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¿Era homosexual el rey David?

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Las mujeres del anciano

En 1993, durante una sesión del Parlamento israelí, y para defender los derechos de los homosexuales en el ejército, la diputada Yael Dayán dijo que el rey David había sido homosexual y que mantuvo una relación amorosa con el hijo del rey Saúl. Como era previsible, el escándalo estalló inmediatamente. Pero la idea no es nueva. Desde hace siglos, la estrecha afinidad que la Biblia muestra entre David y Jonatán fue vista como una historia de amor. Algunos exegetas modernos se han sumado a ese pensamiento, y los activistas por los derechos de los homosexuales suelen presentar al monarca judío como su figura emblemática. ¿Es esto así?

El rey David tuvo nueve esposas (2 Sam 5,13), varias concubinas (2 Sam 16,21) y numerosos hijos (2 Sam 3,2-5). Su debilidad por las mujeres era proverbial. Llegó a cometer uno de los peores pecados de aquel tiempo, como es el adulterio, por haberse encaprichado de su vecina Betsabé, y hasta ordenó la muerte de su marido para quedarse con ella (2 Sam 11). Incluso en su ancianidad le llevaban mujeres a su cama para reanimarlo (1 Re 1,1-3). ¿Podía un hombre así ser propenso a la homosexualidad?

El problema es que hay unas nueve escenas bíblicas que parecen apoyar esta teoría. ¿Cuáles son?

Un relámpago de amor

1) La primera vez que David y Jonatán se encontraron fue después de que el joven David, armado con una honda, derrotara al gigante Goliat. Con la cabeza del filisteo en la mano, David fue llevado como un héroe ante el rey Saúl. En ese momento, su hijo Jonatán lo vio, y dice la Biblia: «Entonces el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y lo amó como a sí mismo» (1 Sam 18,1). ¿Amor a primera vista?

2) Jonatán quedó tan extasiado con David que inmediatamente hizo una alianza con él: «Jonatán pactó una alianza con David, porque lo amaba como a sí mismo» (1 Sam 18,3). El autor recalca que fue el amor que le tenía lo que le llevó a hacer el pacto. ¿Fue esta una alianza conyugal, una ceremonia privada de matrimonio, como dicen algunos?

3) Las cosas se profundizan cuando a continuación tenemos una escena de desnudo: «Jonatán se quitó el manto que llevaba y se lo dio a David. También sus ropas, e incluso su espada, su arco y su cinturón» (1 Sam 18,4). ¡Muchos se sienten sorprendidos por este gesto de Jonatán!

4) En la escena siguiente, el rey Saúl, celoso por los éxitos militares del joven David, ordena a sus servidores y al mismo Jonatán que lo busquen y lo maten donde sea que lo encuentren. Entonces el narrador nos recuerda: «Jonatán [...] amaba mucho a David, y fue a advertirle: “Mi padre Saúl busca matarte. Huye y escóndete”» (1 Sam 19,1-2). ¡El amor de Jonatán por David es tan grande que traiciona a su propio padre, el rey, para salvar a su amigo! Y eso que él era el príncipe heredero del trono.

Tres veces arrodillado

5) David huyó y se ocultó en el desierto. Conociendo el sitio donde estaba, Jonatán fue a verlo a escondidas y le dijo: «Mañana trataré de ver qué quiere mi padre. Si busca hacerte daño, te lo diré para que huyas y te pongas a salvo» (1 Sam 20,11-13). El autor sagrado sigue mostrando cómo Jonatán arriesga su vida con tal de salvar la vida de David.

6) Después de averiguar que, efectivamente, David corre grave peligro, Jonatán vuelve a buscar a David en el desierto y le aconseja que escape. Pero antes hace con él un segundo pacto: «Entonces Jonatán hizo una alianza con la casa de David [...] Y juró de nuevo a David, por el amor que le tenía. Porque lo amaba como a sí mismo» (1 Sam 20,16-17).

7) La despedida es con besos y lágrimas: «David se arrodilló tres veces; después los dos se besaron y lloraron juntos» (1 Sam 20,41).

8) Durante este tiempo de separación, Jonatán solía visitarlo en su escondite secreto, porque David estaba asustado. A través de esos encuentros le daba ánimo y lo reconfortaba. En una ocasión renovaron por tercera vez la alianza que habían hecho entre ellos (1 Sam 23,15-18). Fue la última vez que se vieron.

9) Poco después, mientras David estaba refugiado en Sicelag, le llegó la terrible noticia: el rey Saúl, Jonatán y sus hermanos habían muerto en una batalla contra los filisteos. David, entonces, compuso un canto fúnebre, considerado la evidencia textual más clara de su presunta homosexualidad: «¡Cómo han caído los héroes en medio del combate! ¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido. Por ti, lleno de angustia. Jonatán, hermano mío muy querido. Tu amor para mí era más precioso que el amor de las mujeres» (2 Sam 1,25-26).

Caminos intransitables

Estos son los nueve textos bíblicos que suelen citarse para hablar de la homosexualidad de David. Y sobre ellos los estudiosos mantienen un áspero debate, polarizado en dos posturas irreconciliables.

Para unos, las escenas solo describen una fuerte amistad entre ellos. Pero esta opinión no resulta convincente. El apego de Jonatán hacia David, sus insistentes gestos de entrega y sus reiteradas alianzas son una evidencia demasiado clara de que el príncipe no quiere ni puede vivir sin David. Evidentemente, aquí hay algo más que una simple amistad.

Para otros, los textos esconden una relación amorosa, un romance entre ambos personajes que evidencia la homosexualidad de David. Pero esta interpretación tampoco es aceptable. Para la Biblia, el rey David es el más grande héroe que hubo en la historia de Israel. Con sus luces y sombras, fue el monarca más amado por Dios (Sal 89,21-30) y el ejemplo del gobernante perfecto (Sal 78,70-72), del cual se esperaba que descendiera el futuro Mesías (Mc 11,10). ¿Cómo es posible que la Biblia pudiera conservar unos textos que reflejaran su homosexualidad, algo abominable en aquel tiempo y castigado con la pena de muerte (Lv 20,13)?

Lo que nadie había visto

Estas posturas han llevado a la investigación bíblica a un punto muerto. Por eso hoy se ha avanzado a una tercera salida que quizá sea la más sensata: esas escenas no revelan una amistad (primera postura) ni un amor erótico (segunda postura), sino una estrategia política. Veámoslo.

El autor bíblico describe desde un principio a Jonatán con rasgos muy masculinos para la época. Lo presenta como un héroe militar (1 Sam 13,2), intrépido (1 Sam 13,3), valeroso (1 Sam 14,1), autor de proezas asombrosas (1 Sam 14,4-14), armado con tecnología avanzada (1 Sam 13,22), admirado por el ejército (1 Sam 14,45), más competente que su propio padre (1 Sam 14,29-30) y preparado para heredar el trono de Israel.

Pero, de pronto, irrumpe en escena David venciendo al gigante Goliat. Era una hazaña increíble, casi sobrenatural. Ningún otro guerrero habría podido hacerlo. Entonces Jonatán queda impresionado y se da cuenta de que está frente a un elegido de Dios, a un protegido divino. En otras palabras: para el narrador bíblico, Jonatán ha descubierto aquello de lo que nadie se había dado cuenta: que la mano de Dios estaba con David, y que lo había elegido como futuro rey de Israel. Sería, pues, inútil oponerse a la voluntad divina. Entonces decide elaborar una estrategia para ganarse sus simpatías y asegurar su supervivencia. Si ahora leemos los textos mencionados desde esta perspectiva, veremos que tienen otro sentido.

Amor no correspondido

Cuando Jonatán ve por primera vez a David, después de que este venciera al gigante Goliat, se dice que «lo amó como a sí mismo» (1 Sam 18,1). Pero no se trata necesariamente de un dato afectivo. En hebreo, el verbo «amar» (ahab) también tiene un significado político: expresa la fidelidad de alguien sometido a otro, la lealtad que se le debe a aquel con quien se ha hecho una alianza. Por ejemplo, la Biblia dice que «Jirán [rey de Tiro] amó siempre a David» (1 Re 5,15). Pero Jirán y David no se conocieron. No hubo, pues, cariño entre ellos. Lo que el texto indica es que Jirán fue siempre fiel a la alianza acordada con David. La misma idea encontramos en otros textos orientales. Por ejemplo, en el tratado del rey asirio Asarhadón con sus príncipes vasallos leemos: «Amarás a Asurbanipal, rey de Asiria, como a ti mismo» (líneas 266-268). Aquí el «amor» expresa la lealtad del vasallo al rey. También en las llamadas cartas de Amarna (Egipto) leemos: «Yo amo a mi señor el rey».

Por tanto, según esta mirada, cuando la Biblia habla del «amor» de Jonatán a David, lo que pretende es mostrarlo como vasallo que reconoce su sumisión. Por eso su amor no aparece como recíproco. Nunca se dice que David ame a Jonatán. Solo se habla del amor de Jonatán a David. Porque es Jonatán quien reconoce a David como su superior, no al revés.

Maquinaciones ocultas

Ese «amor», de naturaleza política, es el que lleva a Jonatán a hacer un pacto político: «Jonatán pactó una alianza con David, porque lo amaba como a sí mismo» (1 Sam 18,3). No se trataría, pues, de una alianza conyugal, como se ha especulado, sino de un acuerdo político.

Por eso, a continuación, Jonatán se desviste ante David. Como él era el príncipe heredero, se despoja de los signos de su autoridad y se los transfiere a él. En la Biblia, la ropa simboliza a la propia persona. Y Jonatán, como futuro sucesor del trono, no usaba ropas comunes, sino un atuendo real, con armas especiales. Entregarle esto a David es un acto de abdicación: reconoce que David será el siguiente rey en lugar de él.

En la escena siguiente, Jonatán se entera de que su padre quiere matar a David y corre a advertirle para que huya. Nuevamente está pensando en su propio interés. Para el autor bíblico, Jonatán sabe que Dios ha elegido a David como futuro rey y que la dinastía de su padre va a desaparecer. Por eso prefiere mantener su fidelidad a David (otra vez se dice: «Le amaba mucho») y no a su padre. Ayudando a salvarlo quiere asegurarse un lugar en la futura corte davídica.

Un seguro de vida

Esto se ve con más claridad a continuación, cuando por segunda vez Jonatán ayuda a escapar a David. Antes de separarse le pide renovar la alianza que habían hecho. Jonatán está preocupado y teme que David no cumpla con su juramento. Esto queda confirmado por las dos peticiones que le hace para cuando sea rey: que no lo mate (1 Sam 20,14) y que no elimine a sus descendientes (1 Sam 20,15).

¿Por qué insiste Jonatán? Porque en el antiguo Oriente, cuando subía al trono un rey de otra dinastía, inmediatamente exterminaba al príncipe heredero y a sus familiares, para evitar posibles reclamaciones del trono. Jonatán, el legítimo heredero, teme que esto ocurra. Por eso le recuerda a David que han hecho una alianza de protección mutua.

El relato describe claramente la ansiedad de Jonatán por su futuro. En todo momento se dirige a David como si ya fuera el rey, a pesar de que él seguía siendo el legítimo heredero. Así, el autor bíblico quiere mostrar cómo Jonatán ya ha renunciado al trono y está definitivamente sometido a David. Por eso reclama garantías para él y sus hijos.

Promesas de monarquía

La escena de los besos de despedida también ha servido para resaltar la homosexualidad de David. Pero, en realidad, no se trata de una escena erótica. El verbo «besar» (en hebreo, nashaq) aparece 35 veces en el Antiguo Testamento, y solo 4 aluden a un beso romántico. Las demás solo describen el saludo típico de la cultura oriental, muchas veces entre hombres. Así, vemos que Jacob besa a Isaac (Gn 27,27), Aarón a Moisés (Ex 4,27), Samuel a Saúl (1 Sam 10,1) y Joab a Amasá (2 Sam 20,9) sin ninguna connotación sexual. Por tanto, el beso entre David y Jonatán no puede interpretarse en ese sentido.

Llegamos así al último encuentro entre los amigos. David está escondido en el desierto, asustado, y Jonatán va a buscarlo para darle ánimos. Sabe que se arriesga demasiado, porque su gesto constituye una rebelión contra su padre. Pero no lo hace por cariño hacia David, sino por su propio beneficio. Aprovechando la difícil situación en la que se encuentra David, intenta arrancarle una última promesa: «Le dijo: “No temas, porque la mano de Saúl, mi padre, no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel. Y yo seré tu segundo”» (1 Sam 23,17).

Por primera vez Jonatán le asegura a David que será el próximo monarca, dejando definitivamente aclarado que renuncia a sus derechos como heredero. Pero le pone una condición: quiere ocupar el segundo puesto en la futura administración del reino. Jonatán parece sugerir la posibilidad de que ambos gobiernen juntos. El texto no trae la respuesta de David. Solo dice que a continuación ambos concluyen una tercera y última alianza (1 Sam 23,18).

Corrigiendo la canción

Pero el plan de Jonatán de servir a David como virrey nunca se concretó, ya que poco después llegó la infausta noticia de su muerte y la de su padre durante una batalla. Fue entonces cuando David compuso su famosa elegía: «Jonatán, hermano mío muy querido. Tu amor para mí era más estimado que el amor de las mujeres» (2 Sam 1,26).

Este versículo ha hecho correr ríos de tinta, y para muchos es la prueba contundente de la homosexualidad de David. Pero resulta extraño que David, que jamás expresó sentimiento alguno hacia Jonatán, revele ahora tan profundo afecto por él. Por eso los biblistas sostienen que hay que corregir la traducción. La preposición hebrea le puede significar tanto «para» como «por». Entonces, en vez de leer «tu amor para mí» (donde David reconoce que amaba a Jonatán), habría que leer «tu amor por mí» (donde David reconoce que Jonatán le amaba a él). Con esta frase, David reconoce que la lealtad de Jonatán le ha sido más útil en su carrera política que el amor de las mujeres. En aquel tiempo, muchos llegaban a reyes casándose con reinas o princesas reales. El amor de las mujeres era un medio político para escalar posiciones. David no lo necesitó. Llegó al trono por su alianza con Jonatán, que renunció a sus derechos reales. El amor de Jonatán, es decir, su devoción política, le brindó más beneficios que los que le habría dado una mujer regia.

Creer de un modo increíble

Si David y Jonatán hubieran sido amantes, para nosotros no tendría nada de malo. Pero no se trata de leer en la Biblia lo que nos parece, sino lo que el autor quiso decir. Y la historia de David y Jonatán es, sin duda, una leyenda popular creada para explicar cómo un pastor humilde y desclasado llegó contra todo pronóstico a ser rey de Jerusalén. No bastaba con decir que Jonatán había muerto. Había que justificar por qué David lo reemplazó. Y esta leyenda explicaba aquella anomalía. Decía que el propio Jonatán lo había querido, porque entendió que Yahvé había predestinado a David para esa misión.

Es poco creíble que Jonatán hubiera renunciado al trono para entregárselo a David. Basta ver cómo, en la batalla final contra los filisteos, aparece luchando junto a su padre, a quien nunca en realidad abandonó. Pero eso al autor bíblico no le importaba. Lo que quería era ofrecer una explicación teológica del reinado de David en Jerusalén.

Pero esta leyenda nos deja también un mensaje a nosotros: cuando alguien descubre una misión en la vida, como hizo David, por inalcanzable que parezca, no debe renunciar a ella, aunque su origen, sus limitaciones y su propio entorno intenten desalentarlo.

Cuentan que una joven había tomado clases de danza en su infancia y deseaba llegar a ser la primera bailarina de ballet. Cierto día llegó a su ciudad una compañía de baile y, para conocer si tenía condiciones, después de la función habló con el director y le contó sus inquietudes. Este le dijo: «Veamos. Hazme una demostración». Ella danzó unos segundos, pero él movió la cabeza y dijo: «No, no tienes condiciones». La joven, frustrada, llegó a su casa, guardó las zapatillas y nunca más bailó. Años después, al final de una función de ballet, volvió a encontrarse con el viejo director. Ella le recordó aquel encuentro y dijo: «Hay algo que nunca entendí. ¿Cómo supo ese día que yo no tenía talento para el baile?». Él respondió: «Ese día casi ni te miré; te dije lo que les digo a todas». Ella se enfureció: «¡Es terrible! Arruinó usted mi vida. Yo podía ser ahora una gran bailarina». «No creo –respondió él–, si hubieras tenido una verdadera vocación, no habrías hecho caso a lo que te dije».

Vivimos culpando a los demás de nuestros fracasos. Creemos que los otros son los causantes de nuestra infelicidad, porque no nos apoyan, nos desalientan y frustran. Pero quizá somos nosotros los que no nos tenemos la suficiente confianza. No creemos en nuestra propia capacidad. Y eso permanentemente jugará en nuestra contra. Por eso dijo muy bien un sabio: «Siempre habrá personas que duden de ti. Solo asegúrate de que esa persona no seas tú».

PARA CONTINUAR LA LECTURA

PAGÁN, S., El rey David: una biografía no autorizada. Tarrasa, Clie, 2013.

Nuevos enigmas de la biblia 2

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