lentes para vivir y mantenerse. Nos pareció una hermosa metáfora, pues lo que estábamos haciendo como seres perceptuales que somos era intercambiar ideas y vivencias para pulir nuestros lentes, y poder “ver” mejor, lo que pasa cuando estamos ante esos otros que nos piden ayuda. Y que, al hacerlo, también estamos favoreciendo que sus “miradas”, acerca de lo que les pasa con lo que les pasa, puedan ser aclaradas cuando sus propios “lentes” perceptuales se “limpian y se pulen”.
Ese trabajo paciente de pulir para ampliar y despejar la percepción nos pareció importante, porque sabemos que, cuando se logra, se hace más fácil poder distinguir qué hacer con lo que nos está produciendo algún malestar. Así como también sabemos, por la experiencia que nos aporta nuestro Modelo Centrado en las Personas, que favorecer una apertura perceptual en un clima relacional libre de amenazas produce en la mayoría de quienes consultan un mejor encuentro consigo mismos y, a partir de allí, dar lugar a que florezcan posibilidades de cambios y transformaciones.
Los diálogos se fueron dando como si se desprendieran naturalmente en una charla junto al fuego, pasando por temas y autores que nos reverberan personalmente, pero que también daban cita a otros tópicos y a nombres impensados, por aquella “vida propia” que el encuentro mismo desarrolla.
Esa era la forma de comprobar en nuestro particular intercambio que, además de nuestras individualidades y del vínculo preexistente que ya habíamos ejercitado, al lanzarnos al ruedo ocurría algo más.
La consciencia de ser en cuanto autopercatación, junto al enigma de su locación, y los alcances e hipótesis acerca de su preexistencia como una característica del inexplicable fenómeno de la vida; es decir, las preguntas acerca de ello, su influencia y la acción sobre los procesos terapéuticos y la vincularidad en general, fueron leños de ese fuego que nos acompañó al dialogar. También la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación como motores de una transformación necesaria.
Además, rondamos con sigilo, para no ahogarlo en viejas definiciones, en torno a un salto, un salto epistemológico en la comprensión. Es decir, con el anhelo de asomarnos a comprender que atávicos modos de nombrar a la experiencia no están logrando actualizarse, no están adaptándose con gracia y justeza a lo que viene.
Nos hacen falta nuevos imaginarios, nos hace falta pensar colectivamente, dialógicamente. Se trata de diseñar nuevos acuerdos, mapas fluyentes para territorios que cambian sin descanso.
Quedan las conversaciones a vuestra disposición, esperando, con y desde ellas, facilitar reflexiones y modos de acción que nos acompañen en la intención que expresamos.
Leo Vidoni y Andrés Sánchez Bodas
2021