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La tumba abandonada

He ido a visitar la Ciudad de los Muertos. Mansión de paz, de recuerdos, de silencio y de olvido. Me he detenido ante un mármol invadido por el polvo y las malezas, se ve que hace mucho tiempo que ninguna mano piadosa llegó hasta él para limpiarlo. Alcanzo a leer un nombre, y debajo de él, estas palabras: “Vives en mí”- Elisa.

Tres palabras que en su significado encierran un mundo. ¿De la esposa o de la novia? Tumba hoy olvidada, quiero ofrendarte una flor en nombre de quien grabó sobre tu lápida esas tres palabras que sin duda fueron dictadas por el dolor y la congoja… quizás ella también partió hacia el misterio de la nada, y es por eso que a esa lápida la cubre el polvo, la maleza y el olvido…

¡Ni siquiera una flor seca! Se ve que hace mucho tiempo que estás solo; que no ha rozado tu piedra el murmullo de una plegaria y menos aún la del llanto. ¡Ni siquiera una flor silvestre te acompaña! De esas flores que nacen solas en todas las tumbas. Pero la tierra de la tuya está reseca. ¡Debe hacer mucho que no recibe la caricia de una lágrima!

Duerme tranquilo… me voy despacio, como si temiera despertarte de tu sueño. No despiertes, no. Los muertos no deben despertar. A lo mejor tu Elisa, la que ayer bañara en lágrimas cada una de las letras de su dedicatoria, goza hoy, en brazos de otro, los placeres ficticios de la vida…

Me voy, dejándote esa flor como recuerdo… me voy despacio… sigue durmiendo…

Pensamientos de ayer y hoy

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