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LIMINAR

Miguel Hernández es hoy, a las puertas de su centenario (1910-2010), un autor de muy amplia aceptación lectora y muy valiosa atención crítica. Esa doble recepción –por parte de lectores, por parte de críticos– supone un significativo reconocimiento de quien es –para decirlo con certeras palabras de Carlos Bousoño– el «poeta más dotado de su grupo, el de mayor ingenio lingüístico, el de más temblorosa, humana emoción», y cuya obra representa una de las más altas cimas de nuestra lírica moderna.

Y se trata de una obra, además, en la que –como en muy pocos ejemplos– vida y creación van estrechamente unidas. La creación sentida, día a día, con apasionada vocación, y vida hecha pasión que se transmuta en acabada realidad artística. Una existencia –hay que subrayarlo– conmovida y llevada por oscuras fuerzas trágicas, y asumida siempre con ejemplar entereza humana, con radical autenticidad.

Esa obra, desarrollada con trabada coherencia en poco más de una década, presenta, por otra parte, otro importante valor, y es que acierta a interpretar y representar –quizás como ninguna de su tiempo– los signos de una época dinámica y compleja, abriendo a su vez renovadoras líneas de sentido en la lírica española del momento (y con enorme repercusión hacia el futuro).

Se trata de esa etapa que Cano Ballesta selló, con título de éxito, «entre pureza y revolución», y que, propiamente, viene marcada por la tensión entre una poética que se cierra de modo culminativo (la guiadora del unitario tronco de tradición simbolista y sus ramas) y otra que emerge, de signo «rehumanizador», con un decir poético de base realista o de razón histórica que tiene su foco cosmovisionario en el hombre «situado» en el mundo, enmarcado por unas concretas coordenadas espaciotemporales, y cuyo tema esencial –como señaló Aleixandre– va a ser «el cántico inmediato de la vida humana en su dimensión histórica». Una poética, en fin, que alcanza luego toda su dimensión en los «libros de guerra», y en la lírica existencial y testimonial de posguerra.

Pues bien, en tan significativas fechas hernandianas, el presente volumen –como su subtítulo subraya– pretende ser una aportación a la ya vasta e importante recepción crítica de tan decisivo autor, de tan fecunda obra. Una aportación que, con la colaboración valiosa de muy destacados especialistas, quiere ofrecer una visión del trabajo creador de Miguel Hernández –en su poesía, en su teatro–, y de aquel aspecto de su vida –las relaciones literarias y de amistad– que él sintió tan honda, tan entrañablemente.

Para dar esa visión de su obra, hemos seleccionado, de modo principal, estudios que respondiesen a perspectivas o enfoques que la crítica –por lo menos hasta el momento– menos ha considerado. De ahí, por ejemplo, el estudio en su poesía de los ejes temáticos (y su razón articuladora y unitaria), de las claves de la modalización lírica o de la tipología del soneto a la luz de varios esquemas formales; y, en cuanto al teatro, la innovadora propuesta sobre los signos miméticos y sacrificiales como caracterizadores de su dramaturgia. No podían faltar además, en este compendio, unas aportaciones –no menos iluminadoras– sobre las fuentes formativas hernandianas, sobre llamativas correspondencias temáticas y topoi y sobre la tan notable presencia de su palabra poética en la lírica española posterior, para la que representó, sin duda, un modelo estético y ético.

Se recogen en este volumen trabajos que ya estaban publicados y otros inéditos, preparados expresamente para esta ocasión. Los publicados han sido revisados de nuevo y, en su caso, ampliados para figurar en el presente compendio. Vaya nuestra gratitud a los autores, pues, por su dedicación y colaboración desinteresada.

Ya por último, he de expresar también mi agradecimiento al profesor Antoni Furió, director de Publicacions de la Universitat de València, por su atención y generosa aceptación, desde el primer momento, del proyecto hernandiano.

Y cerramos estas palabras liminares con el sentido deseo de que las páginas que aquí y ahora se presentan sean un digno reconocimiento y homenaje a quien quiso hacer siempre de su palabra un enaltecedor canto de amor, de vida, de libertad y de solidaridad entre los hombres.

ARCADIO LÓPEZ-CASANOVA

Universitat de València

La lengua en corazón tengo bañada

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