Читать книгу Mejores decisiones, menos lamentos - Andy Stanley - Страница 7
Introducción
ОглавлениеMi papá tenía una mala costumbre.
Al menos yo pensaba que era algo malo.
No me decía qué hacer. Concretamente, no me decía qué hacer cuando yo no sabía qué hacer y quería que me dijera lo que él pensaba que yo debería hacer.
Es verdad, a algunos niños no les gusta que sus padres les digan qué hacer. Yo era como la mayoría de los niños muchas veces, pero en una ocasión, yo quería que él me dijera qué hacer, pero no me decía. Peor, en vez de responder mis preguntas, ¡me hacía preguntas! Su pregunta de referencia era: ¿Qué harás cuando ya no esté contigo para decirte qué hacer?
Mi respuesta de referencia era: Pero estás conmigo, ¡así que dime!
Obviamente, su respuesta no indicaba una falta de interés de su parte; más bien, lo opuesto. Resulta que usé la misma estrategia con mis hijos, o al menos eso intenté. A lo mejor un día escribiré un libro al respecto.
Su pregunta de referencia no era su única pregunta. Durante la secundaria y la preparatoria, su arsenal de preguntas incluía una de las cinco que exploraremos más adelante: ¿Qué es lo más sensato que se debe hacer? Como adolescente, esa inoportuna pregunta generalmente eliminaba gran parte de mis opciones preferidas. Sin embargo, cuando acepté el desafío, también eliminó lamentos innecesarios.
Lo que no apreciaba entonces, que ahora con toda seguridad aprecio, era por qué. ¿Por qué todas esas preguntas? ¿Por qué simplemente no me decía lo que pensaba que yo debería hacer? La razón fue sencilla: me estaba enseñando a tomar decisiones. Buenas decisiones. Empezó pronto. Tal vez demasiado pronto. Pero en su favor y mi ventaja, empezó cuando no había mucho en juego.
Quizá sin que se diera cuenta, mi papá también me estaba enseñando algo más. Ese algo es el objetivo de este pequeño libro. Al elegir las preguntas en vez de la dirección, mi papá conectó dos puntos, puntos que muchas personas nunca conectan. Me ayudó a hacer la conexión entre buenas preguntas y buenas decisiones. Para sonsacar un poco, me ayudó a hacer la conexión entre preguntas bien ubicadas, oportunas, que hagan reflexionar, y buena toma de decisiones. En pocas palabras:
Las buenas preguntas llevan a mejores decisiones.
Y las mejores decisiones llevan a menos lamentos.
Es por eso que, en el otro lado de una mala decisión, es común escucharle a alguien decir: «Debí haber preguntado más». ¿Por qué? Porque sabemos intuitivamente que cuantas más preguntas hagamos, más información tendremos, lo que nos lleva a una mejor comprensión y, ojalá, mejores decisiones. No obstante, hacer una pausa para reflexionar sobre una lista de preguntas potencialmente comprometedoras no es ni fácil ni intuitivo.
La verdad es que muchos de nosotros nos resistimos a las preguntas no deseadas cuando tomamos una decisión. En el momento, sentimos como si estuviéramos siendo cuestionados en lugar de simplemente hacernos una pregunta. Gran diferencia. Cuando confundimos una cosa con la otra, nuestras defensas suben y nuestras aptitudes de aprendizaje bajan. Es virtualmente imposible recibir nueva información o conocimiento cuando estamos convencidos de que nuestro juicio está siendo cuestionado. Esto especialmente se aplica cuando tomamos decisiones personales. Después de todo, ¡son personales! En otras palabras, no le incumbe a nadie.
Pero seamos honestos.
Nunca tomaste una decisión personal que no se haya convertido en el asunto de otra persona. Las decisiones privadas casi siempre tienen repercusiones públicas, ¿verdad? Cada decisión que tomamos afecta a alguien de nuestro público, que empieza con las personas más cercanas a nosotros. No hay manera de evitar que las preguntas bien formuladas, oportunas, que hacen reflexionar den lugar a mejores decisiones y menos lamentos.
Clay Christensen, un profesor de la Facultad de Administración de Harvard, dijo: «Las preguntas son espacios en tu mente donde encajan las respuestas. Si no has formulado la pregunta, la respuesta no tiene adónde ir. Se te viene a la cabeza y rebota de inmediato. Tienes que formular la pregunta, tienes que desear saber, con el fin de abrir el espacio para que encaje la respuesta».
MIGAJAS
Los buenos consejeros entienden esto: que nosotros los homínidos tenemos una mayor propensión a seguir con las decisiones que tomamos en lugar del consejo que nos recomendaron. Así los consejeros cuidadosamente esparcen migajas en nuestros caminos para guiarnos hacia nuestras propias buenas decisiones. Las migajas son… lo adivinaste… preguntas bien formuladas, oportunas y que hacen reflexionar.
Pero…
Pero ¿qué pasaría si supieras las preguntas anticipadamente?
¿Qué pasaría si tuvieras una lista de preguntas que podrías hacerte cuando tienes que tomar decisiones importantes? ¡Imagina cuánto dinero te ahorrarías si evitaras ir a ver al consejero!
Bromeo.
Un poco.
En serio, ¿te imaginas tener una lista de preguntas que sirvieran como rejilla o filtro mediante el cual evaluar tus opiniones? Si la idea de una rejilla para la toma de decisiones te parece extraña, no debería serlo. Ya tienes una. La tienes a diario. Simplemente no lo sabes. Cada vez que tomas una decisión, inconscientemente te haces preguntas como estas:
• ¿Estaré contento con esto?
• ¿Lo disfrutaré?
• ¿Me lastimará?
• ¿Lastimará a otras personas?
• ¿Se enterará alguien?
Aunque algunas preguntas que intuitivamente nos hacemos son útiles, otras no lo son, especialmente las dos primeras; estas son ingredientes esenciales para la receta del lamento.
¿Conoces esa receta? Sí. Todos la conocemos.
Mi propósito al escribir este libro es proporcionarte las preguntas anticipadamente. No todas las preguntas, sino cinco de ellas, que estoy convencido darán lugar a mejores decisiones y menos lamentos.
Quiero añadir cinco preguntas a tu arsenal existente de interrogantes; te las harás cada vez que tomes una decisión que tenga alguna consecuencia. Estas cuestiones son tan sencillas que, cuando veas la lista, te preguntarás si aún necesitas terminar el libro.
Eso depende de ti.
Aun así, antes de que vayas a buscar tu receta, considera esto:
No hay correlación necesaria entre saber y hacer.
Debería haber, pero no lo hay. Saber las preguntas que hacerse y pausar para hacerse las preguntas son dos cosas completamente diferentes; y aunque no te conozco, puedo prometerte esto: Desarrollar una disciplina para pausar y hacerse estas cinco preguntas dará como resultado mejores decisiones y menos lamentos. Entonces, espero que puedas terminar de leer el libro. Mi deseo es que estas cinco preguntas informen a tu conciencia y de ese modo se conviertan en elementos permanentes en el proceso de tu toma de decisiones.
Aquí están:
La pregunta de la integridad
¿Realmente estoy siendo sincero conmigo?
La pregunta del legado
¿Qué historia quiero contar?
La pregunta de la consciencia
¿Hay alguna tensión que merezca mi atención?
La pregunta de la madurez
¿Qué es lo más sensato que se puede hacer?
La pregunta de la relación
¿Qué exige de mí el amor?
En los capítulos 2 a 6, nos sumergiremos profundamente y descifraremos cada una de las cinco preguntas. Sin embargo, primero necesito resaltar una relación extraordinaria e importante, pero fácil de pasar por alto, entre tus decisiones y tu futuro.