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EL VIAJERO VALIENTE María Vela Zanetti

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Permitidme, que a cambio de este ensayo muy «particular» titulado NoDiseño, comience y comparta yo ahora con Baruc Corazón Brabo su viaje minucioso, bien documentado y arriesgado, ofreciéndole unas palabras de aliento y gratitud, que no son mías, pero que ejercerán como un volátil paréntesis, antes de entrar en ¿combate? o, sencillamente, en materia. La materia de la que está hecho este libro suyo, es toda una vida dedicada a la moda, al diseño, y al arte de vivir de acuerdo con sus exigencias intelectuales y vitales, por mucho que las profesionales a veces te distraigan de lo verdadero. Estas dos citas son sólo para sus ojos, así que podéis saltároslas. Un un poco largas, aviso. Luego vuelvo.

Encontrado en el libro de Gaëtan Gatian de Clérambault, Passion érotique des étoffes chez la femme (1908):

«Nos gusta pasar la mano por «les fourrures»; querríamos que la seda escapase o se escurriese por sí misma, como un pequeño ratón, hasta llegar al fondo de nuestra mano. Las pieles piden una caricia activa sobre su modelo: la seda, en cambio, acaricia con suavidad uniforme una epidermis que se manifiesta especialmente pasiva; luego, por así decir, ella revela un cierto nerviosismo en sus pliegues y en sus gritos. Sí, la seda grita».

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Encontrado entre los artículos que Joseph Roth escribió en el Neue Berliner Zeitung, el 31 de mayo de 1921:

El Paraguas

«Anteayer por la noche llovió. El asfalto de la Kurfürstendamm estaba resbaladizo y una mujer cruzó corriendo la calle con el paraguas abierto, se tropezó, pasó un coche y la atropelló. Su paraguas quedó abandonado en el pavimento; la gente corrió hacia el lugar del accidente para socorrerla. Que no le había sucedido nada sólo se supo una vez que pudieron llevarla al café. Pero, antes de saberlo, mientras aún yacía en el suelo, ensangrentada en la imaginación de todos los transeúntes que habían presenciado el accidente, y quizá hasta amputada, un hombre tuvo presencia de ánimo suficiente para recoger el paraguas de la mujer accidentada y robárselo. Nunca había creído que la bondad de la gente pudiera superar su egoísmo. Pero el incidente del paraguas me convenció de que la bajeza es más grande aún que la curiosidad, y de que no es difícil quitar a un moribundo la almohada y malvender las plumas en la primera esquina. En cualquier caso la mujer, que había salido ilesa, lloró la pérdida del paraguas sin alegrarse de haber tenido la suerte de conservar los miembros. Como puede verse, hay dos tipos de personas: las malvadas y las estúpidas».

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He escogido estos textos, aparentemente fuera de lugar, porque para mí expresan hasta qué punto un abrigo de leopardo o un simple paraguas, ambos y cada cual a su manera, son perfectos ejemplos de cómo los individuos de cualquier clase, época, educación o rango, vivimos apegados a lo material, ya se trate de una obra de arte, un artefacto o un capricho. Lo sabíamos y lo esperábamos. Venía sucediendo sin avisar, asuntos intangibles que brillan, marean y enriquecen hasta la nausea a una no pequeña parte del ¿negocio? De hecho, en este libro que cubre más de un siglo, encontraréis tema para pensar: cómo nuestra propia existencia se desarrolla, por así decir, pegada a algo definitivamente ajeno ya a la conciencia y sin embargo imprescindible para nuestro desarrollo vital.

En este ensayo de Baruc, él va guiándonos con precisión y con total sentido de la justicia, pero con melancólico desengaño también, por los caminos de la moda, su industria, el asalto de las corporaciones, sus trampas y aciertos, sus avances tecnológicos y el zarpazo definitivo, al menos para mí, y tal vez para él, de la era de los algoritmos. «Algoritmo», he de confesar, es una palabra que me cuesta decir en voz alta. Yo suelo, sin reparar casi, entonar una «r» fuerte, o doble, cuando en realidad lo correcto es pronunciarla como si fuese el ala de un pájaro que pasaba por allí. El pájaro de cuenta se llama Internet.

Esta clase de dudas, me dejan un poco fuera de juego. A mí, y a tanta gente, que hemos disfrutado de la moda y de las marcas; adorado a John Galliano o a Margiela, y, que sin darnos cuenta, hemos entrado al trapo del low cost. Y también, a la ligera, enterrado esas petites mains, que es como se llamaba en los talleres de Alta Costura a las mujeres que cosían y bordaban: Dios las bendiga.

El desenlace humanista de lo que nos va poniendo ante los ojos Baruc, es, porque él lo lleva en la sangre, lo que llama «CCC» , es decir, el relato, el poder siempre educador del cuento o la Creencia Común Compartida. No os perdáis esa coda que en parte resuelve su vida y sus contradicciones y que se desarrolla en «La manada» el último capítulo, de momento. Este libro está escrito a cara descubierta y finaliza con una íntima confesión sencilla y rotunda. A mí, al menos, este cuento me ha vuelto a poner en órbita otra vez. Pero, antes, sin prisa, es necesario recorrer todas y cada una de estas páginas que van acompañadas por una sustanciosa bibliografía.

Hasta aquí llego, y por haberme dado la ocasión de pensar y disfrutar, le doy las gracias: TOUCHÉ.

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