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En esta última demostración he querido mostrar la existencia de Dios a posteriori para que se percibiese más fácilmente la demostración, pero no porque la existencia de Dios no se siga a priori de ese mismo fundamento. Pues como poder existir es potencia, se sigue de ello que cuanta más realidad compete a la naturaleza de una cosa, tantas más fuerzas tiene de por sí para existir y, por tanto, que el Ente absolutamente infinito, o sea, Dios, tiene por sí una potencia absolutamente infinita de existir, y que, por ello, existe absolutamente. Sin embargo, tal vez muchos no puedan ver fácilmente la evidencia de esta demostración, pues están acostumbrados a considerar tan solo las cosas que fluyen de causas externas. Y de entre ellas, ven que también perecen fácilmente las que se producen rápidamente, esto es, las que existen con facilidad. Y, por el contrario, juzgan que son más difíciles de hacer, esto es, que no llegan con tanta facilidad a existir, las cosas a las que conciben que compete más [realidad]. Pero para que se liberen de estos prejuicios no necesito mostrar aquí con cuánta razón es verdadera la afirmación lo que pronto se hace pronto perece, ni tampoco si, con respecto a la totalidad de la naturaleza, todas las cosas son igualmente fáciles o no lo son. Sino que es suficiente con señalar que yo no hablo aquí de las cosas que se hacen en virtud de causas externas, sino solo de las sustancias, que (por la proposición 6) no pueden ser producidas por ninguna causa externa. Pues las cosas que se hacen en virtud de causas externas, ya consten de muchas partes, ya de pocas, deben cuanta perfección o realidad tienen a la virtud de la causa externa y, por tanto, su existencia se origina de la sola perfección de la causa externa, pero no de la suya. Por el contrario, nada de lo que una sustancia tiene de perfección se lo debe a causa externa alguna, por lo que también su existencia debe seguirse de su sola naturaleza, la cual, por tanto, no es ninguna otra cosa que su esencia. La perfección de una cosa, así pues, no suprime su existencia, sino que, por el contrario, la pone. La imperfección, en cambio, la suprime, y por ello no podemos estar más ciertos de la existencia de ninguna cosa que de la existencia del Ente absolutamente infinito o perfecto, esto es, de Dios. Pues como su esencia excluye toda imperfección e implica absolutamente la perfección, suprime por ello mismo toda causa de duda a propósito de su existencia y da de ella una certeza suma. Creo que esto ha de ser claro para quien atienda medianamente. [55]

Ética demostrada según el orden geométrico

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