Читать книгу Las 4 llaves - Antonio Díaz-Deus - Страница 6
ОглавлениеCapitulo 1. Siete alimentos que permiten encontrar las llaves
Steve Taylor, en su libro La Caída, argumenta que el ser humano tuvo una desconexión con su propia instintividad hacia el año 6.000 a. C., coincidiendo con una época de escasez de recursos que llevó a las sociedades cazadoras recolectoras de entonces a una cruenta lucha por la subsistencia.
En este tránsito, los que ganaban esclavizaban a los perdedores y subyugaban a las mujeres; esto es lo que se ha considerado el comienzo del patriarcado. El rey lideraba un Ejército que le permitía dominar a otros pueblos y ponerlos a su servicio. La sociedad se organizaba de forma piramidal, con el rey dominando una estructura muy masculina basada en el control de la información, el poder militar y el dinero.
Este patrón sigue hoy vigente y ha evolucionado desde el imperio egipcio, persa, Alejandro Magno, el imperio romano, el español, el portugués, el holandés o el inglés, al mundo global actual. Este modelo lo denominamos de «conquista, dominación y explotación», ya que se fundamenta en la conquista de los territorios y sus recursos, en su control y en el lucro. Es claro que este tipo de organización, típica de los imperios, está llevando a una crisis ecológica sin precedentes y a una lucha constante de todos contra todos que engulle cada vez más recursos y engorda las cuentas de unos pocos. Estos valores los tenemos incorporados y los experimentamos veinticuatro horas al día, siete días a la semana.
La forma en que nos comportamos, lo que decimos, la educación que damos a nuestros hijos, los valores en el colegio o en la Universidad, todo está impregnado por los valores del Imperio en donde se justifica la conquista, la dominación y la explotación de unos pocos sobre el resto de la población.
Es conocido el estudio de la organización humanitaria Oxfam, según el cual el 1% del planeta posee el 99% de los recursos, o las ocho personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como la mitad de la población de escasos recursos.
Cualquier liderazgo que queramos ejercer en estas condiciones estará más al servicio de la estructura y del sistema de los valores «conquista, dominación y explotación» que al servicio de las personas o de la vida.
Si queremos cambiar las cosas hemos de mirar hacia dentro y dejar de buscar las llaves donde no hay luz y buscarlas en nuestro interior. Una vez que las encontremos, tendremos conciencia de nuestro ser interior y podremos ir más allá de nuestra caja.
Muchos mitos hablan de esta «caída». Así, la lucha de Teseo con el Minotauro expresa la decadencia de la civilización minoica, que adoraba a la Gran Diosa Madre, también conocida como la Gran Dama del Laberinto, en favor del patriarcado, representado en ese momento por los atenienses.
El Antiguo Testamento lo ilustra con la expulsión del Paraíso de Adán y Eva. Originalmente, en el Génesis aparece el pasaje en el que «Dios indica a Adán y Eva que no deberán comer del fruto del árbol del bien y del mal». El término «mal» fue traducido al latín vulgar por «malum», que tanto servía para designar un acto negativo como para llamar a una manzana. Así pues, comer de este árbol supuso la expulsión del Paraíso, lo que Taylor llama «la caída».
La serpiente es un animal de poder y representa el ciclo de transformación del nacimiento, la sexualidad, la muerte y el renacimiento. Significa una profunda identificación con los instintos y el don de la transformación. La transformación siempre surge a partir de un cambio de conciencia, símbolo de la unión de nuestra máscara y nuestro alma con el espíritu.
Esta transformación o cambio de conciencia parte del ego, de nuestra propia máscara o carácter. En este mito, la serpiente ofrece al ser humano la posibilidad de la transformación, aunque para poder acceder a ella ha de ser expulsado del Paraíso.
Figura 2. La serpiente simboliza el don de la transformación.
Este es el «camino del héroe» que han preconizado los antiguos, desde el poema de Gilgamesh de la mitología sumeria, las andanzas de Ulises en La Odisea, las aventuras de Perceval en los dominios del Rey Arturo, Dorothy, en El Mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas, Skywalker en La Guerra de las Galaxias o incluso Neo en Matrix. Paradójicamente, la serpiente, animal de poder venerado por muchas culturas antiguas, fue vilipendiada en las religiones posteriores a la «caída».
Figura 3. Alicia en el País de las Maravillas.
Otro ejemplo de esta transición al patriarcado se puede ver en la historia de Boudica, reina celta que luchó contra los romanos para defender su reino en el 60 d.C., ya que los romanos no reconocían la igualdad entre hombres y mujeres pero los celtas sí. Prasutago, su padre, aliado de Roma, había vivido pidiendo prestado dinero a los romanos, circunstancia que estos aprovecharon para anexionarse el reino, confiscar sus bienes y esclavizar a sus habitantes. Un método típico del Imperio que hoy en día se ha hecho muy popular.
En todo caso, es en este tránsito donde, según Taylor, se genera una «explosión del ego», que no solo muestra el camino para una profunda transformación de la conciencia, sino que también es el origen de todas nuestras hazañas y de nuestras desgracias.
Antes de esta «caída», los humanos teníamos clara nuestra conexión instintiva con la vida, con los bosques, con los animales. Invocábamos a los espíritus de la naturaleza y estos nos escuchaban. Nos sentíamos parte de un sistema autosustentable y vivíamos en armonía. No teníamos sentimientos territoriales, pues no nos considerábamos dueños exclusivos de ninguna zona, con lo que tampoco había demasiada inclinación por ir a la guerra para defender la tierra o sus recursos, ni tampoco nos resistíamos agresivamente a nuevas incorporaciones.
Con la «caída», con la expulsión del Paraíso, los humanos nos tornamos cada vez más egoístas y calculadores, perdiendo espontaneidad al desconectarnos de la Madre Tierra y de los dioses instintivos. En estas condiciones se necesitaron gobernantes y leyes para mantener a raya el egoísmo y la codicia de la gente.
La «caída» también estuvo asociada al desarrollo de una nueva capacidad de autoconciencia que hizo que el ser humano fuese capaz de observarse y juzgarse a sí mismo. Esto supuso un salto cualitativo importante, ya que esa capacidad de auto-reflexión proporcionó enormes avances en la Medicina, la Ciencia y la Tecnología.
El Eneagrama es un modelo caracterológico que organiza y estructura el ego, y propone un camino para volver a conectar con nuestra instintividad y poder liderarnos fuera de la caja que hemos construido para nosotros.
Al parecer, el origen del Eneagrama se remonta a Babilonia, hace casi cuatro mil años. En su planteamiento inicial, era una estructura que mencionaba nueve formas distintas de pecar contra nuestra propia naturaleza, pecados que aparecieron como consecuencia de la «caída». Este modelo fue fuente de inspiración de los padres del desierto del cristianismo posterior, que definieron ocho pecados capitales (dejando a un lado el miedo del modelo original), aunque ese pensamiento cristiano acabaría evolucionando hacia el pecado contra un dios externo y amenazante, más en línea con la estructura imperial de la sociedad.
Hay quien cree que todos llevamos en nuestro interior una semilla que nos conecta con la Tierra, una semilla que lleva en sí misma el potencial de transformación. En esta semilla sagrada está contemplado también todo el Universo; solo necesitamos conectar con ella para entrar en otro nivel de conciencia.
Para desarrollar esa semilla necesitamos tomar conciencia de nuestro ego, trascender nuestro carácter e ir más allá. Esta semilla va creciendo o desarrollándose, conformando lo que llamamos el alma. El alma es más femenina que masculina y tiene que ver con nuestra conexión con la Tierra, nuestra parte sagrada que tiene más relación con la Tierra que con el Cielo.
Así, el niño que nace ha de ir adaptándose a este mundo agresivo que lucha por los recursos y va desarrollando un ego que nosotros llamamos «máscara». Esta máscara nos acompaña a lo largo de nuestra vida, envuelve esa semilla sagrada y nos encierra en la caja, con lo que acabamos siendo incapaces de liderarnos de forma efectiva.
En Bangkok, en 1955, decidieron trasladar un enorme Buda de estuco dorado de tres metros de altura a un nuevo templo, para lo cual requirieron una grúa. Uno de los cables se rompió y la estatua cayó al barro. Después del desconcierto inicial, el Superior de los monjes observó que, bajo el estuco agrietado, la estatua era de oro macizo. Al parecer, había sido cubierta con yeso 200 años atrás para protegerla de la codicia de los birmanos y ese recuerdo se perdió en el tiempo.
Esta historia es una bonita metáfora para mostrar como los humanos estamos recubiertos de nuestra máscara, personalidad o coraza caracterológica, y debajo tenemos nuestra semilla, el alma que nos conecta con el Buda de oro. Esto ocurrió hace miles de años y hemos olvidado que podemos conectar con el Buda de oro de nuestro interior; hemos salido del Paraíso y no lo recordamos.
El Eneagrama estructura esa máscara y nos dice cómo acceder a su interior de oro; nos informa de que tenemos nueve formas básicas de ver el mundo, que son los nueve eneatipos o máscaras.
Cada máscara tiene sus propios procesos, objetivos, anhelos y expectativas y también su propio camino para acceder a la felicidad y trascender su recubrimiento de estuco.
Los tres cerebros
Figura 4. Los tres cerebros.
Gurdjieff, filósofo y chamán armenio, y maestro del Eneagrama, decía que el ser humano está formado por un cerebro intelectual, otro emocional y otro instintivo o corporal. Estos tres cerebros funcionan tanto en el plano de la máscara, personalidad o ego, como en el de la semilla, esencia o alma. Él sostenía que, como personas tricerebradas que somos, estos tres cerebros a menudo actúa de forma independiente, disociada, yendo cada uno por su lado.
Si fuéramos seres funcionales y desarrollados manejaríamos estos tres cerebros de forma integrada y podríamos ser líderes generativos, pero no es así. Acabamos teniendo un cerebro más dominante que los otros, dependiendo de varios factores: la infancia, nuestros padres, la posición en la familia... Para encontrar cuál es nuestro cerebro dominante podemos indagar en si somos más intelectuales, más emocionales o más instintivos.
La formación de la máscara tiene que ver con la individualización. Cuando el bebé está aún en el vientre de su madre se siente en unidad con ella. Al nacer desarrolla una máscara para sobrevivir. Esta máscara dependerá de la forma en la que gestione las tres emociones que se va a encontrar: el miedo, la carencia y la rabia. Cada máscara tiene sus peculiaridades y alimentos que le vienen bien.
A continuación se describen las nueve máscaras agrupadas en triadas según la emoción dominante.
Emocion basica de miedo Triada del intelecto
Al nacer, lo primero que siente el bebé es desvalimiento, una sensación de no valerse por sí mismo pues viene de un mundo pleno en el vientre de su mamá, donde es parte de ella y no tiene que preocuparse por sobrevivir.
Una vez que le cortan el cordón umbilical que le conecta a la vida de su madre, surge la emoción del miedo; ha perdido la confianza y ahora el niño no sabe si va a sobrevivir. La transición al mundo es intensa: él se ve pequeño e indefenso y no tiene claro que pueda valerse por sí mismo.
Decimos que la máscara pertenece a esta tríada cuando el miedo predomina sobre las otras dos emociones básicas, la carencia y la rabia. Así, esta máscara ve el mundo desde una perspectiva intelectual, mental. Tiene una mente que no para de elucubrar, planear, pronosticar, dudar... Siente que hace, pero en realidad piensa.
Esta emoción básica se desglosa en otras tres que en el lenguaje del Eneagrama llamamos «pasión o emoción dominante», según la forma disfuncional que tiene el bebé de manejar ese miedo: o se pone en rebeldía ante él, o lo reprime y no lo quiere ver, o lo asume y se queda atrapado en él:
Máscara 7. El estafador. Es el miedoso rebelde. Transforma el miedo en lo contrario. Es muy aventurero; incluso puede tener conductas temerarias. Planifica para alejarse de ese miedo. El miedo se transforma en miedo a sus emociones, a su mundo interior. Su pasión es la gula.
Máscara 5. El introvertido. Reprime el miedo al mundo exterior aislándose. Es el más intelectual de los tres, con lo que acaba construyendo y viviendo su particular realidad dentro de su cabeza; así se evita sentir el miedo. Su pasión es la avaricia.
Máscara 6. El paranoico. Se queda en el miedo y lo vive intensamente. Duda, es indeciso. Se abre al mundo, pero para actuar en él necesita un apoyo externo que le dé seguridad. Su pasión es el miedo.
Emocion basica de carencia y tristeza Triada de la emocion
Ese niño descubre que está solo; ya no está mamá a su lado y le sobreviene un fuerte sentimiento de desamparo, desconsuelo, carencia y tristeza.
Ante la ausencia de su madre, aflora una sensación de no tener derecho a la existencia si no es mirado; como que, para existir, los demás lo han de validar. Así, el bebé descubre que ha de convertirse en alguien distinto de quien es para ser aceptado.
La iniciativa de este niño está mediatizada por esa necesidad de aprobación, de aceptación. Tras la pérdida de confianza, también pierde la iniciativa y ahora se ve impulsado a buscar la aprobación de los demás, abandonando el contacto con sus propias necesidades.
Decimos que la máscara pertenece a esta tríada cuando el niño queda conectado con este sentimiento de carencia, por lo que dependerá del apoyo y la aprobación de los demás, ya que asume la creencia de que ha de hacerse valer para que lo quieran. Para conseguirlo crea una imagen de sí mismo con la que se identifica. Está orientado hacia el pasado. Hace que piensa pero, en realidad, siente.
Esta emoción básica se desglosa en otras tres según la forma que tiene el niño de manejar esa carencia:
Máscara 2. El orgulloso. Transforma la sensación de carencia en lo contrario. Se vuelca en complacer a los demás desde una posición de «yo no necesito, yo estoy bien». El amor es vivido como aprobación. Su pasión es el orgullo.
Máscara 3. La apariencia. Reprime la carencia y busca que le quieran mediante logros. Tiene bloqueados sus sentimientos. El amor es vivido como reconocimiento. Su pasión es la vanidad.
Máscara 4. La envidia. Asume la carencia y se pone de víctima. Se concentra en lo trágico y complejo de su vida para buscar que así le hagan caso. Demanda empatía del otro como forma de llenar su carencia. Su pasión es la envidia.
Emocion basica de rabia Triada del instinto
El niño ha pasado por la emoción del miedo ante el desvalimiento y de la tristeza ante el abandono, y se olvida de quién es. Se cierra la conexión con la fuente de la que proviene y aparece una sensación de descreimiento, impotencia y rabia ante el paraíso perdido.
Aquí el niño pierde contacto con su ser y aflora la rabia. Es una rabia por ser quien en realidad no es, por aceptar falsificarse, porque el mundo lo ha quebrado y eso es muy doloroso. Al perder la conexión con su ser, el niño pierde la determinación que le da el instinto.
El niño pertenece a esta tríada al perder contacto consigo mismo. Entonces se vuelca en la acción para desconectar del aquí y ahora, se resiste al presente. Es instintivo y visceral. Piensa que siente, pero en realidad hace.
Según la forma disfuncional de manejar esta rabia, tenemos tres caracteres instintivos:
Máscara 1. El fanático. Es el rebelde ante la rabia; la reprime y la convierte en lo contrario, ya que es una emoción inadmisible para él. Por eso su fijación es el perfeccionismo y su pasión es la ira.
Máscara 9. El conformista. Reprime la rabia, se convierte en pasivo-agresivo, es indolente, pareciera que no tiene sangre, que todo le va bien. Así, se esconde para no tener que interactuar con el mundo. Su pasión es la pereza, el olvido de sí.
Máscara 8. El tirano. Asume esa rabia y la saca hacia fuera, hacia el mundo, como para vengarse. Se queda pegado a ella; es como un perro rabioso que está deseando morder. Su pasión es la lujuria.
LOS SIETE ALIMENTOS
Esta máscara dominante nos acompañará toda la vida, por lo que no se trata tanto de cambiar una máscara por otra que nos venga mejor, sino de tomar conciencia de ella, conocerla y transformarla para acceder al Buda de oro que hay dentro de nosotros. No se trata de modificar la conducta, sino de integrar e incorporar aquello que nos falta para poder liderarnos mejor.
Hoy día están de moda los huertos urbanos y el cultivo ecológico. Todos somos conscientes de que no es lo mismo un tomate industrial modificado genéticamente y atiborrado de química que un tomate cultivado en un huerto con abono orgánico. Algo similar ocurre con nosotros: podemos alimentarnos de lo que demanda nuestra máscara: tecnología, televisión, relaciones virtuales, drogas químicas, comida basura, importancia personal, poder, dinero, seguridad, marketing, mentiras... o podemos alimentarnos de amor, confianza, gratitud, dignidad, generosidad, humildad, desapego, serenidad, sobriedad, y de tantos y tantos alimentos orgánicos que alimentan nuestra semilla sagrada.
Hay alimentos que engordan nuestra coraza de estuco y hay alimentos que engordan nuestro Buda de oro. Podemos tener una existencia plácida, identificándonos con nuestra máscara, con sus creencias, juicios, motivaciones y estados de ánimo, o podemos iniciar un proceso de transformación que nos ayude a desarrollar nuestra semilla sagrada y nos permita liderarnos y liderar a otros de forma efectiva.
Hay muchos alimentos orgánicos disponibles desde la «caída» que nos permiten experimentar el Buda de oro. El chamanismo utiliza las plantas de poder como el peyote, la ayahuasca o el cactus de San pedro para acceder a nuestra semilla sagrada; también hay procesos menos radicales como la meditación, la música, el trabajo corporal, la terapia Gestalt o la compasión. El Eneagrama nos proporciona un contexto para degustar muchos alimentos orgánicos, para ser más felices, tener más libertad y conectar con lo sagrado de la existencia. En este trabajo vamos a mencionar siete alimentos, por orden de importancia:
1 Amor
2 Meditación
3 Observación de la pasión-estado de ánimo
4 La virtud-actitud
5 Desmontar los juicios
6 La integración
7 Integrar lo instintivo
Alimento 1. Amor
El amor es una gran palabra, aunque poca gente entiende qué quiere decir de verdad. El Amor, con mayúscula, tiene que ver con la integración de los tres amores: «amar a tu prójimo como a ti mismo y a Dios sobre todas las cosas».
El amor a uno mismo tiene que ver con cuidarse, comer sano, tener las necesidades cubiertas, desarrollar un sentido de pertenencia y mirar por uno mismo haciendo crecer el sentimiento de autoestima. Tiene que ver con disfrutar, reírse, amar y ser amado, desear y ser deseado, quererse y ser querido. Maslow, con su teoría de las necesidades humanas, es quizá quien más se ha acercado a este concepto.
En general, las personas no se quieren a sí mismas; buscan desesperadamente que las quieran, pero amarse, quererse o respetarse, suele ser una frase vacía para mucha gente. Buscar que nos amen lo llama Claudio Naranjo el «amor inverso», mientras que amarse a uno mismo sería el «amor directo».
El amor a Dios tiene que ver con respetar nuestra parte divina, mirar con devoción el Buda interior, ponernos a su servicio y bajar la cabeza ante la grandeza de la vida. Es nuestra parte divina, el espíritu que nos contiene y nos trasciende y que muchas personas han conocido a lo largo de los tiempos. Thomas Heckel comenta en su libro autobiográfico, Baba Om, que cuando se iluminó conectó con ese Buda de oro, se sintió parte de la divinidad y gritaba por las calles: «yo soy Dios, yo soy Dios».
Desarrollar este amor es el objetivo de muchas tradiciones espirituales, ya que lo que las personas solemos hacer es pedir, buscar que ese Dios se fije en nosotros y nos dé felicidad, dinero, amor, y ese desde luego no es el camino. Esto sería el amor inverso, mientras que el directo tiene que ver con la gratitud, la entrega y la confianza, para así conectar con nuestra alma.
El amor está relacionado con mirar esa parte divina en el otro. Tiene más que ver con el amor de madre, con la ternura; lo que los mexicanos llaman «apapachar», que según dicen es «acariciar con el alma». Tiene que ver con la compasión, con mirar lo sagrado más allá de la máscara que al otro le ha tocado llevar, con abrir el corazón a la vida.
Como consecuencia de la pérdida de confianza inicial, las máscaras se mueven habitualmente en el ámbito del amor inverso, aunque cada una de ellas lo hace de una forma específica. Cada una de ellas suele demandar que la quieran, que la respeten o le den cariño y ternura. Así, cada máscara tiene una dificultad específica para desarrollar el amor directo, darse amor a sí misma, mirar a los demás con ternura y mirar con devoción lo sagrado de la existencia.
Cada máscara tiene una relación particular con estos tres amores y sus propias recetas para alimentarse. Por ejemplo, el fanático 1 está tan enfrascado en perfeccionar las cosas que no es capaz de ver al otro. Necesita ser más compasivo para poder acceder a su semilla divina; si es capaz de ver al otro, se podrá ver a sí mismo. También ha de quererse más a sí mismo y no estar tanto en la razón. El orgulloso 2 necesita bajar la cabeza ante la vida y mirarla con respeto. Entonces podrá mirar con respeto al otro y a sí mismo. El conformista 9 necesita quererse más, tenerse más en cuenta... Veremos más adelante la relación especial de cada máscara con cada uno de estos tres tipos de amor para poder completar el menú y llegar al Amor con mayúsculas.
Cambiar de un amor inverso a un amor directo no es fácil y es algo más de vivenciarse que de entenderse intelectualmente. A menudo vemos el amor como algo medible y cuantificable; yo doy esto, tú das lo otro, cuando no es así en absoluto.
Pero, en general, dar y recibir no está tan relacionado ni responde a un planteamiento causa-efecto. Parece que no puedo dar si antes no he recibido y, desde luego, esto se aleja mucho de un enfoque sano en el amor.
En el fluir de la vida, dar y recibir es parte del incesante flujo vital, como la respiración: inspiración, me lleno, expiración, me vacío, y ese es el ritmo del Universo; una vez comprendido esto, dejamos de cuantificar o de comparar entre lo que doy y lo que recibo.
Ser capaz de liderarse y liderar a otros necesita una profunda comprensión del amor directo y del amor inverso. Difícilmente podremos ejercer el liderazgo si nuestro foco está en nuestra importancia personal, en demandar autoestima, ternura y/o respeto.
La enseñanza para el líder en este caso es clara: desarrolla el amor directo.
Alimento 2. Meditacion
Este alimento comenzó a ser útil para la Humanidad probablemente desde que ocurrió la «caída», y tiene que ver con mirar esa semilla divina que todos tenemos en nuestro interior e ir más allá.
Para mirar en nuestro interior es importante detener la cabeza, ese incesante flujo de pensamientos que nos aleja del aquí y ahora. También hay que observar nuestro estado de ánimo y conectar con nuestro instinto primigenio.
Las bondades de la meditación son bien conocidas; han sido exaltadas por místicos y santos desde el comienzo del patriarcado y tienen que ver con parar la máquina que nos gobierna para averiguar quién más está ahí. La meditación está en el centro de cualquier camino espiritual y es la base para conocer nuestra parte sagrada, para contactar con nuestro Dios interior.
La importancia de este alimento en el contexto de este trabajo tiene que ver con vivir aquí y ahora y tomar conciencia de lo que nos ocurre.
Tener una actitud meditativa a lo largo del día supone asumir nuestras emociones, nuestros pensamientos, tomar conciencia de quién estamos siendo en cada momento y asentir a lo que está ocurriendo. Sin esta toma de conciencia, el liderazgo estará mediatizado y contaminado.
Hoy en día se ha popularizado la práctica del «mindfulness», que tiene mucho que ver con lo que estamos diciendo. Según Wikipedia, «mindfulness o conciencia plena consiste en prestar atención, momento a momento, a pensamientos, emociones, sensaciones corporales y al ambiente circundante, de una forma principalmente caracterizada por la aceptación –una atención a pensamientos y emociones sin juzgar si son correctos o no–. El cerebro se enfoca en lo que es percibido a cada momento, en lugar de proceder con la normal «rumiación» acerca del pasado o el futuro».
Otra forma de meditar es con música clásica. Es una manera de conectar con nuestra parte divina, permaneciendo en actitud meditativa mientras escuchamos la música, como si el compositor nos estuviera hablando y nosotros solo escucháramos. A lo largo de estas páginas menciono varios compositores que fueron capaces de conectar con el Buda de oro y que nos regalaron grandes obras. A cada máscara en particular le sugiero que escuche la música del compositor que tenía su propia máscara. Después, la máscara de los compositores de su triángulo en particular, 3/6/9, 1/7/4 o 2/5/8. Por ejemplo, si he llegado a la conclusión de que mi máscara es la del introvertido 5, me vendrá bien escuchar música de Chopin (5), Mozart (2) y Brahms (8).
Este alimento es equivalente a lo que en cocina se denominan «fondos». Según Ferrán Adriá, los fondos son la base de la alta cocina. Del mismo modo, la meditación sería la base de todos los platos que quisiéramos preparar.
Con la meditación podemos vernos a nosotros mismos con perspectiva y parar la máquina incesante de pensamientos y emociones que generamos para mirar el vacío, al silencio. Entonces podremos escuchar y mirar más allá de nuestra máscara, de nuestras creencias, estados de ánimo y motivaciones, podremos liderar-nos y liderar a otros con confianza en la vida, con fe en lo que estamos haciendo.
La enseñanza para el líder en este caso es: medita con asiduidad.
Alimento 3. Observacion de la pasion-estado de animo
«Es la pasión la que convierte a cada personalidad en firmemente estructurada y, sin duda, predecible; aunque, en algunos casos, el impulso de la pasión puede estar oculto, pero activo detrás de la escena, alimentando todos los patrones de la personalidad».
Dhiravamsa, 1998
Según el Eneagrama, el niño se queda anclado desde su más tierna infancia en un estado de ánimo específico, una emoción dominante que lo acompaña toda la vida y que se denomina «pasión».
Cada máscara tiene su pasión o estado de ánimo. Descubrirla y conocerla es una liberación para el alma. Es complicado que la máscara se observe a sí misma y descubra sus reacciones automáticas ante distintas situaciones. Por esa razón necesitamos una guía, un modelo que nos oriente y la desmonte. Este libro pretende ser esa guía.
A veces es un poco doloroso observarnos en nuestros comportamientos automáticos y cómo esto nos impide liderarnos, pero eso mismo también es la llave a una vida más plena y en contacto con nuestra verdadera naturaleza.
El primer paso para el autodescubrimiento de la máscara es conocer nuestra emoción inicial. Así, saber que tenemos una orientación al miedo (máscaras 7, 5 y 6), a la carencia (2, 3 y 4), o a la rabia (1, 9 y 8) es el comienzo. Una vez que estamos situados, hemos de conocer el matiz de cómo se manifiesta en nosotros esa orientación al miedo, a la carencia emocional o a la rabia: estamos en rebeldía ante ella, la tapamos, o bien la asumimos y nos quedamos pegados a ella.
Figura 5. Las nueve pasiones.
Si observamos la naturaleza vemos que los animales tienen varias reacciones ante un peligro: atacan, lo ignoran o bien bajan la cabeza y reconocen el dominio del otro. Esto nos define nueve caracteres. En un mundo ideal, cada persona podría ser capaz de comportarse según estos nueve caracteres sin discriminar; sin embargo, asumimos una máscara u otra dependiendo de nuestra emoción inicial y de la forma en que interactuamos con ella.
Cuando percibes que una máscara en concreto es la tuya, es como encontrar tu silla en un teatro; es la silla que estaba ahí para ti, esperándote. Aquí el trabajo es observar cómo actúa esta máscara de forma inconsciente, cómo te boicotea, cómo te mantiene atado a una cárcel de condicionamientos y patrones fijos, a menudo dolorosos.
Una vez descubierta nuestra máscara, suele ser bueno fluir prestando atención a lo que nos pasa en el aquí y ahora al integrar nuestra emoción primigenia. Es decir, independientemente de que estemos pegados a esa emoción inicial, la ignoremos o nos pongamos en rebeldía ante ella, nos viene bien transitar por ella de una forma sana y proactiva.
En lugar de estar pegado a la emoción, la integro; en lugar de ignorarla o de ponerme en rebeldía, la miro; y, en todos los casos, sigo adelante a ver adónde me lleva. De esta forma evito quedarme atascado intentando controlar lo que me pasa y voy fluyendo y siendo flexible ante los avatares de la vida.
Veamos el ejemplo del orgulloso 2. Un conflicto emocional le puede generar una sensación de carencia, de tristeza o de soledad; entonces su reacción automática consiste en ponerse en rebeldía ante ese estímulo y colocarse por encima de lo que le está pasando para no sentir el dolor; esto es bueno que lo observe y descubra que no es una respuesta funcional.
Así, lo que le viene bien es observarse, indagar en lo que le está pasando y asumir esa emoción. De esta forma puede descubrir qué carencia o necesidad está detrás de ella; una vez que ha descubierto la intención de esa emoción, puede decidir si hacer algo con ella o bien ignorarla. En este caso, conectar con la carencia y la tristeza le viene bien al orgulloso para bajarse un poco y mostrarse más humilde ante la vida. Una vez que lo haga será capaz de proporcionar una respuesta más funcional que la de mostrarse orgulloso, lo que le permitirá liderarse, tomar decisiones con sentido y ser más feliz.
Por ejemplo, si la máscara es la del estafador 7, ante un estímulo que le genera conflicto, suele responder planificando y yendo hacia adelante para huir del miedo. Puede trampear, seducir y manipular para evitar entrar en lo que presupone como doloroso.
Le puede venir bien observar e interiorizar qué miedo está detrás de ese conflicto. Una vez que haya indagado en la información que ese miedo le está dando, puede decidir si ignorarlo o hacer algo con ella, teniendo muy presente cuál es la respuesta más adecuada y funcional.
Como último ejemplo, si la máscara es la del conformista 9, es probable que, ante un conflicto, el individuo meta la cabeza debajo de la tierra como un avestruz.
Además de observar cómo se pone por debajo en el conflicto, cómo se esconde y cómo se olvida de sí mismo, a este carácter le viene bien sacar esa rabia para fuera y ver qué hay ahí para él. Qué le dice esa rabia; después podrá decidir si esa emoción genera alguna acción o bien prefiere ignorarla.
Está claro que para el orgulloso 2 es complicado observar sus carencias, para el estafador 7 mirar su mundo interior y para el conformista 9 sacar su rabia, pero desde luego es un alimento claro y definido en este camino del líder. Veremos este tema más adelante, cuando nos refiramos a cada una de las máscaras.
La enseñanza para el líder en este caso es: para tomar decisiones adecuadas, conócete a ti mismo.
Alimento 4. La virtud-actitud
Para hacer crecer nuestra alma, para poder conectar con nuestra semilla sagrada, quebrar nuestra coraza de estuco y mirar al Buda de oro, hemos de trascender nuestro estado de ánimo y asumir una determinada actitud. Esta actitud se denomina «virtud» en términos del Eneagrama. Las virtudes son nueve, una para cada pasión.
Figura 6. Las nueve virtudes.
Así pues, cada máscara tiene su particular pasión o estado de ánimo que se corresponde con un alimento específico, que es la actitud adecuada de cada quien. Por ejemplo, la máscara del estafador 7 tiene la gula como pasión y necesita desarrollar la virtud de la sobriedad; la avaricia es la pasión del introvertido 5, que necesita desarrollar la virtud del desprendimiento... En las siguientes páginas iremos desarrollando los tipos de alimentos adecuados para cada máscara.
Esto supone pasar de una emoción fija, anclada en nuestra máscara, a una actitud más apropiada, para que nuestra alma crezca y se fortalezca. Al hacerlo, tomamos la iniciativa de lo que nos está pasando y no nos ocultamos detrás de una emoción fija. De esta forma seremos capaces de gestionar los acuerdos y los conflictos con la actitud adecuada.
La enseñanza para el líder en este caso es: desarrolla la actitud/virtud que se corresponde con tu máscara.
Alimento 5. Desmontar los juicios
Cada estado de ánimo o pasión de cada una de las máscaras tiene unos juicios específicos sobre la realidad, sobre sí misma y sobre los demás que le impiden mirar de una forma limpia y le llevan a responder de manera automática ante los avatares de la vida. Estos juicios convierten a la máscara en una caricatura de sí misma, en una máquina con programas antiguos en una sociedad cambiante y en evolución; impiden que podamos reaccionar de forma efectiva ante lo que se nos va presentando y nos tienen atados a respuestas fijas y en muchos casos obsoletas.
Podemos llegar a pensar que nuestros juicios sobre nosotros mismos, sobre los demás o sobre el mundo nos facilitan la vida, y es verdad que suelen ser los causantes de nuestras desgracias, desencuentros y fracasos, aunque a menudo también de nuestros éxitos. Sin embargo, en un mundo regido por la incertidumbre, unos juicios fijos llevan a más de lo mismo, a repetir patrones del pasado y a vivir encorsetados en una camisa de fuerza que nos condiciona y limita la respuesta que podemos dar a los retos que el entorno nos propone.
Figura 7. Desmontando los juicios.
Según la física moderna, al observar un electrón estamos modificando su trayectoria y su posición. De la misma manera, al observar nuestros juicios y verlos como perspectivas de la realidad y no como la realidad misma, modificamos quienes estamos siendo y también modificamos nuestras respuestas. Así ganamos en poder personal que nos permite liderarnos y liderar a otros con más conciencia y fluidez.
Estos juicios –denominados «fijaciones» en el Eneagrama– encierran la semilla dentro de una cárcel de ideas fijas o prestadas que limitan el movimiento y alejan a la máscara de la realidad.
Descubrir estas creencias, estas asunciones, lleva a la máscara a perder fuerza y a permitir que la semilla crezca y se fortalezca, y a vivir una vida más auténtica, en el aquí y ahora, disfrutando de una libertad sin cadenas ni ataduras.
De esta forma somos capaces de transitar desde nuestros objetivos a nuestra intención, de pasar de los juicios de nuestra máscara a la intención de nuestra alma; así ganamos en confianza y fe.
La enseñanza para el líder en este caso es: conoce tus juicios y no te apegues a ellos.
Alimento 6. La integracion
Las nueve máscaras se agrupan en tríos y cada trío se corresponde con un ámbito concreto de la vida. En este sentido, el tirano 8, la conformista 9 y la fanática 1 (las tres máscaras de la parte superior) ven el mundo desde una perspectiva instintiva; son máscaras corporales. El orgulloso 2, la apariencia 3 y la envidia 4 (las tres máscaras de la derecha) ven el mundo desde una perspectiva emocional; son máscaras emocionales. El estafador 7, el paranoico 6 y el introvertido 5 (las tres máscaras de la izquierda) ven el mundo desde una perspectiva mental y son muy mentales y lógicas; son más bien planificadoras.
Figura 8. Los tres tipos de máscaras.
Normalmente las máscaras trabajan en dos ámbitos específicos de la realidad y no en los tres ámbitos a los que nos hemos referido.
El estafador 7 se suele mover en el ámbito de planificar lo que quiere hacer (mental) y en la acción de hacerlo (instintivo, acción), pero no le gusta entrar en sus emociones o en las de los que le rodean. El paranoico 6 se mueve entre su cabeza y sus emociones, pero duda y se queda sin hacer. El introvertido 5 se queda en su cueva reflexionando y mirando sus emociones involucradas, pero sin mucha acción.
El orgulloso 2 se mueve en el ámbito del impulso que le dan la emoción y la acción, pero no le gusta la reflexión. La apariencia 3 se va rápidamente a la acción sin pasar por la planificación, y la envidia 4 se queda pegada en la emoción y, de cuando en cuando, se va a la cabeza a planificar, a soltar presión y a disfrutar sintiéndose especial, pero sin irse al 1, a la acción correcta.
El fanático 1 está en la acción y en lo que gana, pero soslaya los talentos y la creatividad que le supone abrirse a la planificación; por esta razón se pone en ocasiones muy quejica. El conformista 9 se va a la duda, y a planificar, olvidándose de sus emociones y de sus intereses. Finalmente, el tirano 8 está en la acción y en meterse en su cueva a planificar estrategias, pero no entra en las emociones propias o ajenas.
Hablamos de eneagrama integrativo cuando integramos el aspecto instintivo o corporal con el emocional y con el mental.
Así, si una máscara ve el mundo desde una perspectiva emocional (el orgulloso 2, por ejemplo), le vendrá bien añadir, no solo la acción que le dispara el impulso emocional que tiene, sino pasarse antes por la reflexión para mejorar su visión de la realidad.
Tenemos tres triángulos que integran estos tres aspectos de la realidad: lo mental, lo emocional y la acción. Son los triángulos 3/6/9, 2/5/8 y 1/7/4. Este es un camino claro de liderazgo para cualquier máscara; no tanto para mirar lo sagrado de la existencia, sino para no meter la pata y responder de forma efectiva ante los retos de la vida.
La enseñanza para el líder en este sentido es: integra lo mental, lo emocional y la acción en todo lo que hagas.
Alimento 7. Integrar lo instintivo
Según el modelo del Eneagrama, cada máscara tiene contaminado su mundo instintivo y se decanta por un instinto en detrimento de otro. Para entender este modelo hemos de pensar que lo instintivo tiene que ver con nuestro comportamiento como mamíferos, y que la mayoría de nuestros congéneres del reino animal tienen el instinto mucho mejor desarrollado que nosotros. Es como que nuestra parte humana, pensante, anula nuestra parte instintiva y de ahí que nuestra semilla sagrada acabe un poco desconectada de su madre, la Tierra.
Si observamos a los papiones –monos que tienen sistemas sociales bastante parecidos a los de los humanos primitivos–, observamos que hacen tres tipos de actividades, todas ellas de forma instintiva. Comer y sobrevivir en un entorno de seguridad es uno de los tres instintos básicos. Así, vemos como vagan en grupos buscando insectos bajo las piedras, desenterrando raíces y tubérculos, y cazando animales de tamaño pequeño o medio. En el Eneagrama este es el instinto de conservación y habrá máscaras que lo tengan como dominante, que se preocuparán por su seguridad, con mantener todo bajo control, con tener la subsistencia asegurada, un buen sueldo, una casa, una pensión, un grupo donde sentirse protegido...
Algo instintivo también es relacionarse. La comunicación desempeña un papel esencial en las manadas de papiones: emiten diferentes sonidos, que tienen un significado específico. El acicalamiento es habitual y tienen excelente vista y olfato. El período de lactancia dura ocho meses y es habitual que un macho pueda asociarse con una hembra y, por tanto, convertirse en un «padrino» para sus hijos durante sus dos primeros años de vida, aunque no sea el padre. En caso de que la madre muera, el padrino puede asumir el papel de padrastro. En el Eneagrama este instinto se llama sexual o relacional y las máscaras que lo tienen como dominante se preocupan mucho por relacionarse con el otro; les gusta mucho la cercanía y la intimidad.
El tercer instinto es el social. Las familias de los papiones están jerarquizadas entre ellas, de modo que una hembra de una familia de bajo rango debe subordinarse incluso a los jóvenes de una familia de rango superior. El poder está en manos de un macho adulto; le siguen los machos cercanamente emparentados con él, que cooperan para dirigir la marcha del grupo; por debajo están los machos no emparentados, los jóvenes, las hembras y sus crías. Los individuos de sexo femenino a su vez se ordenan en una escala jerárquica de carácter matriarcal. Este instinto se llama social en el Eneagrama y las máscaras que lo tienen como dominante priorizan su relación con el mundo; hay una búsqueda de poder y de posicionamiento, a menudo excesiva.
La máscara tiene que ver con la personalidad, el carácter o ego, y el subtipo tiene que ver con la forma en que esa máscara se relaciona con su entorno. Así, cada máscara tendrá tres formas distintas de expresarse en el mundo, según tenga como dominante el instinto de conservación, el sexual o relacional, y el social.
De esta manera, nos encontramos con 27 máscaras distintas (nueve eneatipos multiplicado por tres) que difieren mucho entre ellas. Por ejemplo el orgulloso 2 con el instinto social como dominante no se parece mucho a un orgulloso que tiene como prioritario el instinto sexual o relacional.
El alimento está en equilibrar estos tres instintos y fluir de forma más efectiva en la vida. A los que están muy enfocados en la conservación y en la seguridad les viene bien relacionarse más con los demás y mirar a la sociedad y a su posicionamiento. A los que están muy enfocados en las relaciones, les viene bien velar por su seguridad y posicionamiento, y a los que están muy enfocados en el poder y en lo social les viene bien tener relaciones más cercanas y en ocasiones preocuparse por su subsistencia y seguridad.
Al hacerlo de esta forma, el líder gana en determinación, ya que concentra el foco a través de las tres motivaciones principales: el logro (tarea, conservación), la relación y el poder (posicionamiento, social).
Enseñanza para el líder en este caso es: equilibra tu motivación de tarea con la de relación y la de posicionamiento.
Hasta aquí hemos visto los alimentos ecológicos; hay alimentos contundentes que precisan mucha digestión y también hay platos ligeros. Hay que saber combinarlos adecuadamente para ganar poder e influencia personal en un mundo de incertidumbre. Un líder es como un cocinero que, antes de ofrecer estos platos, debe conocerlos bien y haberlos disfrutado.
Hay quien cocina siempre lo mismo, siguiendo las recetas de su abuela o de un popular libro de cocina, y hay quien cocina desde lo más profundo de su alma, desde el amor y la fluidez. Ambas formas de cocinar son válidas. Hay cocineros creativos y hay cocineros de recetas. Lo que está claro es que ambos han de comer previamente lo que cocinan y conocer bien los ingredientes.
Este es un libro de recetas y también es un libro para experimentar. Tienes que preparar tus propios platos y alimentar tu alma con esta comida ecológica antes de ofrecerla.
Antes de entrar en las recetas para estas nueve máscaras, tenemos que analizar cómo organizamos la cocina; es importante conocer los escenarios que nos vamos a encontrar y el estilo de liderazgo que debemos seguir. Y así entramos en el siguiente capítulo.