Читать книгу Ensayo de ética para psicólogos - Antonio Sánchez Antillón - Страница 8
ОглавлениеEl sentimiento moral, ¿don de los dioses o búsqueda dialéctica del saber de sí?
En las culturas, hablar del origen es hablar de fabulaciones míticas ineluctables que establecen la genealogía de la naturaleza y las cosas. Asimismo, hablar de historia no es sino determinar de manera sistemática una serie de interpretaciones consensuadas por la comunidad epistémica, la cual, por su estatus, le da declaraciones prescriptivas de legalidad y veracidad. Tanto la historia de la humanidad como la biografía personal pueden ser abordadas desde la actitud del anticuario, quien recurre a datos del pasado y supone que puede conservarlo en su pureza, o el de quien supone que en ella ya se ha dicho todo, por lo que solo hay que imitarla y apropiársela como destino. O bien, estos ámbitos pueden abordarse desde la actitud del crítico creativo, quien recurre a los retazos del pasado sabiendo que con ellos puede construir una explicación acerca del presente, con miras a desear una diferencia en el porvenir. Así, la experiencia en la historia se vuelve un potencial y el fallo sobre ella, la sentencia, lo da el deseo de una mejor vida.
Xavier Zubiri (2002) delimita la historia del pensamiento occidental en tres momentos: el griego, el cristiano y el moderno. A esta delimitación la llama horizonte, entendiéndose como los modos paradigmáticos o epistemes que el humano ha tenido para pensarse en su experiencia bajo una situación contextual y una dinámica particular en el devenir de la historia. Dentro de estos horizontes puede haber varios contenidos, los cuales van cambiando rápidamente dados los contextos y la realidad dinámica (Zubiri, 1987). Por ejemplo, podemos considerar que en el cristianismo los contenidos de las primeras comunidades perseguidas no son los mismos que los de la alta Edad Media o los de los cristianos modernos, en tanto que las creencias expresan las encrucijadas propias de las distintas épocas.
Zubiri (1987, 2002) sostiene que pueden pensarse los contenidos propios del horizonte griego al menos en tres momentos, a saber: primero, el tiempo de los dioses, cuya cosmovisión se muestra en los poemas homéricos, los escritos de Hesíodo y las tragedias; segundo, el de los fisiólogos, donde hay una interrelación entre un pensamiento filosófico y una lectura de la naturaleza desde los mismos, por lo que los cuatro elementos (fuego, viento, agua y tierra) son referencias explicativas de procesos de las cosas físicas y del funcionamiento del cuerpo humano, como lo es con Hipócrates; y tercero, el momento del contenido de filósofos como Platón y Aristóteles, quienes abordan el campo de la naturaleza bajo conjeturas explicativas, abstractas en el primero y de argumentos con referencias empíricas en el segundo. Estos dos últimos autores problematizarán de manera relevante los hábitos llamados morales y los ejercicios que se tienen que realizar con miras a alcanzar la virtud y el bien. Por ello es que en los dos primeros capítulos se toma a estos autores como referencia del pensamiento griego.
Dado que la apuesta de este trabajo es dimensionar el papel de la moral en la constitución de la cultura, desarrollaremos en este primer capítulo una narrativa sobre los orígenes de la ética en Occidente. Para ello nos ayudaremos del mito de Prometeo, que habla de las pautas morales como constitutivas y constituyentes de la cultura. El mito de Prometeo, en el Protágoras de Platón, es una versión distinta a la expresada por Esquilo. Este mito se establece en un encuentro entre un Protágoras, viejo representante del discurso sofista, y un Sócrates joven, quien en su encuentro interroga al primero: “¿Se puede enseñar la virtud?”. Protágoras, entre sus respuestas, cuenta el siguiente mito: en un tiempo primero, cuando solo había dioses y no raza de mortales, estos últimos fueron forjados de tierra y fuego. Cuando los iban a sacar a la luz, encomendaron a Epimeteo y Prometeo entregar capacidades a cada uno de los seres vivientes. Epimeteo pide hacer la repartición y propone a Prometeo verificarla. Epimeteo reparte las distintas capacidades a los diversos animales hasta gastarlas, sin advertir que no había guardado ninguna para la especie humana. Cuando Prometeo se entera, ve al hombre desnudo, descalzo, sin cobertura ni armas. Apurado por la carencia de estos y tratando de encontrar alguna protección para ellos, roba a Hefestos y Atenea el fuego y la sabiduría, respectivamente. Ambas capacidades eran importantes en tanto que sin la primera, no sería útil la segunda. Con estos dones tenían los humanos un saber para sobrevivir, pero no tenían el saber político porque, dada la premura del tiempo, Prometeo no pudo acceder a la acrópolis para robar a Zeus este saber que le era propio. Con las virtudes otorgadas, el hombre pudo tener dominio de ciertas cualidades divinas, construir altares y esculturas para adorarlos. Posteriormente, articuló la voz y los nombres e inventó todo tipo de artificios humanos como el vestido, el calzado, etcétera.
Inicialmente los humanos, en dispersión, eran devorados por las fieras pues no tenían el conocimiento del arte bélico propio del saber político. Esto llevó a la especie humana a tratar de vivir en ciudades, mismas que eran destruidas por ellos al atacarse unos a otros ya que no tenían la ciencia política, de modo que los humanos se dispersaban y perecían. Viendo esta situación, Zeus temió que sucumbiera la raza y envió a Hermes para que entregara a los humanos el sentido moral (aidós), que implica el pudor, el respeto y la vergüenza ante sí mismo y los demás, y la justicia (dike). Ante el mandato de Zeus, Hermes lo cuestiona acerca del modo de entregar estos saberes. A lo que Zeus contesta que deberán entregarse a todos pues no habrá ciudades si solo fuesen para algunos, como es el caso de otras capacidades como el arte (techné) de la medicina. Finalmente, Zeus decreta la ley: “que el incapaz de participar del honor y la justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad” (Platón, 1981, p.527).
El relato permite pensar que la constitución subjetiva de la cultura humana no es sin esfuerzo y sin una necesaria “desnaturalización” para ser.
El mito platónico articula tres términos: el sentido moral, la justicia y el saber de lo político, como condiciones no solo de existencia sino de pervivir en ella y sobre las otras creaturas de la naturaleza, además de controlar —mediante el sentido social— la agresión entre los humanos. Estas cualidades no entran en función si no es por la palabra de un dador del orden (Zeus, que equivale a la función de ley) y de un decreto que pondera el valor de las mismas, así como la consecuencia debida a su incumplimiento.
Por otra parte, la versión del Prometeo en Esquilo es pensada como la puesta en escena de la emancipación del hombre respecto del poder de los dioses. Claro, donde ese saber hacer del fuego y la técnica (nouse y techné) son inicialmente dados por los dioses, por lo que el hombre se vuelve un destinador que emula. En el Protágoras de Platón, el mito de Prometeo es central y se puede considerar que también es un anuncio de la emancipación del humano respecto del “tiempo de los dioses”. A diferencia del Prometeo de Esquilo, centrado en la independencia de los dioses gracias al desarrollo de la técnica que posibilita los oficios y las artes, la versión de Platón se centra en la donación de los atributos morales requeridos para sostener la vida de los humanos y de la ciudad (polis). Otras problemáticas se presentan en el Protágoras (Platón, 1981), las cuales se van abordando de distinta manera en otros diálogos atribuidos a Platón (por ejemplo, El sofista o El Alcibíades), pero sobre todo, desarrolladas en la propuesta ética de Aristóteles en la Ética a Nicómaco (1999a).
Problematizando, se pueden destacar de este diálogo las siguientes preguntas: ¿la virtud es un don dado por los dioses? o, como los oficios y las artes, ¿es algo que se puede cultivar? ¿es posible que la virtud tenga que ver más con un quehacer o ascesis del individuo que con lo fortuito o determinantes de la fortuna, el azar o la locura, provocados por lo divino, sea Eros o las Furias?
Como ya hemos dicho en otro lado, El Alcibíades de Platón hace una delimitación de ciertas tareas que deben ser fomentadas por el hombre, estas son: la capacidad de autogobernarse (enkrateia) y de cuidar de sí mismo (epimelasthei sauton, “hacerse cargo”), las cuales están sostenidas sobre una piedra de toque inicial, expresada en el aforismo: “Conócete a ti mismo” (Sánchez Antillón, 2016).
La dialéctica socrática en el Alcibíades oscila alrededor de tres ejes: conocimiento de sí, autogobernarse y el cuidado de sí. Claro, estos atributos podemos pensarlos como efecto de la literatura previa de poetas y trágicos. En el “tiempo de los dioses”, en la literatura de Homero, la estructura narrativa giraba alrededor del héroe, el cual tenía cierta consustanciación con los dioses, por lo que nacía con atributos especiales como el valor, la fuerza, la tenacidad, que sostenían la belleza de sus actos (Attali, 1982). La trama está construida alrededor de una proeza por realizar, en donde los conflictos entre los hombres y los dioses se entrecruzaban. Además del reto que tenían que enfrentar para demostrar su estirpe y virtud, la hibris (1) aparecía en un momento crucial de la trama, en el que el héroe se desbocaba en un acto excesivo predominando el acto pasional. Tal es el caso, por ejemplo, en los enfrentamientos de distintos actantes (2) en la guerra de Troya, de la cual el conflicto humano está entramado con el cosmogónico, el juego de los dioses. La obra transita por varias encrucijadas que podríamos llamar preguntas éticas: ¿es válido que Paris se apropie de la esposa de Menelao? ¿Héctor debe defender el honor de su hermano cobarde y deshonroso? Después de la muerte de Patroclo, ¿Aquiles no deberá vengar a su amado?
Apolo es el patrón de Troya y protector de Héctor quien representa la virtud de la templanza, la sensatez y el honor. Aquiles es protegido por Hefestos quien hizo su armadura. Afrodita está del lado de los troyanos pues Paris reconoce que es la más hermosa, por lo que Hera no perdona tal insulto y pide castigo para los troyanos. Aquiles, hijo del rey Peleo y la diosa Tetis, nace con virtudes propias de los dioses como su ímpetu y audacia para la lucha. Pero como no es un dios, no es eterno. Tiene una debilidad: su talón, el cual quedó fuera al ser sumergido en el agua que le habría dado el poder inmortal de los dioses.
En la trama, Paris representa a quien por amor va en contra de las leyes de la casa seduciendo a Helena. Hera, esposa de Zeus, es también la patrona del matrimonio sagrado y vengadora de las infidelidades. Aquí hay una tensión entre dar prioridad al amor aun violando las reglas del matrimonio, o a la inversa. La trama plantea la pregunta que pone en juego los hábitos morales y sus prescripciones: ¿el amor entre enamorados está sobre el deber del matrimonio?
Mientras que en el caso del enfrentamiento de Héctor con Aquiles, el dilema ético se entreteje alrededor del honor y la venganza por la muerte del ser amado. Aquiles no está del lado de Agamenón y Menelao; de hecho, no concuerda con sus motivos de guerra sino que se enfrenta a los troyanos por la afrenta de la muerte del amado. Es un enfrentamiento entre dos seres honorables, dos imágenes valiosas: el ímpetu de la juventud (Aquiles) y la sensatez del hombre maduro y justo (Héctor). En la lucha, Aquiles mata a Héctor, pero es tal su dolor por la muerte de Patroclo, que aspira a darle una segunda muerte: arrastra su cuerpo frente a las murallas de Troya y no permite los ritos funerales. En este acto se cuestiona la virtud honorable de Aquiles, y se puede preguntar por qué Apolo no interviene a favor del honor de quien era imagen de sensatez (Héctor) y en contra de quien, tomado por el exceso de coraje y la soberbia, realiza ese acto no bello, no honorable. Si bien Aquiles reconocerá que, ganando a Héctor, en realidad pierde, pues el muerto se queda con la honra.
Es importante examinar estos dilemas en tanto que en los poemas y las tragedias los actores son seres activos que actúan como pasivos receptores de la tragedia. Esta es una estrategia de enseñanza sobre lo esperado y no esperado en una sociedad aristocrática, en donde se pondera y ensalza a quien define los valores, a quien los domina: el héroe.
Según los estudiosos, esta literatura construye una moralización social en tanto que ofrece un modelo de héroe que aspira a la fama y a la victoria mediante el uso de la fuerza. Por lo que la violencia, el esfuerzo y aun la muerte, son adornos estéticos puesto que son válidos por la pretensión heroica del pundonor. Para el auditorio, ver y verse en las tragedias precipita la catarsis, el bálsamo ante una vida de miseria, dolor y desánimo. El padecimiento humano, la pena y el dolor por existir están, además, prefigurados por determinantes que se reconocen más allá de las fuerzas humanas y de Zeus; estas son las moiras. Ya que el hilo de la vida tiene un inicio, una causa que la sostiene en su devenir y un momento para concluir. De frente a este devenir humano, la muerte se vuelve el amo del existir.
Observamos que en la visión cosmogónica la discriminación de las virtudes tiene cierto perfil; por ello es tan pertinente la pregunta de Sócrates en el Protágoras: ¿se puede enseñar la virtud? Dicho de otra manera, la pregunta es: ¿puede ser un oficio humano o solo corresponde a los tocados por los dioses? En sus Diálogos, la invitación de Platón es descubrir, mediante el arte de la mayéutica, el saber de sí y del autogobierno para el cuidado de sí.
Por ello, la palabra ensalmática (conjuros de curación) innova en esta dialéctica comunicativa; ya no se trata de rezos para mover a los dioses a la piedad o para protegerse de los demonios malos, sino que el uso de la palabra se hace en la búsqueda de la verdad, de la justicia, la belleza, el amor, en sus formas puras. Este corrimiento de contenido de la visión cosmogónica hacia la apropiación de esas verdades por medio del diálogo con el maestro o las meditaciones, implica también una preferencia del uso de la palabra por encima de la fuerza con el fin de resolver los conflictos interhumanos.
INTRODUCCIÓN AL EJERCICIO
Las experiencias humanas son recuentos de historia, y es por medio de ellas que trasmitimos nuestro pasado preñado de anhelos, padecimientos, frustraciones, alegrías, etc. Desde la teoría narrativa se asume que al menos hay cinco momentos posibles en los cuales se puede dividir una secuencia; dos de ellos son estados: uno inicial, desde donde arranca una situación dada, y otro final, donde se concluye la narrativa; y los otros tres son transformaciones que precisan el proceso y que pueden identificarse en el relato gracias a su modo verbal. En esas secuencias narrativas aparece una diversidad de actantes, los cuales podemos precisar en primarios y secundarios. En los actores primarios se destacan los destinadores (quienes otorgan un algo) y los destinatarios (quienes reciben lo otorgado), además de aquellos que aparecen como hostiles al protagonista (quienes obstaculizan la meta del o los protagonistas). Tanto los destinadores como los destinatarios o los personajes hostiles se hacen ayudar por otros actantes, que pueden ser cosas o personas, para lograr u obstaculizar la finalidad presentada en la narrativa.
Cuando en este apartado se habló de la narrativa de los héroes griegos, se destaca un ritmo que va marcando su desarrollo y cómo este corresponde a una cosmovisión y a una forma de determinar lo valioso.
En las narrativas actuales también se trasmiten valores y modos de pensar el mundo. Al analizarlas podemos evidenciar en ellas ciertos ecos o recurrencias de estas nuevas narrativas con las esbozadas en el apartado anterior, es decir, con la perspectiva del pensamiento de los poetas y los trágicos.
Por ejemplo, si pensamos la narrativa de Star Wars, la trilogía original entreteje la trama alrededor de cómo Luke es entrenado por Yoda para ser un Jedi. En esta secuencia, Darth Vader pasa de ser el asesino del padre de Skywalker a ser ambas cosas: víctima y asesino de sí mismo, vencido por el lado obscuro. La siguiente trilogía inicia con un recuento del pasado de Obi–Wan Kenobi y de su maestro Qui–Gon Jinn, así como del encuentro y adopción de Anakin Skywalker para hacerlo discípulo Jedi. Los llamados episodios 2 y 3 presentan los avatares en la formación de Anakin y su momento de desertar como Jedi, dejándose seducir por su propio odio y dolor a partir de la muerte de su madre. El sexto episodio explica el cambio de valor narrativo que tiene Skywalker al convertirse en Darth Vader, quedando sometido a Darth Sidious. En esta saga se da un valor especial a los afectos positivos y al control de las pasiones; asimismo, se releva cómo el predisponente genético es importante para ser Jedi, pero lo definitorio es el discipulado. Fallar en la instrucción del maestro modifica la posición y el valor que representa Anakin. Este, al dejarse influenciar por el rival del modelo, termina posicionándose en contra del ideal Jedi.
Si se contrasta la saga original producida por Lucas Film con los episodios posteriores dirigidos por Walt Disney Studios, podemos evidenciar un cambio de narrativa. El episodio 7 rompe con la visión del discipulado como proceso de trasmisión de una sabiduría sobre el uso de la fuerza; esta queda desplazada por un héroe innato. En ese capítulo, la clave de interpretación se altera: la virtud del héroe ahora depende de la genética, no del desarrollo propio de una vida discipular. De lo que se trata es de ir reconociendo su linaje, de lo cual, al reconocerlo, obtiene las capacidades de manera súbita para el uso de la fuerza. Ya no depende de una enseñanza mediada por un maestro para que la fuerza pueda desarrollarse adecuadamente. Esta última versión es más animista y más cercana a la narración homérica de los semidioses, mientras que la producida por Lucas Film tiene una visión más acorde a la perspectiva discipular del personaje de Sócrates en la obra de Platón. Esta última se empeña en la importancia de la mediación del maestro para discernir el saber de sí, tema desarrollado extensamente en el diálogo platónico Cármides (Arbe, 2017).
EJERCICIO I: HÉROES Y SUS VIRTUDES
Este ejercicio tiene el propósito de conocer y reconocer los valores o ideales expresados en héroes de la historia y de la familia. Tiene dos momentos: el de trabajo individual y el trabajo en pequeños equipos. Se te pide que contestes las preguntas que están en las tablas 1.1 y 1.2. Para responder la primera, se requiere investigar en la historia de tu país un personaje que por su heroísmo podrías considerarlo un sujeto a emular, debido a su valor y acciones. En la tabla 1.2 se te propone pensar en algún familiar que admiras por su valor y acción.
TABLA 1.1 ANÁLISIS DE UN PERSONAJE DE LA HISTORIA DE MÉXICO
Elige un personaje de la historia que se destacó por cierta virtud o valor particular y que te inspire emular. Contesta en el espacio en blanco cada una de las preguntas que se te ofrecen.
¿Quién es el personaje? | |
¿Qué tipo de virtud se destaca en la historia? | |
¿Alcanzó o no su cometido? ¿Cómo se le nombró por su hazaña? | |
¿Cuál es el énfasis de sus acciones que le otorgan este reconocimiento? |
TABLA 1.2 ANÁLISIS DE UN PERSONAJE DE TU CÍRCULO FAMILIAR
Piensa en un personaje de tu círculo familiar que marcó tu vida por su heroísmo y en los cuadros vacíos contesta las preguntas.
¿Quién es el personaje? | |
¿Qué tipo de virtud admiras de ese personaje? | |
¿En qué acción y contexto ha mostrado la virtud? |
Después de llenados los recuadros con tus respuestas, en un segundo momento se puede compartir la información vertida en pequeños grupos de tres.
El tiempo invertido para una y otra actividad se acuerda entre el maestro y los alumnos.
1- Esta se puede entender como comportamiento desmesurado en los escritos trágicos, si bien derivó en entenderse también como insolencia o soberbia.
2- Explican Julien Greimas y Joseph Courtés, en su diccionario: “Los actantes son los seres o las cosas que, por cualquier razón y de una manera u otra —incluso a título de simples figurantes y en modo más pasivo— participan en el proceso” (1982, p.23). Se refiere al proceso narrativo.