Читать книгу Mejores decisiones, menos lamentos - Andy Stanley - Страница 8
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ОглавлениеMás que una decisión
La vida se trata de la toma de decisiones. Cada día. Varias veces al día. A veces estamos seguros. A veces estamos inseguros. Algunos de nosotros somos rápidos para decidir. Otros (me incluyo) no podemos ni siquiera encontrar suficiente información antes de decidir. Pero al final, estamos donde estamos por las decisiones que hemos tomado. Nuestros futuros también dependerán de nuestras decisiones.
Tus decisiones, junto con tus respuestas a las decisiones de otras personas, que también son tus decisiones, son lo único que puedes controlar en la vida, lo cual significa que tus decisiones son la manera en que controlas tu vida. Las decisiones son tu volante; tu palanca de mando; tu teclado, lo cual significa que tus decisiones determinan tu historia, y esto es importante.
La historia de tu vida.
Cada decisión se convierte en una parte permanente de nuestras historias. Siendo ese el caso, debemos detenernos en cada punto de la toma de decisiones y considerar la historia que queremos contar. Tal vez más interesante, deberíamos considerar qué historia queremos que se cuente sobre nosotros. La buena noticia es que tú decides, pero tomas una decisión a la vez porque tú escribes la historia de tu vida, una decisión a la vez.
Nuestras decisiones han determinado la dirección y la calidad de nuestras vidas. Tus decisiones han definido la dirección y la calidad de tu vida hasta ahora, para bien y para, bueno, tal vez no tan bien. Estás donde estás en gran parte por las decisiones que has tomado.
Así que sí, es tu culpa.
Pensé que deberíamos aclarar eso desde un principio.
Sin embargo, no todo son malas noticias.
El lamento y la decepción no son lo único que se derrama de tu fuente de decisiones, sino también tus más grandes alegrías y logros. Moraleja de esta historia: sin importar cómo estén las cosas o cómo hayan estado, tú eres responsable de ti. Tú escribes la historia.
Si eres como la mayoría de las personas, te gustaría volver al pasado y desharías algunas decisiones, las decisiones que te llevaron a los capítulos de tu vida que desearías volver al pasado y borrarlas; o volver a vivirlas. Probablemente tú saliste de esa etapa no tan gloriosa de la vida comprometido a tomar mejores decisiones en el futuro. Tal vez tú sí. Por extraño que parezca, la mayoría de las personas no.
La mayoría de las personas no aprende de las malas decisiones porque están convencidas de que sus malas decisiones fueron por culpa de otra persona. Así que, siempre y cuando se alejen de la «otra persona», no necesitarán ningún cambio real por su parte. Has visto eso. Es fácil ver cuando se trata de otra persona. Prácticamente es imposible verlo en el espejo.
Más adelante también veremos más sobre eso.
Si recuerdas la última decisión que te gustaría deshacer, no tendrás que recordar algo muy lejano en el tiempo. El desayuno que te saltaste. El almuerzo que comiste. Las clases de crossfit a las que no fuiste. Otra vez. La cama que no tendiste; eso hace que otra persona se sienta como si fuera tu sirvienta.
Seguramente son decisiones de bajo impacto, pero decisiones en las que participaste. De hecho, pasaste por eso a causa de todas tus malas decisiones, y también de las buenas.
Sin embargo, no estás leyendo un libro sobre la toma de decisiones porque has vencido a la bestia. Entonces, volvamos a tu más reciente y no muy buena decisión.
Solo detente.
Deja de tomar malas decisiones.
Las malas decisiones no dan lugar a una buena vida. Las malas decisiones en las relaciones no dan lugar a buenas relaciones. Las malas decisiones financieras no dan lugar a… ya lo sabes.
Así que, detente, y devuelve este libro antes de sentirte tentado a subrayar algo.
Si tan solo fuera así de fácil, ¿verdad? Si fuera así de fácil, no habría una fila tan larga en las heladerías. Te encantan los helados en tu heladería favorita, ¿verdad?
Algunas de nuestras malas decisiones simplemente nos avergüenzan. Otras nos obstaculizan. Algunas nos dejan cicatrices. Otras nos perjudican.
Hacer cuatro pagos de 29,95 dólares por algo que vale 29,95 dólares es ridículo. Sin embargo, una deuda de consumo de 25.000 dólares puede ser enorme.
Elegir una acción cuyo valor supuestamente iba a duplicarse, pero no fue así, al final no es nada más que una historia vergonzosa que contar.
Escoger un cónyuge a pesar de las varias señales de advertencia y las decenas de llamadas telefónicas de tu mamá, es algo completamente diferente.
ES COMPLICADO
Una razón por la que no aprendemos de la experiencia, a pesar de nuestra inteligencia, es que tomar decisiones está fuertemente influenciado por algo más que las experiencias del pasado o incluso las experiencias del pasado de otros. Nuestras decisiones están fuertemente influenciadas por nuestras emociones y nuestros gustos. Las investigaciones sugieren que no podemos tomar decisiones separadas de nuestras emociones. La experiencia confirma que nuestros gustos muchas veces prevalecen sobre nuestra inteligencia; de otro modo, nadie nos tendría que recordar hacer ejercicios y alimentarnos correctamente.
Nunca se toman decisiones en un entorno emocionalmente neutral. En lo que respecta a las decisiones que te conciernen a ti, no hay entornos emocionalmente neutrales. Por eso, muchas veces es más fácil saber lo que tu vecino, tu esposo o esposa o tu compañero de trabajo debería hacer que lo que tú deberías hacer. Por esta razón, decimos cosas como «Fácil para mí decirlo», o cuando hablamos con nuestros hijos: «Hagan lo que les digo, no lo que hago». Eso nunca funciona.
Ambas afirmaciones son admisiones de que sabemos mejor de lo que hacemos, y esto va en contra tanto de la inteligencia como de la experiencia. Sin embargo, reitero, nuestras decisiones se rigen por fuerzas más fuertes que cualquiera de estas dos. Saber lo inteligente que hay que hacer de ninguna manera garantiza que hacemos lo que es inteligente. Saber lo que hay que hacer no garantiza nada.
Entonces, ¿qué deberíamos hacer?
Deberíamos ponernos en tiempo de espera.
Deberíamos pausar y hacernos cinco preguntas.
Por otro lado, basta de nosotros por un momento. Cambiemos el foco de atención a esas «otras personas».
MALA PLANIFICACIÓN
Cuando vemos que otras personas toman lo que sabemos que son malas decisiones, es como si estuvieran minando su propia felicidad de manera estratégica e intencional. Se necesita mucha planificación para casarse con alguien con quien eres incompatible. Se necesita tiempo y energía para lanzar una empresa creada sobre suposiciones erróneas y un deficiente análisis de mercado. Piensa en todo el papeleo con que tienen que lidiar las parejas para comprarse una casa que no pueden permitirse o solicitar un préstamo que les costará pagar. En la mayoría de los casos, no fueron decisiones improvisadas. Requirió planificación.
Planificaron un lamento.
¿Alguna vez has planificado un lamento?
Eso es lamentable. Lo siento.
Nadie decide acabar con un matrimonio. Sin embargo, cada divorcio se encuentra al final de una serie de decisiones, entre ellas la decisión de casarse en primer lugar. Nadie decide criar hijos irresponsables y codependientes. No obstante, al igual que tú, he observado que los padres toman decisiones que encaminan a sus hijos a esa dirección. Nadie decide ser adicto, pero cada adicción está conectada a las decisiones. Nadie planifica enterrarse bajo una montaña de deudas en tarjetas de crédito, pero las personas que se encuentran enterradas así se enterraron al tomar una decisión de hacer una compra a la vez.
Nadie planifica complicar su vida con una mala decisión. El problema es… lo que me llevó a escribir este libro es… muchas personas no planifican para no hacerlo. No planifican para no complicar sus vidas con malas decisiones innecesarias y totalmente evitables. No establecen unas sencillas salvaguardias para asegurarse un final más feliz.
Estas cinco preguntas son una salvaguardia.
VENDERLO
Es posible que no seas bueno para vender todo a otras personas, pero cuando se trata de autovenderte algo malo, das una clase magistral, ¿verdad? Yo también. Nuestros más grandes lamentos están relacionados con las cosas, «las oportunidades» y las personas a las que nos hemos autovendido.
Recuerda tu última mala decisión de relación. Parecía correcto en ese momento. Estabas enamorado; o era lujuria; u otra cosa. Lo que sea que haya sido, estuviste metido en ello; y aunque puede no haber sido algo racional, definitivamente era algo emocional. Claro que sí. Las relaciones son emocionales. Tu mamá trató de advertirte. Tu mejor amigo o amiga trató de advertirte. Pero les aseguraste que sabías lo que estabas haciendo, y en ese entonces estabas seguro que sabías lo que estabas haciendo. Sin embargo, al mirar el pasado, te preguntas: ¿Qué estaba haciendo? Debí haberme informado mejor. Debí haber escuchado. Debí haber visto que venía ese tren de carga.
¿Qué tal esto…?
Tu más reciente y mala decisión de compra.
Tal vez este libro. Espero que no.
Todos hemos tomado malas decisiones de compras. Es que, una vez que tu corazón se vio apoderado por eso, lo que haya sido, se acabó. Era como que algo se adueñó, y lo siguiente que supiste era que estabas pasándole tu tarjeta de crédito a alguien que no conocías para comprar algo que no necesitabas y tal vez no podrías o no deberías permitírtelo.
Demasiado para el intelecto y la experiencia. Algo más se apoderó de ti.
Ese algo más eras tú. Tú te apoderaste. Tú empezaste a autovenderte. ¡Resulta que tú eres un fanático de ti! Exploraremos esta rara dinámica con mayor profundidad más adelante, pero en caso de que más adelante nunca llegue, me adelantaré y te atraeré con un consejo: en cuanto tú empieces a autovenderte algo, deberías hacer una pausa. Esta es la razón. Rara vez tenemos que autovendernos algo bueno.
Otra vez.
Rara vez tenemos que autovendernos algo bueno.
Simplemente lo sabemos, ¿no es así? Más adelante te diré cómo dejar de vender y empezar a escuchar.
¡SORPRESA!
Los entornos más difíciles para la toma de decisiones son los que no esperábamos, los que nos toman por sorpresa. Decisiones de compras, escoger una escuela, seleccionar un destino de vacaciones o navegar por un menú en un restaurante nuevo, vemos que esas decisiones aparecen, pero en el camino, todos estamos obligados a tomar decisiones que nunca imaginamos que tendríamos que tomar. Decisiones inesperadas.
Se presenta un nuevo trabajo y tienes una semana para decidir.
Sorpresa.
Ya tienes una relación y luego alguien que nunca esperabas que mostraría interés en ti empieza a mostrar interés.
Sorpresa.
O tal vez tienes una relación… y pensaste que las cosas iban bien, y luego descubres información preocupante del señor o la señora Correcta. Ahora tienes que decidir si quieres causar problemas o hacer la vista gorda.
Sorpresa.
Decisiones sorpresivas. ¿No las aborreces? Si eres padre o madre de familia, las decisiones sorpresivas son una forma de vida. En algún punto del camino, tal vez incluso hayas dicho: «Desearía no tener que decidir» o «desearía que otras personas decidieran por mí».
Lo desafiante de las decisiones sorpresivas es el plazo. Suele ser poco tiempo. Dado que el plazo es ajustado, raramente tenemos tiempo para conseguir la información que necesitamos para tomar una buena decisión. Sin embargo, ¡debe tomarse la decisión!
Si te has encontrado alguna vez en una relación tóxica, sabes de lo que estoy hablando. Con tóxico me refiero a que la relación no fue buena para ti. La otra persona no necesariamente era mala, pero era mala para ti. Ustedes estaban mal juntos. Las cosas empezaron bien, pero con el tiempo, pues, se volvieron poco saludables: tóxicas. Como la mayoría de las personas en relaciones tóxicas, minimizaste lo malo y te enfocaste en lo bueno. Después de todo, te gustaba; pero te estabas pareciendo más a él (o ella), y no necesariamente te gustaba eso en lo que te estabas convirtiendo.
Luego, alguien lo remarcó.
Tenías una decisión que tomar.
Una decisión que nunca pensaste que tendrías que tomar. Una decisión que no querías tomar. Una decisión que estabas tratando de evitar. De cualquier manera que decidieras, perderías algo. Perderías un amigo o seguirías perdiéndote a ti mismo. Tenías que optar por lo uno o por lo otro. Podrías estar en una situación similar ahora mismo. Podría ser la razón por la que alguien te dio este libro. Es un lugar terrible.
Buena suerte.
En realidad, sigue leyendo.
Y luego aparece esto: la perspectiva que la mayoría de las personas considera al último cuando, en realidad, deberían considerarlo primero.
TUS HUELLAS DIGITALES EN EL FUTURO
El término legado es uno que no se considera mucho en nuestra cultura. Eso es lamentable.
Las decisiones que tomas determinan tu legado, tu marca, tus huellas digitales en el futuro. Así como lo descubriremos con la pregunta número dos, pensar desde el punto de vista del legado nos brinda una claridad extraordinaria y un contexto en el proceso de toma de decisiones.
La verdad es que no sabemos lo que pende del hilo de nuestras decisiones. No podemos predecir los resultados con precisión. Pero… y este es un gran pero… sabemos con seguridad que hay resultados asociados con cada una de nuestras decisiones; incluso con las pequeñas decisiones. Una pausa de cinco minutos para considerar los resultados generacionales podría marcar una gran diferencia.
Dado que no sabemos lo que pende del hilo de las decisiones que tomamos, nos lo debemos a nosotros mismos… y a otros… especialmente a otros… para considerar los resultados, los de largo plazo. Se necesita toda una vida para que los resultados de algunas decisiones se desarrollen; en algunos casos, generaciones. Por ejemplo (de acuerdo, es un poco exagerado), ¿qué tal si George Washington hubiera decidido dejar que el congreso lo proclame rey? Piensa en las implicaciones de esa sola decisión. Los beneficios nacionales de su decisión de rechazar la corona han llevado a que avancen generaciones.
¿Qué tal si el doctor Martin Luther King Jr. hubiera decidido quedarse en el norte y permanecer callado sobre lo que sabía que estaba pasando en el sur? Los resultados de sus decisiones de salir de su zona de confort siguen avanzando hasta el día de hoy.
Lo sé. No eres George Washington ni el doctor King, pero generaciones de personas probablemente se vean afectadas por tus decisiones. De hecho, si planificas traer hijos al mundo o si ya los trajiste, conoces con seguridad que tus decisiones personales tienen implicaciones generacionales.
¿No estás convencido?
Vamos a darle la vuelta.
Piensa en cuán diferente sería tu vida si tus padres o tus abuelos hubieran tomado una decisión diferente sobre algunas cosas importantes. Tus padres o tus abuelos tomaron lo que les parecía ser unas decisiones pequeñas e insignificantes, pero esas decisiones determinaron la trayectoria de tu vida, ¿no es así? En algunos casos, determinaron si incluso tendrías una vida o no. No estaban pensando en ti en ese momento. No existías para que pensaran en ti.
Sin embargo, sus decisiones te afectaron, para bien o para mal. Tal vez tu vida sería muy diferente si tu papá no hubiera decidido seguir tomando esa botella, o quizás conoces a alguien cuya vida sería diferente si su mamá no hubiera huido y abandonado a su familia.
Lo contrario también pasa.
Tal vez tu padre es el que superó ese hábito y mantuvo unida a la familia. Tal vez tu madre decidió quedarse cuando otra mujer se hubiera ido. El punto es este: no sabemos quién o qué pende del hilo de las decisiones que tomamos, pero lo que sí sabemos es que las decisiones privadas tienen resultados públicos. Tus decisiones privadas probablemente dejarán de ser privadas. Tus decisiones personales afectarán a otras personas.
Sé que quieres decirlo bien. Quieres escribir una historia digna de contar. Estoy convencido de que puedes.
Estas cinco preguntas, hechas de manera constante, asegurarán que tus huellas digitales en el futuro sean dignas de celebrarse.
Así que empecemos.