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En Manos de Dios

Cuando miramos hacia atrás, nos damos cuenta de que las cosas que recibimos cuando nos pusimos en manos de Dios eran mejores de lo que nos hubiésemos imaginado.

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Mi depresión se profundizó de forma insoportable hasta que finalmente me pareció que había llegado hasta el mismo fondo. Por el momento, se aplastó el último vestigio de mi orgullosa obstinación. De pronto me encontré diciendo: “Si existe un Dios, que se manifieste. Estoy dispuesto a hacer lo que sea, cualquier cosa”.

De repente la habitación se llenó de una gran luz blanca. Me pareció, con los ojos de mi mente, que estaba en una montaña y que soplaba un viento, no de aire sino de espíritu. Y luego surgió en mí la idea de que era un hombre libre. Lentamente se fue desvaneciendo el éxtasis. Estaba acostado en la cama, pero ahora durante un tiempo estaba en otro mundo, un nuevo mundo de consciencia. A mi alrededor y dentro de mí había una maravillosa sensación de Presencia, y pensé para mis adentros: “De manera que éste es el Dios de los predicadores”.

1. ALCOHOLICOS ANONIMOS, pág. 100

2. A.A. LLEGA A SU MAYORIA DE EDAD, pág. 63