Читать книгу Discursos IV - Arístides - Страница 10

Оглавление

XVIII. MONODIA POR ESMIRNA

¡Oh Zeus!, ¿qué voy a hacer? ¿Acaso debo callar cuando [1] Esmirna yace muerta? ¿Participo de una naturaleza dura como el acero, o tanta es mi fortaleza? ¿Pero debo lamentarme? ¿Qué armonía compondré, o qué resolución tomaré? Pues si todas las voces de los griegos y los bárbaros, tanto las de aquellos que ahora están en la tierra como las de aquellos otros que han vivido a lo largo del tiempo, digo que si todas estas voces se reuniesen habrían sido insuficientes para hacerse cargo únicamente de esta desgracia, y no digamos para salvar su dignidad. ¡Ay de mí, que he visto y escuchado la mayor desgracia entre las grandes! ¡Oh tiempo que todo lo mudas!, ¡qué ciudad has destruido después de idearla y fabricarla! ¡Todo es tan diferente a lo [2] que fue! Sus antigüedades fueron los coros de Curetes, la crianza y nacimiento de los dioses, los Pélopes que cruzaron el mar Egeo partiendo desde aquí, el Peloponeso como colonia, Teseo como fundador de los lugares situados al pie del Sipilo, los vástagos de Homero, 〈y sus méritos recientes〉 los campeonatos, los trofeos, las victorias conseguidas en alianza con los gobernantes 1 ante todos los pueblos, y las exposiciones de hombres elocuentes que la calificaban como la más bella de todas las ciudades 2 .

[3] Y en verdad, todo lo que se podía ver superaba a cualquier descripción que se diese. Al aproximarse, inmediatamente se observaba un resplandor hermoso y las proporciones, medidas y estructuras de sus dimensiones, como si fuese propio de una singular armonía. Sus pies firmemente asentados en las orillas, puertos y bosques; su porción central elevándose sobre la llanura tanto cuanto dista de la cumbre; su extremo meridional que se va elevando poco a poco, terminando todo por igual imperceptiblemente en la [4] acrópolis, que sirve de atalaya sobre el mar y la ciudad. El resplandor que se levantaba sobre toda la ciudad no podría ser expresado con palabras ni podría ser apreciado fielmente con la vista, sino que se escapaba sin saber cómo, pero inspiraba siempre el deseo de comprenderlo. Este no echaba a perder nuestra visión, como decía Safo 3 , sino que la acrecentaba, la alimentaba, la regaba con alegría, no de la misma manera que a la flor del jacinto, sino como algo que nunca antes ni la tierra ni el sol dejaron ver a los hombres. [5] Y de la misma manera que una estatua cincelada en bulto redondo ofrece una perspectiva completa cuando se la rodea, así para ti, que antes fuiste la más encantadora de la ciudades pero que ahora (has sufrido una ruina y muerte) intempestiva, siempre quedaba alguna nueva perspectiva desde otro lado diferente (que) además siempre (permitía contemplar) la más bella imagen tan pronto como se hacía visible ante quien se hubiese colocado enfrente 4 ; y era igual desde los suburbios como desde los estrechos, el golfo, el mar y la tierra.

¿Cuántas relaciones y visitas a la ciudad provocaron [6] hartazgo en los hombres? ¿A qué otra ciudad se permitieron acercarse tanto? ¡Oh fuentes, teatros, avenidas y calles cubiertas o al aire libre! ¡La belleza de esa magnífica plaza! ¡Los caminos que reciben su nombre del oro y de los ritos sagrados 5 , en cada cuadrado como un ágora! ¡Oh muelles, que deseáis el abrazo de vuestra queridísima ciudad! ¡La indescriptible belleza de sus gimnasios! ¡Los encantos de los templos y recintos sagrados! ¿En qué lugar de la tierra os habéis hundido? ¡Los monumentos de la costa! ¡Todos aquellos sueños! ¿Qué manantiales de lágrimas dan [7] abasto para tal desastre? ¿Qué sinfonías y cantos de orfeones bastarán para llorar la ciudad de hermosos coros, cantada en innumerables himnos y tres veces deseada por los hombres? ¡La ruina de Asia! ¡Ay de las restantes ciudades! ¡Ay de toda la tierra, de todo el mar tanto el que está dentro como el que está fuera de Gades 6 ! ¡Ay de la esfera de estrellas! ¡Ay de Helio que todo lo ve! ¡Qué espectáculo ha tenido que soportar! Un juego de niños fue el saco de Troya, un juego de niños fueron las dificultades de los atenienses en Sicilia 7 y la destrucción de Tebas 8 , y la pérdida de ejércitos, el ocaso de ciudades, y todas las otras cosas que el fuego, la guerra y los terremotos habían ejecutado hasta ahora. ¡Ay de ti, que antes eclipsaste a todas las demás ciudades con tu belleza y tu cultura, y que ahora has eclipsado la ruina de Rodas 9 ! Tú estabas destinada a hacer cantar a los griegos: «más infortunados fueron los segundos» 10 .

[8] ¡Un día de sacrificios expiatorios para todos los congéneres, un día nefasto para todos los griegos! ¡Qué cabeza ha arrebatado al linaje, qué ojo ha vaciado! ¡Joya de la tierra! ¡Teatro de la Hélade! ¡Vestido de las Ninfas y Gracias! ¡Ay de mí que he sufrido todas estas desgracias! ¿En qué lugar de la tierra cantaré mi monodia ahora? ¿Dónde está mi Salón del Consejo? ¿Dónde están las agrupaciones de jóvenes y ancianos?, ¿y sus aplausos, que todo me lo dieron? Una vez hubo una ciudad en el Sipilo que, según la leyenda, se hundió en el lago. ¡Esmirna, cuánto tiempo hace que se te cantó el preludio! ¡Qué fortuna has heredado, la que menos te convenía!

[9] Ahora es necesario que todas las aves que anuncian el porvenir se lancen al fuego 11 —un fuego que la ciudad procura abundante—; es necesario que todo el continente se mese los cabellos —su bucle se ha perdido absolutamente —; es necesario que ahora los ríos manen lágrimas, que los barcos zarpen con velas negras 12 . ¡Ay del Meles, que fluye por un yermo! Estos presentes cantos replican a los antiguos: la oda de los cisnes y el coro de ruiseñores, 〈mientras que nosotros tenemos la oportunidad de〉 lamentarnos 〈por su ausencia〉. Y en verdad, si las Górgonas 13 hubiesen estado vivas, no habrían llorado ni por Medusa 14 ni por su ojo, sino por el de Asia. ¿Existe algún Bósforo, algunas [10] Cataratas, algún Tarteso, oh divina ciudad, a donde no haya llegado tu fama? ¿En qué Masalia o en qué Borístenes el dolor se detuvo? ¿Hay algún griego que viva tan alejado de Grecia, o hay algún bárbaro tan indómito e invencible por los dardos y hechizos de Esmirna, que no la ame aunque sólo la conozca de oídas, y que no sufra ante estas noticias? Se dice que las Helíades, llorando a su hermano, al morir transformaron sus naturalezas en álamos y solidificaron sus lágrimas en ámbar 15 . Ahora es el momento para que estos árboles lloren por ti, la más agradable de las ciudades.

SUBSCRIPCIÓN : Fue compuesta en el mismo momento en el que llegó la noticia.


1 Los romanos, cf. XIX 13.

2 Por ejemplo ESTRABÓN , XIV 646.

3 SAFO , frag. 94 y 127 b.

4 El texto está gravemente corrupto.

5 La avenida Dorada que únicamente se cita en E. ARISTIDES XVIII 6, y la Vía Sacra.

6 Extremo retórico del mundo por Occidente.

7 La expedición ateniense contra Sicilia en 413 a.C.

8 La ciudad de Tebas se sublevó tras la muerte de Filipo y Alejandro se vio obligado a tomarla por las armas en 335. Sus habitantes fueron vendidos como esclavos y la tierra de la ciudad repartida entre los vecinos.

9 El terremoto que destruyó la ciudad de Rodas es recordado con viveza en XXV.

10 Es la inversión de uno de los proverbios favoritos de Aristides, cf. XXIV 59, XX 23 y XXVI 101.

11 El sentido de esta frase es oscuro. Quizás se están indicando que las aves utilizadas para los augurios deberían castigarse a sí mismas por haber anunciado lo que se hizo realidad.

12 Como signo de desgracia. Los barcos que llevaban a Creta la ofrenda de jóvenes atenienses para el Minotauro enarbolaban un velamen de luto. PLUTARCO , Teseo 17, 4.

13 Las tres hijas monstruosas de Forcis y Ceto. Dos de ellas eran inmortales, Esteno y Euríale, mientras que no lo era Medusa; cf. A. RUTZ DE ELVIRA , Mitología clásica , págs. 45-46.

14 Medusa fue muerta por Perseo; cf. A. RUIZ DE ELVIRA , Mitología clásica , págs. 157-158.

15 Las Helíades son hijas del Sol y de Clímene, y hermanas de Faetón. A la muerte de éste se transforman en álamos; cf. OVIDIO . Metamorfosis II 340-66; A. RUIZ DE ELVIRA , Mitología clásica , págs. 446-447.

Discursos IV

Подняться наверх