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ОглавлениеINTRODUCCIÓN
A. EL POETA
1. Vida
La vida de Apolonio de Rodas entraña para nosotros serias incógnitas y oscuridades, como sucede con toda la cronología literaria del s. III a. C.
Las principales fuentes para la biografía de Apolonio son dos Vitae transmitidas en los manuscritos del poema1, la noticia del léxico bizantino Suda y un fragmento de papiro (P. Oxy. 1241) que contiene una lista de los bibliotecarios de Alejandría.
1) Vida a:
Apolonio, el poeta de las Argonáuticas, era nativo de Alejandría, de la tribu Tolemaica, hijo de Síleo o, según algunos, de Íleo. Vivió en tiempo de los Tolomeos2, y fue discípulo de Calímaco. Primero frecuentaba a Calímaco, su maestro particular… finalmente se dedicó a componer poemas.
De él se dice que, siendo aún efebo, recitó públicamente las Argonáuticas y fracasó. No soportando la afrenta de los ciudadanos y el reproche y la burla de los otros poetas, abandonó su patria y se marchó a Rodas, donde pulió y corrigió el poema, y así lo recitó públicamente y obtuvo gran celebridad. Por ello también se denomina a sí mismo Rodio en sus poemas3. Allí enseñó brillantemente y fue distinguido con la ciudadanía rodia y con honores.
2) Vida b:
El poeta Apolonio era nativo de Alejandría, su padre Síleo o Íleo, su madre Rode. Él fue discípulo de Calímaco, que era gramático en Alejandría, y recitó públicamente estos poemas que había compuesto. Completamente desacreditado y avergonzado, se trasladó a Rodas, donde fue ciudadano y ejerció como maestro de retórica4, por lo que también prefieren llamarle Rodio. Allí vivió y pulió sus poemas, luego los recitó públicamente y obtuvo tanta celebridad que incluso fue distinguido con la ciudadanía rodia y con honores. Algunos afirman que regresó a Alejandría y allí, tras recitarlos de nuevo, alcanzó tan alta celebridad que incluso fue estimado digno de la Biblioteca del Museo5 y fue enterrado junto al propio Calímaco.
3) Suda s.v. Apollṓnios:
Apolonio de Alejandría, poeta épico, que residió en Rodas, hijo de Síleo, discípulo de Calímaco, contemporáneo de Eratóstenes, Euforión y Timarco, vivió en tiempo de Tolomeo Evérgetes y fue sucesor de Eratóstenes en la dirección de la Biblioteca de Alejandría.
4) P. Oxy. 1241 (s. II d. C.), col. II:
Apolonio, hijo de Síleo, de Alejandría, llamado Rodio, discípulo de Calímaco. Fue también maestro del tercer6 rey. Le sucedió Eratóstenes, y tras él Aristófanes de Bizancio, hijo de Apeles, y Aristarco7. Luego Apolonio de Alejandría, llamado el Eidógrafo [«Clasificador»], tras él Aristarco, hijo de Aristarco, de Alejandría, pero originario de Samotracia. Éste fue también maestro de los hijos de Filopátor.
Como puede apreciarse, las fuentes antiguas nos ofrecen una maraña de contradicciones que resulta difícil esclarecer. Aquí esbozaré las conclusiones que parecen más verosímiles8.
Sobre algunos datos hay coincidencia. Apolonio era alejandrino de nacimiento9, de la tribu Tolemaica, su padre fue Síleo o Íleo. Como discípulo de Calímaco (que aproximadamente vivió entre el 310/305 y el 240 a. C.), Apolonio sería algunos años más joven y por tanto debió de nacer hacia el 300/295 a. C.
Además parecen seguros algunos hechos notables de su vida: que en determinado momento abandonó Alejandría y marchó a Rodas, que fue director de la Biblioteca y preceptor del heredero del trono10. Pero a partir de aquí hay ciertas dudas que sólo pueden salvarse con un análisis crítico y ponderado de las fuentes11. Si, como atestigua el papiro, Apolonio precedió a Eratóstenes de Cirene al frente de la gran Biblioteca regia, entonces debió ser en torno al 260 a. C. bajo el reinado de Tolomeo II Filadelfo, cuando desempeñó su labor como bibliotecario y como preceptor del heredero del trono, Tolomeo III Evérgetes (que reinó entre los años 246-222 a. C.).
Esta cronología obliga, no obstante, a suponer que Apolonio tenía poco más de treinta años cuando fue encargado de dirigir la Biblioteca y de la educación del príncipe, mientras que tales funciones eran encomendadas normalmente a hombres de larga experiencia12.
En cuanto a la cronología de las Argonáuticas, un poema al que subyace tanta erudición y tantas lecturas, sin duda habrá sido compuesto en la madurez, y es razonable pensar que esa primera recitación pública (epídeixis) tuviese lugar hacia el 250/240 a. C., antes de que el poeta marchara a Rodas donde haría correcciones a la obra13. Los paralelos con la poesía calimaquea también apuntan hacia esa cronología14.
2. Apolonio y Calímaco
Las fuentes coinciden en calificar a Apolonio como discípulo de Calímaco, aunque tal expresión entre los biógrafos significa a veces dependencia en el sentido de imitación poética.
La relación posterior entre Apolonio y Calímaco es una de las cuestiones más controvertidas de su biografía15, y alcanza también a los principios poéticos helenísticos. Durante siglos la tradición filológica ha creído en la existencia de una querella literaria entre ambos poetas, fundada en la idea de que las Argonáuticas responden al tipo de epopeya cíclica contra la que el poeta de Cirene expresa su rechazo en varios lugares16. Sin embargo, la existencia de tal querella posee en realidad fundamentos muy débiles, y bien puede haber sido una invención posterior de los biógrafos, basada en interpretaciones erróneas de la poesía de ambos autores17.
Las referencias antiguas poseen escasa consistencia.
El único testimonio explícito es la Suda18: a propósito del Ibis, un poema «oscuro e injurioso» que no conservamos, dice que estaba dirigido «contra un tal Ibis, que fue enemigo de Calímaco; éste era Apolonio, el autor de las Argonáuticas». Pero se trata de una interpretación del biógrafo a partir de un texto poético de carácter enigmático en el que no había referencia expresa a la identidad del adversario19.
En la Antología Palatina20 conservamos un epigrama que contiene un ataque burlón contra Calímaco:
Calímaco: basura, juguete, cabeza de serrín. Motivo, Calímaco el autor de los Motivos (Aitia).
En su encabezamiento figura como autor Apolonio el Gramático, y sólo una nota marginal le llama Rodio, mientras que en la colección Planudea no consta el autor. Así, la atribución del epigrama a nuestro poeta es más que dudosa21.
Las indicaciones de las Vidas sobre el fracaso inicial de Apolonio en Alejandría y sobre las críticas y reproches de otros poetas han alimentado también la creencia en esa disputa. Pero las noticias relativas al fracaso en la patria y al exilio constituyen un tópico en la literatura biográfica sobre poetas y por lo general carecen de base histórica22.
El análisis de la poesía calimaquea y apoloniana tampoco permite reconocer una evidencia clara de tal rivalidad. En algunos pasajes donde Calímaco expresa sus principios poéticos se ha querido ver un velado reflejo de la disputa.
El final del Himno a Apolo (vv. 105-113) ha de interpretarse, a la luz de la tradición hímnica, homérica y pindárica, como un motivo de cierre dramatizado23. Nada hay en estos versos que permita ver un ataque a la poesía de Apolonio. Las expresiones paralelas entre el final del himno y varios lugares de las Argonáuticas24 se explican perfectamente en el marco de la técnica alusiva.
El prólogo de los Aitia, la famosa Respuesta a los Telquines25, ofrece el programa poético de Calímaco: su preferencia por el poema corto (oligostichíē), elaborado con refinamiento (leptótēs) y arte (téchnē), que resulta más dulce; y su rechazo del «poema unitario y continuo» (hèn áeisma diēnekés), de tema solemne y menos original. Los escolios señalan como adversarios de Calímaco a los epigramatistas Asclepíades y Posidipo, al peripatético Praxífanes, y además confirman las alusiones a la poesía de Mimnermo y de Filetas26; pero nada relativo a Apolonio, como se había pretendido.
Por lo demás, tales afirmaciones en defensa de la propia poesía constituyen un motivo convencional en la tradición (Hesíodo, Píndaro, Aristófanes, Teócrito), y han sido a veces mal interpretadas por escoliastas y biógrafos, que trataban de identificar tras ellas a adversarios poéticos específicos.
Los miembros del Museo formaban probablemente una comunidad no muy pacífica, donde las rencillas y la rivalidad parecen haber sido habituales27. En diversos lugares Calímaco se manifiesta en tono polémico, vitupera a los poetas cíclicos, a Creofilo de Samos o Antímaco, y alaba la poesía de Hesíodo, de Arato o de Teócrito, entre otros28. Pero, al menos en la obra conservada, no hay referencia a Apolonio.
El poema de Apolonio no puede ser identificado con el tipo de epopeya cíclica rechazada por Calímaco. Para éste lo esencial en la poesía es el estilo, el arte, que ha de ser puro y refinado, no su magnitud: el carmen perpetuum no es reprobado por su extensión (los Aitia constaban de varios miles de versos). Precisamente las Argonáuticas siguen en muchos aspectos la nueva estética propugnada por Calímaco (variedad episódica, humanización de los héroes, gusto por la erudición y la etiología, estilo refinado y conciso, apóstrofe al lector o a la Musa), aunque en otros representen una mayor atención a la tradición épica y contengan más reminiscencias homéricas. Además, Apolonio se revela fiel imitador de la poesía calimaquea: conforme a la práctica del arte allusiva, incorpora vocablos, expresiones, incluso versos enteros de sus obras (Himnos, Aitia, Hécale). Esta imitatio o aemulatio ha de entenderse como un signo de reconocimiento, no de hostilidad29.
En definitiva, ni los testimonios antiguos ni las composiciones de ambos poetas ofrecen pruebas seguras sobre la famosa querella. Si entre Apolonio y Calímaco ha existido realmente alguna diferencia, tal vez haya que pensar en recelos propios del ambiente cortesano. Tal vez la marcha de Apolonio a Rodas deba relacionarse con su relevo al frente de la Biblioteca30. Pero la imaginación no puede sustituir a los datos.
3. Una «pre-edición» de las «Argonáuticas»
La noticia de una primera recitación pública (epídeixis) del poema en Alejandría y de otra lectura definitiva en Rodas, después de las oportunas correcciones, ha sido puesta en relación con la existencia de una «edición preliminar» de las Argonáuticas. En efecto, para seis lugares del canto I31 los escolios citan un texto diferente que atribuyen a una proékdosis o «edición previa».
Sobre la extensión y el carácter de esta proékdosis se han emitido hipótesis diversas32. En todo caso conviene recordar que hablamos de una «edición» antigua, manuscrita, y que entre los alejandrinos «editar» (ekdidónai) una obra significaba simplemente autorizar su copia. Lo único cierto es que los filólogos antiguos disponían de dos copias diferentes del poema (o al menos de su primera parte), una considerada preliminar y otra el texto definitivo.
Las variantes atribuidas a la proékdosis no sirven para apoyar la tesis de un cambio de valoración del poema o de un cambio en la relación de Apolonio con Calímaco, pues en este sentido resultan poco significativas, mientras que las reminiscencias calimaqueas son homogéneas a lo largo de todo el poema. Por el contrario sí pueden servir para apreciar la evolución del arte poética de Apolonio a través de sus autocorrecciones: frente a las variantes de la proékdosis, el texto definitivo representa una tendencia a variar el modelo temático-léxico de Homero y una mayor atención a la literatura posthomérica, en especial a los trágicos33.
4. Otras obras
Además de las Argonáuticas, Apolonio escribió varios poemas, también en hexámetros, sobre fundaciones (Ktíseis) de ciudades. En ellos narraba leyendas locales y curiosidades arqueológicas y geográficas34. Los relatos histórico-legendarios sobre ciudades gozaban ya de larga tradición, pero en época helenística el interés por estos temas favoreció el cultivo del género. Así, Calímaco relata la fundación de varias ciudades de Sicilia en el libro II de los Aitia y escribió una obra sobre Fundaciones de islas y ciudades y cambios de nombres.
Apolonio compuso una Fundación de Alejandría (frag. 4 Powell), donde ofrecía la misma genealogía de las serpientes que en Arg. IV 1513-17, y una Fundación de Náucratis (frags. 7-9 Powell), que contenía la historia de Pómpilo, un marinero milesio transformado en pez por haber salvado a una ninfa de los amorosos brazos de Apolo. En la Fundación de Rodas (frags. 10-11 Powell) trataba seguramente la colonización tesalia de la isla, mientras que la Fundación de Cnido (frag. 6 Powell) recogería la historia de Tríopas, que emigró a Caria después que su hijo Erisictón sufriese la ira de Deméter35. En fin, la Fundación de Cauno (frag. 5 Powell), también situada en la costa de Caria, refería la historia de su fundador epónimo, que abandonó Mileto para evitar el amor incestuoso de su hermana Biblis36, así como la leyenda de Lirco37. También suele atribuirse a Apolonio una Fundación de Lesbos, de la que Partenio nos ha conservado un amplio fragmento sin constancia de autor38.
Un poema en versos coliámbicos (frags. 1-2 Powell) sobre Canobo, la ciudad del delta del Nilo, contaba la historia de su héroe epónimo, que fuera timonel de Menelao, y celebraba su templo de Sérapis.
De los Epigramas39 nada conservamos, salvo el dístico apócrifo sobre Calímaco ya comentado.
Como Filetas o Calímaco, Apolonio responde también a la figura del poeta doctus helenístico, del «poeta y filólogo a la vez» según la emblemática expresión de Estrabón40. En el campo de la crítica41 destaca su labor como intérprete de Homero: en su Contra Zenódoto expuso sus discrepancias con respecto a la edición del texto homérico de Zenódoto (los escolios citan alguna de las lecturas que defendía) y trató cuestiones de léxico e interpretación. También escribió sobre Hesíodo (defendiendo la autenticidad del Escudo) y sobre Arquíloco.
B) EL MITO
La aventura de los argonautas es uno de los grandes ciclos legendarios de la mitología griega. En ella participa un importante grupo de héroes griegos, y numerosos episodios jalonan la historia principal con peripecias y aventuras particulares.
He aquí un breve resumen de los acontecimientos de la saga42. Atamante, hijo de Eolo y rey de Beocia, tenía dos hijos, Frixo y Hele, de su primera esposa Néfele. Su segunda esposa, Ino, urdió un plan para perder a sus hijastros de modo que Atamante sacrificara a Frixo, pero éstos (por intervención de Zeus o de Hermes) se salvan huyendo a lomos de un mágico carnero que los lleva por los aires: Hele cayó al mar en el estrecho que luego se llamó Helesponto; y Frixo llegó a la Cólquide, donde sacrificó el carnero a Zeus Fixio y entregó su vellón de oro a Eetes, quien le dio a su hija Calcíope como esposa.
En Yolco (Tesalia) reinaba Pelias, hijo de Posidón, (en alguna versión, tras haber usurpado el trono a su hermanastro Esón, hijo de Creteo, otro Eólida). Un oráculo le había advertido que se guardara del hombre «de una sola sandalia», y con tal aspecto se le presentó Jasón (hijo de Esón) tras perder una de sus sandalias en la corriente del Anauro: bien porque Jasón le reclama el trono, bien porque Pelias teme el cumplimiento del oráculo, el rey, para librarse de Jasón, le encomienda una prueba imposible, traer el vellocino de oro desde Ea.
Jasón reúne a los héroes más bravos de toda Grecia para embarcar en la Argo (nave que ayudó a construir Atenea) y bajo la protección de la diosa Hera emprende viaje hacia la Cólquide. En el curso de la navegación los argonautas viven múltiples aventuras: escala entre las mujeres de Lemnos, abandono de Heracles (junto a Hilas y Polifemo) en Misia, combate entre Ámico y Polideuces, encuentro con Fineo (que es liberado de las Harpías), paso de las Simplégades, etc.
A su llegada al país de Ea, el rey Eetes accede a entregar a Jasón el vellocino a condición de que cumpla unas pruebas: uncir dos toros de aliento de fuego, sembrar un campo con dientes de dragón y matar a los guerreros que nacerán de esa simiente. Jasón cumple tales pruebas gracias a los remedios mágicos de Medea, la hija menor del rey, que se ha enamorado de él. Luego, también con ayuda de Medea, se apodera del vellocino, que era guardado por un dragón, y huye de regreso a Grecia llevando consigo a Medea.
Para evitar la persecución de los colcos, Medea mata o colabora con Jasón en la muerte de su hermano Apsirto. En el retorno también acontecen otras aventuras: visita a Circe, paso de las Planctas, Escila y Caribdis y las Sirenas, escala en el país de los feacios, transporte de la nave por las arenas de Libia, muerte de Talos en Creta, etc.
Una vez que regresan a Yolco, Pelias muere despedazado y cocido en un caldero por sus propias hijas, a las que Medea engaña con el pretexto de rejuvenecerlo (para convencerlas había obrado tal prodigio con Esón o con una oveja).
Luego Medea y Jasón marchan a Corinto, donde él pretende tomar como esposa a la hija del rey (Creúsa o Glauce) para ocupar el trono. Pero Medea, viéndose abandonada, causa la muerte de ésta y del rey Creonte, así como la de sus propios hijos, y huye a Atenas, donde es acogida por Egeo.
El núcleo central del mito responde a un tema folclórico bien conocido43: el héroe (Jasón) que viaja en busca de un objeto precioso (el vellocino) hasta un país remoto (la Cólquide), donde un rey inhospitalario (Eetes) le impone pruebas irrealizables (toros de fogoso aliento, guerreros terrígenos, dragón insomne), que logra cumplir gracias a los conocimientos mágicos de una hija del rey (Medea), la cual huye con el héroe para ser su esposa. Este país lejano es el confín del mundo (el reino del más allá, de Helios y Hécate), separado por barreras infranqueables que desaparecen al ser superadas por primera vez (Simplégades). Las cualidades maravillosas de algunos argonautas pueden relacionarse con el cuento de los «ayudantes mágicos»44: Linceo, de agudísima vista; Periclímeno, capaz de transformarse según su deseo; Eufemo, que podía correr sobre la superficie marina; los Boréadas, dotados de alas para volar; etc. Asimismo otros detalles del mito responden a motivos propios del cuento popular, como el héroe (Jasón) que transporta sobre sus hombros a una anciana, la cual resulta ser una diosa (Hera) y en adelante le brinda su protección (Arg. III 66-74); o el príncipe que regresa a su país (Yolco), donde su padre (Esón) ha sido destronado por un usurpador (Pelias), el cual, advertido por un misterioso vaticinio, le encomienda una empresa irrealizable (versión de Píndaro). El tema de la princesa que traiciona a su padre por amor a un extranjero es también conocido en otras leyendas griegas (Cometo, Escila, Ariadna, Hipodamía). A su vez, las pruebas que el joven príncipe debe cumplir representan un proceso de iniciación que le capacita para alcanzar el trono y la mano de la princesa extranjera (de modo semejante a Teseo o Perseo).
Al margen de los elementos de carácter folclórico, la significación del mito ha sido objeto de muy diversas interpretaciones45. Para unos en la leyenda subyace una base religiosa, el culto a Zeus Lafistio o Fixio; y Jasón y Medea serían antiguas divinidades. Otros han querido reconocer en la saga una metáfora de naturaleza agraria: el vellocino simbolizaría la lluvia que, tras el tiempo de sequía, vuelve a Grecia. Otros lo han interpretado como un mito solar: el viaje de los argonautas sería un viaje al reino del Sol (al extremo oriental del mundo, donde reina Eetes, hijo de Helios), para conquistar su preciado tesoro, el vellocino, símbolo de la luz solar. Según una reciente interpretación, el viaje de la Argo representaría una circunnavegación de la tierra que, con sus noticias sobre diversos lugares, épocas y pueblos, describe una historia cultural del mundo antiguo46. También cabe recordar alguna curiosa versión antigua, como la de Dionisio Escitobraquión (s. II a. C.), que explicaba todo lo maravilloso en clave racionalista47.
En la forma conocida del mito parecen haberse fundido dos argumentos diferentes: la historia de un grupo de marineros intrépidos que en la primera nave se aventuraron a través de peligrosas rutas y pueblos extraños hacia las regiones del oro y el ámbar; y la historia de Jasón, el príncipe que marchó a un país lejano en busca de un tesoro. Ambas leyendas, el viaje de los argonautas y la Jasonía, habrán confluido en un mismo relato: la lejana Ea (el griego aîa significa sólo «tierra») se ha identificado con una región concreta (la Cólquide); y los lugares relacionados con el paso de la Argo han determinado el itinerario. Esto explicaría por qué la intervención de Jasón posee tan escaso relieve en las aventuras del viaje, mientras que los demás argonautas no colaboran en las pruebas de la Cólquide para conquistar el vellocino48.
Si en la leyenda de los argonautas, como en otros mitos, subyace alguna base histórica, es imposible saberlo. Ya desde antiguo se trató de buscar en ella un fundamento histórico; determinados lugares y monumentos arqueológicos fueron relacionados con el paso de la Argo, y la fundación de algunas colonias fue vinculada a héroes de la saga. Logógrafos, cronistas e historiadores en general suponían un trasfondo histórico en el viaje de la Argo: la primera empresa común de los griegos, que abrió las rutas del Mar Negro para el comercio y las colonizaciones. Heródoto recuerda la expedición a la Cólquide y el rapto de Medea como un hecho histórico49. También Estrabón cree en la verosimilitud del viaje (que existió la ciudad de Ea cerca del Fasis, con su rey Eetes y la hechicera Medea), y relaciona el motivo de la expedición con la riqueza de aquella tierra en minerales nobles50. En todo caso, la leyenda está relacionada en principio con dos ciudades pertenecientes al ámbito de la cultura micénica: Yolco en Tesalia y Orcómeno en Beocia. Y el rey Pelias era hermano de Neleo, el padre de Néstor, soberano de Pilo.
Aunque la versión más completa que conocemos de esta famosa aventura sea precisamente el poema de Apolonio, de época helenística, la leyenda de los argonautas poseía una tradición bien antigua entre los griegos51. El intrépido viaje de un grupo de héroes notables (de una generación anterior a los héroes homéricos), que a bordo de la nave Argo atraviesan un mar lleno de peligros y una geografía fabulosa para rescatar el vellocino dorado con ayuda de una princesa hechicera, resultaba tan célebre para los griegos como la leyenda troyana y los viajes de Odiseo.
Los poemas homéricos mencionan ya el periplo de la Argo. En la Ilíada52 es conocido el episodio de Lemnos. La Odisea ofrece noticias más abundantes: una referencia a la «marinera nave Argo, por todos celebrada», que al regreso de la tierra de Eetes logró cruzar entre las rocas Errantes (Planctas) con la ayuda de Hera; y también le son conocidos Eetes y su hermana Circe, cuya isla se encuentra en los confines orientales del mundo, por donde nace Helios, padre de ambos53. Además, determinados motivos del viaje de Odiseo guardan estrecho paralelo con la navegación de los argonautas, como ya advirtiera Estrabón54, lo que induce a suponer que las aventuras de la Argo han servido de modelo para la configuración de algunos episodios, personajes y escenarios odiseicos55: la maga Medea para Circe, el país de Ea para Eea, los gigantes de Cícico para los lestrigones. En todo caso, conviene ser cauto, porque Apolonio, nuestra principal fuente para el mito, debe mucho a su vez a la Odisea, especialmente en el periplo de regreso (las Sirenas, Escila y Caribdis, las Planctas, Trinacia y las vacas del Sol, la isla de los feacios).
Hesíodo en la Teogonía56 nos ofrece un cuadro esquemático de la leyenda: las pruebas impuestas a Jasón por Pelias, su estancia en el país de Eetes, su regreso a Yolco con Medea y la boda de ambos. Los Catálogos hesiódicos contenían alusiones a Frixo y el vellocino, Fineo y las Harpías, el viaje de regreso…57.
En otras obras de la épica arcaica el mito de los argonautas ocupa también un lugar importante58. Eumelo de Corinto parece haber introducido modificaciones en la saga para glorificar el nombre de su ciudad. En sus Corintíacas59 Eetes habría sido rey de Corinto antes de marchar a la Cólquide; y al regreso de la expedición Medea y Jasón se establecían en Corinto. El autor de las Naupactias aludía también a diversos episodios como la persecución de las Harpías, la prueba de los toros impuesta por Eetes, la intervención favorable de Afrodita, y la huida de Medea con el vellocino60. En fin, en la versión de Epiménides de Creta61 Eetes era también de origen corintio, como en Eumelo.
Un fragmento de Mimnermo62 recuerda el atribulado viaje de Jasón hasta la ciudad de Eetes en busca del vellocino para cumplir la prueba ordenada por Pelias. Estesícoro celebraba en un poema los juegos en honor de Pelias63. Y en Simónides hay alusiones al tema del vellocino, de las Simplégades, de los juegos de Lemnos, de Talos, de los juegos en honor de Pelias, de Medea que rejuvenece a Jasón y reina en Corinto64.
La Pítica IV de Píndaro (462 a. C.), una espléndida composición en honor de Arcesilao de Cirene, nos brinda una exposición de conjunto sobre el mito de los argonautas, que está vinculado a la fundación de esa ciudad. Para celebrar al rey vencedor, el epinicio recuerda su gloriosa ascendencia: la colonización de Cirene por descendientes del argonauta Eufemo, cuya estirpe, nacida de su unión con una de las mujeres de Lemnos, habría de pasar a Lacedemonia y luego a Tera para fundar finalmente Cirene (el puñado de tierra libia que Eufemo recibe del dios Tritón presagia el destino que el oráculo le tiene reservado). El relato pindárico presta especial atención a los antecedentes y motivaciones de la expedición argonáutica (vv. 70-168): Pelias ha usurpado a Esón el trono de Yolco, pero un oráculo le advierte que se guarde del hombre «de una sola sandalia», y por ello impone a Jasón la prueba de traer el vellocino como condición para devolverle la dignidad real. Algunos detalles de la versión pindárica resultan particularmente significativos, como la lucha que libran argonautas y colcos65 en presencia de Eetes (vv. 212-213), o el peculiar modo en que se produce la intervención de Afrodita66 (Jasón enamora a Medea gracias al sortilegio de la rueda mágica y el torcecuello, v. 213 ss.), o el viaje de regreso, que primero discurre por una geografía mítica (por el Océano y el Mar Rojo hasta Libia) y luego recorre, en sentido inverso, las etapas de la expansión colonial que llevará a la fundación de Cirene (Libia, Tera, Lemnos).
La leyenda de los argonautas sirvió de tema para el argumento de numerosas tragedias, aunque sólo conservamos completa la Medea de Eurípides y fragmentos estimables de su Hipsípila. Esquilo compuso un Fineo y una tetralogía en torno al episodio de Lemnos67. Sófocles le consagró también diversas piezas como Frixo, Las Lemnias, Fineo, Las Colquidenses, Las cortadoras de raíces…68. Y Eurípides, aparte de las ya citadas, escribió un Frixo y unas Pelíades. Asimismo en la comedia hubo varias versiones de Las Lemnias y un Amico de Epicarmo, entre otras.
El argumento de la Medea de Eurípides (431 a. C.) corresponde a la parte corintia de la leyenda. El trágico final de la pareja es presentado aquí bajo el protagonismo de Medea: la heroína es ante todo una esposa abandonada, traicionada y humillada, que imagina la venganza más atroz para su esposo infiel y que adquiere una nueva dimensión trágica y humana. Sus tres famosos monólogos reflejan la lucha interior de un corazón atormentado que se debate entre la pasión y la racionalidad; mientras, Jasón aparece como el antagonista pragmático que trata de conseguir el trono y la estabilidad con un matrimonio convenido.
Los escritores en prosa, logógrafos, historiadores, geógrafos y autores de crónicas locales, se interesaron también por el periplo de la Argo, que les permitía reconstruir la historia legendaria de sus ciudades o explicar la fundación de colonias. Y trataban de conciliar las tradiciones legendarias con los conocimientos geográficos e históricos de su tiempo. Autores como Hecateo, Ferecides, Acusilao, Helánico, Heródoto, Herodoro de Heraclea, Timeo, Timageto, son citados a menudo por los escolios como fuente de Apolonio69. Y de ellos se alimenta el gusto por la etiología, la erudición geográfica y las curiosidades etnográficas propio de la poesía de Apolonio y de Calímaco.
En el arte arcaico y clásico aparecen representados diversos motivos del mito70. Uno de los testimonios más antiguos es el Monóptero del tesoro de Sición en Delfos (570-560 a. C.), que en sus metopas representa a Frixo sobre el carnero, y la proa de la nave Argo (con Orfeo a bordo) flanqueada por los Dioscuros a caballo. Entre los temas preferidos en el arte del s. VI a. C. destacan los juegos en honor de Pelias71, en los que participaba el propio Jasón, y los Boréadas liberando a Fineo de las Harpías72. En la cerámica ática de figuras negras se encuentran numerosas representaciones de Medea y las hijas de Pelias73.
En el umbral del s. IV a. C. un poeta precursor de los helenísticos, Antímaco de Colofón, trató en su poema elegíaco Lide diversos episodios de la saga74, como el abandono de Heracles, la historia de Fineo, los acontecimientos de la Cólquide y el regreso a través de una geografía mítica (de la Cólquide a Libia por el Océano).
Entre los poetas helenísticos la leyenda de los argonautas fue un tema muy apreciado. Encontramos referencias en Filetas, Euforión, Nicandro, Licofrón… Teócrito desarrolla el episodio de Hilas en su idilio XIII y el combate de Polideuces y Ámico en el idilio XXII. Calímaco trata diversos aspectos del mito, especialmente los relativos al regreso, en el libro I de los Aitia.
Si antes de Apolonio el mito contaba con una larga tradición, con posterioridad fue también objeto de numerosos tratamientos literarios, para los que la versión del Rodio había de constituir ya siempre un modelo de obligada referencia (véase D-1: «Influjo y pervivencia»).
C. EL POEMA
1. Composición
En la composición de las Argonáuticas Apolonio, como poeta doctus, aprovecha todo el material que esa larga tradición del mito le ofrecía: selecciona determinadas variantes o armoniza distintas versiones. En ocasiones incluso expresa su rechazo de tal variante en favor de tal otra, como al explicar el origen del ámbar arrastrado por las aguas del Erídano (IV 597-626) o a propósito del nombre de Drépane (IV 982-992). El episodio de Cícico (I 936-1152) refleja bien cómo el poeta construye un argumento unitario y coherente a partir de múltiples tradiciones, armonizando versiones contradictorias, una amistosa y otra hostil, del encuentro entre argonautas y doliones75. En la narración del periplo occidental proliferan las evocaciones homéricas (Circe, las Sirenas, las Planctas, Escila y Caribdis, la pradera de Trinada, la isla de los feacios), motivos odiseicos a los que el poeta incorpora tradiciones locales (del historiador Timeo en particular) y otras fuentes como Calímaco76.
Como sucede con el material, así también con los elementos compositivos. En el episodio de la muerte de Apsirto (IV 338-521), junto a motivos épicos, se aprecia la influencia de la tragedia en diversos elementos: presencia de mensajeros, mención de la Erinis vengadora del sangriento crimen, y discurso de Medea cargado de reproches77. También hay elementos de estilo hímnico en el proemio, el epílogo y otros pasajes del poema (como las plegarias de Jasón a Apolo en I 411-424 y IV 1701-1710, o el himno de Orfeo a Apolo en II 701-714).
Heredero de una larga y fecunda tradición, Apolonio elabora un tratamiento nuevo de la leyenda, donde contrastan elementos de arcaica resonancia con otros de novedosa factura. De todo el ciclo legendario el poeta escoge para su narración sólo la parte central: el viaje. Los antecedentes son presentados en I 5-17 de manera muy concisa78, y con el regreso al puerto de Págasas (IV 1781) el poema se cierra, como en un círculo, sin referencia a los acontecimientos posteriores. Las Argonáuticas relatan, pues, el viaje de los héroes hasta la Cólquide (cantos I y II), el cumplimiento de las pruebas por Jasón gracias al amor de Medea (canto III) y el regreso de nuevo a Yolco con el vellocino (canto IV). Bajo la división externa en cuatro cantos, que remonta al propio poeta, subyace una distribución temática y una estructuración de la obra en tres partes. Así lo refleja también la triple articulación de los preludios (I 1-22, III 1-5 y IV 1-5), mientras que la separación entre los cantos I y II es meramente superficial.
He aquí el argumento del poema:
Canto I
1-22: Proemio.
23-233: Catálogo de argonautas.
234-518: Preparativos para la partida.
519-608: Partida y navegación.
609-910: Lemnos. Jasón e Hipsípila.
910-935: Navegación.
936-1152: Cícico. Muerte del rey Cícico.
1153-1171: Navegación.
1172-1272: Misia. Rapto de Hilas.
1273-1362: Navegación. Disputa por el abandono de Heracles.
Canto II
1-163: Bebricia. Combate de Ámico y Polideuces.
164-177: Navegación.
178-530: Fineo y las Harpías.
531-648: Navegación. Paso de las Simplégades.
648-719: Navegación. Escala en la isla de Tinia.
720-898: Lico y los mariandinos. Muerte de Idmón y Tifis.
899-1029: Navegación. (Heracles y las Amazonas).
1030-1227: Isla de Ares. Encuentro con los hijos de Frixo.
1228-1285: Navegación hasta la Cólquide.
Canto III
1-5: Preludio.
6-166: En el Olimpo. Hera y Atenea. Afrodita y Eros.
167-439: Embajada al palacio de Eetes. Intervención de Eros.
439-615: Los argonautas deciden buscar la ayuda de Medea.
616-824: Angustia de Medea. Medea y Calcíope.
828-1172: Encuentro de Jasón y Medea.
1172-1277: Preparativos para las pruebas.
1278-1407: Pruebas de Jasón.
Canto IV
1-5: Preludio.
6-240: Huida de Medea y rescate del vellocino.
241-337: Navegación de regreso. Persecución de los colcos.
338-521: Asesinato de Apsirto.
522-658: Navegación del Mar de Crono al Mar Ausonio.
659-752: Circe. Purificación de Medea y Jasón.
753-981: Navegación. Paso de las Planctas.
982-1222: Drépane (isla de los feacios). Boda de Jasón y Medea.
1223-1240: Navegación y tempestad.
1240-1622: Libia. Transporte de la nave. Muerte de Canto y Mopso.
1622-1693: Navegación. Creta: el gigante Talos.
1694-1772: Navegación. Escala en Ánafe. Sueño de Eufemo (Tera).
1773-1781: Epílogo.
El proemio se caracteriza por una estructura simétrica79. Tras la invocación a Febo, el poeta enuncia el objeto de su canto y menciona uno de los episodios más famosos, el paso de las Simplégades (1-4). La parte central resume las motivaciones de la expedición (5-17). Luego el poeta propone de nuevo el tema de su narración y, tras anunciar el catálogo, cierra el proemio con otra invocación a las Musas (18-22).
El epílogo a su vez constata que se ha cumplido el plan de la obra anunciado en el proemio (IV 1775-1778). Este cierre formal de la epopeya es un elemento novedoso, pues la épica de tradición oral dejaba el final abierto a sucesivas recitaciones.
El catálogo, un elemento de rancia tradición épica, está modelado sobre el catálogo de las naves homérico (Il. II 484-762). Pero el poeta ha introducido importantes innovaciones80. A diferencia del catálogo homérico, se halla situado en un lugar previo al comienzo de la acción para presentar a los protagonistas de la empresa. En general Apolonio sigue un recorrido geográfico de la Hélade, describiendo un círculo desde el Norte (Tracia, Tesalia), por el Este (Lócride, Eubea, Ática, Beocia), hacia el Sur (regiones del Peloponeso), para volver luego por el Oeste (Etolia y Fócide) de nuevo hasta el Norte (Tracia). Sólo excepcionalmente este principio geográfico ha sido suplantado por el de la asociación de ideas: Hilas es mencionado junto a Heracles; tras Eufemo son nombrados otros dos hijos de Posidón, Ergino y Anceo, procedentes de Mileto y Samos; y Acasto y Argos, los últimos en incorporarse al grupo, se añaden como apéndice al catálogo. La composición severa y reiterativa propia de los catálogos se ve aquí atenuada: en el conjunto el poeta busca la simetría (los 54 héroes81 se agrupan en dos bloques de 27, encabezados cada uno por dos figuras relevantes, Orfeo y Heracles); en el detalle practica la variedad en la presentación de los héroes (ya individualmente, ya agrupados en parejas o en tríadas), así como la variatio expresiva y los juegos verbales. Frente a Píndaro, que en su breve catálogo (Pít. IV 171-183) resaltaba la ascendencia divina de algunos héroes, Apolonio tiende a humanizarlos, y nos ofrece detalles sobre su genealogía (el caso de Nauplio es significativo, I 133-138), sus cualidades y los motivos de su participación en la empresa.
La narración del viaje, tanto de ida como de vuelta, se compone de una serie de episodios que por lo general se relacionan con una escala en el periplo, o también con un problema de navegación (las Simplégades o las Planctas). Los episodios alternan con referencias a la navegación y a los escenarios geográficos o marinos, lo que proporciona al relato una suerte de variedad constante. A su vez el tempo narrativo suele oscilar entre partes compuestas en forma dilatada (episodios o escenas) y partes narradas en forma comprimida, rápida (trechos de navegación).
En la composición de los diferentes episodios y secuencias narrativas hay notables similitudes, juegos de paralelismo y antítesis. El episodio de Cícico guarda semejanza con el de la muerte de Apsirto: en ambos, Jasón mata a un joven príncipe, mientras que los argonautas masacran a parte del ejército de los doliones y de los colcos respectivamente; en los dos casos, la matanza es producto de una situación engañosa (un error o una emboscada), y se hace precisa una purificación posterior. El paso de las Planctas ocupa en el viaje de regreso un lugar paralelo al paso de las Simplégades en el viaje de ida, éste favorecido por la ayuda de Atenea, aquél por la de Hera, pero la atmósfera de ambos episodios contrasta de manera significativa. Tanto la escala en la isla de Tinia (II 669-719) como la escala en Ánafe (IV 1694-1730) están dominadas por sendas apariciones luminosas de Febo a los argonautas. El episodio de Cícico, cuya segunda parte está marcada por la trágica fatalidad, contrasta fuertemente con el episodio de Lemnos y su alegre solaz bajo el dominio de Afrodita. En fin, determinados motivos se repiten en muchos episodios, como el tema de la hospitalidad o del combate en grupo82.
La misma técnica se aprecia en la configuración interna de los episodios. El episodio de Cícico, que se caracteriza por la complejidad y variedad de sus elementos integrantes (descripciones y referencias geográficas, escenas de combate, escenas religiosas, símiles, numerosos aitia, prodigios), se articula en dos partes a base de numerosos dobletes y contrastes: dos desembarcos, dos batallas, dos tempestades, dos ascensiones al monte Díndimo83. Asimismo la parte final del poema contiene una serie de motivos recurrentes, entre los que destaca la aparición sucesiva de divinidades salvadoras (diosas indígenas de Libia, Hespérides, Tritón, Apolo en Ánafe), a las que los héroes imploran su ayuda con plegarias84.
Tales paralelismos, efectos de simetría y de contraste, constituyen un rasgo del arte helenístico, del minucioso cuidado de los detalles en la composición85. Asimismo la forma de composición anular, presente ya en el proemio, encuadra muchas secuencias narrativas y sirve a menudo para intercalar digresiones.
El canto III tiene por único escenario la Cólquide, como si de un amplio episodio se tratara. La invocación a la Musa del amor, que abre esta parte, determina ya la elección de una solución erótica para la epopeya en lugar del heroísmo guerrero de la épica tradicional. Desde las escenas olímpicas, donde se prepara el ingrediente amoroso, el relato avanza en una gradación ascendente hasta el cumplimiento de la prueba por Jasón, auténtico clímax del episodio. El poeta combina hábilmente escenas de carácter psicológico con otras de naturaleza épica. Su mayor originalidad reside en la fina caracterización psicológica de los personajes y en la dramatización de la pasión amorosa de Medea.
Los ecos de la tradición que inspiran su poesía aparecen siempre bajo un prisma y un tratamiento nuevo: la visita de Hera y Atenea a Afrodita (III 43-110) recuerda la de Tetis a Hefesto en Ilíada XVIII 368 ss., pero si en Homero la visita de Tetis a la fragua del dios tiene por objeto procurar las armas a Aquiles, en Apolonio se trata de buscar la ayuda de Eros para encender la pasión de Medea por Jasón. El poeta describe esta escena, como la siguiente con Eros y Ganimedes, con pinceladas de fino humor y un vivo realismo genuinamente helenístico: Cipris peina sus cabellos en el tocador; recibe a las otras diosas con la cortés ironía de una dama burguesa; y, cual una madre, se queja de la desobediencia y las rabietas de su hijo Eros.
En la composición de las escenas dialogadas y los monólogos Apolonio imita la tragedia, especialmente para caracterizar el progreso de la pasión amorosa de Medea que vemos desarrollarse en los tres monólogos centrales (III 464-470, 636-644, 771-801), como también la Medea de Eurípides madura su venganza en otros tantos monólogos86. Incluso la configuración interna de todo el canto III se asemeja a la de una tragedia en cinco actos87:
I Prólogo en el Olimpo (6-166)
Deliberación de los argonautas (167-195)
II Embajada al palacio de Eetes (196-490)
Deliberación de los argonautas (491-575)
Deliberación de los colcos (576-608)
Medea (616-668)
III Entrevista Medea-Calcíope (669-741)
Medea (741-824)
Partida de Medea (828-912)
Partida de Jasón (913-947)
IV Cita Medea-Jasón (948-1147)
Regreso de Medea (1147-1162)
Regreso de Jasón (1163-1172)
V Preparativos y pruebas de Jasón (1172-1407)
2. Estructura
La estructura de las Argonáuticas ha sido un aspecto problemático en cuanto a su valoración por la crítica. La composición episódica no ha sido siempre bien entendida, por lo que se ha hablado a veces de falta de unidad o de fragmentariedad en el poema88.
Apolonio ha elaborado cuidadosamente los episodios que componen la narración del viaje como secuencias narrativas de cierta entidad y autonomía en sí mismas, casi a la manera de breves epýllia. En cierto modo, la elección del viaje como tema implicaba este tipo de estructura, pues el objeto de su narración son las sucesivas hazañas o aventuras (kléa, áethla) de los argonautas en su empeño por rescatar el vellocino y traerlo a Grecia. Asimismo el protagonismo colectivo del poema89, que reúne a un grupo selecto de héroes, algunos más importantes que su propio jefe, permite que los sucesivos episodios destaquen a distintos héroes. Una estructura así concebida, donde cada parte adquiere cierto relieve en sí misma, no significa falta de cohesión, puesto que el poeta ha integrado perfectamente las partes en un conjunto bien articulado y homogéneo gracias a diversos procedimientos.
Precisamente el viaje y el colectivo de argonautas constituyen dos elementos fundamentales de cohesión y continuidad entre los distintos episodios, pues hay siempre unos mismos héroes como protagonistas empeñados en el cumplimiento de una empresa común. También la continuidad cronológica y geográfica sirve de nexo: el relato sigue la misma sucesión espacial y temporal que la navegación de los héroes; como el periplo, la narración avanza de lugar en lugar, de aventura en aventura, desde la partida hasta el regreso al mismo puerto de Págasas, en una línea marcada sin cesar por el poeta90.
Un importante factor de integración dentro de las Argonáuticas es el tema amoroso, que domina en muchas secciones del poema91. Sobre todo a lo largo del canto III y parte del IV, ambos introducidos por una invocación a la Musa del amor, el poeta describe con sumo cuidado la relación amorosa entre Medea y Jasón desde las escenas olímpicas y el flechazo de Eros, que desencadenan el enamoramiento, hasta la celebración de la boda entre los feacios, que lo culmina. Pero el amor también destaca en otros pasajes: en el episodio de Lemnos, donde la unión de Jasón con Hipsípila prefigura su posterior encuentro con Medea; en el episodio de Misia, donde el amor de Heracles hacia Hilas se ve truncado por la pasión que el efebo despierta en una ninfa; así como en diversas referencias de tema erótico a lo largo del poema92.
Otro elemento recurrente es el personaje de Heracles. Su presencia como miembro de la expedición aglutina los tres episodios del canto I (Lemnos, Cícico y Misia). En la escala de Misia el hecho relevante es el abandono de Heracles, cuyas consecuencias se prolongarán hasta el final del canto I. Además su figura será aún evocada a lo largo de los cantos II y IV en numerosas ocasiones93. Muchas de estas menciones aluden a trabajos de Heracles, entre los que el poeta ha intercalado la participación del héroe en la expedición argonáutica94.
Se ha señalado que la «concordia» (homónoia) entre los argonautas, a la que erigen un santuario tras el paso de las Simplégades (II 715-719), es un tema repetido a lo largo de los tres primeros cantos95. Asimismo el poeta señala desde el comienzo (I 3) en reiteradas ocasiones que la motivación del viaje viene impuesta por la orden de Pelias96, debida al recelo que en el soberano despierta el oráculo del monosándalos (I 5-17), que se justifica a su vez por la voluntad de Hera de castigar la soberbia de Pelias y premiar la piedad de Jasón (I 13-14, III 59-75, 1134-1136, IV 241-243) así como por la cólera de Zeus, que impone traer el vellocino para expiar el frustrado sacrificio de Frixo (II 1194-1195, III 333-339); de modo que esta compleja red de alusiones mantiene presente siempre la motivación del viaje y sus consecuencias, en beneficio de la cohesión narrativa.
Otros temas recurrentes a lo largo del poema, como el cumplimiento inexorable del destino, la contraposición entre el mundo civilizado de la Hélade y el mundo bárbaro, o el recurso de los héroes a la astucia y el engaño97, contribuyen igualmente a la coherencia interna del relato98.
Junto a esta serie de motivos hay también elementos formales que integran las distintas secuencias narrativas en un conjunto unitario. En primer lugar, el proemio (I 1-22) y el epílogo (IV 1773-1781) que enmarcan el poema muestran que el poeta ha concebido su narración como una unidad bien delimitada de principio a fin.
En segundo lugar, un gran número de analepsis y prolepsis99 enlazan entre sí las distintas secuencias narrativas del poema. En el episodio de Lico, por ejemplo, se nos ofrece en estilo indirecto el discurso de Jasón al rey de los mariandinos (II 762-771), en el que recuerda todos los episodios y aventuras transcurridos hasta ese momento. Un tipo particular de prolepsis, muy empleado en el poema de Apolonio, es el discurso-programa100, en virtud del cual un personaje anticipa el desarrollo de la narración posterior. El caso más significativo es el discurso profético de Fineo (II 311-407), que constituye un programa detallado para la narración de todo el canto II y cohesiona esa parte del poema101.
Una función paralela al anterior procedimiento desempeñan una serie de personajes, que a lo largo del relato de viaje se suceden uno tras otro como guías de la navegación argonáutica. Esta «cadena de informadores»102, que orientan a los héroes en su periplo más allá del mar Egeo por una geografía poco conocida, sirve también al poeta para enlazar los diversos episodios entre sí. El rey Cícico instruye a los argonautas para la navegación en el interior de la Propóntide (I 982-986, 1112-1116); para el itinerario de regreso se aprovechan las indicaciones de Argos (IV 257-293), que aconseja la ruta fluvial, y de los hileos (IV 524-528); etc.
También hay relaciones de causalidad o dependencia entre los episodios, que contribuyen a la unidad del relato. Así ocurre en el episodio de Ámico (II 1-163), cuyo núcleo de acción, la derrota de los bebrices y la muerte de su rey a manos de los argonautas, determina el desarrollo del futuro episodio de Lico (II 720-898). El episodio de la isla de Ares (II 1030-1227), que parece ser una invención de Apolonio, prepara los acontecimientos de la Cólquide. A su vez la huida de Medea y el rescate del vellocino (IV 6-240) desencadenan la persecución de los colcos: el asesinato de Apsirto, al tiempo que elimina la amenaza del primer grupo de colcos, justifica la accidentada navegación de los héroes hasta Eea y el episodio mismo de Circe (IV 659-752), donde el crimen debe ser purificado; la persecución del segundo grupo y el conflicto amoroso confluyen en el episodio de los feacios (IV 982-1222).
3. Técnica y elementos narrativos
La originalidad de Apolonio respecto de la poesía homérica se manifiesta notablemente en su técnica narrativa y en su novedosa utilización de elementos tradicionales.
El relato épico de Apolonio es en general menos mimético, menos dramático, que el de Homero: el discurso directo se utiliza de forma mucho más reducida y restrictiva103. Las secuencias escénicas se desarrollan particularmente en el canto III, con numerosas escenas dialogadas y los monólogos de Medea, así como en torno a otros núcleos episódicos o temáticos. Un tipo de escena épica tradicional, como la asamblea de héroes, que en Homero presenta siempre el sucesivo fluir de los discursos, en Apolonio se dilata con un rico diálogo en III 489-575 (para decidir el recurso a la ayuda de la magia y del amor), pero en otras ocasiones aparece abreviada o recortada.
La narración de Apolonio es a menudo sintética y meramente alusiva, más cercana a la técnica del epilio helenístico que al torrente narrativo de Homero. Esta forma selectiva y panorámica acelera el ritmo del relato y sirve a diversas funciones: para cubrir tiempos muertos sin acción relevante, como los pasajes de navegación; para motivar adecuadamente el relato recordando los antecedentes de un episodio (así en I 609-632)104; y para mantener la economía narrativa y evitar repeticiones. En este sentido, frente a la repetición formularia y la redundancia típica de Homero, Apolonio recurre, por ejemplo, al estilo indirecto para resumir una secuencia ya narrada: así, el discurso de Jasón a Lico sobre las aventuras del viaje (II 762-771), o el discurso de Zetes a Fineo y los demás argonautas sobre la persecución de las Harpías (II 429-434).
Si en los poemas homéricos la acción no podía desarrollarse simultáneamente en dos lugares diferentes y el poeta debía recurrir a los tiempos muertos, Apolonio en cambio posee ya una técnica narrativa mucho más depurada que traza perfectamente la narración paralela de acciones simultáneas. Esta técnica alcanza su mayor complejidad en el canto III. La primera asamblea de los héroes en la Cólquide transcurre al mismo tiempo que las escenas olímpicas, y ambas líneas confluyen con la llegada de Eros al palacio de Eetes (III 275 ss.). Tras la entrevista con Eetes, la acción se desarrolla en cuatro líneas diferentes (III 439 ss.): retorno y deliberación de los argonautas, asamblea de los colcos, Medea se retira a su alcoba herida ya por la ansiedad del amor, y Calcíope se reúne con sus hijos en su aposento105. El mismo procedimiento puede apreciarse también en otras partes del poema, como el episodio de Fineo donde la velada en casa del anciano con sus profecías es contemporánea de la persecución de las Harpías por los Boréadas (II 273-300; 301-425; 426-435).
Por más que el relato sigue la sucesión temporal de los acontecimientos, el poeta rompe continuamente esa linealidad mediante prolepsis y analepsis, digresiones, descripciones y comentarios. En las Argonáuticas las anticipadones efectuadas por el narrador o personajes divinos y dirigidas sólo al lector son mucho menos frecuentes que en Homero; en cambio, es mayor el uso de signos proféticos y de personajes humanos como medios de anticipación dirigidos simultáneamente a lector y personajes: por ejemplo, la profecía de Idmón en I 440-447 y las de Fineo en II 311-407 y 420-425. Apolonio, más que anunciar el resultado final de la acción, suele anticipar de un modo general el desarrollo posterior de los acontecimientos en el relato, como en el caso de los discursos programáticos, una peculiar forma de prolepsis muy aprovechada en el poema106. En cuanto a las analepsis, aparte de las que recuerdan los antecedentes de la expedición o de episodios particulares, son más bien escasas107.
La narración incluye numerosas digresiones que suponen un desvío del tema de la expedición argonáutica. El poeta incorpora un vasto material, de carácter mitológico, geográfico y etnográfico, y trata de integrarlo funcionalmente en el relato mediante diversos procedimientos108. El excursus sobre el intento frustrado de inmortalizar a Aquiles (IV 867-879) sirve, tras las palabras de Tetis a Peleo, para motivar la actitud de ambos personajes. La leyenda de Faetonte y las Helíades (IV 596-626) aparece enmarcada en el contexto narrativo del viaje, de modo que los propios argonautas resultan inmersos en su atmósfera. Si en Homero (Il. IX 529-599) la historia de Meleagro es contada como exemplum en un discurso del anciano Fénice, en Apolonio encontramos también digresiones integradas en el discurso de un personaje, que así resultan funcionales para la narración, como el mito de Parebio contado también como ejemplo por el anciano Fineo (II 468-489), o las conquistas de Heracles relatadas por Lico (II 775-791). Los excursus de tema etnográfico, ausentes por completo en la epopeya tradicional, siguen el modelo herodoteo de la inversión de formas de vida: en la secuencia narrativa de acercamiento a la Cólquide (II 962-1029 y III 200-209) el poeta presenta las costumbres de las Amazonas, de los colcos y otros pueblos de la costa sur del Ponto, en contraste con el mundo cultural griego.
Bajo la forma de excursus o de comentarios del poeta Apolonio incorpora también a su relato numerosos aitia, que explican el origen de un culto, un monumento, una costumbre, determinados fenómenos naturales y nombres de lugar, a partir del propio mito argonáutico o de otros mitos109. Se trata de un elemento innovador, genuinamente helenístico y ajeno a la tradición épica, que refleja el realismo científico de la época al otorgar a la materia legendaria un tratamiento pretendidamente histórico. Los aitia relacionan el pasado heroico legendario con el presente histórico del poeta, de modo que suponen una ruptura de la ilusión de pasado absoluto, propia de la épica tradicional, y una mayor presencia del narrador e implicación del lector en el propio texto narrativo.
En la poesía homérica las descripciones son convencionales, el paisaje tiene escasa presencia y se limita generalmente a una naturaleza idealizada. En las Argonáuticas las descripciones ocupan un lugar mucho más importante110, el paisaje y el entorno geográfico encuadran siempre la actuación de los héroes111. A menudo el paisaje descrito resalta la situación anímica de los personajes: la descripción de la Sirte refleja la desolación de los argonautas (IV 1237-1249); y la profunda calma nocturna se contrapone a la inquietud interior de Medea (III 744-750). En consonancia con la estética helenística, Apolonio busca el realismo, un efecto de realidad por la acumulación de detalles112. Ello se manifiesta en descripciones de carácter técnico o científico (la botadura de la nave en I 363-393, la desembocadura del Termodonte en II 972-984), así como en la representación del padecimiento humano113 o de lo deforme como objeto estético (la patética figura del anciano Fineo en II 197-207). Algunos cuadros escénicos del poema reflejan una técnica pictórica114: la partida de la nave Argo contemplada por los dioses (I 542-558), Eros y Ganimedes jugando a las tabas (III 117-124). El llamado realismo pictórico se aprecia también en la descripción de objetos artísticos, un lugar común en la poesía épica. La ékfrasis del manto de Jasón (I 725-767) tiene por modelo la descripción del escudo de Aquiles (Il. XVIII 478-613), pero entraña un valor y una significación diferentes: mientras en Homero preludia la aristía guerrera del héroe ante Héctor, en Apolonio destaca la belleza del héroe y prepara su aristía amorosa ante Hipsípila115.
Los símiles constituyen un elemento característico del género épico desde Homero. En la poesía homérica adquieren vida propia, evocando cuadros que se desligan del relato principal; en Apolonio, en cambio, el símil mantiene estrecho paralelismo con la narración y una mayor pertinencia semántica respecto del término parangonado (por ejemplo, en IV 1682-1688). De este modo la imagen se integra plenamente y su dimensión connotativa adquiere significado en el contexto: la comparación de Jasón con el astro Sirio (III 956-961), por su belleza y su carácter siniestro, anuncia el sufrimiento de Medea, al tiempo que evoca el modelo homérico (Aquiles parangonado con Sirio antes de su encuentro con Héctor, Il. XXII 26-32), marcando la distancia entre el registro bélico y el amoroso. En determinados pasajes los símiles se acumulan creando la propia textura narrativa, sustituyendo incluso a la narración directa, como en el combate de Ámico y Polideuces o en la prueba de Jasón contra los terrígenos116.
Frente al distanciamiento de la narración en la épica homérica, donde el aedo es un mero portavoz de la Musa, Apolonio recurre con frecuencia al presente y a la primera persona, la voz del narrador interviene en su relato de manera significativa117. En las convencionales invocaciones a la Musa, que en Apolonio representa la tradición literaria, el narrador se manifiesta en primera persona (I 2, 20; III 1 ; IV 2, 4; IV 985, 1381). El narrador muestra también su control sobre la materia narrativa en frecuentes intervenciones: para recusar un tema (I 18-20), para silenciarlo (reticentia) por motivos religiosos (I 919-921, IV 248-250), para cortar digresiones (I 648-649,1 1220,1 1309, IV 1216, IV 1764), para expresar su preferencia por una variante del mito (IV 596-626, IV 984-992), para poner énfasis en el relato mediante una interrogación retórica (II 1090-1092, IV 450-451). En los comentarios del poeta sobre la propia narración se hace patente su ideología: el apóstrofe a Eros (IV 445-449), el apóstrofe a Zeus (IV 1673-1677), y en particular el comentario de IV 1165-1167 reflejan un sentimiento de inseguridad sobre la condición humana. Por otro lado, tanto el empleo de la segunda persona en determinados pasajes118 como las numerosas cláusulas etiológicas119 remiten al presente de la enunciación y al receptor. De este modo se rompe en el texto el tradicional distanciamiento narrativo y la ilusión de pasado propios de la épica homérica.
En las Argonáuticas, como en los poemas homéricos, el narrador es en general omnisciente. Pero la técnica de Apolonio es más avanzada en el manejo del punto de vista narrativo. A veces el narrador adopta la perspectiva de un personaje: la pasión de Medea es presentada desde la óptica de la propia heroína (III 453-462); en el descenso de Eros desde el Olimpo se nos describe, como en un picado cinematográfico, el panorama que el personaje divisa desde arriba (III 160-166). Otras veces la perspectiva de un personaje contrasta con la del narrador, como en el doble relato de los acontecimientos de Lemnos (I 609-626 y 793-826), o en el mito de Ariadna, que primero es manipulado por Jasón (III 997-1004) y luego recordado por el poeta (IV 423-434). De manera inversa, el narrador transfiere a veces su propio papel a un personaje: así en el discurso de Argos sobre las campañas de Sesostris (IV 257-293) se refleja el interés del poeta por la erudición histórico-geográfica y la etiología.
4. Geografía y cronografía
Un importante rasgo de la técnica narrativa de Apolonio es su constante fijación del espacio y el tiempo en el que transcurre la acción120. Sus precisas indicaciones describen al detalle las coordenadas espaciales y temporales en que se desarrolla el viaje y los acontecimientos. Los numerosos aitia integrados en la narración del periplo, donde se mencionan testimonios y vestigios del paso de los héroes por diversos lugares (un nombre, un culto, una costumbre, un altar, un objeto), justifican el itinerario de la expedición y conectan la antigua leyenda con la realidad geográfica y cronológica del poeta y del lector121. En este rasgo, localización geográfica y fijación cronológica de los hechos legendarios, puede verse una faceta del realismo típicamente helenístico122.
En las versiones más antiguas el viaje de la Argo, que era un viaje más allá de los límites del mundo conocido, transcurría en parte por una geografía fabulosa. Los historiadores y geógrafos intentaron encuadrar el periplo argonáutico en una geografía más real y verosímil. Apolonio, que en época helenística maneja ya un copioso material sobre la saga, trata de situar la leyenda en un marco espacial acorde con los avances geográficos de su tiempo123.
El viaje de ida transcurre por una ruta bien conocida y las noticias del poeta nos permiten seguir el itinerario de la Argo: Págasas, costa de Magnesia, Lemnos, Samotracia, Helesponto, Propóntide (Cícico, Misia, Bebricia, Bitinia), Bósforo, costa sur del Ponto (Heraclea, Paflagonia), Cólquide. En todo caso la fijación del itinerario no carecía de problemas. La versión de Píndaro, por ejemplo, situaba la escala de Lemnos en el viaje de regreso, pero Apolonio sigue una tradición diferente y la encuadra en el viaje de ida para hacerla más verosímil geográficamente y que la unión de Jasón e Hipsípila, ya conocida desde Homero, no resultase comprometida con la presencia de Medea.
La geografía de la Cólquide también es objeto de precisas indicaciones124: el río Fasis, a un lado las estribaciones del Cáucaso y la ciudad de Ea, al otro la llanura de Ares, además de numerosos detalles topográficos.
La geografía del viaje de regreso plantea mayores dificultades. Apolonio ha intentado armonizar las diferentes rutas que se habían propuesto125. Una antigua tradición imaginaba el retorno de los argonautas por el Fasis hasta el Océano exterior y luego por el Mar Rojo hasta Libia y el Mediterráneo. Esta ruta fabulosa, que describen autores como Hesíodo, Píndaro, Hecateo y Antímaco, estaba ya desacreditada por los nuevos conocimientos geográficos. Otros, como Calímaco, escogían una solución más simple, haciendo volver a los argonautas a través del Bósforo, por el mismo camino de ida; pero esta opción, como la anterior, no permitía explicar las estaciones argonáuticas del Adriático y el Tirreno, cuya tradición remontaba a Homero. Para salvar tales contradicciones, Apolonio sigue una tercera vía, un periplo occidental diseñado a partir de Timeo, Timágeto y otras aportaciones de la ciencia geográfica helenística. Así, desde el Mar Negro conduce a los argonautas hasta el Adriático a través de una conexión fluvial por el Istro (Danubio), que era aceptada en su tiempo; y luego desde el Adriático al Tirreno por otra conexión fluvial entre el Erídano (Po) y el Ródano. A partir de aquí la navegación por el Mediterráneo occidental evoca escenarios odiseicos: isla de Eea, isla de las Sirenas, las Planctas (¿islas Lípari?), Escila y Caribdis (estrecho de Mesina), pradera de Trinacia (Sicilia), isla de los feacios (Corcira). Después se añade Libia y, desde la laguna Tritónide, la travesía final con localizaciones más precisas (Creta, Ánafe, Egina y Págasas). Tanto para la navegación fluvial como para el periplo por el Tirreno y el Adriático, el poeta contaba con datos geográficos menos seguros y, consciente de la dificultad, ha creído necesario justificar su elección: tal es el sentido de la extensa digresión puesta en boca de Argos (IV 257-293), y de la invocación a las Musas para recordar las huellas que atestiguan el paso de la Argo (IV 552-556).
De igual modo que la geografía, la cronología del viaje es descrita con detalle126. Los acontecimientos del libro I ocupan un mes, sin contar el tiempo de estancia en Lemnos que el poeta no precisa. El desarrollo del libro II también abarca unos treinta días, además de otros cuarenta de estancia obligada en casa de Fineo debido al soplo de los vientos etesios (II 498-530). Así, el viaje de ida en su conjunto dura al menos cien días, de los que diecinueve se dedican a la navegación.
Los acontecimientos del canto III se desarrollan en sólo cuatro jornadas, dos dedicadas a la embajada y el enamoramiento de Medea (1-827 y 828-1172) y otras dos a los preparativos y las pruebas de Jasón (1172-1223 y 1223-1407).
La cronología del viaje de retorno es más vaga, sobre todo en su primera fase desde la navegación por el Istro hasta la isla de Circe (IV 303-658), en consonancia con la menor precisión del itinerario en esta parte. Además, ciertas referencias cronológicas del regreso constituyen una mera convención literaria: la tempestad que arroja a los argonautas sobre las costas de Libia dura nueve días y nueve noches (IV 1232-1235), como en Homero127; el transporte de la Argo por el desierto de Libia dura doce días y doce noches (IV 1381-1392), como en Píndaro128. En todo caso, el viaje de regreso ocupa en conjunto más de cincuenta días, una duración inferior a la del viaje de ida a pesar de recorrer una extensión mucho mayor, lo que en parte se explica por la prolongada demora en casa de Fineo a la ida.
Apolonio trata de fijar también la cronología relativa de la empresa argonáutica respecto de otros acontecimientos legendarios. Los argonautas pertenecen a una generación anterior a la de los héroes homéricos, como nos indican numerosas referencias genealógicas. Cuando Peleo navega en la Argo, ya han tenido lugar sus bodas con Tetis y su posterior desavenencia conyugal (IV 805-809, 866-879), y Aquiles aún es un niño, en brazos de la esposa del centauro Quirón (I 553-558). A una generación anterior corresponde la lucha entre centauros y lapitas, en la que habían participado el argonauta Polifemo en su juventud (I 40-44) y Ceneo, padre del argonauta Corono (I 57-64). La expedición se reúne justo mientras Teseo y Pirítoo se hallaban retenidos en el Hades (I 101-104). La participación de Heracles en la empresa queda intercalada en medio de sus trabajos129. Muchas de estas indicaciones cronológicas implican una elección frente a los datos tradicionales, ya que, por ejemplo, en algunas fuentes Teseo participaba como argonauta, o según ciertas tradiciones el matrimonio de Tetis era posterior a la expedición.
En definitiva, las precisiones geográficas y cronológicas, las curiosidades etnográficas, el gusto por la etiología, reflejan la faceta erudita de la poesía de Apolonio.
5. Personajes
Los héroes homéricos, como Aquiles o Ayante, destacan ante todo por su andreía, por su valor y arrojo en el combate. Odiseo, con su habilidad y múltiples recursos, representa ya un cierto cambio de valores. Las Argonáuticas narran hazañas de héroes pertenecientes a un remoto pasado, pero su autor está lejos ya de los ideales arcaicos e imprime a sus personajes una caracterización más cercana a lo humano, más acorde con el realismo helenístico.
La expedición argonáutica se presenta como una empresa heroica donde caben las hazañas guerreras (I 242-245). La partida de Jasón evoca la típica escena de la despedida del guerrero al que los esclavos traen sus armas (I 261-267). Los argonautas y el propio Jasón en particular son calificados a veces de «marciales» (arḗioi)130. Pero las escenas de batalla se reducen básicamente a tres en todo el poema: contra los doliones, contra los bebrices y contra un grupo de colcos131. Los argonautas pierden seis compañeros en el curso de la expedición, pero ninguno de ellos en combate. En la Cólquide el poeta descarta la opción bélica, y Jasón lleva a cabo su aristía y consigue el vellocino ayudado por la magia de Medea. Todo ello acentúa el contraste con el heroísmo guerrero a la manera homérica.
Por otra parte, en las epopeyas homéricas como en la Eneida hay un héroe principal (Aquiles, Odiseo, Eneas), que es nombrado o aludido al comienzo del poema, mientras que en la empresa argonáutica el protagonismo es compartido por un grupo de héroes, que Jasón encabeza como un primus inter pares. Lejos de la actuación individual del héroe homérico, los argonautas poseen un sentimiento de solidaridad colectiva, que se plasma en el santuario a la Concordia (II 714-719); y su comportamiento se rige por pautas en cierto modo democráticas, como advierte el propio Jasón: puesto que la empresa es común a todos, comunes deben ser también las decisiones (I 336-337, III 171-175).
Entre los personajes de Apolonio hay diferentes tipos de caracteres heroicos: héroes de fuerza, como Heracles; héroes de destreza, como el piloto Tifis o Polideuces; héroes de impetuoso valor, como Peleo y Telamón; héroes de piedad, como Idmón132. El relato de ambos periplos nos ofrece intervenciones destacadas de distintos héroes, mientras en el canto III Jasón ejerce el protagonismo con escasa participación de sus compañeros. Sin embargo, muchos de los argonautas no adquieren apenas relieve en la narración.
El poeta ha trazado con perfiles más nítidos la psicología de algunos personajes. En la figura de Fineo, por ejemplo, hay una profunda carga de humanidad por su filantropía y su piedad, por su fe en la bondad de los hombres y en la generosidad de los dioses. Particularmente en el caso de Medea y Jasón ha representado con especial fortuna la experiencia interior, los entresijos del alma humana, en contraste con el mundo externo.
En diversos lugares del poema Jasón es calificado de amḗchanos. Su falta de decisión y de recursos ante determinadas situaciones ha sido interpretada por algunos como una deficiencia del personaje: un ser vacilante y oportunista, ensombrecido por el grupo de notables héroes que dirige y por el vigoroso carácter de Medea133. Para unos se trataría de un anti-héroe, cuya personalidad experimenta, en los sucesivos episodios del viaje, un proceso de maduración que le lleva a una actitud pragmática y hasta inmoral, reflejo del pesimismo del poeta134. Para otros el personaje representaría una actitud escéptica, un compromiso entre lo heroico y lo no heroico135.
Al margen de estas y otras etiquetas, lo cierto es que Jasón se presenta como una figura compleja, un personaje que entraña una gran riqueza de matices, muy distinto al tipo de héroe épico tradicional136. Las situaciones en que se siente desbordado, presa de impotencia, exceden los límites de lo humano137. Ante la exigencia de Eetes, queda indeciso, desamparado, pero la prueba en verdad resulta «irrealizable», como reconocen luego todos sus compañeros, que también quedan mudos y abatidos (III 502-504 y 422-425). A pesar de todo acepta la prueba con resignación, igual que había asumido la orden de Pelias: Jasón es un héroe involuntario, que no ha emprendido la expedición para adquirir gloria o demostrar valor138. Sus indecisiones, su actitud reflexiva, muestran su responsabilidad y sensatez139, consciente de las limitaciones humanas y de la necesidad del auxilio divino para tan descomunales empresas.
Así pues, en los momentos críticos Jasón no se muestra inferior a sus compañeros. En cambio les aventaja en otras cualidades. En distintas ocasiones demuestra su prudencia, capacidad de persuasión y diplomacia. Su piedad le procura el favor divino, de Hera y Apolo sobre todo, en beneficio de la expedición. El encuentro con Fineo refleja su humanidad y filantropía. El poeta destaca también su porte delicado y su espléndida belleza, especialmente en sus encuentros con Hipsípila y Medea140.
En vivo contraste con Jasón, Heracles representa en el poema un modelo antiguo de héroe, solitario e insociable, que obtiene su objetivo por la fuerza (II 145-153). La descripción que las Hespérides hacen de él como un ser violento y salvaje (IV 1432-1449) resulta muy esclarecedora en este sentido. El abandono de Heracles en Misia significa, pues, el abandono del heroísmo al modo tradicional. También la caricaturesca figura de Idas, que simboliza un tipo de heroísmo anacrónico e irreflexivo, sirve de contraste para matizar el carácter de Jasón141.
En la caracterización de Medea se ha querido ver una doble personalidad: «doncella enamorada» en el canto III y «maga asesina» en el canto IV. Pero un análisis más profundo permite ver que el poeta ha trazado con arte y fina sensibilidad la evolución del personaje: el amor romántico de Medea en el canto III es calificado ya de «funesto» como premonición de sus trágicas consecuencias142. Cuando Medea, en su entrevista con Jasón, concibe la posibilidad de que éste un día la olvide, su reacción agitada y amenazante (III 1111-1117) anuncia ya las imprecaciones que proferirá luego al sentir traicionadas las promesas de Jasón (IV 350-393, 1030-1052). La cruel asesina de Apsirto y la implacable heroína de Eurípides anidan ya en la joven enamorada del canto III143. En el conflicto interior de Medea la afirmación del deseo amoroso, lenta y tortuosa, se ve refrenada por el pudor y por la represión que supone la autoridad del padre. Luego, una vez cumplida la ayuda a Jasón y traicionados los lazos con el padre, el temor a su autoridad se une al deseo como impulso que precipita la huida y que llevará al asesinato de su hermano.
Eetes representa, en efecto, la figura del déspota oriental, que inspira temor a sus súbditos e incluso a su propia familia. Su carácter, irritable y cruel, lleno de hipocresía, se contrapone al de Jasón. La joven Medea encarna y vive en sí misma ese conflicto entre el mundo bárbaro de la Cólquide y el mundo de la Hélade: sacerdotisa de Hécate, maga terrible, y princesa de rango, se deja seducir por el mundo civilizado y hospitalario que representa Jasón con su distinguido porte (III 454-458, 1105-1108)144.
La presencia de los dioses145 en el relato épico de Apolonio es menor que en Homero. En general los olímpicos aparecen más lejanos y distantes en su trato con los humanos y se relacionan con los héroes de manera indirecta, a través de determinados signos y presagios (III 931, IV 294-297) o por mediación de divinidades menores como Glauco, Iris, Tetis o Tritón.
El caso más significativo es la figura de Zeus146, que ha originado la expedición (II 1194-1195, III 336-339), así como algunos de sus principales acontecimientos (encuentro de los argonautas con los hijos de Frixo; desvío en la ruta de regreso y visita a Circe a causa del asesinato de Apsirto, IV 557-591), pero queda siempre en el trasfondo, como un dios lejano y misterioso, garante de la justicia y el destino.
Eros, el Amor, que es un elemento central en el desarrollo de la acción épica, aparece bajo una doble perspectiva, un gracioso niño descarado (III 92, 120, 286) y un mal temible y funesto (III 129, 297; IV 445-449). Si al inicio del canto III es un personaje, el más joven de los dioses, que alcanza con su dardo el corazón de Medea, luego será sólo una metáfora del amor que consume y atormenta a la muchacha147.
Apolo, Atenea y Hera son las divinidades que principalmente favorecen a los argonautas. Apolo ha motivado la expedición con el oráculo dictado a Pelias y luego ha prometido guiar la navegación de Jasón (I 360-362, 412-414): se aparece a los héroes en dos epifanías, a la ida en la isla de Tinia y a la vuelta en Ánafe; y sus dos trípodes ayudan a los argonautas a encontrar el camino de regreso entre los hileos y en la laguna Tritónide. Atenea, que ha colaborado en la construcción de la nave, interviene decisivamente en el paso de las Simplégades. A su vez la diosa Hera148 interviene en la acción reiteradamente a lo largo de los cantos III y IV, de manera destacada al promover, con Atenea y Afrodita, la intervención de Eros y en el paso de las Planctas.
Algunas intervenciones divinas guardan el halo maravilloso de la épica tradicional, como la niebla que Hera esparce por la ciudad para que los héroes pasen inadvertidos en su marcha al palacio de Eetes (III 210-214). Sin embargo, lo característico de Apolonio es haber integrado la maquinaria divina, un elemento tradicional de la épica, en una nueva dimensión otorgada a la psicología humana, donde el poeta aprovecha la rica experiencia del teatro. Las acciones de los personajes aparecen motivadas tanto en el plano divino como en el plano de la psicología humana: tras el abandono de Heracles, los Boréadas impiden el retorno en su busca, al tiempo que la aparición de Glauco revela que tal es la voluntad de Zeus (I 1298 ss.); la ayuda de Atenea en el paso de las Simplégades no libra a los héroes de sus fatigas149. El recurso a la ayuda de Medea en lugar de la solución guerrera es decidido por los argonautas en sus deliberaciones (III 179-184, 475-540), mientras la diosa Hera en el Olimpo determina buscar la intervención de Eros en el mismo sentido; ambos planos, divino y humano, marchan paralelos. Los dioses rigen el destino de los hombres y con frecuencia inspiran su actuación, pero las acciones humanas poseen también sus propias motivaciones psicológicas, a las que el poeta concede enorme relieve. Al margen de la intervención divina, Medea se enamora de Jasón a la vista de su belleza (III 454-458, 956-961), y destierra la idea del suicidio por miedo al Hades y por el recuerdo de los dulces encantos de la vida (III 806-819). De este modo los personajes no resultan marionetas de la voluntad divina o del destino.
6. Lengua, metro y estilo
La lengua de Apolonio tiene como base la lengua homérica en todos sus niveles: vocabulario, morfología, rasgos dialectales, sintaxis y prosodia150. En el texto de las Argonáuticas resuenan constantemente ecos expresivos de la épica arcaica151. Pero Apolonio enriquece esta base de material lingüístico mediante vocabulario de otros géneros poéticos, especialmente lírica y tragedia, y mediante usos sintácticos más desarrollados, como una fraseología de estructura muy sintética. Además crea nuevas formaciones léxicas por analogía con precedentes homéricos. Como el resto de la épica posthomérica, emplea formas homéricas con una significación diferente152. Asimismo reproduce rarezas (hápax y dis legómena) y utiliza variantes del texto homérico, todo ello en el marco de las investigaciones que sobre el mismo realizaban los gramáticos alejandrinos como Zenódoto o Aristarco153. Pues, igual que Calímaco y otros helenísticos, Apolonio es «poeta y filólogo a la vez».
Los poetas helenísticos llevaron a cabo un refinamiento de la estructura del hexámetro homérico orientado a la regularización de los miembros y a la reducción del número de espondeos154. En este ámbito, como en su concepción poética y en la lengua, Apolonio se muestra menos radical que Calímaco en su distanciamiento de Homero. El hexámetro de Apolonio es en general más dactílico que el de Homero y algo menos que el de Calímaco. Tanto la cesura femenina como la diéresis bucólica son también más frecuentes que en Homero. En la épica homérica, de composición oral, el hexámetro desempeña un papel más importante que en Apolonio para la estructuración del sentido. Así, en las Argonáuticas se da con mayor frecuencia que en Homero el encabalgamiento, que puede tener un efecto estilístico de énfasis o de tensión expresiva, igual que otros recursos como las cesuras, la ruptura del orden de palabras habitual o la aliteración. No olvidemos que se trata de poesía compuesta para ser recitada en voz alta.
El rasgo más significativo del estilo de Apolonio es sin duda el gusto por la variación temática y expresiva. Si la épica de tradición oral practicaba la repetición formularia de epítetos, hemistiquios, versos o escenas típicas, tal como podemos leer en los poemas homéricos, Apolonio evita constantemente la repetición155: no emplea epítetos fijos156; el número de versos repetidos es mínimo; no hay escenas típicas repetidas, sino una escena de intriga en el Olimpo (III 7 ss.), una escena completa de sacrificio (I 402 ss.), etc.; cuando un mensaje debe repetirse, el poeta practica habitualmente la variación expresiva mediante sinonimia y otros procedimientos, como en III 27-29 ≃ 86-89, en las profecías de Fineo (II 311-407) y el correspondiente relato posterior, o en las instrucciones de Medea (III 1026-1062) y su posterior ejecución por Jasón157.
En la épica arcaica la composición oral determinaba el estilo formulario que facilita la recitación de largas tiradas de versos por parte del aedo. La épica de Apolonio es poesía escrita, elaborada por un poeta culto que conoce bien la tradición literaria y que en sus versos ofrece a un público selecto ecos de Homero, de Hesíodo, de Píndaro o Safo, de Eurípides, de Antímaco, del propio Calímaco, etc. Este juego de frases, expresiones y motivos que evocan otros textos, pero sin reproducirlos exactamente, esta imitatio cum variatione u oppositio in imitando, es un rasgo característico de toda la poesía helenística, lo que se ha llamado el arte alusiva158. El poeta busca la originalidad en su imitación de Homero de otros precedentes épicos, como Antímaco de Colofón159, y en general de toda la literatura anterior.
Otro aspecto interesante es la fina ironía y humor que Apolonio despliega en algunas escenas: el ambiente y las relaciones entre los dioses tal como se describen al inicio del canto III; la excitación de las mujeres de Lemnos a la llegada de los argonautas. Pero más significativa es la ironía trágica que se desprende de algunas situaciones: el poeta llama «hospitalarios» a los doliones en el momento de su ataque a los argonautas (I 1018); los héroes dejan Misia «contentos» cuando han abandonado a Heracles (I 1279); Jasón manipula ante Medea la historia de Ariadna (III 957-1004, 1096-1101), cuyo final recuerda luego el poeta (IV 430-434).
7. Las «Argonáuticas» y la poesía helenística
En época helenística se produjo un extraordinario florecimiento de la poesía en diferentes lugares del mundo griego, y la ciudad que Alejandro había fundado sobre el delta del Nilo se convirtió bajo el mecenazgo de los Tolomeos en el principal foco de este renacer. Apolonio representa, junto a Calímaco y Teócrito, el máximo exponente de la poesía helenística durante la primera mitad del s. III a. C.
Después de las dos grandes epopeyas homéricas, la Ilíada y la Odisea, fruto de la tradición oral arcaica, las Argonáuticas de Apolonio son el tercer poema heroico de la literatura griega, que sirvió de puente, en la modernización del género, para la Eneida virgiliana. Aunque la poesía épica fue cultivada en Grecia a lo largo de toda la Antigüedad, las Argonáuticas son la única epopeya extensa que conservamos del vasto período entre Homero y la épica tardoantigua (Quinto de Esmirna, Nono de Panópolis). En el período helenístico (además de la épica didáctica, heredera de la tradición hesiódica, como los Fenómenos de Arato) hubo una importante producción tanto de épica mitológica como de épica histórica160. También floreció la épica breve, el epilio161, cuyo máximo exponente fue la Hécale de Calímaco.
La valoración del poema en el marco de la tradición épica y de la poética helenística ha sido una cuestión problemática. Se trata de un poema épico extenso, en varios miles de versos, sobre una materia tradicional, el único de su género conservado de entre toda la producción helenística. El nuevo estilo de poesía, representado por Calímaco y su escuela, prefería el poema breve (epýllion o eidýllion), si bien lo fundamental no era la dimensión162. Con respecto a la teoría de Aristóteles sobre el género épico, la dimensión del poema parece atenerse a lo aconsejado en la Poética163, pero la exigencia aristotélica de «una sola acción completa y abarcable», de una unidad orgánica, no se ve cumplida en la estructura episódica, que confiere mayor relieve a las partes164. El poema tampoco responde al tipo de epopeya cíclica, censurada tanto por Aristóteles como por Calímaco: la narración se circunscribe a una parte del mito, evita la prolijidad sobre una misma materia y su continuidad experimenta constantes rupturas. En fin, el poema no representa un nostálgico intento de revivir la epopeya tradicional, sino que se halla inmerso en las corrientes poéticas innovadoras de su época.
En efecto, las Argonáuticas presentan muchos puntos de confluencia con el programa poético de Calímaco165 y suponen una renovación del género épico en múltiples aspectos: la humanización de los personajes, el relieve de la temática amorosa, el realismo, la incorporación de los aitia, el tipo de narración selectiva y entrecortada, la variedad y el refinamiento estilístico, el arte alusiva, la erudición. Apolonio practica en diferentes niveles una recreación del modelo épico homérico. Así, el poema constituye una reescritura moderna, alejandrina, del género épico, una solución distinta al epilio, pero en la misma línea renovadora. Su imitación por los poetas latinos del círculo neotérico también apunta en ese sentido.
La cronología de Apolonio con relación a los otros dos grandes poetas alejandrinos, Calímaco y Teócrito, resulta controvertida. Teócrito trató dos episodios correspondientes a la leyenda argonáutica en sus idilios XIII (Hilas) y XXII (Dioscuros). Los lugares paralelos entre ambos autores parecen implicar que ha habido imitación, pero el análisis de los textos no ha permitido extraer una conclusión definitiva sobre el sentido de esta imitación y la prioridad de uno u otro poeta. Si se acepta una fecha tardía para la composición de las Argonáuticas, sería más lógico pensar en la prioridad de Teócrito166, cuyos idilios deben ser anteriores al 270 a. C. En todo caso hay sensibles diferencias en el tratamiento del mismo tema por ambos poetas, diferencias que responden al género literario y también a su arte poética.
En Teócrito la leyenda de Hilas es un ejemplo para ilustrar la fuerza del amor, que domina incluso a Heracles; se trata de un relato corto, de atmósfera bucólica, donde la expedición argonáutica proporciona sólo el marco. En Apolonio el rapto de Hilas ocupa el núcleo de una escala de viaje (I 1172-1272), con rasgos de escena típica, realismo descriptivo y una composición anular, pero el hecho esencial del episodio es el abandono de Heracles, eje de una amplia secuencia narrativa (I 1153-1357).
El combate de Ámico y Polideuces se caracteriza en Teócrito (XXII 27-134) por su variedad de registros: motivos bucólicos, descripción de Ámico, diálogo estíquico, descripción de los sucesivos asaltos. En Apolonio el episodio (II 1-163), descrito con mayor sobriedad y realismo, se compone de escenas construidas a base de simetrías y antítesis, donde el poeta despliega procedimientos típicamente épicos, como los símiles, que desempeñan una importante función en el relato y en la caracterización de los adversarios, o la escena típica de batalla (vv. 98-136)167.
Los paralelos entre las Argonáuticas y la obra de Calímaco son también importantes, en particular entre el canto IV y fragmentos del libro I de los Aitia relativos al regreso de los argonautas168. Tanto el Prólogo (frag. 1) de los Aitia como las dos elegías sobre Berenice (frag. 110 y Suppl. Hell. 254-269) deben ser posteriores al 247/246 a. C. Sin embargo, cabe pensar que parte de los Aitia circularan ya desde antes como elegías sueltas o como una primera colección, lo que limita el valor de aquéllas para la cronología169. El Himno a Apolo, cuyo final posee paralelos muy estrechos con el poema de Apolonio170, parece que también debe fecharse en torno a estos años. Para uno y otro caso la opinión más afianzada sostiene la prioridad de Calímaco171, en consonancia con una redacción tardía de las Argonáuticas. En todo caso, en el ambiente literario alejandrino la imitación alusiva de otros poetas era una práctica habitual.
D. PERVIVENCIA Y TRANSMISIÓN
1. Influjo y pervivencia
…y que estos cantos de año en año sean más dulces de cantar para los hombres (Arg. IV 1773-1775).
Así expresa el poeta, en la salutación final a los héroes, el deseo de un éxito perdurable para su obra. Mas su fortuna literaria ha sido en realidad diversa según las épocas.
El poema de Apolonio gozó de notable difusión en la Antigüedad, como lo prueba el número de papiros encontrados y las abundantes citas de la tradición indirecta. En el s. I a. C. fue traducido al latín por Varrón Atacino, versión de la que sólo nos quedan algunos breves fragmentos172. La obra de Apolonio constituyó la principal fuente para las epopeyas posteriores sobre el mismo tema: las Argonáuticas latinas de Valerio Flaco (finales del s. I) y las Argonáuticas Órficas173 (s. IV). Más tarde el poeta bizantino Mariano (s. V-VI) realizó una paráfrasis de las Argonáuticas en yambos174.
La influencia del poema fue considerable en toda la épica griega posterior: así en la Europa de Mosco y en la producción épica tardía, Quinto de Esmima, Nono de Panópolis, Trifiodoro, Coluto y Museo. La síntesis del mito reunida en la Biblioteca de Apolodoro también debe mucho a Apolonio. Asimismo, en Filóstrato el Joven (Descripciones de cuadros 7, 11) hay algunos cuadros míticos inspirados en él.
Entre los poetas latinos resulta patente su influencia sobre la Eneida virgiliana175, especialmente en la figura de Dido, modelada a partir de Medea, y en la incorporación de los aitia al relato épico, así como en determinados pasajes. También fue un importante modelo para el carmen LXIV de Catulo, el epilio sobre las bodas de Peleo y Tetis. Y entre la restante épica latina, la Tebaida de Estacio y la Farsalia de Lucano contienen ecos de las Argonáuticas. Otros poetas latinos reflejan influencia de Apolonio en su tratamiento de la historia de Medea176, como Ovidio en Metamorfosis (VII 1-403) y en Heroidas (VI Hipsípila a Jasón y XII Medea a Jasón), y Séneca en su célebre tragedia.
Entre los críticos antiguos la valoración del poema fue positiva. El autor del tratado Sobre lo sublime (33, 4) califica a Apolonio como poeta «impecable» (áptōtos), infalible en los detalles, aunque no alcance la altura y el gran genio de Homero. Quintiliano señala que, si bien Apolonio no es incluido por Aristarco y Aristófanes de Bizancio en el canon de los grandes poetas (porque era su contemporáneo), su obra no es despreciable y posee «un nivel medio homogéneo»177.
Por otra parte, la vasta erudición y las dificultades que ofrece el texto de Apolonio suscitaron ya desde muy pronto la aparición de glosas y comentarios al mismo: así puede verse en algunos papiros del s. I y II. En este sentido merece una mención especial la tarea filológica llevada a cabo entre los siglos I a. C. y II d. C. por Teón de Alejandría, Lucilo de Tarra y Sofocleo, cuyos hypomnḗmata están en la base del valioso corpus de escolios (y seguramente de las Vitae I y II) que hoy conservamos.
El conocimiento de la obra de Apolonio en el Occidente europeo tiene un eje fundamental en la Florencia del Quattrocento. Allí llegaron, procedentes de Constantinopla, dos de sus principales manuscritos. En 1423 G. Aurispa trajo el prestigioso cod. Laur. 32.9. En el mismo año F. Filelfo adquirió el códice que luego, en 1481, pasaría a formar parte de la Biblioteca Medicea con el nombre de Laur. 32.16. En ese ambiente cultural de la Florencia renacentista se fraguó también, en el último tercio del siglo, la primera traducción latina de las Argonáuticas, obra del humanista Bartolomeo della Fonte, que trabajó sobre una primera versión escolar de su maestro Andronico Callisto, el cual había introducido en sus clases la lectura y exégesis del texto apoloniano junto al homérico178. Y también allí se imprimió en 1496 la editio princeps de Apolonio en el taller de L. F. De Alopa.
El tema de los argonautas mantuvo su vigencia a lo largo de la literatura medieval desde Draconcio (Medea) hasta el propio Dante179. En época moderna cabe recordar una comedia de Lope de Vega (El vellocino de oro, 1623), un auto sacramental de Calderón (El divino Jasón), la Medea de Corneille (1635) en el teatro clásico francés, y los ecos del tema presentes en la obra de Goethe. Incluso en nuestro siglo la leyenda de los argonautas, Medea y el vellocino han sido objeto de diversos tratamientos literarios que reflejan un vivo interés por el tema: el poema de William Morris, The Life and Death of Jason (1867); la novela de Robert Graves, The Golden Fleece (1945), que puede leerse en traducción española de Lucía Graves (Barcelona, 1983); la Lunga notte di Medea de Corrado Alvaro (1949); la Medea de Alfonso Sastre (1963).
Pero, a pesar de la pervivencia del tema mítico, en realidad el poema de Apolonio ha tenido escasa difusión e influencia en la cultura literaria moderna y ha sido poco apreciado por la crítica, al contrario de lo que sucediera en la Antigüedad.
Tan sólo en el transcurso de nuestro siglo, especialmente en su segunda mitad y sobre todo a raíz del extraordinario impulso que han supuesto las ediciones de H. Fränkel y de F. Vian, un número creciente de estudios han contribuido a un conocimiento más profundo y una mejor valoración del poema de acuerdo con su calidad literaria, como queda patente en la bibliografía.
2. El texto griego y su transmisión
El texto de las Argonáuticas se nos ha transmitido en más de cincuenta manuscritos medievales y renacentistas180. Su testimonio es completado por un número considerable de papiros (más de treinta) de época romana181 y por una importante tradición indirecta182, en la que destacan las numerosas citas recogidas en obras de la filología bizantina, especialmente el Etymologicum Genuinum y el Etymologicum Magnum.
Los principales manuscritos se agrupan en tres familias:
Familia m:
Laurentianus Graecus 32.9 (L), el más antiguo (960-980) manuscrito de las Argonáuticas, que además contiene ricas glosas y variantes, así como abundantes escolios.
Ambrosianus Graecus 120 (A), de comienzos del s. xv, que también aporta algunas glosas y escolios.
Familia w:
Laurentianus Graecus 32.16 (S), que data de 1280.
Guelferbytanus Aug. 4° 10.2 (G), del s. XIV.
Familia k:
Scorialensis Graecus ∑ III 3 (E), de circa 1480-1485.
Algunos mss. de esta familia, también llamada cretense, reproducen un corpus de escolios (Parisinos), que procede de una reelaboración de los de L y A.
La editio princeps fue obra de J. Láscaris (Florencia, 1496). En los tres siglos posteriores se suceden diversas ediciones, algunas de ellas con traducción latina. Pero el primer intento de edición verdaderamente crítica se debe a R. F. P. Brunck (Estrasburgo, 1780). Notable fue también la de A. Wellauer (Leipzig, 1828), acompañada de escolios y de un index verborum. La editio maior de R. Merkel (Leipzig, 1854) ofrece un texto basado casi exclusivamente en el testimonio de L. Ya en nuestro siglo cabe destacar las de R. C. Seaton (Oxford, 1900) y G. W. Mooney (Dublín, 1912), esta última con comentario. La edición de H. Frankel (Oxford, 1961), que muestra una desconfianza excesiva con respecto a L, altera en demasiados lugares el texto transmitido. Por último, la excelente edición de F. Vian (París, 1974-1981), con traducción francesa de É. Delage y F. Vian, mantiene un ponderado eclecticismo en la valoración de los manuscritos y conserva preferentemente el texto transmitido frente a correcciones o conjeturas innecesarias.
Conviene reseñar también las ediciones parciales del canto I, a cargo de A. Ardizzoni (Roma, 1967) con traducción italiana y comentario; del canto III, a cargo de M. M. Gillies (Cambridge, 1928) con comentario, A. Ardizzoni (Bari, 1958) con traducción italiana y comentario, F. Vian (París, 1961) con comentario, y R. L. Hunter (Cambridge, 1989) con excelente comentario; del canto IV, a cargo de E. Livrea (Florencia, 1973) con traducción italiana y doctísimo comentario. En fin, la traducción italiana de G. Paduano (Milán, 1986) reproduce el texto de la edición de F. Vian con algunas discrepancias y aporta interesantes notas elaboradas por G. Paduano y M. Fusillo.
Aparte de los comentarios citados, para la comprensión del difícil texto apoloniano son muy útiles las voluminosas notas de H. Frankel (Noten..., Múnich, 1968), las interpretaciones críticas de G. Giangrande (Zu Sprachgebrauch..., Amsterdam, 1973) o de M. Campbell (Studies..., Hildesheim, 1983), el exhaustivo comentario al canto III de M. Campbell (Leiden, 1994-), y por supuesto las abundantes notas que acompañan a la edición de F. Vian.
3. La traducción
Hasta fecha reciente las Argonáuticas de Apolonio han sido difícilmente asequibles en traducción española. El prolífico humanista valenciano Vicente Mariner de Alagón, gran helenista que fuera director de la Real Biblioteca del Escorial, realizó en el s. XVII una versión latina del poema de Apolonio, que al parecer comenzó a imprimirse en Amberes y que hoy nos es desconocida183. Tres siglos después, el obispo mejicano Ignacio Montes de Oca y Obregón, de pseudónimo Ipandro Acaico, llevó a cabo una curiosa versión de los dos primeros cantos en octavas reales184, estrofa que Alonso de Ercilla había consagrado para la épica en La Araucana. En un volumen colectivo185 el jesuita R. Ramírez Torres ofrece una traducción completa del poema, nada desdeñable a pesar de algunas imprecisiones.
En todo caso, para la lectura en español de la obra de Apolonio ha sido primordial la versión de C. García Gual (Madrid, 1975)186, realizada sobre la edición de H. Fränkel. La traducción de M. Brioso (Madrid, 1986), basada ya en la edición de F. Vian, es fiel y muy precisa. Con posterioridad ha aparecido la de M. Pérez López (Madrid, 1991), que pretende ser una versión rítmica.
La presente traducción es literal y trata de reflejar en lo posible los matices del difícil texto griego. He querido incluso mantener en cierto grado el tono arcaizante y la concisión expresiva propios del original, aunque puedan producir un efecto de extrañamiento en el lector y exigirle mayor atención para la comprensión del texto.
Las notas no pretenden ser originales, en general son deudoras de una larga tradición filológica que arranca de los escoliastas antiguos. La omisión de esas fuentes no ha de verse por tanto como ingratitud, sino como afán de aligerar la carga erudita, ya de por sí abrumadora en el texto de Apolonio.
Para la traducción sigo el texto de la edición de F. Vian. No obstante, en algunos lugares me ha parecido mejor mantener el texto de los manuscritos frente a correcciones o conjeturas aceptadas por Vian. He aquí una tabla de las discrepancias: