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Capítulo 2

¿Cuándo empieza la vida?

El aborto

» Joel y Ana son novios. Como cristianos, los dos creen que Dios los ha unido primeramente en amistad y luego en una relación más íntima de amor y comprensión. Ellos muestran siempre su cariño en forma física y algunas veces han llegado a tener relaciones sexuales. Ana se dio cuenta de que se encontraba embarazada y lo compartió con Joel y sus padres. De inmediato, estos hicieron una cita en una clínica para que Ana pudiera tener un aborto. De esta manera, ella podría perder su bebé y continuar normalmente con su vida.

» José y Marta son creyentes y tienen una linda familia de seis hijos. Eran muy activos en su iglesia. Sin embargo, su situación económica era muy difícil para proveer todo lo necesario para sus seis hijos. Luego, José perdió su trabajo y, al mismo tiempo, Marta se dio cuenta de que estaba embarazada. En consecuencia José piensa que solamente hay una solución: que ella se someta a un aborto.

Base bíblica

Desde el inicio, es importante definir el tema. El aborto es la pérdida o la expulsión del vientre del feto vivo antes de que éste alcance un estado de viabilidad independiente. Muchos abortos ocurren espontáneamente por razones biológicas (algunos lo llaman “mal parto”), mientras que otros se inducen deliberadamente, Estos últimos son el foco del debate en que surgen implicaciones médicas, legales, sociales, personales, éticas y teológicas. Para nosotros los cristianos, es un problema creciente frente a la posible liberalización de las leyes referente a la despenalización del aborto en ciertos casos. ¿Cuál debe ser nuestra postura teológica y ética en esta situación? ¿Qué nos dice la Palabra de Dios al respecto?

La santidad de la vida humana

La base teológica principal en contra del aborto inducido es que cada ser humano se ha hecho a la imagen de Dios desde el momento de la concepción. La vida humana es un don de Dios (Gn 2.7; Hch 17.25). El dar la vida y el quitarla son prerrogativas de Dios solamente y, según sus leyes, todos los hombres debemos respetar y buscar la conservación de la vida (Gn 9.5–6; Éx 20.13). Somos responsables también de la vida de nuestros semejantes (Gn 4.9; véase también el caso descrito en Deuteronomio 21.1–9). La conservación de la vida incluye la provisión de alimento, ropa, abrigo (Lv 19.16b; Dt 24.6, 12–13) y el cuidado de los menos válidos y los que se encuentran en desventaja (Lv 19.14, 33–34).

Por supuesto, la muerte natural ha sido inevitable desde el primer pecado de Adán y Eva (Ro 5.12; 1Co 15.22a), pero el hombre necesita un mandato específico para poner fin a la existencia de cualquier ser humano. Las Escrituras dan permiso a quitar la vida solamente en situaciones bien definidas —por ejemplo, el castigo judicial del asesinato (Gn 9.6) y las acciones en una “guerra justa”—; aunque incluso en estos casos, los seres humanos inocentes (es decir, los no combatientes) tienen derecho de no ser matados (véase Os 1.4, donde se condena la masacre supuestamente realizada en el servicio a Dios).

Si el feto tiene vida humana, es inocente y no merece la pena de muerte, que es el aborto.

El aborto

En vista del concepto de “santidad de la vida”, el debate sobre el aborto gira en torno al momento en que empieza la vida en el feto. ¿Cuándo es este momento según la Biblia?

En el Antiguo Testamento, el Salmo 139 pone en claro que Dios participa en cada detalle y cada etapa de nuestras vidas, y afirma tres verdades importantes:

El acto de creación. “Tú me hiciste en el vientre de mi madre” (v. 13b); “Mi embrión vieron tus ojos” (v. 16a), o sea, el individuo ha sido creado por Dios. Como también dijo Job: “Me vestiste de piel y carne, y me tejiste con huesos y nervios” (Job 10.11). Esta verdad lleva al salmista a alabar a Dios por su obra formidable y maravillosa. Aunque no emplean lenguaje científico, los escritores bíblicos afirman que el proceso del desarrollo del embrión no es fortuito ni automático, sino que se trata de una obra de la creatividad divina.

Una persona continua. Siendo ya adulto, el salmista medita en su vida pasada desde antes de su nacimiento. En cada etapa de su vida, sea prenatal o postnatal, se mira a sí mismo como a la misma persona: en el pasado “tú me has examinado y conocido” (v. 1); en el futuro, “me guiará tu mano” (v. 10); y antes de su nacimiento, “tú me hiciste en el vientre de mi madre” (v. 13). En todo el salmo, se refiere a sí mismo como “yo”. El que, siendo ya adulto, está meditando y escribiendo este salmo, tiene la misma identidad que el feto en el vientre: como feto, bebé, niño, joven y adulto, él se considera como la misma persona.

Una comunión personal con Dios mismo. Se expresa en el uso de los pronombres y adjetivos posesivos –“mí” y “me” más de 30 veces, “tú” y “te” unas 25 veces. Él sabe que Dios lo conoce, lo rodea (vv. 1–6) y le es fiel en toda circunstancia de la vida. Otros escritores expresan o sugieren: “[Dios es quien] en el vientre de mi madre me hizo a mí” (Job 31.15); o “[Dios] me sacó del vientre, desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios” (Sal 10.9–10). El profeta Jeremías habla de sí mismo en estos términos (Jer 1.5), e Isaías lo hace con referencia al “Siervo de Jehová” (Is 49.1, 5).

En el Nuevo Testamento, en el encuentro entre María, recién embarazada, y Elisabet, ya encinta por seis meses (Lc 1.39–45), leemos que “la criatura en su vientre (de Elisabet) saltó” al saber las noticias dadas por María. Esto indica el conocimiento fetal respecto de Juan Bautista y una identidad personal en el feto, tanto de Jesús como de Juan. Lucas 1.41, 44 emplean la misma palabra griega (brephos) para referirse al niño en el vientre como del niño recién nacido (Lc 2.12, 16) y de los niños traídos a Jesús (Lc 18.15–16). Al hablar de su vocación de apóstol, Pablo dice: “Dios […] que me apartó desde el vientre de mi madre” (Gá 1.15–16).

Conclusión

Varios estudios médicos sobre el “código genético”, parecen apoyar estas enseñanzas bíblicas, o sea, que una sola célula va desarrollándose y multiplicándose desde el momento de la concepción. De todos modos, desde el punto de vista cristiano, el principio bíblico es claro: el feto humano es persona inviolable y es “el embrión de una vida capaz de llegar a reflejar la gloria de Dios”. Comenta William Barclay: “El uso del aborto como método conveniente para deshacerse de un niño no deseado que ha concebido en manera irresponsable, no es correcta nunca o, al menos, en muy pocos casos”. Sin embargo, es muy fácil declarar tajantemente “¡No al aborto!” y no hacer nada más. El cristiano, adicionalmente, debe tener compasión y buscar alternativas prácticas y tiernas para las mujeres con embarazo no deseado (cf. Stg 2.14–17). A continuación, consideramos algunos consejos al respecto.

Consejos

El problema del aborto tiene varios aspectos: legal, médico, ético, teológico, social y personal. El aborto no es parte de un surtido de alternativas, sino el último recurso. Las mujeres en una crisis de embarazo necesitan amor, cuidado y apoyo, no un aborto. Hay una gran necesidad de consejería antes y después de un aborto. Es imprescindible que antes de esto, haya tiempo para tomar una buena decisión y considerar las varias alternativas. Los efectos prolongados de un aborto necesitan la consejería compasiva y sabia durante el tiempo necesario. Tiene que haber una persona (consejera o pastor) dispuesta a escuchar sin condenar, para animar y, cuando sea apropiado, buscar ayuda cristiana. Algunos creyentes intervienen en el trabajo de dar ayuda práctica durante un tiempo o todo el embarazo; a veces, incluso, cuando la situación es delicada, reciben a la futura madre en su hogar por varios meses.

Es fácil considerar solamente la decisión hecha por la mujer respecto al aborto. El feminismo dice que una mujer tiene el derecho de controlar su propio cuerpo. Sin embargo, si Dios es reconocido como el autor de la vida, ambos —el hombre y la mujer involucrados— tienen juntos responsabilidad delante de Dios. El aborto parece ofrecer, una solución conveniente y sencilla en forma física a este problema complicado, pero tiene un costo muy alto. La adopción puede ser una alternativa al aborto cuando por cualquier razón, la madre se siente incapaz de cuidar y criar su bebé.

Es responsabilidad pastoral buscar alternativas prácticas y compasivas para las mujeres que están enfrentando un embarazo no deseado (Stg 2.14–17). Se necesita un ministerio que brinde soporte a mujeres embarazadas y ofrezca sugerencias prácticas para resolver problemas de finanzas y alojamiento para las madres antes y después del nacimiento con el fin de ayudarlas a conseguir empleo, dinero y contacto con grupos de apoyo personal, etc.

Como creyentes, debemos oponernos al aborto y recomendar el nacimiento sano de cada bebé. Para ser “una luz en el mundo” en esta área, la predicación en las iglesias debe incluir una enseñanza bíblica sobre el tema y el apoyo positivo para las personas que enfrentan este problema.

Consejos antes del aborto

Es imprescindible antes de tomar la decisión de realizar el aborto, un tiempo para explorar las diferentes alternativas. Hay necesidad de “centros para la crisis del aborto”, que bajo el liderazgo de cristianos, ofrezcan pruebas médicas del embarazo, consejería especializada y compasiva por voluntarios bien preparados, e información clara acerca de las opciones disponibles, ayuda práctica, auxilio y tiempo para explorar todas las emociones conflictivas y las implicaciones de largo plazo que trae un embarazo no planeado. En vez de condenar y juzgar, estos centros ofrecen compasión y empatía. Si no existen tales centros, la iglesia debe proveer tal ayuda. Los voluntarios preparados son mayormente mujeres o parejas que han sido afectadas personalmente por el aborto y sus consecuencias. Esta ayuda demuestra las cualidades de cristianos auténticos que manifiestan el amor de manera práctica, costosa, con sentido común, realista y con empatía, respeto y sacrificio.

Con el trasfondo de reverencia de la vida humana y con Dios como autor y creador de toda la vida, es necesario tener una persona que escuche bien y tenga simpatía y compasión. Entre algunos de los problemas complicados, se incluyen la mujer no casada, la mujer con familia ya muy grande (especialmente si ella es la asalariada), la posibilidad de un bebé menos válido o con enfermedad hereditaria, o la mujer que ha sido asaltada y violada. Estas alternativas y sus implicaciones requieren ayuda muy práctica y especializada.

El trauma postaborto

Es importante escuchar personalmente lo que cuentan las mujeres que han tenido abortos, y sus parejas también. Muchas veces, tales experiencias del aborto no se cuentan y llevan siempre cicatrices físicas, emocionales y espirituales:

María contó: “El día que me sometí al aborto yo lloraba por horas. Me sentía la peor persona del mundo. Yo no podía comprender cómo yo había asesinado a mi propio hijo. Ahora cada día pienso en esto, pienso cuán egoísta soy. Tengo pesadillas de dar a luz, de buscar a mi hijo perdido”.

Juan dijo: “Yo sólo podía estar pensando ¿qué he hecho?, ¿qué le he hecho a la chica a quien amo y al bebé que hubiéramos podido tener? Siempre lamentaré esta cosa”.

» El remordimiento. Muchas personas cargan este sentimiento por haber ejercido presión para tener un aborto sin pensar en las consecuencias. Es una decisión irrevocable. Muchas veces, hay presiones familiares o sociales que miran el aborto como una solución rápida y fácil.

» El sentido de aislamiento. “Nadie me hablaba ni trataba de entenderme o darme una explicación. Terminé con un sentido de impotencia, de ineficacia, antipatía y a solas”. Muchas veces, se quiebra la comunicación entre la pareja y hay sentimiento de culpa en ambos que los lleva a culparse mutuamente.

» La vergüenza. Un sentido de vergüenza profunda de lo que se ha hecho, lleva a un “silencio” y una falta de capacidad para comunicarse con otra persona. La persona siente vacuidad, culpabilidad y rabia. Se siente perdida.

» La denegación (o negación). Muchas veces después de un aborto, hay una denegación o racionalización de lo que ha pasado. Pero, temprano o tarde, entran los pensamientos como: “¿Qué edad hubiera tenido mi bebé ahora? ¿A quién se parecería?”, etc. Una chica, quien había tenido aborto, cubría sus problemas con una vida de fiestas, y cuando finalmente se casó, no pudo aceptar a su nuevo bebé y sufrió depresión posnatal.

» Los efectos del trauma. Son depresión, escena retrospectiva, culpabilidad, rabia, pensamientos de suicidio y alejamiento, que muchas veces llegan a dependencia de drogas o alcohol, anorexia, etc.

» La sanidad. Es difícil superar el sentimiento de culpa por haber matado a su propio hijo. Solamente por medio del arrepentimiento, la confesión del pecado y el perdón de Dios, se puede empezar la curación. La persona tiene que aprender a perdonarse a sí misma y a otros por la decisión de tener un aborto. Algunas personas encuentran una ayuda en escribirlo todo y presentarlo delante de Dios, pidiendo su perdón por medio de la sangre de Cristo, quien murió por todos nuestros pecados. Otros prefieren contarlo todo a un consejero sabio y de confidencialidad total. Algunos encuentran alivio en dar nombre al bebé abortado y darle su lugar en la familia. Si una pareja se encuentra en tales problemas, necesita ayuda y aprobación para poder reconstruir su relación como pareja. También la oración es muy importante para enfrentar su culpabilidad y vergüenza y recibir el perdón de Dios. Todo este proceso requiere tiempo, pero Dios ha dado su promesa: “Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento” (Is 61.3; nvi).

Casi siempre hay una alternativa mejor que el aborto para un embarazo no deseado o anormal. Es el modelo de ayuda para la mujer y su niño no deseado, que consiste en brindar soporte emocional, consejería pastoral, sugerencias prácticas para enfrentar el trauma. El apoyo práctico no es opción fácil pero sí conveniente. Como líderes cristianos, sin juzgar, debemos mostrar compasión y la sabiduría de Cristo. La familia de la iglesia, debe mostrar apoyo práctico y cariñoso. A veces, debemos hacer oír nuestras voces a favor de valores morales que están decayendo dentro de nuestra sociedad. Debemos ser una luz en un mundo donde aumenta la oscuridad.

La Madre Teresa hace la siguiente denuncia: “Sólo Dios puede decidir sobre la vida y la muerte... No sólo se está matando vida, sino que también se está poniendo el yo antes que a Dios. Sin embargo, las personas deciden sobre quién debe vivir y quién debe morir. Quieren erigirse en Dios todopoderoso. Quieren tomar el poder de Dios en sus propias manos. Quieren decir: ‘Yo puedo prescindir de Dios. Yo puedo decidir’. Esta es la cosa más diabólica que el ser humano puede hacer”3.

Preguntas para discusión en grupo

1. ¿Por qué es la vida humana tan preciosa? (Gn 1.26–28; 2.7). ¿Cuándo comienza la vida humana? (Sal 139.13–16; 51.5).

2. ¿Se podría justificar un aborto en los casos siguientes?

* El peligro de la vida de la madre.

* Para evitar daño físico o mental de la salud de la madre.

* La posibilidad de tener un niño limitado físicamente.

* El embarazo como resultado de una violación o del incesto.

3. ¿Cuál debe ser la respuesta del creyente a la cuestión del aborto? (Pr 24.11–12; 31.8–9; Sal 82.3–4).

4. Lily y José son miembros de una iglesia, son novios y esperan casarse pronto. Ella se encuentra embarazada y ambos están convencidos de que deben tener un aborto y piensan que así “todo va a resultar bien”. ¿Qué consejos y qué ayuda podrían darles ustedes?

3 Desmond Doig, Madre Teresa de Calcuta: su gente y su obra, Bilbao: Sal Terrae, 1997.

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